El Infierno

“1810 – 2010”

El 16 de septiembre de 2010, se cumplieron 200 años de La Independencia de México, a su vez, el 21 de noviembre de 2010, fue El Centenario del inicio de La Revolución Mexicana, todo estuvo preparado para la mayor fiesta en la historia del país.
La pregunta obligada en este caso es:
¿Hubo algo por lo que celebrar?
Ya no es La Insurgencia de 1810 en busca “supuestamente” de independencia, o La Revolución del despropósito de 1910, que no resolvió nada, ahora es La Guerra del Narco de 2010, que desangra a México.
Por si alguien a estas alturas no lo sabe, ese fue el año del famoso “Bicentenario”
Los medios de comunicación “bombardearon” con “spots” para recordar a los héroes que dieron patria y libertad, los festejos que se avecinaron, lo “maravilloso” que las cosas andan en el país, y de la “dicha” del ser mexicano.
Todo esto suena muy bonito, y en verdad lo sería, si no fuera porque la realidad del país, dista mucho de ser la que han querido vender.
La Guerra Contra El Narcotráfico, o Lucha Contra La Delincuencia Organizada en México, es un conflicto interno que enfrenta el Estado Mexicano contra las bandas que controlan diversas actividades ilegales, principalmente el tráfico ilegal de drogas.
Esta situación, comenzó desde los tiempos de Rafael Caro Quintero y Miguel Ángel Félix Gallardo, allá por 1984; pero no fue hasta el 11 de diciembre de 2006, cuando El Gobierno Federal anunció, un operativo en contra el crimen organizado en El Estado de Michoacán, donde a lo largo de 2006, se había contabilizado cerca de 500 asesinatos de miembros de los cárteles del narcotráfico.
Para enfrentarlos, El Gobierno Mexicano ha privilegiado el uso de Las Fuerzas Armadas.
Desde el inicio del conflicto, se ha movilizado a La Policía Federal en compañía de los cuerpos de seguridad de cada entidad federativa, y de diversos municipios.
A ellos se han sumado El Ejército y La Marina.
De acuerdo con datos de La Secretaría de Seguridad Pública federal, hasta marzo de 2010, se había detenido a 121,199 personas, a las cuales se ha vinculado con grupos del crimen organizado.
Los grupos más afectados por las detenciones, son Los Cárteles del Golfo y Los Zetas.
Muchos de los detenidos no han recibido sentencia aún.
Entre diciembre de 2006, y enero de 2012, se estima que han muerto alrededor de 60 mil personas por:
Vía de ejecuciones, enfrentamientos entre bandas rivales, y agresiones a la autoridad.
Este número, comprende tanto a narcotraficantes, como efectivos de los cuerpos de seguridad y civiles, entre los civiles se cuenta a:
Periodistas, defensores de derechos humanos, y personas sin identidad o bien, no reconocidas, que son ejecutadas por los carteles.
Algunas fuentes, hacen estimaciones diferentes, y llegan a contabilizar hasta 150 mil muertos.
En relación con el asesinato de personas sin relación con actividades delictivas, que son llamadas “daños colaterales” por el gobierno, diversas organizaciones han llamado la atención, al hecho de que se desconoce con precisión el número de ellas, prácticamente es muy bajo.
Por otra parte, en diversos sectores del país, se ha observado un incremento en los indicadores de incidencia del delito.
Juárez se ha convertido, en la ciudad más insegura del mundo, donde se cometieron más asesinatos que en todo el territorio de Afganistán en el año 2009.
Esto contrasta con el dato, de que la ciudad fronteriza, es uno de los puntos a donde se ha enviado un mayor número de elementos de seguridad.
Por otra parte, los asesinatos entre miembros de los cárteles, han ocupado un espacio muy importante en los medios de comunicación, a los que el gobierno federal ha acusado de presentar una visión sesgada del conflicto.
En ese panorama, el ex-presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, ha hecho numerosos llamados a “hablar bien de México”, aunque numerosos periodistas y miembros de algunos partidos políticos, han criticado esta postura, al considerar que el problema de la violencia, no es simplemente de percepción, o que es un intento de coartar la libertad de expresión.
El 20 de mayo de 2010, el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa, durante una gira de trabajo a Estados Unidos, dio un discurso ante su congreso, criticando las leyes internas del país, y pidiendo detener el flujo de armas a México, eso le valió los aplausos de la mayoría de los asistentes, sin embargo, otros como el senador John McCain, criticaron al presidente mexicano por inmiscuirse en leyes que solo les pertenecen a ellos, y le decepcionó dijo, por haber utilizado el foro estadounidense como el congreso para hacerlo.
Los mexicanos tienen el derecho constitucional a poseer armas de fuego, pero su compra en la única tienda legal de armas en la Ciudad de México, controlado por el Ejército, es extensamente controlada.
Cárteles de La Droga, contrabandean armas de fuego a través de las fronteras de EEUU o Guatemala, o por mar, o roban algunas del ejército de los EEUU.
En consecuencia, en el mercado negro, las armas de fuego están ampliamente disponibles.
Y es que los crímenes ligados al narcotráfico, hacen a varios estados del país, figurar entre los más violentos a nivel mundial.
Además, México está considerado, entre los primeros países más violentos y peligrosos del planeta, situación que ya se ha vuelto reflejada y patente en los medios de comunicación nacionales, y del extranjero, recomendándose altamente en muchos países, el evitar viajar a México, reviviendo el género cinematográfico de antaño de las “narco películas” producidas principalmente por los hermanos Almada, donde Televisión Azteca, a través de su sistema HI-TV, transmite en el canal TVMEX constantemente, películas de “video homes” de nulo éxito, donde la temática principal es el narcotráfico, títulos como:
“Narcos y Perros”, “Caifanes de Tepito”, etc., son mostradas reiterativamente.
