The Island

“Just cause people wanna eat the burger doesn't mean they wanna meet the cow”

La posible clonación de seres humanos ya está originando una serie de interesantes debates en la sociedad actual.
Las principales investigaciones en clonación terapéutica humana, van dirigidas a conseguir tejidos para trasplante a personas adultas, medicina reparadora, obviando el riesgo de rechazo.
La clonación terapéutica implica, la destrucción posterior del embrión clonado, del que se han extraído las células de la masa celular interna, fuente de los tejidos para trasplante.
Vamos a poner un ejemplo, para entender mejor esta “posible aplicación de la clonación terapéutica”; vale decir que el caso que sigue, es todavía ciencia-ficción.
Las posibilidades terapéuticas que se exponen, se basan en especulaciones, pues hoy día, se está muy lejos todavía del objetivo que presenta este caso:
Tomemos un paciente de 50 años, bebedor habitual de 70gr de alcohol al día desde los 20 años.
Presenta insuficiencia hepática grave, secundaria a una cirrosis alcohólica de larga evolución.
El paciente precisa de un trasplante hepático urgente.
No existen donantes, o los que existen, no son compatibles.
Aquí entra en juego “la aplicación de la clonación terapéutica”
Al paciente se le aísla cualquier célula somática de su cuerpo, por ejemplo de la piel.
Siguiendo la técnica de “la oveja Dolly”, introducimos el núcleo de la célula de la piel, en un óvulo, al que previamente le hemos extraído su núcleo.
Se estimula el óvulo con el núcleo transferido, y observamos que comienza la división celular de ese embrión clonado.
Ese embrión contiene la información genética del individuo cirrótico, puesto que tiene el núcleo de la célula de la piel del cirrótico, y por tanto, es un clon del individuo cirrótico.
Dejamos que el embrión se desarrolle hasta la fase de blastocisto, o sea, un embrión de 5/6 días de desarrollo que presenta una estructura celular compleja formada por aproximadamente 200 células.
A continuación, extraemos de la masa celular interna de ese embrión, la llamada “célula madre” o “stem cell” encargada de generar el futuro hígado, de ese individuo todavía en fase embrionaria.
Cultivamos esas células, y obtenemos células hepáticas inmaduras, o hepatoblastos, obteniendo en el laboratorio, tejido hepático amorfo.
Ese tejido lo trasladamos al hígado del enfermo, que al ponerse en contacto con tejido conjuntivo, llámese “matriz colágena” que hace las veces de andamio donde se sustentan, y adquieren su forma los distintos órganos, empieza a crecer de forma ordenada, restituyendo el hígado dañado.
No existe posibilidad de rechazo, porque ese hígado, es genéticamente idéntico, al hígado del enfermo.
Estas “células madre” pueden regenerar y reemplazar a aquellas células dañadas, y mejorar enfermedades que afectan a millones de personas alrededor del mundo.
Efectivamente, los posibles beneficios terapéuticos que pueden derivarse de la clonación terapéutica parecen esperanzadores.
Sólo una cosa se interpone:
La clonación terapéutica, implica la destrucción posterior, del embrión clonado del que se han extraído las células de la masa celular interna, fuente de los tejidos para trasplante.
Ello suscita graves implicaciones éticas, que han provocado recelo en una parte importante de la comunidad científica, y otras instituciones.
El debate está abierto.
Por su parte, el cine es una forma de narrativa, particularmente adecuada para la reflexión bioética, que se ocupa de relacionar el conocimiento biológico de los sistemas vivos con los valores éticos.
Actualmente, la bioética se ocupa de áreas muy diversas, desde una “macrobioética” relacionada con la globalización y el medio ambiente, hasta otra “microbioética”, que se puede subdividir en una ética de las biotecnologías, y en otra, que es propia de la medicina, aplicada a la investigación, o a la asistencia clínica.
También, están presentes la bioética de las biotecnologías, con la clonación humana reproductiva; y la bioética clínica, con el trasplante de órganos procedentes de donante vivo.
S bien sabido que todo progreso científico, se acompaña siempre, de nuevos problemas éticos.
“You're not real.
You're copies of people out here in the world”
The Island es una película de ciencia ficción del año 2005, dirigida por Michael Bay.
Protagonizada por Ewan McGregor, Scarlett Johansson, Djimon Hounsou, Sean Bean, Steve Buscemi, Michael Clarke Duncan, Ethan Phillips, Max Baker, Shawnee Smith, Brian Stepanek, Yvette Nicole Brown, Eric Stonestreet, entre otros.
