Big Fish

“An adventure as big as life itself”

Hay un momento en la infancia de casi todas las personas, en donde la figura del padre lo es todo:
El más alto, el más fuerte, el héroe, y sabe todo, porque es capaz de hacer cualquier cosa, arregla todo desperfecto, cuenta historias fascinantes, y siempre está cuando se necesita como “Superman”; pero después llega una edad, en la que todo se cuestiona…
Partiendo de que todos los niños se fijan en su padre, lo vemos como alguien que está por encima de la vida; pero cuando creces, empiezas a verlo como a un hombre común, no sólo como tu padre.
Y es que nada de lo que nos pareció maravilloso cuando éramos pequeños se nos olvida, todo lo demás tarde o temprano, se acaba olvidando por completo.
Lo mismo ocurre cuando nos enamoramos, o le vemos por primera vez la cara, a nuestra descendencia...
Y el secreto de lo indeleble que resulta esa mitificada memoria, es la actitud que tenemos en esos momentos frente a la vida.
La actitud, la ilusión, la pasión que desprende un niño, un enamorado, un padre, un abuelo...
Esa es la magia que un niño experimenta cuando crece, la magia que, desafortunadamente, perdemos la mayoría de nosotros.
Así, las novelas literarias, y las películas, nos ponen en contacto con esa sensación maravillosa.
Las historias son realmente nuestros sueños, por eso contamos historias.
Ellas son las que nos hacen interesantes, y las que nos conectan con los otros, de generación en generación.
Sin ellas, lo único que nos quedaría, sería política y supermercados.
¿Y qué clase de mundo sería ese?
¿Quién no ha intentado alegrar la vida a los demás, usando la fantasía?
Pienso que las grandes personas sí lo hicieron; ya que para ellos, la vida no es “maravillosa” porque lo sea, sino porque “nosotros hacemos que sea maravillosa”
“If goldfish are kept in a small bowl, they will remain small.
With more space, the fish can double, triple or quadruple its size”
Big Fish es una película de fantasía, del año 2003, dirigida por Tim Burton.
Protagonizada por Ewan McGregor, Albert Finney, Billy Crudup, Jessica Lange, Alison Lohman, Helena Bonham Carter, Steve Buscemi, Danny DeVito, Marion Cotillard, Jeff Campbell, Missi Pyle, Robert Guillaume, David Denman, Loudon Wainwright, Deep Roy, Miley Cyrus, entre otros.
Big Fish está escrita por John August, basado en la novela “Big Fish: A Novel Of Mythic Proportions” de Daniel Wallace,
Daniel Wallace, dice que se inspiró para escribir su novela, en parte por su carismático padre, y el hecho de haberse convertido en padre él mismo.
“Hay muchas similitudes entre mi padre y Edward Bloom.
Como Edward, mi padre era un hombre extremadamente carismático, que en ocasiones, utilizaba su carisma para mantener a la gente a distancia.
Parecía como si tuviera gran intimidad contigo, cuando en realidad, simplemente estaba siendo encantador”, dijo el novelista.
El título de la novela de Wallace, sobre las aventuras de Bloom, viene de una de las expresiones favoritas de su padre:
“Durante toda su vida, mi padre habló de abandonar el pequeño pueblo en el que había nacido, por una gran ciudad, porque como él decía, no quería ser un “gran pez en una pequeña pecera”
Así que dejó Cullman, Alabama, y se convirtió en un hombre de negocios internacional.
Pero el título también tiene otros significados.
Un pez puede ser realmente escurridizo; como Edward Bloom, nunca se podía acceder a él”, concluye.
El guionista John August, por su parte, se identificó con el personaje de Will Bloom, el hijo de Edward, tras leer el borrador de la novela; ya que mientras August estaba en la universidad, su padre falleció; y al igual que Will, intentó conocerlo mejor antes de su muerte, pero había aspectos que los alejaban.
Al igual que Will, August estudió periodismo, y tenía 28 años de edad.
Así, la historia de Big Fish y Tim Burton también tiene paralelismos, ya que el realizador, se sintió identificado con la historia de Wallace, dado que su padre había fallecido en el año 2000.
Como dato, Big Fish iba a ser dirigida por Steven Spielberg, antes que Burton se encargara del proyecto, tras la muerte de su propio padre; y fue filmada en Alabama, teniendo menos elementos góticos visibles, que otras películas de Burton; quien además, le gustó la idea de mezclar el drama con cuentos de hadas, ya que le permitía narrar varias historias de distintos géneros.
Big Fish recibió una nominación para los Oscar, a la mejor banda sonora para Danny Elfman.
Con Big Fish, Tim Burton vuelve a confiar en un texto ajeno, para estimular a sus fans, con lo más característico de su autoría:
Su enorme imaginación y fuerza visual, para recrear unas historias impregnadas de singularidad, lirismo, e impactante imaginería.
