Boys Town

“The life story of a boy who was born to be hung!”

Ya lo decía Pitágoras:
“Educa bien a los niños, y no será necesario castigar a los hombres”
Edward Joseph Flanagan, fue un sacerdote católico, que dedicó toda su vida a la educación de niños y jóvenes delincuentes y abandonados.
Él fundó el orfanato conocido como “Boys Town”, ubicado en Ciudad de Los Niños, en el condado de Douglas, Nebraska, EEUU, que ahora también sirve como un centro para jóvenes con problemas.
La propiedad, fue incluida en El Registro Nacional de Lugares Históricos, así como designado Monumento Histórico Nacional, el 4 de febrero de 1985.
En 1917, Flanagan fundó en Omaha, Nebraska, una residencia para trabajadores sin empleo; y paulatinamente llegó a la conclusión, de que el mejor método de reforma social, era la redención de la juventud inadaptada.
En el mismo año de 1917, con $90 prestados, fundó una casa para niños sin hogar; en un principio, contó sólo con 5 niños, 3 de ellos, procedentes de Los Tribunales Tutelares de Menores, y 2 recogidos en la calle.
La idea central del Padre Flanagan, se resume en esta frase, que él repetía constantemente:
“No existe en realidad, un solo muchacho auténticamente malo”
Para Flanagan, la delincuencia infantil y juvenil, procede sobre todo de la influencia de un ambiente social más conformado; por consiguiente, pensaba que lo esencial, para prevenir o remediar esa delincuencia, es moldear un medio que satisfaga las necesidades de los sujetos.
Tal es lo que pretendía llevar a cabo en su residencia de Omaha.
Sus esperanzas no se vieron defraudadas, y pronto se vio obligado a ampliar los locales de su fundación.
Adquirió una granja a 11 millas de Omaha, y trasladó allí su residencia, llamándola:
“Ciudad de Los Muchachos”
El Padre Flanagan, estaba convencido de que la fórmula más adecuada para readaptar a sus jóvenes inquilinos, era fomentar en ellos, el espíritu de responsabilidad; para ello, desde un principio, trató de implantar la educación en régimen de autogobierno.
En 1926, realizó ya, un primer intento de organización de La Ciudad de Los Muchachos, en régimen autónomo, con autoridades nombradas por los propios jóvenes.
Aquel intento, sin embargo, no cuajó hasta que, en 1935, el gobierno de EEUU reconoció a La Ciudad de Los Muchachos, como una entidad municipal, con todos los pronunciamientos jurídicos.
Entonces, y previa una campaña electoral en toda regla, se nombraron los correspondientes cargos en régimen democrático.
El gobierno, así designado periódicamente, se ocupa, desde entonces, de todo lo referente al régimen interno de La Ciudad de Los Muchachos; y El Padre Flanagan, se limitaba a intervenir en los casos extremadamente graves.
Los éxitos educativos logrados en La Ciudad de Los Muchachos fueron enormes; un gran número de jóvenes educados en ella, pasaron a ocupar más tarde, puestos honorables en la sociedad de EEUU.
Después de La Segunda Guerra Mundial, El Padre Flanagan fue llamado a diferentes países, para estudiar y organizar la redención social de los niños y jóvenes, afectados por la contienda.
Realizó importantes trabajos en Japón y Filipinas, adonde fue llamado por El General Mac Arthur.
Hallándose en Berlín, donde, por encargo del ejército de EEUU, se ocupaba de planear organizaciones educativas similares a su Ciudad de Los Muchachos, El Padre falleció el 15 de mayo de 1948, a los 61 años.
Su obra, ha sido continuada por El Padre Nicholas H. Wegner, amigo y colaborador del Padre Flanagan, durante 25 años.
La Ciudad de Los Muchachos, es actualmente, líder nacional en el cuidado de niños y familias, a través del tratamiento de problemas de conducta, emocionales, y físicos; y se ha desarrollado con 11 centros en Estados Unidos, y numerosos programas de ayuda que benefician a 1,6 millones de personas.
“Greater than the imagination of the best writers!”
Boys Town es un drama del año 1938, dirigido por Norman Taurog.
Protagonizado por Spencer Tracy, Mickey Rooney, Henry Hull, Leslie Fenton, Addison Richards, Edward Norris, Gene Reynolds, Minor Watson, entre otros.
El guión es de Dore Schary, John Meehan, sobre una historia de Dore Schary & Eleanore Griffin, sobre la obra del Padre Flanagan; y aunque la historia es en gran parte ficticia, que se basa en nombres y lugares reales, como “Boys Town” la ciudad de Omaha, Nebraska.
