Die Blechtrommel

“There once was a drummer.
His name was Oskar.
He lost his poor mama, who had eat to much fish.
There was once a credulous people... who believed in Santa Claus.
But Santa Claus was really... the gas man!
There was once a toy merchant.
His name was Sigismund Markus... and he sold tin drums lacquered red and white.
There was once a drummer.
His name was Oskar.
There was once a toy merchant... whose name was Markus... and he took all the toys in the world away with him”

El Neuer Deutscher Film, o Nuevo Cine Alemán, es el nombre dado, en el medio cinematográfico de Alemania, al período comprendido entre las décadas de 1960 y 1980.
En la industria alemana, creará su propio “star-system”, usará largos travellings y planos de larga duración, que favorecerán la improvisación de los actores, simplificando el montaje posterior, poseerá un cierto estilo documental, al modo naturalista francés.
A comienzos de los años 60, el cine de la República Federal de Alemania se encontraba en una lamentable situación.
A pesar de que las condiciones económicas eran favorables, porque esos fueron los años del “milagro económico alemán”, fuera de unas pocas excepciones, el cine alemán produjo una mayoría de obras convencionales, de reducido interés artístico, que tendrán un enorme éxito de taquilla en los años 50.
Pero tras la continua reiteración de la misma fórmula, los cines comenzaron a vaciarse de manera alarmante.
La industria cinematográfica estaba desorientada.
No existían jóvenes guionistas, y directores, porque a las nuevas generaciones, no se les había dado nunca una oportunidad, ignorándolas totalmente.
La situación, de estancamiento, que vive el cine alemán, se debe sobre todo a:
El exilio de profesionales del cine, motivado por la llegada del nazismo:
Los directores Lang, Lubitsch, Wilder, Murnau, y actrices como Marlene Dietrich se marchan a Hollywood.
Los años 50, son tiempos difíciles, debido a la derrota militar, y a la situación económica, y moral, en la que ha quedado el país tras la guerra.
La aparición de la TV, con fuerza en esos años, que hace que disminuya el número de espectadores que acuden a las salas de cine.
El predominio de películas de evasión, con temas románticos con un final feliz, para hacer olvidar los problemas derivados de la guerra.
Las películas biográficas sobre personalidades del Imperio austrohúngaro, y los musicales a la alemana, conocidos como “Schlager-film”
Pero la situación va a cambiar en los años 60, con los movimientos estudiantiles, y por la evolución, y el cambio, que se producen en el teatro, y la literatura germanos, que muy pronto van a pasar al cine, por medio de los directores de cortometrajes.
En 1962, los jóvenes cortometrajistas alemanes, se dan cita en Oberhausen, ciudad que convoca anualmente un Festival de Cortos, donde por medio de un manifiesto, van a proclamar el fracaso del cine comercial.
“El Manifiesto de Oberhausen” declara que, el futuro del cine, está en manos de los que han demostrado utilizar un nuevo lenguaje cinematográfico, formado en las escuelas, y en la experimentación del cortometraje, y expresan su intención de crear un nuevo cine alemán, estando dispuestos a soportar, en común, los riesgos económicos que eso acarree, declarando:
“El viejo cine alemán ha muerto, sólo creemos en el nuevo”
La temática, y el estilo, van a ser muy variados entre los integrantes del Nuevo Cine Alemán:
Tratan los problemas de la juventud, la inadecuación ante el modelo que propone la sociedad, que genera problemas de incomunicación, y de soledad, vistos con pesimismo.
Se replantean el pasado de su país, y su repercusión en el presente.
Examinan la posguerra, y la reconstrucción del país, desde una óptica individual, y desde la experiencia personal, generalmente femenina.
Uno de los principales representantes de esta corriente va a ser Volker Schlöndorff, intelectual a caballo, entre la cultura germánica y la francesa, ha sido ayudante de Resnais, y de Louis Malle.
Su cine, va a tratar de ahondar en los conflictos que se producen por el enfrentamiento de sus personajes, y se va a caracterizar por adaptar numerosas novelas de la rica tradición germana.