Big Fish es un banquete visual con trazos “fellinianos”, un cuento de hadas que aborda la evasión imaginativa como:
El enmascaramiento de una cruda realidad, el poder de la fantasía para embellecer la existencia, y la languidez del mundo real.
Es una fábula impregnada de “realismo mágico” que inunda de poesía, esta delicada mirada a las relaciones paterno-filiales, con un tono cándido, evocativo, y sentimental.
Big Fish trata temas universales como:
Las relaciones de familia, el dilema entre la verdad y la mentira, y la trascendencia de las personas, etc.
Para querer a Big Fish hay que entenderla como un cuento, todo el relato en sí, y las pequeñas historias que contiene, son pequeños cuentos, de los de toda la vida:
De los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, Charles Perrault… están plenamente presentes; y Tim Burton juega con ese tono entrañable, para embellecer su introspección a lo que hay de verdad en lo imaginado, y cuánto aportan los sueños, a quienes saben vivir en ellos.
Incluso, podría entenderse, como un desafío evidente, una muestra rebelde de que prefiere asentarse firmemente, en su particular manera de entender el cine y, desde ahí, puede verse como una antología, un catálogo de los personajes, temas y fantasías, que siempre han poblado las obsesiones del cineasta Tim Burton.
Sólo desde ahí, puede comprenderse mejor la gran cantidad de “freaks” que pululan por la pantalla:
Desde gigantes incomprendidos, a poetas que se convierten en atracadores de bancos, de dueños de circos con caras ocultas, a siamesas con ganas de triunfar en el mundo del espectáculo, de brujas con ojos en los que puede leerse el futuro, a seres que se convierten en enormes peces, etc.
Por último, habría que anotar que, a pesar de los colores cálidos, y la luz del sol que bañan Big Fish, Burton tampoco ha dejado de lado los claroscuros, y el imaginario gótico con que filma a criaturas, llenas  de un aire mítico, así como de una melancolía consustancial a la remembranza; como ejemplo evidente de esta plástica, veamos el estilo de las letras usadas en el título de la producción.
Y, sin embargo, hay algo más.
Burton usa la fuerza que tiene una película que, en el fondo, es una tan convencional como potente, desde el punto de vista dramático, una historia sobre las difíciles relaciones entre padres e hijos, para reivindicar la importancia del fabulador, del cuentacuentos, del forjador de historias y sueños, que considera tan, o incluso más importante, la forma de narrar la historia, y cautivar la atención del público como la mayor o menor verosimilitud de las mismas.
Usando la capacidad de contar historias de Bloom como excusa, Burton se permite un despliegue visual delirante, de sus filmes ya vistos como:
En relumbrantes campos de amapolas, idílicos pueblos cuya perfección resulta de lo más inquietante, circos mágicos y seductores, bosques malignos y perturbadores, el tiempo que se detiene cuando se encuentra el amor de una vida...
Todo en Big Fish respira Burton por los cuatro costados, pero aquí también hay algo ligeramente distinto, que posiblemente tiene que ver con la evolución personal del director, y el momento por el que atravesaba, pues hay un hecho que lo marca profundamente:
Uno es el fallecimiento reciente del propio padre de Burton, con el que, como le pasa a Will en Big Fish, no se entendía demasiado bien; que hace que Big Fish se convierta, de forma voluntaria, en un canto a la reconciliación de dos formas de entender el mundo, aunque invirtiendo los papeles:
En la película Will es el serio y pragmático; y el padre el fabulador.
“There are some fish that cannot be caught.
It's not that they're faster or stronger than other fish.
They're just touched by something extra.
Call it luck.
Call it grace.
One such fish was The Beast”
La historia se estructura entonces, en sucesivos capítulos en los que un enfermo y envejecido personaje, nos va contando su vida, entremezclándose todo ello, con el presente, y haciendo aquí acto de presencia, la frustración de un hijo que no es capaz de comprender el superficial comportamiento del hombre que lo crió.
Así conocemos a Will Bloom (Billy Crudup) que retorna a su hogar para intentar reconciliarse con su padre, Edward Bloom (Albert Finney), quien se encuentra gravemente enfermo.
Y es que desde que era joven, Edward (Perry Waltson/Ewan McGregor) pasaba el día leyendo La Enciclopedia Mundial, porque es un niño de 8 años, confinado en una cama, a causa de un crecimiento sobrenatural.
Y se fija en un artículo sobre los peces grandes, en el que aprende que:
“Si los peces grandes se guardan en una pecera pequeña, se quedarán pequeños.
Con más espacio, el pez puede doblar, triplicar, o cuadruplicar su tamaño”
Diez años más tarde, tras convertirse en el joven más popular de Ashton, Carolina del Sur, se da cuenta de que, como los grandes peces, para crecer, debe abandonar su hogar, y explorar el mundo.
