Black Narcissus

En la mitología griega, Narciso (en griego Νάρκισσος) era un joven conocido por su gran belleza.
Las doncellas se enamoraban de Narciso a causa de su hermosura, mas él rechazaba sus insinuaciones.
Entre las jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Eco, quien había disgustado a Hera y por ello ésta le había condenado a repetir las últimas palabras de aquello que se le dijera.
Eco fue, por tanto, incapaz de hablarle a Narciso de su amor, pero un día, cuando él estaba caminando por el bosque, acabó apartándose de sus compañeros.
Cuando él preguntó:
«¿Hay alguien aquí?»
Eco contenta respondió:
«Aquí, aquí»
Incapaz de verla oculta entre los árboles, Narciso le gritó:
«¡Ven!»
Después de responder:
«Ven, ven»
Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos.
Narciso cruelmente se negó a aceptar su amor, por lo que la ninfa, desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que sólo quedó su voz.
Para castigar a Narciso, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente.
En una contemplación absorta, incapaz de apartarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas.
En el sitio donde su cuerpo había caído, creció una hermosa flor, que hizo honor al nombre y la memoria de Narciso.
“Remember, the superior of all is the servant of all”
Black Narcissus es una película inglesa de 1947 producida, escrita y dirigida por Michael Powell y su socio en tantos clásicos el húngaro-británico Emeric Pressburger.
Protagonizada por una ENORME Deborah Kerr, Sabu, David Farrar, Flora Robson, ENORME Kathleen Byron, Jean Simmons, Jenny Laird, Esmond Knight, entre otros.
El porqué Black Narcissus fue ignorada por los Oscar en los rubros interpretativos sigue siendo un misterio, las no nominaciones de Kerr y Byron son dos de las manchas negras que va a tener por siempre la Academia en su currículum.
Black Narcissus obtuvo solo 2 nominaciones y recibió justo esos 2 Oscars a la mejor fotografía color y a la mejor dirección artística color.
Los arqueros (Michael Powell y Emeric Pressburger) dibujan un intenso melodrama sobre la represión emocional que los humanos nos imponemos bajo el barniz de una espiritualidad que muchas veces no es más que una huida.
En Black Narcissus se habla de cómo un lugar especial, puede modificar el comportamiento de las personas.
Como hay ciertos sitios en los que es imposible permanecer inmutable.
También habla del deseo autodestructivo, del pecado, de la envidia y de la locura.
Black Narcissus está basada en una novela de la escritora americana criada en la India Margaret Rumer Godden, publicada en 1939.
La citada escritora se especializó en la incapacidad de los occidentales de adaptarse a la vida oriental y en eso precisamente consiste la idea principal del film, en esa interacción entre las recién llegadas y los lugareños.
En palabras de Llorenç Esteve:
«Una visión anglicana, ordenada, racional y metódica se enfrentaba a una espiritualidad anárquica, mágica y poco visible», y así lo plantea el filme.
Black Narcissus está cargada de miedo, del miedo a las fuerzas de la naturaleza.
Hay tambores que suenan y que se paran en el preciso momento que alguien muere.
Hay rostros blancos con párpados semi abiertos y sudor en la frente que hablan de locura.
Los directores visualizan la llegada al Palacio desechando la idea de viaje, con lo cual ya se nos dan pistas de que estamos en un viaje más interiorizado que físico.
La música ofrece fragmentos de percusión, flauta, cuerdas y trompeta, de gran lirismo, que dan paso a un intenso acompañamiento dramático de las secuencias finales.
La ENORME e INQUIETANTE fotografía del GENIO Jack Cardiff, aporta un recital de primeros planos, travellings, planos oblicuos y cenitales, y escenas vertiginosas, de magnífica factura.
El guión construye un relato que, bajo una serenidad aparente, hace palpitar pasiones, contradicciones, desengaños, desarraigo y locura.
La interpretación de Kerr y Byron brillan a gran altura.
