Shutter Island

“This is a game.
All of this is for you.
You're not investigating anything.
You're a fucking rat in a maze”

El cerebro, capaz de las mayores proezas, puede convertirse en nuestro peor enemigo cuando se rebela contra nosotros, y ninguno está libre de que el día menos pensado “se le crucen los cables”.
Las instituciones mentales se remontan a la Edad Media, pero incluso antes de entonces, las sociedades se debatían sobre qué hacer con aquellos tan locos que podían resultar un amenaza en el mundo exterior.
Dicen incluso que la expresión “barco de locos” hace referencia a los barcos sin rumbo que llevaban a los locos a alta mar como una primera forma de institución.
Los manicomios europeos de los siglos XVI y XVII son los antecedentes de los de Estados Unidos.
Eran fundamentalmente cárceles, no centros de tratamiento, agujeros inhóspitos en los que los pacientes estaban encadenados y eran tratados como animales, golpeados hasta la sumisión y “almacenados” en condiciones espantosas, a menudo hasta su muerte.
Quizá el ejemplo más atroz fue el enorme Hospital Bethlehem de Londres, cuyo nombre se redujo a Bedlam Hospital, que a su vez dio lugar a la palabra inglesa Bedlam, que significa “casa de confusión”.
El hospital abría sus puertas a los visitantes, que a cambio de un penique, podían contemplar, insultar e instigar a los prisioneros.
La sociedad les consideraba herramientas de la voluntad del Demonio, así que había escasa compasión hacia su sufrimiento.
Sorprendentemente, por el contrario, los manicomios medievales de Persia eran relativamente progresistas y usaban baños calmantes, terapia con música y formas iniciales de psicoterapia para intentar reinsertar a los pacientes en la sociedad.
Lo ocurrido en Bedlam inspiró a Val Lewton para la película homónima de 1946, protagonizada por Boris Karloff, cuyo reclamo era:
“¡Sensacionales secretos de la atroz casa de locos revelados!”
No fue hasta 1792 cuando un manicomio de París probó a cortar las cadenas de los pacientes y pasar de mazmorras sin ventanas a habitaciones con luz.
El hecho de que algunos pacientes considerados incurables se recuperasen afianzó esta visión.
Surgió entonces lentamente la era del “Nuevo Tratamiento”, que daba más importancia a buscar una cura, aunque a veces con métodos extremos y salvajes.
Lamentablemente, en un principio se experimentó con horrendos tratamientos que iban desde hacer girar a los pacientes a gran velocidad en sillas especiales a “calmarles los nervios”, torturándoles literalmente para “hacerles volver a sus cabales”.
Estas técnicas sólo contribuyeron a aumentar la reputación de los manicomios como lugares de espanto de los que pocos regresaban a la sociedad.
A lo largo del siguiente siglo y medio, los manicomios occidentales siguieron siendo lugares rodeados de miedo y repugna.
El primero de Estados Unidos fue fundado por Benjamin Rush en 1769 en Williamsburg, Virginia, y fue la única institución de este tipo durante medio siglo.
En esos años, la mayoría de los enfermos mentales del país eran recluidos en hospicios o cárceles, hasta que en 1827 una “Ley Referente a los Lunáticos”, prohibió el encarcelamiento de enfermos mentales y se construyeron varias instituciones.
Aunque había algunos ejemplos más progresistas, fundamentalmente los manicomios fundados por los cuáqueros en Philadelphia, Boston y Nueva York, seguían siendo instituciones bastante poco acogedoras desde el punto de vista actual, y era habitual el uso de camisas de fuerza e incluso purgas y sangrados.
También surgió una nueva categoría de enfermos mentales, aquellos cuya locura provocaba terribles crímenes.
En 1859, Nueva York inauguró el primer Manicomio Estatal para Criminales Trastornados.