El guión es de Caspian Tredwell-Owen, Alex Kurtzman-Counter, Roberto Orci, sobre una historia de Caspian Tredwell-Owen.
The Island es descrita como un pastiche de las películas de escape a las distopías de ciencia ficción de las décadas de 1960 y 1970, el cual costó $126 millones producir, de los cuales recaudó solamente unos $36 millones en Estados Unidos, pero a pesar del fracaso que supuso esto, en el resto del mundo recaudó $127 millones, llegando a un total de $162 millones, como verán de entrada, lo que importa es el dinero.
Como dato, The Island fue la primera película dirigida por Michael Bay, que no fue producida por Jerry Bruckheimer.
Cuando los realizadores se embarcaron en el proyecto, puede que hayan pensado, que estaban creando una película de ciencia ficción futurista, sobre la clonación humana que rayaba en lo imposible.
Sin embargo, tras recientes revelaciones en las noticias, el productor Walter F. Parkes, reconoce sólo medio en broma:
“Resulta que estábamos haciendo un thriller contemporáneo”
Considerada una película pro-vida, y sobre todo, un mensaje positivo sobre la santidad de la vida, y la censura a la clonación... The Island es una buena fábula que debe tomarse como advertencia.
De hecho, la realidad se está acercando tan rápidamente, a lo que en otro tiempo era inimaginable, que el marco temporal tuvo que adelantarse con relación a la época en la que iba a desarrollarse en un principio:
Finales del siglo XXI, época en la que el guionista Caspian Tredwell-Owen, había situado inicialmente su historia.
El director y productor Michael Bay afirma:
“Tuvimos que adelantarla a dentro de unos 20 años.
Es una premisa mucho más aterradora, si está a la vuelta de la esquina, y la hace mucho más accesible”
Parkes añade:
“Vivimos en una época, en la que los avances científicos se están produciendo a una velocidad tremenda; es una progresión geométrica, así que la historia se volvía menos increíble, cuanto más la alejábamos en el futuro.
Teniendo en cuenta los avances que estamos oyendo en las noticias, y leyendo en la prensa, es totalmente concebible que esto pudiera suceder dentro de 15 o 20 años, más o menos.
No estamos diciendo que vaya a suceder hasta este punto... pero es técnicamente posible”
Caspian Tredwell-Owen afirma:
“La clonación humana va a tener lugar, es inevitable.
Alguien va a hacerlo, de manera legal o ilegal, es simplemente una cuestión de quién lo haga primero.
La ciencia está estimulada por la curiosidad, pero hasta cierto punto, también por la demanda, y la demanda está ahí.
Ya podemos “cultivar órganos humanos por separado fuera del cuerpo”, pero:
¿Y si pudieras tener un duplicado, un equivalente exacto, que pudiera darte cualquier órgano, o parte de su cuerpo, sin ninguna repercusión aparente?”
El productor Walter F. Parkes comenta:
“Lo que nos intrigó inmediatamente del guión, fue que en lugar de asumir la perspectiva de un investigador, o de un observador externo, The Island asumía el punto de vista de los propios clones.
Eso nos pareció, una excelente manera de contar la historia de un modo más emocional y personal, porque a cierto nivel, The Island trata sobre el fracaso de la ciencia, pero también, sobre ver el mundo a través de los ojos de estos inocentes”
“I just want to live.
I don't care how”
The Island se centra en la lucha del personaje de Ewan McGregor por encajar en el mundo altamente estructurado, en el cual vive, y la serie de eventos que se desarrollan, cuando cuestiona:
¿Cuán verdadero es ese mundo?
Así las cosas, a mediados del siglo XXI, Lincoln Six Echo/Tom Lincoln (Ewan McGregor) y Jordan Two Delta/Sarah Jordan (Scarlett Johansson) son 2 de los cientos de supervivientes de una catástrofe ecológica, que extinguió a toda la humanidad.
Viven en un complejo junto al resto de supervivientes, y con la esperanza de ser seleccionados para ir a “La Isla”, un lugar idílico como maravilloso, siendo el único lugar en el mundo, que no fue contaminado.
Pero Lincoln sufre pesadillas inexplicables, y se cuestiona las restricciones que le han impuesto a su vida, descubriendo que todo es mentira y que “La Isla” es un engaño.
Pronto descubre que él y sus compañeros, son en realidad clones, producidos a partir de sujetos ricos que necesitan ser trasplantados.
