Chinatown

“Politicians, ugly buildings, and whores all get respectable if they last long enough”

El cine negro, vertiente de la novela policíaca y de gánsteres, ha dado grandes obras maestras al Séptimo Arte, obras que a mi parecer, se encuentran en lugares inalcanzables, incluso para un buen libro, obras que al llegar a cierta persona que comparta gustos por tales temáticas, se quedaran en su mente para siempre, y dejaran una huella imborrable también en su corazón.
Los Angeles, fundada en 1781, como “El Pueblo de Nuestra Señora La Reina de Los Angeles de Porciúncula”, pasó a formar parte de Estados Unidos en 1848.
El terreno en el que se asienta es desértico.
El oro, el petróleo, descubierto a finales del siglo XIX, la creación de Hollywood, comenzaron a atraer una gran cantidad de población, lo cual comenzó a presionar a las reservas de agua.
En 1936, se inauguró La Presa de Hoover, situada en el curso del río Colorado, en la frontera entre los estados de Arizona y Nevada, a 28 Km de Las Vegas.
El control del agua permitió la extensión de la agricultura de regadío.
Por su parte, El Valle Owens, es el valle árido del río Owens, en el Este de California en los Estados Unidos, al este de Sierra Nevada, y al oeste de Las Montañas Blancas, y Las Montañas Inyo.
Las cimas de las montañas en ambos lados, incluyendo al Monte Whitney, llega a una altitud de 14,000 pies, unos 4,300 m, mientras que en las faldas del Valle llega a 4,000 pies, unos 1,200 m, y una longitud de 120 km de largo, convirtiéndolo en uno de los valles más profundos de los Estados Unidos.
Sierra Nevada convierte al valle, en una sombra orográfica, por lo que lo conocen como “La Tierra de La Poca Lluvia”
El lecho del Lago Owens, ahora predominantemente endorreico salar, se sitúa en el sur del valle.
El valle provee agua al Acueducto de Los Angeles, fuente de un tercio de agua para Los Angeles, y es famoso por ser escenario de uno de los episodios más feroces y largos de La Guerra del Agua de California.
Y es que el agua, siempre estuvo asociada al desarrollo económico, a la manipulación política, y a la amenaza al recurso de la violencia, incluso en lugares extremadamente estables y distantes del desierto, y de la economía agrícola.
En los primeros tiempos de La Independencia de EEUU, New York y Philadelphia, se disputaron la primacía de ciudad más importante del país.
Uno de los motivos por los cuáles New York salió victoriosa, se debió al hecho de que la ciudad había comprado buena parte del agua, entre el municipio y Canadá, trayéndola hasta el perímetro urbano, por medio de un sistema sofisticado de acueductos, y transformando la ciudad, en un lugar más seguro, más barato, y más higiénico que su ex-rival.
Más tarde, a medida que la población de EEUU ganaba las tierras más áridas del oeste, la política del agua creó y destruyó fortunas.
Los Angeles moderna, sólo se hizo posible, en buena medida, gracias a la apertura, en 1913, de un acueducto de 247 km que traía el agua del Valle Owens, en Sierra Nevada Mountains; una de las calles más famosas de la ciudad, Mulholland Drive, recibió ese nombre, en homenaje al ingeniero responsable del proyecto.
La manera ilícita en la que se adquirieron los derechos del agua, llevó a enfrentamientos violentos con los hacendados del Valle Owens, y son conocidos como Las Guerras del Agua de California.
La manera en la que se decidió la ruta de las tuberías, pasando por tierras antes sin valor, y que habían sido compradas disimuladamente, por personas con información privilegiada bien relacionadas.
Pero la venta del agua, en general, así como la del petróleo, es mucho más simple en el mercado doméstico, que en una economía global.
A diferencia de camisetas y de refrescos, el agua es un tipo de recurso del que los países no les gusta depender el uno del otro.
