Romero

“We are human beings!!”

La Guerra Civil de El Salvador, ha sido considerada, como uno de los conflictos derivados de la confrontación ideológica, política, y militar entre La Unión Soviética y los Estados Unidos, con sus respectivos aliados, conocida como La Guerra Fría; que generó un conflicto bélico interno, ocurrido en el país centroamericano, en el que se enfrentaron:
El Ejército Gubernamental, La Fuerza Armada de El Salvador (FAES), que recibieron adiestramiento en centros militares estadounidenses; en contra de Las Fuerzas Insurgentes del Frente Farabundo Martí para La Liberación Nacional (FMLN), que mantenían relaciones de cooperación con La URSS, los países del bloque socialista de Europa del Este, Cuba, y Nicaragua.
El conflicto armado salvadoreño, nunca fue declarado en forma oficial, pero se considera usualmente, que se desarrolló entre 1980 y 1992, aunque el país vivió un ambiente de crisis política y social, durante la década de 1970.
El número de víctimas de esta confrontación armada, ha sido calculado en 75,000 muertos y desaparecidos.
Así pues, trazar un recorrido por la vida del Arzobispo Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, supone adentrarse en uno de los periodos más convulsos de la historia de su país, El Salvador, y de toda América Latina.
En los años en los que Monseñor Romero desarrolló de manera más intensa, su actividad religiosa, entre 1966 y 1980, el incremento de movimientos comunistas de campesinos en toda Latinoamérica, que se vio favorecido sin duda, por el ejemplo de La Revolución Cubana del 59, y el compromiso de un sector importante de La Iglesia Católica con los más pobres, iniciado en El Concilio Vaticano II, y ratificado en La Conferencia de Obispos Latinoamericanos de Medellín de 1968, chocaron de pleno con unos gobiernos opresores, surgidos a menudo de golpes de estado, y apoyados en buena medida por Estados Unidos, cuyos intereses en la zona, eran mucho más económicos, que humanitarios.
Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, nació en Ciudad Barrios, San Miguel; El Salvador, el 15 de agosto de 1917; que era por entonces, un país de relativa prosperidad económica, gracias al cultivo y exportación de café, pero dominado por un poder oligárquico, que mantenía oprimida a la población campesina.
Su labor como sacerdote, comienza en La Parroquia de Anamorós, trasladándose poco después a San Miguel, donde durante 20 años, realiza labor pastoral:
Impulsa movimientos apostólicos como La Legión de María, Los Caballeros de Cristo, o Los Cursillos de Cristiandad; desarrolla obras sociales como Alcohólicos Anónimos, o Cáritas; promueve la construcción de La Catedral de San Miguel, y favorece la devoción a La Virgen de La Paz.
En esos años, su trabajo es el de un sacerdote dedicado a la oración, y la actividad pastoral, pero todavía, sin un compromiso social evidente.
Mientras, el país vive sumido en un caos político, se suceden los golpes de estado en los que el poder queda casi siempre en manos de los militares.
El 3 de febrero de 1977, fue nombrado por El Papa Pablo VI, como Arzobispo de San Salvador, para suceder a Monseñor Luis Chávez y González.
Muchos sacerdotes y laicos de La Arquidiócesis, sintieron extrañeza ante su nombramiento, pues preferían para el cargo, a Monseñor Arturo Rivera y Damas, Obispo auxiliar de Monseñor Chávez.
El 20 de febrero, mientras La Arquidiócesis se preparaba para la toma de posesión del nuevo Arzobispo, el país celebraba elecciones presidenciales…
Luego de los comicios, el 26 de febrero, El Consejo Central de Elecciones, declaró vencedor al General Carlos Humberto Romero, candidato del Partido de Conciliación Nacional, en el poder desde 1962.
Las fuerzas opositoras, denunciaron un fraude electoral de grandes proporciones, y convocaron a una concentración popular, en La Plaza Libertad, de San Salvador.
El 28 de febrero, las fuerzas de seguridad gubernamentales, disolvieron violentamente esta concentración popular, con un saldo de decenas de muertos y desaparecidos.
El General Carlos Humberto Romero Mena, asumió La Presidencia, el 1 de julio de 1977; y respondió a las denuncias de la oposición por “fraude electoral”, con la declaración de Estado de Sitio, durante 30 días, y puso en marcha, un gobierno rígidamente conservador.
