La Piscine

“Delon, Schneider, Ronet, Birkin”

Al igual que en el cine norteamericano, también el cine francés, logró en los años 60 un “star-system” de considerables proporciones, con cuya participación se lograron encarar algunos de sus mejores títulos, adquiriendo estos actores y actrices, la considerable libertad como para levantar proyectos, apostar por otros, realmente arriesgados, que contribuían a abrir nuevos caminos a sus respectivas carreras y también, y en buena medida es lógico, aprovecharse de éxitos pasados, para dar vida un film, más o menos correcto, más o menos interesante en sí mismo, pero sobre el que siempre, gravitaría la sombra de sus referentes.
“Paris Saint-Tropez en 7h15 avant hier”
La Piscine es un film de suspense dirigida en 1969 por Jacques Deray.
Protagonizada por Alain Delon, Romy Schneider, Maurice Ronet, Jane Birkin, entre otros.
El guión es de Jean-Emmanuel Conil, cuenta con diálogos de Jean-Claude Carrière y Jacques Deray.
La música es de Michel Legrand, aporta una banda sonora original, representativa de la moda, y los gustos musicales de finales de los 60.
Ofrece un conjunto de canciones rítmicas y coloristas, que dignifican La Piscine y le trasmiten el eco de la época.
La hermosa fotografía es de Jean-Jacques Tarbès, crea composiciones de luces cálidas e intensas.
La cámara se mueve con precisión y oportunidad, buscando los mejores ángulos y encuadres.
Mira los rostros protagonistas con primeros planos tan inquisitivos, como expresivos.
Vista con ojos de hoy, La Piscine tiene el interés de ser una obra correcta, que refleja una época, muestra la actuación de una pareja mítica del momento, y documenta los cambios culturales y sociales de los años 60.
La Piscine, viene a ser el primero de los films realizados por Jacques Deray, en colaboración, con el actor Alain Delon.
La Piscine es un filme con bastante suspenso y poca violencia, como corresponde a este subgénero de thriller que creció en Europa durante los '60 y '70.
La Piscine presupone cierto olor a rancio:
Dos guapos, sin menospreciar su talento, en los inicios del cine erótico francés, un título y un diseño de carátula sugerentes.
La Piscine es un filme que quiere ser intenso en tensión sexual con sus entrecruzamientos pasionales.
Además, quiere exhibirse como un nervioso ejercicio psicológico sobre los odios, las revanchas, los celos, las locuras pasionales.
Curiosamente, el elemento de la piscina está bien definido, constituyéndose en un símbolo de la tragedia y de la diversión a la vez, en extremos que se tocan, siendo un 5° personaje magnético, vivísimo e imprescindible.
La Piscine es un minucioso, e interesante psicoanálisis del deseo, y la amistad.
A lo largo del metraje, todo sucede en el momento justo.
Por último, la fotografía transmite una magia y frescura que la hacen impermeable al paso del tiempo.
Impagable las tomas iniciales, pausadas, que dibujan la manera contemplativa del metraje.
La idea no está mal, porque La Piscine es un filme que desarrolla un tirante conflicto de pasiones, que deriva en un mini policial, que busca demostrar cómo se actúa de mala fe, para causar efectos indeseables en el otro por viejos resquemores no resueltos.
La Piscine obtuvo un gran éxito en su época, al que sin duda, contribuyó el inmenso atractivo de los 4 protagonistas:
Ronet, Schneider, Delon y Birkin.
El estilo de Deray es excesivamente pausado, La Piscine tarda mucho en arrancar, y la pretendida profundidad de los planos, a veces se queda en un esteticismo algo naíf, pero mantiene el pulso, y se ve con interés.
Deray disecciona con pulso de cirujano, los turbios senderos del deseo.
Condensado sentido del ritmo, fluido y emotivo, con planos de una extraña y perturbadora magia
El paisaje que La Piscine nos muestra, es casi siempre, una gran mansión con una enorme piscina, en la cual, sus protagonistas pasan el tiempo.
Dicha piscina es participe de los encuentros sexuales entre sus protagonistas, de asesinatos, y de cómo, poco a poco, se despierta la pasión entre ellos, de manera irrefrenable.
A manera de curiosidad, La Piscine se rueda en escenarios reales de la Casta Azul de Francia, y La Riviera Italiana, la locación francesa fue en Ramatuelle, Var, Francia.
La piscina aparece en 2 películas:
En “Two For The Road” (1967) de Audrey Hepburn en unas pocas escenas, y en La Piscine en la que es el escenario principal.
Cuando me di cuenta me pareció curioso que Alain Delon, Romy Schneider y Jane Birkin, hubieran compartido escenarios de rodaje con Albert Finney y Audrey Hepburn.
La casa también es la misma.
Confieso que me gusta esta piscina, porque está situada en un entorno campestre, y tiene unas vistas magnificas.
La acción dramática, en La Piscine, tiene lugar en una mansión de lujo, con jardín y piscina, situada cerca de Saint Tropez, a comienzos de las vacaciones de verano de 1969.
