Il Portiere di Notte

“Wenn ich mir was wünschen dürfte”
(Si pudiera desear cualquier cosa)

El problema de las películas que generan cierta polémica, es que todo juicio cinematográfico, resulta subjetivo al momento de la crítica.
Sobre todo, con películas de una época en la que los intelectuales podían ir al cine a ver porno sin culpas, y saciar sus bajos instintos con cine que hoy en día, lejos de provocar a la discusión, ni siquiera nos excita como corresponde.
Muchísimos seres humanos, encuentran dentro de su ser, extrañas maneras de excitarse y de satisfacerse sexualmente.
Para algunos, su descubrimiento es sólo una de las variadas formas como logran acceder al sexo, pero, para otros tantos, esta rara manera se convierte en una especie de obsesión, y sólo accediendo a ella, consiguen el goce sexual.
A esto se le llama “parafilia”, y entre estas tendencias, se cuenta el voyerismo, el exhibicionismo, el fetichismo, la pedofilia y el sadomasoquismo.
El psicoanálisis considera que el sadismo y el masoquismo, están firmemente interrelacionados y que, quien es sádico es a la vez masoquista, y viceversa.
El sadomasoquismo es entonces, el ejercicio del maltrato a la pareja, la cual disfruta con el dolor y la humillación, masoquista, mientras la otra, se satisface sintiéndola humillada y sometida, sádico.
Se intercambian, ocasionalmente, los roles y así, los vejámenes y las agresiones, se vuelven el complemento esencial en cada encuentro sexual.
El sadomasoquismo está asociado a una inclinación antisocial, y a un profundo auto desprecio, y por eso es quizás, la más peligrosa de las “parafilias”, pues termina con excesiva frecuencia, con la muerte de uno, o de ambos miembros de la pareja.
El destino, o mejor dicho, el azar, aleatorio e imprevisible, nos sitúa frente a nuestro pasado en los momentos más insospechados.
“Dies Bildnis ist bezaubernd schön”
(Este retrato es fascinante)
Il Portiere di Notte es una película dramática dirigida por Liliana Cavani en 1974.
Protagonizada por Charlotte Rampling, Dirk Bogarde, Philippe Leroy, Gabriele Ferzetti, Piero Vidal, Nora Ricci, Isa Miranda, Giuseppe Addobbati, entre otros.
El guión es de Liliana Cavani e Italo Moscati.
Cavani realizó en los 70, su película más famosa y una obra realmente polémica, y film-escándalo en su tiempo.
Il Portiere di Notte fue osada en el planteamiento argumental, que desde lo puramente sexual y erótico, proponía nada menos que una reflexión amplia de la terrible historia del nazismo, y todo lo que le rodeó.
Es un argumento morboso, escabroso y hasta resbaladizo, con el que la cineasta logra, sin embargo, buena parte de sus propósitos:
Proponer un amor extraño, fatal, e imposible, y hacerlo medianamente creíble; la polaridad atracción/repulsión entre los 2 amantes; la vocación autodestructiva del ser humano, etc., en un conjunto recorrido por una peligrosa ambigüedad, a la que posibles lecturas psicológicas, o psicoanalíticas no redimirían, que la hacen ser una obra incómoda e inquietante, que puede ser odiada, más, y adorada, menos, y que a mí particularmente, me parece que sin lograr la maestría de una obra de no muy diferentes connotaciones, consigue transmitir con habilidad, un carrusel de sensaciones contradictorias, de situaciones incómodas, de pasajes a revisar, de tramas y subtramas enlazadas.
Contribuyen sobremanera a ello, las imponentes interpretaciones de la pareja protagonista, particularmente, como siempre, de Dirk Bogarde.
En 1973, Il Portiere di Notte provocó un escándalo mayúsculo de todos los sectores:
Derecha, izquierda, religiosos…
Y no faltaban motivos, supuso un tremendo escándalo para la sociedad más recalcitrante.
