Searching for Bobby Fischer

“Every journey begins with a single move”

Está científicamente demostrado, que la frontera entre la genialidad y la locura, es muy estrecha.
Robert “Bobby” James Fischer, tenía un cociente intelectual superior al de Einstein, pero fue una persona muy infeliz; más conocido como Bobby Fischer, fue un gran maestro de ajedrez, campeón mundial entre 1972 y 1975; y obtuvo el título máximo del ajedrez mundial, al vencer al soviético, Boris Spassky, en el denominado “Match del Siglo”; sin embargo, después de lograr el título, no volvió a jugar nunca más.
Resultó incomprensible para todo el mundo, que el momento culminante de la carrera de Bobby Fischer, al conquistar el campeonato mundial, significase también su abrupto y completo final, pues nunca más quiso volver a jugar una sola partida de competición oficial, a pesar de tener solamente 29 años.
La única explicación plausible para esta actitud, es un temor insuperable a ser derrotado, lo cual se suma a los diversos indicios de obsesión y desequilibrio mental, que hasta entonces había dado.
Además de que, al no volver a jugar, frustró las expectativas de todos los aficionados y organizadores del mundo.
Hay que observar, que la única fuente de futuros ingresos de Bobby, sería el ajedrez, o estaría en estrecha relación con este.
Estadounidense de nacimiento, su país dictó orden de busca y captura contra él, en 1992, y más tarde revocó su pasaporte.
En julio de 2004, Fischer fue detenido en el aeropuerto Narita, de Tokio, Japón, por intentar salir del país, utilizando un pasaporte no válido; y fue liberado 8 meses después, y autorizado a viajar a Islandia, país que acababa de concederle la nacionalidad islandesa, a pesar del malestar que ello generó en las autoridades de EEUU.
Prácticamente en la indigencia, Fischer falleció a los 64 años, en Reikiavik, Islandia, a causa de una enfermedad renal, y fue enterrado en una tumba sencilla, en un cementerio cercano a Selfoss, pequeña localidad costera, al sudoeste del país.
Las estadísticas de Fischer son:
Victorias 447, Tablas 251, y Derrotas 89; con un promedio de 72,3%, el promedio se saca de sumar victorias y tablas, y dividirlo por las partidas totales.
A pesar de lo corta que fue su carrera, llegó a tener un ELO máximo de 2,785 puntos, algo que durante muchos años, sólo fue superado por Gari Kasparov, aunque en la actualidad, Anand, Topalov, Kramnik, Aronian, o Carlsen, han dejado obsoleta esa cifra...
Son otros tiempos, y hoy en día, se juegan multitud de torneos al año, y desde la adolescencia, hay más oportunidades de aumentar el rating con facilidad.
Este “enfant terrible”, siempre políticamente incorrecto, de personalidad explosiva e inclasificable; es el padre del ajedrez moderno, y su aparición, marca un antes y un después en la historia de este grandísimo juego.
Hoy, simplemente, no se puede concebir el ajedrez profesional sin sus aportaciones...
Por su parte, Joshua Waitzkin, de 38 años, es un jugador de ajedrez estadounidense, que ganó El Campeonato de Ajedrez Junior de los Estados Unidos, en 1993, y 1994.
Comenzó a jugar a la edad de 6 años, aprendiendo fijándose en las partidas al aire libre, mientras deambulaba por Washington Square Park, en el estado de New York.
Ahí fue, donde jugando partidas rápidas, fue descubierto por Bruce Pandolfini, un autor y profesor de ajedrez, que luego lo apadrinó durante unos años.
Durante sus años de estudiante en el Dalton School en New York, condujo a la escuela, a ganar 6 campeonatos de equipo nacionales, entre el 3° y el 9°, además de sus 8 títulos individuales.
El primer maestro al que venció, fue Edward Frumkin, en una partida que se caracterizó por un remarcado sacrificio de la dama de Waitzkin, y la torre en intercambio, para llegar a jaque mate en 6 jugadas.
Waitzkin, tenía tan solo 10 años en ese momento.
Así las cosas, la ascendencia de Bobby Fischer, marcó a toda una generación de estadounidenses, traspasando las fronteras del deporte, y llegando, por ejemplo, al mundo del cine.
“Never play the board, always the man”
Searching for Bobby Fischer es un drama de 1993, escrito y dirigido por Steven Zaillian.
