La Diosa Arrodillada

“No hay nada peor, que engañarse a sí  mismo”

Antes de la llegada del cine “de rumberas y arrabal”, y luego de la sobreexplotación del cine “de charros, comedias y melodramas bucólicos” que engendraron lo que años después fuera considerado como “La Época Dorada del Cine Mexicano”, se generó un cine de transición, que abarcó temáticas citadinas, muy modernas para la época.
La migración de los sectores rurales a la ciudad, por otra parte trajo consigo el florecimiento de nuevos contenidos mediáticos, y en el cine, no fue la excepción.
Los temas que se abordaron durante esta etapa, trataron de enfocarse en los conflictos urbanos, e inclusive, comenzaron a mostrar una crítica social, sobresaliendo los filmes que realizó Luis Buñuel en México, entre los años 1946 y 1964.
Por otra parte, el poder político, encabezado por El Presidente de México, Miguel Alemán Valdés, comienza a ejercer control en la industria; incluso en 1949, se decreta La Ley de La Industria Cinematográfica, lo que trajo consigo, la burocratización al Séptimo Arte mexicano, que a la postre, contribuiría a su declive décadas después.
Otro punto contextual, es la aparición de la televisión en México…
Si bien es cierto, la primera transmisión aparece un año antes, en 1946, la gente comienza a voltear, poco a poco a la caja mágica e idiota, la novedad que años después, “desplazaría” a la gran pantalla.
Imaginemos entonces, todo este entorno...
El cine en México, tenía que cambiar sus tópicos, tenía que replantear su contenido, sus mensajes...
Muy posteriormente, como parte de La 56 Muestra de Cine Internacional en La Cineteca Nacional, y celebrando los 100 años del nacimiento de la diva del Cine de Oro Mexicano, se reestrenó la película “La Diosa Arrodillada”
La cinta original, se encontraba fuertemente dañada, por lo que para hacer el reestreno, tuvo que ser completamente remasterizada, y restaurada digitalmente.
Y es que “La Doña” fue el rostro de esta época, su legendaria ceja levantada, su lunar esquivo, y su carácter de hermética amazona, que tanta huella dejaron en las mentes de sus compatriotas, las que paradójicamente, abrieron la puerta a lo mejor del cine extranjero actual.
Su historia, es una de traición, seducción, homicidio, y sospechas; digna representante del “film noir”, que no tardó en llegar desde Hollywood, a La Era de Oro de la cinematografía mexicana.
“La diosa arrodillada… aunque en todo caso, no es más que una simple mujer de rodillas, como les gusta a todos los hombres ver a los mujeres”
La Diosa Arrodillada es un drama de suspenso mexicano, del año 1947, dirigido por Roberto Gavaldón.
Protagonizado por María Félix, Arturo de Córdova, Rosario Granados, Fortunio Bonanova, Carlos Martínez Baena, Rafael Alcayde, Eduardo Casado, Luis Mussot, Carlos Villarías, Natalia Gentil Arcos, Paco Martínez, Rogelio Fernández, entre otros.
El guión es de Roberto Gavaldón, Edmundo Báez, Alfredo B. Crevenna, Tito Davison, y José Revueltas; y está inspirado en un relato del escritor y guionista húngaro, Ladislas Fodor.
Los diálogos de cada personaje, entretejen uno de los mejores ejemplos de “film noir”, realizados en México.
Roberto Gavaldón, fue uno de los más sólidos artesanos del cine mexicano clásico, y a él se deben obras emblemáticas de esa cinematografía como “Macario” (1960); primer film mexicano, en ser nominado al Oscar, en la categoría de mejor película extranjera; formado en La Época Dorada de los estudios de Hollywood.
Para 1932, Roberto regresa a México, y se incorpora a la industria nacional, trabajando en la parte técnica de las películas; es así como años después rueda en Los Estudios Churubusco de La Ciudad de México, La Diosa Arrodillada, la cual fue su 8ª película; y nos presenta un drama, que retrata a la clase alta de La Ciudad de México.
El millonario químico industrial, Antonio Ituarte (Arturo de Córdova), obsequia a su esposa, Elena (Rosario Granados), la estatua de una mujer desnuda, como regalo de aniversario nupcial.
La modelo que posó para la estatua, es Raquel Serrano (María Félix), amante de Antonio; la cual exige a Antonio, que se divorcie de su esposa; y poco después, ésta muere bajo circunstancias misteriosas...
Antonio, debe aceptar casarse con Raquel, para que no se descubra, que su esposa no falleció por causas naturales.
En La Diosa Arrodillada, se ven elementos siempre presentes en la obra de Gavaldón, como:
Su visión del mundo, marcado trágicamente por el destino, en la que sus personajes buscan la redención, el amor inalcanzable, o la lucha por cambiar el orden de las cosas.
