The Jazz Singer

“You're a jazz singer at heart!”

El cine sonoro es aquel, en el que la película incorpora sonido sincronizado, o sonido tecnológicamente acoplado con imagen.
La primera exhibición pública, conocida de cine sonoro proyectado, ocurrió en París en 1900, décadas antes de que la sincronización confiable, entre sonido e imagen, se hiciera comercialmente práctica.
La primera proyección comercial de películas, con sonido completamente sincronizado, ocurrió en la ciudad de Nueva York, en abril de 1927.
En los primeros años, después de la introducción del sonido, las películas que incorporaban diálogos sincronizados fueron conocidas como “películas sonoras”
En los años 1930, las películas sonoras eran un fenómeno global.
En los Estados Unidos, ayudaron a asegurar la posición de Hollywood como uno de los sistemas culturales/comerciales más potentes del mundo.
En Europa, y en menor grado en otros lugares, el nuevo desarrollo fue tratado con desconfianza por muchos directores de cine y críticos, a los que les preocupaba que, el centrarse en los diálogos, trastornaría la principal virtud estética del cine mudo.
Aunque las películas silentes solían ir acompañadas por un piano e incluso, en algunas ocasiones, por una banda que tocaba música compuesta “ex profeso” para el filme, el primer sistema de sonido sincronizado de uso generalizado, fue el aparato de discos grabados que diseñó la empresa Vitaphone para la Warner Brothers a mediados de los años 20.
Por supuesto, e independientemente de la calidad artística del filme, las producciones se convirtieron en grandes éxitos de taquilla; y el cine silente murió en un año.
El éxito de esas películas no sólo animó a la Warner a continuar con su procedimiento Vitaphone, y a emprender a continuación otros filmes, que consagraron el sistema situándose entre las más taquilleras de su época, y haciendo que sus canciones batieran records de ventas discográficas, sino que también, provocó una carrera entre las otras grandes productoras de Hollywood:
La Fox, con el concurso técnico de la poderosa American Telephone and Telegraph, desarrolló a su vez, su propio sistema, y la RCA fundó la productora RKO para, con la alianza de un estudio cinematográfico, propiedad de Joseph Kennedy, para explotar su sistema de sonido.
Sin embargo, el sistema Vitaphone, de grabación en disco, tenía muchos problemas de sincronización durante la proyección, y fue sustituido en 1931 por el de grabación sobre la propia película.
En muy poco tiempo, se trató de reciclar el cine ya rodado, incluyéndole a la fuerza sonido, y se empezó a hacer otro ya concebido para la nueva e imparable demanda.
Las consecuencias de un proceso tan rápido, se manifestaron en los más diversos aspectos:
Desde la readaptación de las salas para dotarse de los nuevos equipos al despido masivo de los músicos que, en directo, habían ilustrado la acción.
Desde la necesidad de rodar, casi íntegramente, en estudio para evitar problemas de sonido, a la incorporación apresurada de guionistas y actores que supieran trabajar con el diálogo, en cierto modo supuso que el cine descubriera un competidor, y una fuente de colaboradores, el teatro.
Desde el cambio de ritmo narrativo, al ser innecesarios los carteles que interrumpían la acción para insertar palabras, a la relativa pérdida del valor de la pura imagen cuando este aspecto se había perfeccionado.
Desde aquellos tiempos del sonoro primitivo, no se ha producido en el cine, otro cambio de semejante trascendencia:
La aportación del color, o de la pantalla panorámica, las nuevas calidades de películas, y de cámaras cada vez más sofisticadas, o más ligeras, o el recurso casi universalizado, al sonido directo y los consiguientes perfeccionamientos técnicos, no han hecho más que añadir mejora a la espectacularidad, o a la autenticidad de las películas que, sustancialmente, siguen utilizando los mismos elementos básicos.
“For the first time, we have no Cantor on the Day of Atonement”
The Jazz Singer es una película de 1927, dirigida por Alan Crosland.
Protagonizada por Al Jolson, May McAvoy, Warner Oland, Eugenie Besserer, Otto Lederer, Bobby Gordon, Myrna Loy, entre otros.
El guión es de Alfred A. Cohn, con títulos de Jack Jamunth, adaptado del relato breve “The Day Of Atonement” (1922), basado en la vida de Al Jolson, y la obra de teatro “The Jazz Singer” (1925), de Samson Raphaelson.
La obra teatral “The Jazz Singer” había sido un éxito en Broadway en su versión original de 1925, y revivió en 1927 con Al Jolson como protagonista.
Cuando la Warner Bros. rechazó las condiciones salariales de George Jessel, obligando a éste a rechazar el papel principal, el estudio se acercó a Eddie Cantor, a quien tampoco le pareció atractiva la oferta.