Liliana Cavani lanzó al mundo, muchos temas que nadie se había atrevido a plantear en el cine:
La crueldad de los verdugos, reconvertida en una pasión cruel y bella, la entrega absoluta de la víctima, el despojar de ideología, nada menos, que una situación de campo de concentración nazi, etcétera.
En algunos países, Il Portiere di Notte fue vetada de inmediato.
Por ejemplo en España, estuvo censurada durante 2 años.
Además, se la calificó como perteneciente al género X.
Buena parte de las acusaciones, en las que se fundamentaban las censuras, se centraron en las numerosas escenas de sexo.
Vale decir, que no se trataba de un sexo cándido, sino de una tórrida relación sadomasoquista, adornada con toda clase de fetiches, entre la dupla protagonista Dirk Bogarde y Charlotte Rampling.
La directora quiso narrar una historia de amor, llena de perversión, a la par que de sentimiento que nace entre un agente nazi de las SS y una prisionera.
Teniendo como decorado las lúgubres celdas de los campos de concentración, se sucede toda una serie de escenas que desprenden calor por todos los poros.
Il Portiere di Notte es incómoda, dura, pero al mismo tiempo, mantiene en alto su hipnótica capacidad para contar una historia de amor, de gran intensidad con un final profundamente romántico.
Il Portiere di Notte es una película de alto riesgo para todo el mundo, para los que la hicieron, y para los espectadores, cuyas mentes deben desprenderse de cualquier concepto al uso, y atreverse a ver y preguntar, fuera de cualquier límite convencional.
La relación sadomasoquista de los protagonistas, de la que parecen no poder escapar, se explica por un lado, como componente del contexto social y político que Il Portiere di Notte analiza:
La Europa de post-guerra, y todas las secuelas de los totalitarismos de la primera mitad de siglo, pero va más allá, a la raíz del comportamiento humano, Il Portiere di Notte desciende bajo la piel, y dinamita el alma de los personajes.
Ocurrida la destrucción, no hay retorno posible.
Il Portiere di Notte transcurre en la Viena de 1957; Lucia Atherton (Charlotte Rampling) es la esposa de un conocido director de orquesta norteamericano, quien reconoce en el portero nocturno del hotel, Maximilian Theo Aldorfer (Dirk Bogarde), donde se albergan, al oficial de las SS nazis que la custodiaba durante su internamiento en un campo de concentración, y del que se convirtió en forzada amante, y que ahora trabaja como recepcionista en el Hotel zur Oper de Viena.
Durante la guerra, Max se hacía pasar por médico, y así accedía a la intimidad de numerosas pacientes judías, a las que violaba y luego asesinaba.
Sólo una de sus víctimas, Lucia Atherton, consiguió sobrevivir, y esto sucedió porque él se enamoró de ella, y la convirtió en su “pequeña” protegida… de él mismo, y de todo aquel que pretendiera hacerle daño.
Il Portiere di Notte es una historia de recelos mutuos, de relaciones donde el odio y el deseo se entremezclan, donde lo odiado se recubre con el manto de lo deseado.
El trasfondo político de los grupos de antiguos nazis, que protegen el presente de sus compañeros por cualquier método, tiene escasa consistencia frente al drama personal de ambos protagonistas, y de su mutua atracción.
La culpa como instrumento de poder, y sobre todo, vuelve a aparecer la sombra de la voluntad autodestructiva de la víctima, surgida de sus deseos masoquistas.
Las humillaciones parecen no importarle, ni tampoco que él siga siendo agresivo, colérico, ofensivo, áspero.
Max la maltrata, la somete, la oprime, la obliga a hacer lo que él quiere, gracias al poder que las circunstancias le otorgan, tal como fue en el pasado, hasta el exterminio.
Uno y otra, traumatizados por un pasado nazi infernal en relaciones sadomasoquistas enmarcadas en el machismo hitleriano.