“Puede crecer, tomar cuerpo, volverse libre, superior a ti”
Paralelamente al surgimiento del cine negro hollywoodense, en México, se comenzaron a explorar temáticas adecuadas a una estética “noir”
La Diosa Arrodillada, como pocas, cuenta con las características propias del género:
Las convenciones del melodrama, se transforman en torno a actos criminales, donde el héroe suele estar encadenado a un oscuro pasado; se exhibe una sociedad violenta, que amenaza a los personajes en un ambiente de pesimismo fatalista, y destaca la presencia de una “femme fatale”, que conduce a sus víctimas, a un final trágico.
El texto que nos presenta Gavaldón, es una situación en la que hay que decidir entre el qué puede más:
¿El amor, o el deseo?
Es la historia de un hombre de gran fortuna, que conoce a una mujer, con quien mantiene una relación extramarital, y adquiere un giro atormentador, cuando él cree haber envenenado a su esposa, con la pretensión de asesinar a su amante, quien lo obsesiona, hasta el punto de adquirir una escultura, llamada “La Diosa Arrodillada”, para la cual, ella posó como modelo.
De modo que su deseo, sus culpas, su remordimiento, el pasado, el porvenir, y sobre todo, el dilema entre la fuerza de voluntad y la pasión, se ven materializados, lo que provoca que la locura de nuestro protagonista, comience a germinar, desatando acciones impulsivas, que a la postre, desencadenarán una nueva historia de drama y crimen.
La estatua, es la que desata el deseo; una figura de mármol, la belleza de Raquel en piedra; regalo que Arturo le da a su esposa, para una fiesta de aniversario.
En Arturo, hay plena consciencia de lo que puede causar el deseo:
Si la estatua nos remite al deseo, qué es la estatua sino un ser inanimado, piedra, sin sangre, sin corazón, un muerto…
Y es que Antonio Ituarte, esta “felizmente casado”, pero se ha enamorado de otra mujer, sería muy fácil para cualquiera, enamorarse de La Félix, aquí como la bella Raquel Serrano, quien representa todas las “bajas pasiones”, y los “deseos” de este hombre, hasta ahora, moderado y responsable.
En contraposición con su esposa Helena, La Félix encarna el rol que fue convirtiéndose con el paso de los años, en su personaje favorito:
Una mujer de armas tomar.
Sin embargo, en lo técnico, fueron pocos los directores mexicanos, que se aventuraron a experimentar con las posibilidades expresivas de la fotografía en blanco y negro, como lo hizo Roberto Gavaldón, en La Diosa Arrodillada.
Aquí, la maestría del fotógrafo, Alex Phillips, logra momentos de gran belleza plástica, mientras que los elegantes movimientos de cámara, diseñados por Gavaldón, contribuyen a crear una atmósfera asfixiante.
El resultado, es un filme con una gran fuerza expresiva, uno de los mejores de su realizador.
Y es que al momento de rodarlo, María Félix y Arturo de Córdova, estaban en el mejor momento de sus carreras, y aquí logran unas de sus más plenas interpretaciones, al caer en el recio carácter de “El Ogro” Gavaldón.
El resultado del conjunto técnico y actoral, es de una gran fuerza expresiva, donde se captura emociones como la culpa, el dolor, y la venganza, en un semblante siempre opacado por la sombra.
Porque es a partir de “Crepúsculo” (1944), del director Julio Bracho, que el cine mexicano encontró en Arturo de Córdova, al intérprete ideal para encarnar a un nuevo tipo de héroe:
El hombre atormentado por un pasado oscuro, o avasallado por una pasión inquietante.
Dotado con un físico elegante, y un rostro predispuesto a la preocupación, el actor yucateco, personificó mejor que nadie, a esos “seres de las sombras”
El personaje que interpreta de Córdova, en La Diosa Arrodillada, se agrega de manera natural, a su galería de galanes atormentados:
El millonario Antonio Ituarte, se debate entre la pasión y el desprecio que le inspiran la ambiciosa Raquel Serrano, interpretada por una María Félix, en la plenitud de su belleza.
Sólo ante una mujer como La Félix, es posible explicar la contradicción de emociones que experimenta el personaje de Ituarte.
Si en La Diosa Arrodillada, Arturo de Córdova se convierte en un “hombre al borde de un ataque de nervios”; María Félix continua bordando el personaje que terminaría confundiéndose con su personalidad extra-fílmica.
Antes de ponerse a las órdenes de Gavaldón, María había estelarizado:
“Doña Bárbara” (1943), “La Mujer Sin Alma” (1943), “La Devoradora” (1946), y “La Mujer de Todos” (1946)
Los títulos de estas cintas, evidencian el papel concebido para La Doña, en la galería de personajes del cine mexicano.
