The Black Dahlia

“I don't get modern art”

El crimen de La Dalia Negra, es uno de los asesinatos más famosos del siglo XX, al menos en Estados Unidos.
En una ciudad que facturaba films de cine negro como rosquillas, la muerte de esta joven de 22 años, se convirtió de la noche a la mañana, en el caso a seguir por los más importantes periodistas.
La sociedad estadounidense, se volcó en él, como si de un folletín se tratase, con sus dosis de intriga y horror.
La brutalidad del crimen, las oscuras pistas que seguía la policía, los numerosos sospechosos, y el carácter de la víctima, una joven que había ido a Hollywood con sus sueños bajo el brazo, encendieron poderosamente, las imaginaciones y los miedos del pueblo, y durante 2 meses, no se habló de otra cosa en Los Angeles.
Elizabeth “Betty” Short fue una mujer estadounidense, víctima de un horrible, y muy publicitado asesinato.
Apodada como La Dalia Negra, Short fue encontrada severamente mutilada, y su cuerpo descuartizado, el 15 de enero de 1947 en Leimert Park, en Los Angeles, California.
El asesinato, que sigue sin resolverse, ha sido fuente de especulación generalizada, así como origen de varios libros y adaptaciones de películas.
Elizabeth Short había nacido en Hyde Park, Boston, Massachusetts, siendo educada en Medford, por su madre, Phoebe Mae Sawyer, después de que su padre, Cleo Short, las abandonara a ella, y a sus 4 hermanas, en octubre de 1930.
Aquejada de asma, pasó sus veranos en Medford, e inviernos en Florida.
A la edad de 19, fue a Vallejo, California, a vivir con su padre.
Los 2 se trasladaron a Los Angeles, a principios de 1943, pero después de una discusión, ella se fue, consiguiendo un puesto de trabajo, en uno de los posteriores intercambios en el campamento Cooke, actualmente Base Vandenberg de La Fuerza Aérea, cerca de Lompoc.
Posteriormente, se trasladó a Santa Bárbara, donde fue detenida el 23 de septiembre de 1943, por beber siendo menor de edad, y fue devuelta a Medford por las autoridades juveniles.
A los pocos años siguientes, residió en distintas ciudades de Florida, con ocasionales viajes de regreso a Massachusetts, donde obtenía dinero, la mayoría de las veces, trabajando como camarera.
En Florida, conoció al principal Matthew M. Gordon Jr., quien era parte de la 2ª Comandancia aérea y capacitación para el despliegue en el CBI, China - Birmania - India, teatro de operaciones.
Short le dijo a algunos amigos, que Gordon escribió una carta desde la India, proponiéndole matrimonio mientras se recuperaba de un accidente aéreo que sufrió, cuando trataba de rescatar un piloto derribado.
Ella aceptó su propuesta, pero Gordon Jr. murió en un accidente, el 10 de agosto de 1945, antes de que pudiera regresar a los EEUU.
Más tarde, se dijo que ellos se casaron, y tuvieron un hijo que murió.
Aunque los amigos de Gordon confirmaron, que existía una relación entre él y Short, posteriormente su familia negó cualquier relación con ella, después del asesinato.
Así las cosas, “Betty” regresó al sur de California, en julio de 1946, para encontrarse con un viejo novio, que conoció en Florida durante la guerra, el Teniente Gordon Fickling, que estaba viviendo en Long Beach.
A los 6 meses antes de su muerte, residió en el sur de California, principalmente en el área de Los Angeles.
Durante este tiempo, vivió en varios hoteles, edificios de apartamentos, casas de alojamiento, y casas privadas, nunca quedándose en cualquier lugar, por más de un par de semanas.
Elizabeth “Betty” Short, al igual que muchas otras aspirantes a actriz en la época dorada de la posguerra, perseguía un sueño:
Triunfar en Hollywood.
A los 19 años, se dirigió a Los Angeles, California, pasando antes, por la casa de su padre en Santa Bárbara.
Su historia en la ciudad, se parece a la de muchas otras ingenuas jóvenes.
Se presentó a varias pruebas, vivió durante un tiempo en los apartamentos Chancellor Arms, y se dice, que frecuentaba clubes nocturnos como “Pig & Whistle” en Hollywood Boulevard, el “Café Formosa” en Santa Monica Boulevard, y el Hotel Biltmore, en Grand Avenue.
Fue en este mismo hotel, donde el 09 de enero de 1947, Betty supuestamente había quedado con un amigo.
Fue la última vez que se la vio con vida.
El 15 de ese mismo mes, a las 10:40, la policía recibió una llamada anónima de una mujer, diciendo que había visto a una persona en un solar abandonado de Leimert Park, un barrio del sur de Los Angeles, que podía necesitar ayuda.
La mujer fue identificada más tarde, como Betty Bersinger, vecina de la zona.