Y el que resulta “afortunado” no viaja a “La Isla”, sino que muere en un quirófano, cuando su órgano vital es extraído para el trasplante.
Lincoln y Jordan descubren ese engaño, y consiguen escapar, teniendo que encontrar a sus clones, para desenmascarar la mentira que se esconde tras una organización, supuestamente benefactora.
Lo único que puede hacer es, intentar sobrevivir en un mundo nuevo, sabiendo que son perseguidos por una extraña organización que quiere verles muertos.
Y es que en The Island, los avances científicos y biotecnológicos, se acompañan siempre de problemas éticos, algunos de los cuales se pueden identificar:
Un desastre ecológico pone en peligro la supervivencia de la especie humana, y se impide a los individuos, tomar sus decisiones libre y voluntariamente, anulando su condición moral para ser utilizados como medios.
El fin perseguido en The Island, el trasplante de órganos para salvar vidas, no justifica los medios empleados, como lo es la clonación de donantes, que ignoran su condición, y son sacrificados.
La donación del vivo, ha de ser siempre voluntaria y gratuita, realizada tras un adecuado proceso de información.
La clonación humana reproductiva, es unánimemente rechazada, pero aún si se realiza con fines terapéuticos, o de investigación, y aunque esté legalmente permitida, sigue siendo motivo de fuerte controversia ética.
El análisis sociológico de un mundo hedonista, que aspira a la prolongación de la vida a cualquier precio, obsesionado con la belleza, o la salud hasta límites insospechados, queda al descubierto, con una trama en que se cuestiona la falsedad de una realidad deshumanizada por la soberbia y la ambición:
Los poderosos, y una ciencia desprovista de valores éticos, parecen haber conducido a la Humanidad, a una auténtica y verdadera contaminación, en que los sentimientos, o el pasado, se reducen a meros implantes de memoria, en que la vida ha dejado de ser respetada en sí misma, para convertirse en un producto utilizado como una “póliza de seguros” y que en ocasiones, “sale defectuoso” o en una mera “pieza de recambio” encargada por un “patrocinador”, y donde se ha generado un nuevo tipo de esclavitud.
Publicidad virtual llena de apariencia y falsedad, para manipular a la sociedad, cámaras de gas y experimentación genética, que recuerdan inclusive al holocausto nazi, y señuelos de una vida sin término, que esconden la verdad de unos negocios sin escrúpulos, ni límites.
En The Island, también se da un dominio y control del individuo, produciendo su anulación como ser moral.
Este intento de anular la cualidad moral del ser humano, por medio de la manipulación, imposibilita que los habitantes de la comunidad, tomen decisiones libre y voluntariamente.
Se oculta la verdad, y se miente con falsas promesas de felicidad, llegando más adelante, a utilizar la coacción y la violencia, para tratar de impedir que se derrumbe todo el entramado de mentira.
Los seres humanos son utilizados como medios, y no son considerados fines, violándose el canon moral formulado por Kant, según el cual, “el hombre es fin en sí mismo, y no sólo medio, por lo que tiene dignidad, y no precio”
El fin perseguido en The Island, sobre curar por el trasplante de órganos, no justifica los medios empleados, que son los involuntarios donantes que son sacrificados.
El poder sobre la vida y la muerte, dando origen a seres humanos, para después matarlos con el fin de salvar la vida de otros, demuestra una vez más, que el fin no justifica los medios.
No todo lo que es posible hacer, desde el punto de vista técnico, es bueno que se haga, desde el punto de vista ético.
Como dato, en The Island se practican “isotrasplantes” ya que se recurre a donantes vivos, que son clones de los futuros receptores, y que engañados, desconocen su condición.
Se comercia, y además, se trafica ilegalmente con órganos, y con los propios seres humanos.
En realidad, la donación del vivo, tiene que ser siempre voluntaria y gratuita, tras un adecuado proceso de información.
Por otra parte, en todo momento, tanto en el proceso de generación y desarrollo de los clones donantes, como en la extracción de sus órganos vitales, y la muerte secundaria, se hace gala de una extremada corrección técnica; puede decirse que se cometen “homicidios médicamente asistidos”
Si se dejase desarrollar al embrión clonado, se trataría entonces, de una clonación humana, con fines reproductivos, que no está permitida en ninguna legislación en el planeta Tierra.
Eso es precisamente, lo que sucede en The Island.
