The Rose Tattoo

“You have put your heart in the marble urn with the ashes.
And if in a storm sometime, or sometime when a ten-ton truck goes down the highway, the marble urn was to break!”

Desde la Edad de Piedra hasta nuestros días, la simbología y las tradiciones de los tatuajes a lo largo de la Historia, son apasionantes.
Los antiguos pobladores de la Polinesia, fueron los primeros en grabarse motivos en la piel.
Los hombres se tatuaban hasta tal punto, que no quedaba un trozo de piel desnuda en su cuerpo.
Es la Polinesia, el lugar que tiene la reputación del tatuaje más artístico en el mundo antiguo, caracterizado por figuras geométricas.
De hecho, el término “tatuaje” o “tattoo” en inglés, tiene un origen polinesio.
Más concretamente, en la palabra polinesia “ta”, que significa golpear, o en la expresión “tau-tau” utilizada para hablar del choque entre 2 huesos.
Todas las culturas, que han practicado el arte de tatuar, le han atribuido al tatuaje, un significado distinto a los símbolos reproducidos:
Fecundidad, poder, belleza, erotismo.
El tatuaje, también, parecería tener un significado transcultural, porque se presta a una práctica compartida:
Imprime en modo indeleble, sobre lo más íntimo, el propio cuerpo, símbolos de otras culturas, como deseo y necesidad de una diversidad cultural.
El tatuaje puede cambiar la identidad de una persona, causando efecto en cómo la persona tatuada es vista por los demás, y cómo ella se ve a sí misma.
Los tatuajes son como “señales de carretera” cuando un tatuaje marca un momento significativo de la vida de alguien, este puede ser “suficientemente poderoso, para regresarla a ese estado de espiritualidad”
Los tatuajes pueden hacer sentir a una persona parte de una comunidad, pero por otro lado, el hombre resalta la necesidad de marcar diferencias, exalta la propia autonomía, haciéndose tatuar para imponer su identidad, y huir de la uniformidad.
Detrás del acto de tatuarse, se esconde una necesidad comunicativa:
Muchos quieren transformar el cuerpo en un imperio de símbolos, convirtiéndolo en un instrumento lingüístico.
Sobre el cuerpo se graban pensamientos, obsesiones, secretos, y pasiones para transformarse en una “vestimenta” o en una “extensión indumentaria”
Las rosas, son sin dudas, las flores más populares, sobre todo para los tatuajes.
La lista de temas que involucran a la rosa es ilimitada:
Desde su aroma, sus propiedades terapéuticas, sus espinas... son flores muy poéticas, e inspiradoras, y seguramente por eso, es que son tan tatuadas.
Como símbolo de la pasión, la castidad y la pureza, la rosa es la flor suprema, la más apreciada de entre todas las flores.
Regalar una rosa roja quiere decir, sin lugar a dudas, “Te Quiero”, mientras que una rosa sin espinas, simboliza “amor a primera vista”
Las rosas amarillas indican alegría, las blancas “adoración”, las de color rosa pálido simpatía y admiración, y las de color naranja entusiasmo.
Durante la Edad Media, la rosa blanca fue un símbolo de la virginidad, y las rosas rojas simbolizaban el amor, tanto “espiritual” como romántico.
Al menos, una docena de santos y santas, tienen relación con la rosa como, Santa Teresa de Lisieux, también conocida como “Santa Teresa de las Rosas”
La propia Virgen María, es llamada “La Rosa Mística”
Los primeros rosarios, estaban formados por guirnaldas de rosas, más tarde se sustituyeron por cuentas talladas con forma de rosa, y hoy en día, habitualmente están fabricados de cuentas lisas, aunque conservan su nombre original.
La rosa está plagada de simbolismos, aunque sobre todo tiene que ver con el amor, la pasión, la belleza y la sangre.
“In Sicily everybody’s a baron that owns a piece of land and a separate house for the goats!”
The Rose Tattoo es una película del género drama/romántico con tintes de comedia, de realización estadounidense, dirigida en 1955 por Daniel Mann.
Protagonizada por Anna Magnani, Burt Lancaster, Marisa Pavan, Ben Cooper, Virginia Grey, Jo Van Fleet, Mimi Aguglia, Larry Chance, Sandro Giglio, entre otros.
