A Few Good Men

“In the heart of the nation's capital, in a courthouse of the U.S. government, one man will stop at nothing to keep his honor, and one will stop at nothing to find the truth”

La diferencia entre “physis” y “nomos” marca el fundamento de las leyes, mientras que el logos de Heráclito indica la marcha general de la naturaleza para los sofistas, las normas legales y morales se fundamentan en la convención humana.
Podremos concretar entonces, que las diferencias entre “physis” y nomos radican en su origen.
La “physis” sería la naturaleza en sí, y todos los hechos que la entrometen, principio de los atomistas para explicar la realidad.
En el ámbito homérico la “physis” aludía al conjunto de los fenómenos externos.
Más tarde, el término iría cobrando hondura mediante la profundización por parte de los presocráticos, hasta que llegaron a la conclusión de que la “physis” es la realidad de la que están hechas todas las cosas, la naturaleza de las cosas existentes.
Dicha realidad no es estática e inmutable, sino que es una realidad viva, en constante desarrollo.
Pero los sofistas establecen un nuevo concepto en contraposición a la “physis”, el “nomos”, y ahora es el hombre, en torno al cual, gira todo descubrimiento, y sus leyes se rigen por su común acuerdo, y no un origen externo.
Es decir, por ejemplo sabemos que todos hemos nacido de igual manera, y todos somos seres humanos unos hombres y otros mujeres; en cambio, puedes decir:
“Yo no pienso igual que tu”, y es que aquí encontramos la diferencia por “nomos”, entendemos un orden de la vida a seguir, y cada uno toma distintas opciones para seguir la vida.
Mientras que el “nomos” es, la cuestión del fundamento de la ley de la ciudad, y en general de la ley moral y política, es una preocupación que ya se encuentra en los primero filósofos, pero con los sofistas se hace más consciente y explícita.
Las soluciones más comunes a esta cuestión son:
Que la ley tiene como fundamento lo sobrenatural, que la ley se fundamenta por la naturaleza, y que la ley descansa en los avatares humanos, en su historia y situaciones vitales concretas y contingentes.
En otro orden de ideas, se recuerda el caso del conscripto Omar Carrasco en Argentina, que murió a causa de los golpes recibidos por un suboficial desquiciado durante un “baile”, y que sirvió para acabar con el servicio militar obligatorio.
El Caso Carrasco fue un proceso judicial llevado a cabo para esclarecer la muerte de Omar Carrasco, por entonces soldado conscripto de una unidad militar de Argentina.
El hecho en sí, y los conflictos generados por el mismo, tuvieron repercusión a nivel socio-político en la Argentina, y es considerado uno de los motivos por los cuales se suspendió la ley Nº 3948, que establecía el servicio militar obligatorio.
Su historia inicia tras salir sorteado para realizar el servicio militar obligatorio, Carrasco se incorpora el 3 de marzo de 1994, al Grupo de Artillería 161 del Ejército Argentino, en la localidad de Zapala.
Tres días después de su incorporación, es reportado como desaparecido, y considerado desertor.
Poco después, sus padres lo van a visitar en su primer franco interno, y se les comunica del hecho.
Sus padres desconfiaron de la versión oficial, pues conocían el carácter de Omar, quien sería relativamente sumiso:
“Jamás haría eso”
Ninguna instancia militar les dio respuestas.
El diario regional, Río Negro, publicó que los padres lo buscaban con desesperación.
La justicia Federal de Zapala demoraba imprudentemente la investigación.
La opinión pública comenzó a movilizarse y ejercer presión.
Un mes después, fue encontrado el cuerpo sin vida de Omar, en el fondo del cuartel.
Carrasco había sido golpeado, el hecho de que su agonía y muerte haya sucedido en un hospital militar, más el de haber estado oculto un mes en las instalaciones castrenses, señalaba claramente una intervención de personal de mayor jerarquía, que la de los acusados, mientras que los 3 condenados eran de la menor jerarquía existente, los conscriptos Cristian Suárez y Víctor Salazar, y el subteniente Ignacio Canevaro.
En febrero de 2009, el último de los acusados, terminó de cumplir su condena, y hasta el día de hoy, los 3 siguen insistiendo en su inocencia.