Tras la Primera Guerra Mundial, con las revolucionarias teorías de Freud y miles de veteranos con síndrome de guerra, las instituciones mentales comenzaron a mejorar sus condiciones, aunque los tratamientos seguían siendo espantosamente duros.
En los años veinte el Dr. Henry A. Cotton, que dirigía el Manicomio de Lunáticos del Estado de Nueva Jersey fue pionero en una serie de cirugías que incluían extraer dientes, amígdalas, intestinos y órganos sexuales para evitar infecciones que se creía que inducían a la locura.
En los años treinta, el Dr. Egas Moniz, un neurólogo portugués, empezó a experimentar con la técnica que luego se conocería como lobotomía prefrontal, una cirugía radical que seccionaba fibras nerviosas en la parte del cerebro asociada con las emociones.
Aunque efectivamente el tratamiento calmaba a los esquizofrénicos y las psicosis incurables, tenía un gran coste para la personalidad del paciente.
Moniz llegó a recibir el premio Nobel por el descubrimiento de esta técnica.
Durante los años 40, la lobotomía dio lugar una nueva época de la psiquiatría que profundizaba en la fisiología del cerebro y en las formas de alterarla.
La escalofriante cifra de 40.000 estadounidenses, algunos con depresión, retraso mental o simplemente un carácter rebelde, fueron sometidos a esta intervención de consecuencias irreversibles.
Otros métodos extremos eran los comas inducidos con insulina y la terapia de electro convulsiones, conocida como “terapia de choque”.
Afortunadamente, a finales de la década, la aparición de potentes fármacos neurolépticos, como los antidepresivos y los anti psicóticos, prometía una vía de tratamiento más humana, aunque no exenta de controversia.
Tras la Segunda Guerra Mundial, se crearon por primera vez instituciones dirigidas a pacientes con traumas relacionados con el combate, y esto dio lugar a tratamientos más complejos y menos agresivos.
Mientras, tras la caída del Telón de Acero, las instituciones mentales de Europa Oriental se ganaron la terrible fama de ser brutales lugares de castigo para los disidentes y presos políticos, en los que experimentos de control mental hicieron que muchos que entraron cuerdos perdieran completamente la razón.
“You wanna uncover the truth?
You gotta let her go”
Desde el expresionismo alemán a los terrores de la RKO en los años cuarenta, desde el thriller policial de los cincuenta y sesenta a las pesadillas de la literatura kafkiana, el abismal y siniestro poso de Shutter Island deriva en una progresiva difuminación de la barrera que separa lo real de lo que no lo es, lo obvio de lo intuido, la idea previa de la realidad constatada, estableciendo una maraña de sombras que avanza apoyada en lo hipnótico de su peligrosa y constantemente alucinada y provocativa puesta en escena.
El marco en el que se mueven los personajes invita a la morbosa observación desde la distancia: la delirante y escalofriante práctica invasiva de la psiquiatría de mediados del siglo XX, los horrores y traumas de la guerra, el fanatismo anticomunista, la paranoia conspiratoria propia de la Guerra Fría… en todo su esplendor extático, la fragilidad de la mente humana funciona perfectamente como bisagra en la que Martin Scorsese se apoya para retorcer la visión del público de manera contundente.
Pero aunque es precisamente la situación contextual la que justifica la extravagancia de su implosión climática, cuando todo termina esa sensación sigue ahí en el fondo, el referente más importante es sea el año, un 1954 que en el país de las barras y estrellas es sinónimo de uno de sus períodos más paranoicos, en plena efervescencia de la caza de brujas y la duda constante de si el sonriente vecino que corta sus setos no oculta, en realidad, a un enemigo de América dispuesto a socavar la perfecta sociedad estadounidense desde dentro.
“God loves violence”
Shutter Island es una película de suspenso protagonizada por Leonardo DiCaprio, Mark Ruffalo, Ben Kingsley, Emily Mortimer, Michelle Williams, Patricia Clarkson, Max von Sydow, Jackie Earle Haley, Elias Koteas, John Carroll Lynch, Ted Levine y Christopher Denham.