Fue entonces cuando le fue ofrecido el papel a Al Jolson, quien entusiasmaba a la audiencia con vitalidad y el sex appeal de sus gestos, y canciones con raíces más bien afro-americanas.
La obra adaptada contaba con 5 actos, el cual el personaje central narra la historia de una familia judía ultra ortodoxa, el Rabino Rabinowitz que era el padre, quiere que su único hijo Jakie, dé continuación a la tradición familiar, y se convierta en la quinta generación de rabinos, pero éste elige otro camino, y por tanto, otra forma de expresión para sus aptitudes vocales:
Decide convertirse en un cantante de jazz.
Para el período 1927 - 1928, todos los premios Oscar podían ser por una única película, o por varios logros, o por el cúmulo de trabajo durante el año en cuestión.
A todos los logros que no recibieron el primer premio se les confirieron certificados de “Mención Honoraria”
El primer año de los premios Oscar plateaban una seria dificultad.
Se estaba en un período de transición entre el cine mudo y el sonoro.
Muchos jefes de estudios y “conocedores” de la industria, aseguraban que el sonido sería una moda pasajera, que no podía sobrevivir.
Pero las recaudaciones de The Jazz Singer en 1927 con Al Jolson, dieron por tierra con todas esas agoreras predicciones.
Los estudios se lanzaron, desesperadamente, a la producción de películas parlantes.
A las mudas ya filmadas, se les agregaban efectos de sonido, música o alguna escena hablada.
Pero las películas de este período de elegibilidad, eran casi en su totalidad mudas.
Por eso la Academia decidió descalificar al film de Jolson de la posibilidad de competir en el rubro Mejor Película, o Calidad Artística de Producción.
Consideró que sería injusto enfrentar a cintas mudas, con el fenómeno más reciente y de un éxito descomunal.
En su lugar, The Jazz Singer recibió un premio especial por ser la pionera y destacada, entre las películas sonoras, que han revolucionado la industria; y obtuvo 2 nominaciones como mejor guión adaptado y efectos de ingeniería.
Curiosamente, el actor y cantante Al Jolson era hijo de un rabino.
Y su caracterización puntual como negro en The Jazz Singer está inspirada en su costumbre de teñirse el rostro para salir a actuar.
En 1927, cuando se filmó The Jazz Singer, Al Jolson llevaba ya más de 15 años siendo el artista más popular, y respetado en los teatros de todo el país, gracias a un estilo vocal contagioso e inimitable, pero The Jazz Singer lo elevó a la categoría de leyenda.
The Jazz Singer es la primera película, con diálogos sonoros, que utilizó el sistema sonoro “Vitaphone”, grabación de sonido sobre un disco.
A partir de ese momento, el cine cambia de manera radical, excepto con algunos directores de cine nostálgicos de un cine mudo que, según ellos, se bastaba a sí mismo.
Durante mucho tiempo, The Jazz Singer fue llamada como la primera película sonora, aunque parece ser que se ha encontrado una cinta anterior, en la que se ve a Concha Piquer cantando, pero The Jazz Singer, fue el primer film expuesto al público comercialmente “hablando”
También es cierto, que The Jazz Singer no es una película 100% sonora, más bien, es lo que se conoce como un “part-talkie”, yo la definiría como un film mudo, con canciones intercaladas, en las que se utilizó la técnica Vitaphone, es decir, el sonido se grababa en un disco.
El Vitaphone fue una compañía dedicada al sonido utilizado en las películas, fundada en 1926 por Bell Telephone Laboratories, y Western Electric, y adquirida luego por Warner Bros, el proceso que utilizaba para colocar la banda sonora en las películas, consistía en grabarla por separado en discos.
Los discos con la banda sonora se ponían sincronizadamente con la película proyectada.
Desde entonces, las comedias musicales se multiplicaron, y la actuación de Al Jolson en The Jazz Singer no sólo se convirtió en un rotundo éxito de taquilla, sino que, casi de un día para otro, dejaría bien patente que la nueva tecnología tenía futuro.
El impacto creado por el actor de la cara pintada de negro terminaría por resultar mucho más significativo, que el del propio equipo Vitaphone que le permitió cantar en pantalla; un año más tarde, había desaparecido de escena, y el sistema de sonido incorporado a la película, creado por la Western Electric, se consolidaba como el nuevo estándar.
El sistema Vitaphone fue descartado hacia 1930, aunque Warner conservó la productora como subsidiaria para la producción de cortometrajes, con este sistema, la Warner realizó casi 2,000 cortos de todos los géneros, especialmente de “Looney Tunes” y “Merrie Melodies”, y para los años 40, Warner Bros descarta completamente el sistema.
