The Fortune Cookie

“Of course he's upset.
He's a lawyer; he's paid to be upset”

El triunfo artístico, es hijo del esfuerzo, tanto como del accidente, y así el arte está repleto de andróginos; mitades perdidas de un todo perfecto, que sólo encuentran el equilibro, cuando el destino decide reunirlas.
Un “Buddy Film” o “película de amigos” es aquella película que muestra la amistad entre 2 varones, como la principal relación en la trama.
Ira Konigsberg, autor de “El Diccionario Completo del Cine”, define al género, como “aquel que enaltece las virtudes de la camaradería masculina, y relega la relación hombre-mujer, a una posición secundaria.
Las relaciones entre varones, han sido siempre un elemento significativo en nuestra cultura popular, desde “Leatherstocking Tales” de James Fenimore Cooper, a los comerciales de cerveza de la televisión”
Los actores Walter Matthau y Jack Lemmon, esta singular y extraña pareja, personificaron a la perfección, las 2 caras de Billy Wilder.
Una, la de Lemmon, era el Billy Wilder sentimental, el hombre medio de la calle, el currante que escribía guiones, y hacía películas como el que iba todos los días a su aburrida empresa, a confundirse con la multitud en un decorado gris y frío.
La otra, la de Matthau, era el Wilder ácido, corrosivo para con los que le rodeaban, el hombre que no se deja una verdad en la boca, aunque eso supusiera, dar rienda suelta a su lengua viperina, el pillo que consiguió salir de las calles del Berlin pre-hitleriano, para alcanzar la gloria de Hollywood.
A Billy Wilder, le gustaba decir que él era como los personajes que interpretaba Jack Lemmon, pero es evidente, que también había mucho de Wilder en Matthau.
“The Fortune Cookie” (1966) fue la primera película para presentar la asociación cinematográfica de Jack Lemmon y Walter Matthau, que iban a aparecer juntos en 9 películas más:
“The Odd Couple” (1968), “Kotch” (1971), “The Front Page” (1974), “Buddy Buddy” (1981), “Grumpy Old Men” (1993), “The Grass Harp” (1995), “Grumpier Old Men” (1995), “Out to Sea” (1997) y “The Odd Couple II” (1998)
Se cuenta que, Walter y Jack se conocieron en 1960, en un restaurante...
Walter Matthau comía un bocadillo.
Jack Lemmon entró en el local, y pidió gambas fritas con chocolate helado, a lo que el primero le reprochó:
“¿Cómo puede pedir una cosa así en un restaurante judío?”
Lemmón sólo contestó:
“¡Hola!” pero fue suficiente para que se hicieran inseparables.
The Fortune Cookie, le valió a Walter Matthau, para descubrir a un actor que no sólo estaba a la altura de Lemmon, sino que por algún misterioso motivo, o por un millón de motivos evidentes, cuya suma es igualmente misteriosa, se había convertido en su partenaire perfecto.
Aunque The Fortune Cookie había sido planteada de inicio, como una comedia de enredo, cuya efectividad no descansaba necesariamente en la interacción entre los 2 protagonistas, fueron las secuencias en donde Lemmon y Matthau desplegaban lo mejor de sus mutuas desigualdades, las que se convirtieron en las favoritas del público.
De repente, todo el mundo quería ver a Lemmon y Matthau trabajar juntos de nuevo.
Tanto fue así, que se les contrató inmediatamente, para la adaptación cinematográfica de una de las comedias teatrales más célebres de Broadway:
“The Odd Couple” (1968)
¿Por qué funcionaban tan bien estos 2 actores cuando estaban juntos?
Pues no lo sé; quizás sea que ninguno pretende robarle la escena al otro; aguardan disciplinadamente el momento preciso, para introducir su particular “tic”, y hacerlo además, con la intensidad justa.
Se reparten eficientemente las idas y venidas, los altos y bajos de cada secuencia.
Cuando uno actúa, el otro reacciona; y no antes.
Parecen siempre hablarse, mirarse, y tratarse desde la distancia, como queriendo resaltar la extranjería de sus respectivas personalidades, y como queriendo acumular la tensión, para liberarla más tarde, en el instante indicado.
Cada cual se mantiene en su registro, con inflexible disciplina, para no compartir recursos que se solapen, y no sobrecargar al espectador con redundancias.
Lo que es cierto es que Lemmon y Matthau, hacían todas estas cosas a la perfección.