Lo curioso es que el culpable nunca recibió condena, y fueron presos un oficial y un soldado que, era vox populi, fueron los chivos expiatorios, porque el responsable tenía fuertes influencias que llegaban hasta el comandante en Jefe del Ejército, el “mea culpista” general, actual embajador en Costa Rica, Martín Antonio Balza.
“There is nothing on this earth sexier, believe me, gentlemen, than a woman you have to salute in the morning.
Promote 'em all, I say, because this is true, if you haven't gotten a blow-job from a superior officer, well, you're just letting the best in life pass you by.
'Course, my problem is, I'm a colonel, so I guess I'll just have to keep taking cold showers until they elect some gal president”
A Few Good Men es una película estadounidense de 1992 dirigida por Rob Reiner.
Protagonizada por Tom Cruise, Demi Moore, Jack Nicholson, Kiefer Sutherland, Kevin Bacon, Kevin Pollak, Cuba Gooding Jr., J.T. Walsh, James Marshall, Wolfgang Bodison, Noah Wyle, Joshua Malina, entre otros.
A Few Good Men está basada en la obra teatral homónima de Aaron Sorkin.
El film fue candidato a 4 premios Oscar como:
Mejor película, actor de reparto (ENORME Jack Nicholson), sonido y montaje.
En A Few Good Men vemos como la verdadera acción, se puede encontrar en un tribunal, y no en un campo de guerra, es una película de juicios, sí, pero también un sensacional thriller, sobre un oscuro caso de asesinato y encubrimiento en la marina norteamericana, que cuenta con la presencia de unos actores competentes, un guión bien ensamblado, y una historia bien contada que cautivará al espectador desde el principio hasta el final.
El género de juicios, es sin duda un filón que apasiona a los americanos, tan preocupados por la justicia y, a la vez, tan orgullosos de su sistema judicial con jueces y jurados.
A Few Good Men analiza el sistema judicial militar estadounidense, un tópico que recobró vigencia, con la numerosísima cantidad de cortes marciales impuestas a soldados por sus desatinos en Irak; y su mensaje no ha perdido vigencia, y tiene que ver con los conceptos que entonces y hoy se manejan en las fuerzas armadas, no solo en las norteamericanas:
¿Cuál es el límite del cumplimiento del deber, y lo moralmente cuestionable que resulta a veces la llamada “obediencia debida”?
A Few Good Men es un filme jurídico-castrense, hecho a medida para el lucimiento de Tom Cruise, que demuestra que Jack Nicholson es más dominante en la pantalla, con apenas 20 minutos, que Demi Moore es insípida en su interpretación, que se excede en su metraje, que resulta absolutamente previsible en su desenlace, que nos embriaga de tantos códigos, y honores que poseen los norteamericanos, que promueve en todo momento lo políticamente correcto, que está realizado con flagrante intencionalidad de recaudar Oscar, que posee como virtud fundamental, sus incisivos diálogos, para al menos, mantener atenta a la platea con las circunstancias jurídico-militares que se ponen en la mesa; y con todo eso es un film necesario.
La estética de A Few Good Men está cuidada, al detalle, durante todo el metraje, desde el inicio, con unas espectaculares maniobras militares de cara a la galería, pasando por la situación en Cuba, hasta el momento final en los juzgados, con una atmósfera de gravedad que resalta de forma imponente los momentos cumbre del film.
A Few Good Men narra la historia de la hipocresía constante, entre la democracia y la dictadura, entre la falacia del acceso a todos a la justicia, y la realidad de nuestro sometimiento al más fuerte.
La trama se sitúa en un campamento militar en Guantánamo, tan de actualidad por el hacinamiento de Talibanes y miembros de Al-Qaida, donde uno de los soldados muere en extrañas circunstancias, y todo parece querer quedar en el olvido, si no fuera por la aparición de Tom Cruise, que con la energía del mejor abogado y “el corazón del mejor de los hombres”, está obstinado en encontrar, desenmascarar, y culpar al inductor del delito.
El soldado en cuestión, supera por error las pruebas médicas, pues en realidad no tiene preparado su corazón para las estrictas normas del campamento, y es tachado por los demás de lento, débil, holgazán… es el hombre equivocado, en el lugar equivocado.
El Coronel de la base, Jack Nicholson, aspirante a máximo dignatario del Consejo de Seguridad de los Estados Unidos, en el momento en que se celebra el juicio a los 2 soldados inculpados por la muerte del débil Santiago, ha lanzado un “Código Rojo” que viene a significar la reprimenda del eslabón débil de la cadena de mando, reprimenda que terminará en una muerte inevitable.