En una clara alegoría, al abandono del hogar para hacerse un lugar en el mundo.
Como confiesa a su nuevo amigo Karl, El Gigante (Matthew McGrory):
“¿Crees que este pueblo es demasiado pequeño para ti?
Bueno, es demasiado pequeño para un hombre de mi ambición.
Amo cada metro cuadrado de él.
Pero puedo sentir como sus límites se ciernen sobre mí.
La vida de un hombre, sólo puede crecer hasta cierto punto, en un lugar como este”
Acá da la impresión, que Will se hablase a sí mismo, como en una visión que se tiene de sí mismo, si no hubiera abandonado el hogar, hubiera crecido de manera desproporcional, y hubiera padecido los problemas de su enfermedad, de aceleración del crecimiento, a proporciones insospechadas.
Por tanto, el gigante se vuelve, su yo interior, del futuro por decirlo de cierta manera.
Y entonces, comienza un viaje mítico e increíble.
Muchos años e incontables aventuras después, Edward es un contador de cuentos que ha convertido su existencia en una serie de increíbles historias, alejándose así de su hijo, quien espera adivinar la verdadera historia de su vida.
Sus míticas proezas, van de lo encantador a lo surrealista, entretejiendo sagas épicas sobre gigantes y hombres lobo, cantantes de salón coreanas, una bruja con un ojo de cristal que puede ver el futuro, y desde luego, un gran pez que se niega a ser cogido.
Las fabulosas historias de Bloom, encantan a cualquiera, excepto a su hijo Will, que también ha abandonado su hogar, pero en este caso, para escapar de la gran sombra de su padre.
Cuando Edward enferma, y su mujer, Sandra Bloom (Alison Lohman/Jessica Lange), trata de reconciliarlos; Will se embarca en su propio viaje personal, para separar el mito de la realidad de la vida de su padre, y aceptar los grandes éxitos y los grandes fracasos de éste.
La única diferencia es que su padre contaba verbalmente sus historias, y Will escribía las suyas.
“Sometimes, the only way to catch an uncatchable woman is to offer her a wedding ring”
Will Bloom realizará un viaje de madurez, o iniciático porque será padre, o de comprensión en los últimos días que pasa con su padre, un padre al que jamás entendió.
En estos días, en los que se centra Big Fish, lo acabará entendiendo con total lucidez y profundidad, lo descubrirá al mismo tiempo que nosotros.
Will se frustra por no conocer los detalles verdaderos de las historias de su padre, no entiende que esas historias lo definen, son su misma esencia.
Will se queda con la superficie, y no con lo que implican, y muestran dichas historias, que siempre dirán mucho más de la personalidad de su padre, que los hechos expuestos en crudo, como apreciaremos en el maravilloso final, desde que el médico de la familia, Dr. Bennett (Robert Guillaume), que a veces parece casi un adivino, le cuenta la historia verdadera de su nacimiento.
Por ello, cada historia que vemos en Big Fish, no es un simple relato divertido, fantástico, o surrealista, sino la forma que tiene Edward Bloom de darse a conocer, y la manera a través de la que conoceremos con detalle, a este encantador personaje.
Todas las historias tienen un fondo real, que Bloom adorna convenientemente, las hace fascinantes, pero además, retratan al personaje de forma muy fidedigna.
Descubriremos que La Bruja del Ojo de Cristal (Helena Bonham Carter), en el que se puede ver la forma en la que morirá uno mismo, en realidad, está basada en una bella relación de amistad que Edward mantuvo con una joven, cuando trabajaba de viajante.
Una joven a la que conoció cuando era niña, en un misterioso pueblo, y a la que prometió volver.
Otra bella historia, que en esa ocasión nos contará la chica, Jenny (Helena Bonham Carter), y que supondrá un punto de inflexión en el viaje de Will hacia el conocimiento de su padre.
Verá la fidelidad y devoción absoluta que tenía hacia su madre, cuando Jenny cuente que se enamoró de él, pero la rechazó por fidelidad a su mujer.
Convertir a su amiga en una “bruja” es la forma que tiene el padre de hacer ver, que lo verdaderamente importante es su familia, el resto aunque significativo para él, era otra cosa.
Edward mantendrá que vio su muerte en el ojo de la bruja, pero no lo confesará porque es sorpresa, tanto para su hijo, como para nosotros.
Y será una bella sorpresa creada por quien menos se espera...
El cuento de la bruja, en cuyo ojo cada uno contempla su propia muerte cuando lo mira, es un referente interesante sobre el sentido de la muerte.
La muerte puede ser comprendida como fatalidad, pero también puede ser asumida como horizonte para la realización.
El itinerario de Edward, es un ejemplo de superación de esta visión de la vida desde la fatalidad, como si el destino estuviera marcado.
