You Don't Know Jack

“Oh, the lingering of death.
What a business.
Keep death alive.
Hospitals don't make money otherwise.
Drug companies either.
If you're rich and you have the money, you can pay to die.
But the poor, they can only afford to stick it out and suffer”

Desde las definiciones clásicas, ya sea por acción u omisión, la eutanasia supone la decisión médica de provocar la muerte de una persona con el objetivo de poner fin a su sufrimiento.
Se habla de eutanasia activa cuando la muerte es causada a través de una acción, administrando una inyección letal a la persona, por ejemplo; o de eutanasia pasiva cuando la muerte deviene de no proveerle los cuidados necesarios: alimento, agua, etc.
Estas modalidades deben ser distinguidas de la sedación paliativa, que consiste en facilitar a los pacientes terminales en agonía, la posibilidad de recibir medicación que los duerma profundamente, mientras esperan la muerte.
El auxilio al suicidio, no debe confundirse con la inducción al suicidio, que consiste en quebrar la voluntad de la persona, que no deseaba suicidarse, para que lo haga.
¿Pero qué ocurre cuando la persona padece un dolor insoportable, pero su vida no está verdaderamente en peligro?
En ese caso la medicina no está autorizada a intervenir, quedando la decisión en manos del doliente.
Pero una vez más:
¿Qué ocurre cuando, fruto de su propia dolencia, la persona no está en condiciones de llevar adelante una iniciativa que ponga fin a su padecimiento?
El concepto de “dignidad humana” se invoca tanto para defender la eutanasia como para rechazarla.
Así, para los defensores de la eutanasia, la dignidad humana del enfermo consistiría en el derecho a elegir, libremente, el momento de la propia muerte; para sus detractores, la dignidad humana obliga a oponerse a la eutanasia, por considerarlo una arbitrariedad humana frente a un problema moral, ya sea fundamentado en la religión, la elección de la muerte es una decisión exclusivamente divina, o en principios de carácter laico, e incluso ateos.
Evidentemente, tras este uso equívoco del término “dignidad humana” subyacen distintas concepciones del ser humano, de la libertad, de la ciencia médica, y del conjunto de los derechos humanos.
Desde siempre, los médicos han participado en la toma de decisiones sobre el fin de la vida, y actualmente es común, suspender o no instaurar, tratamientos en determinados casos, aunque ello lleve a la muerte del paciente.
Sin embargo, a veces los médicos deciden por su propia parte, si el paciente debe morir o no, y provocan su muerte, rápida y sin dolor.
Es lo que se conoce como limitación del esfuerzo terapéutico, limitación de tratamientos o, simplemente, eutanasia agresiva.
Normalmente, la eutanasia se lleva a cabo con el conocimiento, y anuencia de los familiares y/o curadores del paciente.
En medicina, el respeto a la autonomía de la persona, y los derechos de los pacientes, son cada vez más ponderados en la toma de decisiones médicas.
En sintonía con lo anterior, la introducción del consentimiento informado en la relación médico-paciente, y para éstas situaciones, la elaboración de un documento de voluntades anticipadas, sería una buena manera de regular las actuaciones médicas, frente a situaciones hipotéticas, donde la persona pierda total, o parcialmente, su autonomía para decidir en el momento, sobre las actuaciones médicas pertinentes a su estado de salud.
Jack Kevorkian, un revolucionario doctor, en los años 90 pensó:
¿Por qué si los ricos pueden pagar por morir, los más necesitados no pueden hacerlo de forma gratuita?
De esa manera, Kevorkian se embarcó en la aventura de la “Mercy Death” o “muerte piadosa”
En la década de 1980 el Dr. Jack Kevorkian escribió una serie de artículos, acerca de su postura sobre la eutanasia.
En 1987, se anunció en los diarios de Detroit, ofreciéndose como médico para la “orientación a la muerte”
Esto le valió que, en 1991, el estado de Míchigan le revocara su licencia médica, por lo que no podría ejercer su profesión, ni atender pacientes.
