Separate Tables

“We all make mistakes”

La reflexión sobre cine y teatro, siempre ha sido abundante y rica.
Sin duda, la propia existencia del cine, muy anterior a la televisión, y su continua recurrencia a textos dramáticos a lo largo de su vida, han favorecido esta situación.
Desde esos orígenes del pensamiento que relaciona al teatro con el cine, los trabajos más abundantes han sido los históricos, es decir, la relación de adaptaciones, los autores adaptados, las fechas, los directores adaptadores y las influencias mutuas con las que se han ido enriqueciendo ambos medios. Actualmente estos estudios históricos, parecen haber perdido fuerza, en favor de los discursivo-textuales, y los análisis concretos sobre adaptaciones particulares.
Aun así, los trabajos que desde esta perspectiva se continúan realizando cuentan con un alto rigor y documentación.
Son novedosos y necesarios, ya no los escritos sobre las influencias que el teatro ha volcado sobre el cine, sino la irrupción del cine en el teatro, como medio directamente empleado en la puesta en escena, o como elemento lingüístico transformado, y adaptado a la escena.
Esta última vertiente, ha sido propiciada desde la propia creación.
Las viejas rencillas de competencia del teatro con el cine, y viceversa, parecen haber quedado superadas desde la investigación y, sobre todo, desde la creación.
La adaptación de teatro a cine es, con mucho, el tema más trabajado en toda la historia de las investigaciones cine/teatro.
La adaptación teatral va indisolublemente unida a la cuestión, acusación y de teatralidad fílmica, en tanto que siempre se esperan comentarios de los críticos, sobre la supuesta teatralidad de la película en cuestión, cuando se conoce el origen dramático de su texto adaptado.
“People who hate the light usually hate the truth”
Separate Tables es una película dramática de 1958, dirigida por Delbert Mann.
Protagonizada por David Niven, Burt Lancaster, Rita Hayworth, Deborah Kerr, Wendy Hiller, Gladys Cooper, Rod Taylor, Audrey Dalton, entre otros.
Separate Tables cuenta con un guión a cargo de John Gay, Terence Rattigan y John Michael Hayes, no acreditado, adaptada de 2 obras de teatro de un solo acto cada una:
“Table By The Window” y “Table Number Seven” del dramaturgo británico Sir Terence Mervyn Rattigan.
Ambas piezas tienen lugar en el Hotel Beauregard de Bournemouth, una ciudad costera en la costa sur de Inglaterra.
La primera obra, titulada “Table By The Window”, se centra en la relación problemática entre un político laborista en desgracia, y su ex-esposa.
En la segunda obra, “Table Number Seven”, la acción se sitúa 18 meses más tarde, y trata sobre la amistad entre una solterona reprimida, y un ex oficial del ejército inglés, el mayor Pollock.
Los personajes secundarios, los residentes permanentes, la gerente del hotel, y los miembros del personal, aparecen en ambas obras.
El film Separate Tables obtuvo 2 Oscar como Mejor Actor (David Niven) y Mejor Actriz Secundaria (Wendy Hiller)
Y estuvo nominado como:
Mejor película, actriz principal (Kerr), guión adaptado, cinematografía y banda sonora.
Separate Tables nos presenta con gran economía de medios y de tiempo, apenas 100 minutos, distintas personalidades, y su interacción alrededor de sentimiento tan complicado, profundo, y excesivo como es el amor, ejecutado por diferentes parejas, y contemplado por seres que, desde la comprensión, la distancia, y hasta el desprecio, son espectadores que acabarán por verse implicados en los asuntos ajenos.
Delbert Mann, con su sutileza, consigue crear un ambiente idóneo, a ritmo pausado, con un hábil guión.
Se rueda en el Hotel Miramar, de Bournemouth en Dorset, Inglaterra, con decorados de Edward Carrere.
La fotografía es de Charles Lang, y la música por David Raksin está correcta y adaptada a la ambientación.
En un pequeño hotel de la ciudad inglesa de Bournemouth, coincide un grupo de diversos personajes excéntricos, pertenecientes a diferentes ambientes, y condición social.
El marco histórico no podría ser otro que la rígida, moralista, y decadente sociedad “victoriana” de la Gran Bretaña post-bélica.
Un conjunto acertadísimo.
Separate Tables es una buena película, dirigida con sobriedad por Mann, en la que se aplica la fórmula teatral de “atrapar” y encerrar a varios personajes y sus conflictos en un único escenario, lo que permite un análisis, aquí suficientemente profundo, y convincente, de la condición humana, y nuestros comportamientos.
Separate Tables trata temas diversos:
Trata el tema de la soledad, del miedo a quedarse solo, que queda aparente en los 4 protagonistas.
El miedo a envejecer en soledad.
Las represiones sexuales, la práctica del ostracismo como forma de castigo, los estragos de la intolerancia, y el autoritarismo, las necesidades de afecto que tienen todos los seres humanos, el alcoholismo como falso medio de superar problemas personales, la importancia de la tolerancia, y la comprensión humana, la trascendencia de las segundas oportunidades, la importancia de la comunicación basada en saber escuchar, y saber explicarse sin reservas, y sin barreras, la utilidad y eficacia de la convivencia, basada en la aceptación de la diferencia, la virtualidad del perdón de los errores ajenos, etc.