Está dirigida por Martin Scorsese, basada en la novela homónima escrita por Dennis Lehane.
La novela, historia sobre la violencia criminal y sus devastadores efectos sobre las personas y su vida familiar, es de algún modo un experimento formal que fusiona elementos de la novela “pulp”, de la literatura gótica victoriana y de las películas conspirativas de serie B de los años de la Guerra Fría.
Cuenta con el director de fotografía Robert Richardson, el diseñador de producción Dante Ferretti, la diseñadora de vestuario Sandy Powell y la montadora Thelma Schoonmaker.
El título Shutter Island traducido al castellano vendría a ser algo así como:
“La Isla Obturada”
Obturador es un dispositivo fotográfico que controla el tiempo durante el que se expone a la luz, por ejemplo, al celuloide del que está constituida la película cinematográfica.
El tiempo que permanece abierto el obturador influye directamente en la cantidad de luz que alcanza al elemento fotosensible con el que se trabaja.
El término en cuestión no sólo forma parte del poético título de la nueva película del realizador ítaloamericano, sino que es tomado por Robert Richardson, el gran director de fotografía de las últimas películas de Scorsese.
Por supuesto, en cualquier película que se filme, el trabajo con el obturador y el diafragma son fundamentales para lograr unos determinados objetivos artísticos, pero Scorsese y Richardson trabajan a fondo los conceptos de presencia/ausencia de la luz para sembrar de misterio e inquietud el viaje mental que emprende Teddy Daniels (Leonardo Dicaprio).
Por encima de estos dos aspectos mencionados que relacionan la palabra obturador con el film de Scorsese, hay otro todavía más interesante: la mente de Teddy Daniels también actúa como un obturador, permitiendo o bloqueando el paso de la luz que ilumina esporádicamente su turbia conciencia.
Shutter Island cuenta la historia de un atormentado policía (Daniels) que llega en 1954 a un aislado psiquiátrico en el que están internados enfermos que han cometido crímenes para investigar la desaparición de una parricida.
Shutter Island, como en otras ocasiones en el cine de Scorsese, contiene una clara reflexión filosófica en torno al ser humano y su empleo instintivo de la violencia:
Teddy es un hombre trastocado por la misma tras su traumático paso como soldado, junto al ejército americano, por los campos de concentración alemanes de la Segunda Guerra Mundial.
Uno de los misteriosos personajes que Teddy encuentra en la isla insta al detective a mostrar su faceta más agresiva durante una filosófica conversación entre ambos hombres, que gira en torno a la necesidad humana de un instinto agresivo.
En mi opinión, el punto de partida de Shutter Island es extraordinariamente audaz: un personaje que ha perdido el norte, que se ha vuelto loco, intenta frenéticamente investigarse a sí mismo, adjudicándose el papel de detective y revistiendo al contexto espacial/onírico y humano que lo rodea de los ropajes de una película de misterio, con la finalidad de hallar luz al final de su túnel, su abismo personal, cuándo al final halla luz, una respuesta coherente que satisface a su confundida mente, la verdad le ciega.
“Set me free”
En torno a Shutter Island, reflexiono partiendo de dos escritos centrales de la obra freudiana: “Neurosis y Psicosis” (1923) y “La Pérdida de la Realidad en la Neurosis y la Psicosis” (1924).
A tal fin entonces, tomaremos algunas cuestiones planteadas por el autor en dichos escritos intentando relacionarlas a una posible interpelación de lo que le sucedería al personaje principal: Teddy.
En “Neurosis y Psicosis” Freud comenta que:
“La neurosis es el resultado de un conflicto entre el yo y su ello, en tanto que la psicosis es el desenlace análogo de una similar perturbación en los vínculos entre el yo y el mundo exterior”.
