My Big Fat Greek Wedding

“Toula, there's two kinds of people:
Greeks and everybody else who wish they were Greeks”

Al igual que todas las culturas, una boda griega representa una combinación única de tradiciones, cada una de ellas, tiene diferentes significados.
A partir de la participación, hasta el día de la boda, muchas ceremonias se llevan a cabo en una boda griega.
En Grecia, las parejas no se supone que se casan en ciertos días, como La Cuaresma, y otras celebraciones cristianas.
A pesar de las tradiciones de la boda, puede variar dependiendo de la región y/o creencias, hay ciertas costumbres de la boda que se suelen seguir.
Las bodas tradicionales griegas, son celebraciones por todo lo alto; ya que es un momento muy especial, en que 2 familias se unen.
Además, hay que añadir, que las bodas griegas por el rito ortodoxo, son ceremonias de lo más ricas en simbolismo.
Partamos de la base de que, para el rito ortodoxo, el matrimonio es más como la unión de 2 almas, que un contrato entre 2 personas.
Por este motivo, no encontramos intercambio de votos en la ceremonia.
La pareja de novios, acude a la iglesia portando velas blancas, y uniendo sus manos para consagrar esta unión sagrada.
Asimismo, encontramos una serie de pasos fundamentales, que toda boda tradicional griega debe cumplir; por ejemplo:
El Betrothal, momento en el que los anillos de los novios son intercambiados, como un signo de devoción, y de promesa de unión.
La particularidad de este momento, es que el gesto se repite 3 veces, pues es el número de La Santísima Trinidad.
También encontramos un momento de coronación:
Este momento simboliza, el reinado de los conyugues en su propia familia; para ello, se les colocan coronas.
Los novios, también comparten vino en un momento determinado:
Esto simboliza, la puesta en común de todas las cosas de la vida, a partir de este momento.
En un momento de la ceremonia, el sacerdote tomará a los novios, y dará 3 vueltas alrededor de la mesa sacramental:
Esto simboliza, el viaje que esta pareja está comenzando.
Tras la ceremonia, llega la fiesta, la celebración.
Las bodas griegas, tienen fama de ser realmente divertidas, pues los bailes y las canciones, forman parte de todas ellas.
Además, dentro de ella, encontramos otras tradiciones, como por ejemplo, la de romper los platos en la pista de baile.
Los recién casados, destrozan los platos contra el piso, luego de la celebración de la boda, mientras los invitados se unen en coros de “¡Ooopa!” para desearles buena suerte en la nueva vida que tienen por delante.
El ritual, también simboliza la abundancia.
Este particular ritual, evolucionó de una costumbre muy antigua:
Antiguamente, los novios rompían platos en la entrada de su casa, pues pensaban que esto ahuyentaría a los malos espíritus...
Actualmente, la mayoría de los restaurantes en los que se rompen platos durante el banquete nupcial, requieren de licencias especiales.
Estas licencias, vigilan medidas para que los clientes no se hagan daño, y para proteger también a los dueños de posibles demandas por incidentes.
Muchos restaurantes, han cambiado esta tradición por la de tirar flores, aunque evidentemente no es lo mismo, ni tiene la misma simbología.
“My dad believed in two things:
That Greeks should educate non-Greeks about being Greek and that any ailment from psoriasis to poison ivy could be cured with Windex”
My Big Fat Greek Wedding es una comedia del año 2002, dirigida por Joel Zwick.
Protagonizada por Nia Vardalos, John Corbett, Michael Constantine, Laine Kazan, Andrea Martin, Joey Fatone, Christina Eleusiniotis, Kaylee Vieira, Louis Mandylor, Jayne Eastwood, entre otros.
El guión es de Nia Vardalos; que aprovechando su raíz griega, y su educación familiar estricta, y ortodoxa, armó en los años 90 del siglo pasado, espectáculos de “standup” para contar anécdotas con las que comenzó a reírse de sí misma, y de sus orígenes.
A uno de esos shows asistió Rita Wilson, esposa de Tom Hanks, específicamente a la presentación de “My Big Fat Greek Wedding” en 1997, en un teatro de Los Angeles.
La obra teatral, estaba interpretada únicamente por Nia Vardalos, y trataba de su autobiografía.
Wilson, de descendencia griega, reconoció instantáneamente el potencial de la obra, para ser llevada al cine; de esta manera, convenció a su marido, para que asistiera la semana siguiente.