Buena parte de la insistencia de China, en no liberar el Tibet, dicen algunos, se explica por el hecho de que aquella región poco poblada, es rica en el agua que tan desesperadamente necesita China.
“Hey, whats the matter with ya.
You're screwin' just like a Chinaman!”
Chinatown es una película dramática y de suspense, del año 1974, dirigida por Roman Polanski.
Protagonizada por Jack Nicholson, Faye Dunaway, John Huston, Perry Lopez, Burt Young, John Hillerman, Darrell Zwerling, Roman Polanski, entre otros.
El guión es de Robert Towne; inspirado en La Guerra del Agua de California, una serie de disputas sobre el agua del sur de California, a principios del siglo XX, por el que los intereses de Los Angeles, aseguraron los derechos de agua en el valle de Owens.
Chinatown tomó el título, y lo cambió por la conocida frase:
“¿Qué hiciste en Chinatown?
Lo menos posible” según se dice, lo dijo un ex policía húngaro, que había trabajado en el barrio chino, y explicó que el escritor que la complicada serie de dialectos y pandillas en el Chinatown de los Angeles, hizo imposible que la policía sepa, si sus intervenciones estaban ayudando a las víctimas, o a reforzar su aplicación.
La historia de Chinatown, se desarrollaba en Los Angeles de los años 30, en la mejor tradición del cine negro de EEUU.
En palabras del director:
“Se iba a mostrar, de qué manera la codicia humana, había configurado la historia y las fronteras de Los Angeles”
A pesar de elegir para este proyecto, un género que había llegado a su Época Dorada durante los años 40, Polanski tuvo la inteligencia de no abordarlo desde la fácil imitación a las obras maestras que todos recordamos, sino desde un planteamiento cinematográfico moderno:
“Yo no veía en Chinatown una obra “retro” o una imitación consciente de las películas clásicas en blanco y negro, sino una película sobre los años 30, vistos a través del ojo de la cámara de los 70”
Muy lejos de sus primeros trabajos más intelectuales y enrevesados, ahora ya afincado, por el momento, en Estados Unidos, y en su cine más lineal, Roman Polanski, rueda uno de sus mayores éxitos de taquilla.
Polanski recuperó con Chinatown, el éxito de público y crítica unánime, que no obtenía desde 1968 con “Rosemary's Baby”
Chinatown era un valor seguro, tanto por el magnífico material con que contaba, como por el talento y la solidez ya demostradas en su trabajo de dirección.
Se ha convertido con toda justicia, en un título imprescindible dentro del género.
Después de su tragedia personal, la muerte de su esposa Sharon Tate, a manos de la familia criminal de Charles Manson; Roman Polanski regresó a EEUU, para lograr esta obra de notable pulidez, en especial, para otorgar a una trama al parecer sin mucho peso, los problemas del acueducto angelino, y de su “chairman”, a la que este director y su guionista, supieron darle una profunda gradación psicológica y romántica, a veces mal aprovechada en otras cintas del género, pero que sin duda alguna, alimentan esta obra, y la llevan al lugar en que se encuentra.
En su progresiva decantación hacia un cine en estado puro, sin pretensión de utilizarlo como portavoz de personales filosofías, aquí estamos quizás sencillamente, ante un buen film policiaco, aderezado por las habituales provocaciones del director.
Vuelve, no obstante, el director polaco, a su pesimismo habitual, con un amor imposible y complicado, y dejando que un desdichado azar, protagonice el desenlace, en una espiral de infortunio, que llevará al protagonista de nuevo, a repetir su desgraciada historia profesional, en el que el deseo de ayuda, desembocará en inevitable tragedia.
Chinatown ganó el Oscar al Mejor Guion Original, y 10 nominaciones:
Mejor película, director, actor (Jack Nicholson), actriz (Faye Dunaway), edición, dirección artística, vestuario, cinematografía, sonido y banda sonora.