En alguna manera, Edward se construye su propia muerte, es decir su propia vida.
Su forma de vivir, generando amigos, y siendo fiel al amor, son la forma elocuente de luchar contra la comprensión fatalista, que sí afectó a los demás.
El hecho de que sea el hijo quien le cuente, al final de su vida, la forma de su muerte, establece la reconciliación definitiva entre ambos, la paternidad y la filiación recuperadas, y la realización de uno como tal.
El hijo le cuenta un cuento que recoge y consuma todos los cuentos de su vida, y así el padre muere feliz.
Al fin y al cabo, Will recuerda con cariño aquella época, de manera muy especial, y su padre tiene gran culpa, algo que comprenderá.
Su decepción inicial, viene con la vida después de la infancia, donde para él la magia desapareció.
Sobre esa base de zoología fantástica, se inicia una leyenda planteada como una oda a la libertad y a la imaginación, en la cual, el espíritu libre y creador, es visto como un auténtico privilegio vital, impregnado de optimismo y esperanza, de creación imaginativa, que debe y tiene que ser heredada, para no perder la ilusión en el mundo, significada en un “pez incapturable” que respira en un hombre, y que es la metáfora ideal de la autonomía de aquellos, a los que la ambición les lleva lejos de su lugar, empequeñecido por la avidez de aventuras, y que terminan, inexorablemente, regresando a casa.
Las historias que se van sucediendo, no todas las cuenta Edward en su convalecencia, sino que en muchos casos, son los recuerdos de Will, los que nos llevan a esos fantásticos, e improbables flashbacks.
El chico vaga por su casa, y a la vez por sus recuerdos atando cabos.
Se irá dando cuenta, de que las fantasías de su padre lo forjaron, le hicieron como es, y le influyeron más de lo que cree.
Will vivió una infancia inolvidable, a través de la fecunda imaginación de su padre, un padre que no pudo estar mucho con él, pero que intentó regalarle otras cosas.
Dentro de esta misma historia, disfrutaremos de otra, la del gigante Karl, todo está relacionado.
El gigantismo de Edward, el del pez y su historia con Karl.
Con todo esto, intenta explicar su pasión por la vida, sus ansias por salir de la mediocridad, por no limitarse, su espíritu aventurero, y emprendedor.
Algo que quiere transmitir a su hijo, para que no se conforme, no se limite a un estanque pequeño, para que intente nadar en el océano más grande, hacerle sentir alguien excepcional, como él se siente, con experiencias:
“Ser un pez gordo, un pez grande”
Una historia, la de Karl, con ciertas reminiscencias a “Frankenstein” de Mary Shelley, pero con el giro “burtoniano”, que siempre encuentra la belleza en lo distinto, lo rechazado, lo que se aleja de lo normal.
Sobre esto, reflexionará el propio Edward, en la escena donde descubrimos que el director del circo, Amos Calloway (Danny DeVito), es un hombre lobo.
Esta idea se lleva a rajatabla, ni la bruja, ni el hombre lobo, ni el terrible gigante son lo que parecían en principio.
Edward hará una pequeña pausa en su relato, y reflexionará en otro detalle metalingüístico, algo muy presente en Big Fish, sobre la forma de contar historias, lo sencillo pero aburrido que resulta contarlas de forma lineal, causa de que él use digresiones, o historias paralelas.
Así, exactamente, es como está planteada la narración, de forma no lineal, cruzando líneas argumentales de forma constante.
Joséphine (Marion Cotillard) y Will, tendrán una conversación íntima, acerca de la relación de él con su padre, una bonita escena rodada en la penumbra, y con planos muy cortos, que acrecienta esa sensación de intimidad y confidencia.
Él necesita certezas, los hechos.
Mentiras, cuentos… realidad.
Will se creía todo lo que su padre le contaba, y luego su vida “real”, quizá, lo decepcionó.
Esto creó cierta incomprensión y rencor en él, quería sinceridad, sin darse cuenta de que su padre siempre fue sincero, en esencia, los adornos son simplemente eso, adornos para hacer esa verdad más atractiva:
La esencia del arte, de la creación.
Al final, cuando Will conozca cómo ocurrieron algunos de los hechos que le relató su padre, se dará cuenta de ello.
Pero a modo de curiosidad, la evolución de Will sigue, sin que él se dé cuenta, el mundo fantástico de su padre, lo va poseyendo conforme pasa tiempo con él, y va consiguiendo información, así creerá ver un pez, “el Big Fish”, en la sucia piscina que limpia en casa de sus padres.
La importancia del médico de la familia, Dr. Bennett, es importante sobre todo porque es científico, que en teoría no debería apoyar los hechos fantásticos.
Él le contará a Will, la verdadera historia de su nacimiento en esos momentos.
La historia del médico no es nada emocionante, y aunque Will dice que le gusta, en su rostro se refleja esa falta de emoción verdadera.