Su cine posee siempre una puesta en escena muy controlada, un relato riguroso, y un análisis histórico, acompañado de reflexión humana ante los conflictos expuestos.
“Look, if you please, at this extraordinary potato... this swelling, luxuriant flesh, forever conceiving new shapes... and yet so chaste.
I love a potato, because it speaks to me”
Die Blechtrommel o “The Tin Drum” es una película de cine, coproducida por Alemania Federal y Francia en 1979, dirigida por Volker Schlöndorff.
Protagonizada por David Bennent, Mario Adorf, Angela Winkler, Daniel Olbrychski, Charles Aznavour, Andrea Ferréol, Heinz Bennent, entre otros.
Die Blechtrommel cuenta con un guión a cargo de Jean-Claude Carrière, Franz Seitz, y Volker Schlöndorff basados en la clásica novela homónima, del premio Nobel de Literatura 1999, Günter Grass.
Die Blechtrommel, es el drama de un niño, que toca un tambor de hojalata para expresar su inconformismo ante la vida, durante el ascenso del Tercer Reich, en donde la denuncia de las crueldades del mundo adulto, se presentan bajo la forma de una metáfora política.
Die Blechtrommel es la adaptación exitosa, que lleva a la pantalla, la poética y crudeza del libro de Grass, que a través de la mirada de Oskar, se propone una reflexión sobre los valores éticos del ser humano, en un periodo crucial de la historia, durante el cual, el protagonista resuelve no crecer, amparándose en un tambor de juguete, para analizar y narrar el mundo de los adultos.
Si bien, la historia nos presenta un mundo infantil, éste no es el tema central de la obra, sino, el acercarnos al retrato de los factores socioculturales que marcaron el desarrollo de Europa, después de la Segunda Guerra Mundial.
Interesante también es que, mientras para Günter Grass, era importante hacer una crítica a la sociedad burguesa alemana durante la segunda guerra mundial, Schlöndorff quería además, hacer una crítica a la burguesía, y el gobierno en los años 70.
Este director era parte de un grupo de directores, artistas y escritores de izquierda, que en esa época tenían una posición crítica hacia los sucesos de esa época.
Die Blechtrommel es un clásico eterno, y está considerada como una de las películas más importantes de la historia, tanto así que se hizo ganadora de múltiples premios como la Palme d’Or del Festival Internacional de Cine de Cannes, Ex-Aequo, con “Apocalypse Now” y del Oscar A La Mejor Película de Habla No Inglesa.
Die Blechtrommel está musicalizada por de Maurice Jarre.
De entrada, cabe señalar que, el cine germano contemporáneo se basa, mayoritariamente, en la herencia del denominado “Nuevo Cine Alemán”, que preconizaba un rompimiento con el academicismo, y el conservadurismo de sus cines nacionales.
Gente como Fassbinder, Kluge, Hauff, Schroeter y Herzog, dieron la vuelta a su cinematografía.
Volker Schlöndorff era uno de ellos, y con Die Blechtrommel conseguiría su consagración internacional.
Ayudado en su tarea de adaptador por Jean Claude Carrière, y con algunas intervenciones del propio Günter Grass, Schlöndorff hizo un trabajo de selección, en el enorme material que representa una novela de casi 700 páginas, escrita en 1959.
Y es solamente la primera parte de la “Trilogía de Dantzig”, memorias que el personaje principal, Oskar Matzerath, escribe, entre 1952 y 1954, desde el asilo mental donde se le internó.
Die Blechtrommel está repleta de tintes fantasiosos y aventureros.
Asistimos a este curioso replanteamiento del mito de “Peter Pan”, donde se presentan reflexiones adultas del pequeño Oskar Matzerath (David Bennent) sobre temas como la sexualidad, la muerte y un largo etc.
A diferencia de “Peter Pan”, que no quería crecer para poder gozar la magia de la infancia eternamente, Oskar nunca es un niño, sino un enano, una especie de caricatura de adulto, quizá un irónico reverso de los superhombres, con que soñaba Hitler, armado con un tambor, en el que algún crítico ha querido ver una grotesca alusión militarista.