Volvemos a los años 30, a la época de Sam Spade y Philip Marlowe, cuando la sociedad de EEUU salía de La Gran Depresión, y se hacían negocios fabulosos, a espaldas de las leyes, y la moral.
Volvemos a la auténtica esencia del cine negro, ese subgénero del policiaco que se desarrollaba en medio de barrios siniestros, envenenados de traición, miedo, y ambición.
Allí, el detective privado J.J. “Jake” Gittes (Jack Nicholson), recibe la visita de una mujer, que dice ser la esposa del ingeniero de la compañía de agua de la ciudad, Hollis I. Mulwray (Darrel Zwerling), y que cree que le está siendo infiel; si bien, la verdadera esposa de Mulwray, Evelyn Cross Mulwray (Faye Dunaway) se presenta también en la oficina del detective en días posteriores, después de que Gittes hace el ridículo, por haber sido ingenuamente engañado por la primera mujer, que luego se hace llamar Ida Sessions (Diane Ladd)
Cuando Mulwray es asesinado, Gittes es contratado, 2 veces, por 2 diferentes clientes, para investigar el caso; y es entonces, que empieza a descubrir que detrás de todo, como cabe esperar, está un enorme negocio inmobiliario, secretos familiares, y mucha codicia.
La mujer que le encarga a Gittes la investigación de su marido, no es la mujer de Mulwray.
Tampoco la supuesta amante de Mulwray lo es, aunque salte la noticia a la prensa, sino que es la hija de la verdadera Mrs. Evelyn Mulwray y de su padre, Noah Cross (John Huston)
Todo es un complot de Cross y sus socios, para desviar el agua al mar, y que los terrenos se sequen, y bajen de precio para comprarlos.
Luego construirán el pantano, y los terrenos se dispararán.
Para distanciarse de la operación los terrenos que van comprando, están a nombre de ancianos en una residencia.
El protagonista, se enfrenta a esa sociedad corrupta, sobreviviendo entre personajes abyectos, y consciente de que todo el mundo miente, o es capaz de hacerlo, pero con el empeño de quien cree que puede hallar algo de luz…
Pero es Chinatown.
El tema lo podemos tomar como una excusa, un mcguffin en términos “hitchconianos”, únicamente para rodar una película.
En éste, se debate la especulación del suelo, y la escasez de agua en el municipio de Los Angeles, ante la prevaricación de los políticos, y la falta de escrúpulos de los magnates del capital.
A partir de aquí, una serie de enrevesados acontecimientos, harán entrar en escena a un detective privado, que ignorante de todo el entramado, nos hará de lazarillo, descubriendo la compleja intriga, a la vez que el propio espectador.
En Los Angeles de los años 30, se refleja la corrupción de los EEUU de los años 70.
Hablamos de los Estados Unidos que desuelan Vietnam, de la época en que se destapa Watergate, en que La Operación Cóndor arrasa con los sueños democráticos de Chile…
La fecha en que se crean Las Torres Gemelas, y en que comienza a crecer con fuerza, el conflicto en Oriente Medio.
Lo que en Chinatown es el agua, hoy día es el petróleo.
Y esto lo hace algo muy actual.
Viviendo en Los Angeles, se me hace que Polanski hace consciente, o inconscientemente, una transferencia de la corrupción de los 70, en el marco siempre idealizado de los años 30.
Por decirlo de algún modo, va a la fuente de la corrupción, que le era contemporánea.
La ciudad del “Sueño Americano”, la cuna de la artificialidad, se convirtió en una ciudad sin personalidad, cosida a base de pegar intereses particulares.
“In the middle of a drought and the water commissioner drowns!
Only in L.A.”
El genial Polanski, uno de los directores de cine polacos más importantes, sino el más importante, y ciertamente, uno de los más atormentados, dirigiría esta, la que fue su 3ª película, después de los traumáticos acontecimientos que sucedieron en 1969, el asesinato de su esposa, a manos del demente psicópata Charles Manson.
