Sabrina

“…you're still reaching for the moon”

Es enorme y digno del mayor aplauso, el aporte que los estadounidenses han hecho al arte teatral.
Tengo la impresión de que, en Broadway, se han exhibido las mejores obras a las que hayamos podido tener acceso en nuestra vida.
Y, en cuanto a comedia, ha sido insuperable el acervo de obras maravillosas que han salido de allí.
Pueden contarse por decenas, las películas hollywoodenses, que se han derivado de obras teatrales que primero triunfaron en Broadway, y luego, algún gran director, las adaptó sabiamente al lenguaje cinematográfico, para redondear así, imperecederos filmes.
La historia de “La Cenicienta” ha vendido desde los tiempos en que los primeros novelistas caminaban sobre la faz de la Tierra, y seguirá haciéndolo.
Y es que el 90% de la población es pobre, y va al cine para distraerse, y por lo tanto, para satisfacer a ese 90% de audiencia, se crean a paladas, historias sobre chicas pobres, que ascienden en la escala social, gracias a un chico rico que se fija en ellas, generalmente, previo proceso de enamoramiento.
Las historias sobre “La Cenicienta” son cuentos que ayudan a establecer un nexo entre distintas clases sociales que son necesarias.
“I have learned how to live, how to be in the world and off the world and not just to stand aside and watch.
And I would never never again run away from life, or from love either”
Sabrina es una película del género comedia romántica, dirigida por Billy Wilder en el año 1954.
Protagonizada por Humphrey Bogart, Audrey Hepburn, William Holden, Walter Hampden, John Williams, Martha Hyer, Joan Vohs, Marcel Dalio, Marcel Hillaire, Nella Walker, Francis X. Bushman, Ellen Corby, entre otros.
El guión es obra de Billy Wilder y Ernest Lehman, y es la adaptación de la obra de teatro “Sabrina Fair”, escrita por Samuel Taylor
Tras el estreno de Sabrina el 09 de septiembre de 1954 en Londres, se convirtió en uno de los grades éxitos del año, situándose como el tercer film más taquillero.
Sabrina estuvo nominada a 6 Oscar, entre los que estaban:
Mejor director, actriz principal (Hepburn), guión adaptado, dirección artística blanco y negro, y cinematografía blanco y negro; pero finalmente, solo ganaría el de Mejor Vestuario para Edith Head, un premio algo controvertido.
Sabrina se rueda en exteriores de Long Island, New York, y New York City, y en los platós de Paramount Studios en Hollywood.
Sabrina narra la historia de un amor, primero platónico, y más tarde real, que nos hace ver, que muchas veces se pisotea a la gente, sin tener en cuenta sus sentimientos por el beneficio propio, pero que al fin y al cabo, siempre debemos albergar la esperanza, que el factor humano supere al poder y el dinero.
Sabrina es todo un clásico de la comedia sofisticada de los años 50, referente obligado para todas las comedias insulsas y torpes del Hollywood actual, que no le llegan a la suela del zapato a esta particular versión de “La Cenicienta”
Sabrina es preciosa, en una palabra.
Toda Sabrina, rezuma un constante ambiente de ese “glamur” que ya no se ve hoy en día, al cual contribuye de un modo decisivo, el magnífico vestuario realizado por la oscarizada Edith Head, y Hubert de Givenchy.
La acción de Sabrina tiene lugar en Long Island, New York, New York City, y París, a lo largo de 2 años, entre 1952 y 1954.
Sabrina Fairchild (Audrey Hepburn) es la hija del chófer, Thomas Fairchild (John Williams), que desde lo alto del garaje, ve cómo los Larrabee viven una vida de fiestas y lujo.
Sabrina es una jovencita enamorada del hijo pequeño, David Larrabee (William Holden)
Por despecho, intenta suicidarse, pero la llegada del hijo mayor, Linus Larrabee (Humphrey Bogart), lo impide.
Pero el futuro de Sabrina es otro, ya que se va a París a una escuela de cocina, para que olvide de todo eso, y se forme.