Respecto al plano político, cabe señalar, que Il Portiere di Notte haga referencia a La Fracción del Ejército Rojo, o “Rote Armee Fraktion” (RAF), también conocida como la banda Baader-Meinhof, por el apellido de sus 2 componentes más significativos, fue una de las organizaciones revolucionarias de izquierda radical, más activas de la República Federal de Alemania en la posguerra.
Por su forma de actuar foquista, puede considerarse una organización de esta índole desde una perspectiva marxista, la cual operó entre la década de los 70 y 1998, causando gran agitación en Alemania, especialmente en el otoño de 1977, lo que llevó a una crisis nacional, y la muerte de 34 personas, y 20 miembros del grupo debido a diversos atentados.
Así, Max Aldorfer, es un ex nazi quien, junto a otros fugados miembros del juicio de Nürnberg, procura borrar del mapa todo historial… y a cualquier testigo que pudiera delatarlos.
El caso es que, las vejaciones sexuales sufridas por la reclusa, han dejado en ella el poso amargo del beso de hiel, de la pulsión masoquista, y guiada por un deseo atávico e irrefrenable, querrá de nuevo ser sometida por su señor, su carcelero, ahora portero de noche.
Los cuerpos se juntarán, el reencuentro esperado, y negado por ambos, se producirá en fragor de cuerpos, en algarabía de cristales y sangre, de besos y zarpazos, de felaciones, semen y dolor.
Se repelen y se atraen, y ese juego de las esposas, de las laceraciones, de la sumisión, les vuelve locos a los 2, nublándoles el entendimiento, dejándoles el estómago vacío, consumiéndolos en su desvarío.
Algo se remueve en mi interior al ver Il Portiere di Notte, un desasosiego, un compadecimiento ante esos seres marcados con la estrella de la derrota, con el cuerpo lacerado e inerte del desengaño, abocados a un final escrito con epitafios de plomo.
Un erotismo en todo caso sórdido, de la mano de una Charlotte Rampling, muy delgada, cuyo número vestida con el atuendo de las SS, haría luego las delicias de miles de personas amantes del sado.
No en vano, el cartel no oficial de Il Portiere di Notte, con Charlotte Rampling vestida solo con gorra de plato, guantes negros, y pantalones con tirantes, se convirtió en un icono sado.
Y es que Il Portiere di Notte es un microcosmos, por el que pululan nazis conspiradores y aristócratas decrépitos, donde la extinta grandeza del Tercer Reich, se reconstruye en pequeños rituales nostálgicos, y un estilo de vida agonizante, da sus últimos estertores en habitaciones de lujo.
En una escena, se mezcla el terror de los campos de concentración con una representación de “Die Zauberflöte (KV. 620)” de Wolfgang Amadeus Mozart; en otra vemos a un oficial de las SS, ofreciendo un recital privado de ballet a sus compañeros torturadores, absortos por la belleza del espectáculo.
Cavani une el horror con lo sublime, difuminando la línea entre ambos, y preparando, mentalmente, a la audiencia para la relación entre Max y Lucia.
Intentar comprender, por qué una superviviente del holocausto se enamora de su torturador, es intentar comprender lo imposible, encontrar explicación al funcionamiento de los más ocultos mecanismos de la mente humana.
La violencia, física y psicológica, se transforma en pasión y después en sexo, pero aquí, el sadismo no se muestra como una mera perversión sexual, sino como un canalizador de algo mucho más profundo, una materialización del trauma y el dolor, que arrastran los protagonistas, y una metáfora de los horrores de la guerra.
“Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen”
(La venganza del infierno hierve en mi corazón)
Il Portiere di Notte realiza un profundo estudio psicológico acerca del ser humano, de la fragilidad de su racionalidad, y sus emociones, y también de su carácter dependiente.
Y lo hace en general, tomando al nazismo no como fenómeno histórico a retratar, sino como ejemplo de la perfección de un sistema conducente a la anulación de la personalidad, de la capacidad de los torturadores, para eliminar la propia conciencia del individuo, hasta el punto de que los seres humanos quedan reducidos a un cuerpo, que no tiene una idea propia de sí mismo, y por tanto, llega a sentir su muerte como indiferente.
