Amantes

“Me romperé las piernas, me sacaré los ojos, me cortaré las manos y los pechos, hasta que no sea más que una ruina a tus pies”

La historia de un país, es también la historia de sus crímenes.
En 1948, Burgos, España, tenía 30 conventos y 2 cabarés.
Sus calles estaban pobladas de hábitos y uniformes, y en el paisaje urbano, abundaban más las monjas, los curas, los frailes, y los militares; que los civiles.
Pues en aquel Burgos, arraigadamente franquista y rancio, tuvo lugar un crimen que horrorizó a la ciudad:
El Crimen de La Canal, el cual se originó en el madrileño barrio de Tetuán de Las Victorias, en un cuartel de caballería, en el que José García San Juan, de 24 años, estaba destinado como ordenanza del Comandante Álvaro González Fernández-Núñez.
El soldado, había nacido en Prádena, Segovia; y como tantos otros por aquellos días, decidió quedarse a vivir en Madrid, una vez concluido el largo servicio militar.
Su intención era labrarse un porvenir, pero cometió un error, y lo que se labró fue un sendero directo al patíbulo...
Tenía una novia formal llamada Dominga del Pino Rodríguez, natural de Santa Olalla, Toledo, y de 30 años; era la cocinera del Comandante del que él era asistente, pero se lio con una viuda, que le alquiló una habitación cuando tuvo que abandonar el cuartel.
La mujer se llamaba, Francisca Sánchez Morales, conocida como “La Molinera” y casi le doblaba la edad, de 45 años, pero como señaló la sentencia que les condenó a ambos a muerte:
“Se sintieron atraídos desde los primeros momentos, y dicha atracción se intensificó de tal forma, que empezaron a hacer vida marital”
Francisca, debía de ser un hacha en lo de hacer vida marital, porque como apuntan los diarios de la época:
“José se convirtió en un juguete en manos de la pérfida viuda”
Y era gran experta también en el timo “larguero o del cuento largo”, que consiste en vender, o traspasar una propiedad ajena, sin el conocimiento de sus verdaderos propietarios.
José se sentía en la gloria con una novia formal, y hacendosa para casarse; y la viuda que le proporcionaba una desenfrenada experiencia sexual.
Se sentía en la gloria... pero despertó en el infierno…
Francisca se moría de celos, y de desazón al pensar que “la tonta de la cocinera” podía arrebatarle aquella bendición que el cielo había tenido a bien regalarle.
Y cuando un día, ante el raudal de insultos y mofas que Francisca le dedicaba a “la fregona”, al inocente de José se le ocurrió comentarle, que Dominga no era tan tonta, ni tan poca cosa como ella consideraba, pues tenía ahorradas unas 20,000 pesetas, y a la viuda se le dispararon las antenas.
Otras versiones señalan, que le había tocado un premio de La Lotería Nacional de 19,000 pesetas
Y se inventaron un bar en Aranda de Duero, y José le mostró a Dominga un documento, conforme al cual, había entregado 5,000 pesetas como paga, y señal del traspaso.
Ahora tenían que viajar a Burgos a firmar los papeles definitivos ante un notario, y después, antes de abrir el negocio, se casarían.
Cogieron el tren con todas sus pertenencias, incluido un cuadro de La Virgen del Perpetuo Socorro, del que Dominga no quería separarse.
Francisca, la viuda, les siguió de cerca, acechante.
Llegaron a Burgos el sábado 15 de mayo de 1948, y José y Dominga se hospedaron en La Pensión Riojana, cenaron en Casa David, y se acostaron.
El domingo, José madrugó para reunirse con Francisca en un bar de la calle de la Merced.
Estaba eufórico, porque ya había conseguido el dinero, pero Francisca le hizo ver, que Dominga les denunciaría, y acabarían en la cárcel.
