A Cry In The Dark

“A family torn apart.
A public filled with outrage.
A woman accused of murder”

El 16 de agosto de 1980, Michael Chamberlain, su mujer, Lindy, y sus 3 hijos:
Aidan (7 años), Reagan (4 años) y la bebe de 9 semanas, Azaria; llegaron a Uluru, una zona desértica de la Australia central, muy visitada por excursionistas.
Allí se levanta Ayers Rock, una piedra rojiza, tan grande como un estadio, a la que los aborígenes del lugar, atribuyen propiedades mágicas.
Al igual que otras familias, los Chamberlain habían realizado un largo viaje en carro, desde el pueblo minero donde Michael era pastor de La Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Él y Lindy, se habían conocido en el templo, y llevaban casados 10 años.
Al cabo de 3 días de carretera, finalmente pudieron montar su carpa, y se prepararon para pasar vacaciones, frente a uno de los más formidables fenómenos naturales del continente.
El 17 de agosto, día siguiente, al caer la tarde, y con los últimos reflejos del sol, los Chamberlain conversaban con algunos vecinos, en torno a una barbacoa.
Lindy alzaba a Azaria, la bebé de 9 semanas; con ella en brazos, habían visitado esa mañana la roca, y explorado una famosa cueva llamada “de la Fertilidad”
Durante el paseo, Lindy vio y espantó un dingo.
Según el diccionario, se trata de “un mamífero cánido, de pelaje amarillento o rojizo, que habita en Australia”
Otros lo definen, como el lobo australiano, o perro salvaje de las praderas de Oceanía.
Los dingos son perros comúnmente encontrados en territorios salvajes en Australia, pero también, están sujetos a domesticación.
Más tarde, cuando comían, se dejó ver otro dingo que husmeaba, atraído por el olor a carne asada.
Michael le tiró un trozo de pan, pero el animal lo desdeñó, y prefirió perseguir y atrapar un ratón de campo.
A eso de las 8pm, Lindy decidió, que era hora de acostar a su hija, y se marchó con ella y con el niño de 4 años.
Diez minutos después, los 2 niños dormían, y la mamá volvió a unirse a la tertulia de vecinos.
Poco después, Lindy oyó un grito procedente de la carpa, situada a 15 o 20 metros de distancia.
Corrió a ver que acontecía, y regresó gritando alarmada:
¡Un dingo se llevó a mi hija!
Tan pronto como la madre regresó al campamento, gritando que su hija había desaparecido de la cuna, y que había alcanzado a ver al dingo que huía con la niña en las fauces, los vecinos organizaron una expedición con antorchas, en busca del animal y su víctima.
Más de 300 personas, recorrieron durante horas la zona próxima al campamento, pero sólo encontraron algunas huellas de las patas del dingo, y gotas de sangre en las inmediaciones de la carpa de los Chamberlain.
El 18 de agosto, amaneció sin noticias sobre lo que cada vez más parecía ser, una tragedia sin culpables.
La policía acudió esa mañana, y rindió su primer veredicto, bastante obvio:
La niña había sido robada por un dingo, y posiblemente, ya estaría muerta.
Lindy informó, cómo estaba vestida la pequeña:
Llevaba una especie de overol de pijama, y encima de él, un suéter.
Una semana después, no había aún, rastros de la niña, ni del dingo, pero un turista encontró el overol de pijama entre unos matorrales, no muy lejos del campamento.
Avisada, la policía tomó fotos de la prenda, pero la desplegó sobre el suelo, de manera que pudiera verse mejor.
El suéter blanco no apareció…
Para entonces, ya habían surgido las primeras dudas sobre el episodio.
Uno de los agentes, confió a sus compañeros, que no se tragaba el cuento de los Chamberlain:
“No se conoce un solo caso de un dingo que haya atacado a una persona, ni mucho menos que se haya llevado un niño”, dijo.
Para probarlo, llenó un talego con 5 kilos de arena, el peso aproximado de Azaria, e invitó a sus colegas a alzarlo con los dientes.
Ninguno consiguió acarrearlo, más que unos pocos metros.
La conclusión del agente:
“Si nosotros, que pesamos más de 80 kilos, somos incapaces de llevar una bolsa,
¿Creen ustedes, que un dingo que tiene el tamaño de un perro mediano, es capaz de hacerlo?”