La violencia gubernamental, o sea Terrorismo de Estado, fue una constante durante el tiempo que fungió en La Presidencia.
Las diferentes fuerzas policiales, militares, y paramilitares gubernamentales, impulsaron una campaña de sangrienta represión hacia los grupos de izquierda, que acabó con la vida de 4 sacerdotes católicos, pero en el conflicto, perdieron la vida, varios sacerdotes más, y monjas de La Iglesia Católica; numerosos dirigentes y militantes de las organizaciones obreras y campesinas.
La represión descontrolada, sumergió al país, en una grave crisis social.
Como arzobispo, Romero denunció en sus homilías dominicales, numerosas violaciones de los derechos humanos, y manifestó públicamente su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país.
El 5 de marzo, durante una asamblea especial de los obispos, se eligió a Monseñor Romero, Vicepresidente de La Conferencia Episcopal de El Salvador, y se preparó un comunicado para denunciar la persecución de la iglesia en el país.
El 12 de marzo de 1977, el Padre Rutilio Grande, amigo íntimo de Romero, fue asesinado en la ciudad de Aguilares, junto a 2 campesinos, que cambió la actitud de Romero hacia su país.
Durante los 3 años siguientes a su nombramiento, en sus homilías, transmitidas por la radio diocesana YSAX, Romero denunciaba la violencia, tanto del gobierno militar, como de los grupos armados de izquierda; y señaló especialmente, hechos violentos como los asesinatos cometidos por Escuadrones de La Muerte, y la desaparición forzada de personas, cometida por los cuerpos de seguridad.
En agosto de 1978, publicó una Carta Pastoral, donde afirmaba el derecho del pueblo a la organización, y al reclamo pacífico de sus derechos.
No era la prédica de Mao, del Che, o de Marx.
Eran las enseñanzas de Cristo, claramente expresadas en El Evangelio.
El Arzobispo Romero, sólo veía en cada compatriota perseguido y abusado, al mismo Cristo.
Él estaba allí; en cada masacre, y cuarto de torturas.
La postura de Óscar Romero, cada vez más “peligrosamente” comprometida con el pueblo, comienza a ser conocida y valorada por el contexto internacional:
El 14 de febrero de 1978, es nombrado Doctor Honoris Causa, por La Universidad de Georgetown, EEUU.
En 1979, es nominado al Premio Nobel de La Paz, y en febrero de 1980, es investido Doctor Honoris Causa por La Universidad de Lovaina en Bélgica.
En ese viaje a Europa, visita al Papa Juan Pablo II en El Vaticano, y le transmite su inquietud ante la terrible situación que está viviendo su país.
Apenas llegado de su viaje, el 17 de febrero, El Arzobispo Romero, envía una carta al Presidente Carter, en la que se opone a la ayuda que EEUU está prestando al gobierno salvadoreño, una ayuda que hasta el momento, sólo ha favorecido el estado de represión en el que vive el pueblo.
La respuesta del Presidente estadounidense, se traduce en una petición al Vaticano, para que llame al orden al Arzobispo.
Sin embargo, en otros países, continúa el reconocimiento a la labor de Romero:
Por esas mismas fechas, recibe el premio de La Paz de Acción Ecuménica Sueca.
Pero el cerco se cierra:
A fines de febrero, Héctor Dada, miembro de La Segunda Junta de Gobierno de El Salvador, informa a Monseñor, de que tiene conocimiento de amenazas de muerte contra su propia persona, y contra El Arzobispo; Romero recibe también un aviso de amenazas de similar seriedad, por parte del Nuncio Apostólico en Costa Rica, Monseñor Lajos Kada.
Romero, empezó a protestar por esas cosas.
Al ser una persona destacada, todo lo que decía a favor de la gente, y en contra del gobierno militar, llamaba mucho la atención.
No podían censurarlo; por eso optaron por asesinarlo.
El 24 de marzo de 1980, El Arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, fue asesinado, mientras celebraba misa en La Capilla del Hospital Divina Providencia, en La Colonia Miramonte de San Salvador.
Un disparo hecho por un francotirador, impactó en su corazón, momentos antes de La Sagrada Consagración; que sin duda, por fin hizo verle La Resurrección prometida; tenía 62 años.
Poco después, varios sacerdotes jesuitas, profesores universitarios, fueron ultimados a tiros, en horas de la noche, por Escuadrones de La Muerte del gobierno.
