The Man Who Shot Liberty Valance

“I don't want to kill him, I just want to put him in jail!”

¿Qué es más digno, la fuerza o la ley?
¿Puede acaso la ley, imponerse sin fuerza?
¿Debe alguien imponer la ley desde la ilegalidad?
La genialidad de los Estados Unidos no destaca principalmente en sus gobernantes o en sus leyes, ni en sus embajadores, sus autores, sus universidades, sus iglesias o sus salones de belleza, ni siquiera en sus periódicos o inventores, sino sobre todo, en la gente corriente.
La no violencia es mucho más que una práctica, táctica, estrategia, o formas de actuación, o una ideología política, que consiste en no recurrir a la violencia, ya sea como método de protesta, o como respuesta a la violencia, sino que es una opción cultural, y civilizatoria alternativa, que pretende la humanización de la humanidad, esto es una apuesta por el poder de la vida.
Así, hay personas que no usan la violencia, ya sea porque les resulta física, o psíquicamente difícil, o imposible, o porque sus creencias religiosas, morales o éticas se lo impiden de manera radical; pero, la no violencia es mucho más que no usar la violencia, es buscar alternativas para reducir el sufrimiento, el daño y la violencia entre los seres vivientes.
“This is the West, sir”
The Man Who Shot Liberty Valance es una película del género western, dirigida por John Ford en 1962.
Protagonizada por James Stewart, John Wayne, Lee Marvin, Vera Miles, Edmond O'Brien, Andy Devine, Ken Murray, John Carradine, Jeanette Nolan, John Qualen, Woody Strode, Lee Van Cleef, Strother Martin, Denver Pyle, entre otros.
El guión es de James Warner Bellah y Willis Goldbeck.
The Man Who Shot Liberty Valance no es solamente, para mí, el mejor western de la historia del cine:
Es una de las mejores, ENORMES películas que se han hecho jamás y uno de los westerns más prestigiosos de su director, y un clásico del género en definitiva.
La historia está adaptada a partir de un relato corto escrito por Dorothy M. Johnson.
The Man Who Shot Liberty Valance estuvo nominada al Oscar solo como mejor vestuario en Blanco & Negro, labor realizada por la inconmensurable Edith Head.
El Western, género por excelencia de forasteros que llegan a un pueblo a cambiar el paradigma, jinetes sin nombre que vienen a hacer justicia por los que no pueden hacerla.
Lugar donde se crean las leyendas.
Los puebluchos de un oeste que recién se forma, migraciones del este hacia un lugar desconocido, lleno de posibilidades para todos, están siempre regidos por la “no-civilización”, no en el sentido de los indios, pero de los forajidos, de los malhechores que roban a las carretas inocentes, matan sin culpa, y generan un estado de miedo y terror en los habitantes del pueblo.
Para el año 1962, John Ford tenía 68 años, y John Wayne 55; para entonces ya habían colaborado en multitud de películas, entre ellas, algunos de los westerns más memorables de la historia; pero su Época Dorada llegaba a su fin.
No sólo la de ellos, sino también la era de gloria del western, ese subgénero tan particularmente americano, que ha dado alguna de las mejores películas de la historia del cine; y John Ford lo sabía.
Sabía que era hora de enterrar una era, para dar paso a los nuevos tiempos, pero no quiso hacerlo sin antes dejarnos esta maravillosa mirada nostálgica al pasado.
The Man Who Shot Liberty Valance no basa su propuesta en la típica acción, y la tensión de los duelos entre pistoleros, sino que propone de base, un discurso idealista y utópico, donde se abordan temáticas más complejas, que van más allá de la ley de la pistola y del más rápido.
Funciona a tantísimos niveles:
The Man Who Shot Liberty Valance es un western, una película histórica, una historia de amor, un drama, tiene elementos de comedia, acción, star system, lágrimas, sonrisas y expectación.
The Man Who Shot Liberty Valance es una de las últimas películas del oeste que dirigió John Ford, y es en ésta, en la que despliega toda su melancolía hacia el género del que fue gran creador y maestro.