Los narcocorridos, por su parte, y la cultura dedicada a exacerbar dichas actividades, muestran a un “México Bárbaro” atrayendo a jóvenes y mujeres, a entrar al mundo del narcótico, principalmente narcomenudeo, a fin de hacerles sentir, “cierto grado de poder” gracias a la posesión de armas de fuego y dinero, esto ante la pobreza e ignorancia de muchas personas, y la impunidad de la justicia mexicana.
Así, desde comienzos del 2005, empezaron a aparecer en paredes, cartulinas, puentes, y pintados, sobre cadáveres de personas ejecutadas por el crimen organizado los llamados “narco mensajes” y “narco mantas”, éstos con el propósito de amedrentar a quienes van dirigidos.
De hecho, el 15 de septiembre de 2008, durante las celebraciones patrias de México, en la plaza central de Morelia, en Michoacán, ante cientos de asistentes a los festejos, fueron lanzadas varias granadas en un ataque contra la población, esto se dice, por apoyar al gobierno en contra del narcotráfico, resultando hasta 9 personas muertas, y 132 heridos.
El ataque fue catalogado por primera vez, por el gobierno de los Estados Unidos, como un ataque narcoterrorista, donde opera “La Familia Michoacana”, siendo el primer precedente del terrorismo del narcotráfico en México.
A principios de febrero de 2010, ocurrió una matanza de jóvenes en la ciudad fronteriza mexicana de Juárez, en Chihuahua, a cargo de sicarios, donde fallecieron 13 adolescentes, supuestamente vinculados con la pandilla llamada, “Los Artistas Asesinos” sin embargo, posteriormente se determinó que eran estudiantes de secundaria, sin vínculos al narcotráfico...
El 24 de agosto, un migrante ecuatoriano malherido, solicitó apoyo a un puesto carretero de la marina, acudiendo al llamado, en medio de un enfrentamiento armado entre fuerzas del orden y criminales cerca de un rancho tamaulipeco, se hallaron por la Armada de México, a 72 cadáveres que según el testimonio del sobreviviente ecuatoriano, se trataba de migrantes de Centro y Sudamérica.
El autobús en el que viajaban a Estados Unidos fue emboscado por Los Zetas, quienes pretendían reclutarlos como sicarios, negándose a ello, uno a uno fueron asesinados, se trató de 58 hombres y 14 mujeres, presuntamente originarios de El Salvador, Honduras, Brasil y Ecuador.
La masacre recibió la condena enérgica de los países de donde eran procedentes, El Departamento de los Estados Unidos lo calificó como “tragedia” y el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa, como “bestias y locos”
El inmigrante que regresa a México, tal fuera viajero del tiempo, se encuentra con un México igual o peor que el que dejó hace años, pero este México ha perdido la inocencia, se ha retorcido entre el estiércol, a desollado a la marrana, y se la ha tragado cruda.
El narco corrompe todo lo que toca, como si tuviera en su droga, en sus armas, y en su dinero, un oscuro karma, una intrínseca descomposición.
Es un Rey Midas Moderno, cuyo oro es la pérdida absoluta de la ética, y de la estética, la cual se vuelve la caricatura del glamur.
“Me cae que esta vida, y no chingaderas, es el cabrón infierno”
El Infierno es una película mexicana de comedia, con tintes dramáticos, escrita, producida y dirigida por Luis Estrada, en el año 2010.
Protagonizada por Damián Alcázar, Joaquín Cosio, Elizabeth Cervantes, Ernesto Gómez Cruz, María Rojo, Jorge Zárate, Daniel Giménez Cacho, Salvador Sánchez, Dagoberto Gama, Isela Vega, Alejandro Calva, Christian Ferrer, José Sefami, Emilio Guerrero, Daniel Martínez, Mauricio Isaac, Edwarda Gurrola, Angelina Peláez, Zaide Silvia Gutiérrez, Silverio Palacios, Mario Almada, Gerardo Taracena, Tony Daltón, Carlos Cobos, Gabino Rodríguez, Álex Perea, Tenoch Huerta, entre otros.
El guión es de Luis Estrada, junto con Jaime Sampietro.
Ante todo, hay que tener en cuenta, que El Infierno pertenece a un subgénero lírico llamado “sátira”, el cual hace uso de la farsa, la ironía, y el sarcasmo, como herramientas para atacar una realidad que el autor desaprueba.
Es por eso, que no hay que pensar que el crimen organizado mexicano, es así de divertido, no; Luis Estrada exagera y se burla de unos personajes que representan una realidad muy difícil, por la cual está pasando México, la cual se ha venido gestando a lo largo de décadas, hasta que ha explotado en años recientes.
La violencia, el cinismo, el estilo de vida, y la corrupción representadas en El Infierno, nos pueden parecer hilarantes y divertidas, pero cuando vives una situación como esa en carne propia, la cosa no es de risa.
El Infierno trata de manera satírica, la problemática actual del narcotráfico y crimen organizado en México; y se estrenó, poco antes de las celebraciones del Bicentenario de La Independencia de México.
El Infierno mezcla acción brutal, la que rige a las mafias del narcotráfico, con bastante de ironía y humor rancio.
Pero eso no es todo, también hay de fondo, un trasfondo crítico social, hacia la corrupción policial, a la connivencia entre policías y narcotraficantes, a la ineptitud y al desentendimiento de los gobernantes y políticos, que nada hacen por la pobreza y la inseguridad que dominan las calles, a la desigualdad, y sobre todo, a la falta de oportunidades para los jóvenes, que quieren dedicarse al trabajo honrado que engrandece y dignifica a un país.
Claro que El Infierno es un tanto exagerado, pero ello no va en desmedro de la verosimilitud del relato, el cual incentiva al espectador, a realizar un ejercicio reflexivo, acerca de los temas antes mencionados.
