A.I.

“David is 11 years old.
He weighs 60 pounds.
He is 4 feet, 6 inches tall.
He has brown hair.
His love is real.
But he is not”

Amo y señor del mundo, el hombre, junto a su aliada la ciencia, ya ha diseñado objetos para satisfacer todas las necesidades cotidianas, habidas y por haber, desde los oficios de la casa, hasta los laborales, y los dedicados al placer.
Sin embargo, hay algo que aún no se ha inventado:
Una máquina que sea capaz de dar amor.
Comencemos diciendo, que un sistema inteligente, es un programa de computación que reúne características, y comportamientos asimilables al de la inteligencia humana, o animal.
La expresión “sistema inteligente” se usa a veces para sistemas inteligentes incompletos, por ejemplo:
Para una casa inteligente, o un sistema experto.
Un sistema inteligente completo, incluye “sentidos” que le permiten recibir información de su entorno.
Puede actuar, y tiene una memoria para archivar el resultado de sus acciones.
Tiene un objetivo e, inspeccionando su memoria, puede aprender de su experiencia.
Aprende cómo lograr mejorar su rendimiento y eficiencia.
Para que un sistema inteligente pueda ser considerado completo, debe incluir diversas funcionalidades que incluyan:
Inteligencia:
Hay muchas definiciones de “inteligencia”, para usos prácticos, usamos esta:
La inteligencia es el nivel del sistema en lograr sus objetivos.
Sistematización:
Un sistema es parte del universo, con una extensión limitada en espacio y tiempo.
Las partes del sistema tienen más, o más fuertes, correlaciones con otras partes del mismo sistema; que con partes fuera del sistema.
Objetivo:
Un objetivo, es una cierta situación que el sistema inteligente quiere lograr.
Normalmente hay muchos niveles de objetivos, puede haber un objetivo principal y muchos sub-objetivos.
Capacidad sensorial:
Un sentido, es la parte del sistema que puede recibir comunicaciones del entorno.
Se necesitan los sentidos para que el sistema inteligente pueda conocer su entorno, y actuar interactivamente.
Conceptualización:
Un concepto, es el elemento básico del pensamiento.
Es el almacenamiento físico, material de información, en neuronas o electrones.
Todos los conceptos de la memoria, están interrelacionados en red.
La capacidad de conceptualizar, implica el desarrollo de niveles de abstracción.
Reglas de actuación:
Una regla de actuación, es el resultado de una experiencia, o el resultado de interpretar la propia memoria.
Relaciona situación y consecuencias de la acción.
Memoria:
La memoria es un almacenaje físico de conceptos y reglas de actuación.
Esto incluye la experiencia del sistema.
Aprendizaje:
El aprendizaje es probablemente, la capacidad más importante de un sistema inteligente.
El sistema aprende conceptos, a partir de la información recibida de los sentidos.
Aprende reglas de actuación a base de su experiencia.
La actuación, a veces hecha al azar, se almacena con su valor.
Una regla de actuación, aumenta en valor si permitió el logro de un objetivo.
El aprendizaje incluye, la fijación de conceptos abstractos, a base de ejemplos concretos, y la creación de conceptos compuestos, que contienen los conceptos de partes de un objeto.
El aprendizaje, también es la capacidad de detectar relaciones, patrones, entre la parte “situación” y la parte “situación futura” de una regla de actuación.
Los seres humanos y animales, son sistemas inteligentes naturales, y los sistemas artificiales, tratan progresivamente de emular sus capacidades.
Los sistemas inteligentes, se caracterizan por su capacidad de adaptarse a situaciones cambiantes, capacidad que todavía no logran cabalmente los sistemas artificiales.
La dificultad principal, se encuentra en el desarrollo de la capacidad de aprendizaje.
Por otra parte, en ciencias de la computación, se denomina “Inteligencia Artificial” (I.A.) a la capacidad de razonar de un agente no vivo.
John McCarthy, acuñó el término A.I. en 1956, y la definió así:
“Es la ciencia e ingenio, de hacer máquinas inteligentes, especialmente programas de cómputo inteligentes”
El concepto de “inteligencia artificial” adquirió forma, en el verano de 1956, durante la ya mítica Conferencia de Dartmouth.
Celebrada en las instalaciones del Dartmouth College, en Hanover, New Hampshire, EEUU, su organizador fue el matemático e informático John McCarthy, a propuesta del propio McCarthy, y de Mavrin L. Minsky de Harvard University, Nathaniel Rochester de IBM Corporation; y Claude E. Shannon de Bell Telephone Laboratories.
A lo largo de 2 meses, Dartmouth acogió a un selecto grupo de investigadores, que definió las directrices, y líneas de actuación futuras, en el ámbito de la I.A., tomando como hipótesis de trabajo, la proposición:
“Todo aspecto de aprendizaje, o cualquier otra característica de inteligencia, puede ser definido de forma tan precisa, que puede construirse una máquina para simularlo”
Esta hipótesis sería posteriormente conocida, como “Hipótesis del Sistema de Símbolos Físicos”
Asimismo, en la Conferencia de Dartmouth, se sentaron las bases de una aproximación al ser humano que, a diferencia de la psicología y de la filosofía, centran su estudio de la inteligencia pura.
Según John McCarthy, la inteligencia es la “capacidad que tiene el ser humano de adaptarse eficazmente al cambio de circunstancias, mediante el uso de información sobre esos cambios”
Desde esta premisa, se han desarrollado diferentes ideas de I.A.:
1) Es el arte de crear maquinas, con capacidad de realizar funciones que realizadas por personas, requieren de inteligencia.
2) Es el estudio de cómo lograr que las computadoras realicen tareas que, por el momento, los humanos hacen mejor.
3) Es la rama de la ciencia de la computación, que se ocupa de la automatización de la conducta inteligente.
4) Es el campo de estudio, que se enfoca a la explicación y emulación de la conducta inteligente, en función de procesos computacionales.
No obstante, antes de la Conferencia de Dartmouth, la literatura y el cine de ciencia ficción, ya habían esbozado gran parte de estos conceptos teórico-prácticos.
La figura del “robot”, más allá de su antropoformismo, de su condición de siervos o esclavos del hombre, está su progresiva transformación en entes “inteligentes” capaces de desarrollar sentimientos complejos, sintiéndose humanos.
“Journey to a world where robots dream and desire”
Desde que la cinefilia se transformó en ocupación de tiempo completo, los fanáticos lo han gastado, o perdido gustosamente, imaginando los proyectos que sus directores favoritos acariciaron, pero nunca llevaron a cabo.
El misterioso Rey Lear de Orson Welles, del que aparentemente existen unas cuantas secuencias, Las afinidades electivas de Coppola, La Batalla de Leningrado de Sergio Leone, La Lista de Schindler según Billy Wilder, Gershwin por Martin Scorsese, o La Dalia Negra de David Lynch, forman parte de una suerte de limbo cinematográfico del que, aparte de decenas de suposiciones, muy rara vez surge algo en limpio.
Eso, salvo que la obsesión por llevar a cabo tal o cual “proyecto imposible” sea muy fuerte.
A Stanley Kubrick siempre se había sentido fascinado por el mundo de lo inteligencia artificial, del que había empezado a sentir interés en 1960, y en el que basó su película “2001: A Space Odyssey” (1968)
Lector ávido de “Scientific American” y los escritos de expertos como Hans Moravec y Marvin Minsky, Kubrick estaba convencido, de que con las perspectivas que ofrecían la inteligencia artificial y la tecnología, los ordenadores acabarían siendo superiores al ser humano.
En 1971, declaró a Alexander Walker:
“Una de las preguntas más fascinantes que se plantean, cuando imaginamos que los ordenadores pueden llegar a ser más inteligentes que los hombres, es el punto en que, la inteligencia artificial merecerá la misma consideración que lo biológica.
Existe la tentación de preguntarse, en qué sentido, la inteligencia artificial es menos sacrosanta que la biológica, y debe de ser difícil llegar a responder, favoreciendo a la inteligencia biológica”
Si bien HAL9000, el superordenador de “2001: A Space Odyssey” (1968), desarrolló un comportamiento homicida paro evitar extinguirse, Kubrick pensaba que los ordenadores librepensadores, no suponían ser necesariamente, una amenaza para la Humanidad.
“Si el ordenador actúa movido por su propio interés, nunca existirá el conflicto a menudo previsto, puesto que es difícil concebir un alto nivel de inteligencia que actúe de forma menos racional que el hombre” dijo.