En un entorno deshumanizado, Oskar, el tamborilero, vive una existencia absurda, extravagante, y alucinada, en la que se advierte una continua veta satírica.
En realidad, la visión de la religión que demuestra Günter Grass, es tan deforme como su enano Oskar.
Al fustigar un ridículo espantapájaros que sólo existe en su ficción, el escritor alemán parece empeñado en que el hombre no crezca por encima de un nivel puramente biológico.
Los personajes de Die Blechtrommel, privados de su dimensión espiritual, parecen poco humanos, y cuando se alude al tema sexual, se acercan mucho a los seres irracionales, con esa complacencia, que aquí demuestra Günter Grass, en rebajar al hombre lo más posible, acentuando sus miserias, e ignorando sus posibilidades de dignificarse.
Die Blechtrommel está plagado de imágenes, y escenas impactantes, perturbadoras algunas… y al final, te quedas con una sensación de inquietud que tarda un tiempo en disiparse, de hecho, Die Blechtrommel fue prohibida, teniendo en cuenta las leyes contra la obscenidad, por interpretar sexualidad entre niños.
La época por la que discurre la historia, contemplaría el panorama polaco-alemán, desde 1899 hasta 1945.
Un periodo de tiempo, en el que cuadros de Beethoven, son sustituidos por los de Hitler, los jugueteros judíos piensan en emigrar a Inglaterra, o resumiendo en palabras del propio Oskar:
“Había una vez un pueblo crédulo que creía en Papa Noel, pero Papa Noel en realidad era un ogro”
Etapa en la que Alemania se convirtió en la enemiga del mundo.
Oskar, un niño milagrosamente precoz, pone fin brutalmente a su crecimiento, el día de su tercer cumpleaños.
Una deliberada caída, justificará este fenómeno ante los ojos de la familia, y los médicos.
Ese día le regalan, como siempre pensaron hacer desde que nació, un tambor rojiblanco, al que será fiel durante el resto de su vida.
El pequeño Oskar Matzerath es la caricatura del outsider vocacional:
Se cree muy especial, se cree poderoso, pero su máxima gesta consiste en conseguir una apariencia física, que lo distinga del resto de la Humanidad.
A partir de ese momento, el niño se rebelará contra un contexto social opresivo.
A través de su inseparable tambor, y sus chillidos agudos, cuestionará la función represora de instituciones como la escuela, la iglesia y la familia.
Pasan los años, y conserva su estatura de niño, y tocando su tambor, puntea rítmicamente todos los acontecimientos, grandes y pequeños, que rodean su existencia.
Oskar pone el mundo patas arriba, y se desprende alegremente de cualquier responsabilidad, pero sin poder escapar de las terribles cuestiones del sexo, y la muerte.
Y si, tras las travesuras de rigor, lo que toca es servir al poder, y hacer de mono de feria del ejército nazi, pues así es la vida.
Die Blechtrommel enjuicia a 3 generaciones de alemanes, respecto a la guerra y el fascismo:
1- La generación de La Primera Guerra Mundial:
Va desde el prólogo, muy bueno, ojo al nacimiento, que es interpretado por el mismo actor, hasta que aparece el personaje del circo.
En este tramo de Die Blechtrommel cabe destacar, como he dicho, el prólogo, y toda la historia donde se ve, como hace uso de su “anormalidad” para hacerse querer, o hacerse odiar, los irritantes chillidos, el aun más irritante tambor que no para de tocar, ni en clase, ni en ningún lado.
Y otras escenas, de las que nombraré, la sopa de ranas, y el discurso nazi, una de las mejores escenas en un discurso de este tema, casi desde Chaplin, diría yo.
2- La generación que participó de La Segunda Guerra Mundial:
Esta, se centra más en el drama familiar, una familia con la que no has acabado de congeniar, y te interesa más bien poco los líos que se montan entre ellos.
3- La generación que padeció las consecuencias de La Segunda Guerra Mundial:
Cuando Oskar comienza a crecer, a raíz de una muerte llega un nuevo personaje que revitaliza ese interés.