El rechazo ético de una clonación reproductiva, para obtener órganos desarrollados, que serían absolutamente compatibles con el receptor, pero que implicaría la muerte del donante, es un rechazo unánime.
En The Island se realiza clonación humana reproductiva, y se producen seres humanos que no sólo son idénticos genotípicamente, sino también, fenotípicamente, y tienen la misma edad, como si se tratase de gemelos idénticos.
Y es que no sólo se producen órganos perfectamente compatibles, sino también, organismos idénticos.
Esto sí es, evidentemente, ciencia-ficción, pero da lugar a otro conflicto ético:
El de la crisis de identidad personal, que en The Island se pone de manifiesto cuando Lincoln Six-Echo se encuentra con su alter ego Tom Lincoln, ojo a los nombres usados, en alusión al Tío Tom y Abraham Lincoln, o sea Los Estados Unidos de América.
Los 2 Lincoln son genética y fenotípicamente iguales, pero sus biografías son distintas y, por tanto, su calidad ética, también lo es.
“I brought you into this world... and I can take you out of it!”
Por increíble que parezca, un sosegado Michael Bay se toma su tiempo para desarrollar una parte de un relato interesante, como es la clonación, desmelenándose en su 2ª mitad, por medio de unas bulliciosas secuencias de acción, que por suerte, no evitan que la historia progrese, aunque es obvio que su inclusión obedece a motivos puramente comerciales, es decir, dejar al espectador pegado a su asiento, y con la satisfacción de haber presenciado unas cuantas explosiones, y no pocos aparatosos trastazos.
La reflexión, pues, se combina eficazmente, y con moderación, con el entretenimiento, algo que hasta entonces, no habíamos hallado en la filmografía de Bay.
El realizador nos lleva al año 2019, a una presunta colonia de supervivientes, de una supuesta contaminación del planeta.
Estos pobres habitantes, viven la pesadilla de la sociedad bajo supervisión total.
Se levantan por la mañana, y la televisión les dice lo que tienen que hacer.
Van al baño, y el WC les analiza la orina, y consecuentemente, se les adecúa la ingesta alimentaria del día.
Van con unas pulseras, como llave para entrar a su habitáculo, como son usadas por los “guardianes” para detectar “tendencias” y actuar al respecto, por ejemplo, para evitar que Ewan y Scarlett pasen tiempo juntos, no vaya a ser que les dé un calentón, y practiquen el sexo, porque eso está prohibido.
Y todos, todos, están obsesionados con la televisión, y su programa principal:
“El sorteo de boletos para ir a La Isla”
El único espacio, no contaminado del planeta, según dicen, a donde se les envía para volver a colonizar el planeta, según dicen.
Siendo lo fundamental, y más destacable de The Island, la puesta en escena y el diseño de producción.
Las interpretaciones no están muy elaboradas en el guión, y resultan un tanto inverosímiles, por mucha inocencia que arrastren, en principio, actuarían como niños sin conciencia, pero no se pide más para un cine de entretenimiento, y apoyado en el nuevo “star system” de cámara rápida.
Los personajes son genéricos héroes, villanos, y carne de cañón; y las situaciones son tan genéricas y predecibles, como las de cualquier cinta de acción moderna.
Ewan McGregor llevó su personaje bastante bien, fingiendo un acento estadounidense, lo suficientemente convincente para su papel.
Y es que McGregor no tiene mucho la pinta de héroe de acción, pero aquí, siendo un tipo de héroe por accidente, no tiene porque lucir imponente ni duro.
Scarlett  Johansson, además de ser asombrosamente atractiva, tiene muy buen rango actoral, pero aquí no lo explota mucho, ya que interpreta a una rubia, típica y tonta, con el intelecto de una chica de 15 años.
Sean Bean como Dr. Merrick, es un villano interesante.
Bean maneja bien su papel de un doctor, que se embriaga de poder, y que juega a ser Dios, de hecho, su personaje tiene un intercambio de líneas muy interesante con el personaje de Albert Laurent, interpretado por el intenso Djimon Hounsou, que funcionó bien como el recio mercenario.
También, debo de mencionar al carismático personaje haragán, James McCord, de Steve Buscemi.
Reitero que siempre estará en mí la duda, y la pregunta, del:
¿Qué hubiera pasado, si The Island hubiera sido abordada por un director menos “flash” y un poco más interesado por la historia?
Ya que Michael Bay no hace nada más que lucir, lucir, y lucir, pero aún así The Island ha sido, la historia más interesante con la que ha lidiado este director, hasta ahora, mucho más que policías rebeldes, o robots gigantes que se transforman en vehículos.