Además:
“¿Cómo podría abarcar la jeta del animal, el cráneo de un niño, mucho más grande que su propio bocado?”
La autopsia de la bebé, habría despejado todas las dudas sobre su muerte.
Pero el cuerpo no apareció nunca.
Así comenzó, uno de los más fascinantes casos de sangre, del siglo XX.
A las dudas siguieron los rumores:
Que los Chamberlain habían acudido a perpetrar ante la roca, un sacrificio humano ritual, como acostumbraban a hacerlo los aborígenes siglos antes; que Lindy había escrito una tesis de grado sobre los dingos, pese a lo cual, dejó la puerta de la tienda abierta; que en La Biblia de los Chamberlain, apareció subrayado un pasaje donde un padre sacrifica a su hijo...
Después, circularon las conjeturas:
¿Cómo pudo ser, que la pijama de la niña, estuviera tan prolijamente dispuesta en las fotos, después de que la arrastró un perro salvaje?
¿Qué pasó con el suéter blanco?
¿Acaso el dingo se lo quitó, y lo escondió?
Y, sobre todo:
¿Qué ocurrió con el cuerpo de la niña?
¿Acaso un dingo es capaz de arrastrarlo, lejos del campamento, y enterrarlo o devorarlo, sin que quede huella del cadáver?
Para rematar, algunos testimonios de los vecinos, parecían contradecirse.
No se sabía bien, cuánto tiempo había transcurrido, desde que Lindy se ausentó con la niña, hasta que dijo haber oído el grito:
Unos decían que 10 minutos, otros que quizás 20.
Tampoco era totalmente claro, que se hubiera producido el grito.
Unos de los veraneantes, creían haberlo oído, pero no estaban seguros; otros sólo vieron que Lindy corría hacia la tienda de campaña.
Varios elogiaron la tranquilidad de Michael, circunstancia que, desde otra perspectiva, resultaba sospechosa.
No obstante, el primer veredicto de las autoridades, liberó a los Chamberlain de toda responsabilidad, y atribuyó el insuceso, al ataque de un dingo.
Un año después, las cosas se complicaron.
Una instancia judicial superior, la del Territorio Norte, ordenó pesquisas más amplias.
Grupos de detectives, examinaron la casa de los Chamberlain, su automóvil Torana amarillo, la pijama recuperada, y la ropa de la familia.
La investigación descubrió, leves huellas de sangre de Lindy en la prenda, en la cámara de fotografía, y en diversos puntos del carro:
La manija, el tapete delantero, un asiento.
Algunas de las huellas, contenían sangre fetal, característica de los recién nacidos.
Un supuesto experto, consideró que los desgarros de la pijama, no eran propios de colmillos caninos, y que no había en ella, saliva del animal.
El fiscal, acudió a una de las más notable autoridades forenses, el profesor James Cameron, del Hospital de la Facultad de Medicina de Londres.
Después de examinar las pruebas, Cameron rindió su veredicto:
“La niña fue asesinada por la madre dentro del carro con unas tijeras; cometido el crimen, enterró el cadáver.
Luego fingió la comedia del grito, e inventó la historia de ese dingo, que nadie llegó a ver.
El padre lo sabía todo, y la encubrió”
En febrero de 1982, un juez ordenó que la pareja fuera llevada a prisión.
La prensa australiana, se ocupaba a diario del caso, y la opinión estaba dividida, entre los partidarios y los enemigos de los procesados.
El 52% de los australianos, creía que los padres habían asesinado a la niña; y el 48% sostenía la hipótesis del lobo salvaje.
A pesar de todo, en una encuesta de aquella época, más de la mitad de sus compatriotas, aún la consideraban culpable debido, en gran parte, al subjetivo papel de los medios de comunicación que, convertidos en juez y parte, dieron al caso, una excesiva trascendencia social, más allá de la actuación meramente judicial, y olvidándose de un principio básico del sistema procesal:
La presunción de inocencia.
Hablando de este derecho, recordemos que, por ejemplo, El Convenio Europeo de Derechos Humanos, ya señaló en 1950, en su artículo #6, que:
“…el acceso a la sala de audiencia, puede ser prohibido a la prensa… cuando en circunstancias especiales, la publicidad pudiera ser perjudicial para los intereses de la justicia”
El 19 de octubre, el jurado dio a su conocer su veredicto:
Lindy, culpable de asesinato; su esposo, cómplice del delito.
