Kon-Tiki

“Til Polynesia på en flåte!
Det er selvmord!”
(¡A Polinesia en una balsa!
¡Eso es un suicidio!)

Los contactos transoceánicos precolombinos, son interacciones que existieron entre los indígenas americanos, y los habitantes de otros continentes, antes de 1492, año en que Cristóbal Colón, arribó a la isla de San Salvador.
Desde el encuentro de los mundos, se han propuesto hipótesis sobre contactos entre el Nuevo y el Viejo Mundo.
Sin embargo, las investigaciones históricas y arqueológicas, en América y Europa, han mostrado, que la mayor parte de ellas, son sólo especulaciones.
En la actualidad, la colonización vikinga en el noreste de América, es el único caso plenamente comprobado, de contacto entre este continente y Europa, durante la época precolombina.
Esto fue posible, tras el descubrimiento de una aldea en L'Anse aux Meadows en Terranova, Canadá, fechado alrededor del año 1,000 de nuestra era.
Algunos arqueólogos han especulado, con la posibilidad de que Asia no sea el único origen de los indígenas americanos.
Entre ellos, hay quienes consideran que los polinesios, cuya habilidad como navegantes de altamar es bien conocida, o bien, que los sudamericanos pudieron haber llegado a Polinesia en la época precolombina.
Estas hipótesis se apoyan, en la semejanza entre vocablos de las lenguas malayo-polinesias y de la región andina, y en ciertos hallazgos materiales.
Sin embargo, esta evidencia no es aceptada por la comunidad científica como válida, o concluyente.
Por otra parte, el pueblo escandinavo, fue durante los siglos XIX y XX, cuna de grandes aventureros y exploradores, audaces e intrépidos hombres, que quisieron ir siempre un paso más allá, para demostrar que ni el hombre ni la naturaleza, suponían una barrera, entre ellos, se encuentran los miembros del “navío” Kon-Tiki, liderados por Thor Heyerdahl, un biólogo marino, que con su expedición, se gano el derecho, a que su nombre figurara junto al de otros ilustres marineros como Jacques Cousteau, o los capitanes Ahab y Pescanova, inclusive a la par del mismísimo Roald Amundsen.
Thor Heyerdahl fue un explorador noruego, originalmente, un biólogo marino con especial interés en antropología, que se licenció en Biología, especializándose en botánica, zoología, y biogeografía, en la Universidad de Oslo.
Heyerdahl se hizo célebre, por La Expedición Kon-Tiki de 1947, que navegó por el Pacífico en una balsa construida con troncos, plantas, y materiales naturales de Sudamérica.
Heyerdahl navegó 4,700 millas desde Perú hasta las Islas Tuamotu en el “Kon-Tiki”
El nombre de la embarcación, se debía al dios solar de los incas, “Wiracocha”, o “Viracocha” también conocido como “Apu Qun Tiqsi Wiraqutra”, de quien se decía, que antiguamente, había llevado el nombre de “Con-Tici” o “Kon-Tiki”, también llamado “El dios de Las Varas”, el cual es el más destacado entre los dioses del ámbito andino; y es posible, que su gran difusión, se debiera a que los religiosos católicos, buscaban un nombre para explicar a los naturales, el concepto de dios.
Hay coincidencia en mencionar, que “Viracocha” es “El dios Supremo” o “Hacedor del Mundo”
“Viracocha” al igual que otras deidades, fue nómada, y tenía un compañero alado, el pájaro “Inti”, una especie de pájaro mago, conocedor de la actualidad y del futuro, representado en mitos orales, como un picaflor de alas de oro “Quri qinqi”
El cual da, al dios todopoderoso, la facultad de dirigir la construcción de todo lo visible e invisible.
“Kon-Tiki” es también, el nombre del libro que escribió Thor Heyerdahl sobre su experiencia.
La Expedición Kon-Tiki fue financiada mediante préstamos, y contó con donaciones de parte del ejército de Estados Unidos.
Heyerdahl viajó tiempo antes a Perú donde, junto con un pequeño grupo de personas, y dentro del espacio provisto por las autoridades nacionales, se dedicó a la construcción de la balsa.