Aunque el éxito de The Jazz Singer fue debido en gran parte a Jolson, ya establecido como una de las más grandes estrellas musicales de Estados Unidos, y su uso limitado de sonido sincronizado apenas se calificaba como una innovadora película sonora, sino como la “primera”, los considerables beneficios fueron prueba suficiente para la industria de que valía la pena invertir en la tecnología.
The Jazz Singer no es un musical, ni un documento histórico, sino que es un peliculón.
Un drama moderno que escenifica la lucha del individuo por liberarse de la tiranía de la tradición:
Familia, cultura, religión.
Con final ecléctico:
El regreso al hogar, al judaísmo más exigente, homologa finalmente la aventura artística, la opción laica y modernista, hasta entonces una traición imperdonable.
Empezamos nuestro camino sobre el cine musical en 1927, una época importante para el cine, tal y como lo conocemos hoy en día.
Fue el 6 de Octubre de ese año, cuando cientos de americanos escucharon una voz en el cine, la voz de Al Jolson.
La acción dramática tiene lugar en New York City, Londres y Chicago entre 1907, 1908 y 1927.
Jakie Rabinowitz (Al Jolson) es hijo de un cantor judío (Warner Oland) de lo más ortodoxo en New York, quien heredó la ocupación de su padre, y este del suyo hasta cinco generaciones.
El cantor o Jazán, Paitán, Hazán o Hassan/Hasan, es el nombre que recibe la persona que guía los cantos en la sinagoga.
Además de cantar, lleva el orden de los rezos, y canta los cantos litúrgicos como los piyutim, pizmonim, bakashot y las zemirot.
Si bien, cualquier hombre puede ejercer de jazán, o mujer en las comunidades judías reformistas, por lo general, el jazán es un cantante profesional.
Pero el joven Jakie le gusta cantar ragtime en salas de fiesta.
El padre se entera, lo saca del bar a empujones, y lo muele a correazos, encerrados ambos en la habitación, mientras Sara (Eugenie Besserer) la madre, eterna intermediaria, suplica, y el niño deja el hogar para siempre.
Con el tiempo, se convierte en Jack Robin, cantante de jazz:
¿Qué entenderían entonces por jazz?
Más bien, de canción ligera, de cabaret, hasta que es contratado para cantar en un gran musical en Broadway.
Regresa pues a casa, abraza y besa a su mammy, pero su padre vuelve a renegar de su hijo, provocando una segunda ruptura traumática.
La noche del estreno, el padre cae enfermo sin sustituto para cantar el “Kol Nidre” del día sagrado.
La madre va a buscar al hijo al teatro, para que asuma su condición de judío:
“La voz se la ha dado Dios”
Pero él opta por el estreno que le proporciona gloria, dinero y realización.
Triunfa pero está triste por dentro, dividido.
El padre empeora, y Jack regresa a casa para ponerse al frente de la liturgia, y entonar un “Kol Nidre” tan emocionante como sus canciones de music hall.
El padre revive por un instante:
“Tenemos un hijo de nuevo”
Justo a tiempo de morir.
La novia Mary Dale (May McAvoy) y el empresario, también presentes en esta larga escena familiar, aceptan la personalidad religiosa de Jack, poniéndole fin a la escisión.
Perdonado por unos y por otros, por fin puede ser cantante de jazz.
Grandes triunfos en teatros, donde canta “Mammy” ante la mirada embelesada de su madre, sentada en primera fila, junto al amigo Moisha Yudelson (Otto Lederer), sustituto simbólico del padre, que nunca hubiese pisado un local como este.
The Jazz Singer desarrolla la historia de una familia judía, muy apegada a sus tradiciones ancestrales, en tiempos de grandes cambios impuestos por el paso del tiempo, la emergencia de nuevas costumbres, el avance en el ejercicio de las libertades individuales, y la mejora de los niveles de instrucción, e información de la población.
Las viejas costumbres endogámicas y cerradas, no se sostienen en un mundo abierto, plural, libre y metropolitano como el de Nueva York.
Los antiguos planteamientos se han de modificar, y se han de adaptar a nuevas formas, y nuevos estilos, despojados de rigorismos e inmovilismos inconvenientes e innecesarios.
En este orden de cosas, The Jazz Singer aporta elementos de juicio que invitan a una reflexión válida para muchos.
En The Jazz Singer, se muestra un cambio de pensamiento, que ha ocurrido durante mucho tiempo y que sigue ocurriendo, como en una familia emigrante, ultra religiosa:
El hijo no desea seguir los pasos de su padre, porque está conociendo un mundo nuevo, un mundo que le gusta más, y se desvincula de su pasado para seguir su camino, en este caso, no deja atrás su fe, tan solo que no quiere dedicarse a ella.
The Jazz Singer aporta algunos detalles de interés de las ceremonias, costumbres e idiosincrasia judías, interesantes:
Jakie, deja la obra de sus sueños, para hacer realidad los sueños de su padre y cantar en la sinagoga.
