The Circus

“I've run away from the circus”

Desde un filósofo clásico como Aristóteles, en su segundo libro de poética acerca de la comedia, a un filósofo del siglo XX como Henri Bergson en su estudio “La Risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico”, muchos han sido los trabajos teóricos sobre el humor.
Pero la mejor forma de constatar la risa es ver al maestro de los payasos en su salsa, en el circo.
El circo ha sido desde siempre una forma clásica de diversión; la palabra procede del latín “circus” y designaba el escenario romano donde se originaron muchos de los números que pueden verse hoy en una función circense.
Las actuaciones en un circo se rigen siempre según unas bases establecidas, y hay una serie de números que son ya clásicos en el repertorio de este tipo de espectáculos, tales como:
Las acrobacias a caballo, las cabalgatas y las actuaciones de elefantes, focas, perros y otros animales amaestrados.
El domador de leones y tigres, por ejemplo, ha sido siempre uno de los personajes característicos, y más atrayentes del circo, aunque en algunos países se hayan prohibido esta clase de números.
Las funciones con animales, no obstante, sólo es un pálido reflejo de las que tenían lugar en los circos romanos, y en ellos siempre se opone, a la fuerza bruta de la bestia, la inteligencia del hombre.
Hay muchos tipos de acróbatas:
Bailarines en la cuerda floja, ciclistas y trapecistas, que ejecutan sus arriesgados equilibrios a muchos metros del suelo.
Los números con animales son de los más antiguos que existen en el circo.
El empleo de animales de presa, como tigres y leones, no está permitido actualmente en algunos países, aunque las actuaciones ecuestres son un número clásico en el repertorio circense, y, probablemente, uno de los más bellos.
Los antiguos saltimbanquis, juglares y magos, a menudo muy habilidosos, fueron los precursores de los artistas de circo actuales, y muchos de sus números y creaciones, forman parte de la mayor tradición circense.
El payaso actual, o “clown”, ha heredado dicha tradición, y sus actuaciones incluyen toda una serie de chistes, pantomimas, piruetas y números musicales, que siempre han atraído a grandes y pequeños.
Este personaje, cómico a ultranza y con su máscara sonriente, puede sin embargo, como Grock, Rivel, Popov o los hermanos Fratellini, ser un dramático reflejo de la incomprensión, la soledad y los defectos humanos.
El circo, tal y como lo conocemos, apareció por primera vez en Gran Bretaña en 1770, y en el siglo siguiente, la actividad circense se extendió a gran número de países.
En Alemania fueron famosos los circos “Renz, Busch y Schuron”; en Francia el “Cirque d’Hiver” y “Médranos”; en Gran Bretaña, el “Circus Sanger”; y en Estados Unidos, “Barnum & Bailey”, que fue el primer gran circo ambulante.
En este sentido, el circo “Ringling” norteamericano constituye una de las empresas más grandes que se hayan acometido en el mundo del circo.
En la Unión Soviética, el circo está subvencionado por el Estado, y es una tradición de amplio arraigo popular.
La palabra “circo” puede designar también al sitio en el que se representa el espectáculo circense, que puede ser una carpa móvil o un anfiteatro permanente.
El Circo es un espectáculo que atrae a grandes y a pequeños, y en él se combina la magia de la función con el propio espíritu aventurero de los protagonistas.
El montaje de las carpas, los animales, las estruendosas bandas de viento, todo se une para crear una atmósfera incomparable.
Desgraciadamente, mantener un circo se ha convertido en algo demasiado costoso en nuestros días, y muchos de ellos van desapareciendo poco a poco en muchos países.
“I'll give you fifty dollars a week”
The Circus es una película estadounidense cómica de 1928, dirigida, producida y protagonizada por Charles Chaplin.
Protagonizada por Charles Chaplin, Merna Kennedy, Betty Morrisey, Harry Crocker, Allan García, Henry Bergman, Stanley J. Sanford, George Davis, entre otros.
The Circus fue escrita por Chaplin, y el prólogo por Joseph Plunkett, no acreditado.
The Circus se convirtió en la 7ª película muda de mayor recaudación en la historia del cine, con unos ingresos de más de $3,8 millones en 1928.
Inclusive, Chaplin fue nominado para 4 Premios Óscar en 1928, pero la Academia lo retiró de los premios en competencia, al entregarle un Óscar Honorífico por actuar, escribir, dirigir y producir The Circus.