El gran director pretendía con esta película, hacer un personal homenaje al género del western, y lo hace de una forma magistral, enseñándonos cómo fue el cambio del mundo del lejano y peligroso oeste de sus primeras películas, a un oeste ya modernizado:
La llegada de un abogado que trae la cultura a un pueblo, donde la ley que rige, es la del más rápido.
Esta idea de nostalgia, probablemente, fue la que empujó a Ford a rodar The Man Who Shot Liberty Valance en blanco y negro, cuando ya el color era de uso generalizado en todas las grandes producciones.
Gente más malévola, podría sugerir que la razón podría ser, el tratar de disimular la edad de Wayne y Stewart, por entonces por encima de los 50, pero que debían encarnar a personajes mucho más jóvenes en buena parte de la historia.
Sea como fuere, el hecho es que fue todo un acierto, añadiendo un dramatismo en determinadas escenas:
El duelo, o la posterior borrachera de Doniphon (Wayne) que probablemente no habrían alcanzado de ser en color, además de darle el toque añejo que el argumento requiere.
The Man Who Shot Liberty Valance es, ciertamente, un western atípico.
Atípico en sus planteamientos de mirada al pasado, o por esos toques de romanticismo que abundan durante todo el metraje.
Y es que, aunque externamente está disfrazada de western, el argumento encierra muchos temas para el debate:
El progreso como construcción de un nuevo mundo, y destrucción del viejo, la verdad detrás de las historias que conocemos, la justificación de medios extremos para lograr un fin noble...
A pesar, o además, de todo esto el mérito de The Man Who Shot Liberty Valance está en su emotividad, y en lo entretenida que es, ya que se pasan las dos horas que dura volando.
Creo que es importante remarcar, el antológico comienzo en el que en muy pocas palabras, se nos implica y se nos explica, porqué llega Ransom Stoddard (James Stewart) al pueblo de Shinbone, y se nos da a entender, que algo de gran trascendencia pasó en ese pueblo unos años atrás.
Todo eso a base de miradas, abrazos y reencuentros.
Probablemente, el primer “Western Crepuscular” de la Historia, con The Man Who Shot Liberty Valance Ford muestra una preciosa relación de amistad entre los personajes protagonistas, pero también la más encarnizada de sus disputas; Stoddard (Stewart) pretende acabar con la violencia y las injusticias del salvaje oeste a golpe de ley, algo que Tom Doniphon (John Wayne) no es capaz de entender.
El presente frente al pasado, la ley frente a la violencia.
Doniphon representa esa era, en la que los conflictos se resolvían a balazo limpio, mientras que Stoddard simboliza la instauración de la ley y la democracia en el Salvaje Oeste.
Es decir, para Ford, la llegada de los nuevos tiempos está asociada a la hipocresía, la falsedad, etc.
Además, es significativo constatar las escasísimas escenas rodadas al aire libre.
Los espacios abiertos, característicos del western clásico, son sustituidos por espacios más reducidos, e incluso claustrofóbico, otra connotación negativa del cambio de los tiempos.
Pero al mismo tiempo, Ford nos habla también, de cómo se construye el mito, el cual no es más que una deformación de la realidad, y una vez construido, ya no nos importa, si tuvo o no tuvo una base real, base fundamental no sólo de la historia reciente de un país joven, sino de un género cinematográfico que llegó a los años 60 agotado y totalmente exprimido.
Con esto, el comandante Ford, pasa revista con los ojos bien abiertos a 2 de sus grandes pasiones:
Los mitos del western y la democracia americana.
Y lo hace no desde su mirada habitual, sino a través de la pupila de un Jimmy Stewart de vuelta de todo, y un tanto cansado.
Primer acierto de The Man Who Shot Liberty Valance:
Stewart, que no era de los habituales de Ford, representaba como nadie, al típico americano medio, pero es a través de su mirada resabiada, ambigua, y un tanto escéptica, que decide mirar Ford, y lanzar sus dardos.
El Salvaje Oeste, con sus sheriffs, indios, pistoleros, su lucha descarnada por la supervivencia, tiroteos, y cabelleras despellejadas; una vez cumplido su rol histórico, de abrir paso al naciente capitalismo yanqui, retira al séptimo de caballería, y entrega las llaves de la ciudad a la división de poderes, las elecciones, la Constitución, la Cámara de Representantes, y la Quinta Enmienda.