La tripulación de la balsa “Kon-Tiki” estaba integrada por 6 hombres, todos ellos noruegos, excepto Bengt Danielsson, que era sueco.
Thor Heyerdahl (1914–2002) era el líder de la expedición.
Erik Hesselberg (1914–1972) era el experto en temas de navegación, y además artista.
Fue el responsable de pintar la figura de “Kon-Tiki” en la vela de la embarcación.
Bengt Emmerik Danielsson (1921–1997) fue el encargado de las provisiones, y el racionamiento de los alimentos.
Danielsson era un sociólogo, que se había interesado en teorías de migración humana.
Por otra parte, cumplió el rol de traductor, ya que era el único miembro de la tripulación, que sabía hablar español.
Knut Magne Haugland (1917–2009) era un experto en radio, que había sido condecorado por los británicos en La Segunda Guerra Mundial, debido a su desempeño en “La Batalla del Agua Pesada”, que frustró los planes de Alemania, de desarrollar la bomba atómica.
Torstein Pettersen Raaby (1920–1964) también estaba a cargo de las transmisiones por radio.
Había ganado experiencia como operador de radio, mientras estuvo infiltrado en La Segunda Guerra Mundial, detrás de las líneas alemanas, espiando el acorazado
“Tirpitz”
Sus transmisiones secretas por radio, a la larga, ayudaron a los aliados a localizar y hundir el buque.
Herman Watzinger (1910–1986) era un ingeniero especializado en las mediciones técnicas.
Durante la travesía, estuvo encargado de registrar las observaciones meteorológicas e hidrográficas.
Habiendo, Heyerdahl, descubierto, que los predecesores de los incas, y los antiguos habitantes de ciertas regiones de la Polinesia, adoraron a un mismo dios solar, llamado “Kon-Tiki”, el explorador dedujo, que los primeros pobladores de las islas del Pacífico, fueron americanos de los tiempos preincaicos.
Pero otros investigadores objetaron, que en aquella remota época, los aborígenes peruanos solo poseían balsas, con las que era imposible cruzar el Pacífico.
Para demostrar la exactitud de su hipótesis, Thor Heyerdahl, hizo construir una balsa, fiel imitación de los modelos antiguos, y, en compañía de 5 camaradas, intentó la experiencia, y la llevó a feliz término.
Thor Heyerdahl era también, un escritor notable, poseía un admirable don descriptivo, un delicioso humorismo, un estilo claro y vivaz.
Su libro, fue traducido a varias lenguas, y alcanzó fabulosas tiradas.
Su lectura apasiona igualmente, a los jóvenes y a la gente madura, al lector corriente y al erudito, ya que el propósito de Heyerdahl, era demostrar la posibilidad de que el poblamiento de la Polinesia, se hubiese llevado a cabo, por vía marítima, desde América del Sur, en balsas idénticas a la utilizada durante la expedición, y movidas únicamente por las mareas, las corrientes, y la fuerza del viento, que es casi constante, en dirección este-oeste, a lo largo del Ecuador.
No obstante, la expedición dispuso de ciertos elementos como una radio, relojes, mapas, sextantes, y cuchillos, aunque los mismos no fueron relevantes, a la hora de probar que una balsa como la utilizada, podía realizar la travesía.
Esta expedición demostró, que no había razones técnicas, para impedir que los habitantes de América del Sur, se hubieran establecido en las islas de la Polinesia.
No obstante, la mayoría de los antropólogos, continúan creyendo que, basados en evidencias física y genética, la Polinesia fue colonizada desde el oeste hacia el Este, con migraciones que comenzaron desde el continente asiático.
En la expedición, él y su pequeño grupo, fueron hasta América del Sur, gracias a una balsa construida con 9 troncos de balsa, cada uno de ellos de 13,7 metros de largo, y 60 centímetros de diámetro, los cuales estaban unidos entre sí, con la ayuda de lazos de cáñamo.
Transversalmente a los troncos principales, se ubicaron troncos de balsa de 5,5m de longitud, y 30cm de diámetro, a intervalos de 1m, y con el objetivo de dar soporte lateral.