Así, Will entenderá en este desenlace, que las historias de su padre son una simple manifestación de cómo ve él las cosas, la mágica mirada, la fascinación, y la belleza con que percibe y siente lo que le importa.
Relatado con una viva imaginación; Will se enterará que Edward jamás dejó de ser un niño; porque la belleza de sus historias, son actos de amor relatados, una forma de trasladar lo especiales e increíbles que fueron los momentos sobre los que habla, el nacimiento de su hijo, su enamoramiento con su madre.
Así que en los últimos momentos de Edward, Will se verá “obligado” a crear una historia al estilo de su padre, a mentir, a inventar, a relatar… todo eso que decía odiar.
Y en su creación, demostrará el profundo conocimiento que tiene de su padre, que permanecía oculto, negándoselo a sí mismo.
Y Edward comprenderá, que su hijo sí lo conoce.
Y Will entenderá, que su padre en realidad no le mentía:
Veremos cómo Edward se tira una botella de agua por la cabeza, necesita estar mojado como un pez, recreará, y mencionará a todos los personajes que protagonizaron, de una forma u otra, en mayor o menor medida, sus relatos.
Joséphine colgará los zapatos en un cable, como hacía Jenny, Will conducirá el estupendo coche rojo que acompañó a Edward en sus viajes… después de todo, las historias de Edward calaron hondo en su hijo, y en los demás, además de haberlas oído muchas veces.
Padre e hijo viviendo una última aventura juntos; Edward hará el íntimo gesto en la barbilla a su mujer, su sirena del río, justo antes de que su hijo lo sumerja en el agua.
Nada más y nada menos, que sumergirse en el río que le conduzca nuevamente al lugar de donde vino:
Su propia fantasía, la muerte, y la eternidad.
Incluso el pez tiene algunas lecturas, en este caso remotas resonancias bíblicas; llámese resurrección o trascendencia.
Por otra parte, el pez ha sido colocado en camino hacia el horizonte, símbolo habitual del infinito.
El pez nada hacia el misterio luminoso, que se sitúa al final de la vida, y entra así, en el misterio del más allá.
Will presenciará el amor y cariño que Edward fue capaz de transmitir en vida, al ver como todos los personajes de sus historias, van a rendirle homenaje, algunos con sutiles diferencias a como los describió, pero los mismos en esencia.
Descubrirá, sin ningún género de dudas, quién es su padre realmente.
Es por ello, que lo veremos eternizando sus historias, manteniéndolas vigentes al contárselas a sus hijos.
Así es como se forjan las leyendas, y llega a la inmortalidad.
“Now, there comes a point where a reasonable man will swallow his pride and admit that he's made a terrible mistake.
The truth is, I was never a reasonable man”
De esta manera, Big fish demuestra, la insistencia de su director, por abrir los ojos en la equívoca búsqueda de la verdad de los hechos, que impide el descubrimiento de la verdad emocional.
La concepción de veracidad y realidad, es suplantada por una percepción personal, y novelera, que encubre tras ella, el mundo ordinario y perceptiblemente aburrido, que envuelve al hombre.
A través de la incredulidad del hijo, frente al mundo imaginario del padre, Burton está haciendo un panegírico a favor de la imaginación, donde el espectador cae irremediablemente rendido a la identificación, siendo partícipe de un mundo irreal, donde lo que fue, y lo que se narra, encuentran un punto común, en el que todo parece posible.
La verdadera vida para Burton está en la ficción.
Y en ese difícil terreno, es donde realiza la mayor gesta de Big Fish:
Intercalar la función principal del cine como arte, en un equilibrio donde el cometido es hacer soñar al público con un mundo, y una vida mejor.
El espectador de Big Fish, asiste con placer y diversión, a un cuento en el que su director nos habla de la vida, no de una manera cruda, precisa y objetiva, sino con todo el encanto de los cuentistas, con el mismo amor con que Edward se la ha ido presentando a su hijo, y a cuantos se ha encontrado en su camino; a todos emociona y atrapa con sus alucinantes historias, porque su mirada es amable y positiva, porque deja ver un espíritu generoso, y lleno de ambición, que le llevó de joven, a abandonar su pueblo, para crecer como “el pez gordo” de su cuento favorito.
Pero, en realidad, ese ensanchamiento de sus horizontes vitales, no es sólo ejercicio de una imaginación desbordante, sino de un corazón grande que le ha llevado a rodearse de amigos, con un sentido de servicio admirable.
El desenlace se nos presenta con 2 finales, que son uno solo, porque realidad y ficción se confunden, hasta identificarse:
Y es una doble escena, una en clave fantástica, y otra más real, llena de lirismo y ternura, plenamente consecuente con toda la lógica de Big Fish.
Y es el llegar a la muerte en el lago y el entierro del Big Fish/Edward.