Al menos eso es lo que cuentan...
John Ford sitúo la acción de esta colosal obra maestra de 1962, en el tránsito entre 2 épocas y 2 mundos.
El progreso llega subido a una locomotora de tren, quizá la misma que sirve para abrir y cerrar este western prodigioso.
Los tiempos del Salvaje Oeste van dejando paso a otros, en los que impera un nuevo orden y una nueva ley.
Ya nadie recuerda aquellos tiempos, no figuran en los archivos, tal vez porque, aquellos tiempos empezaron a morir el día que mataron a Liberty Valance.
Me apetece no hace la sinopsis y apuntar 3 o 4 escenas, sin intenciones de profundidad o clarividencia cinéfila.
Primero:
James Stewart (Ransom Stoddard) recibe una fenomenal paliza a manos del malo malísimo, un ENORME Lee Marvin como Liberty Balance en un encuadre, por supuesto, acontecido fuera de campo:
Los grandes hacían gala de cierta ética, que algunos confunden con mojigatería.
Cuenta le leyenda, a partir de ahora será lo único que nos interese, que a Stewart le costó recordar sus frases durante varias de estas tomas, algo bastante inusual, por cierto.
Ford se acercó a él, y le susurró:
“Jimmy, tú no eres un cobarde, ¡tú no eres un cobarde!”
Y es que si ven The Man Who Shot Liberty Balance sabrán de qué os hablo.
La siguiente toma, gimoteando entre las espuelas de Liberty, lo bordó.
La noche ha caído.
Una carreta lleva al magullado leguleyo hasta una casa donde habitan buenos samaritanos, en el polvoriento pueblucho de Shinbone.
El resto de personajes se conocen entre ellos desde largo tiempo atrás.
Se establece un alegre compadreo entre ellos:
Ir y venir atropellado, candiles, lámparas de petróleo recién encendidas, compresas de agua caliente, brebajes revitalizantes... una escena familiar, de cocina o estudio, al abigarrado estilo de un Rembrant o un Velázquez.
Una representación que tiene lugar, ante nuestros extasiados ojos, y donde a los personajes sólo les falta mirar a cámara y pedir silencio, posando el dedo entre los labios.
Segundo:
No puede haber introducción más clásica, menos ruidosa, ni más rompedora.
Estamos en hora punta, si existen horas punta en pueblos destartalados sin reloj en la iglesia.
La cantina está repleta de gente, algarabía de tipos rudos, que apenas saben utilizar los cubiertos.
Sólo nos interesan 2 estancias:
El comedor y la cocina, con puerta trasera por donde se cuelan los clientes habituales de la casa como el Sheriff “bueno para nada”, aunque no siempre paguen sus deudas.
Ahí, un bistec y una zancadilla.
Cae al suelo James Stewart con aquel porte deshecho de sus películas míticas, abatido, arrastrándose por el suelo, a la altura de las escupideras, pero nunca indigno, algo enfadado, eso es todo.
Y Lee Marvin, un mítico hijo de perra con su chaleco de cuero, la empuñadura plateada de su látigo, y la sonrisa cínica de quien se sabe más fuerte.
Sin olvidar la risa nerviosa del ENORME Lee Van Cleef a sus espaldas, carcajadas que no son coreadas, ya que el miedo, cuando es uno quién lo padece, nunca resulta gracioso.
Cara a cara, y una excusa como otra cualquiera, el uno frente al otro, el indómito y el hombre tranquilo; midiéndose los penes, sabiendo que están predestinados a pegarse tiros una tarde, en la que cualquiera de los 2 beba en demasía.
Y Stewart, recogiendo con furia el trozo de carne, devolviéndolo al plato, para no salirse de la norma y la urbanidad, y salvándole la vida a uno de los 2, sea Marvin o Wayne, cada vez más GIGANTE, sabiéndose catalizador de unos odios forjados largo tiempo atrás.