Después de ver The Island, terminé bastante entretenido pero una parte de mí deseaba que Michael Bay no hubiera sido el que la dirigió, porque con él, no es nada más que una película de acción-ciencia ficción, con un concepto interesante.
Pero como Bay es un cineasta con mucho estilo, y poca substancia, darle un libreto con potencial a sus manos, es básicamente un desperdicio, ya que Bay hará lo que siempre hace.
Su dirección aquí, es muy notoria de él, ya que utiliza los mismos tipos de giro de cámara, los mismos “flash cuts” que hasta cierto, punto son estilizados, e interesantes, pero luego se vuelven algo tediosos.
Bay es el director más “Hollywood” trabajando en Hollywood en estos días, se podría decir, así que no es algo inteligente, darle un proyecto que tenía la suficiente historia, como para haber sido un thriller de ciencia ficción supremo, como lo tenía el libreto de The Island.
Técnicamente buena, pero intelectualmente vacía.
El tema de la clonación es algo delicado, y Bay opta por tomarlo a la ligera, o por lo menos, no desarrollar mucho la temática, desde el aspecto reflexivo, sino como disparador para una película de acción neta, donde el objetivo principal, es la diversión sin límites, gracias a sus fórmulas ya utilizadas hasta el hartazgo.
Eso sí, por ser una película de acción, para disfrutarla, hay que entrar en ese estado de incredulidad suspendida, necesario para tragarse todas esas increíbles casualidades, que permiten a Ewan McGregor, sobrevivir a las más barrocas situaciones, alimentadas únicamente, por el espíritu del más difícil, todavía que parece mover el cine de Bay.
Y claro, que siendo The Island una película de Michael Bay, esperamos una buena dosis de “product placement” como por ejemplo:
Las marcas Puma, Xbox, Budweiser, Aquafina, msn search, tarjetas de crédito, microsoft, etc.
Y es que me molesta demasiado, la similitud de las secuencias de otros filmes del realizador, como “Bad Boys” y “Transformers”, y en otras, no suyas, como “Matrix” y “Blade Runner”; supongo que no hay problema que copie cosas de sus mismas películas, pero Bay debería de haber optado por una secuencia de acción diferente.
Sin embargo, destacan detalles interesantes, como esos rótulos que parecen controlar cualquier movimiento, o expresión de la intimidad de los habitantes de las instalaciones subterráneas, y al menos, deja entrever, una crítica a los excesos de nuestra civilización de consumo, y aparente bienestar; por otro lado, nada novedosa en propuestas mucho más veteranas, y contundentes en el género.
De ahí que lo mejor de The Island sean los primeros 40 minutos, con un diseño del Instituto muy bueno, y unas escenas estremecedoras por su crueldad, como:
El asesinato de una clon que acaba de dar a luz, o el momento en el que vemos, como un clon nace ya adulto chupándose el dedo, y una vez Jordan y Lincoln se escapan, a pesar de adoptar la historia los excesos “Made In Bay”, la historia sigue siendo muy entretenida, debido a los brillantes momentos cómicos, a un ritmo bastante bueno, a la excelente confraternización de la pareja McGregor/Johansson, que no es química, como alguien ha dicho, parecen realmente 2 adolescentes conociendo el mundo, y a unas escenas de acción que, obviando fantasmadas, dejan sin respiración.
Detalles poco creíbles, como:
El de la serpiente, que no consigue morder a Lincoln; la conducción de la avispa negra, la inverosímil caída desde el logo situado en un piso 70, o el hecho que, el inocente clon, aprende demasiado rápido a comportarse como su original, hacen pensar que la elaboración ha sido muy descuidada.
Argumentalmente muchos cabos sueltos:
¿Qué pasó con la patrocinadora de Jordan?
¿Y el hijo?
¿Cómo sobrevive uno, colgando de un arpón clavado en la espalda?
Los mercenarios en su afán por “cazarlos”, destruyen toda una ciudad, sin que pase nada, como si a nadie le importara; y yo digo, que si destruyes media ciudad con helicópteros lanzando cohetes, y todo tipo de armamento, las autoridades, el ejército etc. de seguro actuarán, porque se trata de una “una compañía ultra secreta”
¡Qué desastre, pero de guión!
La única escena que me pareció irritante, fue ver un montón de clones vestidos de blanco, al aire libre, y con una música triunfal, eso es para tomárselo con humor.