Burton decide jugar con los flashbacks, a lo largo del metraje, ya que mientras muestra un anciano Edward con su familia, consigue mezclar las historias previa introducción del propio Edward, ya que en el fondo, lo importante es la juventud de Edward.
Historias con la pizca de fantasía, que sólo Burton puede aportar.
Al final, vemos como Will encuentra pruebas más que tangibles, de que las historias de su padre no eran del todo ciertas, pero tampoco eran del todo falsas, este hecho hace que al final, Will adquiera un poco de la vocación de su padre por contar historias, e incluso cuente una, sobre el final de su padre, a su hijo, y queda demostrado en una escena familiar en casa de Edward.
Así, Big Fish logra transmitir un nítido mensaje al espectador:
Por un lado, esa falta de entendimiento, y de comunicación, entre 2 seres que se aprecian; y por otro, la necesidad de que la imaginación impregne nuestras vidas, con un halo de esperanza, que nos ayude a superar las circunstancias más pesarosas que se puedan producir a lo largo de nuestro devenir por el mundo.
De ahí que Big Fish presente una conclusión realmente arrebatadora, pues sirve para que William entienda finalmente, el porqué de la conducta de su padre, y se convierta en cómplice de sus fantasías.
Simplemente, por estas maravillosas y emotivas escenas, ya merece la pena recomendar el visionado de Big Fish, que no sólo es una maravilla visual de las mejores de hoy en día; es también una maravilla de historia, que además de reflexionar sobre el concepto de fantasía, frente a la realidad, de las relaciones entre padres e hijos, y otros muchos temas; tiene la capacidad de sumergir al espectador, en una atmósfera fascinante, que atrapa desde el primer fotograma hasta el último.
“This isn't how I die”
La producción de Big Fish fue realizada en Montgomery, Alabama, EEUU.
Todas las escenas de Albert Finney, como Edward Bloom, fueron filmadas primero, debido a la dificultad emocional de éstas.
McGregor estuvo presente en el set, desde el comienzo, observando el trabajo de Finney.
Tras esto, el ambiente adquirió un nuevo espíritu, cuando Burton y McGregor comenzaron a filmar.
Gran parte de las escenas fueron improvisadas, incluyendo la escena del nacimiento, y la de Corea.
Se cuenta que un fuerte viento arrasó parte del set, mientras filmaban las escenas del circo, pero aun así, continuaron trabajando.
La filmación en Alabama finalizó en abril, y se trasladaron a París por una semana, antes de editar.
Burton prefirió utilizar efectos especiales prácticos, en vez de animación por computadora; para algunas escenas donde aparecía el gigante Karl, recurrió a ilusiones ópticas, relacionadas con la perspectiva.
Además, ésta es la primera vez que Burton recurre a una considerable edición de colores, la cual tenía como objetivo, diferenciar las escenas reales de las narradas.
El elemento principal de Big Fish, es la idea de reconciliación entre un padre y su hijo.
Según Daniel Wallace, quien escribió la novela en la que se basa Big Fish, la idea de la relación entre padre e hijo, se basó en su propia familia.
Wallace considera que el personaje de Edward Bloom es similar a su padre, quien usaba su “encanto” para mantener la distancia con otras personas.
En Big Fish, Will cree que Edward nunca ha sido honesto con él, ya que Edward crea mitos extravagantes sobre su pasado, usando la narración, como un mecanismo de evasión.
Las historias de Edward están llenas de elementos relacionados con cuentos de hadas, como una bruja, una sirena, un gigante, un hombre lobo, y el pueblo mitológico de Spectre.
Curiosamente, el pueblo Spectre presenta a los falsos paraísos, como el propio nombre indica.
Esto supone una crítica de algunas interpretaciones de la escatología cristiana.
Así, Spectre es un paraíso sin vida, todo es bonito, la hierba es verde, el cielo es azul, pero hay un vacío que todo lo inunda.
Esta imagen del paraíso, eclipsa la libertad humana, que se vende por una felicidad perfecta.
Aquí estamos, como suele ser frecuente en el autor, con una crítica social al “American Way Of Life” de “La América Profunda” y a sus proyecciones escatológicas:
“Solamente el camino más largo, permite el despliegue de las posibilidades del hombre.
El camino más corto, a la postre, resulta simplificador y aburrido”
El paraíso no es la “otra” realidad “perfecta”, ni un “mundo feliz”, sino la consumación de lo real.
Estamos ante un nuevo exponente de la crítica del cielo, como paraíso aburrido, donde todo “aparece” maravilloso para un rato, aproximadamente lo que se queda nuestro protagonista.