Como dato, el legendario jefe del estudio MGM, Louis B. Mayer, que era un judío ucraniano-estadounidense, conocido por su respeto por La Iglesia Católica, más tarde llamó a Boys Town, su película favorita, bajo su mandato en MGM.
Boys Town ganó 2 Premios Oscar:
Mejor Actor (Spencer Tracy) y Mejor Historia Original; y obtuvo otras 3 nominaciones:
Mejor película, director, y guión original.
Se cuenta que en febrero de 1939, cuando Tracy aceptó su Oscar por el papel, respondió y gastó muy gentilmente, todo su discurso de aceptación, hablando del Padre Flanagan:
“Si lo han visto a través de mí, entonces le doy las gracias”
Un representante de publicidad, exageró diciendo que la MGM había anunciado que Tracy estaba donando su Oscar a Flanagan, sin haberlo confirmado con Tracy.
La respuesta de Tracy ante esto fue:
“Yo gané el... cosa que yo quiero”
La Academia por su parte dijo que Tracy mantuvo su estatuilla, y Boys Town tiene otra también; la cual dice:
“Para El Padre Flanagan, cuya gran humanidad, sencillez, amabilidad, y valor inspirador, fueron lo suficientemente fuertes, como para brillar a través de mi humilde esfuerzo, Spencer Tracy”
Posteriormente, en 1941, MGM hizo una secuela, “Men Of Boys Town”, con Spencer Tracy y Mickey Rooney, retomando sus papeles de la película anterior.
Boys Town es toda una lección de vida de tolerancia con otras razas y religiones, la unión como base, para lograr metas, respeto, y disciplina.
Hoy se crían sin ley en la calle.
Mañana estarán en el corredor de la muerte...
El Padre Edward J. Flanagan (Spencer Tracy) consigue fundar, contra todos los pronósticos, “La Ciudad de Los Muchachos”, un lugar en el que viven jóvenes descarriados, y donde reciben una educación, para convertirse en personas útiles.
Flanagan, construye una ciudadela ejemplar, sin vallas de ningún tipo, que impidan que un chico pueda irse cuando quiera hacerlo; delega en los muchachos, gran parte de la autoridad de la institución, nombrando un Alcalde cada año, y entregándoles diversos cargos administrativos; y entre otras cosas, aunque hace parte de La Iglesia Católica, garantiza la libertad de culto, y fomenta la oración espontánea.
Esto lo convierte en un hombre abierto, que como es de esperarse, cosechará unos cuantos detractores, entre ellos, el director del principal periódico de la ciudad, empeñado en demostrarle que, cualquier interés en los delincuentes juveniles, es “pura basura sentimental”
Whitey Marsh (Mickey Rooney), es uno de ellos, pero se escapa varias veces de la ciudad…
La primera, vuelve hambriento; la segunda, porque un compañero se ha lesionado…
La última vez, se une a la banda de malhechores de su hermano.
El Padre Flanagan, y los muchachos, acaban capturando la banda, y reciben la recompensa que había ofrecido la población.
Con este dinero, el futuro de la ciudad, está asegurado.
Fueron 2 hechos, los que entorpecerán esa labor:
Una sociedad que mira a los niños delincuentes como escoria, y un joven problemático que hará tambalear los cimientos donde se sustenta la ciudad.
Pero, por fortuna, Eddie Flanagan es un hombre de ideas claras:
“El mejor método de reforma social, es la redención de la juventud inadaptada”
Y gracias a este sentir, y a sus denodados esfuerzos, muchos jóvenes en riesgo de perdición, son ahora personas muy dignas y productivas.
En conclusión, Boys Town es una película bonita, entrañable, pero poco creíble por el tratamiento excesivamente bondadoso, irreal, y utópico que se les da a los personajes, y más hoy en día, tal y como está el mundo, resulta totalmente inviable, pero se deja ver, “por ser hija de su tiempo”
“I know that a mother can take a whip to the toughest boy in the world, and he forgets it because he knows that she loves him”
El Padre Flanagan, es uno de los papeles más recordados de la carrera del maravilloso Spencer Tracy, y también una de sus películas más memorables.
Un film cargado de mensajes morales, y valores humanos que te hace creer que en el fondo, la gente puede ser buena.
Se le abona muy positivamente al filme de Norman Taurog, esa capacidad de permitirnos llegar al corazón de los chicos, mostrándolos en sus virtudes y falencias, en sus potenciales y debilidades, y sobre todo, en esa capacidad de responder al afecto, y a la responsabilidad que alguien, un día, demuestra hacia ellos.
Se podría decir que Boys Town es buena a secas, pero su guión y tratamiento de personajes, tienen unas dosis de inocencia, bondad, y amor al prójimo, tan sumamente altas, que el dramatismo que debería haber tenido esta película basada en un hecho real, se convierte en una utopía humanista, una irrealidad cargada de buenas intenciones.