Protagonizado por Max Pomeranc, Joe Mantegna, Joan Allen, Ben Kingsley, Laurence Fishburne, Michael Nirenberg, David Paymer, Robert Stephens, Dan Hedaya, Austin Pendleton, Laura Linney, Anthony Heald, Tony Shalhoub, William H. Macy, entre otros.
Searching for Bobby Fischer está basada en la vida del jugador de ajedrez, y niño prodigio, Joshua Waitzkin, adaptada del libro:
“Searching for Bobby Fischer: The Father of a Prodigy Observes The World of Chess” (1988) del padre de Joshua, Fred Waitzkin.
Searching for Bobby Fischer estuvo nominada al Oscar como mejor fotografía; y sigue a Josh Waitzkin (Max Pomeranc), un niño de 7 años, superdotado para el ajedrez.
Podría tratarse del nuevo Bobby Fischer, que fue insólito campeón en 1972; pero Josh es un chico normal, y le gusta jugar con los chicos de su edad.
Pero su padre, Fred (Joe Mantegna), periodista deportivo, se toma muy en serio el don de su hijo; y el chico pasa de jugar con “frikis” en el parque, a tener un profesor particular, el súper experto Bruce Pandolfini (Ben Kingsley), que le pondrá el listón demasiado alto.
El estricto instructor, pretende enseñar al niño a ser tan agresivo como Bobby Fischer.
Sus padres, por supuesto, le ayudarán en todo lo posible, pues ven a su hijo, como un futuro maestro.
Searching for Bobby Fischer, también nos hace un pequeño resumen del gran jugador de ajedrez que fue Bobby Fischer, siendo el primer campeón estadounidense del ajedrez, al derrotar a un ruso, en plena Guerra Fría, y se convierte en un personaje muy famoso y reclamado.
Pero la trama principal, nos cuenta la infancia de este niño, tomando en todo momento a Bobby Fischer como la referencia y paradigma a seguir, pues al igual que él, siendo un niño de corta edad, empezó a jugar al ajedrez, sin que nadie previamente le enseñara, y a dar muestras asombrosas de ser un genio de esta disciplina.
Un niño que resulta ser un portento, jugando al ajedrez, brillando con luz propia en torneos, y frente a grandes maestros, pero...
¿Qué pasa con su niñez?
¿Qué le deparará la vida, aparte de dedicarse únicamente a dicho ajedrez?
Es un dilema que se plantea en todo niño prodigio, que puede llegar a encontrase aislado de la sociedad, y con un subdesarrollo emocional, precisamente por potenciar su sobredotación, generalmente por la propia familia.
He ahí, el porqué del “texto” que se nos presenta en los últimos fotogramas de la película.
Searching for Bobby Fischer, es una verdadera oda al poder de la mente.
Una historia sencilla, pero con grandes personajes, que nos enseñan que la grandeza del hombre, está en el pensar bien las cosas, pero tanto con la mente como con el corazón.
Es una película muy apropiada y muy real, sobre los talentos de los hijos, y sobre las presiones que los adultos le imponen... y se olvidan que para ellos, “solo es un juego”
Que un padre quiera que su hijo sea un genio, es comprensible.
El problema surge, cuando su padre quiere forzar a la naturaleza, y obligar a su hijo, a ser lo que no es.
“Maybe it's better not to be the best.
Then you can lose and it's OK”
Searching for Bobby Fischer, trata los primeros años de Josh Waitzkin, como ajedrecista; es un film emocionante y tierno, que merece la pena en todos los sentidos.
A través de la inocente mirada de un niño, se describe la presión de sus padres y profesores, para que dé lo máximo de sí mismo, y plantea además, los límites de la infancia, y el choque frontal del mundo de juegos de ésta, con el competitivo mundo de los adultos.
El título de la película, de hecho, es una metáfora sobre el intento de los personajes, de adoptar el ideal de Fischer, y su determinación para ganar a cualquier precio.
El principal conflicto, surge cuando Josh se niega a adoptar el misantrópico marco de referencia de Fischer.
Josh pretende ganar en sus propios términos, con un tipo de deportividad, muy alejada del estilo de Fischer.
Define claramente las 2 formas de jugar al ajedrez:
Una, estudiándolo, tratándolo como algo que siempre te vence, y tienes que estudiarlo durante años, para poder competir en su contra.
La segunda, mucho más intuitiva y rápida, juega como te sale del corazón, rápido, sin miedo a perder, por la victoria.