Así, Spectre es un espejismo que no completa la búsqueda del hombre de la felicidad, aunque está por ver las claves de sentido de un paraíso sin Dios, más cercano a la felicidad “New Age”
Según Wallace:
“La búsqueda del padre, es ser un “gran pez” en un estanque grande, y la búsqueda del hijo, es ver a través de sus cuentos fantásticos”
“Big Fish es acerca de lo que es real y lo fantástico, lo que es verdad y lo que no es verdad, lo que es parcialmente cierto, y cómo, al final, todo es verdad”, dijo Burton.
Y es que uno de los temas que toca Big Fish, es el dilema entre la verdad y la mentira.
Mientras que Edward y sus conocidos, ven las historias como simple ficción, Will las interpreta como un engaño.
Según él, por culpa de los relatos, la imagen que tiene de su padre está tan alejada de la realidad, que no logra reconocerlo.
Gracias a las escenas finales, nos damos cuenta, que las historias no distaban mucho de los sucesos que acontecieron.
Big Fish se encarga de mostrarnos, que no debemos ser tan categóricos, y tildar de mentira, algo que no es creíble.
Gracias a sus relatos, Edward maravilló a cientos de personas a lo largo de su vida, y eso es lo importante.
De eso se trata la ficción, es por eso que nos gustan tanto las películas, y los libros, porque nos trasladan a mundos que no podemos experimentar en el día a día, pero que nos dan esperanza, y razones para poder soñar.
Otro de los temas, es la trascendencia de las personas en el mundo terrenal.
Es decir, qué ocurrirá con nosotros, con nuestra esencia, tras la muerte.
Este tema es tratado a lo largo de Big Fish, pero es resumido en la frase final:
“Un hombre cuenta sus historias, tantas veces que al final, él mismo se convierte en esas historias.
Siguen viviendo cuando él ya no está.
De esta forma, el hombre se hace inmortal”
Tras la muerte, lo único que nos mantiene aferrados a la tierra, son los recuerdos de las demás personas.
Dependerá de nosotros, ver si estos son positivos o negativos.
Edward tuvo una vida plena, donde cada día era uno nuevo.
Creo que el gran mensaje de Big Fish es, vivir la vida, sin perder nuestra capacidad de asombro, y disfrutar todos nuestros días, junto a las personas que queremos.
Burton hizo una excelente labor en Big Fish, y como Edward, estoy seguro que será recordada por siempre.
Curiosamente, esta mezcla que elimina las barreras existentes entre realidad y ficción, es uno de los elementos conceptuales y temáticos esenciales en Burton.
Burton elimina, despoja de contenido, el concepto “realidad”, elimina todos sus límites, de forma que nos vuelve a demostrar que la “realidad no existe”
La imaginación, los sueños, incluso la muerte, son caras de un mismo dado, todas reales.
Para Burton no hay diferencia significativa, es como el Edward Bloom de Big Fish, simplemente, hay que saber diferenciar esas distintas realidades.
Es evidente, que Burton siente predilección por los marginados, los diferentes, los distintos, los apartados, los perseguidos, los parias, los solitarios, los independientes, los raros, los especiales, los problemáticos, los extravagantes … los incomprendidos.
Con este caldo de cultivo, es fácil caer en la tentación de la sensiblería, pero Burton suele manejarlo con talento, y no suele ceder a ella.
En sus mejores trabajos, resulta emocionante y entrañable, para lograr evadir el problema del sentimentalismo, se ayuda de su omnipresente sentido del humor y su estética, precisamente, que le sirve de distensión a todo el entramado de emociones.
Las familias, sus conflictos, sus problemas, sus virtudes, ya sean disfuncionales, o reales, son otros de los elementos más característicos del cine de Burton, unas veces, su mirada es cínica o irónica, y en otras, entrañable.
En una secuencia inicial magnífica, Burton plantea con una economía de recursos encomiable, el nudo dramático de Big Fish:
Will niño escucha embelesado, las historias que cuenta su padre Edward, un fabulador que repite las mismas historias, una y otra vez, para disfrute de sus oyentes... y la progresiva desesperación del cada vez más adulto Will, que no acaba de comprender, por qué su padre se empeña en proseguir una costumbre que él considera infantil, y que además, le impide conocer su verdadera personalidad.
La gota que colma el vaso, ocurre el día de su boda, ya que ni siquiera entonces, puede restar protagonismo a su infatigable padre, que seduce a todos los invitados con su maravillosa forma de narrar historias imposibles.
Es entonces, cuando Will corta la relación con él, sólo para volver años después, a petición de su madre, cuando su padre está agonizante, y a partir de ahí, iniciar un proceso de redescubrimiento, del enigma que se oculta tras sus increíbles historias.
Todo eso en los cinco primeros minutos de película.
Impresionante.
“In telling the story of my father's life, it's impossible to separate the fact from the fiction, the man from the myth.
The best I can do is to tell it the way he told me.
It doesn't always make sense, and most of it never happened.