En el apartado técnico, si bien The Island transcurre en 2 mundos distintos:
El reglamentado, monocromático, y fabricado mundo del complejo residencial del instituto, llamado “Centerville” por los realizadores; y el mundo impredecible y lleno de color que hay arriba; fueron aspectos de la producción deliberadamente creados, para reflejar la dispar naturaleza de estos 2 entornos.
The Island plantea enormes retos de producción, muchos exteriores, cientos de extras, enormes decorados, efectos digitales, efectos físicos… prácticamente de todo.
Hay muy pocos directores, que sean capaces de hacer frente a todo esto, sin ser superados por ello.
Quiero decir, que hay mucha gente que comprende los efectos digitales, o sabe cómo hacer una escena de una persecución, pero los retos pueden ser tan grandes, que interfieran en la complejidad de la propia secuencia.
Llama la atención, sin embargo, que se insista en la idea, de que estos clones son criados en un lugar pacífico y soporífero, y que como resultado, se obtengan casi-humanos de mentalidad quinceañera.
Estos quinceañeros, a la menor, hacen gala del instinto criminal, para salvar su propio pellejo, y levantan en su huida, más vidas que las que el espectador pueda contar.
Sobrevivir, dice el personaje de McGregor, es la clave, y ellos sobreviven a sus traumas, a partir de carreras.
No es tan fácil romper con unos esquemas de nacimiento y, mucho menos, creerse la teoría, de que los recuerdos e instintos del original, perviven en la copia, enlaces baratos de premisas, y conclusiones.
Otro cineasta más perspicaz, habría optado por explorar la vía oscura del hombre, y de su prolongación clónica:
La verdadera supervivencia resultaría, de matar al patrocinador, al padre, y suplantar su puesto.
La muerte de Dios.
Algo que no encaja, ni con la débil psicología de los protagonistas, ni con la débil dirección argumental de Bay.
Así se diluye una ingenuidad dentro y fuera del centro de clonación, una idea de esperanza, representada simbólicamente en “La Isla” del título, en el retiro que todo hombre busca, en un lugar, una ocupación, o una persona.
Con todo, The Island responde a las expectativas de una buena superproducción de cine americano, que no se preocupa de grandes disquisiciones antropológicas sobre la clonación, pero que deja al descubierto, la gran mentira montada sobre su aplicación terapéutica, donde la soberbia científica, y la ambición económica, se dan la mano, olvidándose del verdadero protagonista de la historia:
El hombre.
La música, a cargo de Steve Jablonsky, combina melodía, percusión, coros, y abundantes efectos digitales, que me recordó a Hans Zimmer.
La música añadida, de gran calidad, incluye fragmentos clásicos, como el “Kyrie” de Palestrina, “Nessun Dorma” de Puccini, una cantata de Bach, y otra de Mozart, y algunas canciones ligeras, como “Siboney”
“I've finally found The Island, Tom.
It's you”
Las implicaciones morales, filosóficas, y hasta religiosas, de The Island, son profundas:
¿Qué tal que un buen día nos diéramos cuenta, de que somos el simple producto de otros seres maliciosos y desalmados?
¿Qué tal que un buen día supiéramos, que no somos tan importantes, como creemos serlo, en el universo?
¿Qué tal que, lo que algunas religiones dicen que es el paraíso, es un vil matadero, o es otra cosa totalmente diferente?
¿Sera que una copia biológica nuestra, también copiara el alma, la conciencia, los sentimientos?
¿Habrá diferencia entre nosotros y una copia?
Claro, diríamos, puesto que nosotros somos los originales, ¿cierto?
Pero…
¿Qué nos hace originales?
La clonación humana ya es una realidad.
Científicos del Oregon Health & Science University, y del Centro de Investigación Nacional de Primates de Oregon (ONPRC), han logrado por vez primera, reprogramar con éxito, células de piel humana, para convertirlas en células madre embrionarias, capaces de transformarse en cualquier otro tipo de célula en el organismo.
Las células madre embrionarias obtenidas, podrían ser capaces de restaurar el daño causado por una lesión, o una enfermedad y, desde hace tiempo, se considera la terapia celular, como uno de los avances más prometedores, para el tratamiento de enfermedades como:
La enfermedad de Párkinson, la esclerosis múltiple, la enfermedad cardiaca, y las lesiones de la médula espinal.
Los resultados, publicados en la revista Cell, abren nuevas vías para el uso de las células madre, para conocer con más detalle las causas específicas de la enfermedad, y para el desarrollo de terapias personalizadas.