Lo que caracteriza a El Infierno, es la crudeza de las situaciones, las cuales son expuestas en pantalla sin anestesia al espectador, como para dejar bien en claro los mensajes críticos que se quieren dejar acerca de la triste y desalentadora realidad social que se denuncia.
El Infierno se rodó entre noviembre 01 y el 19 de diciembre de 2009, principalmente en San Luis Potosí, y La Ciudad de México, siendo la película más taquillera de las cintas producidas a propósito del Bicentenario de La Independencia de México, a pesar de tener una Clasificación C - Solo Adultos.
Almidonada por una capa de comedia, porque sólo así es soportable, El Infierno muestra como el narco corrompe todo lo que toca.
En realidad, El Infierno debería de ser tan deprimente y abismalmente conmovedora, como una de esas películas del holocausto, pero suavizada por el folclor de la mexicanidad, por su estoicismo, por la caricatura tan entrañable e inevitable de la sociedad mexicana, El Infierno es divertida, es una carcajada más que un plomazo en la sien.
El guión tiene como personaje central al “Benny”, un jornalero mexicano que regresa de “El Sueño Americano” al México del que salió porque estaba mal, pero que ahora encuentra peor:
Crisis, desempleo, muerte, corrupción, narcotráfico, en fin:
Violencia.
Y es que, si bien El Infierno no asoma más de lo que puede uno saber a través de la prensa y los medios, el retrato del narco es hiperreal, y está narrado con el tono inteligente de la comedia.
La eficacia del discurso, se hace entonces total, no hay otro modo de acercarse a tan trágica realidad, porque el impacto sería insoportable de digerir.
En El Infierno no hay nada que quede por fuera, ni fuera de lugar:
Miseria, aspiraciones, corrupción por parte de la Iglesia, El Estado, los programas de protección a testigos, la policía, el Ejército, los gringos que venden armas, y la descomposición instalada en todo el tejido social.
Tomando como ejemplo, el buen cine sobre la mafia de maestros como Coppola o Scorsese, Estrada elaboró una interesante trama, que adapta las constantes de este género a la realidad del México actual.
Como parte de las cintas que se promueven, y fueron producidas, en base a los festejos del Bicentenario en México, resulta hasta increíble, como se ha invertido el dinero en esta producción, apoyada por varios sectores gubernamentales, cuando la crítica audaz y certera, se lleva entre las patas, y pone en tela de juicio, las relaciones entre el Gobierno y el narco, cuando además, se nos plantea un país corrompido por la violencia, donde las autoridades apenas asoman las narices.
En El Infierno, con una crítica frontal, pero sin dejar de ser irónico, Luis Estrada expresa el impacto de la “narco guerra” en los ciudadanos.
En una combinación de personajes simples y complejos, Luis Estrada, nos invita a  reflexionar, sobre lo feo que se va a poner el futuro, si no logramos salir de este infierno, que es la realidad.
El tinte que barniza El Infierno, ya dijimos, es la comedia.
Como en sus otras películas, Estrada le ha dado la dosis ideal de farsa y exageración, de estereotipos, y situaciones inusuales, para producir risa en el espectador.
Lamentablemente, el público no está preparado aún, para reír de estas burlas.
La gente ríe por nervios, por compromiso, quizá por necesidad de expresar algo.
Todo lo que parece gracioso, lo es de un modo irónico, pero vivimos tan inmersos en este mundo, que más de uno saldrá con un nudo en el estómago.
Obviamente, El Infierno no gustó a las autoridades gubernamentales, ni a la iglesia, ni a los narcos, hubo presiones y amenazas, para que se retirara de las salas de proyección.
Aún así, fue todo un éxito en México, siendo el film más visto en el 2010, el año del Bicentenario de La Independencia de México, irónico.
Y es que además de ser El Infierno una buena película, con un redondo y amarrado guión, hecho a 2 manos por el propio Estrada y Jaime Sampietro, cuenta con excelentes actuaciones, impecable trabajo de producción, dirección, fotografía, sonido, edición, vestuario, dirección de arte hiperreal, musicalización genuina, y fidedigna, etc.; El Infierno se erige, a mi juicio, en una importante reflexión socio-histórica, marcada por un profundo nihilismo respecto a la actualidad y futuro mexicano, y porque no, Latinoamericano de rebote.
Como dato, Luis Estrada, poseedor de unos huevos de acero, porque literalmente se juega la vida con su cine, siendo fiel a sus principios y militancia, declinó la postulación de El Infierno al Oscar, delegándola a “Biutiful”, filme de su compatriota Alejandro González Iñárritu; y ha preferido postularla para Los Goya españoles.
Después de todo, y como conclusión personal, creo que el cineasta rechaza concursar, ante una instancia que pertenece al principal beneficiario de la guerra “contra” el narco:
Los Estados Unidos.
Como bien dicen por allí:
“Mientras México pone los muertos, los gringos se llevan la lana”
Y es que en los países en los que el problema no es grave, como Estados Unidos o Francia, crean un cine que mitifica a los gánsteres, como por ejemplo “The Godfather” (1972)
Hace poco, el director Jacques Audiard, declaraba en referencia al Goya a La Mejor Película Europea:
“Que me gane “Das Weiße Band”, de acuerdo, porque Michael Haneke y yo, luchamos por ir más allá con nuestro trabajo.
Pero que sea “The Kings Speech”…”
Me chocaron mucho estas palabras.
No por la falta de modestia, o el mal perder, sino por reivindicar un cine que se cree intelectualmente superior, cuando uno de sus principales logros es deshumanizar a la sociedad.
Así las cosas, El Infierno se trata sin duda, de una de las mejores películas mexicanas de los últimos años, y que seguramente se convertirá en referencia obligada, para las futuras generaciones que quieran conocer y entender que pasaba en México a principios del siglo XXI.
La soledad en El Infierno es abrumadora, en esa farsa de estructura social, en el que narco, policía y gobierno penden del mismo anzuelo.
¿Quién se salva?