La dirección crea una atmósfera dramática de gran fuerza psicológica y exquisita ejecución.
Espectaculares y meritorios escenarios, filmados mayoritariamente en estudio, que fueron reconocidos asimismo con la concesión del Oscar a la mejor dirección artística, hacen de este film una joya visual con algunas escenas que forman parte, por derecho propio, de la historia del cine, como esas bellas campanas al borde de un precipicio donde irán a confluir, inevitablemente, todos los conflictos pasionales larvados y ocultos bajo los hábitos.
Black Narcissus es un filme impecable, de soberbia ejecución en todos sus aspectos; si la fotografía es hermosa y cálida, y los decorados tan mágicos como la historia (todo se rodó en estudio y en un jardín botánico), qué decir de los bellos encuadres, de los elegantes encadenados que nos introducen en los recuerdos, de la innegable elegancia y belleza que caracteriza a esta obra.
Y si además encontramos un guión tan bueno y eficaz como suelen ser los de Pressburger, y unas interpretaciones a la altura de lo que se narra y muestra (soberbias Deborah Kerr y Kathleen Byron), sólo queda concluir que se trata, indudablemente, de la cima artística de este gran dúo de creadores.
Deborah Kerr en Black Narcissus puede que esta sea una de las mejores interpretaciones de toda su carrera.
Su belleza natural sólo es comparable a su facilidad para sacar el máximo provecho de los primeros planos con que se la filma en Black Narcissus en varias ocasiones, su expresividad es de una elocuencia extraordinaria, y sólo gracias al magní¬fico trabajo de dirección (con unos primeros planos memorables y que podrían servir para enseñar a los nuevos directores cómo se filma un primer plano, para qué se filma, y sobre todo cuándo hay que recurrir al primer plano), se consigue tener alguno de los momentos más irrepetibles que ha dado el cine a lo largo de su historia.
Black Narcissus es una pelí¬cula donde el primer plano adquiere una importancia y una perfección pocas veces logradas a lo largo de la historia del cine.
A pesar de que el personaje que interpreta Deborah Kerr tiene dificultades para la interpretación debido a que es un personaje un tanto ambiguo y hasta contradictorio por momentos, Kerr consigue solventar todas las trabas con una enorme solvencia.
Black Narcissus contrasta dos modos de ser, dos mundos, y, esencialmente, dos tipos de cine.
El crítico británico Raymond Durgnat ve esta oposición en términos de un contraste colonialista entre la noción (o el tópico) y las convenciones de representación de lo que él llama “equilibrio occidental” y “esquizo-exotismo oriental”
Pero de acuerdo con la naturaleza híbrida y sintética de Black Narcissus Powell y Pressburger, también sugieren que estos reinos superficialmente distintos, de hecho, se apoyan mutuamente.
Así, en Black Narcissus, los espectadores son testigos de una batalla o una síntesis de dos tipos de cine o mundos.
Black Narcissus fue rodada antes de que India se independizara de Gran Bretaña en agosto de 1947.
El crítico de cine Dave Kehr ha sugerido que las imágenes finales de Black Narcissus, como las monjas abandonan la cordillera del Himalaya y su vida en la montaña, podría haber sido interpretado por los espectadores británicos en 1947 como “un último adiós a su imperio desvanecido”, sugiere que para los cineastas, no es una imagen de la derrota, sino de una retirada respetuosa y racional de algo que nunca fue propiedad de Inglaterra.
Black Narcissus que se levanta como un melodrama bastante curioso no sólo por la ubicación geográfica de la historia sino por lo que se pone en juego en la trama.
Un grupo de monjas inglesas encabezadas por una inmaculada Deborah Kerr, decide ir a evangelizar la aldea del monte Mopu ubicado en la cadena montañosa del Himalaya.
Pero antes de partir, la hermana superiora le advierte a nuestra protagonista que aún no la ve preparada para afrontar semejante empresa.