Al cabo de un tiempo vuelve, y lo hace convertida en una joven elegante y guapa, que no sólo consigue llamar la atención de David...
De Sabrina, deberían aprender todos aquellos que intentan escribir hoy en día, comedias románticas, y se quedan en cursilerías pastelosas.
Sin pasarse un pelo, Billy Wilder sabe cómo emocionarnos con los enredos sentimentales, de Sabrina y los hermanos Linus y David Larrabee.
Y es que un guión casi perfecto, necesitaba intérpretes perfectos.
Audrey Hepburn está simplemente maravillosa, llenando la pantalla cada vez que aparece, diciéndolo todo con los ojos.
Parece mentira, que aún hoy, haya periodistas que intenten colgar el cartel de “nueva Hepburn” a cada imberbe jovencita que aparece por ahí.
Y parece mentira, porque ninguna le llega a la suela del zapato, ni creo que le llegará nunca.
Audrey, como la otra Hepburn, Katharine, siempre será inimitable.
Y si junto a ella, aparecían William Holden y Humphrey Bogart, perfectos galanes donde los haya, pues mejor que mejor.
Sabrina es el triunfo del amor por encima del dinero, y de las convenciones sociales, y toda ella, es un encanto.
Wilder era incapaz de hacer una película, sin darle ese lado humano y crítico, los personajes no son solamente de escaparates.
Wilder analiza el entorno social de ambos, y lo critica, la servidumbre y los dueños, siendo éstos, personas ricas y poderosas en el mundo de los negocios, digamos que la nueva aristocracia del siglo XX.
Wilder analiza tal estatus social, dando humanidad a la servidumbre, y frialdad al rico, desprendiendo arrogancia y odio hacia el obrero.
Wilder no habla de esto desde un lado secundario, para nada, a veces deja a un lado a Sabrina, y habla sobre el coche y el cristal que los separa…
Sabrina no solamente es una comedia muy entretenida e inolvidable, Sabrina es una comedia, que habla sobre las diferencias sociales, y de las dificultades de convivencia de una clase con la otra, y sobre todo, si se trata de mezclarse ambos mundos.
Wilder trata a su vez, los intereses de los ricos, cuando se habla de amor, trata a este como un negocio tal como hacían los reyes del Medievo... las cosas no han cambiado:
El rico será siempre arrogante e inhumano.
El guión adapta una pieza teatral que reproduce, con pocos cambios el cuento inmemorial de “La Cenicienta”
El argumento de Sabrina es sencillo y liviano.
Sobre él, Wilder construye una obra admirable, gracias a unos diálogos excelentes, una buena definición de caracteres, interpretaciones brillantes, la aportación de un humor natural, franco, y directo, y el recurso aúna la fina y sutil ironía.
Sirviéndose de ella, Sabrina critica el servilismo de las secretarias, la reiteración de sus saludos, la indolencia, los tics autoritarios del padre Larrabee, la silenciosa sumisión del Consejo de Administración, el clasismo social, la compra de voluntades, los periodistas, los horarios laborales rígidos, las clases de cocina, los modernos aparatos electrodomésticos como las grabadoras de voz...
Muestra su afición a los coches, modernos y de época, a las secuencias de coches a la carrera, las localizaciones europeas, París, grandes viajes, etc.
Pero lo que me ha llamado más la atención, es que Sabrina es una comedia romántica, bastante novedosa para la época y, por este motivo, muy actual.
De hecho, creo que Sabrina inaugura el género, tal y como lo conocemos hoy día, y que tantas veces hemos visto y seguimos viendo.
Este cine, especialmente dirigido a las mujeres, consta de 3 reglas que se siguen a rajatabla desde 1954:
La chica:
1º Reafirma su personalidad.
2º Consigue el chico que le conviene.
3º Ayuda a alguien que la necesita.
Por lo que se ve, la espectadora está necesitada de las 2 primeras, y para sentirse mejor, desea la última.
Claro que para este papel, el de Sabrina, se requiere un personaje con el que poderse identificar cualquier mujer:
Una chica normal y corriente, en todos los aspectos, poca cosa.