Se podría decir que es un espejo de la actualidad, a cerca de la realidad que se vive en México, que explica que el narcotráfico está controlando al gobierno, ya no hay en quien confiar, y la muerte se ve como algo de la vida cotidiana, es como el día a día.
Esto se lleva a cabo, en una de las fronteras de México con los Estados unidos, un lugar donde no existen las posibilidades de encontrar trabajo, y la única manera de sobrevivir, es por medio del narcotráfico, quienes comienzan la guerra en el narcotráfico, son los 2 principales y más grandes narcotraficantes, mejor conocidos como Los Reyes, Don José Reyes y Francisco Reyes, a causa de la herencia que le deja su padre a uno de ellos, estos comienzan a matar a su gente.
Cuando matan al hijo de José Reyes, este ofrece una jugosa recompensa de $200 mil a cambio de la cabeza de cada uno de los asesinos, y $100 mil mas, a cambio de la cabeza de su hermano.
Con ese marco, la historia comienza cuando Benjamín García “El Benny” (Damián Alcázar), se despide de su mamá y su hermano menor, para migrar a los EEUU.
Transcurren 20 años, El Benny, es deportado de Estados Unidos, y al regresar a su pueblo, ahora llamado San Miguel “Narcángel” encuentra un panorama desolador.
La violencia irracional, la corrupción generalizada, y la crisis económica que azotan al país, han devastado por completo al lugar.
El Benny, sin otras opciones, y para ayudar a su familia a salir adelante, se involucra en el negocio del narco, en el que tiene por primera vez en su vida, una fulgurante prosperidad llena de dinero, mujeres y violencia, pero al final descubrirá en carne propia, que el tentador camino de la vida criminal, no siempre paga lo que promete.
Benjamín es un personaje, del cual no sabemos realmente qué le pasó al otro lado de la frontera, sólo sabemos que no llamó, ni escribió una sola vez a su familia, quizás estuvo en la cárcel, y que fue finalmente deportado.
Sin ilusiones, y con los sueños rotos, Benjamín sólo desea reencontrarse con su madre (Angelina Peláez) y su hermano menor (Tenoch Huerta)
Pero al llegar, descubre que tras 20 años, las cosas están mucho peor.
Nada más emprender su viaje de regreso dentro de México, Benjamín es asaltado en el autobús que lo lleva a su pueblo.
Acto seguido, es registrado en un control militar, y los militares se quedan con el dinero oculto en los calzoncillos, que los asaltantes no habían descubierto.
Así es la realidad que nos presenta El Infierno.
Un infierno de violencia y corrupción.
El descubrimiento de que su hermano o “carnal” acabó siendo un peligroso narco apodado “El Diablo” que fue salvajemente asesinado, y la existencia de un sobrino Benjamín “El Diablito” García (Christian Ferrer) harán que Benito decida cuidar de lo que queda de su familia.
Benjamín decide evitar a toda costa, que su sobrino siga los pasos de su progenitor, pero el único modo de evitarlo, es entrar al servicio del narco.
Paradojas del destino…
Sus intenciones son buenas, pero como bien dice:
“En México no se hace lo que uno quiere, sino lo que se puede”
Benjamín deberá pagar una cuantiosa cantidad, para evitar que su sobrino vaya a prisión, probablemente todo sea una artimaña, para forzarle a entrar al servicio del patrón, Don José Reyes (Ernesto Gómez Cruz)
Benjamín pasará a llamarse “El Benny” y empezará a vivir esa vida de chantajes, lujo y violencia, propia de los narcos, y que es alabada en los narco corridos.
La única manera de sobrevivir, parece ser entrando en el peligroso negocio del narcotráfico.
No hay otra salida.
Incluso, su mejor amigo de la juventud, es ahora un peligroso narco, El Cochiloco (ENORME Joaquín Cosio), un personaje digno del mejor cine de gánster.
En el transcurso de El Infierno, se aprecian escenas realmente llenas de violencia, gracias a la guerra que tenían los hermanos Reyes, aquí en esta guerra, Francisco Reyes (el mismo Ernesto Gómez Cruz) manda a matar al hijo de don José Reyes, alias “El J.R.” (Mauricio Isaac), aparentemente homosexual; en este momento, don José Reyes se llena de rabia, y mata al Cochiloco, que era el encargado de cuidar a su hijo, también da la orden de matar a todos los que trabajan para su hermano, sin importar quien fuera, y al ver que sus hombres no podían cumplir con el trabajo, manda a traer a especialistas en esto de la matanza, unos ex militares.
Entre la lista de los que tenían que matar, se encuentra el sobrino del Benny, ya que el dijo donde podían encontrar al hijo de don José Reyes; al enterarse de esto, El Benny decide mandar a su sobrino a los Estados Unidos, para que se escondiera, y así poder salvarle la vida.
En este momento, cabe la duda, de si “El Diablito” hacía favores sexuales a “El J.R.” ya que en un momento dado, cuando encuentran el cadáver de este último, uno de los sicarios dice que al J.R. le gustaban tiernitos, y pues cabe la cuestión si bien, como se cuenta que el papá de este, se acostó con Doña Mary Reyes (María Rojo), siendo este el motivo de la muerte de “El Diablo”, puede ser que don José quiera matar al Diablito también; esto es una mera suposición, ya que no está del todo claro los motivos de la huída del Diablito.
Pero don José Reyes no se queda de brazos cruzados, y manda a matar a su madre, quien ya sostenía una relación con Benny.
Benjamín al ver que el asunto se estaba poniendo fuerte, fue con el jefe de la comisaria, a declarar en contra de don José Reyes, pero se lleva la sorpresa, de que éste sostenía negocios con don José Reyes, y estos se encargan de darle una golpiza y entregarlo a don José Reyes, para que este lo terminara de matar, pero ya cuando lo llevaban con don José, El Benny les ofrece dinero para que lo liberen.