Sólo había una solución, y la viuda la expuso con crudeza:
“La sacas al campo, la cortas el pescuezo, y ya está”
Y así lo hizo, llevando consigo una botella de medio litro de Anís del Mono, para que le infundiera valor.
Ya habían dado las 6, cuando llegaron a La Canal, y se sentaron en el suelo, junto a la parte trasera de un cuartel de artillería, que José había visitado con su Comandante.
Como llovía intermitentemente, se cubrieron con la gabardina de él, y así oyeron el toque de oración del cuartel vecino.
Ya oscurecía, cuando José, que tenía a Dominga medio abrazada, sacó la navaja barbera, y le hizo un tajo en la garganta.
A continuación, huyó llevándose su gabardina y la botella de anís…
Se encontró con Francisca en la estación, y viajaron a Valladolid.
Cuando a la mañana siguiente fue descubierto el cuerpo de la cocinera, la policía lo expuso públicamente, dando lugar a macabras confusiones, pero finalmente fue reconocido por la camarera de Casa David, y el encargado de La Pensión Riojana.
El miércoles de aquella semana, los crueles amantes fueron detenidos...
Centenares de personas, se aglomeraron a las puertas de La Audiencia, para increpar e insultar a los detenidos, especialmente a Francisca, quien según El Diario de Burgos:
“Correspondía a los denuestos del público con sarcásticas sonrisas”
Y el sábado 22 de mayo, se llevó a cabo la reconstrucción de los hechos…
Por aquella época, la policía carecía de casi todo, incluso de equipos fotográficos, y fueron reclamados los servicios de un fotógrafo-reportero, que trabajaba desde el final de la guerra, en El Diario de Burgos, y que tenía un estudio, Fotos Fede, que todavía existe en la actualidad.
Federico Vélez, ese legendario fotógrafo que retrató toda la historia de Burgos, desde los años 20 a los 70, en que falleció, se presentó en La Canal, con una Voigtlander de fuelle, que disparaba placas de 6x9, que habían dejado los alemanes cuando la guerra, que alguna cosa buena al menos tenían que dejar:
A Francisca le tocó interpretar el papel de la difunta Dominga, la víctima, en la recreación pictórica de los hechos.
José estaba muy nervioso, y se mostraba atemorizado.
La actitud de la viuda, en cambio, era de tal descaro que en un momento en el que el muchacho dudó al contestar a una pregunta del juez, ella le increpó diciéndole:
“No seas “julai” (vagabundo)
Vamos, lo hemos hecho, y tenemos que pagarlo.
Di todo lo que hay...”
Fueron hallados culpables, y luego vendría la condena a muerte para ambos, y el recurso ante El Tribunal Supremo, al que su defensor de oficio no se presentó, alegando anginas...
Las 2 penas de muerte fueron confirmadas, y los amantes se beneficiarían de un indulto particular, y la conmutación por 30 años.
Nunca más volvieron a verse.
Francisca falleció al poco de abandonar la cárcel, y José salió en libertad, a mitad de la década de los 60, cerca de cumplir los 40 años.
Según informadores de su Prádena natal, logró rehacer su vida, y se convirtió en un próspero empresario de la construcción, afincado en Zaragoza.
Las fotos de Federico Vélez, durmieron todos estos años en su laboratorio.
El crimen, tan sólo tuvo una repercusión local, porque en la España de aquellos días, no se permitía hablar de crímenes, ni de casi nada.
Estas fotografías, son un descarnado testimonio de un crimen, pero los contrastados blancos y negros, ligeramente desenfocados, nos hablan también de un tiempo y de un país...
Es cierto, que el cine español de los años 90, se caracterizaba sobre todo, por tener mucho sexo y muchas drogas, pero todo eso era fácil de entender:
Se salía de un régimen que no les permitía expresarse, y de repente pueden decir de todo.
¿Qué pasa cuando el corazón de un hombre se divide, y sus sentidos y su deseo le conducen a un lado, y su deber hacia otro?
¿Se puede pensar a la vez en 2 mujeres, o es vivir en una mentira?