Pero no solo eso, si no que muestra un nuevo lado de la actitud de los personajes, en especial en Oskar, que ya tiene unos cuantos años más, por eso su cambio, pero sigue con la pinta de niño.
Todo eso, aplicable a la más tétrica, y reciente historia de Alemania, y acabando el film dónde comienza, o sea, con el personaje de la abuela de Oskar, el más puro e incontaminado de vicios de poder, y gloria, personaje que al final recorre todo el film.
Die Blechtrommel corresponde a una sola etapa de la vida de Oskar.
Es una etapa larga, porque va de sus 3 años a, más o menos, los 20.
Y es solamente una parte de la novela; pero corresponde al tiempo en que Oskar se mantuvo pequeño.
Die Blechtrommel termina cuando él empieza a crecer.
Lo que coincide con la muerte de su padre, y con la caída del nazismo, y la obligación para la familia, o lo que queda de ella, de desplazarse al oeste.
Su célula familiar de origen esta destruida:
Los dos padres muertos:
El oficial Alfred Matzerath, (Mario Adorf) y la madre, Agnes Matzerath (Angela Winkler ) muerta.
Él se va con la nueva familia, la de la nueva generación:
Su madrastra-amante Maria (Katharina Thalbach), que tiene su edad, y su hermano-hijo Kurt, oficialmente hijo de Maria con el padre de Oskar.
Y se queda la abuela Anna Bronski, porque ella encarna la eternidad.
La imagen final de Die Blechtrommel es el cierre; retoma la imagen del principio:
La abuela, sentada en el campo de papas, en medio de sus 4 faldas, comiendo, pero esta vez, ve pasar el tren que se lleva a los jóvenes, símbolo de la permanencia.
En particular de este pueblo Kashube, al que pertenece la familia, un grupo étnico y lingüístico de eslavos del oeste.
Que vivía ahí antes de alemanes, y aún antes de los polacos, como Jan Bronski (Daniel Olbrychski ), o de los suecos, o de los rusos.
Más generalmente, de la identidad de las raíces, que son totalmente independientes de las decisiones políticas.
Permanentes a pesar de los dirigentes, de este Hitler que nunca vemos, porque solamente vemos su mano, en toma subjetiva, dominando la población de Dantzig que lo recibe.
Nosotros estamos en la situación de Hitler triunfante entrando a Dantzig, como el Caesar volviendo a Roma, pero a pesar de esta supremacía que piensan tener los políticos, a pesar de todos los movimientos de pueblos que pueden ordenar, de todas formas la vida, la fuerza primitiva de los pueblos, y de su tierra, borrará todo lo que los hombres han decidido.
Todo el interés de Die Blechtrommel reside en la posición subjetiva que es la misma de la novela.
Primero, la voz:
Die Blechtrommel está acompañada por la voz en off de Oskar, una voz extraña casi metálica, una voz que no parece ser de niño, y que sitúa al personaje como fuera de las edades.
No tiene edad, y, de esta forma, no se sabe si quien habla es el adulto, él que escribe sus memorias, si es el niño permanente, o si es un Oskar fuera del tiempo.
Segundo, vemos lo que él ve:
Con muchos planos muy cercanos, y con pocos movimientos de cámara, vemos sus reacciones a cada uno de los episodios de su vida.
Por ejemplo, el primer episodio que es la historia de la abuela, el lo cuenta, como se lo han contado, ya que forma parte del folklor familiar.
Pero tal vez su nacimiento sea la escena más típica de la subjetividad.
Vemos primero el feto, y, de ahí, nos ponemos en su lugar, y recorrimos todo el trayecto de salida, en un túnel rojo, viendo, al final, la luz.
Y al salir, lo primero que se ve es la lámpara de techo.
Escuchamos las primeras impresiones de Oskar al llegar al mundo:
“Preferiría volver”
Después la cámara insiste, en cada episodio, sobre lo que a él le choca.
Por ejemplo, el día de su tercer cumpleaños, ya armado de su tambor, ve a su madre, Agnes (Angela Winkler) tocando el piano y recibiendo, en frente de todos, las caricias de Jan Bronski (Daniel Olbrychski)
Y después, durante la sesión de juego de cartas, como Oskar está debajo de la mesa, descubre los juegos sexuales escondidos.