Al final de El Infierno, Benny realiza una balacera a don José Reyes, por intentar matar al Diablito y por asesinar a su cuñada/amante, sin embargo, no todo sale como él lo planea, ya que termina muerto, y El Diablito jura sobre su tumba, venganza en memoria de su padre, madre y tío.
El onírico final, deja a las claras la intención de El Infierno, tanto el poder político, como el militar, y como el religioso, están bajo el dominio de los narcos.
Quizás la última parte sea una ensoñación, o un final alternativo, pero el mensaje queda claro, y de ahí que se incluyera en el metraje final.
¿Lo anterior les suena familiar?
Tan sólo es la historia de miles de connacionales, que por falta de oportunidades, se ven forzados muchos mexicanos, a cruzar la frontera, o volverse narcotraficantes.
Luis Estrada, a quien seguramente van a tachar de ser el enemigo público número uno del momento, conoce a la perfección a su público, y lo demuestra con uno de los mejores guiones que el cine mexicano ha visto en su historia.
¿A qué me refiero?
Pues a que todo lo que va sucediendo a lo largo de El Infierno, está diseñado de tal forma, que causa en el espectador, la reacción esperada en el momento esperado.
La primera parte de El Infierno, explota el estereotipo del narcotraficante, en una combinación de parodia y humor negro.
Lo grandioso viene después, pues justo cuando el espectador ya está metido en la trama, El Infierno deja completamente de lado la comedia, y comienza a presentarnos la realidad, a la que la gente de estas comunidades debe enfrentarse día con día, esa de la que todos los demás, tan sólo escuchamos de lejos, por supuesto manipulada, en algún noticiero.
En este punto, ya no hay risas, y observamos atentos y horrorizados a las imágenes que se nos presentan, pues como dicen por ahí:
“La verdad no peca, pero incomoda”
El Infierno vende lo que anuncia, y lo vende de una manera excelsa, sin que por ello no deje de resultar hasta apológicamente violenta.
El uso desmedido de la violencia, el lenguaje explícito, y el contenido sexual, sin embargo, no son más que parte de una realidad que de no estar plasmada en una cinta con estos tintes, francamente diríamos, que esa no es nuestra realidad.
Realmente resulta increíble, que la realidad del México actual sea esta; pero como simples espectadores, no podemos más que reírnos de ella.
En El Infierno, la gente es infeliz, el pueblo sufre, vive temeroso, nadie es dueño de su vida, y deben ver y vivir sus peores miedos hechos realidad; en México, pasa exactamente igual.
En El Infierno, y en el país, se vive una ola de violencia inimaginable:
Corrupción, trampas, mentiras, venganza, impulsividad, supervivencia, y con esto, la impunidad, y la desconfianza ante todo.
Este vacío, en el que parece que todo lo que puede suceder a nuestro alrededor, gira en torno a nuestras peores pesadillas, y en donde nada es lo que parece, se refleja en la desolación del pueblo, en el que se desarrolla la historia:
Un lugar lleno de tierra, y despojado de toda esperanza.
Es un lugar inhóspito, alejado de todo y todos, excepto de aquellos que tienen que permanecer ahí para sobrevivir.
El pueblo es una sinécdoque de lo que está sucediendo a lo largo y ancho del territorio nacional mexicano, y como no, una vez más, latinoamericano por rebote.
Aunque un poco larga, la pesadez de El Infierno no llega jamás, y el reparto es una de esas pocas articulaciones de casting, que tan buen resultado han dado en pantalla, de una forma total; o los actores que se ven beneficiados desde luego con el magistral guión lleno de un perfecto” timing” y ritmo de Jaime Sampietro y el propio Estrada.
“Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”
Más allá de la fachada del humor, El Infierno es una profunda crítica que muestra, cómo todo lo que toca el narco lo corrompe, y cómo la realidad mexicana se encuentra en peligro de convertirse en una caricatura.
Todos los actores están muy bien.
Especialmente me quedo con Joaquín Cosio y con Damián Alcázar, excelente en su recreación de las contradicciones de El Benny, y Joaquín Cosio como El Cochiloco.
También cabe destacar, la breve pero demoledora intervención, de uno de mis actores favoritos, Daniel Giménez Cacho.
Como en toda buena película de cine negro, debe haber una “femme fatale” que lleve de cabeza a nuestro protagonista.
En esta ocasión, es una prostituta y madre del sobrino del Benny, interpretada por Elizabeth Cervantes.
Pero en El Infierno hay 2 tipos personajes:
Simples y complejos.
Los personajes simples son víctimas de su destino, y actúan bajo una o dos dimensiones: económica, social u otra.
Los personajes simples son:
El sacerdote, Los Reyes, las putas, los policías y algunos miembros del narco.
Los personajes complejos, son aquellos personajes cercanos al individuo, son víctimas y culpables.
Son personajes que tienen contradicciones, y son responsables de su destino.
Cuando van a tomar una decisión, pesan y evalúan sus dimensiones.
¿Qué son dimensiones?
Las características humanas que nos hace ser distintos unos con otros.
El individuo tiene diversas características o dimensiones:
Económicas, sociales, políticas, sexuales, religiosas, éticas, culturales, psicológicas, etc., que lo hace distinto a otro.
En El Infierno existen 2 personajes complejos:
Benny interpretado por Damián Alcázar, y El Cochiloco interpretado por Joaquín Cosio.
El ENORME actor Joaquín Cosio hace un diseño mental, emocional, y gestual, para que dar vida a El Cochiloco, y no sólo eso, sino que provoca que el espectador comprenda la vida de un narco.
Si analizamos cualquier secuencia, veremos que El Cochiloco siempre se verá afectado en sus dimensiones.
Especialmente cuando matar significa sobrevivir, o proteger a su familia.