Pasados varios días, el tan ahora “elogiado” General Colin Powell, voló a El Salvador, visitó a la alta jerarquía del ejército, y felicitó a Las Fuerzas Armadas, por “su gran labor en defensa de la democracia”
Los funerales de Romero, celebrados en La Catedral Metropolitana de San Salvador, el 30 de Marzo de 1980, se convirtieron en una batalla campal, en la que las fuerzas de seguridad, acometieron contra miles de salvadoreños concentrados en La Plaza de La Catedral, entre los que se encontraban miembros del Bloque Popular Revolucionario.
Justo en el momento en que se estaba leyendo El Evangelio, francotiradores apostados en los edificios alrededor de La Plaza, abrieron fuego contra el público.
Tiraban hacia la gente que empezó a correr desesperada para guarecerse.
El resultado fue más de 40 muertos, y 200 heridos.
Al asesinato de Monseñor, le siguieron otros actos de violencia terribles contra una Iglesia, comprometida con el pueblo salvadoreño, como la violación y asesinato de 3 monjas y una seglar, todas estadounidenses, el 2 de diciembre de 1980; o el asesinato de 6 sacerdotes jesuitas por Escuadrones de La Muerte, en noviembre de 1989.
Dichos actos, se insertaron en un periodo convulso de enfrentamiento, entre el poder represor, y las guerrillas del FMLN, que se prolongaría durante más de una década.
La reacción del Papa, ante el asesinato del Arzobispo de San Salvador, Monseñor Óscar Arnulfo Romero, queda reflejada en las palabras del largo telegrama que Juan Pablo II ha enviado al Presidente de La Conferencia Episcopal Salvadoreña, que resume:
“Al conocer con ánimo traspasado de dolor y aflicción, la infausta noticia del sacrílego asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero, cuyo servicio sacerdotal a la iglesia, ha quedado sellado con la inmolación de su vida, mientras ofrecía la víctima eucarística, no puedo menos de expresar mi más profunda reprobación de pastor universal ante este crimen execrable que, además de flagelar de manera cruel la dignidad de la persona, hiere en lo más hondo, la conciencia de comunión eclesial, y de quienes abrigan sentimientos de fraternidad humana”
El asesinato, fue investigado por La Comisión de La Verdad para El Salvador, un organismo establecido por Los Acuerdos de Paz de Chapultepec, que pusieron fin a La Guerra Civil de El Salvador, para investigar las más graves violaciones a los derechos humanos, ocurridas durante este conflicto bélico; que señaló como autores intelectuales del crimen, a los ex militares:
Roberto d'Aubuisson, y Álvaro Saravia; y concluyó que el asesinato de Monseñor Romero, había sido ejecutado por un francotirador.
El 3 de septiembre del 2004, que El Juez Federal, Oliver Wanger, de Fresno, California, había encontrado culpable al Capitán de La Fuerza Aérea Salvadoreña, Álvaro Rafael Saravia, de ser el responsable de la organización del asesinato del Arzobispo Romero.
Un asesinato que, según dijo el juez, “constituye un crimen contra la humanidad, ya que fue parte de un ataque sistemático y extendido para aterrorizar a la población civil de El Salvador”
Tal como denuncia El Informe de La Corte Interamericana de Derechos Humanos, el gobierno no realizó ninguna investigación exhaustiva, sobre el asesinato del Arzobispo Romero.
Así, 31 años después del asesinato, se conoció el nombre del asesino de Romero:
Marino Samayor Acosta, un subsargento de la sección II de la extinta Guardia Nacional, y miembro del equipo de seguridad del expresidente de La República, quien manifestó que la orden para cometer el crimen, la recibió del Mayor Roberto d'Aubuisson, creador de Los Escuadrones de La Muerte; y del Coronel Arturo Armando Molina.
Roberto d'Aubuisson, quien junto a otros, fueron entrenados y graduados de La Escuela Militar de Fort Benning, Georgia; fue detenido, acusado de ordenar el asesinato de Romero, más fue luego puesto en libertad, con el beneplácito del Ministro de Defensa.
Y d'Aubuisson encontró la muerte por cáncer en la lengua y el esófago, en febrero de 1992.
Por su parte, Marino Samayor Acosta, habría recibido $114 por realizar esa acción.
Posteriormente, Marisa d'Aubuisson, hermana de Roberto d'Aubuisson, pero contrapuesta a su forma de pensamiento, creó años más tarde, La Fundación que promovió La Beatificación del Obispo salvadoreño.