También, se ve una lucha ajedrecística entre la “normalidad” del protagonista, y la dedicación solo al ajedrez del otro niño.
Se ve que muchas veces, vale más ser un niño feliz, y con alguna que otra preocupación, como tener amigos, a dedicar tu vida a algo, y apartar a la demás gente de tu alrededor, llegando a perder la familia, y no tener amigos.
Algunas veces, el amor en demasía al ajedrez, como a cualquier otra disciplina, puede llegar a provocar deficiencias mentales.
Como dato, Searching for Bobby Fischer, nos muestra la célebre combinación de Waitzkin; y lo peligroso que es sacar la dama al principio del juego.
Si bien se hace referencia a Bobby Fischer, el genial y raro campeón del mundo de ajedrez estadounidense, que arrebató la corona al ruso Boris Spassky en 1972, en plena Guerra Fría; el guión de Zaillian, utiliza las rarezas de Fischer, como la jugada más rara del maestro, desaparecer tras proclamarse campeón, para hablar de los peligros que acechan al inocente protagonista.
Es una película centrada solamente en el ajedrez, pero los valores y el fondo, son muy aplicables a otros aspectos de la vida, y a otras artes y deportes, sobre un niño prodigio, que sin quererlo, se ve compitiendo y ganando, dejando atrás aquello que solamente pertenece a la infancia; el prodigio puede ser un arma increíble, que te abrirá grandes puertas y oportunidades en la vida, o un arma que te puede autodestruir.
Muchos niños prodigio, se centran en ese talento, olvidándose por completo de vivir, y de hacerse como persona, además de que esto ayudará a potenciar el talento del niño.
Vivir, jugar, pescar, tener amigos… forman al niño, y no solamente centrarse en el talento, las cosas saldrán mejor, cuando uno vive con mayor variedad.
Searching for Bobby Fischer, reflexiona si los padres saben escoger la mejor educación, sin explotar los deseos frustrados de ellos mismos, cual es el mejor camino para triunfar, no sólo socialmente, sino como realización personal.
La presión a la que sometemos a nuestros hijos, puede ser contraproducente en una sociedad tan competitiva.
Curiosamente, los 2 maestros que conoce el niño, representan 2 actitudes ante la vida, y 2 modelos educativos:
Vinnie (Laurence Fishburne), es el hombre intuitivo de la escuela “de la calle” que basa su triunfo, en imponer su personalidad, su juego rápido, le enfrenta a la realidad con arrojo y resolución.
Bruce, por el contrario, es modelo de racionalidad meditada, de seguridad para elegir la mejor estrategia, es el hombre reflexivo, que indaga todas las posibilidades, y busca la mejor.
Vinnie confía en sus cualidades personales, la intuición, despreciando la autodisciplina, y el estudio; mientras Bruce sabe las limitaciones de las habilidades innatas, y trata de perfeccionarlas, mediante el estudio riguroso.
Joe Mantegna y Ben Kingsley, ambos atrapados entre el dilema de intentar educar al chico, de manera acorde a su juventud, o inculcarle la ambición que requiere la alta competición, y la consiguiente dosis de deshumanización prematura, a un niño con la mente de un genio.
Además de Fishburne, Bonnie Waitzkin (Joan Allen) la madre del niño, están bastante desaprovechados; representan la defensa a ultranza de los derechos del chico:
Dejar que aproveche su niñez de forma natural, por encima de cualquier otra cosa.
La escena más divertida, es cuando sólo apenas unos días después de aprender a jugar, Josh juega, y gana a su padre, sin estar frente al tablero, yendo de aquí para allá por la casa, y entreteniéndose con otros juegos, o hablando por teléfono, gritando al papá, donde mover sus fichas, y diciendo “jaque mate”, y la cara que se le queda al padre al comprobarlo.
Searching for Bobby Fischer no es perfecta, y en contadas ocasiones, puede ser hasta ridícula para los que conocen del ajedrez, sobre todo chirría ese final de la última partida entre los 2 niños, un poco tópico, aunque muy cinematográfico.
También, Searching for Bobby Fischer, refleja muy bien el mundillo de los torneos, y estoy seguro en la verosimilitud del afán competitivo, y en la rareza de alguno de los enganchados por el ajedrez, es real o al menos cercana.