Unos amigos de Marianne Leroy (Schneider), que se han ido de viaje a la India, y le han dejado las llaves de la casa, donde se ha instalado para pasar unas tranquilas vacaciones con su pareja del momento, Jean-Paul Leroy (Delon) escritor fracasado, y actualmente creativo publicitario en crisis.
Aparentemente, su relación es plácida, pero muy pronto advertiremos la fragilidad de la misma.
Esta circunstancia se confirmará con la llegada de Harry Lannier (Ronet), amigo de Jean-Paul, y antiguo amante de Marianne.
A este, le acompaña su hija de 18 años, Penélope Lannier (Birkin), inicialmente ausente de la situación que se plantea, pero que de forma paralela, mostrará su fascinación por Jean-Paul, máxime al comprobar que posee más personalidad, que la que le adjudicaba su padre, en sus despectivos comentarios.
Marianne, es una periodista de éxito, de unos 29 años, es atractiva, sensual y practica el amor libre.
Jean-Paul, de unos 33 años, trabaja en una empresa de publicidad.
Harry, de algo más de 40 años, es alto ejecutivo de una sociedad discográfica.
Todos ellos celebrarán fiestas donde todo está permitido, sexualmente hablando, y pronto, empezará a haber tensión entre los 4 personajes.
A pesar de que, en apariencia, sus diferencias del pasado se han resuelto, antiguas enemistades entre Jean-Paul y Harry pronto comienzan a resurgir, Harry alimenta constantemente los celos, y la susceptibilidad de Jean-Paul con su arrogancia, y por sus referencias a su relación pasada con Marianne, que ella siempre negó ante Jean-Paul.
Así comienza un juego peligroso y ambiguo, de deseos y celos entre los personajes, que va resquebrajando el frágil equilibrio, aparentemente perfecto.
La relación entre las 4 personas, adquiere unos tintes retorcidos, pese a su aparente aire civilizado, y la atmósfera se vuelve cada vez más amenazante y asfixiante.
A partir de la 2ª hora, vemos como una gran mancha negra parece adueñarse de los personajes, su estado anímico, los encuadres y luces se vuelven más inquietantes y sombrías, a la espera de que suceda algo, cosa que en la 1ª hora no pasa.
Leo que hay algo premioso el comienzo de La Piscine, así como la duración de algunos planos, y seguramente su apreciación es justa; no obstante, ese ritmo es el del verano que inunda la pantalla, un verano tórrido, de esos que acostumbran a la gente a levantarse tarde, moverse poco y bañarse mucho, razón por la cual, la opción asumida por el director me parece acertada.
Formalmente, lo mejor son los sostenidos primeros planos, muy centrados en las miradas, que expresan todo aquello, que un inteligente guión, sólo se limita a sugerir, no era aconsejable demasiada franqueza en los diálogos, precisamente para reforzar la tendencia de los personajes a cubrir las apariencias.
La casa que ocupan, pese a ser amplia y luminosa, constituye un espacio acotado y limitado, en el que la convivencia de 4 personas ociosas, da lugar a roces, fricciones, desavenencias, sospechas, celos y reacciones despechadas.
Por lo demás, la vida focalizada en torno a la piscina, la relajación del baño en ella, los baños de sol, una comida rica en condimentos, y otros factores, aportan el marco en el que se da, en los personajes, una fuerte pulsión del deseo.
A la par, en unos casos, emergen sentimientos ocultos de frustración y de insatisfacción; en otros afloran sentimientos no declarados de inseguridad y frustración; en determinadas circunstancias, hacen su aparición en escena, comportamientos violentos y agresivos; y a veces los sentimientos de soledad y fracaso, o el simple aburrimiento, se quieren aliviar mediante el consumo abusivo de alcohol.
Las frustraciones e inseguridades de algunos se ven, subrayadas y agravadas, por las situaciones de éxito profesional, económico y sentimental de otros, con las que contrastan, y con las que entran en conflictos de envidia, celos, resentimiento, etc.
Los protagonistas sobrellevan, bajo apariencias educadas y exquisitas, sus diferencias, sus sentimientos encontrados y sus conflictos.
Esto no impide que anide en sus ánimos, en medida desigual y de forma diferente, un mundo tumultuoso de bajas pasiones:
Odios, afanes de venganza, egoísmos, intolerancias, violencia, que se ve fomentado por el sosiego del lugar, y la serenidad de unos días de sol franco, y cielos “que parecen blancos de tan azules que son”
Las vacaciones no garantizan ni la relajación, ni el descanso, ni el sosiego, ni la convivencia pacífica.
Las vacaciones pueden ser el marco de eclosión de rivalidades, frustraciones, disputas y viejos rencores.
Son incompatibles con la aplicación de criterios de improvisación, descuido y aceptación de interferencias.
La Piscine fue concebido como un film destinado para un público acomodado, el de los protagonistas, superando las previsiones de taquilla en Francia y en Europa.
El hecho es explicable en función del prestigio, la imagen pública, la sensualidad y erotismo de la pareja protagonista y la fama de la misma, La Piscine supone su reencuentro en pantalla, después de varios años de ausencia.
También contribuye al éxito inicial, la intencionada y buscada adecuación de la historia, a los intereses y gustos del momento.