Así, en el interior de las 4 paredes de un lujoso Hotel decorado a la manera antigua, se desarrollan las diferentes vidas de varios huéspedes, que suelen coincidir a la hora de comer, o cenar en el Gran salón.
Convergen en el viejo hotel 3 historias de amor:
Niven-Kerr, Lancaster-Hayworth-Hiller y Taylor-Cooper, todas muy diferentes, pero bien caracterizadas, y desarrolladas de una manera muy atractiva.
El argumento es bueno, en un hotel de un pueblo se reúnen las almas perdidas, los corazones solitarios, la gente imperfecta.
Aunque la visita de una mujer atractiva, madura, Ann Shankland (Rita Hayworth), será la razón para que uno de los huéspedes vuelva a encontrar su amor.
A esto se une el extraño personaje el Mayor David Angus Pollock muy bien encarnado por David Niven.
La acción dramática tiene lugar en el Hotel Beauregard, de la localidad costera de Bournemouth, del Sur de Inglaterra.
El establecimiento anuncia que ofrece ambiente familiar, cocina casera y comedor con mesas separadas.
Los hechos suceden en el otoño de 1958.
Son huéspedes fijos:
El Mayor Agnus Pollock (Niven), militar jubilado con una gloriosa hoja de servicios; la Sra. Maud Railton-Bell (Cooper), de carácter estricto, intransigente y dominante; la joven Sybill Railton-Bell (Kerr), tímida, sumisa y dominada por la madre, que sufre circunstanciales ataques de histeria; John Malcom (Lancaster), escritor norteamericano, que ahoga en alcohol, los recuerdos de un antiguo amor frustrado; Charles (Taylor), estudiante de medicina; Jean (Dalton), pareja de Charles; un profesor de cultura griega; y otros.
La dirección del hotel corre a cargo de la eficiente, y atenta, Pat Cooper (Hiller).
Acaba de llegar como huésped temporal, Ann Shankland (Hayworth), antigua modelo, y antigua esposa de John Malcom.
El Mayor Pollock busca algo de afecto en los bondadosos ojos de Sybill, tímida huésped del hotel, que vive dominada por la vigilante imagen de su madre, y que protagoniza a la perfección Deborah Kerr.
La atracción es mutua, y quizá más intelectual y espiritual, que física, por el gran interés y admiración que el Mayor provoca en la muchacha.
Una muchacha solitaria, de vida mediocre, encuentra fascinación en un hombre que ha recorrido medio mundo con historias y aventuras de película.
Al mismo tiempo que se nos ofrece esta historia, también se desarrolla el mundo de los demás personajes.
Burt Lancaster es John Malcolm, un hombre atormentado por una mujer fatal, su ex esposa, que busca tranquilidad y soledad, busca recuperarse tras su adicción al alcohol, entre las paredes del hotel.
Pero un malogrado día aparece “Ella” para volver a enturbiar su mente.
“Ella”, cómo no, es Rita Hayworth, y como siempre se le da genial el papel “gildístico”
Esta relación, de amor-odio, discurre a bofetadas y rayos de tormenta durante todo el metraje.
Una relación destructiva, que se desarrolla ante la resignada mirada de la dueña del hotel que, a su vez, mantiene una relación secreta con John.
El papel de Pat Cooper, la dueña del hotel, lo interpreta Wendy Hiller, y le valió para ganarse un Oscar a la Mejor Actriz de Reparto.
La escena final de Separate Tables es estupenda, histórica, cuando el Mayor Pollock decide hacer frente a la realidad, y quedarse definitivamente en el hotel, a pesar de que su historia haya salido a la luz.
El motivo para quedarse es simple, y está en esa muchacha que, al parecer, ha defraudado, pero para la que sigue siendo un modelo fundamental, y una pieza básica en su vida.
Cuando el Mayor Pollock atraviesa tímidamente, y avergonzado, el salón para sentarse a comer vemos a un David Niven insuperable.
Es emocionante ver cómo todos los huéspedes, que conocen la historia, lo reciben amablemente, dándole esa segunda oportunidad a la que todo el mundo tiene derecho.
También es emocionante ver, cómo la muchacha Sybill termina por superar la dominación de su madre, gracias al Mayor Pollock.
La escena del comienzo de Separate Tables, con una cámara introduciéndonos por la ventana al interior del hotel, es la misma escena con la que finaliza pero al revés.
Separate Tables desgrana una útil, e interesante lección de las virtudes cívicas básicas, para ordenar una convivencia pacífica, duradera y eficiente.
Son escenas memorables:
La confesión de los embustes de Angus Pollock a Sybill, la elegante secuencia del perdón de los errores de éste, la conversación de John y Ann, y toda la actuación de Dame Wendy Hiller.
Separate Tables suma drama y romance.
Explora 4 historias de amor diferentes:
Una se basa en afinidades derivadas de represiones similares; otra trata de dar una segunda oportunidad a un amor del pasado; la tercera busca consuelo que alivie profundas frustraciones personales, y la última es un amor joven, de pareja de hecho, con connotaciones obsesivas.