“Quisiera matar a esa mujer, pero sé que Dios no me dará fuerzas”
Amantes es una película española de suspenso, del año 1991, dirigida por Vicente Aranda.
Protagonizada por Jorge Sanz, Victoria Abril, Maribel Verdú, Enrique Cerro, Mabel Escaño, Alicia Agut, José Cerro, Gabriel Latorre, Saturnino García, entre otros.
El guión es de Carlos Pérez Merinero, Álvaro del Amo, y Vicente Aranda, basados en hechos reales del caso de los amantes de Tetuán de Las Victorias, en alusión al barrio madrileño en que se originó el suceso, aunque su trágico desenlace tuviera lugar en Burgos, sobre la historia de 2 mujeres y un hombre, inmersos en una historia pasional, con mucho sexo que acaba en sangre.
Los temas que trata, son interesantes:
La ambición, los celos, el amor, la pasión, la muerte, el suicidio...
Prevista en un principio, como un capítulo de la serie de televisión “La Huella del Crimen”, entre los que había el proyecto de uno, titulado “Tuya”, basado en El Caso de Tetuán de Las Victorias, bajo la dirección de Aranda, pero la envergadura del proyecto, y el interés de las partes implicadas, provocó que el productor, Pedro Costa, pensara que sería interesante aspirar a más, y acabó siendo una película llevada al cine, con gran éxito de taquilla, y crítica.
Además de los 2 Goyas que consiguió a La Mejor Película y Mejor Dirección.
Amantes, además, catapultó al estrellato a 2 jóvenes actores, que iban a dar mucho que hablar en el cine español:
Jorge Sanz, y Maribel Verdú; en una historia de “La España Negra”, desarrollado ante todo, en medio de un ambiente moral, que corresponde al clima social de la época.
Un conflicto amoroso, dominado por la lujuria y el crimen; retrata un triángulo amoroso terrible, en una España mísera del franquismo, una Madrid triste y austera, en que la pobreza se veía hasta en la casa de los ricos.
Corre el año 1955, y Paco (Jorge Sanz), un joven que vive en un pequeño pueblo, decide ir a Madrid, tras haber prestado servicio militar.
Allí le espera su novia Trini (Maribel Verdú), una guapa morena, con la que tiene pensado casarse dentro de poco, ella es una chica tradicional, reprimida sexualmente por temor a pecar.
Mientras tanto, Paco decide irse a vivir de alquiler un tiempo; y descubre una pensión bastante económica, regentada por una mujer viuda, llamada Luisa (Victoria Abril), una mujer que desprende morbo y lujuria… de modo que se instala allí.
Pronto, el joven inexperto, sentirá una fuerte atracción por su casera, lo que le provocará un gran dilema, al convertirse en un juguete poseído por la pasión desbordante de la viuda; y tendrá que elegir entre la pasión que Luisa le aporta, o el amor que siempre le ha dado Trini.
Serán 3 seres de escasos recursos culturales, de comportamiento primario, y sin apenas capacidad de reflexión; 3 figuras envueltas, casi arrastradas por sus propios impulsos, en situaciones que les desbordan, que rompen sus defensas, y que les conducen hacia un callejón sin salida.
Amantes, es una película de gran fuerza, poética y prosaica a la par, sórdida y conmovedora.
Es una visita turística por “La España Profunda”, con todo lo que eso conlleva.
“Para que recuerdes toda la vida que no supiste querer a Trini.
A Trini, que solo quería ofrecerte su cariño, darte hijos, cuidarte”
El incumplimiento de las previsiones que alguien abriga, respecto a un objeto, o un acontecimiento determinado, no siempre constituye un suceso desgraciado:
Amantes, estaba destinado a ser, en un principio, un episodio más de esa excelente serie televisiva, promovida, y emitida, por Televisión Española, que bajo el título de “La Huella del Crimen”, recogió una selección de los más escalofriantes hitos de la leyenda de “La España Negra”
Y en la década de los 90, comenzó para Vicente Aranda de modo espectacular con Amantes, una de las obras maestras del cine español de las últimas décadas, y que en muchos aspectos supone una continuación de su trabajo durante los 80.