Para el espectador esta duda es una verdadera sorpresa porque no advertimos peligro alguno en la travesía en que se embarcan las sacerdotisas, más tarde descubriremos el por qué de la advertencia.
Al llegar a la montaña la misma se nos revela visualmente como un espacio demasiado extraño, un lugar en el que se habla otra lengua y donde el viento está presente en cada rincón.
Los problemas no tardan en surgir desde el instante de llegada y es que la orden debe funcionar en un edificio que anteriormente servía como casa de orgías, esto lo descubrimos por los frescos que habitan en las paredes.
La primer indicación que da la hermana Clodagh (Kerr) es pintar esos muros con la intención de borrar los dibujos obscenos.
Pero ahí es donde comienza a exponerse el conflicto interno y la forma de trabajarlo de Powell nos sugiere que la actitud de la religiosa es tapar aquello que la incomoda sin saber que los sentimientos del pasado son algo que no se puede cubrir tan fácilmente.
Esos muros son simétricos a la vida anterior de las monjas y el hecho de verlos es una prueba para curarse definitivamente.
Paralelamente aparece un inglés (Narciso #1) radicado en el lugar llamado Mr. Dean que va a pasearse sin camisa y en pantaloncitos cortos, con una pipa sugestiva por toda la colonia despertando las fantasías reprimidas de las monjas.
Es de un erotismo tan sutil la puesta en escena del director inglés que no hace falta subrayar nada, con un solo gesto de cortesía del señor Dean las hermanas ya empezaran a disputarse la atención del caballero.
Ahí es donde el melodrama aflora en su premisa más intensa que es la incapacidad de amar.
Aquella que hizo convertir a Clodagh en religiosa y la misma que le mantiene frío el corazón.
Este viaje iniciático será una prueba de fuego que sacará los sentimientos más lujuriosos enfrentando a las protagonistas con su lado más oscuro.
En esta lucha, Kerr podrá dominar sus impulsos de deseo mientras que la hermana Ruth (Eco) caerá en una locura sin retorno.
El dueto de realizadores trabajó a partir de una novela de Rumer Godden construyendo un mundo de colores tan expresivos que hicieron escuela.
No en vano siempre se asoció a Powell como un genio que lograba que la pantalla se transforme en un lienzo y la cámara en un pincel.
Este magnífico trabajo visual no hubiera sido posible sin un preciso ejecutor del tecnicolor que más tarde también se convertiría en realizador llamado Jack Cardiff.
Otra de las decisiones que resaltan aquí es la elección de la inmaculada Deborah Kerr para el papel de monja tan diferente al que años después haría con John Huston en “Heaven Knows, Mrs Allison” (1957).
Para no engañar a nadie hay que aclarar que Black Narcissus es un film un tanto difícil de ver porque hay ciertas claves ocultas que son fundamentales para la lectura.
Por un lado está ese viento que parece funcionar como una grieta que invita a la seducción y por otro los objetos de figura redonda que vemos permanentemente en los decorados que nos sugieren algo erótico.
Aquí nos queda esta entrega magistral que toma como punto de partida a esta flor asiática cuyo nombre deriva de la palabra persa “nagris” y cuyo significado indica que esta planta es embriagadora explicándonos así el tema central de este bello relato cinematográfico con tono de fábula.
“La mise en scène capte à merveille les nuances des regards, seuls indices aux sentiments des nonnes”
(La puesta en escena capta maravillosamente los matices de las miradas, única muestra de los sentimientos de las monjas)
No me pude resistir a la suavidad de una expresión que define con meridiana claridad el tormento sin éxtasis de unas mujeres cuyo compromiso con el Evangelio no puede anular su propia condición femenina, en un paisaje donde el deseo se hace amo y señor, y donde la sensualidad trasciende más allá de los frescos de las paredes del antiguo harén del sultán, convertido hoy en hospital, escuela y convento.