En este sentido, el realizador suma en La Piscine elementos de la “nouvelle vague”:
Escenarios exteriores, rodaje en directo, interpretaciones naturales, luz natural, ausencia de artificios, temas puestos de moda en determinados círculos por Antonioni como la incomunicación, y un argumento atractivo por la ausencia de convencionalismos, y viejos prejuicios, en el comportamiento de las personas.
Magníficamente interpretada por el cuarteto protagonista, del que yo destacaría a una soberbia Romy Schneider, exquisitamente sensual, y muy sólida en los primeros planos, la interpretación de Romy Schneider consigue crear un personaje, en el que se pasa, perfectamente, de la notable sensualidad inicial, a un dramatismo cuidado, contenido y de gran efectividad y emotividad.
Evidentemente lo mejor de La Piscine es la enorme química entre sus 2 protagonistas principales, Delon y Schneider, ambos en las cimas de sus respectivas carreras profesionales por aquel entonces.
En La Piscine, se nota que habían sido mucho más que amigos.
Su historia real de amor comenzó en 1958, y parece ser que terminó unos años más tarde, cuando Delon la abandonó por otra mujer.
Pero algo debió quedar ahí, algo que se hace latente a lo largo de La Piscine, debido a la completa compenetración entre los dos.
Una pareja perfecta en todos los sentidos del término, y es algo que se puede apreciar en todas las escenas que salen juntos, que no son pocas.
Por otro lado, la imagen que daban al público no podía ser mejor.
Él un auténtico galán y un sex-symbol.
Ella prácticamente lo mismo, aparte de ser una de las bellezas más singulares que hayan existido jamás en el cine.
En La Piscine, totalmente alejada de los personajes, casi infantiles, del principio de su carrera, está enormemente actriz, sabe aprovechar muy bien su sexualidad, con alguna escena un poco subida de tono.
Era una actriz con un morbo especial.
Así pues, La Piscine resulta interesante en algunos de sus aspectos, como la enorme naturalidad con la que se trata todos los tabúes sexuales.
Y es que la química de Alain Delon y Romy Schneider desborda complicidad y conocimiento mutuo.
Tras un largo romance años atrás, los unía una amistad que conservaron hasta la trágica muerte de ella.
En el cine, pudimos disfrutar de ellos juntos en apenas 4 o 5 títulos.
Delon conoció a Schneider cuando andaba por los 23, y ella por los 20.
Ahí comenzó un amor apasionado e imposible.
Alain dio fin al romance con un ramo de rosas, y unas palabras escritas en un papel.
Apostaría que fue un acto del que más tuvo que arrepentirse.
Todavía hoy, cuando el viejo actor rememora a la mujer de su vida, la mirada se le empaña, sin disimulo, aunque esté ante una cámara de televisión.
Debió de quererla una barbaridad.
Pero la dejó en la plenitud.
La excusa que se puso a sí mismo fue, que el intenso amor que se profesaban, era incompatible con sus carreras en auge.
Imagino cómo lo lamentaría después, cuando ya era tarde.
Cuando cada uno siguió derroteros diferentes, y él recibió el golpe de la pronta muerte de ella.
En La Piscine, su ruptura quedaba ya lejana.
Él se había casado, tenía un hijo, y se hallaba, más o menos, en el trámite del divorcio.
Ella también estaba casada y era madre.
Parece como si los años de separación se hubieran esfumado como por encanto.
La pareja destila tanta química, que se tiene el pálpito de que seguían igual de enamorados.
Como si el tiempo, el desengaño y todo lo que no fuera ellos dos se pudieran borrar.
Volvieron a liberar su pasión siquiera en la ficción, aunque yo estoy convencido de que los besos, los abrazos y las sensuales caricias, dictados por el guión, se los prodigaron de verdad, con la tapadera de su profesionalidad, pero quizás fue una de las últimas ocasiones en que aprovecharon para tocarse, mirarse con fuego y amarse.
Los dos lucen pletóricos.
En una treintena gloriosa, bronceados, con sus cuerpos esculpidos con un cincel, muy cercano a la mayor armonía anatómica, sus iris claros, destellando al azul de las aguas, y bajo el dorado de los rayos del sol.
Pura imagen del sensual hedonismo la que marca los compases de un drama cargado de electricidad.
La lentitud que se le achaca puede ser defecto para unos, y virtud para otros.
Yo me decanto por lo segundo, porque me permite recrearme en la placentera complicidad de la pareja, en el erotismo desbordado, en la pereza de un verano que promete un paraíso de ocio, en el juego de las miradas incendiadas, recelosas y finalmente lastradas.
La Piscine es cine contemplativo en extremo.
El relax del principio, va dando paso a una tensión gradualmente cortante, desde que hace su aparición el otro par, la piedra que cae en la charca provocando olas en expansión.
Celos, morbo, despecho, deseos prohibidos y rencor, que estallan en plena canícula, en la piscina, escenario de juegos, diversión y mucho más.
Agua de vida y agua de muerte.
Tan invitadora, tan necesaria, tan peligrosa siempre.
Alain y Romy para el recuerdo.

“Presque personne”



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