El hecho de que los humanos, debido a sus habilidades intelectuales, en el fondo están regidos por sus emociones, fue un tema muy recurrente en toda la obra de Kubrick, y una de las razones principales de la fascinación que sentía por Napoleón:
¿Cómo puede un hombre, alcanzar un nivel de inteligencia como el de Napoleón, y aun así, dejarse llevar por impulsos como la codicia, los celos, y la impetuosidad, que le llevaron a la perdición?
Para Kubrick, la idea de que algún día los ordenadores llegaran a ser más inteligentes que el hombre, sin la vulnerabilidad inherente a la inteligencia humana, le resultaba una perspectiva emocionante, e incluso positiva.
Pero si los ordenadores fueran más listos, y más racionales que los humanos:
¿Cuál sería, en caso de haberla, la cualidad compensatoria del hombre?
Ante la ausencia de una explicación religiosa:
¿Qué importancia tendría la vida humana, comparada por ejemplo, con los robots de última generación que pueden ver, actuar, y moverse como los humanos, y al mismo tiempo, ser intelectual y físicamente superiores?
En respuesta a estas preguntas, Kubrick se centra en la idea reductora, aunque fundamental, de lo “real”, en el sentido expresado por un robot, para desarrollar lo que hace que los humanos tengan esa chispa característica.
El Significado de “real” y la razón de que esta idea intangible, dé sentido a la vida humana, son los temas centrales de una “inteligencia artificial” de Stanley Kubrick.
En el mundo del cine, suelen aparecer seres que por una circunstancia o por otra, logran quedarse en nuestra retina, por su incontestable don de revelarse ante su creador, como lo fueron el monstruo de “Frankenstein” y la máquina “HAL9000”; y por su capacidad por conseguir un sueño.
Los robots humanoides son, en principio, fascinantes.
Son como muñecos enormes, con los que todos desearíamos jugar, pero plantean 2 interrogantes esenciales:
¿En qué se transforma, esa fascinación cuando no somos nosotros quienes los controlamos o, más aún, cuando no sabemos qué, o quién los controla?
¿Qué sentido tiene, desarrollar robots humanoides, si la naturaleza misma nos demuestra que, cualquier cosa que un ser humano pueda hacer, es susceptible de ser mejorada por un animal o una máquina?
La repuesta a la primera pregunta no es fácil.
Como mínimo, debe producir desconfianza, tener delante a una de esas máquinas humanoides, y si nos igualan en tamaño, o nos sobrepasan, apuesto a que la sensación debe ser sobrecogedora.
En cuanto al segundo tema, “los aprendices de brujo” deberían de dejar esta línea de hacer robots humanoides, porque siempre existe una solución técnica mejor, para cualquier aplicación.
Si se necesita velocidad, son mejores las ruedas; para volar, las alas; para transportar, el remolque; para pintar, la pistola hidráulica; para ver, el telescopio; etc.
Aunque el resultado final medio del ser humano sea excelente, la verdad es que puestos a fabricar máquinas, siempre hay soluciones técnicas mejores para cada problema.
Resulta que en el año 2011, IBM desarrolló una supercomputadora llamada “Watson”, la cual ganó una ronda de 3 juegos seguidos de “Jeopardy”, venciendo a sus 2 máximos campeones, y ganando un premio de $1 millón que IBM luego donó a obras de caridad.
Existen personas, que al dialogar sin saberlo con un “chatbot” no se percatan de hablar con un programa, de modo tal, que se cumple “La Prueba de Turing” como cuando se formuló:
“Existirá Inteligencia Artificial, cuando no seamos capaces de distinguir entre un ser humano y un programa de computadora, en una conversación a ciegas”
Como anécdota, muchos de los investigadores sobre I.A. sostienen que “la inteligencia, es un programa capaz de ser ejecutado, independientemente de la máquina que lo ejecute, computador, o cerebro”
El concepto de I.A. es aún demasiado difuso.
Contextualizando, y teniendo en cuenta un punto de vista científico, podríamos englobar a esta ciencia, como la encargada de imitar una persona, y no su cuerpo, sino imitar al cerebro, en todas sus funciones, existentes en el humano, o inventadas sobre el desarrollo de una máquina inteligente.
Las principales críticas a la inteligencia artificial, tienen que ver con su capacidad de imitar por completo a un ser humano.
Estas críticas ignoran, que ningún humano individual, tiene capacidad para resolver todo tipo de problemas, y autores como Howard Gardner, han propuesto que existen inteligencias múltiples.
Un sistema de inteligencia artificial, debería resolver problemas.
Por tanto, es fundamental en su diseño, la delimitación de los tipos de problemas que resolverá, y las estrategias y algoritmos que utilizará para encontrar la solución.
En síntesis, lo racional y lo emocional están, de tal manera interrelacionados entre sí, que se podría decir que, no sólo no son aspectos contradictorios, sino que son, hasta cierto punto, complementarios.
Estamos a tiempo de detener, antes de nacer, la creación robots humanoides, porque sin aportar nada especial, si siguen evolucionando, abrirán una vía muy peligrosa para la sustitución de las personas, y tú estás entre los candidatos a ser “sustituido”
Desde las mismas emociones, hasta Tú mismo.
“This is not a game”
A.I. es una película estadounidense, del año 2001, dirigida por Steven Spielberg.
Protagonizada por Haley Joel Osment, Jude Law, Frances O'Connor, Sam Robards, William Hurt, Brendan Gleeson, Jake Thomas, Ken Leung, Clark Gregg, Enrico Colantoni, Ashley Scott, Paula Malcomson, Ben Kingsley, Meryl Streep, Chris Rock, entre otros.
A.I. obtuvo 2 nominaciones al Oscar como mejor banda sonora original, y efectos visuales.
El guión es de Steven Spielberg e Ian Watson, basados en el relato de ciencia ficción “Super-Toys Last All Summer Long” de Brian Aldiss, así como otros del tema “Super-Toys” como “Super-Toys When Winter Comes” y “Super-Toys In Other Seasons” e incorpora elementos de la obra italiana “Le Avventure di Pinocchio” de Carlo Collodi, incluso, Spielberg tuvo las agallas, de darle el papel de Il Grillo Parlante, a un osito de peluche, cosa que puso de los nervios a muchos; y que también bebe de otras fuentes como “El Mago de Oz” y los filmes del mismo “Rey Midas”
Escrita en 1969, la novela “Super-Toys Last All Summer Long” se centra en David, un niño androide que lucha por hacer frente a los sentimientos de su “madre” humana, llamada Monica.
Mientras que él cree que siente un amor auténtico por ella, ella no puede corresponderle, e interpreta la reticencia como “su centro de comunicación verbal en problemas”
Preocupado al pensar que es distinto de sus padres humanos, David le pregunta a su osito de peluche:
“Teddy:
¿Nosotros somos de verdad, no es así?”
El muñeco, “especializado en dar apoyo” le contesta que sí.
Al final de la historia, Monica averigua que ha ganado la lotería de la maternidad, tras 4 años de espera.
David, que la ha acompañado durante todo este tiempo, presumiblemente quedará eclipsado con lo llegada del niño “de verdad”
A.I., la película, fue concebida por Stanley Kubrick, quien trabajó largo tiempo con un grupo de escritores; pero debido al fallecimiento de Kubrick, y a que estuvo durante sus últimos años de vida, envuelto en el proyecto de “Eyes Wide Shut” (1999), su última película, no llegó a materializarla.
Kubrick y Aldiss, dieron forma a lo que sería el guión, en base al relato, pero éste quedó estancado, y Kubrick se puso en contacto con su colega Arthur C. Clarke e Ian Watson, experto en robótica, para dar otro toque al guión.
Y ahí quedó la cosa, y el mando lo tomó Steven Spielberg transcurridos los años, y sobre todo, por el fallecimiento de Kubrick.
En los créditos, Kubrick figura como uno de los productores, y la película A.I. fue dedicada a él.
Inteligencia artificial (A.I.), es el último y tal vez, el mejor ejemplo de estas resurrecciones fílmicas.
No es el caso más polémico, pero sin duda, que esta producción de Kubrick, que consideró la idea durante una década antes de abandonarla trágicamente, y Spielberg, que “heredó” el proyecto, lo reescribió, y luego rodó en 3 meses y medio, tiene tanto sabor a sacrilegio como a milagro.
Sacrilegio, porque este supuesto “matrimonio entre las sensibilidades de los directores” ha hecho que muchos contemplen al filme, como un monstruo de 2 cabezas.
Milagro, porque las preguntas y respuestas que produjo esta fusión, son decididamente valiosas, y únicas en el cine de los últimos años.