El juez sentenció a la acusada, a prisión perpetua, y condenó a 3 años de cárcel al marido, pero le concedió la libertad condicional, para que pudiera ocuparse de los hijos.
En algunos puntos de Australia, el fallo del juez provocó aplausos y hurras.
En otros, hubo lágrimas y decepción.
Un mes después de la condena, Lindy pudo salir de la cárcel, a dar a luz su segunda hija, la cual llamo Kahlia.
Durante 10 meses, ella permaneció en libertad condicional, mientras La Corte Suprema, se pronunciaba sobre la apelación del caso.
En abril de 1983, la suerte de Lindy pareció sellada, cuando La Corte rechazó el recurso, y dispuso que la declarada filicida, regresara a la cárcel.
Tres años llevaba en ella, cuando un accidente trágico, enderezó lo que había sido una injusticia.
En enero de 1986, un montañista inglés, llamado David Brett, intentó escalar la roca Uluru, con tan mala suerte, de que resbaló y se precipitó al vacío.
Una semana después, cuando la policía encontró el cadáver del excursionista, descubrió también, muy cerca del lugar, una madriguera de dingos.
En ella, aparecieron los restos de un suetercito infantil, que alguna vez había sido de Azaria.
El hallazgo fue una bomba.
Lindy quedó en libertad, y se creó una Comisión Real, para revisar las nuevas pruebas.
El pequeño suéter revelaba, huellas de los colmillos del dingo, pelos del animal, y restos de la niña.
El 15 de septiembre de 1988, La Corte de Apelaciones anuló las sentencias contra los acusados, y declaró su inocencia.
A partir de ese momento, los hechos ocurrieron como una catarata.
Se publicaron numerosos informes y libros sobre el caso, el Estado accedió a indemnizar a Lindy con $1,3 millones, lo que lamentablemente, ni siquiera alcanzo para cubrir 1/3 de sus gastos legales; y se rodó la célebre película “A Cry In The Dark” en la que Meryl Streep interpretó a quien se había convertido en heroína de la patria, y emblema de la lucha contra la injusticia institucional.
Pero el matrimonio Chamberlain no soportó tantos altibajos y tensiones.
En 1990, Lindy y Michael se divorciaron.
El padre de Azaria volvió a casarse en 1994, y 2 años después, tuvo otra hija.
Fue diputado regional, profesor de inglés, y predicador.
Actualmente, a los 68 años, se dedica por completo a escribir libros.
Los 3 hijos en común, son ya mayores de 30 años.
La familia conserva el auto Torana, donde según el “experto” profesor James Cameron, Lindy había asesinado a su hija con unas tijeras.
Aún lo emplean para las bodas de familia.
Lindy, de 64 años, hoy se llama formalmente, Alice Lynne Chamberlain-Creighton.
La ñapa corresponde a John Creighton, su segundo marido, un estadounidense con quien se casó en 1992.
Durante 6 años, vivieron en Seattle, Estados Unidos; y en 1998, regresaron a Australia.
Con 40 kilos más que aquella noche de agosto de 1980, Lindy dicta charlas, escribe sobre el sentido de la vida, y tiene una página web, donde relata su historia, y ofrece reflexiones ontológicas y teológicas.
La suma de ellas dice:
“En todo lo que hagas con tu vida, mantén siempre el espíritu abierto”
La muerte de Azaria Chamberlain, sacudió a Australia, se divulgó por el mundo entero, y se convirtió en tema de miles de artículos de prensa, decenas de libros, y programas especiales de televisión, películas y una ópera.
Los múltiples incidentes, cambios de hipótesis, decisiones opuestas de jueces, y tribunales, mentiras y afirmaciones contundentes de expertos, que luego la realidad se encargó de rebatir, revelan hasta qué punto, la verdad es esquiva en los procesos penales, y cómo es posible, equivocarse en materia grave, por culpa de las apariencias.
De acuerdo con ABC News, ha habido unos 27 ataques de dingos a humanos en Australia, 3 de ellos fatales, desde la muerte de Azaria en 1980.
Estos perros salvajes, mataron a un niño de 9 años en 2001, y a una niña de 2 años en 2005.