Así vemos como 12 años después de la guerra, Lucia actual esposa de un célebre director de orquesta, llega a un hotel de Viena donde Max, antiguo oficial de las SS, ejerce su empleo de recepcionista, pacíficamente, olvidado por la justicia, como tantos y tantos criminales que se salieron con la suya, en Europa, o trabajando para el gobierno norteamericano, elaborando proyectos de bombas nucleares.
Como resumen, digamos que los personajes recuperan su antigua relación de dependencia mutua, como reminiscencia de la única forma de dar sentido a una existencia vacía, desde el final de la guerra y la liberación, física, que no emocional, con una mente anclada en la barbarie, con un lavado de cerebro absoluto, iniciando una particular relación sadomasoquista salpicada con flashbacks, que ilustran los antiguos abusos sufridos por ella, a manos de él, y que a su vez revela la desaparición de sus personalidades presentes, en favor de su carácter pasado:
El tiempo se detuvo en los campos, ambos dejaron de ser personas, para convertirse en víctima y verdugo, la relación más íntima posible entre 2 personas, más incluso que el sexo, o el compromiso.
Ambos renuncian a su conciencia, a su personalidad, él convertido en criminal, y ella en víctima, ambos sin identidad, sin conciencia de sí mismos, abocados a un final que ya no puedan sentir.
Su supervivencia es una anomalía, y a su vez, una traición a quienes no sobreviven, en el caso de él, por tratarse de un criminal, cuyo papel se reduce a provocar el mal físico, y que escapa libre; en el de ella, por haber visto morir a sus semejantes, y haber eludido su suerte.
Lo más dramático de ambos personajes, es que sus casos son auténticos:
Realmente hubo relaciones físicas, entre oficiales nazis y presos judíos, a veces forzadas, y otras veces consentidas, relaciones que a veces generaban pequeños privilegios, e incluso milagros de supervivencia, en favor de éstos en los propios campos, pero también, había amantes judíos que intentaban la exculpación de los oficiales nazis detenidos; antiguos presos que no podían marcharse del territorio del campo una vez liberados, anhelantes de la única identidad que quedaba en ellos, la de víctimas; en general, una eliminación de la conciencia, y de la memoria de la persona, unida a un profundo sentimiento de culpa, por constituirse en excepciones de supervivencia, en una tendencia al exterminio, que anulaba por completo, el carácter humano de unas personas convertidas para siempre en fantasmas, entre los que la tasa de suicidios, tras haber sobrevivido a un régimen criminal, se disparó exponencialmente.
A la aureola de mito, no fue ajena la interpretación de Dirk Bogarde y Charlotte Rampling, la pareja protagonista, que dieron una lección magistral de ductilidad y matices, en personajes tan turbios como escabrosos.
Si en su momento Il Portiere di Notte obtuvo excelentes críticas, fue debido en gran parte al soberbio trabajo de estos actores.
Grandísimos actores que dominaban, como nadie, los recursos de contención dramática, sobrios, elegantes, pues aquí, se despojaron de toda contención, y se lanzaron a representar una pasión sexual desaforada, sucia, al margen del mundo, y sólo dispuesta a satisfacer sus instintos.
Aunque lo hicieron con la moderación propia de la época, y de su estatus de estrellas, hay que ver esas secuencias, y trasladarse a aquellos años, para darse una idea cabal de lo que entonces significaron.
Los personajes no son los típicos buenos o malos; son moralmente ambiguos; tal cual es el ser humano en la vida real.
Il Portiere di Notte es el claro ejemplo de que, narrativamente, el cine europeo le da mil vueltas al cine americano comercial, donde los personajes mantienen su moral, y su dignidad intocable durante toda la cinta.
Así entonces, el trabajar de noche tenía para el papel de Bogarde una trascendencia moral:
La vergüenza por sus acciones en la guerra.