Uno no termina de sorprenderse del alto respeto que tienen los norteamericanos por sus Fuerzas Armadas, inclusive en películas con una óptica izquierdista, como la que comentamos.
Curiosamente, la palabra “Sir” fue usada 164 veces durante A Few Good Men, a razón de una vez cada 50 segundos.
“You have to ask me nicely.
You see, Danny, I can deal with the bullets and the bombs and the blood.
I don't want money and I don't want medals.
What I do want is for you to stand there in that faggoty white uniform and with your Harvard mouth extend me some fucking courtesy!
You gotta ask me nicely”
El Alférez de Navío, Lieutenant Junior Grade, que equivale a Teniente en las Fuerzas Armadas, Daniel Kaffee (Tom Cruise) es un joven y prometedor abogado de la Marina que tiene una excelente reputación.
Es hijo de un oficial abogado brillante, carga con el peso de un apellido al que no ha sabido honrar.
Por influencias familiares obtiene, apenas recibido, el cargo de defensor en la Corte Militar en Washington, y en apenas 9 meses, ha logrado resolver 43 casos.
Mejor dicho, ha evitado 43 juicios por medio de audiencias legales, y arreglos con la fiscalía, que en los EEUU son permitidas.
A tal punto ha llegado su arte para esquivar querellas, que no conoce los estrados.
Kaffee siempre ha hecho los acuerdos en los pasillos, o en los campos de baseball, lo único que parece tomar en serio en su vida.
Kaffee es cínico, petulante, indisciplinado, y carece del más leve rasgo de honor militar.
Sus superiores le confían la defensa de 2 marines acusados de asesinato durante una acción disciplinaria.
Para Kaffee y su ayudante el caso no parece complicado.
Pero pronto deben enfrentarse al Coronel del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos (USMC), Comandante de las Fuerzas Terrestres del Cuerpo de Marines en Cuba, Nathan R. Jessep (Jack Nicholson), quien es el Comandante en Jefe de la base de Guantánamo, donde se descubren nuevas pistas, comienza el juicio, y el caso adquiere unas implicaciones insospechadas.
El Coronel Nathan R. Jessep, es un oficial veterano de Vietnam, condecorado, de impecable foja de servicios, y oficiosamente nominado para miembro del Consejo Nacional de Seguridad, es decir, un hombre con buenos contactos políticos, quien siempre tiene una respuesta, con no poco sarcasmo, para todo.
Así, los 2 abogados militares, Kaffee y el Capitán de Corbeta, Lieutenant Commander, que equivale a Comandante en las Fuerzas Armadas, JoAnne Galloway (Demi Moore), deben defender en juicio a 2 marines, según la acusación, han matado a un compañero.
Los acusados son:
El Cabo 1° USMC Harold W. Dawson (Wolfgang Bodison) y el Infante USMC Louden Downey (James Marshall)
Ambos están perplejos ante su situación:
Han cumplido una orden de su oficial superior, y ahora los acusan de conspiración y asesinato.
Pena de muerte, o prisión de por vida, es la perspectiva que se les presenta.
Pero el hábil Kaffee logra un arreglo.
Si se declaran culpables, la fiscalía presentará cargos de “homicidio involuntario”:
Pena de 2 años, cumplimiento efectivo de 6 meses, y baja sin honor…
Ellos mantienen, sin embargo, que cumplieron órdenes del comandante Nathan R. Jessep para castigar a su compañero, el Infante USMC William T. Santiago (Michael DeLorenzo) por haber infringido “El Código de Honor” del Cuerpo de Marines, y que la muerte de éste fue un accidente.
La defensa se encuentra con grandes dificultades para averiguar la verdad, por las trabas que pone el comandante; y aquí comienza el conflicto, que luego se abre en un abanico de ocultamientos, presiones políticas y engaños.
El conflicto comienza cuando los soldados se niegan a deshonrar a su patria, a su fuerza, y a sí mismos, mintiendo que son culpables, puesto que ellos cumplieron órdenes de su oficial superior:
Obediencia debida y punto.
Las órdenes no eran matar a nadie, pero el castigado se les murió, y ahora los dejan de chivos emisarios.