En esta última existe entonces, una perturbación del nexo entre el yo y la realidad exterior, siendo la causa propicia para el estallido de la psicosis la frustración de algún deseo o el aumento de las exigencias de la vida pulsional.
El motivo de la ruptura con el mundo exterior, sería así la denegación de un deseo por parte de la realidad, una frustración tal que se vuelve insoportable para el sujeto.
El deliro aparecería según postula Freud, como una especie de parche que se posa en el lugar mismo en donde se produjo la desgarradura del vínculo del yo con el mundo exterior.
El desembocamiento en una situación o en otra va a depender de ciertas constelaciones económicas, de las magnitudes relativas de las aspiraciones que se encuentran en lucha recíproca siendo además un factor de importancia a considerar, el hecho de que el propio yo tendrá su chance particular de operar en el conflicto, ya sea deformándose a sí mismo para evitar rupturas con las otras instancias, o segmentándose eventualmente, es decir, partiéndose, escindiéndose.
En “La Perdida de la Realidad en la Neurosis y la Psicosis”, Freud asegura que la pérdida de la realidad está dada de antemano en la psicosis y que, de los dos pasos existentes, el segundo tiene un carácter reparatorio – compensador, ante la pérdida de la realidad.
De este modo, se construye una realidad nueva que ahora contempla los requerimientos del ello, de la vida pulsional, que muestra por regla general su incapacidad de adaptarse al apremio de la realidad.
Queda por fuerza reconstruido un fragmento de la realidad que es desmentido y sustituido por otro que ya no tendrá el carácter de frustrante.
Sin embargo, ello exigirá la tarea de procurarse percepciones nuevas que correspondan a esta nueva realidad construida, recurriendo para ello a la alucinación.
De cualquier modo y pese a este intento de reconstrucción, el fragmento de la realidad rechazada se irá imponiendo cada vez más a la vida anímica, tal y como en la neurosis lo hace la moción que ha sido objeto de la represión.
De ahí que el Trastorno por Estrés Postraumático o TEPT es un trastorno psicológico clasificado dentro del grupo de los trastornos de ansiedad, que sobreviene como consecuencia de la exposición a un evento traumático que involucra un daño físico.
Es una severa reacción emocional a un trauma psicológico extremo.
El factor estresante puede involucrar la muerte de alguien, alguna amenaza a la vida del paciente o de alguien más, un grave daño físico o algún otro tipo de amenaza a la integridad física o psicológica, a un grado tal que las defensas mentales de la persona no pueden asimilarlo.
En algunos casos, puede darse también debido a un profundo trauma psicológico o emocional y no necesariamente algún daño físico, aunque generalmente involucra ambos factores combinados.
La persona ha experimentado, presenciado o le han explicado uno o más acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás:
Esto se dio a relucir en Shutter Island, ya que el protagonista Teddy Daniels, participó como militar en la Segunda Guerra Mundial y por lo tanto estuvo expuesto a imágenes y acontecimientos traumáticos.
Igualmente vivió la muerte de sus hijos por parte de su esposa, la cual fue asesinada posteriormente por él mismo.
Recuerdos de acontecimientos recurrentes e intrusos que provocan malestar y en los que se incluyen imágenes, pensamientos o percepciones:
En este punto se puede observar cuando el protagonista recordaba constantemente su paso por la Guerra y las experiencias realmente traumáticas que vivió allí, como por ejemplo recordad cómo asesinaban a la gente sin compasión y la situación aterrorizante que vivían muchas de esas víctimas.
Sueños de carácter recurrente sobre el acontecimiento:
Este punto se expresó en Shutter Island ya que constantemente, la figura protagónica soñaba con su esposa fallecida y su hija, estableciendo con ellas una comunicación que de manera indirecta involucraba lo sucedido.