La pareja, estaba encantada con la obra, y decidió realizar un trato comercial con Vardalos; que ya había desarrollado un guion adaptado para el cine, debido a que la compañía productora Playtone, se había interesado antes en la obra…
No obstante, Tom Hanks y Playtone, se aliaron como productores, y empezaron el rodaje, permitiendo la participación de Nia Vardalos como protagonista.
De hecho, la productora pidió cambios en el elenco estelar, incluyendo el papel de Vardalos, y el cambio de “Griego” por “Latino” a lo que la autora se negó de rotundo, y se siguió con lo establecido por ella.
La trama, gira alrededor de una mujer de ascendencia griego-estadounidense, que se enamora de un chico estadounidense.
En el transcurso de la historia, los protagonistas tienen que luchar por vencer las diferencias culturales; además, examinando los distintos valores, y las relaciones familiares.
El rodaje se realizó en Toronto, y Chicago; siendo My Big Fat Greek Wedding, el gran éxito del cine independiente del año 2002, en los Estados Unidos; con buenas críticas, y una gran taquilla, de más de $240 millones, cuando su presupuesto fue de apenas $5 millones.
Todo ello, la alzó al primer puesto en el ranking de las comedias con mayor recaudación de la historia en EEUU, por delante de;
“What Women Want” (2000) como #2; “Hitch” (2005) de #3; y “Pretty Woman” (1990) en el 4º puesto.
Debido al gran éxito de My Big Fat Greek Wedding, y su título inusual, el nombre fue satirizado en varias series televisivas, y películas.
My Big Fat Greek Wedding estuvo nominada a los premios Oscar, en la categoría de mejor guion original.
La acción gira alrededor de Fotoula “Toula” Portokalos (Nia Vardalos), la encargada del restaurante familiar “Dancing Zorba”, que es co¬-regenteado por toda la familia; la cual es bastante particular:
Maria Portokalos (Lainie Kazan), es una madre que cocina kilos y kilos de comida.
Kostas “Gus” Portokalos (Michael Constantine), es un padre obsesivo, no sólo con sus descendientes, sino también con el limpiador “Windex”
Su hermana, Athena (Stavroula Logothettis), está casada con un griego, siguiendo la tradición familiar, y con muchos hijos; y Nick Portokalos (Louis Mandylor), es su hermano mujeriego, que intenta dar un cambio a su vida, pero nadie le presta atención.
Todos los miembros de la familia Portokalos, están preocupados por Fotoula, que a sus 30 años sigue soltera, y trabaja en el restaurante griego de sus padres.
Pero es que Toula aspira a algo más, y está dispuesta a conseguirlo; su familia, por desgracia, no.
Lo único que necesitaba Toula para cambiar su vida, serán unas cuantas clases de informática, un par de lentillas, y adoptar otra actitud.
Cuando empieza a trabajar en la agencia de viajes de su tía Voula (Andrea Martin), un apuesto desconocido, se siente atraído por ella; es Ian Miller (John Corbett), un profesor de instituto alto, guapo, y sin una gota de sangre griega...
¡Ooops!
Pero allí es donde se inician nuevamente los problemas, ya que a las mujeres griegas, les está prohibido salir con “Xenos”, personas que no son griegas, y mucho menos, casarse con ellos; pero Toula sabe, que Ian es el hombre de su vida, que la ama más allá de las apariencias, y costumbres, y por eso decide aceptar su propuesta de casamiento.
Allí, My Big Fat Greek Wedding comienza a contar otra historia, dejando de lado el cuento de “Cenicienta”, y adaptando una suerte de “sitcom” televisiva al cine, centrada en las desavenencias familiares, y el choque de culturas, mostrándole a todo el mundo la cultura griega en los Estados Unidos.
“When I was growing up, I knew I was different”
Resulta extraño, cómo una película de lo más sencilla, en cuanto a su planteamiento, y posterior resolución, pueda causar un revuelo tan considerable, como el que My Big Fat Greek Wedding ha levantado.
Quizás sea ese mismo el motivo, o quizás, muy seguramente, será el impacto que ha tenido en su país de origen, EEUU, lo que hace que como en tantas otras ocasiones, cualquier cosa que triunfe, o esté de moda allá, repercute donde se muestre…
My Big Fat Greek Wedding, narra la odisea de una joven griega, no muy agraciada físicamente, y muy desgraciada emocionalmente, que ha de atravesar un sinfín de situaciones, para poder casarse con su “Príncipe Azul”, el típico estadounidense:
Culto, inteligente, y guapo, mientras toda la familia de ella, muy griega y muy tradicional, se opone a ello.