Desde principios de los años 90 hasta hoy día, el Dr. Kevorkian fue, en los medios, la principal figura pública en el debate sobre la eutanasia.
Al mismo tiempo que se implicó en más de 130 casos de suicido asistido, Kevorkian protagonizó un fugaz resurgir mediático con interminables batallas, y escándalos legales en las que defendía el derecho a morir dignamente de sus pacientes.
Su lema era:
“Morir no es un crimen”
En 1999, Kevorkian fue sentenciado a una pena de 10 a 25 años de prisión, por homicidio, e indultado por razones de salud en 2007.
El argumento de Kevorkian era, que la asistencia al suicidio, era un servicio médico prestado a pacientes, para quienes su sufrimiento les resultaba insoportable, y no tenían posibilidades de curarse.
Su objetivo no era asesinarlos, sino ayudarlos a terminar con su sufrimiento.
La jueza canadiense Lynn Smith dictaminó, en 2012, que “las disposiciones del Código Penal que impiden la asistencia médica para morir, violan el derecho de las personas discapacitadas, no sólo a la igualdad, sino también a la vida, la libertad y la seguridad”
“Because It's my name.
Because I can not have another in my life.
Because I'm not worth the dust on the feet of them that hang.
How may I live without my name?
I've given you my soul.
Leave me my name” 
You Don't Know Jack es una película de HBO de 2010, dirigida por Barry Levinson.
Protagonizada por Al Pacino, Danny Huston, John Goodman, Brenda Vaccaro, Susan Sarandon, Cotter Smith, James Urbaniak, Eric Lange, entre otros.
Cuenta con un guión de Adam Mazer sobre un libro escrito por Neal Nicol y Harry Wylie.
You Don't Know Jack narra la historia de Jack Kevorkian, el médico que promovió, en los Estados Unidos, el derecho al suicidio asistido, presentado como la opción de recibir la asistencia, información, guía y medios necesarios, para que quienes así lo hayan decidido, puedan quitarse la vida.
A diferencia de la eutanasia, se trata de la propia persona, con la ayuda médica, quien lleva a cabo el acto último que causa la muerte:
Suicido asistido médico.
Barry Levinson describe de manera detallada la lucha del mal llamado “Doctor Muerte”, Jack Kevorkian, desde 1990 hasta 1998, por asistir a enfermos en estado terminal.
Levinson y su guionista Adam Mazer intentan, en mayor o menor medida, desmarcarse del debate sobre la eutanasia, aunque su visión, un tanto parcial sobre la controvertida figura de Kevorkian, hace que al final, su retrato sea un reflejo amable de la realidad.
Pese a una reiteración de las situaciones secundarias que retardan la acción, You Don't Know Jack es una honesta visión de un hombre que lucha por unos ideales, alejados del conformismo social.
Jack Kevorkian tenía 61 años cuando realizó el primer procedimiento de muerte asistida, y You Don't Know Jack se enfoca en los siguientes 18 años, para mostrar su inicio en esta práctica, algunos de los casos que trató, y sus problemas con la ley, juicios, cárcel y huelgas de hambre, demostrando que no temía llevar el tema hasta un punto límite para generar atención.
Este doctor, entrevistaba previamente a sus pacientes, para que ellos mismos explicaran el por qué de su decisión, y este material de archivo, junto con las entrevistas realizadas por Barbara Walters y el programa “60 Minutes” es utilizado en You Don't Know Jack, lo que permite darle realismo, y estilo de documental.
La Eutanasia es un tema delicado, que genera opiniones encontradas, pero aquí se presenta desde el punto de vista de Jack Kevorkian, para poder entender el por qué de sus acciones, y decisiones.