Tercero:
Stewart habla pero su mujer no le escucha; o tan solo ocurre que Stewart habla para sí mismo, encantadísimo de haberse conocido, con la chepa desgastada de recibir palmaditas en la espalda, como el ingenuo, el idealista, el hombre que apareció con un libro de leyes bajo el brazo, y se hizo famoso por... abatir al sanguinario Liberty, o eso cuenta la leyenda…
Las cosas han cambiado, ya que lo vemos bien vestido, demasiado bien vestido; su voz se ha vuelto algo afectada, sus maneras, su porte... no, no es el mismo.
Stewart se ha acabado convirtiendo en un político, uno de tantos, con facilidad para dar discursos, supuestamente improvisados (ENORME John Carradine en sus pequeños, pero suficientes, minutos), ante periodistas boquiabiertos, más pendientes de halagar que de criticar.
Dispuesto a contarnos sus batallas, a hacer épica del pasado para justificar su presente y asegurar su futuro.
Ya nos conocemos a estos profesionales del proselitismo, la endogamia, y el nepotismo.
Agradables de trato durante un breve espacio de tiempo, pero insoportables cuando se ponen a dar lecciones de dignidad y ciudadanía.
Cuarto:
El sacrificio de Tom resulta absoluto:
Al matar a Balance, salva a su rival y pierde a la mujer a la que ambos aman; al confesarle a Stewart, pero sólo a él, quién lo mató en realidad, respeta su áurea de héroe frente al público, y a la vez libera su conciencia, y le abre el camino hacia el triunfo político, triunfo que a su vez, acabará con la forma de vida de Wayne, recordemos el leve gesto de sorpresa del senador y su esposa, cuando se enteran de que Wayne hacía años que no llevaba pistola.
El ENORME John Wayne lo pierde todo a cambio, únicamente, de saber que ha obrado conforme a su imperativo moral.
Quinto, un personaje no humano:
El tren, ese caballo de hierro ligado a la historia del cine desde su nacimiento, se aleja de la estación.
La civilización está aquí, la hora de los tipos con levita y bombín ha llegado.
¿Es inevitable?
Quizás sí.
Aunque Ford posiblemente escupiría a Stewart, y todo lo que su personaje representa, desde su colmillo ladeado, y le espetaría a ese personaje algo así como:
“¡Por Cristo, quítenme a este tipo de encima!”, porque, Demonios…
¡John Wayne era el western!
Y Ford finiquitó el género, su género, en Thousand Oaks, California, una fría tarde de 1961.
Todo ello, nos remite a la ambigua opinión que The Man Who Shot Liberty Valance destila acerca del progreso.
El progreso resulta imprescindible, pero a la vez acaba con un estilo de vida, el de John Wayne, con el que Ford, en realidad, parece identificarse realmente.
Parece decirnos Ford, que en un mundo habitado no por Liberty Valances, sino por personajes sacados de “The Quiet Man” (1952), el progreso y la ley, podrían irse todos ellos al diablo.
Pero, si tuviera que escoger un momento inolvidable de The Man Who Shot Liberty Valance, sin duda sería cuando Tom le prende fuego a la casa, que había construido para vivir con la mujer que amaba...
Hace que a uno se le salten las lágrimas, comience a gritar y decir:
¡PUTA VIDA!
La amarga expresión de John Wayne en ese momento, es un puñetazo en las narices de quienes no lo consideran un actor con MAYÚSCULAS; con él, el fin de una época en el Lejano Oeste.
La transición del aislamiento indómito, sólo accesible para viejas diligencias a la moderna civilización establecida por un tren lleno de recuerdos.
Las leyendas, desfigurando una cruda realidad marcada con látigos de empuñaduras de plata en las mentes colectivas.
La Ley del Oeste fundamentada en actitudes de temibles pistoleros, apodados “Libertad” en contra de las leyes esculpidas por la razón, y la palabra de personajes enfundados en blancos delantales.
Hombres valientes y honrados, de ademanes duros, pero de corazones sensibles que ven como la mujer que aman se casa con otro...
IMPAGABLE.