Este personaje, cuyo encanto es capaz de inspirar asesinatos, sirve entonces como un icono:
No sólo es interpretado por esta gran actriz, sino que, para quienes ahora la vemos, es la actriz en sí misma, pues evoca y nos hace revivir las mismas cualidades y espíritu de feroz emperatriz por las que ésta fue conocida.
María Félix es Raquel, pero ahora, años después de su muerte; Raquel también es María Félix o, al menos, lo que concebimos de ella.
Dentro del argumento, la estatua de la diosa, es entonces una representación de Raquel, que Antonio no puede dejar de ver, porque le provoca las mismas sensaciones que ella:
No es una estatua de ella, es ella misma.
Y para nosotros, esa Raquel de bello vestido negro entallado con encajes, que entra altiva y segura a una fiesta sin invitación, tiene ese mismo efecto en el espectador.
Es nuestra propia “Diosa Arrodillada”
Y para cerrar, la presencia, siempre grata de Fortunio Bonanova, como Nacho Gutiérrez; aquel español de Mallorca, que recaló en Hollywood, y tuvo un destacado rol en “Citizen Kane” (1941)
Aquí, interpreta al antagonista, pero Bonanova debió de ser un tipo tan simpático, que su villano, más que tal, parece otra cosa, más bien, un pragmático filósofo…
Sin embargo, el tema central aquí, es el papel de la mujer, es obvio desde el mismo título de “La diosa arrodillada”, María Félix deja entre ver, en las líneas que describe la escultura, un machismo arraigado, y que está dispuesta cambiar, y no ceder ante su objetivo, pues ella no quiere ser la otra de nadie, porque al fin y al cabo, “no habrá ni un antes ni un después”, sino sólo el momento único, en que ella como su amante, Antonio, puedan estar juntos.
Por ello. Antonio se vive entre la desazón de su matrimonio, y el deseo de poseer a Raquel, así, “La diosa arrodillada”, no sólo es una escultura, sino la omnipresencia de Raquel en su casa, por eso, es también tema central la obsesión y la paranoia que Antonio sentirá, y que terminará afectándolo en el trágico final.
La excelente factura formal de La diosa arrodillada, más bien carente de ritmo y de énfasis en los giros dramáticos, se ve reforzada por una bella partitura de Rodolfo Halffter, que a veces recuerda mucho, muy curiosamente, al tema de la melancolía, compuesto por Bernard Herrmann para “Vertigo” (1958) de Alfred Hitchcock.
“En ninguna cosa, la infidelidad es más innoble y repugnante, que en el amor”
Eso decía, Søren Aabye Kierkegaard, un prolífico filósofo, y teólogo danés del siglo XIX; considerado “El Padre del Existencialismo”, por hacer filosofía de la condición de la existencia humana, por centrar su filosofía en el individuo y la subjetividad, en la libertad, y la responsabilidad; en la desesperación, y la angustia.
Gran parte de su obra, trata pues de cuestiones religiosas:
La naturaleza de la fe cristiana, la institución de la iglesia, la ética cristiana, y las emociones y sentimientos que experimentan los individuos, al enfrentarse a las elecciones que plantea la vida.
El filósofo decía, en diversos momentos:
“Me retraigo, y entonces le enseño a ella, a ser victoriosa al perseguirme.
Retrocedo sin cesar, y con este movimiento hacia atrás, le enseño a conocer a través de mí, todos los poderes del amor erótico, sus turbulentas ideas, su pasión, lo añorante que es, y la esperanza, y la expectación impaciente.
Cuando una muchacha no despierta en nosotros, desde la primera mirada, una impresión tan viva, que cree una imagen ideal de sí misma, generalmente no es digna de que nosotros tomemos el trabajo de buscarla en la realidad.
Pero si despierta en nosotros esa imagen, pese a nuestra experiencia, nos sentimos dominados y vencidos por una desconocida fuerza.
Una mujer, es un ser débil; cuando se ha dado enteramente, lo ha perdido todo:
Si la inocencia es algo negativo en el hombre, en la mujer es la esencia de la vida.
Quien no sepa mantener fascinada a una muchacha, tanto que ella no sepa ver nada fuera de lo que se quiere que vea; quien no sepa identificarse con el ser de ella, hasta conseguir cuanto desea, es un inepto, un inútil.
Identificarse con el ser de una muchacha, es un arte.
¡Qué bonito es estar enamorado, y qué interesante es saberlo!”, acotó el filósofo.
La verdad es que La Félix que se casó 4 veces, y tuvo muchos amores, ya que hacía gala de su libertad para hacer lo que le venía en gana.
Si fue un Diosa, nunca estuvo arrodillada.

“Yo los escogí a todos.
Por eso los podía dejar cuando quería.
¿Luchar por un hombre?
¡Hay tantos!”



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