Pero ellos tienen su código de honor:
“God, country, corps” y de allí no se moverán.
Cuando el Tte. Kaffee propone el arreglo, y el Cabo Dawson lo rechaza, mirándolo con sumo desprecio, “le escupe en la cara” el siguiente reproche:
“¿Cómo es posible que alguien tan cobarde pueda vestir uniforme militar?”
Léase por cobarde, hombre sin honor, parodia de soldado.
Todos los epítetos implicados en la pregunta de Dawson le caben a su defensor en toda justicia, pero el defensor ha heredado algo de su estirpe.
Es buen abogado, es muy inteligente, y le debe a su padre honrar el apellido.
De ahí que decida seguir defendiendo una causa perdida, e incluso tomando riesgos mayores que seguramente arruinarán su carrera.
En la escena final, lo mejor de A Few Good Men, el joven abogado, que nunca ha pisado las trincheras, enfrenta al tullido Coronel en un juicio en el que pretende sonsacarle la verdad.
La escena es de vértigo, el cruce de miradas, y gestos son magistrales, la luz es perfecta, el ritmo de las acusaciones, y gritos desgranan, en pocos minutos, la ansiada respuesta.
El viejo Coronel, subido en lo más alto del mundo, impermeable a las bobadas cotidianas, jefe supremo de lo que acontece, y papá de todos, omnipresente y protector se envalentona y gruñe la verdad:
Que la sociedad le da asco, que él sabe qué es lo que hay que hacer; que la vida de un elemento débil no significa nada, si lo importante es la defensa de la nación.
La confesión equivocada, en el lugar equivocado, lleva a nuestro flamante militar endiosado a la cárcel.
Los acusados absueltos de 2 cargos, pero no de haber evitado la muerte del que sabían débil y acorralado, un marine tiene que defender al que necesita su ayuda, y ellos se la negaron involuntariamente, el acusado principal, nos da una inolvidable lección, nos mira y graba para siempre en el celuloide su arrepentimiento:
“Hemos fallado, no hemos sabido defender al que más nos necesitaba”
Al final del juicio, Dawson saludará a su defensor como a “un oficial” con todo respeto y admiración.
Y es que Kaffee se va reconstruyendo moralmente frente al ejemplo de los marines, y por influencia de sus 2 asistentes, en especial del Capitán JoAnne Galloway, que tiene una verdadera pasión por la verdad.
A Few Good Men resulta un interesante thriller judicial desde el punto de vista interpretativo y técnico, que somete al ejército a un duro juicio, y no cae en el error de un exceso de acción.
A Few Good Men es una magnífica película judicial, con un guión soberbiamente redactado, y refutado por amplio reparto, también es destacable la labor de Rob Reiner que consigue dotarla de un ritmo ascendente, y así culminar en un enfrentamiento entre Cruise y Nicholson de proporciones épicas.
El interrogatorio final, de Daniel a Jessep durante el juicio, tensión en estado puro y unas interpretaciones impecables.
Y creo que de eso se trata A Few Good Men:
Por más que la popular escena de Jack Nicholson, reclamando no soportar conocer, manejar la verdad, sea una de esas líneas de la historia del cine que van a quedar tatuadas en la memoria colectiva, A Few Good Men se deshace en cuanto a organización dramática, quedando demasiado en evidencia los roles morales, dentro de un relato de estas características, y hasta perjudicando lo que en efecto es, una de las más destacables actuaciones dentro de la carrera de Nicholson.
Y es que Jack Nicholson apenas aparece en pantalla, en total, unos 20 ó 30 minutos, como mucho, y realiza a la perfección un histriónico personaje, ideal para él, de los que borda con toda facilidad y naturalidad, se come la pantalla y durante el visionado, uno espera a que salga con extraña ansiedad.
Confieso que me gustaron los otros secundarios:
Kevin Pollak como el Alférez de Navío, Lieutenant Junior Grade, que equivale a Teniente en las Fuerzas Armadas, Sam Weinberg, está sencillamente genial como el compañero calmado y sensato de Cruise, felizmente casado, y padre de un bebé que es su ojito derecho.
Este detalle demuestra una estabilidad psicológica en el trío defensor.