Cuando Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador, fue asesinado durante una misa por paramilitares que querían acallar sus denuncias, cada vez más duras contra la represión ilegal, el hoy periodista, Carlos Martínez d'Aubuisson, todavía no había cumplido 1 año; pero ese crimen ha sido “un tema transversal” en su vida, dice, porque el autor intelectual del asesinato era su tío, Roberto.
Tal vez por eso, pero también porque su madre fue la única d'Aubuisson enrolada en El Movimiento Revolucionario salvadoreño, el tema lo atrapó, y lo llevó a escribir, en 2008, en el periódico digital “El Faro”, en la que aún trabaja, una atrapante crónica sobre la muerte de Romero, y el modo en que el crimen fue mantenido en la impunidad.
El Presidente de El Salvador, Mauricio Funes, pidió el miércoles 24 de marzo del 2010, perdón por el asesinato del Arzobispo, y dijo que Los Escuadrones de La Muerte, que lo perpetraron, “actuaron bajo la cobertura, colaboración, aquiescencia, o participación de agentes estatales”
Así pues, Carlos Martínez d'Aubuisson, Premio Ortega y Gasset de periodismo digital 2011, y su tema principal, “la violencia en El Salvador”, encuentra ahora nuevas formas en las pandillas, en un país que no ha podido aún superar las injusticias sociales que denunciaba Romero.
Y es que su asesinato, provocó la protesta internacional, en demanda del respeto a los derechos humanos en El Salvador.
Los restos mortales de Romero, descansan en La Cripta de La Catedral Metropolitana de San Salvador, justo debajo del altar mayor del templo, y dentro de un mausoleo que ostenta su nombre.
La cripta, ha sido visitada por reconocidas personalidades, entre las que se encuentran:
Juan Pablo II, Barack Obama, y Ban Ki-moon.
La firma del acuerdo entre El Gobierno y El FMLN, llevada a cabo en 1992, supuso para El Salvador, el inicio de ese proceso de paz con el que soñó Monseñor Romero, un proceso de democratización, y de recuperación económica, que se ha basado, como proponía Monseñor, en el diálogo.
En este periodo, la figura de Romero ha continuado siendo un símbolo de justicia y de compromiso social, para el pueblo salvadoreño.
La celebración del XX aniversario de su muerte, en el año 2000, ha llevado incluso a la creación de una Fundación Monseñor Romero, y a una propuesta de beatificación, que cuenta con el apoyo de católicos de muy diversos países, y que en cierto modo supone, una forma de reivindicación del papel que aún hoy desarrolla una parte importante de La Iglesia Católica en América Latina.
Romero, es un ejemplo de lucha por la paz, la libertad, la justicia, y la dignidad, que todo ser humano debe proteger y defender.
“Stop the repressions!”
Romero es un drama del año 1989, dirigido por John Duigan.
Protagonizado por Raúl Juliá, Richard Jordan, Ana Alicia, Eddie Vélez, Alejandro Bracho, Tony Plana, Harold Gould, Martin Lasalle, Claudio Brook, Damián Alcázar, Juan Peláez, entre otros.
El guión es de John Sacret Young.
Romero, fue la primer gran producción de Paulist Pictures, una compañía de cinematografía, fundada por los padres paulistas, sociedad de sacerdotes de vida apostólica, perteneciente a La Iglesia católica; producida por su fundador, El Padre Ellwood “Bud” Kieser.
Aunque Romero describe hechos reales, se incluyen también algunos personajes ficticios; en la que se describe la vida y obra del Arzobispo salvadoreño, Óscar Arnulfo Romero, célebre por denunciar desde el púlpito La Iglesia Católica, los atropellos realizados por El Ejército Salvadoreño a la población civil, en la década de 1970, conduciendo así, protestas pacíficas, y clamando por el cese a la represión, dirigida por el violento régimen militar, acciones que al final, le costaría su propia vida.
Se trata de un film sobre la toma de conciencia social de la iglesia, y la actividad de los sacerdotes tercermundistas, en América Latina, a través de la personalidad e historia de Romero, en un país católico como todos los de Centroamérica, con una visión crítica del aparato político-militar, y su connivencia con el poder económico local.