La tentación vive en las alturas del Himalaya, en forma de flores, de perfumes, de exotismo, de danzas, de santos, de hermosos príncipes y sobre todo de la presencia en toda su masculinidad de Mr. Dean, ese licencioso inglés imposible en sexy short, diáfano objeto del deseo y de la locura.
Las monjas no son una excepción, y van a experimentar, en cuerpo y alma, a veces sutil pero siempre profunda alteración íntima, que ciertos lugares de la India han ejercido, desde antaño, en los europeos.
Así, en forma de recuerdos de un pasado dolorosamente "olvidado", de una entrega total a la belleza natural, o del surgimiento de una pasión desenfrenada, el mágico palacio de Mopu trastorna a las protagonistas, obligándolas a retomar aspectos fundamentales de la vida a los que ellas creían haber renunciado definitivamente.
Nada expresa mejor esta realidad que esa mirada enfebrecida, consumida por el deseo y los celos, que asoma en el rostro de la Hermana Ruth.
Black Narcissus presenta varias estéticas o referencias formales.
Atrevido con la experimentación del color en su parte desarrollada en el palacio (memorable la fotografía de Jack Cardiff), de planos largos y solemnes, deviene apasionado y de planos cortos y oscuros en la parte final, la correspondiente a la caída en la locura de la hermana Ruth, la más vulnerable de todas, que no sabe o no puede asumir su identidad y se debate entre el orden racional y sus impulsos inconscientes.
Las imágenes están cargadas de una tensión psicológica y sexual difíciles de verbalizar.
No puedo evitar rescatar ciertas escenas que poco es llamarlas perfectas:
Kerr siempre es filmada con una brillante luz, es la pureza, la creencia, la fe; y Byron con colores oscuros, es la maldad, el deseo incontrolable, la perversión.
Nunca vi pintarse los labios en rojo como la hermana Ruth (Kathleen Byron), nunca.
Nunca vi una mujer trastornada apareciendo como un fantasma, helándome la sangre, sufriendo por la catástrofe inminente.
Impagable una de las secuencias finales, la del enfrentamiento entre Clodagh y Ruth, apareciendo ésta última como una fantasma, representando la lucha entre la cordura y la locura.
Como dice el personaje interpretado por Sabu (Narciso #2):
“Hice algo malo, pero no pretendía hacerlo”
Esto es lo que nos deja una película como Black Narcissus, una visión de cómo la culpa, la fe y el sexo se entrelazan en las religiones, creando códigos éticos que muchas veces van en contra de la propia condición humana.
Las fuerzas de la naturaleza, tales como las gigantes montañas o el viento que no cesa, son irremediables, al igual que lo son los deseos de los habitantes.
Estas son sólo algunas aristas que se pueden mencionar acerca de una película tan compleja, subversiva y hermosa, probablemente es uno de los mejores ejemplos del uso del Tecnicolor, como lo es Black Narcissus.
Por otra parte, el narciso negro es el perfume que usa el príncipe, el cual “hechiza” a Kanchi.
Al igual que los perfumes, los deseos carnales y el amor, causan efectos que no son palpables, ni son capaces de ser archivados científicamente, pero ciertamente son más fuertes que cualquier cosa.
Black Narcissus es en sí un perfume que perturba y atrae a la vez, como cualquier cosa que nos está prohibida.
En definitiva Black Narcissus es una pelí¬cula que me deja grandes inquietudes respecto a lo necesario que nos sentimos a veces para los menos afortunados que creemos considerar, a este despotismo ilustrado con el que actúan estas monjas, estando en las montañas olvidadas por el tiempo, sueñan con amores y tiempos que contradicen con alevosí¬a su supuesta vocación.
Entre hipocresí¬a y condescendencia por sí misma, Clodagh es tan inocente, como Sabu, más inconsecuente que la emancipada Ruth e imposibilitada a cumplir con sus preceptos ante los Zarathustras tan rectos y honestos que se encuentra en su viaje.

Namaste.


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