Harvey

“Years ago my mother used to say to me, she'd say:
“In this world, Elwood, you must be,” she always called me Elwood., “In this world, you must be oh so smart, or oh so pleasant”
Well, for years I was smart.
I recommend pleasant.
You may quote me”

Según cuenta Robert Anton Wilson, en su imprescindible “El Martillo Cósmico” que los pookah, son unos seres salidos, del folklore irlandés, cuya apariencia se suele asemejar, a la de un conejo gigante, de al menos, 1,80 gracias a la obra de teatro que escribió Mary Chase, en 1944.
Pero si nos paramos a pensar, estos conejos gigantes, han formado parte de nuestra imaginería fantástica, desde que éramos pequeños.
Solo hay que recordar, a ese enorme conejo tan listo y espabilado, que la Warner Bros., bautizó como Bugs Bunny para comprobarlo, o la obra literaria más importante de Lewis Carrol, “Alice's Adventures in Wonderland”
Pues bien, conforme han ido pasando los años, como es lógico, los conejos, o pookah, también han aparecido en numerosas películas, de las que se podía destacar:
“Who Framed Roger Rabbit?” (1988), “Inland Empire” (2006), o incluso, en forma de letal asesino, que luego resulta ser un monstruo, en “Monty Python and The Holy Grail” (1975)
Todos hemos aceptado, de alguna forma, a los conejos como un simbolismo mágico; si no revisionar “Donnie Darko” (2001)
Y es que en la década de 1940, salió una obra teatral, basada en la antigua idea de los pookah, espíritus celtas, que oscilan entre lo burlones, lo amigables, y lo terroríficos; y los derechos, cayeron rápidamente al cine; pero hagamos un poco de historia:
En 1945, había empezado La Guerra Fría, y los estadounidenses, después de años sepultados en depresiones económicas y guerras mundiales, estaban listos para disfrutar de la ingenuidad, y del “free-braining” de nuevo.
Con cosas como ésta; un subproducto que sólo puede entenderse a la luz de lo que era una época, claramente más ingenua y auto-ombliguista que la nuestra, cabía preguntarse; qué es mejor:
¿Ser un loco feliz, o un cuerdo desdichado?
Y hay películas que ponen a prueba nuestra condición de seres humanos; pues durante años, y desde nuestra más tierna infancia, la sociedad, la familia, los adultos en general, nos lanzan el compromiso de ser personas serias, eficientes, trabajadoras... pero en el camino, nos confundimos, y nos dejamos algo... lo más importante, la bondad.
¿No han visto cuando nos reímos de aquellos que son diferentes; incluso de personas que tienen una sensibilidad especial?
Es triste, pero la mayoría lo hacemos.
Pero realmente:
¿Nos paramos a pensar en lo absurdo y tristes que somos?
Nos equivocamos, lo más importante no es la inteligencia, pues la inteligencia mal enfocada, crea bombas nucleares, mata personas en África en experimentos secretos, la inteligencia crea almacenes gigantes, donde las personas son esclavizadas... más importante que la inteligencia, es la bondad... pero la estamos perdiendo.
“Here, let me give you one of my cards.
Now if you should want to call me, use this number.
That, that's the old one.
If you happen to lose the card, don't worry, I have plenty more”
Harvey es una película de comedia y fantasía, dirigida por Henry Koster, en 1950.
Protagonizada por James Stewart, Josephine Hull, Peggy Dow, Charles Drake, Cecil Kellaway, Jesse White, Victoria Horne, Wallace Ford, entre otros.
El guión es de Mary Chase y Oscar Brodney, basados en la novela de Mary Chase del mismo título; una obra teatral de 1944, con la que la escritora ganó el Premio Pullitzer.
La obra original en Broadway, se estrenó el 1 de Noviembre de 1944, en El Teatro de la calle 48, y alcanzó las 1775 representaciones.
Por su parte, Universal Studios, pagó $750.000 para hacerse con los derechos para el film.
Por otra parte, la actriz Josephine Hull, ya había interpretado su papel con anterioridad en la versión de Broadway de Harvey, y repitió en la obra cinematográfica.