Puede que encanta, y mucho.
Y una actriz que le de vida:
Audrey Hepburn.
Mientras la veía, me preguntaba, si podríamos imaginarnos a una:
Ava Garder, Rita Hayworth, Lana Turner, Eleanor Parker, o Grace Kelly, en la piel de Sabrina.
¿Imposible, verdad?
Demasiado glamur, belleza, y personalidad, para hacer de Sabrina.
Y es que ella cumple las 3 reglas, porque:
1º Reafirma su personalidad, al sentirse amada por los 2 hermanos Larrabee, aparte de la experiencia, elegancia, y que ha adquirido en París.
2º Queda con Linus, cuyo personaje resulta más atractivo, y más positivo que el de David.
3º Ayuda al propio Linus, pues lo saca de su mentalidad exclusivamente empresarial, y dedicada al trabajo, y le hace ver el lado romántico de la vida.
“A woman happily in love, she burns the soufflé.
A woman unhappily in love, she forgets to turn on the oven”
Durante el rodaje de Sabrina, tuvieron una visita real europea, con la que Hepburn hizo de anfitriona por orden de Wilder, ya que era la que mejor educación tenía.
Además, las relaciones entre Bogart, que ya contaba con 55 años de edad, y el resto del reparto, fueron bastante tensas.
Bogart aceptó ese papel, porque su agente le convenció de que debía participar en una comedia, para mitigar la imagen de duro que tenía.
Pero Bogart no aceptó el papel, hasta que no se añadió al guión, la escena en la que presenta el nuevo material a pruebas de balas, y el dispara, pensó que si no disparaba, disminuiría su fama de duro.
Y es que las exigencias y manías de Bogart durante el rodaje, exasperaron a todo el equipo.
Un día armó una bronca tremenda a uno de los guionistas, delante de todo el mundo, porque no le habían pasado a tiempo una copia del guión, con las escenas del día.
Wilder le dijo al estudio, que no rodaría un sólo metro más de película, hasta que Bogey se disculpara con el pobre hombre.
Bogart le invitó a su camerino a tomar un trago, y todo se arregló felizmente.
En cambio, la relación entre Hepburn y Holden fue excelente durante todo el rodaje.
A Bogart no le gustaba Audrey Hepburn, e hizo todo lo posible para que la despidieran, y le dieran el papel a su mujer, Laureen Bacall.
Pero Billy Wilder, con el apoyo de William Holden, de 36 años, que estaba secretamente enamorado de Audrey, se mantuvo firme ante las presiones de la estrella.
Por su parte, William Holden y Humphrey Bogart no se caían bien.
Al contrario de los papeles que les tocó interpretar en Sabrina, Holden era un hombre conservador y de costumbres tradicionales.
Sobrio y reflexivo, le gustaba volver a casa con su esposa, en cuanto acababa la jornada.
Bogart en cambio, era de ideas liberales y hábitos disolutos:
Todos los días a las 6 de la tarde, se largaba al bar, a atiborrarse de whisky, hubiera o no tomas pendientes, cosa que disgustaba profundamente a Billy Wilder.
Así, William Holden, Audrey Hepburn y Billy Wilder congeniaron enseguida.
Bromeaban y se divertían juntos durante el rodaje, luego, quedaban para cenar o tomar una copa.
Pero Bogart se autoexcluyó desde el principio, llegando a creer, que existía un complot contra él, para que su trabajo en Sabrina fuera eclipsado por el de la emergente Audrey.
Esa injustificada paranoia, acabó convirtiéndose en un indisimulado desprecio hacia la joven actriz, que obligó a Wilder y a Holden, a intervenir más de una vez, en defensa de la pobre Audrey.
Cuando le preguntaron a Bogart, qué era lo que tenía en contra de Audrey Hepburn, éste contestó:
“Nada, realmente.
Si no te importa tener que repetir 20 veces la misma escena cada vez...”