Cabe aclarar, que Romero fue dirigida por un inglés, formado en Australia, y producida y financiada por organizaciones católicas; siendo rodada en locaciones ubicadas en el estado de Morelos, en México.
Como curiosidad, Alfonso Cuarón, trabajó como asistente de dirección.
En Romero, encontramos valores vocacionales como:
La misión, justicia, solidaridad, y compromiso, entre otras virtudes.
Así de dispuesto a posicionarse al lado de los más necesitados, Monseñor Óscar Arnulfo Romero (Raúl Juliá), recorre los barrios de chabolas de Aguilares, en El Salvador, en compañía de su amigo y colega, el prelado Rutilio Grande García (Richard Jordan)
Es el día de los comicios electorales de 1977, pero las libertades individuales y colectivas, no parecen aún garantizadas en este país centroamericano.
Como muestra, un autobús repleto de campesinos, dispuestos a ejercer su derecho ciudadano es recibido en las cercanías de Aguilares, con una ráfaga de disparos, por parte, según fuentes policiales, de unos guerrilleros comunistas, dispuestos a boicotear las elecciones municipales.
En aras a salvaguardar la integridad física de los campesinos, Óscar Romero los escolta hasta los colegios electorales, donde tienen el derecho a emitir su voto, bien a favor del Coronel Ernesto Claramount Dorio (Robert Viharo), o de otros candidatos, con un menor porcentaje de seguidores en los anteriores comicios.
Romero presenta, de manera realista, los hechos más importantes acontecidos en El Salvador, durante la represión, teniendo como hilo argumental, la vida de Romero y su conversión, que lo acercó a la tierra, y a la realidad del pueblo.
Un conflicto que no es tan sólo el del Arzobispo Romero frente a la autoridad militar, y a las injusticias sociales.
La trama central, se articula en una historia de conversión personal:
El conflicto interior de Romero consigo mismo, con sus propios miedos, su aparente debilidad, sus convicciones religiosas, sus privilegios sociales; en suma, con sus profundos y propios pecados.
El hecho social mostrado, hace que inevitablemente se nos presente una película con una alta dosis de dramatismo, pero que a su vez no se exagera, ya que en estos casos, la realidad supera a la ficción.
Gracias a que se cuenta una historia sobre problemas universales como la injusticia, Romero permite ser vista con independencia de tener tal o cual postura, religiosa o política.
Incluso, al más ateo y escéptico, no les dejará indiferentes; precisamente porque se desarrolla en un lugar donde Dios ha hecho gala de su ausencia.
Por tanto, Romero sigue siendo la mejor reseña fílmica sobre Monseñor Romero, y sigue siendo tan urgente, como hace 25 años.
“How I can bless a situation where innocent people disappeared, night after night?”
Acercarse a la figura de Monseñor Romero, es dejarse interpelar por uno de los grandes profetas del siglo XX.
Partimos del hecho, de que ver una película, no es lo mismo que leer sus discursos, sus mensajes, o sus homilías, pero al menos, nos ayudará para aproximarnos un poco, y fomentar un gusto por conocerle más, y mejor.
Lanzada antes de haber transcurrido 10 años desde el asesinato de Romero en el año 80, la obra fungió esencialmente, como el primer borrador de la leyenda, presentando lo que se ha convertido en el paradigma dominante para contar su historia, con todo y su motivo del estudioso conservador que se convierte en un revolucionario, después de experimentar un cambio radical tardío, después del asesinato de su amigo cercano, El Padre Grande, quien estuvo acompañado por Manuel Solórzano, de 72 años, y de Nelson Rutilio Lemus, de 16; que manejaba el jeep otorgado por El Arzobispado, sobre la carretera que comunica El Municipio de Aguilares, con El Municipio de El Paisnal, ya que partía de aquella parroquia, para celebrar la misa vespertina de La Novena de San José, cuando los 3 quedaron emboscados, y murieron ametrallados por Escuadrones de La Muerte.
En la mañana del día siguiente, después de reunirse con los sacerdotes y consejeros, Romero anunció, que no asistiría a ninguna ocasión gubernamental, ni a ninguna junta con El Presidente, siendo ambas actividades, tradicionales del puesto, hasta que la muerte se investigara.
Ya que nunca se condujo ninguna investigación nacional, resultó que Romero no asistió a ninguna ceremonia de Estado, en absoluto, durante sus 3 años como Arzobispo.