Adicionalmente, se utilizaron tablones de pino en los laterales de la embarcación, así como secciones de 60cm de largo y 2,5cm de espesor del mismo material como quillas.
La balsa se chocó contra un arrecife en Raroia, archipiélago Tuamotu, el 07 de agosto de 1947, después de 101 días de viaje por el Océano Pacífico, probando cómo los pobladores prehistóricos, podrían haber viajado.
Toda la tripulación llegó a tierra sana, y salva.
El pájaro, el loro llamado Lorita, como el pájaro “Inti”, fue arrastrado por una ola, durante la travesía el 28 de junio, cayendo al mar, siendo pasto de los tiburones.
Lorita fue la única baja que hubo de lamentar, aunque Torstein Raaby tuvo un susto tremendo, al precipitarse desde la balsa, cuando trataba de recuperar un saco de dormir.
En unos segundos, ya había quedado muy atrás, dado que la balsa no podía virar, Herman Watzinger se lanzó al agua con un salvavidas atado a una cuerda, y llegó hasta él justo cuando Torstein desfallecía, y aparecían cerca, veloces y amenazadoras aletas.
Que Torstein hubiera muerto así, habría sido curioso, ya que durante La Segunda Guerra Mundial, había afrontado grandes peligros, aunque no hay tiburones comparables a la Gestapo, como operador de radio de la resistencia contra los nazis, en la que fue clave en la localización y hundimiento de otra embarcación, tan oscura y siniestra, como radiante y vital era la “Kon-Tiki”, el acorazado “Tirpitz”, el gemelo del “Bismarck”, y terror de los convoyes ,emboscado en su cubil de los fiordos.
Y ya que estamos en la guerra, hay que recordar, que uno de los tripulantes de la balsa, y el último que ha muerto en 2009, era claro, Knut Haugland, uno de los héroes de Telemark, Noruega; que habían saboteado las instalaciones de agua pesada de la planta Vemork Nosk Hydro, impidiendo el desarrollo de una bomba atómica alemana.
Así las cosas, la única tecnología moderna que poseía “Kon-Tiki” eran equipos de comunicaciones, y las cuerdas con que amarraron los troncos.
En una de las islas de su destino, dijeron que ellos las habrían amarrado con fibra de coco, pues aguantaba más.
Para alimentarse, la tripulación se proveía de lo que el océano les brindaba.
El documental de la expedición, “Kon-Tiki” también conocido como “The Tangaroa Expedition” producido por Olle Nordemar, ganó un premio Oscar de La Academia en el año 1951.
En los años siguientes, Thor Heyerdahl estuvo implicado en muchas otras expediciones y proyectos arqueológicos.
Sin embargo, aún se lo conoce más, por la construcción de botes, y por su difusión antropológica.
Construyó junto con el antropólogo mexicano Santiago Genovés, los botes Ra y Ra II, para demostrar que los antiguos egipcios podrían haberse comunicado con América.
El 17 de mayo de 1970, se propuso navegar desde Marruecos, en el bote de papiro Ra II, a través del océano Atlántico.
Por un documental acerca de estas expediciones, “The RA Expeditions”, Thor Heyerdahl y Lennart Ehrenborg recibieron, como productores, una nominación al Oscar en 1971.
Su siguiente bote, Tigris, fue creado para demostrar, que la Cultura del valle del Indo, en Pakistán, habría podido conectarse con la de Mesopotamia.
El Tigris fue incendiado deliberadamente en Yibuti, el 03 de abril de 1978, como protesta contra las violentas guerras, de cada lado del mar Rojo y África.
Como dato, cabe señalar la existencia del Museo Kon-Tiki, el cual es un museo en Oslo, Noruega, que conserva una serie de embarcaciones y objetos culturales, colectados durante las expediciones de Thor Heyerdahl, ubicado en la península de Bygdøy.
El museo fue construido, con el propósito original de albergar al “Kon-Tiki”, la embarcación construida con madera de balsa, y basada en un modelo peruano precolombino.