De hecho, la Academia ya no enumera las candidaturas en su lista oficial de nominados, aunque The Circus es incluido en la mayoría de listas no oficiales de nominaciones como:
Nominado a mejor película, director, actor, y argumento.
Todo esto fue antes de que se persiguiera Charles Chaplin con motivo de la “Caza de Brujas”, eso sería otra historia.
The Circus es la primera que realiza Chaplin después de la aparición del cine sonoro, aunque sigue conservando el silencio, situación que no afecta, porque nuestro querido vagabundo nunca tendrá voz, y su modo de expresión serán sus geniales movimientos.
La producción de The Circus fue una experiencia difícil en la carrera de Chaplin.
Sucedieron varios problemas y retrasos, incluyendo un incendio en el estudio, el fallecimiento de la madre de Chaplin, así como el amargo divorcio de la 2ª esposa de Chaplin, Lita Grey.
Por último, los reclamos por parte de la Agencia Federal de Recaudación Fiscal que sostenían que Chaplin debía impuestos.
Todos estos problemas llevaron a que la filmación fuera estancada por 8 meses.
Se dice que es la “verdadera última película muda de Chaplin”, tanto “City Lights” (1931) como “Modern Times” (1936) ya se distribuyeron con banda integrada de sonido en el celuloide, que contenía música y otros efectos sincronizados con la imagen.
La dirección fotográfica de Roland Totheroh tiene mayor movilidad y una correcta colocación de la cámara, ejemplo es la escena del cuarto de los espejos.
Otro aspecto a destacar es la edición también de Chaplin.
The Circus no sólo es una película cómica, es también un espectáculo desbordante de aparatosidad y payasadas a las que es imposible mantenerse inmunes.
Además, debemos agregar a los méritos que esta cinta no tiene momentos flojos donde cae la intensidad y el ritmo narrativo.
Todo lo contrario, The Circus es un filme muy dinámico y chispeante, que siempre goza del carisma y el magnífico histrionismo de un Chaplin desatado como siempre.
En The Circus tampoco está ajeno el romanticismo y el dramatismo con temas como la pobreza, el hambre, la explotación laboral, el amor desinteresado, el maltrato físico.
Pero en mayor medida se puede decir que The Circus es una cinta jocosa de principio a fin, pues la trama resulta una incansable sucesión de chistes, donde prepondera el humor “slapstick”, nos reímos de golpes, torpezas, palizas y todo lo que tenga que ver con el contacto físico violento entre los personajes.
Sin dudas que The Circus es una comedia circense sumamente destacada, pues sólo con los gestos y los ampulosos movimientos de Charlot nos terminamos riendo durante 70 minutos de metraje.
Pero también, además del espectacular carisma e histrionismo de Chaplin, nos encontramos con gags inspirados y desternillantes en su contenido.
La historia comienza en un tono oscuro como vemos el dueño del circo (Al Ernest Garcia) maltratar a su hija (Merna Kennedy) porque “se perdió el aro de nuevo” en su acto de montar a pelo.
Esto inmediatamente establece la parte dramática de la historia, e infunde un cierto grado de anticipación en el espectador, ya que sabemos el vagabundo, sin duda, va a participar en este drama familiar de alguna manera.
The Circus muestra al personaje Charlot (Charles Chaplin) siendo perseguido por un oficial de policía, tras haber sido confundido con un carterista.
Al correr hacia la carpa principal de un circo en un intento de escapar de la ley, los espectadores allí, confunden su huida como parte de un acto.
Como reconocen los beneficios potenciales, Charlot es contratado en el circo, aunque pronto es evidente que no puede ser divertido a propósito, sino solamente de manera espontánea.
En cada función, a causa de su torpeza, desencadena la hilaridad del público y se convierte en la estrella del espectáculo.
Charlot se enamora de la bella Merna, hija del director del circo, pero ella prefiere a Rex (Harry Crocker), el funámbulo.
Así, Charlot sabrá aceptar esta decisión y provocar su unión antes de abandonar el circo.
El circo al que va a parar Charlot se observa desde dentro:
Los acuciantes problemas económicos, la rudeza del jefe, la tristeza de su maltratada hija bailarina, la falta de chispa de los comediantes y payasos…
Todo lo que se intenta disimular ante el público pero que éste sí pueda intuir desde las gradas.
Pero nuestro encantador trotamundos logrará, con la buena estrella que siempre reparte entre los demás, y en mucho menos cantidad para sí mismo, como icono de la generosidad que lo entrega todo por amor y abnegación, hacer resurgir el esplendor perdido.
Y otra vez, con uno de los finales más conmovedores con que se pueda rematar un trozo de puro corazón transformado en película.