Como dato, en A.I. aparece The World Trade Center, pese a haber dejado de existir desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, pero al contrario de lo que ocurrió con otras películas, que usaron el emblema y que retiraron en edición, esta se decidió mantenerla para los cines.
Aunque a juzgar por su título, y temática, A.I. puede tentar a pensar, que discurre en torno a cuestiones sobre el mundo de la robótica, al estilo de Isaac Asimov.
Pero A.I. usa a su protagonista robot, para presentar cuestiones profundas sobre la condición humana, y es así, una cosa de mucho sentimiento.
Lo que al fin y al cabo diferencia a David, del resto de sus congéneres, creados por los mismos ingenieros, a partir de los mismos materiales, son sus sentimientos.
De ahí que A.I. sea difícil de entender, adornada con una falsa sensación de “cuento de hadas”, y que trata uno de los temas más apasionantes de la humanidad.
No es sólo una historia de robots, sino que habla de verdades incómodas, y de nuestros más bajos instintos, convirtiéndose en una pieza indispensable de cualquier aficionado a la ciencia ficción.
Tanto por lo que es, como las circunstancias que llevaron a su creación, como por lo que cuenta.
Inclusive, habría que hacer una advertencia:
A.I. no es “la obra maestra instantánea”, la película póstuma del canon “kubrickiano” o una rara combinación entre “E.T.” y “2001” pero si, es una de las obras más logradas, profundas, e impresionantes de toda la filmografía de Spielberg.
A.I. es un fascinante cuento de hadas futurista, que trata de elaborar una compleja parábola sobre la existencia, la felicidad, la vida, y los sentimientos no exenta de un profundo poso de amargura, y pesimismo metafísico.
Narrativamente sobresaliente, visualmente abrumadora, y conceptualmente apabullante, imposible abarcar aquí tanta riqueza expresiva, Spielberg nos regaló, en la radiante madurez de su arte, una de las obras más hermosas, terribles, y entristecidas de los últimos años.
“Do not speak the seven-word activation code unless you mean it”
A.I. está formada por 3 partes bien diferenciadas:
En la primera, la historia se centra en la vida del robot David (Haley Joel Osment), en casa de sus “padres adoptivos” Monica Swinton (Frances O’Connor) y Henry Swinton (Sam Robards); vemos como la presencia de esta nueva realidad mecánica, se enfrenta a las situaciones más reales y cotidianas de un matrimonio, que necesita sustituir su objeto de afecto, y como genera en ellos, un dilema moral.
La segunda parte es la más mágica y espectacular, no exenta de las peripecias típicas del cine de aventuras; es en esta búsqueda del Hada Azul, en compañía de Teddy (Jack Angel) y Gigolo Joe (Jude Law), donde se contraponen los sueños e ilusiones de David con la realidad menos amable, de un planeta dividido entre humanos y robots.
Por último, llega ese final, 2,000 años después.
Dicho esto, A.I. es también la historia de un niño.
En vez de extrañar al padre, David, es un niño robot que busca el amor eterno de una madre.
Hasta aquí, A.I. se nos presenta como una revisión de “E.T. The Extra-Terrestrial” (1982), pero no tardaremos en descubrir, que A.I. no es sino, el reverso oscuro de “E.T.”
El propio Spielberg, muy dado a los auto-homenajes, se encarga de avisárnoslo en ese plano, en el que vemos la silueta de Jude Law, frente a una inmensa Luna...
Referencia indiscutible a La Luna, sobre la que vemos volar en bici, a E.T. y a Eliot, en esta ocasión, esa Luna no busca sino la muerte de los Mecha, o androides.
Pronto, comprobaremos que el destino de David se acerca más, al amargo final del protagonista de “Empire Of The Sun” (1987) que no a la tierna despedida entre Eliot y el extraterrestre.
Toca además, muchos de los temas recurrentes en la obra del “Rey Midas”:
La recuperación de la familia, la búsqueda de la identidad, “las naves espaciales”
Incluso, está casi completamente rodada, desde el punto de vista de un niño, mecánico eso sí, truco tanto narrativo como técnico habitual en Spielberg.
Además, otro de los grandes pilares de A.I., es el tema de la segregación racial, la esclavitud, y el desdén hacia otras “razas”, en este caso robots.
Retratada de manera mucho más cruel y descarnada, que en ninguna de sus películas, A.I. se hace liviana a la mayoría de los espectadores, porque permite el distanciamiento por tratarse de robots en este caso.
No sólo son torturados de manera salvaje, tanto física como psicológicamente, los androides son tratados como ciudadanos de tercera categoría, en el mejor de los casos, Gigolo Joe es evidentemente inocente de asesinato, pero aún así, es detenido, puesto que es el “motivador” del asesinato, o como mercancía, cuyo único valor es el del servicio que pueden prestar a su dueño.
El hecho de que el argumento reúna, además, motivos claramente emparentados con el cuento folklórico, y los cuentos infantiles:
En el abandono del niño en el bosque, la peregrinación en busca del fin del mundo, el hada buena, los augurios, los muñecos animados que acompañan al protagonista, los hechos de carácter milagroso, etc., permite situar a A.I. dentro de las constantes de un director, que ha dado reiteradas muestras de su interés, por la revisión y actualización de las tradiciones de la narrativa infantil.
La historia de David, es el fracaso que podría haber tenido Eliot.
Eliot halla en E.T. un sustituto del padre ausente, vive mil aventuras con él, y finalmente, tienen que despedirse.
Eliot pierde un amigo, pero gana madurez.
El público, emocionado por la despedida, sale de la sala de cine, con un buen sabor de boca, habiendo aprendido, como Eliot también lo ha hecho.
La historia de David, en cambio, es muy otra:
Empieza teniendo una madre, ésta lo abandona, sin que él pueda entender por qué, y ahí empiezan unas desventuras, algunas de ellas terroríficas, como la “Flesh Fair” o “Fiesta de la carne”, que lo conducirán a descubrir, que su sueño es imposible, para que más tarde, unos súper mecha, le permitan satisfacer su ansiado deseo, casi como Freud mismo define a los sueños:
Alucinatoriamente.
En esta ocasión, el público sale compungido, afectado, consciente de lo que el propio David no es consciente, o no parece serlo, que finalmente, es un mecha abandonado en un planeta sin humanos, sin madre.
Una vez, que todas las comparaciones están en el bolsillo, recién es posible ver A.I. no como uno, sino como 3 ambiciosos relatos:
Un denso cuento de hadas para adultos, basado ostensiblemente en “Pinocho”, una gigantesca fijación edípica, y una empeñosa meditación sobre la naturaleza humana”
Y es que A.I. es un cuento bastante adulto, se estructura en torno a un viaje que el protagonista emprende para completar una misión, en este caso, la vuelta al hogar, pero que termina por enseñarle mucho más, concretamente su origen.
Mientras en la mayoría de los cuentos, estas enseñanzas son positivas, y permiten que el protagonista vuelva a su mundo, como un héroe/líder/salvador, en A.I. son una pesada carga para David, que descubre como su sueño más profundo, dicha vuelta, es irrealizable, y que además, él mismo no deja de ser un producto en serie.
A.I. está llena de los arquetipos, que pueblan dichos cuentos, tomando siempre como referencia, el de “Pinocho”:
El circo, el viejo sabio, el hada madrina, el maleante con corazón de oro, y hasta el lobo malo, en plural.
No falta tampoco, el mágico final, que muchos han pretendido achacar como un error sentimental de Spielberg, pero que además de ser idea original de Kubrick, es muy consecuente con la estructura de A.I.
Además de que el supuesto “final feliz” sólo es tal a primera vista, un análisis un poquito más profundo, revela de que la cosa conlleva el aniquilamiento de la raza humana, y la muerte de todos los seres queridos de David, lo cual así, como muy feliz no es que parezca.
Sería fácil sacarse el problema de encima, argumentando que los primeros temas son puro Spielberg, y el último 100% Kubrick, pero hasta el argumento podría desmentirlo.
Se dice que finalmente no llegó a interesarle hacerlo, pero su versión habría sido más interesante.
En un mundo donde cuesta mucho tener un hijo, una creación de esa forma, llenaría un vacío emocional.
Como vemos, por muy bien que vivan los seres humanos, y por muchas comodidades que pongan a nuestra disposición, parece ser, que lo más complicado siempre viene a ser lo que sentimos en nuestro interior.
Las emociones y los sentimientos, son precisamente el eje de A.I.
“The greatest single human gift, the ability to chase down our dreams”
En A.I. estamos ante un mundo devastado por el calentamiento global, y en el cual, tener hijos requiere de todo un proceso legal.