Tras el normal alejamiento temporal de unos años, Polanski comienza a volver, tibiamente al inicio, pero con más fuerza.
Chinatown del género denominado “neo-noir”, es una suerte de reactualización del “film noir”, en la que el polaco recrea la historia de un gran magnate del negocio del agua, en Los Angeles, California, que ha sido asesinado, y un detective deberá investigar la raíz de este suceso, primero por encargo de la esposa del finado, pero su búsqueda, tras superar muchas intrigas, y resolver muchos misterios, terminará por sacar a la superficie, aberrantes verdades, descubriendo al impensado culpable.
El guión es una obra maestra del encubrimiento, ya que los detalles que pueden revelar los pormenores del caso investigado, son mostrados de manera paulatina y precisa, favoreciendo a que la atención sobre la trama no se pierda jamás.
Lo más maravilloso del escrito de Chinatown, es que no apela a golpes de efecto, o vueltas de rosca, sino que nos va contando una historia bastante compleja, que no necesita de recursos rimbombantes para mantener la tensión y la fluidez del relato.
Se podría decir, que el guión también sigue con la línea de sobriedad, que aporta el director con la puesta en escena.
Robert Towne, el venerado autor del guión, ha dicho múltiples veces, que lo que realmente quería era narrar, era la historia de su ciudad:
“Una comunidad desértica, que en el primer cuarto del siglo pasado, floreció a expensas de la ruina y sequía intencional de los terrenos agrícolas que la rodeaban, y sabía que el mejor modo de contarlo, era creando una delgada tela de araña, que partía en un simple caso de extorsión sexual, llegado al escritorio del detective, y que continuaba con la aparición de un cadáver, una viuda misteriosa, y una pasión prohibida”
Polanski hace gala de su especialidad, de la sugerencia, de la insinuación máxima, y esta característica, en un filme policial, cargado de incertidumbre y misterio, termina por hacerla indescifrable, impredecible, seductora, y provocativa.
El genial polaco, de esta forma, se vale de recursos muy propios de él, para generar una atmosfera de siniestra intriga, un ambiente de peligro constante, de que el riesgo está siempre presente, y la muerte, es una posibilidad siempre probable, pero todo esto, aplicado ahora a un filme policial, donde la investigación siempre tiene que seguir un norte, y donde esa intriga y angustia extremas y perennes, dotan al relato, de una tensión palpable, la atmósfera creada por Polanski, impregna todo el relato, lo densifica, le da su sello muy personal.
Desde el principio, intuimos que estamos ante historia mucho más compleja, y ante unos personajes más oscuros de lo que nos muestran, descubrimiento que hacemos al mismo tiempo, que el personaje de Nicholson, quien nos lleva de la mano hasta el desenlace.
Un detalle para considerar, es que Polanski es un asiduo escritor de sus propios guiones, sin embrago, en esta ocasión, recibiría el trabajo ya hecho, por lo que hay ciertas imposiciones que se le hacen a ese respecto, una de las cuales, la que más hubiese sido lamentable de haberse concretado, es la imposición de que Chinatown tenga un final feliz.
Polanski no podía concebir un final feliz, a una historia tan retorcida.
Hubiera sido una traición a su arte, a su alma, y a la película misma, demasiado retorcida como para tener un desenlace convencional y feliz, era necesario que muera alguien…
Un desenlace magnífico, aunque algo abrupto y desolador, en donde el personaje de Dunaway será el que pierda la vida, mientras el poderoso John Huston, quedará sin castigo.
Un final atípico e impactante, que era exactamente lo que Polanski buscaba:
“Yo sabía, explica Polanski, que para que Chinatown fuese una película distinta, y no un simple film de misterio en el que, al final siempre ganan los buenos, Evelyn tenía que morir”
Como todo gran héroe, o víctima del cine negro, Jack Nicholson personifica de manera magistral, a ese detective cínico e irreverente, que verá su vida tornarse un infierno a lo largo del metraje,
Un héroe de película negra, con la nariz cortada, y que no tiene el olfato suficiente como para ver que está guiando a los perros hacia su presa.