Pero antes de la muerte de la bebé Chamberlain, tales ataques eran totalmente desconocidos, lo que hizo que la versión de los hechos, proporcionada por Chamberlain, fuera desaprobada por el público.
“Australia ya no podrá decir, que los dingos no son peligrosos, y sólo atacan cuando son provocados.
Vivimos en un país hermoso, pero peligroso”, añadió.
“Por fin se sabe la verdad”, declaró por su parte el padre, Michael Chamberlain.
La australiana, Lindy Chamberlain, será recordada, como una de las más populares víctimas de la injusticia social y judicial, al ser condenada a cadena perpetua, acusada de haber asesinado a su pequeña hija de 9 semanas, víctima del ataque de un perro salvaje.
Después de vivir encarcelada durante unos años, fue exonerada de todos los cargos.
“The dingo's got my baby!”
A Cry In The Dark es una película dramática, dirigida en 1988, por Fred Schepisi.
Protagonizada por Meryl Streep, Sam Neill, Charles Tingwell, Kevin Miles, Jim Holt, Nick Tate, Bruce Mules, entre otros.
El guión es de Robert Caswell y Fred Schepisi; basados en el libro “Evil Angels” de John Bryson; la miniserie “Through My Eyes”, y la ópera “Lindy”, entre otras producciones, basadas en la historia de la bebé Azaria Chamberlain, que hoy tendría 32 años.
Como dato, A Cry In The Dark se llama originalmente “Evil Angels”, y fue conocida fuera de Australia y Nueva Zelandia, como “A Cry In The Dark”
A Cry In The Dark estuvo nominada al Oscar como mejor actriz (Meryl Streep), y se hizo acreedora a un premio, como Mejor Actriz, en El Festival Internacional de Cine de Cannes.
A Cry In The Dark tiene lugar en Australia, y se basa en el famoso, y reciente caso de Lindy Chamberlain, la madre que dijo, que su bebé había sido raptado y muerto por un dingo, un perro salvaje australiano.
Nadie más vio el trágico suceso y, después de unas semanas, la simpatía hacia los padres, fue reemplazada por una maliciosa campaña de rumores.
A Cry In The Dark se toma su tiempo para construir el caso en contra de Lindy, y luego para destruirlo.
Fred Schepisi, quien dirigió y coescribió A Cry In The Dark, utilizó la opinión pública australiana, como una especie de coro griego.
En esta historia, convergen 3 temas:
El juicio a un inocente, el juicio público, y el hecho de la trágica muerte de una pequeña.
Durante unas vacaciones en la montaña, el matrimonio de los Chamberlain pierde a su hija Azaria, de tan solo unos meses de edad.
La madre, Lindy (Meryl Streep), cuenta a la policía, que durante la noche oyó ruidos, y vio como un dingo, un perro salvaje, propio de Australia, entraba en la tienda de campaña, y se llevaba a la bebé.
La policía inicia la búsqueda de la pequeña, pero su cuerpo nunca se encontró.
Ante la inconsistencia del testimonio de Lindy, es acusada del asesinato.
¿Es que en realidad, Lindy había asesinado a su bebé, y culpado a los perros?
La evidencia contra ella, comenzó a acumularse:
Una marca en una prenda, parecía ser la huella ensangrentada de su mano.
Se encontró sangre salpicada en el automóvil de la familia.
Un dingo no es lo suficientemente grande, como para arrastrar a un bebé.
Y lo peor de todo:
Lindy no parecía suficientemente devastada por la pérdida.
A su debido tiempo, se presentó una demanda en su contra, se la encontró culpable, y fue sentenciada a cadena perpetua.
Estuvo presa 3 años y medio, y tuvo otro hijo entre rejas, antes de ser liberada.
Una Corte de Apelaciones, anuló su sentencia el 15 de septiembre de 1988, por considerarla:
“Mala práctica judicial”
¿Por qué Lindy fue capaz de mantener la compostura, incluso una fachada gélida, en las entrevistas periodísticas, y en la TV?
¿Por qué no lloró por su bebé?
En A Cry In The Dark se implica, que si Lindy se hubiera comportado “correctamente” en  los medios, quizá la investigación que derivó en su condena, jamás hubiera tenido lugar.
Al tratar de ayudarnos a comprender a Lindy, Meryl Streep, enfrenta el formidable, ENORME desafío, de crear simpatía hacia una mujer desagradable.