En Romero, la muerte de Grande, sirve para provocar en El Arzobispo, un cambio hacia un papel activista en la iglesia y en la nación.
Esta perspectiva de la conexión entre los 2 sucesos, es apoyada por varias biografías de Romero.
Así, Romero es la historia de sus 3 años como Obispo de San Salvador, durante el inicio de una Guerra Civil, que causó la muerte a más de 75,000 salvadoreños.
Siendo un intelectual de alto nivel, poco relacionado con la dura realidad social de su país, hasta que, nombrado arzobispo, ve morir uno a uno, a los sacerdotes que realizaban trabajo social con los grupos más carenciados, y que eran considerados “comunistas” por el ejército.
Romero nos muestra como él pasó de ser un sacerdote pasivo, a un crítico del gobierno represivo de El Salvador, y líder de los pobres, denunciando la violencia y la represión en contra de su pueblo.
Este Romero, se demuestra muy cercano a la aristocracia…
Pero al final, Romero se ha hecho un defensor apasionado y valiente de los derechos humanos, querido por las mayorías pobres, y ahora odiado por los oligarcas, que eran sus amigos al principio.
John Duigan, pone en escena esa conversión, por ejemplo, con el recurso del vestuario, aunque sea requerido realmente entre la vestidura usual sacerdotal.
Romero, al principio, usa el blanco como una paloma:
Inocente a costa de ser voluntariamente ciego frente a la situación social de El Salvador, y a las tendencias radicalizadas de derecha e izquierda, en el seno de la iglesia.
Luego, en hábito negro, en medio de la parafernalia arzobispal.
En una intencionada escenificación de la pasión bíblica, los soldados le arrancan las ropas…
La conversión, es completa.
Romero, se ha liberado de las ataduras exteriores de una indecisa cúpula eclesial, y se entrega en su desnudez, a su misión evangélica.
Las imágenes son duras de observar, y se recomienda precaución para menores de 13 años, pues hay muertes gráficas aunque las hay otras sutiles.
La violencia, es muy ilustrada y real, y cumple su intención de involucrar al público, a sentir los horrores de La Guerra Civil, y de la violación de los derechos humanos, como el conflicto entre los ricos y los pobres de El Salvador.
Romero, representa el viaje espiritual a la grandeza de Monseñor, y la causa noble por la que ultimadamente fue asesinado, el 24 de Marzo de 1980.
A partir de un momento dado, Romero nos ofrece también, fragmentos de textos y homilías de Monseñor Romero, que nos ayudan a entender su manera de pensar, sobre la injusticia social, y la lucha por los derechos humanos.
Son fragmentos muy interesantes, que se pueden leer de manera diferente, según el contexto donde uno se encuentre.
En el fondo, está el debate sobre La Teología de La Liberación, que pareciera que hoy en día, ha perdido actualidad en la iglesia.
El testimonio de Romero, nos ayudará a concretar el compromiso de nuestra vocación con los más necesitados, por ello, es una película recomendable para aquellos que han avanzado en su proceso de discernimiento, o para aquellos ya consagrados, que necesitan renovarse.
Desde el reparto, el actor puertorriqueño, Raúl Juliá, nos ofrece quizás, la mejor actuación de su vida cinematográfica, en el papel del Obispo salvadoreño, Óscar Romero.
Juliá aceptó el rol, debido a su naturaleza política, buscando atraer atención a los problemas de esa región de Centroamérica.
Para prepararse para el rol, leyó el diario personal de Romero, y su autobiografía, además de escuchar las grabaciones con sus mensajes, y de sus misas, esto llevó a que el actor, regresara a La Iglesia Católica.
Algo que Romero no se propuso ser, y nunca debe ser pensado ser, es historia.
Y Romero es muy preciso como un boceto de un personaje, como un examen psicológico, y como una radiografía emocional de la historia que cuenta.
Pero a la mayoría de los personajes que aparecen en la pantalla, se les ha cambiado el nombre, probablemente para evitar demandas por difamación de las personas verdaderas, que aún vivían cuando se hizo la producción.
Muchos otros personajes, son totalmente ficticios, o representan compuestos de varias figuras históricas, editados para simplificar la historia, o darle prisa.
De la misma forma, hay episodios y eventos que nunca sucedieron, por ejemplo, Romero en la cárcel; pero las dramatizaciones son alegóricas, y elucidan la verdad, mientras que otros eventos importantes, que sí sucedieron, quedaron afuera, por ejemplo, las reuniones de Romero con los papás.