La empresa Cybertronics, aprovecha dichas cosas para crear un nuevo producto:
Un niño-robot que sea capaz de amar.
La premisa suena interesante, y en un principio, el desarrollo de ella también lo es.
A mediados del siglo XXII, el mundo ha pasado por un severo calentamiento global, que ha inundado gravemente todas las ciudades costeras, provocando una drástica reducción de la población.
Los robots humanoides, se han desarrollado mucho, y se les llama “mechas” de “mechanic” o “Androide”; la compañía Cybertronics, ha tomado la decisión de avanzar la programación de los mechas, al grado que presenten sentimientos, y un aspecto físico que sea idéntico al de un humano real.
Se diseña un androide con el tamaño de un niño, para tener sentimientos y evitar el rechazo, y el resultado es:
David.
Uno de los empleados de Cybertronics, Henry Swinton y su esposa, Monica Swinton, tienen un hijo llamado Martin (Jake Thomas) afectado por una grave enfermedad que es incurable, y por eso lo tienen en animación suspendida, hasta que se encuentre una cura; y son elegidos para probar el prototipo del androide.
El lugar elegido para soltar a este robot, es una familia con una grave pérdida, la de un hijo que yace enfermo en estado de criogenización.
Ese es un detalle muy inteligente del guión, que el hijo no esté muerto, como ya veremos más adelante.
La primera de las 3 partes bien diferenciadas de las que consta A.I., empieza en este pequeño núcleo familiar, donde el joven robot, llamado David, intentará cumplir con su cometido.
Por supuesto, lo que Mónica piensa, es que David parece un sustituto insultante de su propio hijo.
Reacciona como debería hacerlo cualquier persona, a la que le regalan un gatito con la esperanza de que el niño de la familia, olvide a la mascota recién atropellada.
Sin embargo, con el paso del tiempo, Mónica pasa del miedo y la desconfianza, a llegar a sentir algo de cariño por David, decidiéndose a abrir una carpeta especial, que contiene un código de 7 palabras que activan un sistema dentro del chico.
De momento, no es más que un androide con aspecto muy humano, pero repulsivo, quizá “The Uncanny Valley Theory” tenga algo que ver.
“El Valle Inquietante” es una hipótesis en el campo de la robótica y animación, por computadora en 3D, la cual afirma, que cuando las réplicas antropomórficas miran y actúan, casi como un ser humano real, causan una respuesta de rechazo entre los observadores humanos.
El “Valle” en cuestión, es una inclinación en un gráfico propuesto, que mide la positividad de la reacción de las personas, según el parecido humano del robot.
Por lo pronto, me gusta cómo graba Spielberg a David, a través de puertas acristaladas, y reflejos, forzando un poco la imagen que da al espectador, para que nos resulte incómodo mirarle.
Pero cuando Mónica activa esa programación, David queda “impreso” con un amor incondicional e imborrable, transformándose en un niño de verdad.
Alguien que quiere a sus padres.
Con el hijo de la familia viviendo con ellos, las diferencias se resaltan.
Llegará un día, en que todos crecerán, pero como he dicho antes, David seguirá siendo tan joven, tan inocente, que asusta.
Incluso él se da cuenta, y empieza a hacerse preguntas sobre la muerte, y qué hay en él que es diferente a todos los demás.
Además, el hijo de la familia siente celos, lo que provocará una serie de situaciones incómodas.
La peor de ellas, es cuando Martin le dice a David, que para que su madre le quiera, tiene que entrar en su habitación por la noche, y cortarle un rizo.
Por supuesto, a los padres no les hace mucha gracia, ver a un robot con unas tijeras en las manos, por lo que empiezan a plantearse, si será seguro tener algo así en su casa, cosa que se confirma con el incidente de la piscina, donde los Swinton ofrecen una pequeña fiesta, y todos los niños tienen puesto un traje de baño y juegan alrededor de la alberca.
Martin todavía está en rehabilitación física, como parte del tratamiento de curación, y usa aparatos ortopédicos para poder caminar, de repente algunos niños se empiezan a preguntar acerca de la naturaleza de David, y uno de ellos le ordena dejarse clavar una navaja, asegurándole que ni va a sangrar, ni le va a doler, pero esto activa la subrutina de búsqueda de protección, y abraza a su hermano, pidiéndole que lo proteja.
Mientras David retrocede lentamente, debido a la amenaza de la navaja, va arrastrando a su hermano Martin, debido a la fuerza del abrazo, hasta que al fin, ambos caen al agua; cuando uno de esos aparatos modernos caen al agua, se apagan automáticamente para evitar daños debido al agua; lo mismo pasa con David, se apaga automáticamente, y su abrazo se convierte en un fiero amarre, que atrapa a Martin, y lo arrastra al fondo de la alberca, debido al gran peso del niño-robot.
Henry por su parte, se lanza para salvar a Martin, mientras David yace en el fondo, obviamente, no sufre daño alguno.
De modo que Mónica, tendrá que tomar una decisión:
Abandonar a David como un cachorrito en verano, y alejarlo así de su familia, en una escena desgarradora y cruel.
Aquí, el actor Haley Joel Osment hace un papelón; y acaba la primera parte.
Adiós a Kubrick, saludad a Spielberg.
Mónica no le ha contado a David, cómo es el mundo exterior, lejos de ese micro-universo que es la familia.
Existe un odio generalizado contra los robots, y se les trata como mercancía en las llamadas “Flesh Fair”, un espectáculo donde se los destroza, para divertimento del público.
Es aquí también, donde aparece otro personaje:
Gigolo Joe, un Jude Law impresionante y exagerado, del que te acabas creyendo que es un robot danzarín.
Entre todos los robots que tienen encerrados, incluido un abuelo que dice ser el robot del año de la revista Time, 65 años antes, y donde se nota un trabajo impresionante en el campo de los efectos especiales, incluso hoy, 10 años más tarde, David es especial.
Tiene miedo y siente dolor.
David se salva de ser destruido en la “Flesh Fair” debido a su apariencia humana y, al ser prototipo, es el primer mecha con rutinas de autoprotección y búsqueda de protección, toda la gente piensa que es un humano, porque un mecha no suplica por su vida.
Una vez logran escapar de allí, David inicia una búsqueda, no sólo de su madre, sino también, de la forma en que conseguir que ella le quiera como a su otro hijo.
Sabe que es un robot, y su más profundo deseo, es convertirse en un niño de verdad, como ha leído en el libro de “Pinocho”
En cuanto Gigolo Joe se entera, de que el Hada Azul es una mujer, se activan sus rutinas de “prostituto” supongo yo, y accede a ayudar a David con su búsqueda, y le recomienda ir a “Rouge City” una especie de Las Vegas futurista, porque ahí hay muchas mujeres, y probablemente la encontrarán.
La búsqueda los llevará de un sitio a otro, hasta llegar a un Nueva York apocalíptico.
Aquel es el sitio donde David fue creado, y donde descubrimos que el científico que ideó aquello, tuvo una base muy personal para diseñarlo.
David es la encarnación mecánica de su propio hijo fallecido, una foto fija de él.
Es muy curioso, que decidiera hacer un robot con su imagen, algo muy humano, muy emocional.
Cuando se encuentran con varios modelos similares a él, David enfurece, y lo destroza gritando que él es único, especial, unas reacciones desproporcionadas para una máquina.
El amor degeneró en celos, y éstos también, en la obsesión por la posesión.
Él es único, y su madre sólo puede quererle a él, los demás niños son competidores.
Entonces, aparece el profesor Hobby, su creador, el Geppeto, el demiurgo, ¿Kubrick? (William Hurt)
Hobby parece estar ilusionado por todo lo que David ha conseguido, por cómo se ha desarrollado su sistema emocional.
A pesar de ser todo lo lógico que es un robot, David ha decidido perseguir un sueño, un poco loco, acerca de una princesa de cuentos.
Quiere creer lo imposible, con la esperanza de que las cosas algún día mejoren, lo que, si nos paramos a pensar, habla mucho del ser humano, de nuestros miedos, y nuestras aspiraciones.
Y exagerándolo, la creación de Dios.
El Hada Azul de David, es el equivalente al dios humano, porque cree que encontrándola, podrá sobreponerse a su sufrimiento.
Al final, encuentra una figura de un hada bajo el agua, y queda allí atrapado durante mucho tiempo, 2,000 años concretamente, hasta que las aguas se congelan, y todos los seres humanos desaparecen de la faz de La Tierra, mientras le suplica que le convierta en un niño de verdad.