Ante la sugerencia de Jimmy Stewart, el director modificó muchas tomas; las hizo más anchas en pantalla, para que Harvey “apareciera” en ella.
Harvey obtuvo un premio Oscar La Mejor Actriz Secundaria para Josephine Hull.
James Stewart, también estuvo nominado, en la categoría de mejor actor principal, pero finalmente ganó José Ferrer, por su trabajo en “Cyrano de Bergerac”
Harvey es un mágico canto a la fantasía, e imaginación, en esta fenomenal comedia, de lo mejor que ha legado Henry Koster, talentoso director de origen alemán, caracterizado por su buen gusto en los musicales, y en las películas de humor.
Harvey sigue a Elwood P. Dowd (James Stewart), un hombre afable, cariñoso, y siempre dispuesto a ayudar a los demás.
Su único “problema” es que va a todas partes, acompañado por un imaginario conejo gigante, al que llama “Harvey”
La familia de Elwood, no sabe qué hacer, y opta por llevarlo a un psiquiátrico.
Elwood, aparenta ser un niño grande:
Siempre ve el lado bueno de las cosas, y reparte halagos a todo el mundo.
Por su parte, Harvey es un conejo borrachín, de 2 metros de altura.
Es un Pookah, una traviesa criatura mitológica, amiga de juerguistas.
La tercera en discordia en esta historia, es Veta Louise Simmons (Josephine Hull) la hermana de Elwood, quien cansada del inofensivo pero excéntrico comportamiento en sociedad de su querido hermano, decide, con todo el dolor de su corazón, internarlo en un psiquiátrico.
Con eso se avecina una buena aventura.
Y es que nada ni nadie, puede desgastar, el inquebrantable y contagioso optimismo, y buen estado de ánimo, que Elwood despliega sin miramientos, ante cualquier situación.
Pero es que resulta que, el mundo irreal, en el que Elwood parece querer refugiarse, influye positivamente, en el mundo real, en el parecen estar condenados a vivir todos los que le rodean.
A partir de aquí, la trama se va desarrollando, hasta conseguir crear una de las comedias fantásticas, más divertidas de todos los tiempos.
Toda la parte del sanatorio mental, es desternillante.
Es soberbia, es perfecta.
Puesto que en Harvey, el mundo se divide entre quienes aceptan a Harvey, y quienes se horrorizan ante la mera insinuación de su nombre.
Los primeros asumen la riqueza de la vida, abiertos a sus posibilidades; los segundos, gente de orden, ven lo que La Ley establece que se ha de ver.
El director, juega mucho con la temática de la cordura y la locura, en cuál es el verdadero significado de locura, o de cordura, y en el estado de felicidad que puede proporcionar cada uno de estos ámbitos, todo esto, a través de un triángulo principal compuesto por:
Dowd, ¡Harvey!, y Veta.
En su desarrollo de perspectiva amable, Harvey trata los prejuicios sociales, y la libertad de comportamiento vital, lo que no implica una loa a la dipsomanía, sino al modo de encontrar la felicidad propia y ajena, sin estar sujeto a los cánones marcados por la comunidad, primando los valores espirituales, a Harvey, como encuentro para hallar ese bienestar contagioso.
Koster, también nos da a nosotros, un papel en Harvey, el de descubrir si los cuerdos son los locos que no ven a Harvey, o si los locos, son verdaderamente los que ven a Harvey, haciéndonos interactuar con un guión, completamente genial, divertido, y lleno de “locura”
“You see, science has overcome time and space.
Harvey has overcome not only time and space but also any objections”
Harvey, es una deliciosa pieza cinematográfica, que narra las peripecias de un encantador borrachín, llamado Elwood P. Dowd, que afirma ver a un conejo gigante llamado “Harvey”
Con sus habituales papeles de tipo paciente y “buena gente”, James Stewart daría vida al peculiar protagonista de esta historia, un personaje que parece sacado de una obra de Frank Capra, cargado de simpatía y optimismo, aficionado a la bebida, y que acompañado de un ser irreal, que hace las funciones de su consejero, repartiría alegría y felicidad, a toda persona que se encontraba en su camino.
Pero caben mil preguntas:
¿Es magia?