Otra embarcación, es el Ra II, construido con cañas de plantas acuáticas, de acuerdo a la concepción que tenía Heyerdahl, sobre la apariencia de las embarcaciones de este tipo, en el Antiguo Egipto.
El explorador utilizó este barco, para viajar desde África del Norte al Mar Caribe, después de que un intento anterior en el Ra I, había fracasado antes de alcanzar su objetivo.
El museo incluye también, una colección de objetos culturales, que el explorador noruego llevó consigo tras sus investigaciones arqueológicas en La Isla de Pascua, así como una copia de las famosas esculturas conocidas como “moái”
Entre los objetos más recientes incluidos en el museo, está una copia de un relieve de los míticos “hombres pájaro”, que el grupo de Heyerdahl encontró en Túcume, en el norte del Perú.
La similitud entre estos “hombres pájaro peruanos” con los “Tangata Manu” de La Isla de Pascua, son la base más fuerte, de la teoría sobre el contacto entre Sudamérica y La Isla de Pascua, antes de la llegada de los europeos.
Hay también una colección, que ejemplifica el uso de barcos de junco, en diferentes partes del mundo, así como otros materiales, que con los que Heyerdahl reforzaba sus teorías sobre grandes migraciones humanas, a través de los océanos en tiempos prehistóricos.
“Havene er ikke barrierer!”
(¡Los océanos no son barreras!)
Kon-Tiki es una película histórico-dramática noruega, del año 2012, que dirigió Joachim Rønning y Espen Sandberg.
Protagonizada por Pål Sverre Valheim Hagen, Anders Baasmo Christiansen, Gustaf Skarsgård, Odd Magnus Williamson, Tobias Santelmann, Jakob Oftebro, Agnes Kittelsen, Eleanor Burke, Manuel Cauchi, entre otros.
El guió lo escribió Petter Skavlan y Allan Scott; su argumento se centra en la expedición denominada “Kon-Tiki”, en honor al dios solar de los Incas, realizada por el explorador noruego Thor Heyerdahl, y su tripulación de 4 noruegos más y un sueco, en 1947, a lo largo del Océano Pacífico, desde Sudamérica hasta la Polinesia, y cuyo libro, escrito por Thor, fue un éxito, siendo traducido a 70 idiomas, y con más de 50 millones de copias vendidas.
Dicha heroicidad, bautizada como “Kon-Tiki”, acabó siendo galardonada con el Oscar de La Academia de Las Artes y Las Ciencias Cinematográficas al Mejor Documental en 1951, convirtiéndose de esta manera, en el primer film noruego en obtener un premio Oscar.
Y el 10 de enero de 2013, Kon-Tiki fue nominada como Mejor Película de Habla No Inglesa.
Curiosamente, en esta pasada ceremonia del Oscar, se enfrentaron, no directamente, sino en distintas categorías, 2 películas que se desarrollan en el mar, una aventura marina.
“Life Of Pi” la cual es pura fantasía, mientras que Kon-Tiki es más real.
Durante varios instantes, en Kon-Tiki, se pensaba que era la copia del largometraje de Ang Lee, pero entonces ocurrió, cierta escena con tiburones, visceral, muy visceral, maravillosamente visceral.
Kon-Tiki es una versión más dura, no para todos los públicos, pero sale perdiendo comparando su nivel técnico con “Life Of Pi” ya que tiene unos grandes efectos especiales, a la vez que unos grandes planos de mar.
Pero tampoco quito merito a Kon-Tiki, porque consigue una gran dirección artística, donde los animales submarinos parecen reales, y están hechos de una forma impecable.
Kon-Tiki es la historia de Thor Heyerdahl, quien cuando todo estaba en su contra, y otros lo hubieran visto como una locura, sacrificó su vida tranquila, y apostó a un logro que cambió la percepción de la historia mundial.
El rodaje de Kon-Tiki tuvo lugar en Noruega, Malta, Bulgaria, Tailandia, Nueva York, Suecia, y Las Maldivas.
Confieso que siempre me han gustado las películas, donde el hombre está en peligro frente a la naturaleza, y Kon-Tiki añade el aliciente, de que está basada en hechos reales.