El guión es de Tennessee Williams y Hal Kanter, basados en la obra teatral homónima de Tennessee Williams.
The Rose Tattoo obtuvo el Premio Oscar a la Mejor Actriz Principal para Anna Magnani, Mejor Dirección de Arte, y Mejor Fotografía; además fue nominada para el premio correspondiente a la mejor película, actriz secundaria (Pavan), banda sonora (Alex North), vestuario en blanco y negro (Edith Head) y montaje.
La actriz italiana Anna Magnani ganó un premio Oscar, hito inusual, pues hasta tiempos recientes, tal premio, solía recaer casi siempre en actores estadounidenses y británicos, curiosamente, Magnani fue la primera italiana en ganar el premio Oscar en actuación, pero Sophia Loren tiene el puesto, de haber sido la primera en ganarlo hablando italiano, a diferencia de Anna que lo hizo en inglés.
Temperamental, supersticiosa, volcánica, hipocondríaca, fumadora de cigarros, y vidente, Tennessee Williams dijo refiriéndose a Anna Magnani:
“Nunca vi una mujer más hermosa, de ojos tan grandes, y piel como el jabón Devonshire”
Magnani fue actriz de intensa capacidad dramática, sublime en los planos cortos, y gesticulante cómo pocas.
Su nervio interpretativo, y una bella “fealdad” mediterránea, le convirtieron en la italiana vociferante por naturaleza.
Lejos de los estereotipos provocados por las anatomías de sus compatriotas contemporáneas, Magnani suplía la falta de encantos, con un amplio elenco de guiños, muecas, y gestos emparentados con el espíritu femenino de la Italia profunda.
Así fue como el escritor, Tennessee Williams, uno de los personajes públicos que más ensalzó a la actriz romana, realizando declaraciones que versaban sobre la salvaje belleza de Magnani.
Todos hemos oído aquello de “detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer”, esto quizá pueda sonar un poco trasnochado a día de hoy, aunque quizás podríamos aplicarlo diciendo que:
“Detrás de una gran película, siempre hay una gran novela/libro”
Aquí nos encontramos con el precedente de que uno de los grandes, escribió 4 años antes, la novela “The Rose Tattoo”, además Tennessee Williams también es autor de gran parte del guión.
Williams no pensó en Anna Magnani para el papel de Serafina Delle Rose.
No, en realidad, escribió el papel para ella, ya que eran grandes amigos.
La Magnani, no asistió a la ceremonia de entrega del Oscar, porque estaba convencida de que no iba a ganarlo.
Creo que con esto se dice casi todo, aunque la Magnani no se atrevió a representarla sobre las tablas de Nueva York, debido a sus problemas con el idioma inglés, por lo que actuó en su lugar Maureen Stapleton.
Para convencerla de que hiciese la versión en cine, Williams le mandó el guión traducido al italiano.
Si además, añadimos al monstruo de Burt Lancaster, pues el resultado es una maravillosa película.
La Magnani es pura pasión, pleitesía hacia su finado esposo, férreo control sobre su hija, rabia y odio hacia quien osa mancillar el honor de su idolatrado marido fallecido, y entrega hacia lo que ama.
Por otro lado tenemos a Burt, grande, torpe, cándido, alegre, tosco, y con un corazón que no le cabe en la camisa.
Injustamente, no le dieron un Oscar a Burt Lancaster, ese completo actorazo al que jamás había visto hacer un papel tan complicado, y tan alejado de los habituales.
Luego está el tatuaje, ese tatuaje que tantos quebraderos de cabeza causo, y seguirá causando.
La fotografía de James Wong Howe, de un expresivo B/N, envuelve la historia en un contexto de luces atenuadas, abundantes manchas negras, algunas sombras fantasmales, y escenas nocturnas, en las que el color potencia el sentido opresivo e incómodo de la acción.
Algo parecido, ocurre con el ritmo entrecortado y desigual de la primera parte de The Rose Tattoo, destinado a provocar en el público sentimientos de incomodidad y rechazo, de ideas, actitudes y algunas personas-símbolo.