Parece ser, que Lindy no era naturalmente proclive a las manifestaciones emotivas en público, y lo mantuvo todo dentro de sí.
Después de ser acusada de asesinar a su hija, el enojo predominó, llenándola con una profunda amargura, que era evidente en su voz, y en su rostro.
Y había además otra cuestión:
Las creencias religiosas de Lindy y Michael Chamberlain (Sam Neill)
Ellos son Adventistas del Séptimo Día, en un país, donde esa religión representa una pequeña minoría, y es ampliamente incomprendida.
Mientras hablaban de reconciliarse con la voluntad de Dios, el público murmuró con malicia, que ella había sacrificado a su bebé, en alguna clase de ceremonia ritual religiosa, un hecho impensable, en términos de la religión adventista.
Sin importar lo que hicieran, Lindy y su marido, eran marginales religiosos, emocionales y sociales, y la prensa y la ley, los persiguió como a una jauría de dingos.
Y es que, lo que parece molestar al público australiano, es la ausencia de desesperación de los Chamberlain.
Sus apariciones en radio y TV, son interpretadas como propaganda para el movimiento de los Adventistas del Séptimo Día, la fe que les da fortaleza en esta crisis.
Los medios perciben una buena historia, y se muestran infatigables en el intento por construir la impresión, de que la pareja mató a su propia hija.
Tras 2 años de hostigamiento, especulaciones, e investigaciones, Lindy es acusada de asesinato, y Michael de ser su cómplice.
En A Cry In The Dark se muestran escenarios como:
Partidos de tenis, bares, estaciones de servicio, cenas, y fiestas, en las que el público australiano juzga a Lindy, y la encuentra culpable, hasta que alguien, finalmente prohíbe hablar del tema en su mesa, declarando que el caso, no va a arruinarle otra de sus reuniones...
Schepisi enjuicia con éxito a “La Corte” de la opinión pública, y su metódico, pero absorbente examen de las evidencias, nos ayuda a comprender el caso circunstancial, presentado por la fiscalía.
En el papel principal, Meryl Streep tiene una tarea ingrata:
Mostrar a una mujer, que deliberadamente se negó a permitir que escudriñaran en su interior.
La actriz lo logra, y por eso hay, por supuesto, ocasiones en las que nos sentimos frustrados, ya que no sabemos, qué es lo que piensa, o siente Lindy.
El personaje comienza a desagradarnos, y es entonces, cuando comprendemos cómo se sintió el público australiano.
La actuación de la Streep es enormemente arriesgada, y una Obra Maestra en sí misma.
“I'm told:
Don't talk like you normally talk.
Watch how you hold your mouth.
You look too sour and crabby.
Don't get angry.
Don't ask too many questions, or they think you're trying to be smart.
And never, never, never laugh or you're an uncaring bitch.
Well, I can't cry to order, and I won't be squashed into some dumb act for the public... or for you”
La moraleja de A Cry In The Dark, supongo, es que cuando las pasiones se desatan lo suficiente, es probable que un juzgado decida, casi cualquier cosa sobre cualquiera, en particular, sobre un miembro poco agradable e impopular de una minoría, que es acusado de un crimen innombrable.
Cuando uno combina esa posibilidad, con la incertidumbre de las pruebas circunstanciales, y el ansia humana de venganza, se obtiene una situación en que la pena de muerte, puede provocar una tragedia irrevocable.
Lindy Chamberlain pasó 3 años y medio en prisión, por un crimen que no cometió, pero al menos, no la mataron.
Los intérpretes de A Cry In The Dark, logran trabajos convincentes y conmovedores, en papeles que parecen desagradables, y que no ofrecen los ingredientes típicos, que suelen permitir a los actores, desplegar sus personalidades más emotivas.
El director Fred Schepisi, nos conduce con inteligencia, a través de una historia que se prolonga durante 7 años, intercalando momentos cruciales con “opiniones” del público, y los medios.
Los rumores maliciosos se tejen y distorsionan, hasta parecer verdades, y en poco tiempo, los Chamberlain parecen ser las únicas personas cuerdas, en un relato que además, tiene un giro conmovedor.
Por supuesto, A Cry In The Dark no tendría la potencia que alcanza, si otra actriz la hubiese protagonizado.