Es decir, una pieza más en la indagación por parte del cineasta, en la historia reciente de España, desde diferentes géneros, con tendencia al cine de intriga, y desde una ficción que posee un interés notable, en trabajar la contextualización de las historias, es decir, que estas sean excusas o vehículos, tanto para narrar, como para dar una visión sombría y oscura, y muy crítica hacia el momento.
En Amantes, la historia negra que cuenta, posee una fuerza extraordinaria, gracias a un guión sólido, y a unos actores en estado de gracia, y a un trabajo visual por parte de Aranda excelente, tanto para contar los acontecimientos, y mostrar a la par lo que sucede en los márgenes de los mismos.
Así, nos adentramos en una época, en la que aquello que acontece, no es algo aislado, sino una suerte de extensión de la grisura de ese momento.
Amantes, es una película fuertemente “española”; al fin y al cabo, su trama se desarrolla en un momento histórico, el de la posguerra, y en un ámbito geográfico, el de “La España Profunda”, ya sea capitalina o rural, perfectamente identificables; pero toca unos temas, y despliega unas tramas, tan universales que, sin perder tal seña de identidad, es capaz de trascenderla, y elevarse como una fantástica muestra de híbrido del mejor “film noir”, aderezado con unas gotas de sexo nada elíptico, por cierto, y la más macabra tragedia amoroso/costumbrista.
Los 3 protagonistas se ven arrastrados por la fuerza inexorable de una pasión que no comprenden, pero que de alguna manera les trasciende...
Bastan unas pinceladas, para situar el escenario y el ambiente; lo esencial ocurre en interiores cerrados, y en el exterior, percibimos la omnipresencia subliminal pero insistente del ejército y la iglesia, esas 2 temibles instituciones patrias.
Así, los personajes son víctimas, tanto de sus instintos, como del tiempo histórico, moralmente mezquino, que les ha tocado vivir.
A pesar de la belleza física de las 2 mujeres, es el hombre, joven y guapo, que es tratado como objeto primordial del deseo.
Él es seducido por las 2 mujeres, y es el objeto de la mirada erótica de la cámara.
Él encarna la generación de 1950, dividido entre “2 Españas”
La formulación de “Las 2 Españas”, están representados por las 2 rivales femeninas:
Identificada con las imágenes de La España Rural, Trini es la encarnación tradicionalmente estoicamente, abnegada de la España católica; contra la visión moderna de una España recién emergente, e industrializados, encarnada en Luisa, que se identifica con la ciudad, y con la iconografía de la cultura extranjera, en kimonos, y adornos para árboles de Navidad; en representación de la versión modernización de España.
A pesar de la narrativa, finalmente Luisa instigará el despiadado asesinato de Trini, que también pueden ser percibidos como una rebelde contra la opresión de una cultura machista; mientras que Paco, un héroe trágico tradicional del cine negro, se convierte en un asesino, porque las 2 mujeres lo aman…
Hay un desprecio en posicionarse con los estereotipos opuestos, tanto de virgen como de prostituta:
Trini y Luisa, son igualmente apasionadas y tenaces.
Ambas están vestidas con frecuencia, de azul, una característica de color en las representaciones pictóricas tradicionales de La Virgen, y Trini lleva con ella, una pintura de La Inmaculada Concepción, y la cuelga en la habitación del hotel, justo antes de su muerte.
Mientras Luisa, dirige sus pasiones violentas hacia el exterior, confesando a Paco, que ella asesinó a su marido.
Trini está hecha hacia dentro de sí misma, siguiendo los pasos de su madre coja, que se arrojó delante de un carro, después de enterarse de su infidelidad del marido.