El trabajo de cámara, preciso y contenido, subraya el patetismo del discurso general, en especial, el de algunos de sus pasajes.
“You love your people but you don’t understand them.
They find God in each other.
And when they lose each other, they lose God and they’re lost.
And it’s hard to help them”
La acción en The Rose Tattoo, transcurre en una pequeña localidad del sur de EEUU, ubicada junto al mar, en una barriada marcada por la pobreza, la ausencia de servicios públicos, el primitivismo de las gentes, y la marginalidad.
La protagonista, Serafina Delle Rose (Magnani) idolatra a su marido, ella trabaja en casa como modista de la vecindad, y profesa concepciones sobre la moral, las costumbres, la religión, las relaciones familiares, y el papel de la mujer en la casa, saturadas de convencionalismos, y viejos prejuicios, que limitan sus habilidades, y la hunden en la soledad, la represión, y la desesperación.
Pero la población en la que viven estos estadounidenses de origen italiano, se ve alterada, cuando la policía mata a un camionero Rosario Delle Rose (Larry Chance), esposo de Serafina, mientras hacía contrabando.
Al mismo tiempo, Rosario mantenía una relación extramarital con una elegante chica de club, Estelle Hohengarten (Virginia Grey); circunstancia que Serafina desconocía.
Una vez viuda, Serafina Delle Rose está profundamente afligida, y con el paso del tiempo se aísla más y más en sí misma.
Ella pretende que su hija adolescente, Rosa (Marisa Pavan) haga lo mismo, pero ella se acaba marchando para vivir con su novio, el marinero Jack Hunter (Ben Cooper)
Es entonces cuando un hombre apuesto, Alvaro Mangiacavallo (Burt Lancaster), también conductor de camiones, entra en la vida de Serafina.
Este hecho, coincide en el tiempo, con el descubrimiento de la pasada infidelidad de su marido, hecho que provoca un progresivo distanciamiento del recuerdo honorable que Serafina profesaba hacia su marido.
Con el paso del tiempo, la mujer fue paulatinamente, liberándose del pesado yugo impuesto por la sociedad, que la colocó en la casa, y que la obligó a ejercer su perfil doméstico, casi con exclusividad, y de alguna manera, pudo conciliar su rol de ama de casa, con aquellos que fueron surgiendo de sus propios gustos y elecciones.
The Rose Tattoo muestra al espectador, un interesante perfil psicológico donde una mujer, de mediados del siglo pasado, presa de las tradiciones y las creencias, se debate entre seguir el mandato social, religioso, cultural señalado como el accionar correcto, o romper en añicos las imposiciones y prejuicios, y darse permiso para reencontrar la felicidad.
Durante la primera parte de The Rose Tattoo, la fuerza de Anna Magnani es tal, que no precisa rival que le dé cancha.
Ella se basta y sobra para llenar el escenario.
En la segunda parte, el contrapunto lo pone Burt Lancaster quien, a mi parecer, es el único actor capaz de “enfrentarse” a ella.
Ese tándem, presagiaba tardes de gloria incandescentes, hogueras de pasión, y la cosa se quedó, en fuegos artificiales por arte y parte, de un director al que condicionaron demasiado los tiempos del qué dirán...
“They go to the bars, fight in them, get drunk, get fat, put horns on the women because the women don’t give them the love which is glory.
I did, I give him the glory.
To me the big bed was like a religion”
Resulta interesante la descripción que se hace del ambiente que reina en el profundo Sur de EEUU, en los años 40, y primeros 50.
El peso de las concepciones arraigadas, y sacralizadas, que coartan la libertad de las personas, que las someten a un control social opresivo e hipócrita, que justifican las prácticas de la doble moral, y consagran el dirigismo religioso, queda plasmado con eficacia, y de modo que conmueve e inquieta al espectador.
The Rose Tattoo hace uso frecuente del contraste, para dar relieve a las situaciones, y a las incidencias de la acción.
Mediante la yuxtaposición de planos, escenas, y personajes contradictorios, The Rose Tattoo dice más cosas de las que se manifiestan en los diálogos, y las palabras.