Y es que Kon-Tiki narra, la verdadera aventura de un grupo algo extraño, entre etnólogos, conocedores del mar, y un vendedor de refrigeradores.
Thor Heyerdahl probó, que habitantes de Sur América, pudieron llegar a la Polinesia, para habitarla mucho antes de la Colonización.
La fotografía de Kon-Tiki es genial, y la aventura en sí, es digna de una película de Hollywood, obviamente fueron noruegos, mismos quienes decidieron hacer este film, y ¡¡qué resultado!!
Kon-Tiki no le pide nada a otras películas del Norteamérica, los efectos son hermosos, y hace diferentes muestras, de lo que es pasar 100 días en mar abierto, con los peligros que ello conlleva, como tiburones y tormentas.
Cosas maravillosas del mar, y todo documentado por una vieja cámara.
De verdad, Kon-Tiki es una gran labor histórica, pero también visual.
El modo en que el director de fotografía, Geir Hartly Andreassen, capta los paisajes de Noruega, Bulgaria, Tailandia, Estados Unidos, Suecia, y Las Maldivas es sencillamente prodigioso.
Kon-Tiki, que en ningún momento busca reivindicar el éxito del científico, ni recrearse en la angustia que la travesía pudo causar al equipo, aboga por un estilo narrativo claro y firme, sin artificios de ningún tipo, ni excesos efectistas, y plasmando tamaña acción marina, sin apostillarla lo más mínimo.
El sentimiento que inspira Kon-Tiki, entre cuyas peculiaridades, figura su presupuesto, el más elevado en toda la historia del cine noruego, con 88 millones de coronas noruegas, NOK, presupuesto que ha incluido realizar, una copia exacta y navegable de la balsa original.
Por suerte para el espectador, esa inversión consigue que Kon-Tiki resulte espectacular, tanto en su reconstrucción de ambientes, como en los efectos digitales empleados para animar a las criaturas del océano.
Kon-Tiki nos sitúa en el año de 1947, cuando el mundo se sorprendió por el entusiasmo del joven antropólogo, y aventurero noruego, Thor Heyerdahl (Pål Sverre Valheim Hagen) al emprender una expedición asombrosa y peligrosa:
Un viaje de 8.000 kilómetros, a través del Océano Pacífico, a bordo de la balsa “Kon-Tiki”
Sus investigaciones durante los años que vivió en las Islas Marquesas con su esposa Liv (Agnes Kittelsen), le hicieron llegar a la conclusión, que la Polinesia había sido colonizada por los habitantes de América del Sur, llegando desde el Este, porque los nativos hacían referencia, a que todo venía del sol.
Digamos que era una hipótesis un tanto descabellada, pero él creía en ella, así que empezó a recorrer los círculos de investigadores más prominentes, con el fin de encontrar apoyo para comprobarla.
Siempre se encontraba con una negativa, al parecer la única forma de comprobar su hipótesis, era haciendo el viaje, algo que rayaba en los límites de la locura.
Contra todas las opiniones de los expertos, Thor decidió probar su teoría, realizando él mismo, junto a una tripulación, el legendario viaje:
Erik Hesselberg (Odd Magnus Williamson)
Bengt Emmerik Danielsson (Gustaf Skarsgård)
Knut Magne Haugland (Tobias Santelmann)
Torstein Pettersen Raaby (Jakob Oftebro)
Herman Watzinger (Anders Baasmo Christiansen)
Para ello, se construye una balsa, con técnicas originales, y las velas a través del Pacífico, desde Perú a la Polinesia, con su tripulación de 5 hombres y una guacamaya llamada Lorita, a una distancia de 3,770 millas náuticas, unos 6,982 Km, teniendo que sobrevivir a las tormentas, tiburones, y todos los peligros inimaginables, que el océano les tenía reservados.
Con un viaje lleno de dudas, miedos, y peligros, el equipo debía superar cada una de las adversidades y conflictos personales:
¿La embarcación resistiría?
¿La ruta los llevaría a su destino?
¿El dios “Kon-Tiki” los acompañaba?