David no puede convertirse en un niño de verdad.
Su madre ha muerto, y él está enterrado para siempre.
Sin embargo, Spielberg decidió añadir un último tercio de A.I., incomprendido por muchos, y despreciado por la mayoría, que a mí me parece su parte más interesante, e hipnótica.
En esos 2,000 años, los humanos se extinguieron, ocurre una nueva glaciación, y según el guión escrito por Watson, los mechas heredan La Tierra.
Han evolucionado tanto, que tienen sentidos que nosotros apenas podemos imaginar, y con un aspecto ligeramente antropomorfo, hay una escena que parece intrascendente, afuera de la sala del Dr. Know (Robin Williams) en donde Gigolo Joe le trata de explicar a David, que mejor olvide su búsqueda, y se esconda, porque los humanos no perdonan a los mecha, odian a su propia creación porque son más rápidos, más resistentes, no envejecen... y poco a poco van a ser más listos, y van a heredar La Tierra.
Siendo A.I. una película de Spielberg, todos pensamos que los seres que aparecen al final, eran extraterrestres amistosos, pues no, porque son mechas avanzados.
2,000 años más tarde, el mundo es un completo cascarón muerto, a excepción de algo que parece ser extraterrestres, realizando algún tipo de excavación arqueológica.
Los androides evolucionados, exploran La Tierra congelada, y encuentran el vehículo donde están los cuerpos congelados de David y Teddy.
Lo reactivan momentáneamente, para extraer sus recuerdos; al darse cuenta que él conoció y vio a humanos reales, deciden reactivarlos por completo, es obvio que también Teddy debe tener recuerdos humanos en su memoria.
Éstos reaniman a David, y bucean en sus recuerdos, viendo todo lo que ha sentido y deseado alguna vez.
Más tarde, uno de esos seres se le acerca, la escena en la que llama a la puerta, y entra en la habitación, es impresionante de lo sencilla y real que parece.
Entonces, quizá de forma sutil, comprendemos que esos seres son una inteligencia artificial desarrollada, no extraterrestres.
Funcionan como una red neuronal, transmitiéndose información los unos a los otros.
Estos seres son lo último que nos queda:
Nuestra creación más perfecta.
Son los únicos supervivientes de nuestro planeta, y han empezado a hacerse preguntas sobre su existencia, y sobre algo que desconocen:
La esencia del alma.
Esas inteligencias artificiales, han buscado durante mucho tiempo, en busca de respuestas, y han clonado a seres humanos, de los que han logrado recuperar material genético.
Pero hay un problema.
Es como si, de alguna forma, lo que ya ha existido no pueda recuperarse.
Lo que pasó, pasó, y no hay forma de volver atrás.
Es como si Spielberg, tratase de decir al espectador, que el tiempo es finito, y se te está acabando por momentos.
Si clonan a la madre, sólo será por un breve espacio de tiempo, un día, un recurso narrativo muy cruel, que nos ayuda a entender, cuán ínfimo es nuestro tiempo.
Pero a David incluso, eso le basta.
Volver a estar con ella, volver a sentirla cerca, volver a sentir ese amor que está programado para sentir.
De modo que la reviven, pero sólo durante ese pequeño espacio de tiempo.
Es una forma de decirnos, que no podemos esperar a los días perfectos, que hay que luchar por ellos, y hacerlos perfectos, sabiendo que todo se acaba, y no vamos a durar.
Monica morirá, y David volverá a quedarse solo, y lo único que podemos hacer, es transmitir nuestro amor y nuestro cariño, hacia las personas que están a nuestro alrededor.
Lo más importante, es nuestra parte emocional, y todo en A.I. gira como ya he dicho, en torno a ella.
Ahí podemos ver a ese supuesto “extraterrestre”, más poético de lo que esperamos en un robot, incluso, podemos notarlo en cada uno de los bloques de A.I.
Un Kubrick muy visceral, frío y mecánico, un Spielberg pasional y emotivo, como han marcado toda su biografía.
Quizá esas emociones y sentimientos, sean lo que nos hacen únicos, y quizá sea lo más importante de todo.
Porque, por muy perfectos que seamos, todos necesitamos lo mismo que David:
Amor.
“You are a real boy.
At least as real as I've ever made one”
Lo primero que hay que resaltar de A.I. es el tema que aborda:
La deshumanización de los humanos.
El personaje que nos hará darnos cuenta de ello, es el mecha, David.
Él fue creado con el propósito de amar, y aparte, no tienes que invertir mucho en él, una vez que lo tengas, ya que no come, no duerme, no se enferma, y sólo está ahí para quererte; sin duda es “perfecto”
Durante el metraje, se va demostrando como David tiene más capacidad para amar, que los propios seres humanos.
Y esta incapacidad, les llevará a la destrucción.
El ser humano estuvo muy cerca del sentido de la vida, del espíritu, pero desapareció para siempre con la llegada de una glaciación.
La humanidad falló en su libertad al proyecto del amor.
Fue el intento más logrado del cosmos, pero desapareció.
Se trata de un fuerte pesimismo antropológico, que se traslada a la utopía.
Pero el desastre no fue total.
Una pequeña creación del hombre logró sobrevivir.
Únicamente se salvó el pequeño robot que intentó amar.
Queda él, como resto insignificante pero valioso.
David es el único en el mundo, que ha conservado el deseo esencial que le ha enseñado a amar.
El deseo de ser amado, lo recibe de su madre adoptiva, y le acompañará a pesar de todos los rechazos y dificultades de su vida.
El deseo de encontrar el amor le salva, le hace superviviente.
Así, sus súplicas durarán 2,000 años en el fondo del mar.
Una petición constante en el silencio.
Véase nuevamente, que estamos en un modelo que busca al otro, en este caso, a su madre.
Es un deseo del otro fundante.
De una maternidad original en el recuerdo del primer amor.
La madre podrá ser resucitada por la técnica, y la ciencia de los mechas avanzados:
Para su resurrección, se parte de la vida anteriormente vivida, un mechón de pelo.
Pero esta resurrección es limitada a un solo día.
Sin embargo, para David este único día, le permitirá sentirse amado:
“¡Qué hermoso día!
Te quiero, David, te quiero.
Siempre te he querido”
Impagable el dialogo del mecha avanzado con David:
“A menudo he sentido envidia de los seres humanos, de aquellos que llamaban espíritu.
Ellos dieron millones de explicaciones del sentido de la  vida… en arte, en poesía, en fórmulas matemáticas.
En el ser humano, estaba la clave del sentido de la existencia.
Pero los seres humanos ya no existían.
De modo que iniciamos un proyecto para recrear el cuerpo de una persona muerta hacía mucho tiempo, a partir del ADN de un fragmento de hueso o piel.
Nos preguntábamos también, si sería posible, recrear la memoria correspondiente al cuerpo recreado,
¿Y sabes qué descubrimos?
Descubrimos que el propio tejido del espacio-tiempo, almacenaba información acerca de todos los acontecimientos ocurridos en el pasado.
Pero el experimento fracasó.
Porqué los resucitados, solamente vivían un día de su nueva vida.
Cuando se dormían, al llegar la noche del primer nuevo día, morían de nuevo.
Tan pronto como perdían la conciencia, su existencia se desvanecía en la oscuridad.
David, las ecuaciones demostraron que una vez, que un recorrido espacio-tiempo había sido utilizado ya no podía volver a utilizarse.
Si traemos de nuevo a tu madre sólo será por un día, y no podrás volver a verla nunca más”
En la concentración temporal del hoy, David vivirá la eternidad.
Esta es definida, como “el lugar donde nacen los sueños”
Hay algunas secuencias, que por su impacto visual rescataría:
La “Flesh Fair”, ese espectáculo tan genuinamente yanqui, con resonancias de circo romano, y el desolador paisaje de un “MAN-hattan” destruido, donde los leones lloran, las estatuas piden un rescate con la llama de la esperanza en la mano, en el que algunos, encontrarán seguramente señales premonitorias de lo que el WTC, pero cuya visión despertó un revoloteo de risas en la sala de proyección...
Escenas como la programación de David, el momento en que Monica lo convierte en su hijo, leyéndole una secuencia de palabras, o la interminable plegaria del chico bajo el mar, que refiere abiertamente al fervor mariano, parecen defender la posición que Spielberg ha sostenido por las buenas, y por las malas, en sus últimas películas, en cuanto a que la fuerza de lo humano, termina inexorablemente por impregnar todo lo que toca.