But that's what kind of story this is”
En el departamento de actuaciones, mención especial merece Ewan McGregor, ya que da a la perfección, con el tono de Big Fish y el personaje, sus sonrisas, especialmente cuando se le hace un primer plano, que muestran esa confianza y autenticidad que posee, y despiertan la sonrisa en el espectador siempre que las ve.
Una interpretación expresiva, excesiva, y con un gran sentido del humor.
Un maravilloso trabajo.
La banda sonora, fue compuesta por el antiguo conocido de Burton, Danny Elfman, junto con Eddie Vedder, vocalista de Pearl Jam, hizo una canción titulada “Man Of The Hour” tras ver Big Fish.
Y es que Big Fish nos dice, que todos necesitamos de las historias, de los relatos… de la fantasía.
Que debemos intentar mirar la vida con alegría, con felicidad, y transmitírsela a los que nos rodean.
Edward Bloom inventa, recrea, adorna, y varía recuerdos, pero en realidad no miente, inventar no es mentir, si la esencia es auténtica.
Big Fish es una propuesta cinematográfica compleja, que nos aproxima al tema de la “salvación”, entendida ésta como la liberación del hombre, de un estado, o condición indeseable.
Sugiere que nuestra pervivencia, o permanencia, se da a través de la creación artística, la cual nos atraviesa esencialmente.
Señala los códigos que deben aprenderse, con el objeto de garantizar nuestra continuidad.
Muestra a un padre, que intenta tenazmente que su hijo incorpore estos preceptos, a pesar de sus reticencias.
Ocurre algo semejante, a lo que sucede en “El Mito de La Caverna”:
El progenitor representaría, según la alegoría de Platón, al hombre liberado, que es obligado a contemplar la luz de una nueva realidad, más profunda y completa, ya que es causa y fundamento de aquella otra integrada sólo de apariencias sensibles.
Este relato concluye, cuando el que era prisionero, regresa a la oscuridad, e intenta persuadir a sus antiguos compañeros que lo imiten en su ascenso hacia el conocimiento, representado por el sol, figuración de la idea del Bien.
En Big Fish, Edward Bloom, su figura central, es enérgicamente despedido del vientre de su madre, y luego rescatado como si se tratara de un auténtico profeta.
Es pertinente recordar aquí a Jonás, el de la ballena, que en hebreo significa “Paloma de Paz” a quién el propio Iahveh salvó del mar en el vientre de “un gran pez” y lo mantuvo allí durante 3 jornadas, en las cuales, el rebelde oró de modo continuo, reflexionando acerca de su “desobediencia”
El protagonista de Big Fish advierte luego, a través del “ojo malogrado” de una bruja, cuál será su verdadero destino, hecho que lo incita a embarcarse en las más arriesgadas aventuras, del mismo modo, que la cámara le garantiza a Tim Burton su fantasía onírica, visualmente exuberante, y plagada de dualismos simbólicos, donde prácticamente desaparece la línea que separa lo real de lo mítico.
En suma, Big Fish hilvana prolijamente, el viaje que Will Bloom, “el hijo”, realiza para apropiarse de lo que su padre intenta trasmitirle, con la vehemencia de un héroe de nuestro tiempo.
Los espectadores nos convertimos entonces, en infinitos vástagos forzados a descifrar los inagotables códigos que propone “el artista”, obligándonos a ejercitar ese “don” según el cual, y respondiendo a lo que plantea Platón, ejecutamos la cualidad que nos convierte en seres humanos, y que consiste en elegir el camino del alma, que nos conduce hacia el ámbito de lo inteligible, como única alternativa para participar “en el guión” de nuestro propio, y singular destino.
Big Fish es un regalo, que lleva al público a evocar aquellas historias que se conjeturan, o se escuchan, y perduran como propias en el recuerdo.
Historias que se saben inventadas, pero que suponen el reencuentro con la fantasía, el alimento infantil que hace mantener la ilusión.
Big Fish es una fábula sobre la vida, y la abnegación en el amor, sobre la amistad y el espíritu de servicio.
Una odisea emocional en la relación padre/hijo y una defensa de la fidelidad matrimonial.
Una manera inteligente, y con su dosis de humor para diseccionar una sociedad sin alegría, ni horizontes espirituales.
Una bocanada de aire fresco, de humanismo y optimismo, que se presenta como una manera amable de entender la existencia, abiertos a la magia del amor, también a la trascendencia, sin los tintes trágicos, ni fatalistas de tantas otras películas de la temporada.
El poder de las historias, de los relatos, del arte, que dan la inmortalidad, una inmortalidad representada en ese eterno pez, que como Jesucristo, siempre vivirá en esos cuentos, que van pasando de generación en generación.

“That was my father's final joke, I guess.
The man tells his stories so many times that he becomes the stories.
They live on after him.
And in that way, he becomes immortal”



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