Si algo destaca You Don't Know Jack, es justamente la compleja personalidad de este médico, que tiene una intensión noble, un fanatismo como mínimo extraño, un arte algo oscuro, un pasado triste, un carácter introspectivo en cuanto a su vida, pero sagaz en cuanto a su lucha, y sin embargo, cuenta con algunas segundas lecturas un tanto interesantes.
Es rescatable aquello que se transmite, la variedad de opinión, y que aún mostrando una visión, You Don't Know Jack es lo suficientemente amplia, y no te da la conclusión servida, porque justamente, deja la conclusión abierta a debate.
Otra cosa que destaca es la imagen, la luz, y el color se asemejan a un policial, y esto no es azaroso:
El médico fue tratado como homicida y juzgado como tal.
De ahí que exista tanta mezcla entre humanidad y simple estadística.
El personaje en sí, fluctúa por estos polos, pasando desde una frialdad, especulación, y cálculos escalofriantes, a reflexiones sobre el paciente, y sus derechos, de una manera tan dinámica que desconcierta.
You Don't Know Jack, rodada por Levinson a modo de documental en algunos pasajes, describe las diversas intervenciones que llevó a cabo Kevorkian, con pacientes que solicitaban su ayuda a través de Estados Unidos, su posterior detención, juicio y encarcelamiento.
Propone y plantea un dilema moral, de espinosos vértices, en una sociedad desarrollada como la nuestra.
Todos tenemos derecho a vivir dignamente, pero:
¿Lo tenemos para morir con la misma dignidad?
You Don't Know Jack resulta un biopic convincente gracias a los matices que logra Pacino, sin duda.
La doble moral tan propia de aquellos lares, es puesta en tela de juicio, como se hizo con el propio Kevorkian.
Nadie puede decidir quién puede seguir viviendo, o terminar con su vida, excepto el propio interesado.
Las entrevistas a los pacientes resultan tremendamente emotivas, además.
Con todo, y a pesar de ser un largometraje hecho para televisión, es más que recomendable, tanto por su protagonista, como por la temática que toca, que no está exenta de interés general.
A veces, y por triste que resulte, la enfermedad arrebata la dignidad a una persona.
En ese momento nos preguntamos:
¿Es moralmente aceptable terminar con ella, o seguir sufriendo?
Jack Kevorkian tenía la respuesta, y You Don't Know Jack es su historia.
Famoso por asistir más de 130 eutanasias, y encarcelado durante 8 años por asesinato en segundo grado.
Kevorkian es una de las principales figuras médicas, en la representación de los derechos a morir en pacientes terminales.
Pacino dará vida a Kevorkian, John Goodman encarnará a Neal Nicol, uno de los principales colaboradores de Kevorkian en sus polémicas actividades, y Susan Sarandon es la encargada de interpretar a la activista Janet Good, quien abogó junto al doctor, por la defensa del suicidio en enfermos sin cura, y permitió la aplicación de los servicios de Kevorkian, cuando le fue diagnosticado un cáncer terminal.
You Don't Know Jack nos presenta Kevorkian como a un culto, egocéntrico, peleón, que para llamar la atención, no dudaba en disfrazarse, es un tipo narcisista, que necesitaba los focos informativos encima suya, los anhelaba para lanzar su nítido mensaje.
Al Pacino es el cuerpo y alma de You Don't Know Jack, no sólo por lo que su figura implica, y la calidad que garantiza, sino por su camaleónica y brillante encarnación de Jack.
Desnudando la compleja personalidad del médico, sus polémicas intenciones, su fanatismo científico, su vida personal turbulenta, y su tenacidad, valentía y perseverancia para hacer valer sus principios, en medio de una lucha moral demasiado costosa.
You Don't Know Jack se centra en el personaje que interpreta Pacino para emitir disparadores dramáticos que despierten el debate social.
La misma, fluye poniendo en funcionamiento, el acento sobre el accionar moralmente válido o no, con el fin de considerarlo como un defensor de los derechos humanos, o repudiando el accionar criminal de un ser sin escrúpulos, que especula y manipula con la vida humana, a fines de plasmar su teoría.