Otra decisión narrativa, relacionada que puede haber trochado el conocimiento de Romero, ha sido la decisión de contar sólo los últimos 3 años de su vida; por tanto, Romero no es considerada una película biográfica.
Hoy en día, incluso entre los admiradores de Romero, solo se conocen sus años de Arzobispo.
Por ello, si te encuentras con una cita de Romero, vendrá casi con toda seguridad de sus sermones de sus 3 años como Arzobispo.
A pesar de que mantuvo un diario y otros apuntes por toda su vida, sólo sus diarios de sus 3 años como Arzobispo, han sido publicados y traducidos.
Podría decirse que, para entender lo que motivó a Romero, se tiene que entender quién era en realidad antes de cualquier conversión.
Incluso, si se acepta el hecho de su conversión, la naturaleza, y el alcance de la misma, sólo se entenderá si se puede adquirir un concepto de lo que Romero hizo con los primeros 60 años de su vida, y no sólo los últimos 3.
“Haz patria, mata un cura”
Ahora la patria salvadoreña, se jacta de ser católica…
Así cambia la historia.
Romero, ha sido fundamental para llevar su vida al público, sobre todo en el mundo de habla Inglés.
Sin duda, el asesinato de Romero, estuvo en los titulares internacionales, al final de La Guerra Fría, pero la película presenta un retrato íntimo que resuena mucho más que un titular, y trajo a los espectadores, frente a frente, con la interpretación del mártir elegante, y la bien elaborada mimetización de Raúl Juliá.
Así, Romero, anticipa la institución de la causa de canonización de Monseñor en 1994, y la inauguración de la estatua de Romero, en la fachada oeste de La Abadía de Westminster, en Londres en 1998.
El 24 de marzo de 1990, se dio inicio a La Causa de Canonización de Monseñor Romero, y se designó al Presbítero Rafael Urrutia, como postulador de la causa.
En 1994, se presentó formalmente la solicitud para su canonización, a su sucesor, Arturo Rivera y Damas.
Y es que Monseñor Óscar Romero, mártir por amor, vivió su lema:
“Sentir con La Iglesia” como un Pentecostés, pues con la fuerza del Espíritu Santo, y como un pastor con olor a oveja, no tuvo miedo de sentir con la iglesia, los dolores de los más necesitados, que eran víctima de la injusticia social.
Su mensaje, era alentar a los pobres, y promover la paz.    
“Sentir con La Iglesia”, en la vida de Romero, la vemos reflejada en 3 aspectos importantes de su vida, y ministerio:
Primeramente su Piedad, que lo llevó a confiar plenamente en la gracia de Dios, para evangelizar, pese a cualquier circunstancia adversa.
En segundo lugar, La Comunión con La Iglesia, expresando siempre su adhesión al Papa, y la fidelidad de sus homilías al Magisterio de la Iglesia.
Y tercero, su Opción Preferencia por Los Pobres, que es una muestra viva del Evangelio de Jesucristo.  
A partir de ese proceso, Monseñor Romero recibió el título de “Siervo de Dios”
El Proceso Diocesano, concluyó el 1 de noviembre de 1996, y el 4 de julio de 1997, La Santa Sede aceptó la causa como válida.
La causa, fue elevada a La Congregación para Las Causas de Los Santos, en La Ciudad del Vaticano, la que en el año 2000, la transfirió a La Congregación para La Doctrina de La Fe, en ese entonces, dirigida por El Cardenal alemán, Joseph Ratzinger, posteriormente, Papa Benedicto XVI; para que analizara concienzudamente los escritos y homilías de Monseñor Romero.
Una vez terminado dicho análisis, en el año 2005, el postulador de la causa de canonización, Monseñor Vicenzo Paglia, informó a los medios de comunicación, de las conclusiones del estudio:
“Romero, no era un obispo revolucionario, sino un hombre de La Iglesia, del Evangelio, y de los pobres”
Sin embargo, algunos analistas vaticanos, señalaron la existencia de cierto “bloqueo de la causa”, a partir de 1997, por razones de índole ideológica.