Un antihéroe que es ridiculizado en una barbería, que se dedica a aconsejar a sus clientes, que no sepan la verdad sobre la posible infidelidad de sus esposos.
Un antihéroe que se adentra donde nadie le pide, por una cuestión de amor propio.
Un héroe usado por el mal, y tirado a la calle.
Al igual que una vulnerable Faye Dunaway, Femme Fatale, y el magnífico John Huston, en un memorable papel, descansando de la dirección, esta vez interpretando con gran acierto, a un villano odioso a los ojos de cualquier persona sensata.
El más atormentado personaje, la victima de la mayor aberración, es Evelyn; ella es poseída sexual y psicológicamente por su padre, aunque las circunstancias no son por ella esclarecidas del todo, fue abusada por su progenitor, engendrando un vástago, producto de la retorcida acción, ella ha sido impregnada, ha sido víctima de la podredumbre de la ciudad, y no podrá escapar de ella, termina siendo sometida, feneciendo, devorada por ese decadente y envolvente universo.
Sin embargo, el personaje despreciable por excelencia es, por supuesto, Noah Cross, arruinando la existencia de su hija, y engendrando con ella a su nieta, e hija también, aberrante incestuoso, alguna vez dueño de la compañía, luego asociado con Mulwray, poco a poco desplazado por éste, es capaz de liquidarlo, de eliminar al esposo de su hija, al que cuidó y cobijó a la prole, producto de su desviación, finalmente termina por ser causante de la inevitable muerte de Evelyn, su propia hija, que sucumbe ante él, y ante Chinatown; y que muy probablemente repetirá con su nieta Katherine (Belinda Palmer)
Como dato, el personaje de Hollis Mulwray (Darrell Zwerling) se refiere a William Mulholland (1855-1935), el superintendente y jefe de ingenieros del Departamento de Agua y Energía de Los Angeles; y diseñador e ingeniero para el acueducto de Los Angeles, que trajo el agua del valle de Owens a Los Angeles.
En Chinatown,  por razones de ingeniería y seguridad, Mulwray se opuso a la presa que Noah Cross y la ciudad quieren, argumentando que él no va a repetir su error anterior, como cuando su presa se rompió, lo que resulta en la muerte de cientos de personas.
Esto alude a la catástrofe del St. Francis Dam, inspeccionado personalmente por Mulholland, en el día de su fracaso catastrófico, justo antes de la medianoche el 12 de marzo de 1928.
Nada menos que 600 personas, de ellas, 42 niños en edad escolar, murieron ese día, en el valle del río Santa Clara, incluyendo la ciudad de Santa Paula, cuando fue inundada, siendo el resultado final de la carrera de Mulholland.
Y es que Chinatown, trajo una mayor conciencia pública de las reparticiones de tierras, y las disputas sobre los derechos de agua que surgieron mientras se dibujó el abastecimiento de agua de Los Angeles, desde el Valle de Owens en la década de 1910, en la que Margaret Leslie Davis, en su libro de 1993 “Rivers In The Desert: William Mulholland And The Inventing Of Los Angeles”, dice que Chinatown carga de sexualidad, la metáfora de la “violación” del Valle de Owens, y señala que ficcionaliza a Mulholland, mientras oculta el fuerte apoyo público, a proyectos del agua del sur de California.
Sin embargo, si hablamos de Chinatown, no podemos dejar de referirnos de la escena del navajazo en la nariz…
Quizás sea esta la escena más conocida, su impacto es mayor por cuanto la violencia durante toda Chinatown es muy contenida, casi “en off”, es la imagen de Nicholson con la cara cubierta por la venda, y con la nariz cortada, se han convertido en clásicas dentro de la historia del cine.