Bueno, luego de la descripción en el párrafo anterior, no tiene caso repetir la inolvidable actuación de Chaplin.
La actuación de Merna Kennedy es sólida y convincente, además de estar muy bonita.
Quien realiza mejor su papel después de Chaplin es Al Ernest Garcia como una total antítesis de Charlot.
El resto, como en un circo, hacen un buen trabajo actoral en conjunto.
La música de Chaplin es buena para el ambiente circense, y además, la canción del inicio demuestra una vez más que es un gran compositor de canciones.
Como curiosidad, mencionaré que Chaplin practicó durante varias semanas para poder rodar la escena final de la cuerda floja.
No usó dobles, fue él mismo el que se subió al alambre, que en ocasiones llegó a estar situado a 12 metros de altura.
Sin embargo, durante la edición se deterioró el negativo, y tuvo que volver a grabarse la escena.
Según el propio Chaplin, la primera versión era más graciosa que la que finalmente hemos podido ver.
Por otro lado, los planos en que aparece Charles Chaplin en la jaula con el león son reales, sin ningún tipo de truco, por lo que el miedo del actor era genuino.
Hay una escena que quisiera recalcar, al principio, cuando huye de la policía, Chaplin aparece por la izquierda y el ladrón por la derecha, ambos corriendo, y se juntan en el centro de la escena cambiando su rumbo en 90 grados, y corren a la par, de frente, hacia la cámara, es una imagen, para mí gusto tremenda y formidable, la coordinación, junto a realismo de la misma, confieren ese aura de genialidad y de visión que muy pocos tienen, y entre ellos Chaplin sin duda alguna, y en cierta forma, un resumen de su obra más técnica, donde pocas cosas se dejaban a la improvisación, y casi todo estaba pensado y bien organizado.
Otra la escena es en la sala de los espejos, quizás sea por la pulcritud de las imágenes que se aparecen totalmente claras y nítidas, o la desorientación que muestra al espectador, que ni siquiera sabe dónde se encuentra la salida, y el imposible encuadre, aunque es algo muy básico, sigo sorprendiéndome de la capacidad de filmar tomas con espejos sin que se vea ni un ínfimo segundo las cámaras.
Un dato muy curioso, es cuando el cineasta irlandés George Clarke descubrió que en The Circus, una mujer aparece en una escena de los extras, sobre la presentación de la película, mientras habla y sostiene un aparato en la oreja, lo que Clarke interpreta como un teléfono móvil o celular.
Sin embargo, esta teoría es desechada por algunos que consideran que el objeto en cuestión, podría ser un amplificador acústico, que comenzó a utilizarse varios años antes.
Hay que tener en cuenta que el celular se inventó recién en 1983, y el “walkie talkie” en 1940.
En la escena vemos que la mujer está portando un dispositivo creado por la compañía Siemens en la primera mitad del siglo XX, apoyándose en imágenes que resaltan una clara similitud entre la campaña publicitaria del aparato, y lo que se puede observar en The Circus.
Pareciera un rebuscado precursor del “placement cinematográfico”, exhibir marcas y productos en una película a cambio de financiamiento.
Respecto a esta escena, no faltaron teorías que involucraban viajes en el tiempo, montajes tecnológicos, un simple dolor de muelas, o infaltables extraterrestres, pero el misterio en torno a las imágenes de una mujer supuestamente hablando por celular en The Circus, finalmente se resolvió.
Otra cosa que muchos se preguntan es, cómo un especialista como Clarke, invirtió tanto tiempo en intentar resolver el misterio digno del programa “Dimensión Desconocida”, que una vez difundido a través de internet se explicó en menos de un día.
¿Autopromoción?
Su nombre por cierto ha circulado en varios medios de todo el mundo.
Sólo queda una interrogante sin respuesta:
¿Por qué la mujer aparece moviendo sus labios como si estuviese hablando?
Al ser una película muda, claramente la mujer pudo estar hablando con cualquier persona, o tratando de llamar la atención, sin perturbar el producto final.
Punto y aparte, Charlie habla de lo que conoce, y sabe que hasta, o especialmente, los payasos sufren mucho, y que se pasan malas rachas, y que se puede poner buena cara ante todo, porque las duras situaciones de hoy pueden tener su gracia mañana.
Y eso mismo es lo que le pasa al vagabundo, que de la noche al día se convierte en la estrella de un pequeño circo ambulante, y del día a la noche pierde ese estatus con la llegada de un nuevo funámbulo.