Tenemos a una mujer, protagonista, en plena crisis personal, debatiéndose entre la tradición familiar, o la realización personal, en una familia de emigrantes, que lucha por mantener sus tradiciones, con los tópicos sobre extranjeros ruidosos, o estirados protestantes anglosajones, la pérdida de las raíces, y un gran choque cultural, son los temas que trata esta historia.
Además, cuenta con una serie de personajes secundarios, tan extravagantes como convincentes, que no me cabe la menor duda, de que ese tipo de familias existen, en cualquier parte del mundo.
Todo ello contado con un fino toque de ironía, y cierto cinismo a la hora de retratar divertidas anécdotas familiares, en torno a la boda de la protagonista.
En base, a esta “original” idea, la guionista, Nia Vardalos, teje un conjunto de situaciones cómicas, basadas en la cultura y la tradición de una familia griega que vive en los Estados Unidos, mezclado con el cuento de “La Cenicienta” de la joven que consigue cambiar a fuerza de voluntad, y conseguir enamorarse, y casarse con “el hombre de sus sueños”, y ser feliz por siempre jamás, en la tierra de la democracia y la libertad, en resumen “El Sueño Americano” al 100%
Lo malo es eso, que es la típica comedia, con una idea ya vista, como es la de la chica-busca-chico, situaciones graciosas, familia de por medio, con las típicas opiniones y personajes ya muy desgastados en este tipo de películas.
Ahí viene el gran problema, ya que lo que a priori, parecía y prometía ser más interesante, el retrato de una comunidad griega, asentada en la estabilizada comunidad de EEUU, pero cambia de registro completamente, para transformarse en un “monólogo” sobre el afán de superación de la protagonista.
La trama central, por así decirlo, que es como la familia tiene que aceptar el hecho que su hija se tenga que casar con un no-griego, está colmada de gags, y guiños bastante divertidos, que por desgracia, no hace sino ofuscar las verdaderas intenciones, si de verdad las tenía la guionista, porque lo que al principio se plantea como un cúmulo de datos de lo más interesantes, como por ejemplo, el hecho que las hijas sólo están para casarse, y llevar el negocio familiar, o que sólo se relacionan con griegos, o detalles así, se acaban volviendo en su contra, al no hacer otra cosa que caer, una y otra vez, en los tópicos más fáciles, con tal de hacer reír, y encima lo hacen, lo que es peor; por no hablar de la sospechosa similitud de la familia griega, que hacen junto a la típica sociedad italiana que todos tenemos en mente:
Grandes comidas, interminables listas de tíos, primos, y demás familiares, gestos al hablar y de manos, totalmente idénticos, etc., que provoca en el público anglosajón menos exigente, la carcajada fácil, pero que al Europeo, en un principio más cercano a lo que puede intentar contar, es una decepción sobre la falta de vergüenza, al abordar ciertos temas...
Aparte de eso, la gran baza de la historia, es el choque entre 2 culturas distintas...
Algo muy usado en el cine, con diferentes países, o incluso dentro del mismo; aquí se roza hasta lo ofensivo:
Mientras que los estadounidenses son guapos, cultos, refinados, y discretos; los griegos son feos, idiotas, analfabetos, machistas, gritones, y ofensivos.
El desprecio y la burla que se hace a la cultura griega, y el peloteo a los yanquis, bordea un poco la vergüenza ajena.
Un ejemplo de esto es la de la escena de la chica en el colegio, avergonzada por ser morena, y llevar comida griega en la fiambrera, mientras que sus compañeras son rubias, y llevan exquisita comida de EEUU… WTF?
No hay algo extraordinariamente griego, en esta boda griega… y sigue la corriente de cualquier comedia romántica de Hollywood, casi a modo de cuento Disney...
Cierto que Gus Portokalos, es un padre que representa muy bien el papel, no sólo de figura autoritaria, que entona constantemente su tonadilla, de qué representa la mujer griega perfecta es:
Casarse, tener hijos, cuidar de todos ellos, atiborrándoles de comida… sino de su machismo extremo, al estar en contra de que la mujer estudie, o se labre un futuro ajeno a la familia, y las tradiciones.
Por supuesto, que la mujer sale reivindicada, en un mundo griego masculino:
La frase de que “el hombre es cabeza de familia, pero la mujer es el cuello que hace que la cabeza gire hacia donde el cuello quiera” es un “calmante” del machismo soterrado.