Describiré brevemente, algunas de las dimensiones que toca El Infierno, y que afectan directamente a El Cochiloco:
 Económicas:
Se dedica al narco porque no tiene otra manera de ganarse la vida, y mantener a sus 5 hijos.
Sociales:
Hay una red social de corrupción, que le permiten trabajar con total impunidad.
Políticas:
En todos los niveles de política hay reglas.
Los narcos también tienen su política:
Honestidad y el silencio, es decir “no ser soplón”
Éticas:
La única ética es salvarse a uno mismo.
Morales:
No hay moral.
Todos obedecen órdenes de su jefe inmediato.
Religiosas:
Los sacerdotes tienen un vínculo divino con un Dios llamado “Dinero”
Familiares:
La única debilidad de un narco es perder a un ser querido.
De ahí que El Cochiloco reaccione a sus dimensiones, en su manera de expresarse.
En suma, su trabajo actoral está instalado en un paradigma complejo.
El Cochiloco es un narco, pero al mismo tiempo, es un ser humano en todas sus dimensiones, y éste es uno de los valores más importantes de El Infierno, gracias a la invención de Luis Estrada, y a la recreación de Joaquín Cosio.
A través de personajes como El Cochiloco, El infierno nos muestra las raíces de la violencia, y el horror que se está viviendo en México.
El infierno es un implacable y necesario espejo, que necesitamos ver, porque descifra quiénes somos y hacia dónde vamos.
En El Infierno nadie tiene ningún asomo de ética; los personajes pueden ser agradables, bastante simpáticos, pero cada uno de ellos antepone sus intereses personales, en algún momento, a los de “sus seres queridos” o al menos, negocia sus emociones a cambio de dinero.
Todas las relaciones, también las afectivas, postula el narco-capitalismo, son negociables.
Quizás más profundo que el problema del narco, es el problema de la pobreza, y en general, del sistema económico que se vuelve una especie de religión secular, donde el dios inclemente, como se insinúa en el billete de un dólar, es el dinero.
Otro logro de El Infierno, es su acertado esbozo de la “narco cultura”, desde la construcción del narcotraficante hasta lo “narco kitsch”
Las lujosas pistolas con incrustaciones de oro y piedras preciosas, bautizadas con agua bendita a cambio de una “narco limosna”, y hasta un sicario disolviendo cadáveres, son elementos tomados de la realidad mexicana.
Cualquiera podría revisar los periódicos, y entender que aquí no hay nada inventado.
Narcocorridos y fastuosos mausoleos, hechos a la medida de grandes capos, o sicarios legendarios; sombreros dignos de magnate petrolero tejano, toscas hebillas “bling bling” y botas con puntas de plata; grandes lentes de diseñador, gruesas cadenas de oro, y dijes de cuerno de chivo; trocas, pisto, drogas, y morras… todo está presente en El Infierno, y todo es real.
La violencia excesiva utilizada por Estrada, que podría parecer innecesaria, y es una muestra del descaro con el que suceden las cosas en la vida real.
Es una llamada de atención hacia el espectador, que quizá genere en él, una conciencia de que suceden cosas, que ya no son sólo chismes, chistes, o notas de primera plana de un periódico; por el contrario, son situaciones que exceden el simple hecho de escucharlas mencionadas “por ahí”
La presencia de la violencia explícita en algunas secuencias, es precisamente la forma que el director ocupa, para evidenciar aquello que todos saben.
El tratamiento del personaje principal y los secundarios, es digno del mejor Scorsese, y opino que El Infierno no desmerece demasiado de los clásicos del género, perpetrados por sus vecinos gringos del norte de los Estados Unidos, para que no quepa duda.
Ocurre que el ser humano, es igual en todas partes, y en todas las épocas:
Es egoísta, violento, y fácilmente sobornable.
Estrada incluye elementos propios de su tierra, como los “narcocorridos”, el gusto por las enormes sepulturas, la religión, etc.
Especialmente curiosa, es la escena en la que un cura bendice las armas de los protagonistas, ni Coppola podría haber reflejado mejor, la paradójica unión de religión y violencia .
Es de notar, las fotos del capo Reyes con Fox y Martita Sahagún, con Salinas y ¡con El Papa!
Impagable es la escena del grito, que Reyes, ya Presidente Municipal, dice:
“Viva la Corredora de Querétaro”
“Viva San Miguel de Allende”
Como dato curioso, La Familia Reyes es una sátira de La Sagrada Familia; puesto que el padre se llama José, la madre se llama María, y el hijo se llama Jesús.
El hecho de que los miembros de la familia del clan de los Reyes, se llamen como La Sagrada Familia, no deja de ser un ejemplo del estrecho vínculo entre religión y narcotráfico.
Estrada tiñó todo El Infierno, de un humor negro-negrísimo, y una fina ironía que lo hacen muy disfrutable.
Vemos en una escena, la oficina de un agente de policía encargado de resolver el asesinato de un federal.
En la pared, la fotografía de Felipe Calderón, por entonces Presidente de México.
Y se escucha la siguiente frase:
“La política de nuestro Sr. Presidente, es convertir a México es un país de soplones”
En una escena, muy al inicio, donde unos jovencillos despojan a un recién balaceado de sus pertenencias, una señora dice proféticamente:
“Igualito van a acabar”
Quizá sea el mensaje más contundente, y terrible de El Infierno, y es que la juventud mexicana enfrenta un sombrío panorama, y con ellos, el país entero.
El Infierno no solamente habla de la falta de condiciones propicias para el desarrollo de esta generación, sino que deja ver un futuro, en donde no hay esperanza, y el crimen pareciera ser la única salida a la mano de miles y miles de jóvenes.
Cuando el protagonista le pregunta a su sobrino,
¿Qué quiere ser de grande?
Éste responde sin titubear, que quiere ser “un chingón” como su “apá”, siendo que el “apá” era un temible sicario.