Eran unos virtuosos del contrapunto, siempre orbitando en torno al otro, para tañer su melodía cómica, sin desafinar con la melodía cómica del contrario.
No eran 2 actores intentando ser graciosos individualmente.
Eran 2 actores trabajando en pos de que el contrario pudiese resultar gracioso.
Se apoyaban mutuamente; uno era siempre, la red de seguridad del otro.
Y luego está la química; porque hay en esta pareja, mucho de medias naranjas reencontradas.
Platón hubiese dicho, que “era su destino el hacer comedia juntos”
Se complementaban, estaban los manierismos ansiosos de Lemmon, frente a las muecas puntuadoras de Matthau.
Las delicadezas femeniles de aquél, frente a la zarrapastrosa virilidad de éste.
La mirada nerviosa e incierta del uno, la mirada penetrante e imperturbable del otro.
La sonrisa tímida, frente al festivo aspaviento.
Parecían ser conscientes del especial barniz que su reciprocidad confería a su comedia, y actuaban en consecuencia.
No interpretaban para el público, interpretaban para el otro.
Como en tantas otras cosas, el secreto de la excelencia.
Lo que sí podemos asegurar, porque basta con mirar alrededor, es que no ha habido, de momento, sucesores.
Jack Lemmon y Walter Matthau siguen siendo, en conjunción, el epítome de la química cinematográfica.
Fueron 2 actores que parecían proceder de planetas distintos, y que interpretaban a personajes de planetas aún más distintos, pero que encajaban.
Y cómo encajaban.
Es la clase magia que surge por pura casualidad, y que resulta tan difícil de repetir.
Pero así tiene que ser.
Si pudiéramos reproducir las fórmulas a voluntad:
¿Qué encanto encerraría ya el cine?
Eso es a la vez, lo mejor y lo peor de la extraña pareja, que nunca volverán a existir.
“He's so full of twists.
He starts to describe a donut and it comes out a pretzel”
The Fortune Cookie es una comedia estadounidense, conocida en Gran Bretaña como “Meet Whiplash Willie”, del año 1966, dirigida por Billy Wilder.
Protagonizada por Jack Lemmon, Walter Matthau, Ron Rich, Cliff Osmond, Judi West, Lurene Tuttle, Harry Holcombe, Les Tremayne, Lauren Gilbert, Marge Redmond, Noam Pitlik, Harry Davis, Ann Shoemaker, entre otros.
El guión es de Billy Wilder & I.A.L. Diamond; y obtuvo un premio Oscar al Mejor Actor Secundario (Walter Matthau), de 4 nominaciones:
Mejor guión original, dirección artística B/N, y cinematografía B/N.
The Fortune Cookie se rueda en exteriores de Cleveland, Municipal Stadium, y St. Vincent Charity Hospital; y en estudio.
Suma los géneros de comedia, drama y romance.
El realizador divide The Fortune Cookie en capítulos, que presenta al espectador, numerados y con título.
El guión está escrito con la maestría y el dominio del medio característicos de Wilder, y de su eficaz ayudante Diamond.
Los diálogos son chispeantes, los lances de la acción son ingeniosos, y la definición de caracteres, es adecuada y convincente.
Estamos ante una excelente comedia, armada sobre unos diálogos de frescura, ingenio e inventiva excepcionales, auténtica marca de la casa, un dibujo de personajes ácido, que supone un retrato nada amable de buena parte de nuestras miserias, y mezquindades
En The Fortune Cookie, Wilder tiene a un honrado trabajador, a un inocente deportista, a un picapleitos sin escrúpulos, y una ambiciosa cantante.
Que no falten las compañías de seguros despiadadas, los detectives privados retorcidos, o la clásica familia de EEUU, y tendrás un modelo bastante aproximado de lo que es un país.   The Fortune Cookie gira en torno a la mentira.
El amor al dinero, o el amor a los principios.
Cómo hacer una comedia con clase, cómo criticar a las clases sociales sin renunciar a la sonrisa.
A pesar de lo profundo que llegan esos sentimientos, provoca sonrisas luego.
Secuencias memorables en los episodios presentados como capítulos, el título de cada una, es el más acertado, y tiene que ver con una frase de un diálogo.
La acción tiene lugar en Cleveland, Ohio, EEUU, entre 1965 y 1966.