Kevin Bacon, como el Capitán USMC Jack Ross, amigo de Cruise y, sin embargo, contrincante en el juicio, que resulta natural y creíble en todo momento, como si realmente no estuviera actuando, y aunque su papel y sus diálogos no son tan vistosos como los del abogado defensor, en la mayoría de escenas que tienen juntos, literalmente se lo come.
Y Kiefer Sutherland, como el Teniente USMC Jonathan Kendrick, en un breve papel de teniente “nazi”, de mirada fría y asesina que me encanta.
Mientras repetía su código de conducta, consistente en “Unidad, Cuerpo, Dios, Patria”, se me pusieron los pelos de punta, de verdad, fue muy convincente.
¿Qué es lo malo de A Few Good Men?
Primero, Tom Cruise, demasiado sobre actuado, y raya al patetismo más puro, 100% machista, ignorante, de lucimientos fantasmagóricos, desubicado en todo momento, sin rumbo, nunca dejó de ser Tom Cruise.
Luego, la estructuración de los personajes en cuanto a personalidades:
Tenemos al soldado astuto y consciente de la situación (Moore), y al soldado inocente que se enoja como un niño en el momento en que todo se resuelve, la gran cara de nada de Tom Cruise, quien personifica a un abogado fanático del beisbol, que además tiene un carácter muy poco cercano al comportamiento de un militar, frente a sus superiores, no me creo mucho eso de que, es tan fácil hacerse el canchero frente a un Coronel como Nicholson y, además, una resolución que no basta, no alcanza, salvo por el monólogo tantas veces citado.
Como producto A Few Good Men rinde sólo por estructurar todo un relato en torno a una sola escena, el resto es una estructura clásica, y más bien neutral con los roles demasiado determinados, cuando en realidad, el único que tiene un poco más de desarrollo, el único que tiene algo que ocultar, característica demoníaca por excelencia, el doble sentido, el sentido oculto, el secreto, es el Coronel.
Como siempre, tiene que haber un “pero”, y éste se lo lleva Demi Moore, que no acaba de meterse en su papel de mujer-abogada-militar en un mundo, precisamente militar, donde el machismo aún es más predominante que en la vida civil.
Y acá encuentro A Few Good Men tremendamente misógina, en cuanto al tratamiento de la mujer profesional, en un lugar donde todavía impera el machismo, y la mujer es vista todavía como objeto sexual, realidad o ficción.
Finalmente para salvar, el respeto al derecho, la alta estima en que se tiene a los miembros de las Fuerzas Armadas, en especial a los que han combatido, el buen funcionamiento de las instituciones, pese a la corrupción de muchos de sus miembros, resulta un ejemplo interesante.
“I run my unit how I run my unit.
You want to investigate me, roll the dice and take your chances.
I eat breakfast 300 yards from 4000 Cubans who are trained to kill me, so don't think for one second that you can come down here, flash a badge, and make me nervous”
¿Qué le lleva al Teniente Kaffee a llevar el caso hasta el final, y defender la inocencia de los marines?
Defender la verdad, aunque pueda tener consecuencias funestas.
Desechar el trato-pacto puede significar cumplir cadena perpetua.
El marine no quiere un trato, porque no quiere licenciarse con deshonor, deshonrarse a sí mismo, y al cuerpo.
El cuerpo se rige por un código, cuyo seguimiento implica, estar dentro de la legalidad más profunda que la legalidad del derecho:
“El Código Rojo” debe ser obedecido en cualquier circunstancia, y por encima de cualquier otra ley:
“Unidad, Cuerpo, Dios, Patria”
El famoso “Código Rojo” es un ejemplo de independencia extraoficial, que canaliza todas las fisuras de la ética defendida, en este caso por la esfera militar, corrompe todo aquello que tanto defienden a lo largo de A Few Good Men, y se manifiesta abiertamente incompatible con los valores fundamentales de su estricto adiestramiento.
El derecho no tiene más sentido que el pacto entre intereses, si no está basado en otro código, cuya finalidad última, o categoría, es la culpabilidad-salvación:
Aquello que debe respetarse para pertenecer dentro de los límites de lo humano.
Pero es autónomo, en la medida que eso puede implicar una pena superior a la del pacto:
No se juzga la moral, sino la corrección conforme a ley.
Cuando Kaffee decide defender la inocencia, incorpora el derecho dentro de esa nebulosa legalidad interna.
A pesar de que “nos van a hacer polvo” se trata de salvar a esas personas del deshonor.