El momento actual, durante el film, se hace trizas, y se hacen la ilusión de que nada ha cambiado, porque ella sigue siendo su pequeña sometida y viciosa, y él sigue siendo su macho dominante.
O tal vez es al revés, porque los papeles también se intercambian, y no se sabe quién posee a quién, o si se poseen los 2 quemándose en una hoguera incandescente, inagotable, mortífera, porque los conduce a la destrucción que ya ambos sabían que tendría que llegar.
Me parece que Dirk Bogarde tiene el rostro más impenetrable y misterioso del cine, sobre todo, el que transmiten sus ojos y la expresión entera de su cara.
Me parece impredecible, en ese papel de hombre con aspecto frío y atildado, de auténtico y perfecto mayordomo, una máquina perfecta para el trabajo donde parece que no existe corazón, ni sentimientos, ni vida propia...
Y, sin embargo, es un volcán de pasión y de fuerza.
Aunque en Il Portiere di Notte, el motor que conduce la historia es la bondad de su personaje, que hace lo que sea, hasta “morirse” de hambre, con tal de salvar la vida de la joven Rampling; una actriz con apariencia recatada que luego sorprende llegando al puro erotismo.
La verdad, es que da gusto ver la transformación de los personajes de Bogarde y Rampling; pasan de lo racional a lo animal, elegantemente conducidos por Liliana Cavani; que nos cuenta una historia donde lo visceral se antepone a lo formal.
Además, de cargar contra el filme, por atentar contra los principios de la castidad más retrógrada, determinados colectivos se enfurecieron, porque no veían moralmente asumible, el sentimiento de conmiseración hacia el agente nazi con el que, según decían, se pretendía amigarnos.
Asimismo, consideraron estúpido e indecoroso por parte de Liliana Cavani, esperar que la gente se creyera, que una judía recluida en un campo de concentración pudiera enamorarse, nada menos, que de un nazi que medio la idolatraba, y medio la torturaba.
Lo de siempre, a la gente le interesaba más criticar lo que había por debajo, encima, y detrás de Il Portiere di Notte, que a la película en sí.
Ya que como cité, en el momento de su estreno, Il Portiere di Notte causó gran escándalo por su atrevido argumento:
Una película basada en la relación masoquista, entre un oficial nazi y una de sus víctimas, resultaba una idea transgresora con obvias consecuencias mediáticas, como bien debía saber la directora y guionista Liliana Cavani, cuando preparaba este explosivo cóctel.
E ingresamos aquí, en uno de los tantos terrenos pantanosos, y sumamente complejos, que este desafiante film decide transitar.
Porque en la repetición de la historia que vuelve a dar cuerpo a los fantasmas, Cavani no parece alejarse de esta aseveración.
Y en el ambiguo discurrir de un discurso que condensa de manera, cuanto menos cuestionable, los laberintos de la mente con la omnipotencia de los hechos, todo se confunde de manera irremediable.
Citando palabras de la realizadora:
“Todos somos víctimas o asesinos, y aceptamos estos papeles voluntariamente.
Sólo Sade lo ha comprendido bien.
En cualquier relación, existe una dinámica víctima-verdugo, expresada con menor o mayor claridad, y generalmente vivida a un nivel inconsciente.
Tanto en esta ficción como en la vida real, existen los verdugos y sus víctimas”
El pensamiento, de que las condiciones hacen al hombre y a sus actos, no es patrimonio exclusivo de la directora y, sin embargo, no dejan de ser una búsqueda de justificación al menos discutible.
Transmitiendo la noción de que, en situaciones límite cualquiera puede hacer cualquier cosa, puede entablarse esta peligrosa idea.
El pasado nunca duerme.
Se acurruca silencioso en un rincón, entorna los ojos, y mira discretamente, y pueden pasar eras sin que intervenga con violencia.
Hasta que un hecho lo hace saltar, remover la memoria, y reclamar su lugar en el presente.

“O zittre nicht, mein lieber Sohn”
(O no tiembles, hijo mío!)



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