La idea de reproducir a determinadas personas, por otra parte, ya sea a escala individual o masiva, ha tenido efectos siniestros y cómicos en la cultural popular.
Por ejemplo:
“Los genes no fueron los culpables de que Hitler fuera como fue”, dijo Bonnie Steinbock, profesora de filosofía de la Universidad Estatal de Nueva York, en Albany, quien se dedica al estudio de la bioética.
“Si uno tratara de clonar a Hitler, podría obtener un clon con la personalidad de Thomas Jefferson”, agregó.
Esto podría desalentar, a quienes imaginan que pueden reemplazar a un ser querido que ha fallecido.
Y es que hay que ser claros, y decir que la clonación “no reemplazará a un niño que ha muerto”
Sería terrible para un niño, crecer pensando que es el sustituto de alguien que murió.
The Island nos presenta la historia de varios clones, que creen ser humanos y que, engañados con una supuesta contaminación del globo, están encerrados en un edificio, esperando la fortuna de la lotería, para que se los vaya llevando a una paradisíaca y utópica isla, donde vivirán para siempre, ajenos a todo y libres.
Pero que es un invento de una empresa de clonación, para que la clase alta pueda correr con los gastos de su copia de ADN para, de necesitarlo, tener los órganos compatibles, en caso de operación, o enfermedad.
Así pues, “La Isla” es de alguna forma, el retiro del individuo clonado.
The Island es una película de ciencia-ficción, pero muy verosímil, a tenor de los recientes avances científicos, particularmente, en materia reproductiva y de intervención genética, pero también, en medicina regenerativa y en técnicas de trasplante.
The Island pone de manifiesto, e ilustra muy bien diversos conflictos éticos relacionados con la clonación, y con el trasplante de órganos, además de otros de carácter general, como los que se analizan a continuación.
The Island aborda en su núcleo argumental, el tema de la clonación humana.
En la actualidad, es técnicamente posible clonar un ser humano, por medio de la transferencia nuclear, que consiste en sustituir el núcleo de un óvulo, por el núcleo de una célula adulta, por ejemplo cutánea, procedente del sujeto que se quiere clonar.
Las células del blastocisto, o embrión, así obtenido las células troncales embrionarias, se pueden utilizar para investigación, y con fines de terapia regenerativa, la llamada “clonación terapéutica”
Es sabido, que la utilización de embriones, aunque sea para investigación, o con fines terapéuticos, origina una fuerte controversia de naturaleza ética.
El problema radica, en creer si el embrión pre-implantatorio, cuya destrucción se lleva a cabo, tiene, o no tiene vida humana, y si la tiene, si es o no es un ser humano de pleno derecho, es decir, persona.
La cuestión es, si todas las vidas biológicamente humanas, tienen que ser respetadas de la misma manera.
No se trata, por tanto, de un problema biológico, sino fundamentalmente filosófico, porque la biología no puede dar respuesta a las preguntas:
¿Qué es persona?
¿Quién es persona?
El debate sobre la investigación con embriones humanos, puede pasar de tener un planteamiento estrictamente biológico, a llevarse a cabo desde perspectivas ético-filosóficas, o teológico-religiosas, en cuyo caso, se convierte casi siempre, en un diálogo de sordos, por tomar los participantes, una postura apriorística entre la cosificación, y la sacralización del embrión.
Desde ambas posiciones extremas, surgen grupos de presión, que intentan convencer a la sociedad, de la verdad de sus respectivos criterios.
Los juicios previos/prejuicios, pretenden ser incontestables.
Ante todo, es preciso decir, que la finalidad “humanística” a la que se remite, no es moralmente coherente con el medio usado; manipular a un ser humano en sus primeras fases vitales, a fin de obtener material biológico necesario para experimentación de nuevas terapias, llegando así, a matar a ese ser humano, contradice abiertamente, el fin que se busca:
Salvar una vida, o curar enfermedades de otros seres humanos.
El valor de la vida humana, fuente de igualdad entre los hombres, hace ilegítimo un uso meramente instrumental, de la existencia de uno de nuestros semejantes, llamado a la vida, para ser usado solamente, como material biológico.
En segundo lugar, esta manera de actuar, cambia totalmente el significado humano de la generación, que ya no se piensa, y realiza, en orden a la reproducción, sino que se programa con fines médico-experimentales, y por eso, también comerciales.