Es decir; Boys Town va precisamente de eso, sí, pero los problemas y situaciones difíciles por las que el Padre Flanagan, tiene que pasar hasta poder crear ese sitio idílico, donde poder educar a los niños y jóvenes sin hogar, debieron ser enormes, y eso no aparece bien reflejado aquí.
Todo se soluciona, y se lleva a cabo demasiado rápido, y fácilmente; basándose en una sucesión automática de problemas y soluciones instantáneas, con lo que al cuarto de hora de metraje, el espectador ya intuye que todo va a tener arreglo, lo que quita una gran carga emocional, a la vez que impide ver la costosa labor que El Padre Flanagan realizó realmente; aunque hay que tener claro, que era “la fórmula de la época” en la que fue realizada.
Sin pretensión alguna de que tuviera parecido físico con el cura Flanagan, ni siquiera usó los anteojos que éste usaba, Spencer Tracy consigue, eso sí, recrear a un personaje carismático, de sólido carácter, y con suficiente fuerza emocional, para desenvolverse con eficacia entre los pequeños.
Tracy, arquetipo del hombre afable y bondadoso, pero también seguro y fuerte, se encontraba en 1938, en lo más alto de su legendaria carrera, siendo uno de los actores más prestigiosos y rentables de aquel mítico Hollywood de los años 30.
Incluso el personaje que parece más indisciplinado, el de Mickey Rooney, basa su supuesta rebeldía e inadaptación, en su condición de comediante, pero también es una muy noble y emocionante exaltación de los buenos sentimientos.
Mickey Rooney, como el rebelde y desadaptado Whitey Marsh, “el único chico al que dirá Flanagan, no he sido capaz de llegarle al corazón”, y en especial, Bobs Watson como Pee Wee, complementan muy bien a Tracy, con 2 ejemplares juveniles, que consiguen dejar huella en nuestros corazones.
La historia nos da suficientes razones para comprenderlos… para conocerlos… y para llegar a quererlos, contra todos sus devaneos.
Y me quedaría corto, si no hiciera mención de Henry Hull quien, como el filántropo Dave Morris, nos merece el más simbólico abrazo, cada vez que Flanagan le entrega el juguete para que se quite el estrés, mientras busca financiamiento.
Pero, si Boys Town ya estaba bastante maquillada, encima nos presentan a unos niños perfectos, de buen comportamiento, educados, devotos, y eternamente agradecidos...
Realmente, con niños así, la misión del Padre Flanagan, se convierte en un poco innecesaria.
Esos niños, debieron de causarle mil quebraderos de cabeza, y resulta que todos tienen un comportamiento ejemplar.
¡Es que es imposible de creérselo!
Ni siquiera acaba de convencer Mickey Rooney, en su sobreactuado papel de chico malo e indisciplinado.
¡Ah!, otra cosa:
¿Es que no existían niñas huérfanas?
Claro, los realistas, pesimistas, derrotistas, y demás “-istas” de carácter negativo, pondrán el grito en el cielo, y exclamarán:
“¡Esto es imposible!, ¡Qué película tan ñoña!, ¡Eran otros tiempos!”...
Sí, eran otros tiempos, más duros y difíciles y, mira por donde, todos sus argumentos se les vienen abajo, porque resulta que El Padre Flanagan existió, como existe su Ciudad de Los Muchachos, y como siempre existirán personas maravillosas, tocadas por la mano de Dios, cuya máxima preocupación sea la de ayudar a los más desfavorecidos, de una manera absolutamente desinteresada.
Hay también en Boys Town, una lectura del papel que juega el periodismo, la iglesia, y el gobierno, como destructor o constructor de vidas, y proyectos.
“Eternity begins in forty-five minutes, Dan”
El título de Boys Town, nos lleva al proceso por el cual se modeliza un niño, para convertirlo en un hombre de provecho de esta sociedad.
Esa labor que normalmente es realizada por los padres, queda en el aire cuando estos, por una u otra razón, desaparecen.
El principal propósito de Boys Town, es mostrarnos, qué pasa cuando esa labor desaparece, y como gracias a esa labor, se pueden reconducir adolescentes problemáticos, a través de los ojos del Padre Flanagan.
Con Boys Town, La Ciudad fundada por el sacerdote, obtuvo mucha popularidad, inspiró a muchas organizaciones a seguir su ejemplo, y hoy cuenta con más de 20 sucursales en todo EEUU.
Pero ojo, no dudo que haga más bien que mal, pero donde haya un niño, siempre habrá un pederasta rondando, por lo que hay que estar siempre alerta…
Recuérdese al Padre Lawrence Murphy o a Marcial Maciel Degollado.