¿Qué ocurre cuando en una sociedad el derecho se emancipa de la moralidad y lo público se regula por unas normas, cuya única credibilidad depende del castigo que lleva consigo, delitos y faltas, en donde se hace una comparación entre el castigo penal y el castigo eterno?
“El honor no es sólo una insignia en el brazo”
Ha obedecido a algo que no debió ser.
El honor hunde sus raíces en un código sobre el que no tiene ningún poder, ni siquiera el Alto Mando.
El marine decide apostar por la inocencia, a pesar del castigo que ello acarree.
Prefiere ser acusado de asesinato por ley, que serlo por la ley interna.
Si su falsa inocencia no es saldada, el futuro no puede conjugarse con el pasado:
“¿Qué haremos después?”
No quieren que su inocencia quede en la privacidad de su interior, no admiten la dualidad ética-derecho.
Exigen que el derecho se haga cargo de su falsa inocencia, aunque ese reconocimiento les cueste licenciarse con deshonor, que es el reconocimiento negativo de su talante moral.
El Teniente Coronel USMC Matthew Andrew Markinson (J.T. Walsh) queda atrapado en esa aporía, y no puede solucionarla más que con su destrucción:
“No estoy orgulloso, ni de lo que he hecho, ni de lo que estoy haciendo”, entre su código y la legalidad externa, porque con su complicidad en el caso considera que han quedado separados para siempre.
A Few Good Men es un film notable, que trasciende su nacionalidad para tocar un concepto universal para todos aquellos países que cuentan con fuerzas armadas.
El ejército, la profesión castrense, está tan rodeado de polémica como de fascinación.
Ser soldado, u oficial, en esa institución destinada a la protección y la defensa estatal es algo denigrado, a veces admirado, y en cualquier caso perseguido por los prejuicios.
Muchos ven con malos ojos, ese cuerpo constituido por unas jerarquías férreas y tajantemente definidas, con superiores y subordinados, en una pirámide de disciplina y obediencia, que la mayor parte de los ciudadanos no estamos por la labor de aceptar de buen grado.
Yo sería incapaz de someterme a semejante régimen, pero también intento comprender a quienes lo ven como su medio ideal de vida, como su ideal, y su realización personal.
Es positivo que haya quienes sientan la vocación militar, porque alguien tiene que estar preparado para actuar en caso de catástrofes, y conflictos a gran escala, así como para asumir la defensa en caso de que seamos invadidos, o se nos declare la guerra.
Yo nunca habría sido soldado, nada más lejos de mi naturaleza, pero respeto la profesión en sí.
Lo malo es que, en todas las profesiones, hay personas que se extralimitan, que mancillan la dignidad de su oficio, y/o que aprovechan su cargo, para cometer atropellos, amparándose en su aparente respetabilidad, impunidad y en lo imponente del puesto que ocupan.
Olvidan que nadie está en este mundo para servir a los demás, ni para ponerse a los pies de nadie, ni para arrastrarse ni humillarse.
Olvidan que todos, de partida, y sin distinción de sexos, razas, credos, ni otros rasgos que no deberían suponer discriminación, sólo nuestra propia forma consciente y asumida de actuar, y de portarnos con los demás, es lo que debería determinar el trato que los demás nos dispensen a cambio, tenemos derecho a ser tratados en un plano de igualdad.
Tengamos los gustos que tengamos, el físico que sea, y seamos como seamos, mientras no hagamos daño malintencionado a nadie con nuestra forma de vivir, nadie tiene derecho a señalarnos, a imponernos nada, ni a decidir si somos dignos o no.
Casos de discriminación injustificada, injusta y hasta con consecuencias graves se dan desafortunadamente en todas partes; y Rob Reiner expone A Few Good Men, un drama judicial sobre un caso de atropello en el seno de la Marina estadounidense, y ahonda en algunos de los pilares podridos en los que se asienta nuestra muy imperfecta civilización.

Well, what do we do then, sir?
We joined the Marines because we wanted to live our lives by a certain code and we found it in the Corps.
Now you're asking us to sign a piece of paper that says we have no honor.
You're asking us to say that we're not Marines.
If a court decides that what we did was wrong, then I'll accept whatever punishment they give.
I believe I was right.
I believe I did my job.
But I will not dishonor myself, my unit, or the corps so that I can go home in six months!
Sir”



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