¿Es el escapismo, una solución a algunos de nuestros problemas?
¿Algunos de esos problemas, son realmente problemas?
¿Es Harvey un ente real, o un producto creado por la mente enferma de Elwood?
Las respuestas están en una película que, aunque muy teatral en lo que a localización de las situaciones se refiere, algo inevitable debido a su origen broadwayriano, está muy bien dirigida por Henry Koster, el realizador berlinés nacido como Hermann Kosterlitz, exiliado en los EEUU, huyendo del antisemitismo nazi, que imprimió a la historia, el ritmo narrativo cinematográfico necesario, para convertir una obra de teatro, en una película, un reto del que no siempre resulta fácil salir con éxito.
Ninguno de los actores, parece actuar con rutina, y todos conservan esa recordada inocencia del cine de los 30 y 40, pues aunque se estrenara en 1950, Harvey conserva todavía, a los 40, en sus modales y estilo.
Esto se ve, por ejemplo, en la decisión de no mostrar jamás, al enorme conejo que acompaña Stewart, solamente en un retrato, aparece para hilaridad del público.
Aunque el personaje de Elwood, bien podría interpretarse como el de un alcohólico, sólo se le ve en una ocasión tomando un Martini.
Aunque Elwood dice que Harvey mide más de 1.90 m, el mismo dato que en la novela, y más o menos, la misma altura que Stewart, el actor siempre mira para arriba, cuando se dirige a él.
En 1990, respecto a este punto, Stewart explicó en una entrevista, que él mismo se imaginó a un conejo de 2.10m en el rodaje, para poder hacerlo así.
Más allá de las situaciones cómicas, y confusiones que se dan con un conejo invisible en escena, Harvey plantea interesantes cuestiones sobre el comportamiento humano, sobre todo, en base al miedo ante lo desconocido, y/o lo diferente.
Elwood, es un tipo realmente encantador, amable, simpático, educado, sin maldad alguna, de ninguna clase.
Sí vale, tiene un conejo invisible de más de 2 metros de altura como mejor amigo, pero:
¿Es eso suficiente para considerarlo como un peligro para la sociedad, para querer encerrarlo?
¿Es el “qué dirán” uno de los pilares básicos de nuestra sociedad, que condiciona/justifica nuestros actos?
¿Nos empeñamos sin darnos cuenta, en matar la felicidad?
Y es que durante gran parte del metraje, parece que Harvey no es más que el producto de la imaginación de la mente de Elwood, fruto de su alcoholismo; en otro momento, da la sensación de que el protagonista, es consciente de que su amigo no existe, aunque se nos van dando pistas, que nos hacen sentir que algo pasó en su vida, en un momento dado, que hizo que se refugiara en él; pero al final:
¿Harvey es real?
¿No está loco?
¿Y entonces?
Bueno, resulta que el dichoso conejo es real...
No lo vemos en pantalla nunca, eso da para una gran escena, en todo caso, en donde podemos hacernos una idea de cómo es Harvey, ya que James Stewart ha mandado pintar un cuadro homoerót... canto a la amistad de Harvey con él, pero aun así, queda bien en claro que Harvey existe.
¿Y qué es?
Es un pookah o puka, un duende céltico, pero sin ninguna de las características definitorias de un celta.
Bueno, podríamos decir, es un mecanismo narrativo, pero el problema es que con eso, se cargan la mejor parte de Harvey, que era la idea del loco que, precisamente por estar loco, se tomaba la vida en solfa.
Con lo que la acerada crítica social, contra la hipocresía de la clase alta, y de la intolerancia contra todo el que piense, o mire el mundo de manera diferente, todo eso se va al garete.
Y como nunca vemos a Harvey en pantalla, tampoco podemos hacernos una buena idea de su amistad, por mucho empeño que le ponga James Stewart, y le pone empeño, vamos, no seamos injustos…
En otro orden de ideas, aparentemente Dowd padece de “delirios”
En el lenguaje diario, describe una creencia que es falsa, extravagante, o derivada de un engaño.
En psiquiatría, la definición es necesariamente más precisa, e implica que la creencia es patológica, el resultado de una enfermedad, o proceso de una enfermedad.