Aun así, Billy Wilder supo sacar lo mejor de una Audrey Hepburn, totalmente arrebatadora, y más vulnerable que nunca, la cual se convirtió en una de sus actrices favoritas.
A pesar de todos los problemas, Wilder y Bogart, se despidieron como amigos, una vez finalizado el rodaje.
Eso sí, cada uno de ellos dijo después, en privado, que no volvería a trabajar jamás con el otro.
Y no lo hicieron.
Sin embargo, sí es polémico y discutible, ayer, hoy, mañana, y en cualquier época, la diferencia de edad entre el hombre y la mujer en el guión de Sabrina.
Y es que parece que 20 o 30 años no son nada.
Que la hija se enamore de un caballero que le duplica la edad, no es chocante, no es motivo de crítica, de reprimenda, de sorpresa por lo menos...
Qué va.
Ni se comenta siquiera, el conflicto que puede suponer.
Por otra parte, igual de controvertido, fue el vestuario de Audrey Hepburn, diseñado por Givenchy.
Cuando al modisto francés le dijeron que los vestidos eran para “la señorita Hepburn” creyó que se trataba de Katharine Hepburn.
No tenía ni idea, de quién diablos era Audrey.
El vestuario de Hepburn, supervisado por Edith Head, y realizado por Givenchy, marcó el inicio de una prolongada colaboración de Hepburn y Givenchy, siendo Audrey su musa por muchos años.
Y pese a que la mayor parte de los vestidos que luce la actriz en la pantalla, sobre todo los de coctel, habían sido creados por Hubert de Givenchy, amigo personal, y diseñador fetiche de Hepburn, y que por diferentes motivos, no había sido acreditado en los títulos de Sabrina, porque el Oscar fue para Edith.
Así, la cuidada producción de “Serie A” se nota en el exquisito trabajo de fotografía y dirección artística, que no escatima medios, y consigue meterte en el ambiente de opulencia sin estridencias, ni sobrecargar.
Y la puesta en escena de Wilder, invisible, y milimétrica, consigue hacer olvidar el origen teatral, dando frescura y viveza, haciendo desaparecer a la cámara, y moviéndola sólo lo necesario, primando como hacen los grandes, la claridad y la sencillez en la exposición.
El resultado, es una de las piezas clave de la comedia romántica ligera.
El gran sentido del humor que denotan algunas de las escenas, es simplemente genial, por muchos años que hayan pasado, no se han escrito mejores guiones…
Las situaciones más cotidianas, están siempre tratadas desde una óptica maravillosa, por ejemplo:
La lectura de las cartas de Sabrina, las clases de cocina, las copas de champagne…
Diálogos perfectos, directos, y muy divertidos, unos secundarios magníficos, como el padre de Sabrina, el gran John Williams, que repite papel de padre apocado, y el padre de los 2 hermanos Larrabee, también muy divertido.
Por otro lado, es muy bueno, el dilema que plantea el chófer, diciendo que “hay asientos delante y detrás, entre medias un cristal que nos separa y cada uno debe seguir su camino”
Algo que realmente nunca va a cambiar porque, siempre van a existir las clases sociales y las barreras.
La música de Sabrina es obra de Frederick Hollander, que aporta una partitura de composiciones originales, ligeras, y románticas, y de adaptaciones, y arreglos.
Añade 4 canciones:
Las 2 que canta Hepburn:
“La Vie en Rose” y “Yes! We Have No Bananas”
Y los temas:
“Love” y “Isn't In Romantic”
Por último decir, que me gusta mucho la comedia romántica clásica, su humor inteligente, sus situaciones novedosas, incluso, la ingenuidad con la que, en ocasiones, se trataban las relaciones humanas, a diferencia de las comedias actuales, que me parecen en su mayoría insulsas.
Y es que Billy Wilder, es un claro ejemplo de director, que conseguía que este tipo de género fuese algo bello, con clase, y sobre todo, sorprendente, alejado de los tópicos actuales, que hacen que hablar de comedia romántica, sea equivalente a hablar de películas dulzonas, acarameladas hasta el hastío.

“The moon's reaching for me”



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