Durante un partido de fútbol americano, un reportero gráfico llamado Harry Hinkle (Jack Lemmon), sufre una caída, motivada por uno de los jugadores, llamado Luther “Bum-Bum” Jackson (Ron Rich)
Si bien se trata de una pequeña lesión sin importancia, el cuñado del reportero, William H. “Whiplash Willie” Gingrich (Walter Matthau), abogado especializado en conseguir dinero en casos como éste, le hace simular lesiones graves, para obtener una fuerte suma de indemnización.
El reportero no quiere interpretar esta comedia, hasta que se entera de que la que fue su esposa, Sandy (Judi West) viene a visitarlo.
Aparentando una grave situación, espera que ella sienta pena por él, y vuelva a su lado.
Sin embargo, también le remuerde la conciencia, por lo mal que lo está pasando el jugador que le hizo caer.
Wilder, juntó por primera vez en su filmografía, a la que sería su pareja ideal: Lemmon y Matthau, y les dio los papeles en los que todos pensamos cuando nos hablan de ellos.
Lo más interesante de The Fortune Cookie, es que Wilder no ahorra dardos sobre el amor, el matrimonio, la familia, la maternidad, la abogacía, y el mundo del Derecho; la medicina y las mujeres.
Casi todos los valores e ideales del “American Way Of Life” resultan vapuleados, pero Wilder lo hace desde el centro del sistema, y no renunciando al mismo, como si pensara que en sí no son malos, aunque advirtiendo cómo son prostituidos cotidianamente.
Se parodia la figura del abogado sin escrúpulos, la del pardillo que se deja llevar por indolencia e interés, y las ambiciones de opulencia y éxito de la familia estadounidense de clase media.
Se critican las miserias que invaden el mundo actual:
El egoísmo, codicia, hipocresía, doble moral, mentiras, simulaciones, y trampas.
Se elogia el deporte, el espíritu deportivo, el servicio desinteresado a los demás, como “Bum-Bum” al ser el único personaje honrado de The Fortune Cookie.
Muestra algunos de los elementos iconográficos, preferidos de Wilder:
Como los coches del último modelo, encendido de cerillas, habanos, etc.
Añade citas cinéfilas como la de “Batman” (1966)
La obra equilibra, con acierto y mesura, humor y amargura, ironía y melancolía, acidez y ternura, en un conjunto que traspira aires típicamente “wilderianos”
Las magistrales interpretaciones de Matthau y Lemmon, desbordan buena química, complementariedad natural, y plenitud de estado de gracia.
Como dato, Matthau sufrió durante el rodaje un infarto de miocardio, que le obligó a perder mucho peso, cosa que disimula con el uso ocasional de un abrigo.
Por lo demás, desde el punto de vista técnico, The Fortune Cookie es de gran perfección, tanto por la fotografía en blanco y negro, que mantiene el clásico esquema hollywoodiense de 3 luces por cabeza, como por unos decorados exquisitos, atención a cómo están camuflados los micrófonos de los detectives, especialmente en el apartamento de Lemmon, donde se desarrolla más de la mitad del metraje.  ”What's wrong?
Insurance companies have too much, they have to microfilm it”
Subestimado trabajo de Billy Wilder, The Fortune Cookie es un magistral ejemplo del talento, en la creación de diálogos corrosivos, y el ácido enfoque a la hipocresía social que poseía la pareja formada por Wilder y Diamond.
El ritmo de The Fortune Cookie es ágil, con resuelta verborrea, y una exposición cínica de simpáticas situaciones, y personajes de diferente condición psicológica, que protagonizan una comedia sobre honradez, conciencia, codicia, sentido de culpa, y amistad.
Una de las cosas que más llama la atención de The Fortune Cookie, es la galería de personajes, todos ellos caricaturescos, pero que representan la encarnación de un sistema.
Tenemos al honrado cámara de televisión, que sólo quiere recuperar a la lagarta y aprovechada de su mujer.
Al abogaducho codicioso, que quiere hacerse un nombre y, ya de paso, sacar tajada.
Los abogados de la aseguradora, que quieren a toda costa, que no la saque el detective que quiere recuperar el prestigio, y vencer al abogado al que detesta.
La familia de los timadores, quiere lujo y confort, y el pobre jugador que quiere ayudar a su víctima.
Comprobemos cómo Wilder, potencia el peor lado de sus personajes retorcidos, no tanto malvados, como deseosos de prosperar, y exagera las virtudes de los “buenos”, dejando tan sólo al personaje de Jack Lemmon, la lucha entre la integridad y el deseo de una vida más fácil, y la recuperación de su amor.