Así como Luisa obligó Paco de apoderarse de su pene en sus búsquedas de placer; Trini le coacciona, para esgrimir la navaja que la liberará del dolor…
Vicente Aranda, no escatima al mostrarle al espectador, la pasión que se va adueñando de la historia, hasta que desencadena su final.
Estos pliegues escabrosos, están acompañados de una galería de personajes que retratan la miseria, y el tremendismo de esos años oscuros.
El sexo, representa algo obsesivo, enfermizo, algo que acaba por convertirse en un rasgo, incluso, criminal.
Debo decir que, en este sentido, Amantes presenta un par de escenas que me parecieron increíbles, en especial, cierto momento que me dejó atónito, por lo sugerente y gráfico al mismo tiempo que resulta; me estoy refiriendo a uno en el que Victoria Abril estimula a Jorge Sanz, introduciéndole un pañuelo en el ano…
Seguro que sería tomada en cuenta como manual para algún que otro fetichista; pero dicha escena, podría haber resultado soez y guarra, pero me pareció que está rodada con muy buen gusto, y eso marca la diferencia con respecto a otras películas eróticas más zafias.
Las escenas eróticas, están rodadas con clase, sin caer en la chabacanería, ni en la vulgaridad.
Dice el director:
“Me pareció que lo original de este trío era, que el elemento disputado fuera el chico.
No había pues, justificación, para que las mujeres mostraran demasiado su cuerpo.
Lo más normal es que fuera el deseado protagonista, quien enseñara el suyo.
Y a Jorge Sanz no le importó lo más mínimo.
Incluso, hizo propuestas para este tipo de escenas, como la de introducir un pañuelo en el juego amoroso”
Las escenas sexuales, están diseñados para subrayar la dominación femenina de la masculina; incluso en términos de su identidad sexual.
Por lo que Amantes representa, la fuerza el poder subversivo de la sexualidad de Luisa.
Desde el momento en que abrió la puerta a Paco, que llevaba un colorido traje azul oscuro, y cubierto con brillantes serpentinas, para decorar un árbol de Navidad; Luisa aparece como una alternativa profano de La Virgen.
Su cuerpo, se sustituye por el árbol de navidad, y todo su simbolismo religioso, ofreciendo erotismo, en lugar del éxtasis religioso.
No sólo es el tema sexual que persigue activamente su propio deseo, y que primero seduce a Paco, pero ella sigue controlando el acto sexual.
Por lo que Amantes es una historia que asfixia:
La lucha entre las 2 leonas, por hacerse con la presa, no da tregua un sólo segundo.
Son de una tensión brutal, las 2 escenas en la que ambas coinciden en pantalla.
Es creíble, el dolor de corazón de la Verdú; la sinceridad y honestidad del joven Paco; también la astucia y los peligros inherentes a una viuda negra como Victoria Abril.
Es creíble ver, cómo la balanza se equilibra y desequilibra por momentos, en un sentido, u otro.
Son personajes muy vivos que, desde unas constantes de carácter bien definidas, evolucionan, y se van posicionando en función de los avatares de la historia, hasta descolocarse, y descolocar al espectador, de forma abrumadora:
Algo inevitable sucede, cuando la trama va a terminar, desembocando en un final tan amargo como trágico.
Y, para dar vida a tales personajes, un trío protagonista de muchísimos quilates, no tanto por sus calidades individuales, si exceptuamos el caso de Victoria Abril, como por la extraordinaria química que surge entre ellos, fruto de un excelente trabajo de dirección de actores:
Tanto Jorge Sanz, ese Paco inocente y lerdo, cuyo único motor existencial, parece ser la expectativa de poner su miembro viril “a buen recaudo”; por ahí, precisamente, terminará perdiendo la cabeza… como Maribel Verdú, su Trini, “la fregona”, que por amor venderá su alma al diablo, su virgo, y sus ahorros, al peor postor, en una clara demostración de que cualquier pragmatismo se termina yendo al traste, cuando juega sus cartas en la mesa equivocada; consiguen prestaciones muy superiores a las que, a tenor de sus trabajos precedentes, hubiera cabido esperar de ellos, y demuestran una madurez y capacidad poco acordes con su bisoñez.