En este sentido, aportan significación y profundidad dramática, las divergencias entre la madre y la hija, la contraposición de la casa familiar, y la sala de fiestas del “Mardi Gras Club”, el templo católico, extremadamente aseado y ordenado, frente al aspecto de abandono y suciedad, de los espacios de la vecindad que rodea la casa de Serafina, etc.
Anna Magnani, ese ciclón, tsunami, fuerza de la naturaleza.
¿Sobreactuando?
¿Sobreactúa un huracán?
Ella es la fuerza y el temperamento, en el país de las maravillas.
The Rose Tattoo fue la primera película en los United States, y Oscar a La Mejor Actriz para la Magnani.
Ahí queda eso, ¡Forza Italia!
Anna de las mil furias, compartiendo cartel con un Burt Lancaster, magistral pero humano.
Anna no.
Ella está en otra dimensión.
Ella es la casta, la raza, el coraje...
Ella es Sicilia, con su Madonna, y sus siglos de historia, y supervivencia.
La interpretación de Anna Magnani es apasionada y gestual, como corresponde a un personaje siciliano.
En la escena de la sala de fiestas, se dejan ver curiosamente, Tennessee Williams y Hal Wallis, y es curioso que al personaje más presente en la obra, Rosario Delle Rose, marido de Serafina, sólo se le vea de espaldas, entre sombras, o en la lejanía.
Nunca se le ve el rostro.
De ese modo, Rosario adquiere una dimensión espectral, que previene sobre el alcance, y la trascendencia de su papel dentro del relato.
Sobre este personaje, el espectador sabe desde el comienzo, más cosas que la esposa, por motivos concretos e intencionados, que se relacionan con la interacción que se da entre el público, y la figura de Serafina.
No puedo negar que el terremoto Magnani conmueve mis estructuras.
Y lo hace aún, reconociendo que el bueno de Burt está sublime, como nieto poco espabilado del tonto del pueblo.
Mezcla explosiva esa de cuerpo atlético, cerebro en vías de desarrollo, y una viuda consolable siciliana.
Con gotas de calor sureño, y esas camisetas mojadas tan propias de Tennessee Williams.
¿El resultado?:
Un cóctel Molotov, rebautizado como “Cóctel Delle Rose”
Un romance apasionado, tórrido e incandescente, al que un director demasiado cohibido, como Daniel Mann, parece desposeer de esa fuerza bruta que, sin duda, debió transpirar la novela, para sujetar la historia a los convencionalismos más pacatos.
“Evil Eye”
Conviene destacar, además, el uso de símbolos e iconos, habituales en Tennessee Williams, que en el presente caso, se concretan en los tatuajes de la rosa, la imagen de la Inmaculada, la camisa de seda color de rosa, las continuas fugas de la cabra de la vecina bruja, el descuido en el vestir de Serafina, los corsés de ésta y otros.
El tema de la represión sexual en The Rose Tattoo es fuerte y continuo.
“La Strega”, siempre a la escucha en el Serafina, es un agente importante de este chisme, y actúa como su torturador principal.
Desde que Serafina había quedado sola, por la muerte de Alvaro, actuaba extrañamente, que se convirtió en el objetivo central de chismes del lugar, una especie de “Santo Grial” para quien, en realidad, podría detectar la sospecha de ciertas irregularidades en esa casa cerrada.
Pero mientras los chismes desempeñan su papel, uno de los mayores problemas con la vida el amor de Serafina, es el deterioro lento, de su adoración a Rosario como un dios.
Porque ella había sido tan feliz con él, sin saber lo que estaba haciendo a sus espaldas, Serafina quedó impactada cuando Rosario murió y este se fue de repente de su vida, se hizo muy difícil para ella para abrirse a alguien más.
Aquí, Williams explora las emociones populares, del sentir de las personas comprometidas en matrimonio, cuando estas experimentan una pérdida amorosa.
A medida que la imagen del Rosario se agrava, Serafina comienza a sospechar que el rumor puede ser cierto, de que Rosario la engañaba, siendo en realidad el problema para ella y que no le ayuda, porque además de perder al hombre mismo, también perdió el buen recuerdo de él.