Al principio, sigue con el juego, sobre todo cuando le camelan las mentiras de su ex mujer, y el supuesto beneficio para su madre y su hermana.
Será el sufrimiento de otro, el honrado y un poco inocente jugador de fútbol, al que la culpa por la situación que cree haber provocado, le lleva a su caída en desgracia y en el alcohol, lo que le hará reaccionar, y mantener vivo un poso de conciencia.
Pero no será hasta que comprenda las verdaderas intenciones de su mujer, cuando de veras reaccione.
Y esto hace que ni siquiera él se salve, pues sólo su orgullo herido, y la posibilidad de venganza, le harán descubrir “el pastel”
Por una parte, Jack Lemmon, al que le toca su rol habitual de hombre bueno, encarnando a Harry Hinkle, cuaja una interpretación fantástica, dotando a su personaje, de una autenticidad, ésa que le hace debatirse permanentemente entre su ética personal, intachable, y las presiones de su entorno personal, más cercano, deleznable, extraordinaria.
Pero el que se lleva el personaje “carameloso” es su partenaire Walter Matthau.
Por lo que Lemmon, fue muy criticado por su papel, aun teniendo el rol más complicado, sentado durante gran parte del metraje en una silla de ruedas...
Walter Matthau, inconmensurable, obtuvo paradójicamente, El Oscar al Mejor Actor Secundario, siendo el actor principal, y en quien recae el peso y desarrollo de The Fortune Cookie.
Walter Matthau es un dechado de inmoralidad y degeneración, que parece extraído del manual del perfecto sinvergüenza, con sus delirantes casos perdidos, y sus tretas para sacar tajada de todo lo que le caiga cerca.
¿Se han fijado en el “orden” de su despacho?
No trabaja, solamente maquina; e incluso al final, cuando su cuñado le ha desmontado el plan de la apetecible indemnización por responsabilidad civil, no se amilana, sino que aun idea “sobre la marcha” otro pleito por intromisión en la intimidad.  Frente a la famosa frase de Abraham Lincoln de:
“Se puede engañar a uno todo el tiempo.
Se puede engañar a todos algún tiempo.
Pero nadie puede engañar a todo el mundo, todo el tiempo”, Matthau replica: “Lincoln, gran presidente, mal abogado”
Frase que prueba la calaña del personaje de quien estamos hablando.  La vedad es que la pareja Lemmon/Matthau creo que ha dado unos resultados estupendos siempre, por separado son igualmente excelentes actores, pero su química es brutal entre ellos, y con los que andamos del otro lado de la pantalla, los actores están plenamente en su salsa, dando la sensación de estar pasándoselo en grande, sobre todo, un Matthau que borda el papel de amargado, malhumorado ambicioso, y retorcido, especialmente en las pocas secuencias en que está con su familia, en el hospital o en su casa.
Jack Lemmon repite en el papel que tan buen resultado le ha dado siempre, quizás la naturaleza del papel, le pide la pizca de sobreactuación que se le nota, sobre todo, cuando está en la cama del hospital, o en la silla de ruedas que tan bien llegó a manejar.
En The Fortune Cookie, además de suponer una serie de felices encuentros entre actores y director, también supuso un feliz acierto de caracteres.
Lemmon lo tenía algo más fácil, pues ya se había perfilado como el perfecto hombre medio.
Por esta razón, el verdadero hallazgo es Walter Matthau, que no obstante, se llevó un Oscar por este trabajo, que bien podrían haberle dado el de protagonista, ya que aparte de merecérselo, es el verdadero protagonista, pues se adueña de The Fortune Cookie, desde su primera aparición, y no la suelta ya hasta el final.
La verdad es que el personaje es un regalo, egoísta, cruel, despiadado, con una capacidad de improvisación increíble, y un tono despreciativo o manipulador, según convenga.
El personaje que interpreta Matthau, el abogado Willie Gingrich, es un ser despreciable, avaro y cínico hasta el extremo, y capaz de vender a su madre por un puñado de dólares.
Es él quien utilizará a Harry Hinkle para orquestar una miserable estafa, y será él quien pondrá la cara, las argucias, y las evasivas, para poder llegar hasta el final, aunque sea a costa del corazón de su propio cuñado, y el alcoholismo de un ingenuo deportista, que se cree responsable de la falsa tragedia de Lemmon.