En cualquier caso, prestaciones suficientes para alcanzar el nivel en el que se mueve ese monstruo de la interpretación, aquí además en estado de gracia, que es Victoria Abril:
Su caracterización vampírica de Luisa, una “mantis religiosa” que convierte a un muñeco, en un guiñapo, con sólo un par de pasadas por su cama, pero que, a pesar de ello, termina siendo presa de un “efecto boomerang”, la víctima de todas las trampas, la suya, en lo amoroso, y la de sus compinches, en lo “profesional”, un juguete roto y desvalido, constituye toda una lección de creación de un personaje, y lo convierte, junto a los de sus compañeros de reparto, en el vértice más brillante de un triángulo tan mortífero, como espectacular.
Espectacular pese a lo sórdido del ambiente que les rodea.
Amantes, es un excelente “thriller” criminal, pleno de tensión, y desarrollado sobre una progresión narrativa, precisa y metódica.
También es un magnífico drama sentimental, plagado de pliegues escabrosos y meandros, a cuyo borde es peligroso asomarse.
Es un extraordinario retrato social y costumbrista, de la España de la posguerra, que ofrece pocos resquicios a una memoria sentimental, con una mínima pizca amable.
En definitiva, una gran película, de las que se ven muy de tarde en tarde y que, por tanto, hay que disfrutar con total regocijo en todos, y cada uno de sus matices, que son muchos y variados, tal es su riqueza de formas, fondos, y registros.
Y la escena final:
Paco va a la estación de tren, para encontrarse con Luisa.
Presionando sus manos ensangrentadas contra la ventana, él la llama para darle un abrazo infame, mortífero final, un disparo que se lleva a cabo a continuación, todo difumina, y finalmente se congela… lo que significa el triunfo de su pasión.
Un epílogo impreso, entrega el chiste moralizante irónico de la narrativa:
Pues 3 días más tarde, Paco y Luisa fueron detenidos en Valladolid, una ciudad bien conocida por sus sentimientos de derecha, y nunca volvieron a verse.
Todo acompañado de una banda sonora excepcional de José Nieto, donde el tema dramático principal, que nos acongoja a lo largo de todo el metraje, se nos descubre al final, como un villancico de Navidad.
Amantes, no deja de ser un cuento cruel, y en una secuencia imborrable, ante una Catedral de Burgos nevada, como si reposara sobre la nada, la desolación que acompaña a los personajes.
“Hazlo, Paco.
Mátame.
Líbrame de este suplicio, por favor”
Para lamento de la cinematografía mundial, el pasado martes 26 de mayo de 2015, nos abandonó, a los 88 años, uno de los cineastas españoles más destacados de las últimas décadas, el barcelonés, Vicente Aranda, principal nombre propio del erotismo en el cine español.
Maestro asimismo de la intriga, el drama social, y hasta del humor negro; Aranda rodó casi una treintena de películas, para las que siempre contaba con mujeres como protagonistas:
“Las mujeres son más dúctiles y fiables”, decía.
Su actriz fetiche fue Victoria Abril, con la que se entendía con una mirada, y llegó a protagonizar algunas de sus películas más destacadas.
Pero fue Amantes, el mayor triunfo de Aranda, que causó sensación por su audaces escenas sexuales, y ganó los 2 principales premios Goya, a La Mejor Película y Mejor Director, así como El Oso de Plata a La Mejor Actriz en Berlín para Victoria Abril, y contribuyó a la consagración de unos jóvenes, Maribel Verdú y Jorge Sanz.
España le debe mucho, y el cine en general, le rinde tributo de agradecimiento.

“Lo que puede dar de sí, un simple pañuelo”



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