Su miedo a las relaciones románticas, también se manifiesta en su relación con Rosa, después de que ella se da cuenta, de que ella se ha interesado en Jack el marinero.
Mientras que sería normal, para una chica de 15 años, se case en una familia siciliana de 1950, como Serafina lo hizo, todavía tenía que lidiar con el problema universal, de la incapacidad de la mayoría de los padres, para hacer frente a sus hijos cuando estos alcanzan la madurez sexual.
Esto hace, que sean reveses de menor importancia, en la mayoría de las familias, pero en una situación como la de Serafina, en la que el padre tiene un trauma del pasado, asociado con el compromiso romántico, el problema va desde la neurosis hasta la psicosis.
Es importante señalar, que Serafina no acepta la condición de mujer de Rosa, su hija, hasta que ella misma, ha aprendido a apreciar la compañía de un hombre nuevo, con Alvaro.
El tatuaje de rosa es un símbolo, por lo que abarca varios de estos temas en The Rose Tattoo que se han tocado.
En esta obra de Tennessee Williams, el tatuaje de rosa es un símbolo de amor, el sexo, la vulnerabilidad emocional, y la procreación.
Rosario fue elogiado por Serafina, por encarnar todas estas cualidades en su vida, y ella le coloca una gran importancia en el tatuaje de Alvaro, incluyendo el nombre de su hija.
También, es de notar que sin el conocimiento de la historia de Serafina sobre la rosa, Jack llama a Rosa, una rosa, utilizando el mismo símbolo, que es coincidencia que muestra la universalidad del símbolo.
Es magnífica la escena en la que Serafina, recelosa respecto a las intenciones que el joven Hunter tiene para con su hija, obliga al joven, previo interrogatorio severo; a arrodillarse ante una imagen de la Virgen, y jurar que mantendrá a salvo la inocencia de la joven Rosa.
Tampoco tiene desperdicio, la escena en la que Mangiacavallo, intentando atraer la atención de Serafina, se pone a torear una cabra en pleno jardín, aplastando todos los tomates de la familia Delle Rose.
Así como la bruja, y el mal de ojo, me resultaron impagables.
La banda sonora corre a cargo, del siempre brillante Alex North, que acierta en esta ocasión con la inserción de canciones profundamente melancólicas, como “The Rose Tattoo” y “Como La Rosa”, ésta cantada por Rosa.
Ofrece fragmentos descriptivos y bailables, no exentos de cierta ironía, de “El Jeque Árabe” y son magníficamente tristes los cortes de “Out Of Nowhere”, a los que The Rose Tattoo, en mi opinión, debe más de lo que parece.
El director, Daniel Mann, juega con el rol editado por Magnani, con esa fructífera esencia italiana, de la mujer de escasa cultura, trabajadora hasta la extenuación, Serafina regenta un encubierto negocio de modista, de extracción rural, y sometida a la religión, y las tradiciones.
Williams idealiza en su historia, la estampa del matriarcado sumiso, un referente que sitúa al varón como estandarte familiar, dejando para la profundidad del hogar, el liderazgo materno.
La joven actriz Marisa Pavan, nacida en Cagliari, y hermana gemela de la también actriz Pier Angeli, realiza un enorme trabajo, repleto de carácter y sensualidad.
La hija de Serafina, representa el cambio generacional, la ruptura comedida con las arcaicas costumbres sicilianas.
Burt Lancaster, en cambio; parece exagerado, en un rol difícil de manejar, sobre todo, cuando enfrente se tiene a “La Mannarella”
El vals interpretativo se transforma en rock’ n’ roll, dejándose llevar por las piruetas mímicas de la actriz del Latium.
Y en ese aspecto, Lancaster no sabe llevar el ritmo adecuado.
Así las cosas, The Rose Tattoo debe contemplarse con la retina centrada en Anna Magnani, que realiza uno de sus más apoteósicos dibujos, fortaleciendo con su presencia el ritmo del film, conjugando penas y alegrías de un modo soberbio.
Lección magistral de interpretación por parte de Magnani, en una película correcta en estructura, ritmo narrativo, y fondo argumental.

“I’m satisfied to remember the love of a man that was mine, only mine!
Never touched by the hand of nobody but me!”



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