Con inteligencia, controversia y provocación, You Don't Know Jack logra, objetivamente, distanciarnos emocionalmente del personaje, identificando los hechos expuestos, y dejando a libre elección del público, la empatía o la condena de los mismos.
Efectivamente, estamos ante un sentido homenaje por parte de la cadena HBO, responsable de You Don't Know Jack, a la figura de Jack Kevorkian, a quien presenta como un idealista entrañable, un tipo cuyo papel en sus actos, no es otro que el de ayudar a morir a personas absolutamente desahuciadas, o aquejadas de dolencias que les provocan dolores extraordinarios.
La descripción es tan absolutamente positiva, que You Don't Know Jack presenta los típicos perfiles de quienes se oponían a sus actos, tipos ultraconservadores, y antipáticos, que hacen de su cruzada contra el doctor, algo personal.
Y quien mejor que Al Pacino para semejante papel cargado de matices.
Una actuación que le queda como anillo al dedo, de esos personajes, que de su mano, crecen más, y logran transmitir esa complejidad que tienen.
Viendo You Don't Know Jack no hay lugar a dudas:
Jack Kevorkian era un hombre bueno, un médico que ponía su conocimiento al servicio de una causa justa, la de quienes sufren una vida indigna, y que además, se niega, en determinados casos, a practicar la eutanasia, si considera que las motivaciones del paciente no lo justifican.
Pero cuando uno bucea en la figura del doctor, se encuentra con informaciones que sostienen, que buena parte de las personas a quienes Kevorkian ayudó a morir, ni siquiera presentaban una enfermedad terminal, o con otras que señalan la particularidad fascinación del hombre por la muerte, reflejada en sus tétricas pinturas, una de sus aficiones destacadas.
En You Don't Know Jack, Kevorkian, que aparece defendiendo su posición al extremo, cuestiona incluso la eutanasia pasiva, comparando la muerte lenta por inanición, a la que se somete al paciente, con el largo tormento que debieron padecer los prisioneros en los campos de concentración.
Para él, la muerte es un derecho, tan elemental como la vida, y no debe ser escamoteado.
Los distintos dispositivos que va ideando, el Thanatron, el Mercitron, buscaban justamente, precipitar la muerte cuando ésta era ya un acto decidido.
Pero aquí nos enfrentamos con una paradoja central:
Si la elección del paciente se ve precipitada por el acto médico que la hace posible:
¿Cómo estar seguros de que se trata de una verdadera decisión?
En otras palabras:
¿Cuál hubiera sido el destino de los 130 pacientes que Kevorkian ayudó a morir, si éste no hubiera aparecido en el horizonte de sus vidas?
No podemos saberlo, pero sí imaginar ficciones que nos aproximen a semejante complejidad, como las presentadas en otros films sobre el tema.
Si bien, esas prácticas siguen siendo ilegales en casi todo el mundo, ya hay países que los permiten, como Suecia, Bélgica, Suiza, Holanda y Luxemburgo.
El caso de Suiza es interesante, porque mantiene una de las legislaciones más liberales, no obstante las objeciones, las cuales curiosamente no provienen del ámbito ético-médico sino de la política.
Frente al aumento de extranjeros, que viajan cada año para quitarse la vida en ese país, el gobierno suizo estableció un impuesto al llamado “turismo de suicidio”, así como Suecia había propuesto en 2009, una ley más restrictiva.
Se trata de una tendencia inexorable, que acompaña la lógica del Mercado contemporáneo:
Así como en los países desarrollados, la llegada al mundo se produce en condiciones que multiplican la oferta: maternidades con hotelería de lujo, asistencia médica especializada, procreación asistida, etc., sus consumidores reclaman opciones equivalentes para el momento en que deben despedirse de este mundo.