Por otro lado, hay ciertas similitudes entre la obra del Padre Flanagan, y la de San Juan Bosco…
Ambos dedicaron su vida al servicio de los jóvenes inadaptados, creando sendos modelos educativos, que acabaron dando muchos frutos.
En lo personal, El Padre Flanagan recibió muchos premios por su trabajo con el delincuente, y los niños sin hogar.
El Papa Pío XI, lo nombró Prelado Doméstico, con el título “Reverendísimo Monseñor”, en 1937.
Sirvió en varios comités y juntas, que se ocupaban del bienestar de los niños, y fue el autor de artículos sobre el bienestar del niño.
Internacionalmente conocido, El Padre Flanagan viajó a La República de Irlanda en 1946, por petición del Presidente Harry S. Truman, que le había pedido que le orientase sobre la atención a huérfanos de la guerra.
Se detuvo unos días en su Irlanda natal, entre el entusiasmo orgulloso de sus paisanos, y allí visitó los centros de Los Hermanos Cristianos, unos correccionales donde la violencia contra los chicos internos, era cotidiana, y muy variada.
Flanagan no calló...
Ante un auditorio numerosísimo en el Cine Savoy de Cork, habló a los irlandeses:
“Son el pueblo que permite que sus hijos, y los niños de sus comunidades vayan a esas instituciones de castigo.
Pueden hacer algo contra eso”
Dijo que las instituciones penales de Irlanda, eran “una desgracia para la nación”, y añadió:
“No creo que un niño pueda ser reformado con cerraduras, llaves y barrotes, o que el miedo pueda desarrollar el carácter del niño”
Condenó además, todo el sistema de “Escuelas Industriales” como:
Lavanderías, talleres, etc., en el que trabajaban niños de la calle, abandonados, o pequeños delincuentes juveniles, bajo la supervisión a menudo de religiosos.
Dijo que el sistema era “un escándalo, anticristiano, y erróneo”, y que La Orden de Los Hermanos Cristianos, especializada en esos centros, había perdido su sentido.
Sus observaciones, suscitaron comentarios negativos en su contra, en la prensa irlandesa, y el Oireachtas, o Parlamento Nacional de La República de Irlanda, y se vio obligado a abandonar el país.
Si El Ministro de Justicia, hubiera hecho caso al futuro “Siervo de Dios” que asesoraba al mismísimo presidente Truman, el mundo se habría ahorrado los horrores de los años 50, 60, 70, y 80, en esos centros, supuestamente reformatorios, un horror estudiado a conciencia en “El Informe Ryan”, que se presentó públicamente en mayo de 2009, y sacudió el catolicismo irlandés, al mostrar los horrores causado a los jóvenes.
Siguiendo su misión, Flanagan hizo un viaje similar a Japón y Corea, en 1947, para estudiar los problemas de bienestar infantil, así como a Austria y Alemania, en 1948.
Mientras estaba en Alemania, El Padre murió, el 15 de mayo, de un ataque al corazón; siendo enterrado en El Dowd Memorial, de La Capilla de La Inmaculada Concepción, en Boys Town, Nebraska, EEUU.
El 25 de febrero de 2012, La Arquidiócesis Católica de Omaha, Nebraska; abrió el proceso de canonización del Padre Flanagan.
En un servicio de oración, el 17 de marzo 2012, en La Iglesia de La Inmaculada Concepción, se le dio el título de “Siervo de Dios”, el primero de 3 títulos otorgados, antes de la canonización, como un santo católico.
Según La Conferencia Episcopal de Estados Unidos, la iglesia requiere 3 pasos más, para que un candidato se convierta en santo:
Veneración, beatificación, y canonización.
El primer paso, el título de venerable, se da a quien ha muerto, y sus virtudes heroicas, han sido reconocidas por El Papa.
Para ser beatificado, se le debe atribuir un milagro…
La canonización, requiere por último, un 2º milagro, aunque El Papa puede renunciar a algunos de estos requisitos.
La Liga Sociedad de Devoción Padre Flanagan (FFLSD), fundada en 1999, es la promotora de la causa, y asegura que el sacerdote cuenta con fieles devotos en 9 países, y 36 estados de EEUU; y ha reunido testimonios de 6 personas, en una encuesta para probar al Vaticano, que Flanagan es responsable de varios milagros, todo ellos implicando la curación de enfermedades.
El Padre Steven Boes, actual director de Boys Town, La Ciudad de Los Muchachos, asegura que “aunque el proceso investigará milagros probados asociados al Padre Flanagan, sabemos que cada día ocurren milagros en su trabajo para curar a los niños en mente, cuerpo, y espíritu”

“Well, Dan, that's a question that scientists and philosophers have been asking for a million years”



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