Como patología, es distinta de una creencia basada en información falsa, o incompleta, o de ciertos efectos de la percepción, que son llamados, más precisamente, apercepción, o ilusión.
Los delirios, suceden normalmente en un contexto neurológico, aunque no están vinculados a ninguna enfermedad en particular, y se ha encontrado que ocurren en el contexto de muchos estados patológicos, físicos y mentales.
Sin embargo, tienen importancia particular, en el diagnóstico de las psicosis y, particularmente, en la esquizofrenia, la manía, y los episodios del trastorno bipolar.
También, pertenece a la nosología psiquiátrica, en forma de un síndrome delirante, definitorio junto a los síndromes alucinatorios, y disociativo-autistas de todas las psicosis.
Por ello, Harvey es una apología de la anti-psiquiatría, es la libertad de la poesía, contra las clasificaciones arbitrarias del manual de desórdenes de la Asociación (ilícita) de psiquiatras estadounidenses, DSM, que sirve intereses económicos de los laboratorios yanquis, y que últimamente, medica hasta la felicidad; si bien Kleist describe una psicosis de éxtasis-felicidad, en la década de 1920, entre otras cosas…
Porque Elwood P. Dowd, no está desorganizado, muestra una elevada conciencia moral, una brillante intuición, y una admirable relación con los otros.
Es sabido, que en el alcoholismo crónico, son frecuentes las micro y macrozoopsias, es decir, alucinaciones visuales en formas de animales que causan terror; pero tal como el Dr. Chumley experimenta, quien por su iniciación en los saberes médicos clínicos, y luego de unos tragos, puede percibir, la existencia de Harvey…
Típicamente, ante la argumentación de que eso no tiene lógica, el sujeto persiste en su convicción.
Dado que no es una convicción habitual, habría que verificar, si acaso pertenece a algún grupo religioso, que sostenga convicciones similares, pero aún en este caso, los propios miembros de su grupo, podrían haber detectado una alteración de la lógica del pensamiento, que considerarían anormal.
En ese caso, la idea se considera delirante.
Quizás, la explicación para que los más cuerdos a los demás, les parezcan locos, puede encontrarse en el hecho de que, el más cuerdo, al ser más evolucionado y ver las cosas de otra manera, en ocasiones, resulta extraño, diferente, y “anormal”, puesto que la “normalidad” es actuar como en automático.
Y hay de aquellos que consiguen ver cosas, que la humanidad simple y llana, ni siquiera ha imaginado.
Hasta la misma psiquiatría los tratará de alucinados, esquizofrénicos, y más peyorativamente, locos de remate.
Y claro, como usted no puede demostrar que ha visto lo que ha visto, imposible convencer a nadie, porque para la todavía corta ciencia, lo que no podemos ver todos, sencillamente no existe.
En el fondo, que Harvey sea o no real, no es verdaderamente importante; puesto que Harvey es un canto a una manera de ver la vida, libre, lejos de las convenciones sociales, y sus estereotipos.
Elwood es un trastornado, porque ve a un roedor gigante, va a bares, e invita a desconocidos a cenar a su casa.
Para los “normales” eso es imperdonable, para ellos que gestan reuniones sociales, en las que se planifican las relaciones.
Pero poco a poco vemos lo que sucede en realidad.
La normalidad no es tal.
La hermana Veta, cree que ella ve también a Harvey, más aún, en un momento dado, vacía el contenido de su bolso, y podemos ver como en su interior, guardaba un importante cargamento de pastillas y drogas de todo tipo…
A nivel de locura, Harvey se convierte en un ataque feroz al sistema psiquiátrico, imperante en la época, pero desde el punto de vista de la comedia.
Y Harvey tiene una segunda lectura:
La del rechazo y la intolerancia  que pueden sufrir los “diferentes”, los solitarios o los ingenuos, en una sociedad en la que, demasiado a menudo, se da una importancia exagerada, al hecho de guardar las formas, y se concede un inmerecido mérito a los maquiavélicos.