Los personajes, y sus interpretaciones, no hacen mucho al respecto por mejorarlo; si bien es cierto que los principales, Toula, y su amor del alma, Ian Miller, no son ni más ni menos que caricaturas, y refritos de mil personajes vistos hasta la saciedad, y así con la mayoría de ellos, aunque también hay que reconocer que hay algunos, como el padre de Toula, o la abuela que llega de Grecia, siempre dispuesta a alzarse en armas contra los Turcos asesinos, son de lo más divertidos.
Constantine, como el padre de Toula, tiene esa habilidad para explicar, cómo cualquier palabra del vocabulario mundial, tiene raíz griega, y siempre con un bote de limpia cristales a mano, maravilloso líquido milagroso, que cura cualquier dolencia, me pareció una idea de lo más original y bien llevada.
Nia Vardalos, está fresca y atrevida, burlándose de todo el ruido, el patriarcado, la comida… y como viene siendo habitual en Hollywood, el acabado técnico es inmejorable, una fotografía bonita y resultona, una dirección artística estupenda, y de lo más divertida, cómo la casa de la familia de la protagonista, inenarrable, mérito del guión eso sí, y una producción de primer orden, que cabe recordar, que uno de los productores es Tom Hanks, cosa que no es difícil de creer, viendo que al fin y al cabo, lo que nos muestran es el alcance de “El Sueño Americano”, y de la felicidad personal, que resalta en secuencias multitudinarias, como la boda que da título a la película, o la presentación del novio, en casa de los padres de ella, y ante toda su familia.
A destacar:
El encuentro de ambos, en el escaparate de la agencia de viajes.
Cuando la familia yanqui, dice que el padre tuvo una recepcionista griega, que finalmente era guatemalteca, la cara de Toula, resume la mala cultura estadounidense, que encima, se atreven a dar lecciones a los demás…
Cuando en una de las primeras reuniones, Toula le dice a su tía, que él es vegetariano, que no come carne, la reacción de la tía es divertidísima…
y la abuela, que les llama “turcos”, y quiere huir...
“In Greek school, where I learned valuable lessons such as:
“If Nick has one goat and Maria has nine, how soon will they marry?”
Mención honrosa, para la posibilidad de revivir con la historia de My Big Fat Greek Wedding, esa rara sensación, vivida por todos, de presentarse ante los padres, o el círculo familiar de la pareja, con ruido, o silencio; con muecas, o carisma; pero siempre con algo de nervios.
Un déjà vu, que evoca sonrisas cómplices; pero que en el fondo, trata un tema delicado, y de mucha preocupación para las mujeres, algunas… conste, y es la crisis de la mediana edad, o crisis de los 40, que se usa para describir un período de cuestionamiento personal, que comúnmente ocurre al alcanzar la mitad de la edad que se tiene como expectativa de vida.
La persona siente, que ha pasado la etapa de su juventud, y la entrada a la madurez.
En ocasiones, las transiciones que se experimentan en estos años, como el envejecimiento en general, la menopausia, el fallecimiento de los padres, o el abandono del hogar por parte de los hijos, pueden por sí solas, disparar tal crisis.
El resultado, puede reflejarse en el deseo de hacer cambios significativos en aspectos clave de la vida diaria, o situación, tales como la carrera, el matrimonio, o las relaciones románticas.
En cualquier caso, la crisis no es una enfermedad; sino una fase de transición personal, que se puede vivir con mayor, o menor intensidad, y que varía en cada persona.
Los investigadores, han encontrado que la mediana edad, es a menudo, un tiempo de reflexión, y de revaloración, pero no siempre viene acompañada por los trastornos psicológicos, que popularmente se relaciona con la crisis de la mediana edad…
Así pues, My Big Fat Greek Wedding es una inocua comedia romántica, sobre cómo el amor en tiempo de descuento, debe vencer las diferencias culturales, y los prejuicios raciales.
Y es que a veces, hace falta un detonante, para hacer cambiar a una persona.
A veces, hace falta una persona que te vea diferente, que saque a relucir lo mejor de ti, aquello que existe, y está ahí, y muchas veces, ni siquiera sabes que estaba…
Pero no creo tampoco, que se trate realmente, de salir a buscar el amor...
Es más la sensación de saber que has hecho algo con tu vida, y te has realizado, lo demás vendrá por añadidura.
Que puedes tener sueños, ambiciones, y luchar por, si no conseguirlo, por lo menos intentarlo.

“So, okay, here tonight we have, uh, apple and orange... we all different, but, in the end, we all fruit”



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