Al revés, el instante en que David contempla a su “familia” desde el fondo de la piscina, y en que adquiere conciencia de su perturbadora inmortalidad, el paseo del chico por el laboratorio del profesor Hobby, repleto de Davids, y de Darleenes inanimados, y la secuencia de los súper robots, leyendo la mente de chico, como si sus recuerdos fuesen películas, arrojan luces sobre la obsesión “kubrickiana” con lo efímero de la experiencia humana, versus la inmutabilidad de los conceptos, las instituciones, y la memoria.
De modo que es tiempo perdido, tratar de adivinar si lo que ocurre en los últimos minutos de A.I., ese día perfecto de David junto a mamá, es real o no.
Lo clave es que su fuerza alegórica, contribuye a completar la humanidad que David había conquistado antes, al descabezar y asesinar a su réplica, en la oficina del profesor Hobby, con un pie de lámpara, que bien puede equivaler al bastón de Alex en “A Clockwork Orange” (1971), o al hacha de Jack Torrance en “The Shining” (1980)
Lo que al fin convierte a David en humano, es simplemente su comprensión cabal del amor y la muerte, y no existe fábula que pueda acabar de extraer todo el sentido de eso.
Estamos, pues, ante un ensayo de resurrección que toma 2 elementos de la tradición cristiana:
La corporalidad original, como fundamento de la nueva corporalidad, y la concentración del tiempo presente, que se hace futuro en clave de eternidad, ya y todavía no reunidos.
A pesar de todo, las diferencias son radicales:
La resurrección nace aquí del propio deseo, es producida de una manera científica y no procede de la referencia cristológica.
El fracaso del hombre es el fracaso del creador, que a pesar de todo, ha creado otros “mundos extraterrestres”, en los que se abren nuevas posibilidades.
Pero en La Tierra de la encarnación de Cristo, no se ha cumplido la promesa.
El hada azul, herencia del influjo de “Pinocho” de Carlo Collodi, es una proyección infantil del deseo, que a pesar de todo, se sostiene como súplica ilusión.
Como estatua e imagen, será fiel con su compañía y sonrisa a David.
Se trata de una mediación, que como tal, deberá ser sobrepasada.
Con la superación del Hada Azul, como referencia del absoluto, aparecen los “extraterrestres” que científicamente han adquirido poderes divinos.
Ellos vienen a dar cumplimiento al deseo de David, que por fin pueda ser colmado y pueda descansar en paz, ergo morir.
No hay ninguna sugerencia, que detrás del Hada, o de los “extraterrestres demiurgos” pueda existir Dios.
Sin embargo, la pregunta por el Creador sigue estando ahí:
¿De dónde viene el deseo del amor?
A.I. es una película de difícil compenetración emocional por parte del público.
Supongo que dependerá de cada quien, el determinar cómo se toman los personajes.
Habrá quien acepte a David como un niño real, y sufra por sus predicamentos.
Habrá quien no entienda cuál es el problema, y que David es sencillamente un objeto; una computadora con una interface diferente.
Y habrá también, quien considere a los robots como entes vivientes, que aunque sean artificialmente generados, tienen derechos similares a los de la humanidad.
De tal forma, me pareció una rebuscada metáfora del esclavismo y racismo, en virtud del cual, se desprecia y abusa de entidades diferentes, por su nacimiento, pero similares en forma y motivación.
David nunca crecerá, nunca morirá, en todo caso se romperá, y su risa nunca dejará de parecer sintética.
A.I. alude al concepto de impronta, para explicarnos la forma en que este niño androide, es programado para amar.
Esta impronta o “imprinting protocol” no es muy diferente de la que Konrad Lorenz descubrió en los patos y otras aves, y que hace que éstos, al nacer, identifiquen como su progenitor, al primer objeto que se encuentre presente, se trate de su verdadera madre, su cuidador, el perro de la casa, o un coche dirigido por control remoto.
El afecto de David opera en un sentido similar, se establece en un periodo crítico, y a partir de entonces, actúa como una huella imborrable.
“My son was one of a kind.
You're the first of a kind”
Así pues, la grandeza de A.I. plagada de ideas visuales maravillosas y provocativas, radica en la exigencia, de empujarnos a proyectar nuestras emociones, en un personaje que después de todo, es una máquina.
¿Qué responsabilidad tiene un ser humano, frente a un robot que nos ama?
La cuestión, planteada por el escritor británico Brian Aldiss, en su cuento “Super-Toys Last All Summer Long”, se resume en una idea narrativa, tan simple como turbadora:
David es niño-mecanismo cibernético avanzado, que sus dueños, sus “padres”, abandonan en el bosque; un niño-mecanismo creado para querer y suplir la falta de cariño, a aquellos que no son fértiles, o que se encuentran solos…
Una excusa para hablar de nuestras carencias emocionales, sobre los errores filosóficos de la robotización de la sociedad, acerca de la decadencia de los valores familiares, depredador de la conversión del individuo en producto comercial…
Por el contrario, Spielberg ahonda en el tema de la inteligencia emocional, como forma de interactuar con el mundo, que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, etc.
Ellas configuran rasgos de carácter, como la autodisciplina, la compasión, o el altruismo.
A.I. es audaz, técnicamente magistral, difícil.
Y, casi con certeza, muy diferente al proyecto que Stanley Kubrick empezó a desarrollar en los años 70, marcado por su habitual frialdad expositiva.
Siguiendo el esquema clásico de Kubrick, de 3 actos bien diferenciados, Spielberg nos da muestras de lo mejor de sí mismo, y nos descubre nuevas caras que no conocíamos:
Sensible y tierno en la primera parte, donde un inmenso Haley Joel Osment se revela como el gran actor que es.
Cruel y cínico en la segunda parte.
Experimental y abstracto en una tercera parte final.
No era fácil conjugar tantos matices, tantos estilos, tantas atmósferas y, al mismo tiempo, resultar coherente, pero la coctelera funciona a las mil maravillas.
A.I. contiene muchos elementos del cine kubrickiano, en especial la concepción del mundo y del hombre, en este caso son los robots.
Los personajes viven sumergidos en grandes momentos de la historia, épocas que marcaran un antes y un después, y aquí no es menos, pues estamos en la era robótica, la instauración de la inteligencia artificial que tanto deseaba el hombre, y más tarde, la visión de un nuevo mundo, apocalíptico, dominado por las maquinas sin presencia humana, esta solo como recuerdo a través de David.
Personajes cuya conducta y sentimientos, ya están programados de antemano, también, se verán abandonados ante su propio destino.
David, interpretado por un genial Halley Joel Osment, que por ese momento estaba en estado de gracia interpretativo, un mecha creado y programado para suplir la falta de un ser querido, y dotado de sentimientos, que poco a poco van tomando forma y conciencia, cuando se le activa el protocolo para ir mucho más allá, a un mundo de sueños, fantasía, y pesadillas perpetradas por la raza humana.  
En el fondo marino, en el interior de un vehículo, junto a su osito Teddy, se ha encontrado a David “El Centinela” que es el último vestigio de la humanidad.
Sí, el mecha cuyo abandono por su madre, y evolución, le lleva a emprender un viaje, como lo hiciera Dave Bowman, en su nave espacial en la película de Kubrick, para encontrar a su Hada Azul, y que le convierta en un niño de verdad, para poder ser amado por su madre adoptiva.
David, a modo de “Centinela” es un homenaje a dicho relato de Athur C. Clarke, y a Kubrick, es la huella fehaciente de lo que fue el hombre.
David es el eslabón perdido de los robots, el enlace entre el hombre y las máquinas; a través de él, se descubre como el hombre, movido por el afán de crear a imagen y semejanza, individuos capaces de reproducir, y llevar a cabo tareas desechadas por los humanos, jugó a ser Dios, y creó una serie de máquinas hasta llegar a un mecha idéntico en apariencia a sus creadores, con capacidad para amar, y tener sentimientos propios de un humano, pero no se puede comparar, pues somos únicos.
Máquinas y hombres no pueden compartir enlaces emocionales, ni convivir cuando el ser humano se ve amenazado, pero sobre todo, porque el hombre no está preparado para ello, por lo que decide hacer como siempre, aislar su creación.
Y la diferencia con los robots, se verá al final, cuando estos movidos por sus emociones, hacen realidad el sueño de David.
Su representación es espléndida, pero es que además, tiene un valor estructural, configurador del sentido, e intención de A.I., ya que una parte sustancial, se constituye a partir de su mirada, una mirada intensísima, de una fijeza casi sobrehumana, creo haber leído, que lo más difícil para este joven actor, fue aprender a no parpadear, pero al mismo tiempo, de una calidez y ternura inmensas.