El individuo actúa o tiene la sensación de que el acontecimiento traumático está ocurriendo, se incluye la sensación de revivir la experiencia, ilusiones, alucinaciones y flashbacks:
El protagonista cree ser el Sheriff que era en años anteriores, queriendo desenmascarar al supuesto autor del crimen contra su esposa (Andrew Laeddis), un conserje el cual incendió el apartamento en donde vivía el protagonista con su esposa, asesinándola instantáneamente, sin embargo al final Andrew Laeddis resulta ser otra persona.
En la trama de Shutter Island el protagonista desarrolla un proceso investigativo para encontrar a tal pirómano Andrew Laeddis, haciendo lo imposible para encontrarlo junto con su “compañero y discípulo Chuck Aule”.
Demostrando así que el individuo tiene la sensación de que tal evento traumático persiste llevándolo a vivirlo día tras día.
Incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma:
El protagonista era incapaz de recordar el hecho de tener 3 hijos, que su esposa fue la causante de la muerte de estos y que él mismo se encargó de “arreglar” la situación.
Sensación de un futuro desolador, pesimismo, distorsiones de la realidad:
La figura protagónica, observaba “la isla” rodeada de tormentas y con un terrible aspecto y estado de deterioro, lo cual no concordaba con lo que de verdad estaba suscitando a su alrededor.
Al igual que se pudo observar que el protagonista intentó dispararle al psicólogo, debido a que este le decía que él era paciente del psiquiátrico y éste se negaba a creerlo, por lo que acudió a dispararle con su arma “cargada”, a lo que el protagonista vio cómo hirió al psicólogo, observando la sangre, sin embargo el psicólogo no portaba ninguna herida, debido a que el arma era de juguete, aún así el protagonista pensaba que era de verdad y que la usaba para conciliar su trabajo de Sheriff.
Irritabilidad y tendencias violentas:
El protagonista demostró varios episodios violentos, por ejemplo: en el momento en el que agredió a varios de los guardias de seguridad, incendió el auto del psicólogo y golpeó fuertemente a uno de los pacientes del psiquiátrico.
Si en tantas formas y casos de psicosis los espejismos del recuerdo, las formaciones delirantes y alucinaciones presentan un carácter penosísimo y van unidas a un desarrollo de angustia, ese es el cabal indicio de que todo el proceso de replasmación se consuma contrariando poderosas fuerzas.
"Who is 67?"
Y bien, una última cuestión antes de terminar.
¿Te acuerdas de la nota que encuentran en la habitación de Rachel?
Había dos frases escritas en ella:
“La ley de los 4” y “¿Quién es el 67?”
Son pistas para guiar a DiCaprio en su investigación introspectiva .
Una le hace investigar sobre el paciente 67 para que descubra quien es.
La otra también lleva en la misma dirección.
Le indica por una parte que Rachel y Dolores son la misma persona e igualmente sucede con Teddy y Andrew.
El doctor Cawley se lo demuestra a Daniels con la ayuda de una pizarra.
Y aunque se lo dice, mucha gente no repara que está hablando de “La ley de los 4”.
Daniels es Laeddis o se lo inventó todo, también podríamos pensar lo contrario, de hecho al principio pensé que Daniels era el real.
Hasta el hecho de que la Isla no existe, y el faro es el único lugar en la mente del protagonista que guarda la “verdad” real, y el viaje en barco es el rumbo, o una vía al descubrimiento…
Yo creo que Scorsese quería dar esta ambigüedad, que cada uno pensara lo que quisiera, y esto es lo que convierte a Shutter Island en una obra maestra.
Emoción, intriga, y un discurso filosófico muy bien contado acerca del bien y del mal, y de la capacidad del hombre para odiarse a sí mismo.
Con gran capacidad de síntesis y sin atisbo de pedantería, hay muchos diálogos cargados de contenido, ideales para provocar encendidos debates.
Alguien dice:
"Trauma viene de la palabra griega, Herida".
Y llega un momento en que el protagonista, entre la razón y la locura, se pregunta algo así como:

“Which would be worse: to live as a monster, or to die as a good man?”


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