Meryl Streep parece ser, la primera en comprender, la clase de complejo mensaje que adquiere A Cry In The Dark según avanza, y en su caracterización, hay ese pozo de vida verdadera, de documental sobre una persona, que ha caracterizado su carrera.
Pero siendo como es, una de las mejores intérpretes de toda la historia, en su comedido, y contenido trabajo, subyace ese grito ahogado, esa vejación pública, y ese dolor enquistado, del que ha perdido a un hijo, pero que ni siquiera puede llorar su pérdida.
Si, A Cry In The Dark es una película fría, extraña, distinta, incómoda incluso.
Con los hechos reales que cuenta, podría haber sido otro melodramático espectáculo de exhibición sentimental, en la que descubrir las heridas abiertas de una familia inocente, pero acusada de la muerte de su propio bebé, en los desiertos interiores de Australia, a lo largo de un proceso que duró años.
Pero el director, Fred Schepisi, no quiere contar eso.
Y es su enfoque, casi nunca practicado en esta clase de cine, la que convierte en una de sus mejores películas.
Porque es él, quien nos presenta de manera nada empática, a esa familia, el que los enseña, y muestra su rutina, pero sin acercarse nunca, al verdadero dolor de su drama, e insertando, a lo largo de todo el metraje, las elucubraciones, casi siempre infundadas, de los vecinos, los espectadores, los jueces, el sistema legal, comunicativo, de toda una nación.
De esta manera, A Cry In The Dark nos coloca a nosotros, los espectadores, del lado de aquellos que tanto se equivocaron, y nos obliga a juzgar, fríamente, la dolorosa imagen de una madre, llorando por la pérdida de su hijo.
Y de soslayo, A Cry In The Dark se convierte, en una feroz crítica a los prejuicios, el desconocimiento, la manipulación de los medios, y la injusticia.
De hecho, su ritmo es brillantemente pausado, de una cadencia casi real.
“Look, Mr. Barker.
I wasn't there.
I can only go on the evidence of my own eyes.
We're talking about my baby daughter... not some object!”
Un tribunal australiano determinó, el 11 de Junio de 2012, que un dingo o perro salvaje, fue responsable de la desaparición y muerte de la bebé Azaria Chamberlain, ocurrida hace casi 32 años.
La decisión, cierra un largo drama, que generó conmoción en ese país, y fue llevado al cine en el film “A Cry In The Dark”
La jueza, Elizabeth Morris, dijo:
“Azaria murió el 17 de agosto de 1980, dentro del Parque Nacional Uluru, en el centro de Australia, al ser atacada, y robada por un dingo”
También, enfatizó que las evidencias sobre la muerte de Azaria, eran “adecuadamente claras, contundentes, exactas, y excluyen cualquier otra posible razón”
El célebre caso, fue reabierto por 4ª vez en febrero 2012, debido a que los padres de la bebé, buscaban cambiar los datos del certificado de defunción de Azaria, para hacer constar, que la criatura murió por el ataque de un dingo, y no por causa desconocida.
Ante una sala repleta en el estado del Territorio Norte, en la que estuvieron presentes los padres de Azaria, Lindy Chamberlain-Creighton, y su ex esposo Michael Chamberlain, la magistrada confirmó, que el certificado de defunción será modificado, y visiblemente emocionada, manifestó, visiblemente emocionada, que:
“El tiempo no cambiará el dolor y la tristeza”
La muerte de Azaria, que tenía apenas 9 semanas, motivó un proceso judicial en el que Lindy Chamberlain, llegó a ser acusada de asesinato, y sentenciada a cadena perpetua, en 1982, mientras que el padre, fue condenado a 18 meses de prisión, por complicidad tras los hechos.
No obstante, la pena fue luego suspendida.
En 1987, la pareja fue exonerada de los cargos, por una Comisión Real, y posteriormente, sus sentencias fueron anuladas, mientras la última investigación realizada en 1995, dejó abierto el veredicto.
La madre de la niña Azaria, Lindy, siempre mantuvo la versión, de que la noche de autos, vio un dingo saliendo de su tienda de campaña.
El caso acaparó la atención de la prensa local e internacional, que especulaba sobre la muerte de Azaria, que en hebreo significa:
“Bendita por Dios”

“I don't think a lot of people realise how important innocence is to innocent people”



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