Muchos pueden pensar que, uno debe de abandonar sus sueños, para hacer feliz a sus mayores, pero creo que esto no es cierto, yo comprendo a Jakie, cuando hace un sacrificio para realizar la última voluntad de su padre, y hacer feliz a su madre.
Pero la fantástica actuación del gran Al Jolson, así como la energía y el desenfado que destila su voz, convierten a The Jazz Singer en una pequeña maravilla que, pese a su carácter todavía bastante rudimentario, estamos hablando de una película de 1927, merece ocupar un lugar de honor junto a otros musicales clásicos producidos en Hollywood.
Eso sí, The Jazz Singer no es un musical al uso:
De hecho, las canciones no funcionan como elementos que hacen avanzar la acción, sino que no son más que excusas para que la voz, tan personal de Jolson, brille en temas inolvidables como:
“Toot, Toot, Tootsie Goodbye” en donde el estilo de Al Jolson es claramente inconfundible por su timbre, y personalidad interpretativa.
“Blue skies” una breve muestra del estilo interpretativo del que sería uno de los más famosos cantantes del teatro, y cine americanos, del primer tercio del siglo XX.
“Mammy” es uno de los temas más famosos de The Jazz Singer, por ser fiel muestra de ese sentimentalismo familiar, y sensiblero que caracteriza al argumento.
La imagen de Al Jolson, maquillado de negro, y enfundado en unos guantes blancos, con una rodilla apoyada en el suelo, y los brazos elevados en actitud suplicante, mientras invoca el amor maternal ha pasado a convertirse en uno de los iconos más famosos de la historia del cine.
Imprescindible.
Hay muchos temas que se insertan en el metraje, sin influir en la progresión del argumento.
Se oyen algunos cortes de Tchaikovsky “Romeo y Julieta” y Sibelius “Peleas y Melisanda”
La música y las melodías de algunas canciones, del género de variedades, son superficiales y anodinas, extremo que pone de manifiesto su contraste con el himno judío “Kol Nidre”, que se canta en la festividad del Yon Kippur, y con otras composiciones añadidas.
Ver The Jazz Singer, pues, no supone únicamente asistir a un instante histórico y decisivo en la evolución del cine, sino que sirve también, como introducción a la música y al arte de Al Jolson, hoy injustamente olvidado, pero sin duda, uno de los grandes vocalistas del siglo XX.
En The Jazz Singer, el chico está viviendo una nueva época, 1927, y el jazz resuena en su pecho, y le sale de la garganta apasionada y espontáneamente.
Su padre, como típico hombre de iglesia, es obstinado e inconsecuente, y no considera para su hijo otra opción distinta a la de seguir la tradición familiar.
La madre, en cambio, una leal esposa, y una intachable mamá, visiona como factible y respetable, la opción de que su hijo no quiera ser cantor, o que quizás quiera cantar otra cosa.
Es entonces, cuando un hombre, sujeto a su ideal, tiene que asumir con entereza las consecuencias que se avienen, y debe estar dispuesto a franquear todas las barreras que, por ley de las grandes conquistas, indefectiblemente se interponen en el camino:
Que nada relevante se obtiene sin esfuerzo, y ninguna gran empresa ha sido fácil.
Así, Jack Rabinowitz, se convierte entonces en Jack Robin, y emprende un camino que lo lleva por los vericuetos de la esperanza, la cual preserva hasta que le llega su musa… y con ella su oportunidad.
Pues, como se lee al inicio del filme:
“Dentro de todo ser humano hay un espíritu que anhela expresarse”
Y hay un camino que debe seguirse cuando se descubra que trae realización, servicio y felicidad.
The Jazz Singer apuesta por los valores jóvenes, basados en la sinceridad, la autenticidad, la afirmación de los gustos, y aficiones personales, la libertad de elección, y la concepción de que cada ser humano es responsable ante sí mismo, y ante los demás, de su realización personal, y de la construcción de su propio destino.
The Jazz Singer muestra la fragilidad y las disfuncionalidades en el mundo actual, el de 1927 de los viejos valores, como la disciplina, la obediencia, el sometimiento, el autoritarismo, el dogmatismo, y otros, que demandan modificaciones en su definición, y modo de aplicación.
Sin grandes palabras, y sin gestos grandilocuentes The Jazz Singer glosa la opción del capital judío de América, a favor del cine de Hollywood, como medio de información, creación de opinión pública, cultura y entretenimiento.
The Jazz Singer marcó el límite entre la película muda, y la sonora, donde resultaron proféticas las palabras de Al Jolson:

“Wait a minute, wait a minute, you ain't heard nothin' yet.
Wait a minute I tell ya, you ain't heard nothin'”



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