El trasfondo, descubre una crítica velada, de cómo el entorno familiar condiciona y alienta que los niños, a esa temprana edad, se vean supeditados a los deseos de los adultos, donde las frustraciones paternas, tratan de enjugarse con los éxitos de los hijos, con independencia de los gustos de éstos últimos.
También, se ha criticado la utilización desmedida del nombre, y de la figura del campeón mundial de ajedrez, Bobby Fischer, para la promoción de una película, que nada tiene que ver con su propia evolución ajedrecística.
Porque entre otras cosas, muestra lo complicado que es tener un niño genio, de lo que sea, en la familia, lo mareante de los torneos de ajedrez en particular, lo que puede afectar la fama, si no se tiene cerebro para llevarlo.
Y es triste reconocerlo, pero muchísimos niños, se esmeran en demasía para ser los mejores en actividades como el estudio, el deporte, o el arte, no precisamente porque esto los apasione, sino porque se les ha hecho sentir que, de no conseguirlo, sus padres les retirarán el afecto.
Por esta razón, los niños se sienten intimidados, bajo constante presión, y con un profundo temor al fracaso, porque creen que, entonces, el mundo se les vendrá abajo.
Pero, lo curioso en todo esto, es que muchos niños parecieran conservar una esencia equitativa y generosa, que los lleva a sentir, muy dentro suyo, que no están interesados en ganar a como dé lugar, que el derrotar a otro, no les produce satisfacción alguna, y que es la amistad y la camaradería, y el estudio, el deporte, y el arte por afición, y no por obsesión, lo que anima completamente su espíritu.
“Hey!
It's only a game!”
En el mundo del ajedrez, se considera al actual ajedrecista estadounidense, Joshua Waitzkin, Maestro Internacional de Ajedrez, como el posible sucesor de Bobby Fischer; quien con 11 años, logró hacerle tablas en una partida de ajedrez simultáneo, nada más y nada menos, que a Kasparov.
¿Pudo Waitzkin, haber vivido una existencia vicaria?
Como Fischer, Joshua destacó en el ajedrez, a edad muy temprana.
Si a los 12 años, Fischer intuía jugadas impensables, fruto de un cerebro celestial; Waitzkin, a finales de los 80, machaba rivales con apenas 9 años.
Fischer, niño prodigio, alcanzó el campeonato de EEUU, con 14 años; mientras Waitzkin acumulaba 8 campeonatos a los 18.
Formado bajo los consejos de John W. Collins, Bobby Fischer encontró en aquel maestro, a un hombre sabio, pero nadie domeñó su impulso autodestructivo, fomentado por la enorme presión de la época.
Waitzkin, también tuvo un profesor, Bruce Pandolfini, que lo acompañó durante su epopeya, si bien, en realidad a Waitzkin lo educaron, sobre todo, los ajedrecistas callejeros de Washington Square; entre pícaros, fanfarrones, y gigolós del tablero, forjó un estilo único.
Sin embargo ha declarado:
“Odio la palabra “prodigio”, lo que tiene de falso”, dice ahora Waitzkin; quien dejó el ajedrez, tras conquistar 8 campeonatos de EEUU, y perder de forma increíble El Campeonato Mundial Juvenil, tras rechazar unas tablas que le hubieran dado el título.
“Perdí mi amor por el ajedrez, después de la película sobre mi vida, mucho antes de la partida.
El éxito de la taquilla, me obligaba a ganar siempre, y yo, hasta entonces, había jugado para ganar, sí, pero también por divertirme.
El ajedrez era mi vida, un problema continuo que me fascinaba.
Hasta que una tarde, en Memphis, jugando con otras 40 personas, comprendí que sólo lo hacía externamente.
No estaba allí; ese fue el principio del fin” acotó.
Un final anunciado, porque Waitzkin no hacía pie, rodeado de abogados, expertos, escritores, comentaristas, y admiradores, chapoteando por culpa de la fascinación que despierta el niño deificado.
Y es que el Bobby Fischer real, tiene una historia muy diferente a la de Waitzkin.
Mientras que este, y otros niños prodigios, son impulsados a competir por sus padres; la madre de Fischer, se mostraba en contra de que participase en torneos, pero Bobby tenía un carácter tan fuerte, que pudo imponer su opinión.
Fischer, siempre fue un personaje peculiar, con rasgos entrañables, y con otros verdaderamente insoportables.
En el lado positivo, nadie puede negar que demostró ser una persona íntegra, fiel a sus ideas.