Sir Charles Chaplin nos brinda en The Circus una lección práctica insuperable:
La risa no se origina por una situación dada, sino por el estilo y la mirada con que es presentada; el humor no nace de la realidad misma, sino de cuestionarla.
The Circus, además, despereza ciertos recuerdos atesorados.
Las remembranzas de aquellos tiempos en los que aún se mantenía el esplendor de aquellos espectáculos nómadas.
Circos de nombres exóticos que anunciaban maravillas, que efectuaban aquellas giras multitudinarias, y que deslumbraban con sus números de magia, de humor, de riesgo, de palpable peligro, y de perplejidad.
Acudir al circo era comprar un billete para presenciar lo increíble, lo que no se podía ver en vivo todos los días.
Era quedarse boquiabierto con los brillos de las lentejuelas, con la solemnidad del maestro de ceremonias, con los intrépidos trapecistas que se jugaban la vida por unos aplausos, y por un plato de comida, con el valor de los domadores, que circulaban sin aparente temor entre fieras salvajes que podrían destrozarlos de un zarpazo, o de una dentellada, con el brillante humor de los payasos vestidos de forma ridícula, con aquellos prestidigitadores que hacían desaparecer ante nuestras narices personas, animales y objetos, con aquellos malabaristas que hacían equilibrios con espadas sobre sus cabezas, o manteniendo en el aire un montón de pelotas, bolos, aros, que hacían girar platos sobre palos flexibles sin que se cayeran, o aquellos faquires que caminaban sobre clavos o tragaban fuego…
Pero, los circos entraron en decadencia y crisis, y ya hoy día son muy pocos los que recorren las carreteras inclementes, para ofrecer espectáculos cada vez más deslucidos y menos audaces.
The Circus puede servir a veces para criticar la explotación que sufren algunos artistas a manos de empresarios, o directores déspotas, violentos y agresivos, sometiéndoles a continuas horas de trabajo, pegándoles, dejándoles sin comer, etc.
La vida del artista circense es muy dura, y eso es algo que, cuando somos pequeños, no advertimos aún.
Es una profesión muy ingrata, dando bandazos por todas partes, sin asentarse en ningún lugar, llevando el hogar a cuestas, montando y desmontando cientos de veces todo el tinglado, sin saber bien adónde llevará la siguiente función, entrenar y practicar sin descanso, mantener y amaestrar a los animales, y lo más difícil:
Ofrecer una función impecable, siempre luciendo una sonrisa en el rostro maquillado, portando seguridad en los gestos, y transportando al heterogéneo, y no siempre complaciente público, al reino encantado de la fantasía.
Un esfuerzo y un sacrificio enormes que suelen ser recompensados, con la cada vez mayor indiferencia de la gente, y con las gradas cada vez más vacías.
Por otra parte, los derechos humanos, y derechos de los animales, han sido una parte integral de la evolución reciente de los circos y las artes circenses en general.
Por ejemplo, las deformaciones o condiciones especiales en animales, o en humanos, eran parte de un espectáculo mórbido que, peyorativamente, se refería como fenómenos o “freak show”
Un caso famoso fue el de “El Hombre elefante” Joseph Merrick (1862-1890)
Aunque vetados en muchas partes del mundo, en algunas otras, estos espectáculos continúan en una forma, separada y paralela, a algunas ferias o carnavales.
Respecto a los derechos de los animales, son numerosas las Organizaciones No Gubernamentales de defensa de los derechos de los animales, ciudadanos y colectivos sensibilizados en el tema, como el de veganos, que no sólo critican duramente el trato que se le da a los animales que son empleados en algunos circos, sino que desaprueban el hecho de sacar a los animales de su hábitat natural contra su voluntad, encerrarlos y usarlos como objetos para entretener.
Por ello, hacen campaña para pedir a la gente que no vaya a circos en los que se haga uso de animales.
También, se denuncia que conductas, que en muchos circos se ven habitualmente, como los animales enjaulados que no paran de dar vueltas, o los elefantes que mueven la cabeza de lado a lado continuamente, son muestras de los trastornos psicológicos acarreados a estos animales por la vida en el circo.
Por ello, en algunos países se ha prohibido el uso de determinadas especies, como en la India, donde en 2009 se prohibió el uso de elefantes, tanto en circos como en zoológicos, o en otros, como Canadá, Suecia, Dinamarca y Bolivia, además de en diversas ciudades de otros estados, donde está prohibido el uso de cualquier animal en los circos.

“Nothing less than a hundred”



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