A 15 años del encarcelamiento de Kevorkian, por sus iniciativas eutanásicas, el suicidio asistido médico es hoy una práctica que no podemos desconocer.
Pero este reconocimiento supone también, reconocer sus límites existenciales.
Se trata de distinguir las coordenadas de esta peculiar muerte decidida, de las formas mercantiles que conducen, inevitablemente, a una banalización del suicidio.
El Dr. Philip Nitschke, principal defensor del “derecho a morir” y director de la empresa Exit International, declaró en noviembre de 2009:
“Todas las personas mayores que se encuentren en su sano juicio, deberían tener la opción de morir en paz, en el momento que elijan, si este es su deseo”
Anunciaba así la inminente comercialización de su “píldora pacificadora” para personas que desean suicidarse, y que estará disponible, vía pedido de e-mail, desde el 2010.
La píldora, una versión sólida del barbitúrico Nembutal, está diseñada para resistir el transporte, y puede ser almacenada por más de 50 años, y los clientes sólo tendrán que mezclarlo con agua.
En las antípodas de la banalización del suicidio, el arte nos devuelve la humanidad de la que nos priva la medicina, especialmente cuando se pretende humanitaria.
De allí que la escena verdaderamente poética de You Don't Know Jack transcurra en una galería de arte, donde sus pinturas alucinadas se funden con las melodías de Johann Sebastian Bach.
En esa soledad de la creación, cuando la música espanta los fantasmas de la agonía, el sujeto se ve confrontado por única vez con la emergencia de esa muerte que más duele, porque es la que nunca debería haber ocurrido.
La despenalización de la eutanasia no significa obligatoriedad absoluta.
No se puede imponer el criterio de un conglomerado, al ordenamiento jurídico de todo un territorio, por lo que el derecho, debiera asegurar los mecanismos para regular el acceso a la eutanasia de los pacientes interesados, que cumplan unos requisitos especificados legalmente; así como de la legalidad, y transparencia de los procedimientos.
La sociedad moderna, basa su ordenamiento jurídico, en la protección de los derechos humanos.
En este sentido, cada enfermo tiene derecho a decidir, informadamente, sobre los asuntos que pertenecen a una esfera tan privada como su cuerpo; y en virtud de esto, decidir cómo quiere seguir, o no seguir viviendo.
Los argumentos en contra, inciden en la “inviolabilidad” de la vida humana, la defensa de su dignidad, independientemente, de las condiciones de vida, o la voluntad del individuo implicado, y las repercusiones sociales de desconfianza que podría conllevar la eutanasia.
El Comité Permanente de Médicos Europeos, anima a todos los médicos a no participar en la eutanasia, aunque sea legal en su país, o esté despenalizada en determinadas circunstancias.
La postura de las iglesias cristianas en tanto, a nivel mundial, es mayoritariamente contraria a la eutanasia, y al suicidio asistido:
Es el caso de la Iglesia Católica Romana y de las Iglesias evangélicas y pentecostales.
You Don't Know Jack es una reflexión certera sobre el derecho a una vida digna, sobre la doble moral, y sobre la hipocresía del "establishment" americano.
Como no podía ser de otra manera, Kevorkian fue juzgado, no por un delito, sino por una sociedad, como se ha hecho durante toda la historia de la humanidad a Homosexuales, Abortistas, Divorciados... conceptos que hoy son habituales pero que siempre han sido tachados de “desviados”, de ir en contra de los designios divinos, de ir en contra de la labor natural del hombre.
Pero yo reflexiono, y me digo a mi mismo:
¿Cómo tener en cuenta la labor natural del hombre, una vez éste ha desarrollado campos como la política, la filosofía, el arte, o la fe?
¿Acaso somos sólo animales?
¿No podemos aliviar nuestro sufrimiento si no podemos soportarlo?

“I have a religion, his name is Bach.
Johann Sebastian Bach.
And at least my God isn't an invented one”



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