Con estas frases encadenadas, se puede retratar a los 3 personajes principales, y al ambiente que los rodea, en The Man Who Shot Liberty Valance de John Ford, maestro en el arte de narrar sentimientos de lírica melancolía.
Con tacto emocional, y una espléndida definición de caracteres, Ford desarrolla su expresividad en el relato de situaciones sentimentales, en una muestra psicológica de hombres y mujeres que viven el último período de una época, la del Salvaje Oeste personificado en Liberty Valance, y la llegada de un nuevo modo de acometer la existencia, representado por Ransom Stoddard.
Dos personajes enlazados por la figura de Tom Doniphon, perdedor nato, héroe ignorado que ha fracasado en conseguir a la mujer de su vida, ha visto su hogar consumido entre llamas, perdiendo casi el sentido de su existencia, y pasando a ser un personaje anónimo...
“¿Quién ha muerto?”, pregunta un periodista de su localidad natal al principio del film.
Unos años atrás, Tom Doniphon era una de las personas más conocidas, y admiradas del lugar.
A pesar del problema de la edad de los actores, se hace difícil imaginar a otros en los papeles protagonistas.
A primera vista, puede parecer que los personajes son extremadamente simples y estereotípicos, además de haberlos visto ya encarnados por ambos actores en otras películas:
James Stewart, el defensor de la justicia, y John Wayne, el duro vaquero.
Sin embargo, bajo esa aparente simplicidad, se hayan unos personajes más complejos en un mundo en que no todo es blanco o negro, los héroes no son tan héroes, y en el que los ideales, lo correcto y lo que dicta el corazón, entran en conflicto.
El personaje de Ransom además, encarna el ideal norteamericano de nacionalismo y de justicia.
Se le ve enseñado a leer a los hombres del pueblo, y llevando en alto los principios de la Doctrina Monroe, es por esto que The Man Who Shot Liberty Valance tiene un alto contenido político.
El hombre bueno que aclama legalidad es el modelo del filme.
A pesar de que toda la historia se desarrolle bajo el punto de vista de Stewart, el verdadero protagonista es Wayne, y como tal, aparece en los títulos de crédito iniciales.
John Wayne al que se puede considerar en cierta manera limitado pero que, con los personajes adecuados, lo borda.
Además de los 2 principales, tenemos a todo un conjunto de secundarios de lujo como un ENORME Lee Marvin en la piel del malvado Valance, su villano es maravilloso, completamente arquetípico, malo, soberbio, trágico.
Liberty Valance es ese hombre arbitrario que transgrede todos los esquemas de hombre civilizado, es un villano muy malo.
Vera Miles, que sobre todo en el prólogo y el epílogo está genial, Woody Strode como el fiel Pompey, o Edmon O'Brien como Dutton Peabody, y Andy Devine como el periodista local, y el Marshall Link Appleyard, que es la nota de humor/colérico, todos ellos, y el ENORME elenco de actores que le siguen, aportan unos cuantos destellos interesante durante el visionado.
Curiosamente, otro personaje, no humano, en The Man Who Shot Liberty Valance es “La Prensa”, la cual ocupa un lugar importantísimo, pues muestra la necesidad de la libertad de opinión, aunque muchos, como Liberty, abusen para censurar dicha opinión.
También como un recuerdo de esas grandes historias, que nunca deben caer en el olvido, aunque, como le responde el periodista a Jimmy Stewart al final, cuando este le pregunta si van a escribir la verdadera historia:
“En cuanto se imprimen en tinta, dejan de convertirse en leyenda”
The Man Who Shot Liberty Valance es una de esas películas que, la primera vez que la ves, te parece una gran película, mientras que al segundo visionado, se convierte en una obra maestra.
El comienzo es especial, ese preludio al largo flashback que es el núcleo principal, gana en emoción e intensidad, al contemplar el triste final de Tom Doniphon, una vez que conoces el desarrollo posterior de la historia.
Lo curioso de The Man Who Shot Liberty Valance es que su sustancia es, básicamente política e ideológica, ya que no propone tantos duelos ni tiroteos sino que expone una premisa inteligente, que viene a renovar los aires y los convencionalismos propios del género, y lo novedoso es que se habla mucho de reorganización de la sociedad del lejano oeste, donde se trata de contraponer la educación y la racionalidad constitucional, frente a la ley de la fuerza bruta, y del poder del revólver.