Otro ejemplo, es un jovencillo que se aproxima a Benny, y le ofrece sus servicios por si algún día se le ofrece “un asistente chingón y machín” para las faenas propias del narco.
Y así, telenovelas, videos musicales, revistas, anuncios espectaculares… el bombardeo de la mercadotecnia, hace que casi toda la sociedad aspire a patrones de consumo, que sólo unos pocos pueden costear.
Por otro lado, las apologías al crimen organizado, los narcocorridos, y en general la vida de lujos que pone a la mano el narcotráfico, son alicientes para que un joven pueda conectar sus aspiraciones con sus posibilidades.
No es casualidad, que un jovencito desposeído, sólo encuentre en el crimen, el camino para hacerse de buena ropa y una “troca”, para entrar a un antro sin ser discriminado por el cadenero, para pagar las botellas, y tener acceso a mujeres atractivas.
Además, se piensa que los niños y jóvenes que caen en las redes del crimen organizado, carecieron de una guía parental.
Sin embargo, El Infierno también toca acertadamente, el rol de las mujeres, las educadoras, quienes muchas veces son las que mantienen la cultura del narco.
La mamá de Benny sabe que a su otro hijo “lo mataron peor que a un perro” por andar “en malos pasos” pero cuando Benny le lleva regalos, ella se hace de la vista gorda, olvida que el narco es un mundo peligroso, y moralmente cuestionable.
La mujer de Benny, también le advierte que no se vaya a meter en el narco, pero cuando él ya está adentro, cuando ella goza de los lujos que el dinero le da, le dice que tiene que aguantar…
Igualmente, ella es incapaz de alejar a su hijo “El Diablito” de la mala vida, porque al aceptar el dinero del Benny, acepta de facto, al crimen como una forma legítima de ganarse la vida.
La escena en la que Benny y El Cochiloco le compran armas a un traficante estadounidense, es una clara referencia, de cómo consiguen armas los grupos delictivos, comprándolas en la frontera con Estados Unidos.
Interesante, también me parece rescatar a Don Rogaciano (Salvador Sánchez) el viejo mecánico, Padrino del Benny, aguantando, pero no arriesgando ni vida ni alma por el mal camino.
Como dato curioso, vemos en la tumba del Benny, se puede apreciar que murió el 27 de Septiembre, mismo día en el que se consumó La Independencia de México…
¿Uh?
Lo malo de todo El Infierno es que nunca vi al perro de la portada afiche comercial del film…
¿O es ese El Cochiloco?
El largometraje de 145 minutos, retrata un amplio segmento del México real, un país donde gran parte de la población, no obtuvo patria con La Independencia ni justicia con La Revolución.
Muchos de los cánceres que aquejan al país, están representados, algunos someramente, y otros con bastedad, en El Infierno:
La pobreza y la desigualdad social; la creciente expulsión de migrantes al país vecino del norte; el subdesarrollo en gran parte del territorio nacional; la vinculación del narcotráfico con el gobierno, y otras estructuras de poder, como la Iglesia; el tráfico de armas desde los Estados Unidos; la violencia de la guerra contra el narcotráfico, el México rojo; la corrupción e impunidad en los 3 niveles de gobierno; el dinero del narco en las campañas electorales, y la “narco política”; la diversificación de las actividades de los grupos criminales; la movilidad de elementos de las fuerzas policiacas y militares, a las filas del crimen organizado y viceversa; la falta de oportunidades para los jóvenes, y su fácil ingreso al mundo criminal; la descomposición del tejido social; y hasta el problema de los intermediarios en el campo mexicano, en este caso, el destinado a cultivar marihuana:
“El verdadero tesoro de la Sierra Madre” que mantienen en la pobreza a los pequeños agricultores.
Sin embargo, El Infierno es también una crítica a la cultura mexicana, al individuo, al ciudadano que contribuye con su granito de arena, a la gran podredumbre nacional.
Queda ejemplificados, cómo los individuos, directa o indirectamente ligados al crimen, pueden ser seducidos y corrompidos por el confort y los placeres que trae el dinero fácil, el poder que se gana a punta de pistola.
La sensación de doble moral que se observa, al notar el fenómeno de la censura de El Infierno, es la misma que se percibe durante toda el metraje:
Con momentos fílmicos en los que un hombre es capaz de matar a su propio hermano, y luego rezar un “Padre Nuestro” con mucha devoción.
Personas que juran lealtad a uno, pero apuñalan a sus órdenes sin piedad.
Es una dualidad constante, una polivalencia personal.
Quizás, esto es reflejo de nuestra naturaleza politeísta, vamos a rezarle a Dios, al dinero, al jefe, y a lo que se nos ponga enfrente.
Una de las imágenes más impresionantes de El Infierno, llega cuando hay sangre corriendo sobre El Escudo Nacional Mexicano.
Ambos símbolos, la sangre y el escudo, siempre han acompañado la historia y cultura de México.
Son parte fundamental de la conformación de la nación y la mentalidad.
Sin embargo, verla correr tan literalmente, en el contexto de El Infierno, no hace nada más que anticiparnos el futuro que estamos a punto de presenciar:
Los ríos de sangre, en medio de la fiesta, la pirotecnia, y el orgullo nacional.
Sólo así, se puede cuestionar en México, las ligas del narco con el ex presidente Salinas de Gortari, y con la clase política de ese país, con la Iglesia, con la CIA, cuando El Benny dice en inglés, “que parecen entrenados por esta agencia” los zetas entrenados en la escuela gringas que aparecen como el comando de ultra violencia de la familia Reyes, en su patriarca:
Es un mash-up en caricatura de todos los capos, “narco políticos” y sacerdotes corruptos de los últimos tiempos.
Sólo le falta a Estrada, hacer una puntada más explícita, del “narco satanismo”, que envuelve a la violencia ritual que se vive.