El desprecio que siente por estas actitudes, lo lleva a la gran decisión de su vida:
“Nunca crecer”
En realidad hay veces en que vemos escenas, a las que él no ha podido asistir, por ejemplo:
El encuentro de la madre, Agnes con su amante, el primo Jan, y tal vez padre de Oskar.
Pero el niño, ha captado el significado de las frases del vendedor de juguetes, Sigismund Markus (Charles Aznavour), y se puede pensar que, más que ver, Oskar esta imaginando lo que pasa en el cuarto donde está su madre.
Una escena horrible, vomitiva, es la del pescador sacando las anguilas de la cabeza de caballo muerto.
Largas, enormes, de por sí, las anguilas no son animales muy bonitos; saliendo sin cesar de la cabeza y retorciéndose, se ven aun más asquerosas, pero además el comentario del pescador es repulsivo:
“Están tan grandes y gordas porque ha habido batallas navales.
Y se han alimentado de los cuerpos de los ahogados”
No sorprende que la madre de Oskar vaya a vomitar.
Pero ahí, Schlöndorff resalta el trazo del horror por él del cinismo:
El amante aprovecha la position de la mujer vomitando, para acariciarle el posterior, repulsión sobre repulsión.
Es interesante como algunas escenas son con más insistencia.
Son las que lo van a marcar para siempre.
Las sesiones con la joven María, su niñera (Katharina Thalbach) en la playa, el “polvo efervescente”, la cabina en la playa, con su traje de baño de lana que le provoca comezón…
La elección del pequeño David Bennent, resultó ser la más acertada para la puesta en escena del personaje Oskar Matzerath.
Sus grandes ojos azules que causan gran impresión, rostro maduro, y estatura ideal, ofrecen las imágenes más aproximadas del famoso protagonista de Die Blechtrommel; que tiene esos ojos, fríos, fijos, duros, ya que nunca habla.
Sus discursos se limitan a un:
“Oskar will nicht!”
Pero tiene una tensión y una rigidez terribles, da miedo, es muy extraño, al límite de la locura, o del crimen, del odio en todo caso.
Pero David Bennent, no es sólo gracias a su físico, el actor ideal para la puesta en escena del personaje Oskar Matzerath, también destaca por su excelente capacidad como actor.
Quien haya visionado Die Blechtrommel podrá comprobar la facilidad del pequeño para interpretar con una asombrosa espontaneidad, tanto a un personaje de 3 años, como a uno de 18 o 21.
Seguramente, dicha espontánea actuación, sea debida a que posea problemas similares a los del propio Oskar:
Como hemos señalado, el protagonista de Die Blechtrommel, paralizó su crecimiento en su tercer cumpleaños, y David Bennent, dejó de crecer a la temprana edad de 3 años.
Oskar, a veces inspira ternura y conmiseración, otras veces inquietud, y otras veces, incluso, odio.
Oskar no crece físicamente, pero sí mentalmente, y vemos como a medida que pasa el tiempo, crecen en él unos sentimientos de ira, y frustración reprimidos por no poder disfrutar una sexualidad completa.
Estos sentimientos se juntan además, con unos celos crecientes por parte del joven hacia los amantes, y hombres, que se acuestan con las mujeres que él desea.
No me resisto a apuntar, la importancia que tiene el sexo y la sexualidad de los personajes.
Unas veces con humor, otras con angustia, pero siempre con naturalidad.
El crecimiento hormonal de Oskar, se ve claramente marcado por las inquietudes sexuales del mismo.
El resto de los personajes tampoco esconden en Die Blechtrommel sus inquietudes y relaciones sexuales.
Die Blechtrommel muestra escenas en las que Bennent, entonces de 11 años de edad, lame un sidral efervescente, en el ombligo de la niña de 16 años, interpretada por Katharina Thalbach, quien tenía 24 años en ese momento.
Luego, Bennent parece tener sexo oral, y coito con ella.