¿Resistirían a las tormentas?
¿Serían alimento para tiburones?
La travesía de la nave fabricada con madera balsa, comenzó el 28 de abril de 1947 en el puerto de Callao, Perú.
Heyerdahl y sus tripulantes, navegaron a vela durante 101 días, hasta llegar a un arrecife en el atolón de Raroia, en el archipiélago Tuamotu, el 07 de agosto del mismo año.
Hasta el último momento, siempre estuvo la duda, y la esperanza, 101 días que estuvieron expuestos a perder la vida, pero al mismo tiempo, admiraron las grandezas que habitan en el océano.
El viaje épico del Kon-Tiki, marcó una generación que vivió a través de los ojos de Thor Heyerdahl, una de las aventuras más épicas del siglo XX.
Un viaje que el mismo protagonista rodó, y presentó en un documental, y que ganó merecidamente un Oscar.
El final de Kon-Tiki, con las diapositivas de imágenes de los protagonistas reales del acontecimiento, siempre es de agradecer en este tipo de historias, otorgando un carácter más afín, a lo narrado.
No obstante, su hipótesis no fue, ni es aceptada mayoritariamente, y ha sido refutada a partir de pruebas genéticas, realizadas a habitantes de la polinesia, pero Kon-Tiki si comprobó, que si era posible conectar la Costa Oeste de Sudamérica, con la Polinesia.
Anteriormente, en el caso americano, es probable que los incas navegaran y comerciaran intercontinentalmente con los polinesios de las Marquesas, u otras islas de Oceanía, lo que puede explicar, que el camote “Ipomoea batatas”, planta americana, llegara tempranamente hasta Nueva Zelanda.
También, es posible que haya habido contactos marítimos precolombinos, entre polinesios y la costa sur del actual Chile, y se ha comprobado que en el siglo XIV, gallinas de Tonga llegaban hasta la costa chilena.
Otros indicios, que prueban la colonización polinesia de la región mapuche de Chile, son 6 cráneos encontrados en La Isla Mocha, con la típica forma polinesia pentagonal del cráneo, y por la forma de la mandíbula.
Los directores noruegos de Kon-Tiki, Joachim Rønning y Espen Sandberg, narran que siempre han trabajado en tándem, las muchas dificultades que el aventurero hubo de sortear, antes de construir una balsa, la “Kon-Tiki”, construida según los usos y tradiciones de los antiguos pobladores americanos, los troncos estaban unidos con cuerdas, lo que les trajo serios problemas a los expedicionarios, cuando estos comenzaron a separarse, encontrar a la tripulación adecuada para cruzar el Pacífico, y arribar finalmente a su destino, navegando durante 101 días entre tempestades, discusiones, y tiburones, cuya escena más espectacular, es la captura de ese escualo, documentada fotográficamente en el libro de Heyerdahl, y que los directores noruegos reproducen con fidelidad documental.
Kon-Tiki es una bella historia, fría en sentimiento, pero bien engarzada por un guión correcto que distribuye la tensión y la acción de forma impecable.
Si bien, a la emoción le cuesta arrancar, buscada o no por la idea de querer transmitir la verdadera alma noruega; los personajes son lejanos en emoción, pero profundos en convicción, añadiendo gratitud al espectador, que con la bella fotografía, que logra empatizar con los paisajes, la historia, y los ideales, antes que con el personaje idealizado, porque en el fondo, no buscamos un guía espiritual, sino una persona, con sus defectos, pero con una meta:
Thor Heyerdahl.
De todos los actores, Pål Sverre Valheim Hagen como Thor, es un personaje digno de admiración.
¿Por qué lo digo?
Por la determinación en llevar a cabo, cada una de las cosas que se proponía, la confianza que tenía en él mismo, sin miedo al fracaso, ni a los qué dirán.
Los directores dicen claramente en Kon-Tiki, que Thor no sabía nadar, sin embargo, se armó de valor, y se embarcó en medio del océano.
Un tipo que estaba destinado a tentar a la suerte, y lo hizo.