Según se cuenta quienes asistieron al estreno:
“Llamó mi atención, durante la primera función a la que asistí, cómo el público se emocionaba ante la salida final del protagonista, a mi parecer, un tanto anárquica y extrema:
Tomar una metralleta y matarlos a todos:
Políticos, narcos, guardaespaldas, arzobispos, militares, y policías; en un festejo patriótico y chovinista, que no distingue el ruido de los cohetes, con el de las armas.
Ese público caracterizado por un nacionalismo fuerte, aplaudía y vitoreaba ahora en la sala, la aniquilación de todas sus instancias de representación” dijo un espectador.
Es una caricatura, una hipérbole, una ensalada de clichés, y estereotipos del mexicano y del narcotráfico, una crítica así, en tiempos tan críticos, justifica la exageración.
Lo que pasa es que, esta caricatura se está volviendo bizarramente real.
Un país cuya cultura se está convirtiendo en una caricatura, de su cultura milenaria.
Es uno de los porvenires que se fraguan, ser reducidos al carnaval, ya no solo surrealista involuntariamente, ahora subrrealista, en la abyección… la tragicomedia mexicana, distopia de la historia:
“Siempre vivir en Abajo”
¿Hoy por hoy, hasta que punto somos dueños de nuestro destino?
Tenemos lo que queremos, o mejor dicho, como no sabemos qué queremos, esto es lo que tenemos.
“¿Y ya pensaste que quieres ser de grande?
Ps clarooo, un chingon como mi apaa!!”
Pero más que la pobreza económica, es la corrupción, es el amor al dinero, lo que degenera a la sociedad.
Puesto que los acaudalados empresarios y políticos, que no quieren que secuestren a sus hijas, que aman, no dejan de amar el dinero, y de esta forma, siguen explotando a los pobres, y perpetuando una situación que genera las condiciones para que secuestren a su hijas.
¿Culpa?
No se trata de señalar a los cainitas, o a los fariseos, el culpable se pierde entre la muchedumbre de apatía, entre los espejos humanos, y de humo.
Es un problema moral, el narco no es un antihéroe nietzscheano, que crea su propia ética, y se impone, es víctima del sistema que lo enajena, que impone sus propias reglas corruptas.
En México, ese virus de mexicanidad, que los hace graciosos y ocurrentes, “aguantar la carrilla, aguantar la vara”, también los hace tolerar la corrupción, aguantar la miseria, y aplazar toda decisión transcendental.
En un desierto surrealista esperando a los gringos, a La Virgen de Guadalupe, o un implausible caudillo que tome una rienda colectiva y limpie, con su riata de acero, El Palacio Nacional de la mafia acomodada, y acabe con la pasividad de las calles y los campos.
Puede sonar brutal equiparar a la iniciativa privada, y a los grandes monopolios de México con sus cárteles, pero en el fondo, la diferencia es el tipo de armas que se usan:
Unos no se ensucian las manos, y otros despachan desde sus oficinas.
En medio de una etapa de “celebraciones y festejos”, Luis Estrada nos recuerda, que el país está hundido en tierras áridas, violencia, desesperación, y crimen organizado.
Es el momento en el que “como no queriendo” el mexicano hace lo puede para sobrevivir y salir adelante.
Mientras tanto, todos los demás, somos espectadores de una película de terror, disfrazada de comedia, y de un México que se cubre de dolor, y que cada día se asemeja más al verdadero infierno.
Meterte a El Infierno, es una experiencia sofocante.
El fuego no cesa ni un momento.
Ahí están todos los pecados humanos individuales:
Se mata, se roba, se tortura y se mutila…
Pero también habitan en El Infierno, los pecados colectivos:
La pobreza, la injusticia, y la corrupción sistemática de criminales y gobierno...
Pero las voces críticas, que se elevaron contra El Infierno, no sólo provenían del gobierno.
Muchos eran los ciudadanos que la acusaban de sembrar el miedo, en época de “celebraciones”, así como de ser demasiado “amarillista”
La llamaron hipócrita, por atacar al gobierno, cuando aceptó su financiación.
Luis Estrada respondió a eso de la siguiente manera:
“Creo es que justamente, parte de esta tutela educativa, es que nunca nos explicaron bien los matices semánticos que hay entre Gobierno y Estado.
Y creo que, efectivamente, la respuesta sería, que el gobierno no me dio dinero, el gobierno no me lo dio, me lo dio El Estado Mexicano, que tiene la obligación de oírnos a todos, a los que estamos a favor, y a los que estamos en contra, porque creo que de alguna manera, a veces tenemos la percepción de esta visión patrimonialista, que los que están en el gobierno son los dueños de la patria, y le tengo una muy mala noticia a la persona que me puso la pregunta, este no es dinero del gobierno, es dinero de ella, y tuyo, tuyo, tuyo, de todos ustedes, con el que se hizo la película”
Sin el correspondiente afán por parte de Luis Estrada, de mostrar la visualización del México actual, “El infierno (México-2010)” tiene ante todo, una recalcitrante crítica hacia varios sectores, que no puede recriminársele al director, pues es parte de una visualización concreta que tiene en mente, cualquier mexicano que se precie, de abrir los ojos un poco.
En esta ocasión, no hay que decir que sí, sino asentir con la cabeza.
Estrada, de una manera tan descarada y divertidamente crítica, nos cuenta lo que ya sabíamos, y quizá por eso, El Infierno nos conmueve, y nos hace esbozar bastantes sonrisas, y nos haga emitir sendas carcajadas; porque si algo es muy cierto, es que hace mucho que no nos reíamos de nosotros mismos, e incluso de nuestro país.
¿Qué puede resultar ominoso?
Sí…
¿Y qué?
No pasa nada, que no esté pasando.
Que sirva pues, El Infierno, la cara obscura del Bicentenario, como un despertador de conciencias, como un dedo en la llaga nacional, que no cicatriza, y continúa infectándose.
El infierno es aquí.

“Nada que celebrar”



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