Una de ellas, era la sinceridad, intentaba mentir nunca, y repudiaba cualquier tipo de falsedad.
Pero Fischer dio la espalda al mundo, manteniéndose al margen de la sociedad, y  empezó a tener comportamientos extraños, que no fueron entendidos.
Tras perder gran parte de su patrimonio, empezó a vivir como un vagabundo, malviviendo con la escasa pensión que recibía de la ciudad de Pasadena, lugar en el que residía, negándose a regresar al ajedrez, o aceptar las ofertas publicitarias, y de todo tipo que recibía.
A lo largo de años, al mismo tiempo que su salud mental sufría el síndrome de Asperger, comenzaba a deteriorarse.
Fischer, se había caracterizado por ese entonces, en lanzar furibundos pronunciamientos antisemitas, y antiestadounidenses.
A pesar de ser él mismo de ascendencia judía, por el lado materno, admiraba a Hitler, y era un negacionista del Holocausto.
En al menos una oportunidad, se había declarado a favor de un hipotético golpe militar derechista en su país, seguido de la destrucción de sinagogas, y la ejecución de cientos de miles de judíos.
En una entrevista a una radio filipina, el 12 de septiembre de 2001, Fischer proclamó su satisfacción por los ataques terroristas contra Las Torres Gemelas y El Pentágono, ocurridos el día anterior, y se pronunció en durísimos términos contra EEUU e Israel.
Sin embargo, cabe aclarar, que su odio nunca se extrapoló al tablero, pues durante toda su vida, mantuvo una cordial relación con otros ajedrecistas judíos.
La reacción de Joshua Waitzkin, tras la muerte de Bobby Fischer fue:
“Tengo sentimientos encontrados hacia Bobby Fischer.
Durante el fin de semana, he recibido cientos de correos.
Todos preguntan por Fischer.
No respondí ninguno.
Tengo muy claro que fue un artista, un revolucionario.
El ajedrez en EEUU, sería irreconocible sin su genio.
Pero culpar al ajedrez, decir que estaba loco, o que fue el ajedrez el que lo enloqueció, resulta demasiado fácil.
Su visión del mundo, era terrible.
Durante mi infancia, fue una persona muy importante para mí, pero después, seguimos caminos distintos.
Amo a la gente, procuro involucrarme en los problemas de la comunidad, y eso nos diferencia.
Tuvo sus opciones, y vivió de espaldas al mundo”
A propósito de los símiles, Josh traza una línea roja, el compromiso.
“Los campeones, tienen una gran responsabilidad social.
Son un modelo para los niños y los jóvenes.
Aceptaron estar en el centro del escenario.
Deben ser vigilantes.
¿Sabes?
No quiero hablar mal de alguien que acaba de morir”, concluye el genio del ajedrez y otras disciplinas deportivas.
Mientras que Fischer fue fagocitado por su locura, Waitzkin buscó en otros pastos, e hizo de las artes marciales, un bálsamo con el que dialogar.
Y murió para el ajedrez, por la presión combinada de un periodismo ávido, y unos profesores ciegos de vanidad.
Recorrió el mundo, para curar el sarampión del fracaso, el pildorazo del miedo, la angustia de fallar ante el modelo previamente construido de niño destinado a la gloria.
Mandó al carajo a los patrocinadores.
Estudió, y gracias a la actividad física, añadió nuevos estímulos, a una mente en perpetuo cambio.
Peregrino y guerrero, escritor dotado, cazador del cerebro, y sus fuegos, Joshua Waitzkin, resuelve teoremas matemáticos para ejercitarse.
Ha transformado el ring, en un problema geométrico, y vive a tope, la resurrección de quien le hizo un corte de mangas al guión preestablecido por los especialistas en exprimir portentos.
Josh ha publicado un libro titulado:
“El Arte de Aprender”, un manual donde vuelca sus experiencias, y critica con severidad, el sistema educativo, y contempla la caída del ídolo, con melancólica clarividencia.
Hoy es un escritor con facilidad, es una presencia constante de los medios, y ha evitado las tentaciones suicidas que el mercado, la política, y el esnobismo, sirvieron en bandeja de plata, a su primer padre, aquel Bobby Fischer epiléptico de navajazos, trapecista angélico, que murió como una rata, entre sueños de reinas, damas, y alfiles.

“Well, I'm not him”



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