A lo largo del metraje, y sobre todo en su primer tercio, la cámara se deleita en ofrecernos, una y otra vez, planos centrados en el rostro de David, algunos de ellos, basados en encuadres sorprendentes, o en reflejos especulares muy hermosos, en los que el espectador capta el deseo de amor y humanidad del personaje, su enorme capacidad de entrega, a la tarea para la que ha sido programado.
Esta mirada inocente y tierna, se transforma en gesto de horror estupefacto, en la segunda parte, a lo largo de la cual, abundan los episodios, la rebusca de los androides estropeados entre los montones de basura cibernética, a la caza de piezas de repuesto para sus menguadas anatomías, la “Flesh Fair”, monstruosa actualización del circo romano, con sus inventivos tormentos, y su desaforada y obscena crueldad, las alienantes diversiones de esa antología del “kitsch” que es “Rouge City” que retratan el mundo de los hombres, como una pesadilla bárbara, o como una feria de las vanidades estúpida y banal.
Que el personaje de David, en una especie de traición a su propia raza que no debería pasarnos desapercibida, reclame su pertenencia a la misma humanidad, cuyos modelos son la masa vociferante que asiste a la “Flesh Fair”, o los lujuriosos adolescentes a los que Gigolo Joe seduce con la proyección del holograma de una “striptease”, subraya no solo el patetismo esencial del personaje, sino también, la dimensión crítica de A.I., su desoladora y terriblemente amarga verdad.
Esa verdad no es otra, que el hecho de que en A.I. sólo los androides, “los mechas”, se aproximan a la idea de humanidad.
Frente al egoísmo, la crueldad, y la indiferencia, ante el dolor ajeno de los hombres de carne y hueso, cuya maldad se revela en la ya mencionada secuencia del descuartizamiento público de los androides, asombrosa transcripción futurista del circo romano, o las ejecuciones medievales, los seres mecánicos muestran las virtudes propias de lo humano:
La lealtad, la solidaridad, la inteligencia, la compasión.
Habría que precisar, no obstante, que A.I. no se identifica con el tópico, tan característico de la ciencia ficción clásica, de que los androides son algo así, como superhombres destinados a convertirse en los sucesores evolutivos del “homo sapiens”, pues a pesar de la constante aproximación afectiva, a su condición de “personas”, la historia subraya a menudo, la radical inhumanidad de los “mechas”
No me refiero sólo a que éstos aparezcan dotados de atributos sobrehumanos, energía infinita, duración ilimitada, o a que se subraye su entidad irremediablemente mecánica, hasta el punto de la comicidad, como ocurre en la secuencia en que David ingiere una ensalada, con el exclusivo propósito de imitar a su “hermano”, lo cual avería gravemente sus circuitos.
Más importante que esos detalles, me parece otro rasgo, una peculiar combinación de impasibilidad ante el propio sufrimiento, las ejecuciones públicas de la “Flesh Fair” sólo suscitan en los androides, excepto en el modelo avanzado que es David, una melancólica aceptación de lo inevitable, y de testarudez, conducta esta última que aparece llevada a una expresión hiperbólica, nada menos que 2,000 años de inútiles súplicas, en el comportamiento del niño, tras encontrar la figura del Hada Azul bajo la noria sumergida de la feria de Coney Island.
Y es que los personajes de Kubrick siempre fracasan, como le ocurre al mecha, pues no consigue su propósito, de convertirse en niño, pero si logra humanizarse, y volver a ver a su madre, gracias a los robots que consiguen clonarla por un día.
De esta manera David se “auto inmola”, poniendo fin así, a su vida, durmiendo junto a ella, hasta el fin de los días.
Su amor es real, pero él no, tal y como anuncia el cartel promocional.  
Definitivamente se roba todas las escenas en las que participa.
En A.I., tenemos a 3 personajes androides, con diferente nivel de concienciación acerca de su naturaleza, y que paradójicamente, es inversa al grado de implicación en su relación con los humanos.
El de David es prácticamente nulo, es más, se rebela inútilmente contra su condición de robot.
Sus emociones ciegan su parte más racional, pero tratándose de una máquina, deberíamos decir más bien, que ha sido programado específicamente, para que su inteligencia emocional, y su capacidad de meta cognición, sean mínimas, al igual que lo serían en un niño de verdad.
Gigolo Joe, a pesar de su apariencia frívola, es consciente de su papel en el mundo, y trata de abrir los ojos a David, pero prefiere sumirse en la cómoda y estúpida rutina, para la que ha sido diseñado.
Por último, tenemos a Teddy, que por su aspecto de oso de peluche, y por su función de juguete, en el sentido más primitivo, los otros también lo son, claro está, podría parecernos el robot menos desarrollado de todos, pero la forma en que asume su condición, y su resignada lealtad hacia David, acaba siendo la actitud más inteligente y conmovedora de todas.
El trabajo combinado de efectos digitales de Industrial Light and Magic, efectos mecánicos de Stan Winston, y la voz de Jack Angel, hacen del minúsculo “súper juguete” el mejor personaje robótico de A.I., apenas dejando ver su sabiduría, y la ferviente devoción por su amo, y amigo.
“I can't accept this!
There is no substitute for your own child!”
A.I. muestra el Apocalipsis, valores antropológicos que parecen heredados por los robots, por parte de la raza humana, pero sobre todo, llena de sentimientos, un cuento de hadas que junto con una magistral banda sonora, y espectaculares efectos visuales, hacen de ella, una cinta que cumplió su propósito:
Un homenaje a Stanley Kubrick.
Desde una conocida temática de ciencia-ficción, Spielberg desarrolla magistralmente diversas líneas de gran hondura, tanto en la dirección como en la interpretación actoral, como ser:
1- El drama existencial de anhelar una condición inalcanzable, la condición humana, en este caso para lograr el amor materno.
2- La sorpresa de que el “espíritu” humano y sus cualidades, emociones, etc. pueden ser alcanzados por entidades no humanas, no importa el “envase” u organismo dentro del cual se encuentren.
3- Los valores y las circunstancias humanas, y su naturaleza, sea tenacidad, amor, felicidad, celo, crueldad, sufrimiento, lucha por la supervivencia, la pérdida del hijo, la necesidad de amor, etc.
4- La estupidez de la discriminación de lo diferente.
5- La existencia humana. y su relación con un Creador, inalcanzable pero anhelado, el ser humano en su búsqueda de Dios, y su perfección, analogía del niño que busca desesperadamente al Hada Azul perfecta y salvadora.
6- La esperanza de un futuro, donde sobrevive el espíritu, llamémosle “humano” aunque sea en otra forma de vida, unos robots con formato extraterrestre, que reconocen y admiran la grandeza de una especie humana extinguida hace milenios.
Todo en gran parte, visto desde la perspectiva de un niño, lo cual agudiza el tono dramático, y descrito en 3 secciones bastante diferenciadas del argumento.
Pero al final queda una duda:
¿Quién nos está contando la historia?
¿Kubrick?
Como dato muy curioso, el código de 7 palabras de activación del robot David, o Protocolo de Impresión de Datos son:
“Cirrus, Socrates, Particle, Decibel, Hurricane, Dolphin, Tulip”
Las 7 palabras, son palabras al azar, diseñadas para ser muy poco probable que se les hable, uno junto al otro, en el transcurso de una conversación normal, la cual se especula, o se supone, que las palabras representan ideas abstractas que nos hace humanos:
Huracán = caos, Socrates = pensamiento, etc., pero no pude encontrar ningún caso en que Stanley Kubrick, o Steven Spielberg lo confirmen o lo nieguen.
Por tanto, su significado en su conjunto, es un misterio.
Por otro lado, John Williams, el compositor de la banda sonora, se aleja de sus habituales pompas musicales, regalándonos temas de una suavidad exquisita y, sobre todo, extremadamente fieles a las imágenes, para los que han sido creados.
Hay momentos divertidos y peculiares, como la música que escuchamos, cuando David observa insistentemente a su madre, en sus quehaceres cotidianos, y hay otros de una trágica belleza, como cuando David es abandonado en el bosque.
Entre todo esto, ritmos a lo “Media Ventures” en las secuencias de acción, y maravillosas descripciones musicales de las ciudades que visitan David y Gigolo Joe.
John Williams, quien realiza con ella su 27ª colaboración con Spielberg, en una relación tan dilatada y fructífera, sólo puede concebirse a partir de un perfecto entendimiento entre ambos creadores.