En The Man Who Shot Liberty Valance se hablará de esto y mucho más, se hablará de quien está dispuesto a destruirse a sí mismo, y dejar pasar aquello que más quiere, resignándose a una vida que girará en torno a oportunidades perdidas, en aras del devaluado prójimo, especialmente devaluado en nuestros tiempos de individualismo exacerbado, de ser un cobarde voluntariamente, y demostrar sin embargo, una valentía y fortaleza insuperables.
Si, cuando el revisor se acerca a James Stewart, y le dice que al fin y al cabo el fue el hombre que mató a Liberty Balance, entonces, en ese preciso momento, uno se quiebra a llorar, por The Man Who Shot Liberty Balance es cine con matrícula de honor.
Porque sé que a veces, una mentira es más necesaria que una verdad, por una vieja casa abandonada en el desierto con una habitación que nunca se terminará, porque sé lo que pesan en el alma los “te quiero” nunca dichos, porque puedo leer en los ojos de un hombre que sabe que su tiempo ya ha pasado, porque sé que, a veces, el mayor heroísmo, es ocultar lo que se sabe, porque un viejo desaseado en una carreta sea tu mejor amigo, y por una flor de cactus llamada Tom Doniphon.
Y es que Doniphon reconoce, como nadie, el don innato de la gente, y en su cerebro existe una estructura moral en la que considera, que cada persona, tiene un fin en esta vida, y que se encuentra condicionado por su idiosincrasia.
Tom es sabedor que no es acreedor del arte de la oratoria, que no podría dirigir políticamente una ciudad, que no tiene aptitudes para ser sheriff, y que no puede enseñar a leer y escribir, como el licenciado en leyes interpretado por James Stewart, pero sí que sabe que su mejor aliado es el revólver, y que por ende, cada uno debe desempeñar la función en este mundo que tiene encomendada.
Por ello, renuncia a todo, huyendo de la gloria y del amor que podía haber conseguido, porque su fuero interno le dice que eso no es para él.
The Man Who Shot Liberty Valance es un filme que propone ideas intelectualmente “revolucionarias”, donde la razón debe hacerse camino en un terreno dominado ampliamente, por un sistema violento y arcaico.
Así los argumentos civilizados y pensados se abren paso, con mucha dificultad y reticencia por supuesto, entre el poder de fuego de las armas y la intolerancia.
En el plano jurídico, se ve el intento de protección de diversos derechos fundamentales, como es el derecho a la vida, el derecho a la libertad de expresión, a la libertad de información, a la libertad de prensa, y todos ellos se ponen en balanza, con el derecho a la justicia, que es el ingreso de Liberty Valance en prisión, ó la muerte de éste para que no cause más problemas.
En eso radican principalmente los méritos de The Man Who Shot Liberty Valance, en el “abrir” la mente de la sociedad de vaqueros, para que la diferencia de ideas no se zanje a tiros, sino con la educación, principal arma que se contrapone a la ignorancia y la terquedad violenta.
En fin, con ese disparo directo hacia la humanidad de Liberty Balance, no sólo se mata a un personaje, sino que también significa la muerte de una cultura, salvajemente violenta, y el surgimiento de una nueva forma de interacción entre los individuos del Lejano Oeste:
La de la educación y civilización.
The Man Who Shot Liberty Valance es una obra de arte, porque encarna y actualiza lo “eterno en el hombre”, y rememora el pasado, como algo que no constriñe la libertad, sino que la provoca a actuar.
La esencia de la humanidad sigue siendo la misma.
Seguimos creyendo en la idea de sacrificio, aunque parezca que la hayamos olvidado.
Seguimos permitiendo que prospere el mal en el mundo, aunque digamos que defendemos la justicia.
Seguimos teniendo ideales, y bondad en nuestros corazones, aunque el mundo nos empuje, día a día, al ostracismo.
¡Genial Ford!
¡God Bless America!

“When the legend becomes fact... print the legend”



Comentarios

Entradas populares