En la clonación humana con fines terapéutico-comerciales, se altera la figura misma del “progenitor”, reducido al rango de prestador de un material biológico, con el que se engendra un hijo-gemelo, destinado a ser usado como suministrador de órganos y tejidos de recambio.
En el caso que aquí estamos examinando, además, no se utilizan los criterios de la experimentación, arriesgada o no arriesgada, sino que se avala el principio según el cual, sería legítima, una utilización del ser humano que implique su destrucción.
Pero, esa manera de actuar, está en flagrante oposición con los derechos del hombre, dado que permitiría utilizar a un ser humano vivo, para obtener de él células, o tejidos, aunque sea para el bienestar de otro individuo, incluso, cuando eso implica, la muerte del ser humano utilizado.
El principio, que de hecho se introduce, en nombre de la salud y del bienestar, sanciona una auténtica discriminación entre los seres humanos, según la medida de los tiempos de su desarrollo, así:
Un embrión vale menos que un feto, un feto menos que un niño, y un niño menos que un adulto, trastocando el imperativo moral que, por el contrario, precisamente impone defender y respetar, con el máximo empeño, a los que no son capaces de defender y manifestar su intrínseca dignidad.
La civilización occidental, que ha sabido emanciparse de las discriminaciones raciales, y ha sancionado el derecho de todo ser humano, a ser tratado como miembro de la familia humana, independientemente de sus condiciones de salud, edad, y estado social, ahora corre el peligro de permitir, con la mediación de la tecnología, la llegada de una nueva barbarie.
El proyecto de la clonación humana, con fines terapéutico-comerciales, manifiesta el regreso del darwinismo social, en el que se fundó el racismo pseudocientífico de fines del siglo XIX.
La práctica de la clonación, no puede encontrar ninguna legitimación, ni siquiera en las discusiones referentes a la identidad individual, y personal del embrión obtenido en forma programada en un laboratorio:
Se trata de un nuevo ser humano, intrínsecamente orientado a su desarrollo, y a su plena maduración individual, que se actuaría si no se lo impidieran a sabiendas.
Tampoco tiene consistencia, la referencia al hecho de que, estos seres humanos en fase embrional, destinados a proporcionar células y tejidos, no sean capaces de sentir dolor:
La ausencia de dolor, no justifica la supresión de un ser humano; matar a un hombre bajo anestesia, seguiría siendo un homicidio.
Es demasiado evidente, que aquí, apelando al criterio de la salud, se cuenta con la complicidad del egoísmo colectivo:
La estrategia lingüística con la que se quiere anular el significado moral de la clonación humana, por lo que hoy se ha introducido el término “cuerpo embrioide” para referirse al embrión construido “in vitro” mediante la clonación, y destinado a ser destruido deliberadamente, manifiesta el disgusto originario, frente a la convicción de que se está proyectando engendrar, usar, y eliminar a uno de nosotros.
En cambio, es preciso tener la valentía de mirar a través del microscopio electrónico, y reconocer que allí no hay una célula cualquiera, no hay un material genético amorfo, sino que hay un ser humano, que inicia su camino vital.
Los fines terapéuticos, aunque fueran verdaderos, y no sólo hipotéticos, y sustitutos de delitos reales, no justifican jamás, el asesinato programado de un semejante, o su producción en serie.
La lógica que domina en este proyecto, está vinculada al mercado biotecnológico, y no tiene nada que ver, con el momento cognoscitivo propio de la ciencia.
No podemos olvidar, que a este resultado se ha llegado con la puesta en marcha de la procreación artificial, cuando se procedió a separar el momento, y el hecho procreativo de la expresión del amor conyugal y personal:
Este hecho ha entregado el embrión, a la explotación biotecnológica, y comercial.
La ciencia ha sabido encontrar, y pensamos que puede encontrar, formas de terapia para las enfermedades de base genética, o degenerativa, a través de otros procedimientos, como:
La utilización de células estaminales, tomadas de la sangre materna, o de abortos espontáneos, prosiguiendo las investigaciones en el campo de las terapias génicas, y recurriendo de nuevo, al estudio sobre los animales:
Si por hipótesis, la única vía posible fuera, por el contrario, la de la clonación humana, entonces sería preciso, tener la valentía intelectual y moral, de renunciar a este camino, dado que imponer el origen y la muerte de uno de nuestros semejantes, para garantizar la salud, es un acto de injusticia que lesiona en sus fundamentos, nuestra dignidad y nuestra civilización.

“I guess just you and God.
But that's the answer you want, isn't it?”



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