Y, en efecto, la partitura de Williams se adapta como un guante al tono melancólico, y con frecuencia, sombrío de la historia, sin perder por ello, su maravillosa capacidad de encantamiento y sugerencia.
La emoción, la intensísima y exquisita melancolía que produce, en el ánimo del espectador esta “utopía de los sentimientos”, es seguramente, el activo principal de una película que, con sus imperfecciones y desequilibrios, está llamada a convertirse en un clásico del género.
Por último, a nivel humano, los niños, criar hijos, tiene el objetivo emocional de verlos crecer, y desarrollarse, tanto físicamente y mentalmente, por eso tener hijos con alguna discapacidad física y/o mental, produce angustia, porque genera el temor de que no van a poder alcanzar su máximo potencial como seres humanos, y siempre queda la duda, de que tengan la capacidad suficiente para poder desenvolverse, y vivir libremente en el feroz, y despiadado mundo real.
Los niños robot nunca van a crecer, ni física ni mentalmente, nunca van a evolucionar sus sentimientos, apegos, o gustos, y nunca van a estar capacitados para desarrollarse libremente en la sociedad.
Los seres humanos no deberían desarrollar apegos sentimentales, o psicológicos hacia los robots, porque nosotros sí crecemos, evolucionamos y morimos; es claro que si uno tiene un niño robot, al que está cuidando, se va a generar la angustia de qué va a pasar cuando uno ya no esté.
Sus rutinas de fijación de sentimientos “imprinting routines” hicieron que David se considerara a sí mismo, único e irrepetible, y de un solo golpe, se encuentra con réplicas de sí mismo.
Esta parte de A.I., está basada en una de las historias originales de Aldiss, en vez de basarse en la historia de “Pinocho”, Aldiss se basó en lo que pasaba interiormente, en un ser creado artificialmente.
Y en esta parte, podemos ver lo que pasa, cuando David se encuentra con otro David, reacciona violentamente, y lo destruye para sentirse seguro de que es el único, pero de hecho se da cuenta, de que él mismo es una copia del David original, el hijo de su creador, el profesor Allen Hobby.
Cuando al fin se encuentra con él, David le pide ser convertido en humano, Hobby le contesta muy emocionado, que no necesita convertirse en humano, sus emociones y amor son reales, la voluntad y valor de enfrentarse a su peligrosa jornada, prueban su individualidad en pos de un objetivo.
La reacción de David es muy difícil de describir, pero muy entendible, es igual a la de los replicantes de “Blade Runner” (1982), es muy difícil y deprimente, darse cuenta que uno no es humano, ni original, ni único, ni nada, que es una parte de una serie, que uno es tan sólo un producto, incluso, encuentra la silla donde fue activado, y ve lo que es la primera imagen de su “nacimiento”:
La escultura símbolo de la compañía.
Bastante comprensible, es que David se quede completamente apabullado, y salga a sentarse en la cornisa, meditabundo y deprimido, y trate de “suicidarse” tirándose al mar, bueno, es obvio que no se va a ahogar, puesto que no necesita aire, ni va a ser cortocircuito por la impermeabilización de la piel, aunque se tira al agua, ahora no se apaga, como en la escena de la alberca.
A pesar de que se piensa que aquí esta lo más débil de A.I. como apunte antes, cierra el frio pensamiento de Kubrick, al inicio de cuando deciden hacer a David, alguien expone por ahí, la responsabilidad que esto conlleva, crear a alguien que ama, significa que también lo debemos amar, la responsabilidad “Creador-Creado” que viene desde “Frankenstein”, y finalmente, como vimos, que lo único que le devolvimos a David, fue odio, desprecio, sus padres se deshicieron de él en cuanto no lo ocuparon, porque para eso estamos los humanos, para odiar y destruir lo que creamos, y lo que pasa a escala global, en A.I. pero que incluso ahorita sucede.
¿Analogía de la familia?
¿De la relación padres-hijos?
Y lo peor es ,que en el final nos muestran una felicidad ficticia, creada por los mechas avanzados, ellos nos lo dicen, pero aun así queremos creerlo, como David lo cree, y es que queremos que sea feliz, o por lo menos, yo sí, pero algunos dicen que después de todo, solo es un robot... una maquina...
La misión de suceder a los seres humanos en la escala evolutiva, no les corresponde a los androides, por mucho que en la programación cibernética de David, se hayan plasmado todas las virtudes que deberían caracterizar a la auténtica condición humana, por mucho que el espectador se identifique con su anhelo imposible de amor.
El peregrinaje del niño, en busca de la adquisición de la humanidad, en realidad, una suerte de búsqueda de la salvación, que está en la raíz de abundantes mitos y relatos sagrados, finaliza con la revelación de una entidad superior, con una epifanía no religiosa, pero tampoco laica, que Spielberg ya expresó hace bastantes años, entonces con ciertos toques de espectacularidad hippie, y hasta de delirio psicotrópico, en “Close Encounters Of The Third Kind” (1977)
La intervención de los avanzados, en el tramo final de A.I., a través de una representación absolutamente estilizada, entre angelical y surrealista, que recuerda a las esculturas de Alberto Giacometti, o las pinturas de Giorgio de Chirico, y que tan injustificable, por blanda y sentimental, ha parecido a más de un crítico, vendría a representar, creo yo, una propuesta sólo en apariencia satisfactoria y feliz, de resolver la dualidad “humanos-androides” a la que acabo de referirme.
A través de esa propuesta, el director nos proporciona consuelo, aunque sea un consuelo parcial, y en definitiva ilusorio, a la absoluta devastación física y moral, con que se retrata el destino de la humanidad.
El largometraje pudo convertirse en un clásico de la ciencia ficción inmediato, con sus análisis sociales, pero el exceso de sentimentalismo que le inyectaron, y el desapego a lo que en un principio se manejó, acabaron provocando que ello simplemente se quedara en una posibilidad remota.
Si Stanley Kubrick, experto en temas humanos, hubiera consumado esto como un proyecto suyo, estaríamos hablando de algo sumamente impactante, y no es por desacreditar a Steven Spielberg, pero sus emociones recalcadas en cada escena funcionan, o funcionaron más en otro tipo de películas.
Encontramos claros ecos ecologistas en una Tierra inundada por el mar, debido al deshielo de los casquetes polares; tenemos a una sociedad, en la línea de “Un Mundo Feliz” de Aldous Huxley, con límites de procreación, que sustituye a las personas por robots; nos plantea el peligro de una civilización, que puede llegar a ser dominada por los androides que, a diferencia de los humanos, no tienen necesidades fisiológicas, ni conocen la muerte orgánica; introduce cuestiones éticas y morales, acerca del amor y las responsabilidades que puede tener un humano, hacia un robot; recoge una cierta reivindicación, en torno a temas raciales, o de discriminación, ante estos seres artificiales diferentes; por último, nos enfrenta al problema de la identidad, y la individualidad de un niño, que quiere ser a la vez, igual que los humanos que le rodean, pero único e irrepetible como robot y como persona.
¿Qué “fácil” consuelo podemos encontrar en la idea, de una especie inteligente exterminada por su propia vanidad, cuyo único superviviente, es una máquina que con infinito patetismo, reclama una humanidad, ya del todo imposible?
¿Qué “fácil” alegría proporciona, la intervención de unos entes avanzados de aspecto humanoide, que reconocen el genio de nuestra especie, sólo para certificar con mayor pesadumbre, su irrecuperable extinción?
Desenlace más amargo y pesimista, no lo hemos visto nunca en Spielberg, y dudo mucho, que en ningún otro cineasta contemporáneo.
A.I. nos habla de un futuro, donde los recursos escasean, y donde la natalidad está controlada para evitar la superpoblación, algo que ya existe en China.
En esa sociedad, los robots se están convirtiendo en una pieza indispensable en el día a día, ocupándose de todas las necesidades que puedan ocurrir.
Computadoras pensantes, robots con sistemas capaces de sentir dolor, y simulacros de personalidad.
Estos sistemas neuronales son muy realistas, pero los científicos siguen sin estar contentos, porque la palabra clave es esa:
“Simulacro”
Existen robots sexuales, gigolós, y prostitutas, pensadas para satisfacer nuestro apetito, pero todo es un juego de luces y, en el fondo, un robot no deja de ser un juguete muy caro.
En esa situación, se plantean una posibilidad:
La de ir más adelante, y crear algo capaz de “amar”
No una simulación, sino algo sincero y único, especial en su manera.

“Come away O human child
To the waters and the wild
With a fairy hand in hand
For the world's more full of weeping
Than you can understand”

“The Stolen Child” (1889)
William Butler Yeats



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