Como siempre, en toda empresa hay una pérdida, él perdió a su familia, su esposa Liv, la cual estaba segura, que nada ni nadie lo detendría, por eso eligió que él siguiera su camino.
Los demás protagonistas, a cual más sexy, están muy bien en sus roles, como era de prever, dada la frialdad nórdica.
El tema está, en que Kon-Tiki apunta sobre todo, al drama de grupo, y los problemas de convivencia en situaciones límite, pero al poner todo el peso en Thor, las interrelaciones con los otros 5 personajes de la balsa, son algo débiles, y eso que tampoco es demasiado atractivo el conflicto matrimonial de Thor.
Y es que Kon-Tiki incluye, la infancia en Larvik de Thor, y sus primeras experiencias, más bien, poco prometedoras con el agua, ya que estuvo a punto de ahogarse.
Kon-Tiki muestra algo, que por supuesto tampoco salía en el documental:
Escenas de Thor y su primera mujer, Liv, ya que éste se casó 4 veces, desnudos besándose en un lago en la isla de Fatu Hiva, en los años 30, en un descanso de sus investigaciones antropológicas.
Kon-Tiki puede enorgullecerse, eso sí, de desprender un estimulante halo filántropo, capaz de traspasar nuestra retina, y llegar a nuestras consciencias.
Asistiremos a ver como la historia avanza, con discreción escandinava, sutileza de cámara, equilibrio técnico, y artístico, frialdad narrativa, casi como si de otro documental se tratase, para luego, regalarnos una espléndida segunda mitad, repleta de significado humanista, del reencuentro del ser humano con la naturaleza, siendo esclavo de su condición, y no al contrario.
Entre los méritos de Kon-Tiki, resalto su sujeción a los hechos históricos.
Si bien, esto aporta poco a los que esperaban un filme lleno de intriga, o un drama psicológico, entre quienes cruzaron en una reducida balsa el portentoso Océano Pacífico, Kon-Tiki hace hincapié, en resaltar la aventura magnífica, de lo que significa estar en medio de un océano, al margen de cualquier civilización, y de lo que significó para los hombres de hace 1,500 años, realizar un viaje en balsa hacia lo desconocido, cuando aún no existían mapas pre establecidos, cuando el encuentro con las islas de la Polinesia, no era más que una reducida posibilidad, y cuando la navegación era un paso a lo inexplorado.
La belleza visual que ofrece Kon-Tiki es como pocas.
Los planos amplios del hermoso mar, el uso del sonido ambiente de los vientos del Pacífico, el maquillaje, que bien escenifica a hombres que han estado 3 meses bajo el inclemente sol marítimo, y la excelente escena con los tiburones, entre otras, convierten a Kon-Tiki, en una entretenida película histórica, y de aventura.
Al mismo tiempo, y durante la dura travesía oceánica, seremos testigos de una de las mejores elipsis que el cine pueda ofrecer:
Los 6 hombres a su suerte, tumbados en círculo, y mirando al cielo, serán la primera imagen de un fabuloso plano secuencial, que nos llevará desde el más mínimo detalle de sus crecidas barbas, hasta la mismísima exosfera, volviendo de nuevo al punto de origen, en un bello y sinuoso movimiento elíptico, capaz de explicar por sí mismo, el paso del tiempo, al cual es montado de manera casi poética, astronómica, y holística.
Y la escena del tiburón blanco, es sencillamente:
¡¡¡¡Fenomenal!!!!
Y es que las escenas en alta mar son magistrales, algunas hermosas, otras poéticas, algunas calmas, otras agresivas, entre el sin fin de odiseas que estas personas tuvieron en su viaje, algunos momentos de tensión muy bien manejados, y sobre todo, Kon-Tiki es un film, que trata de mostrar ésta travesía, de la forma más realista posible.
Todo un ejercicio de humildad, hacía la figura del ser humano que, como una presencia insignificante en la inmensidad del universo, se descubre del todo vulnerable, como el adulto que todos llevamos dentro.
Y es que es cierto que no existe un ambiente de grandilocuencia, de heroicidad, de intervención casi divina, de “Deus Ex Machina” por así decirlo, como en otras muchas cintas, pero tal vez sea en este punto, donde Kon-Tiki gane muchos puntos.