El propio postulador, Monseñor Vicenzo Paglia, explicó que tuvo “algunos” malentendidos con Juan Pablo II, porque a su juicio, las informaciones que llegaban en aquel momento desde El Salvador “iban todas en una dirección”:
La derecha política, los embajadores salvadoreños ante La Santa Sede, y algunos Cardenales, acusaban a Romero de “estar desequilibrado” y de “ser comunista”
No obstante, Paglia precisó, que hubo un momento en el que el papa polaco modificó su postura:
“En su primer viaje a El Salvador, cambió, y quiso ir a La Catedral, esperó 10 minutos, porque estaba cerrada.
Allí impuso sus manos sobre la tumba de Romero.
Además, me ha dicho en muchas ocasiones, que Romero es de La Iglesia”
Por otra parte, Paglia señaló, que fue Benedicto XVI, quien desbloqueó el proceso de beatificación, el 20 de diciembre de 2012, poco antes de anunciar su renuncia.
Desde La Santa Sede, se respondió entonces, que la causa de beatificación de Óscar Arnulfo Romero, nunca estuvo bloqueada.
Con todo, Jesús Delgado, Secretario de Monseñor Romero, admitió la existencia de una oposición económica, social, y política a su beatificación, y señaló:
“Algunos dicen que fue Alfonso López Trujillo, el que atrasó el proceso, y puede que sí, porque él era el encargado de los temas de América Latina”
Durante el pontificado del Papa Francisco, la causa habría contado con su apoyo expreso.
Así las cosas, el 3 de febrero de 2015, fue reconocido como “mártir”, “por odio a la fe” por parte de La Iglesia Católica, al ser aprobado por El Papa Francisco, el decreto de martirio correspondiente, y promulgado por La Congregación para Las Causas de Los Santos.
El Papa Francisco expresó en una carta enviada al Obispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, que La Beatificación de Monseñor Romero “es motivo de gran alegría para los salvadoreños, y para cuantos gozamos con el ejemplo de los mejores hijos de La Iglesia”, y agregó:
“...Monseñor Romero nos invita a la cordura, y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia.
Es necesario renunciar a “la violencia de la espada, la del odio”, y vivir “la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos, y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros”
Él supo ver, y experimentó en su propia carne “el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo, para que alcance a los demás”
Y, con corazón de padre, se preocupó de “las mayorías pobres”, pidiendo a los poderosos, que convirtiesen “las armas en hoces para el trabajo”
En América Latina, algunos se refieren a Romero, como “San Romero de América”
Y fuera de La Iglesia Católica, Romero es honrado por otras denominaciones religiosas de la cristiandad, incluyendo a La Comunión Anglicana, la cual lo ha incluido en su santoral.
Siendo uno de los 10 mártires del siglo XX, representados en las estatuas de La Abadía de Westminster, en Londres, y nominado al Premio Nobel de La Paz, en 1979, a propuesta del Parlamento británico; Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, el 23 de mayo de 2015, fue beatificado en La Plaza Salvador del Mundo, cerca de las 10:30am.
Según estimaciones de medios católicos, participaron en la celebración, unas 300,000 personas de 57 países, en tanto que otros medios internacionales, estimaron la presencia de al menos, 250,000 personas.
Es que se trata del primer salvadoreño, en ser elevado a los altares, y del primer Arzobispo Mártir de América.
Así, Romero llega a los 26 años del estreno, siendo sorprendente, lo relevante que sigue siendo, para decirle al mundo, que la persecución y el martirio, son verdaderos, incluso, cuando vienen atados a contextos culturales y políticos complejos.
Los titulares del día, sobre la persecución de los cristianos en Irak, y otras regiones en conflicto, son suficientes para probar el hecho, de que la historia de Romero, no es una alusión anacrónica a una época de antaño, los mártires batidos por los torbellinos de la política, aún existen hoy en día.
Los comentarios del Papa Francisco, volando de regreso a Roma, después de haber beatificado a 124 mártires en Corea, son instructivos.
El martirio, puede ser una muerte impuesta “por confesar el credo, o por hacer las cosas que Jesús nos manda a hacer por el prójimo”, dijo el Papa.
“Para mí, Romero es un hombre de Dios”, acotó.

“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército.
Y en concreto, a las bases de La Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles...
Hermanos, son de nuestro mismo pueblo.
Matan a sus mismos hermanos campesinos.
Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer La Ley de Dios que dice:
“No matar”
Ningún soldado, está obligado a obedecer una orden contra La Ley de Dios.
Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla.
Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia, que a la orden del pecado.
La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de La Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación.
En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo, cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios:
Cese la represión”



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