A pesar de que uno, como espectador, tiene en mente que Oskar el personaje, no tiene la edad que aparenta, las escenas eróticas tanto entre él y María, su primer amor, y luego madrastra, como con Roswitha, provocan una sensación extraña.
Una escena de estas, le costó al director, una demanda en Estados Unidos, pero gracias a las notas de dirección, que había hecho para convencer a la actriz, de que no tenía que aparecer desnuda frente a las cámaras, pudo comprobar que no hubo explotación de niños en Die Blechtrommel.
Algo que me parece muy interesante es que, al contrario de otras películas que tienen a niños como narradores, aquí este “niño” no representa la vista inocente de un observador neutral.
Este niño es egoísta, manipulador y, si bien es un “outsider”, participa en los sucesos.
Esto no es de extrañar ya que, según los críticos, la obra de Günter Grass fue una de las primeras que tematiza la “responsabilidad del pueblo alemán” en los crímenes de La Segunda Guerra Mundial.
Dentro de esta responsabilidad, se habla también del papel “infantil” que jugaba el pueblo alemán, que seguía a un “guía” sin cuestionarse las consecuencias.
El no crecer, como protección al temor de ser adulto, y de tener que enfrentarse a su propio panorama, y a sus propios temores y demonios, y no poder responder a ellos, la defensa es no crecer, y arraigar esos sentimientos con hechos, con elementos, el tambor es uno de ellos, y el hecho de no crecer ayuda.
Entones:
¿Qué es lo que diferencia a Die Blechtrommel de otra que retrate la pre/post guerra en Polonia?
Pues ese factor fantasía.
Ese es el punto que hace ganar el interés en Die Blechtrommel, aparece un niño que no quiere crecer y, por lo tanto, no lo hace.
Por otra parte, ese no es el único punto de fantástico que tiene.
Die Blechtrommel goza de tal número de símbolos, metáforas y alegorías, que son necesarios más de un visionado, o un estudio previo, para poder comprender del todo la magnitud intelectual que abarca.
Oskar es un niño que a la edad de 3 años se niega a crecer, al observar el comportamiento de los adultos.
Se niega a pertenecer a un mundo, donde imperan las mentiras, y las apariencias.
La hipocresía de la trinidad que constituye la familia de Oskar, su madre ama a un judío polaco, pero se casa con uno oficial alemán, hace que el pequeño dictador aborrezca el mundo de los mayores.
Die Blechtrommel crítica a la sociedad alemana pre nazi, que no se extraña de la elección de un niño de 3 años a seguir creciendo, al igual que tampoco lo hace de la ascensión de los nazis al poder.
Impasibilidad de un pueblo que se las tragó todas.
El tambor como símbolo de la juventud, que no quiere perder, y también junto a su grito “vitricida”, arma que denuncia todo cuanto se le pone en el camino.
El grito que rompe los cristales, podría hacer referencia a “La Noche de Los Cristales Rotos”
El primer cristal que se rompe es el de un reloj, claro símbolo del tiempo.
Por otro lado, enanos de feria disfrazados de soldados alemanes, y una enana italiana como representantes del fascismo europeo.
La utilización de un niño como protagonista narrador, y observador de la historia, es paradójica, en cuanto a su propia utilización, ya que normalmente se utilizan estas figuras como símbolos de pureza, y esperanza, sin embargo Oskar es el mal encarnado en un niño grotesco, que no levanta un metro del suelo, demostrando así, la psicosis enfermiza de aquel tiempo.
Die Blechtrommel captura el lado perverso del individuo y de la totalidad.
Oskar está consciente en el útero, es un producto de primos, es un ser endogámico, claramente ario, producto de una relación amorosa secreta, las expresiones de Oskar capturan el mal que pronto podría devorar a su estado natal.

“My dear Oskar, trust an experienced colleague.
Our kind must never sit in the audience.
Our kind must perform and run the show, or the others will run us.
The others are coming.
They will occupy the fairgrounds, they will stage torchlight parades, build rostrums, fill the rostrums, and from those rostrums preach our destruction”



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