Los personajes son seres solitarios, desilusionados y marginados, que ocultan fracasos, frustraciones y desesperación.
Necesitan afecto, comprensión, apoyo y amor.
La comunicación entre los huéspedes resulta difícil, porque topa con prejuicios, conveniencias sociales, inseguridades e incertidumbres.
Actitudes intolerantes, intransigentes, inflexibles, y autoritarias entran en colisión, con propuestas que preconizan comprensión, confianza y afecto.
Algunos personajes han de aprender, no sólo a aceptar a los demás, sino también a aceptarse a ellos mismos.
La pequeña sociedad variopinta que forman los huéspedes, deviene un microcosmos que refleja, y explica, el mundo complejo de las relaciones interpersonales, y de la convivencia en una sociedad avanzada.
Ante todo, alabar su valor, al tratar un tema tan controvertido para la época, como las represiones sexuales con bastante libertad y sin tapujos.
Hay unos sentimientos encontrados entre Cooper, Malcom y Ann, que debaten al hombre entre 2 amores contrapuestos:
Por una parte, la estabilidad en el anonimato que le ofrece la relación con Cooper; por otra, el recuerdo de la encendida pasión que vivió con Ann, quien trata de seducirle de nuevo.
Mostrando, Rita Hayworth en su interpretación, un dominio total de la gestualidad corpórea, y del tiempo verdaderamente abrumador, expresándose maravillosamente con miradas, gestos y pausas.
Ann asegura a Malcom que, pese a su fortuna, se siente muy sola en Nueva York:
Es peor la soledad rodeada de miles de personas; hay más compañía en este sencillo hotelucho con tan pocos huéspedes, en mesas separadas.
El amor y la soledad.
El deseo del amor como paliativo de una soledad impuesta por las circunstancias.
La soledad soportada tras un muro psicológico infranqueable de Sybill y Pollock, que, reconociéndose el uno en el otro, por miedo, detienen sus sentimientos, incapaces de superar sus complejos; la soledad buscada por la Sra. Meacham (May Hallatt) con su “no me fío de las personas; por eso prefiero a los caballos”, quizás a causa de desengaños pasados; la soledad de las ancianas victorianas, Lady Gladys Matheson (Cathleen Nesbitt) y Mrs. Railton-Bell, restos de una clase alta venida a menos en la posguerra; la soledad, de hecho una huída, de Malcom, que busca consuelo en la bebida; la soledad de una mujer trabajadora, como la Sra. Cooper, que, estoicamente, enfrenta su futura boda ante la aparición de la bella ex-modelo neoyorquina, que pretende robarle su amor, al recuperar uno de sus maridos.
Pero hay un elemento más, de claro componente sexual, que distorsionará la aparente placidez de la cotidiana vida de los huéspedes, apariencia, como hemos visto, falsa, repleta de tensiones.
Esa distorsión, que me guardaré de comentar más claramente, aparece al punto del ecuador del drama, y será el detonante de la expresión clara, sin tapujos, de la forma de ser de cada cual, permitiéndonos entender mejor la compleja psicología de cada uno de los personajes, por medio de unos diálogos realmente admirables, hasta la eclosión final, que representará una ruptura, una liberación y un futuro, aunque incierto, distinto de la cotidianidad opresora del ayer.
En el último plano, de Separate Tables, de nuevo un travelling, esta vez partiendo de los ventanales, que nos permiten ver a los comensales en sus “mesas separadas”, alejándose la cámara, quedando la sensación que allí, en el Hotel Beauregard, la vida sigue, pero ya nada es igual.
El elenco de actores es de lo mejor también, Burt Lancaster adaptado a todo.
Rita Hayworth madura pero sin perder su atractivo.
Deborah Kerr en otro gran papel de mujer temerosa de la vida.
Wendy Hiller, que ganó aquí también un Oscar, hace uno de esos papeles de mujer dura y solitaria.
También podemos ver a un joven Rod Taylor.
Lo mejor desde luego, la temática existencialista.
La lucha interior de David Niven y Deborah Kerr para alcanzar “la aceptación de su personalidad” y entender su lugar en el mundo.
Sin embargo, el personaje que no me gustó nada es de Burt Lancaster, se le representa como un típico macho de la época, rudo, que siempre lleva la razón, y al que se supone que hay que admirar por su actitud rebelde, no concibo cómo en Separate Tables, Rita Hayworth se desvive por él, cuando queda bien claro que él no tiene ningún reparo en golpearla.
En el argumento, lo que más destacable me parece es ese frente abierto que presenta Separate Tables, en el que se dejan claro los prejuicios de las personas, y esa crítica a la sociedad de “nadie es lo que parece”
El bonito final es de lejos lo mejor, y nos deja una obra disfrutable de porte clásico, entretenida, conmovedora, pero lamentablemente sobrevalorada por su corte altamente teatral y que la hace envejecer muy mal, una pena.

“When you're together, you slash each other to pieces.
When you're alone, you slash yourselves to pieces”



Comentarios

Entradas populares