Curioso también, lo de Judi West, la mujer de Hinkle, debutando nada más y nada menos que con Billy Wilder, y desapareciendo del cine, tras 2 películas posteriores.
Y “Bum-Bum Jackson”, en uno de los papeles dramáticos y serios, que le hayan dado a un actor de color.
Como segunda lectura, si no fuera por el asunto del alcohol, podríamos decir, que Bum-Bum sentía un cierto amor filial hacia Hinkle, un tanto homosexual, y eso se nota más con la llegada de la mujer, y el final de The Fortune Cookie.
En cualquier caso, es cierto que The Fortune Cookie tiene, al menos, 2 particularidades que la hacen como mínimo, un film singular, y que no siempre juegan a su favor:
La primera es que, The Fortune Cookie sería el último largometraje, que Wilder filmaría en blanco y negro.
El director, siempre que pudo elegir, se decantaría por el blanco y negro.
A Wilder, no le gustaba los tonos que ofrecía el Tecnicolor; solía decir que convertía las películas en pastelerías, y por esta razón, sin demasiado sentido dramático a veces, Billy Wilder siempre se inclinaba por el blanco y negro.
La segunda cuestión interesante, es que se trata de una película del año 1966.
Por aquellos años, Hollywood ya no era lo que un día fue.
Las nuevas olas de las vanguardias europeas, habían trastocado el mundo del cine, y en Estados Unidos, una nueva generación, formada en la televisión, iba tomando poco a poco las riendas de la industria.
Pero todo esto no parecía importarle a Wilder.
El director seguía prefiriendo el blanco y negro, y las películas de guión, de géneros clásicos, y personajes sólidos.
En una ocasión, el director de origen austriaco, dijo que él no percibió que por aquella década, el cine cambiara especialmente, y tal vez por esto, Wilder seguía haciendo las mismas películas que la década anterior.
Por último, la música, de André Previn, aporta una excelente partitura original, con toques de jazz, y un vals emocionante:
“The Fortune Cookie” que acompaña el trepidante baile de Harry en silla de ruedas.
“All these newfangled machines.
Fake!
It proves nothing.
In the old days, we used to do these things better.
The man says he's paralyzed, we simply throw him in the snake pit.
If he climbs out, then we know he's lying”
¿A quién no le gustaría retorcer el pescuezo de alguna compañía aseguradora?
Aunque sólo sea por aquello de:
“Quien roba a un ladrón...”
De nuevo, Billy Wilder nos muestra la sociedad actual, bueno, de su época, que desgraciadamente dista poco de la de nuestros días, que sigue corrompida por el dinero, y alejada de las convicciones morales y la buena Fe, donde poco importan los medios, con el fin de lograr el objetivo, en este caso, el enriquecimiento a costa del seguro.
También, nos quiere hacer ver Wilder, la forma en la que nos dejamos manipular a través de la figura de Lemmon, donde ya sea el estado, la televisión, la prensa, e incluso un amigo, nos controlan para poder ayudarles, a llegar a lo que ellos desean, tal y como hace Matthau con Lemmon.
Gracias al final, se muestra que no todo es negativo, siempre habrá un ápice de esperanza, y opción de despertar del sueño de muchos ciudadanos, para volver a la realidad, al camino correcto.
Cualquier película, por insustancial o intrascendente que nos pueda parecer, suele reflejar, más allá de la historia concreta, más o menos intensa, más o menos interesante, sobre la que asienta su trama, algún aspecto de la condición humana, a través de las conductas, y actitudes de sus personajes.
Pero también, sucede a veces que nos encontramos con ciertas películas, en las que ese retrato de la condición humana, trasciende su argumento, y llegan a convertirse en auténticos muestrarios de aquello de que, para bien y para mal, somos capaces.
Wilder nos da el punto de vista irónico, de quien con una mentalidad más europea, vive en una sociedad maniática, y de valores tan materialistas, que conoce perfectamente, y le admira y repele a partes iguales.
La ridiculización de un modo de vida, que lamentablemente está imponiéndose en todos los rincones del mundo.
Merece la pena preguntarse, si los valores descritos aquí, en tono de comedia, de cuya ridiculez nos reímos a pesar de la dureza demoledora con que son expuestos, son los que queremos asumir.

“You can fool all of the people some of the time, you can even fool some of the people all of the time, but you can't fool all of the people all of the time!”



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