Fue Polanski, que hace un cameo, quien tuvo el “honor” de cortarle la nariz al personaje de Nicholson.
Según cuenta el director, la imagen fue censurada por las cadenas de televisión anglosajonas, al considerarla demasiado violenta.
Destacable es el hecho de que, debido a la época en que fue rodada, Chinatown pudo introducir elementos escabrosos, como el incesto y la sutil pedofilia, que hubiesen sido impensables en épocas anteriores.
Este hito del cine, no es recomendable únicamente por sus grandes actuaciones, su impecable diseño de producción, del asiduo colaborador de Polanski, Richard Sylbert, la nostálgica banda sonora del siempre excelente Jerry Goldsmith, y la ya mítica dirección del infravalorado, debido a sus escándalos privados, y uno relacionado con pederastia precisamente, del director franco-polaco.
Incluso, la banda sonora de Jerry Goldsmith, es considerada una de las mejores de la historia del cine.
Además de la bellísima gran pieza jazzística que es la banda sonora, encuentro también envolvente, veraz, perfecto, el uso del sonido.
Un sonido que forma parte de la trama, que anticipa y narra.
El sonido de las bocinas de los coches en el Chinatown, el sonido del bullir de la ciudad, el sonido de la noche, de los grillos, el sonido de ultratumba en el apartamento donde va a aparecer un cadáver; la estridencia y el mal augurio de una llamada telefónica, que interrumpe el descanso recién iniciado en la cama, en plena noche, el ruido mismo del agua, etc.
“I'm not in business to be loved, but I am in business.
And believe me, Mrs. Mulwray, whoever set your husband up set me up.
LA's a small town, people talk.
I'm just trying to make a living.
I don't want to become a local joke”
¿Será el agua el nuevo petróleo?
Sí, de acuerdo con varios economistas, líderes de negocios, científicos, y estrategas geopolíticos.
Para estos expertos, ya no hay que creer que lo natural es que siempre podamos contar con el agua, esa sustancia que cubre un 70% del planeta, y que está presente en un porcentaje similar en el cuerpo humano.
Así como a finales del siglo XX, hubo un shock del petróleo, el comienzo del siglo XXI, puede pasar a la historia por el shock del agua, periodo en que la escasez produciría un aumento de los precios de un recurso que siempre ha sido abundante y barato.
Este escenario, podrá tener un impacto aún mayor que el del “peak oil”, nombre que recibe el punto máximo de la curva de producción del petróleo, cuya fase siguiente, de declive, es sinónimo de menos reservas disponibles, y de costes más elevados de explotación, transformando mercados, gobiernos, y ecosistemas.
En resumen:
Un 97% del agua del mundo es salada.
La utilización que ha hecho el ser humano del 3% restante, ha aumentado mucho debido a la industrialización, y a la necesidad de producir más alimentos para una población, cada vez mayor y más rica.
En 1900, el consumo total de agua en todo el mundo, fue de cerca de 770 km3, de acuerdo con un informe de 2007, de la consultora Sustainable Asset Management, de Zúrich.
Actualmente, la cifra es de 3,840 km3.
Se estima que sobrepasará los 5,000 km3 en 2025.
Eso es menos que la precipitación pluviométrica anual, en los lugares accesibles a los seres humanos, que es de 9,000 km3 a 12,000 km3.
Pero la contaminación, la basura, y la distribución, consumen buena parte de ese total, así como el cambio climático, las sequías, y el derretimiento precoz de la nieve que lo acompañan.
Las consecuencias, como el racionamiento de agua en California, y la sequía esporádica de partes del Río Amarillo en China, son cada vez más visibles.
En 2030, de acuerdo con estimaciones de La Organización para La Cooperación y El Desarrollo Económico (OCDE), más de la mitad de la población, vivirá en áreas en las que el abastecimiento de agua será precario.

“Forget it, Jake.
It's Chinatown”



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