Y es que, a fin de cuentas, Kon-Tiki es una historia terriblemente humana.
La obsesión de un hombre, y como es capaz de llevar hasta sus últimas consecuencias sus teorías.
No hay que creer en divinidades o milagros, hay que creer en uno mismo, y en los cálculos hechos, aunque éstos te lleven a errar por el Pacífico, en una balsa precolombina.
Kon-Tiki es una película interesante, que merece la pena, y que nos recuerda que, gracias a gente como Thor, podemos maravillarnos del mundo que nos rodea, y nos intriga.
La bella música a cargo de Johan Söderqvist, busca la mezcla idónea, entre la “epicidad” y la expedición para lograr que el espectador se empape en cada momento de Kon-Tiki.
“Borders?
Jeg har aldri sett en.
Men jeg hørte at eksisterer i hodet av noen mennesker”
(¿Fronteras?
Nunca he visto una.
Pero he oído que existen en las mentes de algunas personas)
El caso del científico noruego Thor Heyerdahl, fallecido a los 87 años, fue la excepción que confirmó todo un ejemplo aislado de valentía adulta, una hazaña tan arriesgada, como irresponsable y temeraria, que sólo puede entenderse desde una perspectiva juvenil, casi infantil.
Y s que a todos nos gustan las películas de aventuras.
Nos gusta imaginarnos en situaciones complicadas, luchas encarnizadas contra los elementos, o animales salvajes.
Nos gusta pensar que nosotros, no actuaríamos como los personajes de la historia, que no flojearíamos ante la soledad, ante unas más que oscuras perspectivas.
Nos gusta pensar, que siempre mantendríamos la calma, una mente clara que nos llevaría a buen puerto.
Pero claro, casi ninguno de nosotros, nos encontramos nunca en situaciones como éstas, y precisamente, por eso nos gustan las películas de aventuras.
A medida que cumplimos años, la mayoría de nosotros sentimos la inevitable, dramática, y determinante, “llamada de la responsabilidad”
Un peculiar “trastorno” del ser humano, que nos empuja a dejar atrás, nuestra adorada infancia, y con ella, nuestro espíritu más aventurero, para despertarnos sin paracaídas, ante un mundo nuevo, el del adulto responsable.
Entonces, descubrimos que todo ha cambiado, ya no hay redes que soporten nuestro peso, ni columpios que nos sostengan, y nos invade la irremediable sensación, de que el peligro nos acecha en todas las esquinas, de que somos vulnerables.
Así pues, riesgo deja de ser sólo una palabra perdida del diccionario, para formar parte de nuestra manera de entender la vida, volviéndonos cada vez más prudentes.
Kon-Tiki rescata una historia, que ya ganó una estatuilla dorada hace 60 años.
Una aventura épica, que nos hace reflexionar sobre lo emocionante que tenía que ser la vida, cuando no estaban a nuestra disposición, tantos avances tecnológicos.
Una historia que muestra sus 2 caras:
La amable y la dramática de un hombre, que dejó a su familia, por luchar en conseguir un sueño, uno que sólo es suyo.
Y, que con mucho corazón, seguiría fiel a lo que cree, con una visión muy particular:
Una aventura marina, que comienza marcada por un hombre que tenía fobia al agua.
Kon-Tiki resume 2 horas de educación, no sólo histórica, sino de voluntad, y perseverancia
Kon-Tiki es una de esas obras inspiradoras, creadas para que al terminarla, te inunden ganas de realizar todo lo que no has hecho en tu vida.
Que la humanidad bendiga a los exploradores, y a quienes no se contentan con las fronteras conocidas.
Con quienes no se conforman con lo que dice el resto, y creen que siempre existe algo más que aportar.
Y si algún día tienen una idea, y la mayoría coincide que es una locura, jamás la abandonen.

“Si me hubieran preguntado a los 17 años de edad, si viajaría en el mar en una balsa, hubiera negado absolutamente esa posibilidad.
A esa edad, sufría de fobia al agua”
Thor Heyerdahl.



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