Porque a ver quién puede resistirse, a la cara del buenazo inmortal, James Stewart, cuando suelta una de las más célebres y bonachonas sentencias de la Historia del Cine:
“Jamás mezquindad alguna entró en un bar”
Leído de un modo menos radical, y más adecuado al tono de Harvey, el subtexto evidencia que, todos estamos algo neuróticos, algo ansiosos, algo paranoicos, y que somos más ingratos, más problemáticos, y más indeseables, que un loco bondadoso e inofensivo, porque lo más importante, lo imprescindible, debería ser la empatía, la amabilidad sincera, la bondad, hacer el bien, prestar atención a quienes nos rodean.
Si observamos al personaje de Elwood, desde una perspectiva esencial, representa él mismo al pookah, o a otro pookah; en fin, a una idea, a un concepto invisible que, sin embargo, existe:
Pues el mismo es alto, benigno, y busca la amistad y el beneficio de todos los chiflados que poblamos el mundo, aunque a nosotros a menudo, sólo nos parezca una excéntrica inconveniencia.
Lo que más se resalta en Harvey, es la bondad.
Y es que Elwood cae bien a todo el mundo, sin excepción.
Es un hombre honrado, amable, y ante todo, bondadoso.
A cada cual lo invitaba a cenar, y le daba su tarjeta.
Por eso, el momento final, donde el taxista le dice a la familia, que si le inyectan el suero para hacerle olvidar, de seguro, ya no será el tipo que ha sido siempre, a pesar de sus excentricidades.
Todo lo anterior suma a que Harvey es una película sencilla pero genial.
Lo primero es que se trata de una de las pocas películas fantásticas, donde no se hace uso en ningún momento de efectos especiales, nada más allá del abrir y cerrar puertas.
Además, Harvey se convierte, o se adentra en este género, a los 45 minutos, cuando Wilson lee la definición de pookah en un diccionario, y Harvey modifica el texto, para hacer patente su presencia, uno de los mejores nudos de trama que recuerdo.
Y esos primeros minutos son la mar de gracias, como la escena de la preparación de la fiesta; o cuando entra el personaje de Stewart, Elwood P. Dowd, a casa de su hermana, justo cuando están celebrando una fiesta femenina.
Todo ello, gracias al trabajo amable y natural de una Josephine Hull en estado de gracia.
“Six feet three and a half inches.
Now let's stick to the facts”
El mundo del personaje de James Stewart, es un mundo gobernado por la inocencia, por la amabilidad, por la bondad.
Un personaje así, es lógico que sea tildado de “loco” en este absurdo mundo de personas “normales”
Él vive en su propio mundo, sólo, con su inseparable Harvey, pero es feliz, y hace felices a los demás.
A pesar de que en un primer momento, nos pudiera parecer la típica comedia familiar, para pasar una tarde de domingo, la obra de Henry Koster, se nos presentaba como un canto a la libertad personal, y un juicio moral sobre los comportamientos humanos.
¿Es mejor ser una persona “normal” y llevar una vida anodina, o estar algo loco y ser feliz, con todo lo que te rodea?
Y es que la moraleja de Harvey, nos es otra que presentarnos a la locura, como un bálsamo para ver los problemas de la vida con mejores ojos, y hacer de ella, el mejor aliado para atraer la simpatía de quieres nos rodean.
Hay unas líneas de diálogo claves, para entender al personaje de Stewart, en las que éste afirma, que cuando era niño, su madre le decía que en este mundo era fundamental, que uno se decantara por ser muy listo, o muy bondadoso, y que tras muchos años siendo listo, se dio cuenta de que era mejor ser bondadoso.
Ahí es donde reside la clave de la felicidad que da Harvey, y aunque Harvey no haya perdido vigencia con el tiempo, es una lástima que en cambio, la ingenuidad parece no estar presente, ni siquiera en los niños.
Por mi parte ya estoy buscando a mi “pookah” particular, aunque me queda la duda de si, en los tiempos que corren, no es más fácil encontrarse con uno más parecido al de “Donnie Darko” que con el afable Harvey.
Será cuestión de enfoque...

“Harvey and I have things to do... we sit in the bars... have a drink or two... play the juke box.
Very soon the faces of all the other people turn towards me and they smile”



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