En entrevistas posteriores, Betty afirmó, que al principio pensó que sólo era un maniquí roto.
Poco después de las 11, los agentes Frank Perkins y Wayne Fitzgerald, llegaron al lugar señalado, y no se encontraron con un maniquí, sino con un espectáculo dantesco.
Sus restos habían sido dejados en un terreno baldío, al lado oeste, del sur de Norton Avenue, entre la calle Coliseum, y la calle West 39th.
El cuerpo fue descubierto por Bersinger, que estaba caminando con su hija de 3 años.
El cuerpo severamente mutilado, había sido cortado en la cintura, y drenado de sangre, y su rostro, estaba cortado desde la comisura de los labios, hacia las orejas, llamada “La Sonrisa de Glasgow”
El agresor que realiza “La Sonrisa de Glasgow” hace pequeños tajos, alrededor de la comisura de los labios de la víctima, a quien luego golpea, o acuchilla, hasta que se le tensen los músculos de la cara.
La intención de este corte, reside en posteriormente, agredir a la víctima provocando el grito, y de este modo, desfigurando su rostro.
La mutilación de este tipo, se suele infligir con una trincheta, o un pedazo de vidrio roto.
Si no recibe atención médica, la víctima puede morir desangrada.
El cuerpo había sido lavado y limpiado, y la habían colocado, con sus manos sobre su cabeza, y sus codos doblados en ángulo recto.
Le fueron arrancados el bazo, el corazón, y los intestinos.
La autopsia indicó, que Short medía 1,65 metros, pesaba 52 kilogramos, y tenía ojos azules, cabello marrón, y dientes cariados.
Había marcas en sus tobillos y muñecas, hechos por una cuerda.
Existían evidencias de que había sido obligada a comer excremento.
Sin embargo, sobre los excrementos del estómago, nunca se llegó a la conclusión definitiva, de que hubiera tenido que ingerirlos; debido al corte del cuerpo, se especuló con la posibilidad de que hubieran sido transferidos de esa manera, o bien “post mortem”
Aunque el cráneo no estaba fracturado, Short tenía moretones en la parte frontal y derecha de su cuero cabelludo, con una pequeña cantidad de sangre en el espacio subaracnoideo en el lado derecho, consistentes a los golpes en la cabeza.
La causa de la muerte, fue la pérdida de sangre de las laceraciones del rostro, combinado con el shock de una conmoción cerebral.
Lo que se sabe, es que las profundas marcas de ligaduras que tenía el cadáver en las muñecas y los tobillos, revelan que estuvo atada durante 72 horas, en las que fue violada, y sometida a toda clase de torturas.
Incluida la brutal vivisección.
También, le cortaron un gran trozo de carne del muslo izquierdo, que fue encontrado por el forense, durante la autopsia, en el interior de la vagina.
Sus intestinos habían sido colocados de forma ordenada dentro de la pelvis, que se encontraba expuesta a la intemperie, y su estómago estaba lleno de heces.
Además de las múltiples laceraciones, golpes, y quemaduras, aparecían por todo su cuerpo; el pecho derecho le había sido extirpado; profundos cortes en forma de X, adornaban sus miembros y su zona pélvica; una letra “B” había sido grabada en su frente; faltaban además, algunos trozos de su cuerpo, cortados con precisión de cirujano, que según la autopsia, fueron seccionados antes de morir.
Por entonces, la prensa estaba más metida en la labor policial, por lo que en las escenas de los crímenes, no se utilizaba ningún precinto para alejar a curiosos, prueba de ello son las numerosas fotos del cuerpo que existen, así como los periodistas, asistían regularmente a las autopsias, y la información era compartida abiertamente con ellos, salvo algún detalle significativo, para poder separar las confesiones falsas de las verdaderas.
Por eso, cuando los periódicos recibieron las imágenes de Elizabeth Short en vida, y vieron su belleza, juventud, y candidez, se lanzaron como hienas sobre el caso, convirtiéndolo en la historia del año.
El escándalo fue mayúsculo; la saña con que aquella chica de 22 años había sido atormentada y asesinada, era un reflejo de la sociedad estadounidense de posguerra.
El 23 de enero de 1947, el presunto asesino, llamó al editor del periódico Los Angeles Examiner, expresando su preocupación, porque no estaban siguiendo de cerca, la noticia del asesinato.
Entonces, ofreció enviar elementos pertenecientes a Short al editor.
Al día siguiente, llegó un paquete al periódico, que contenía el certificado de nacimiento de Short, tarjetas, fotografías, nombres escritos en pedazos de papel, y una libreta de direcciones, con el nombre Mark Hansen en la tapa.
Hansen, la última persona conocida que vio a Short con vida, el 09 de enero, se convirtió en el primer sospechoso.
El asesino, luego escribió más cartas al periódico, llamándose a sí mismo “El Vengador de Black Dahlia”
El 25 de enero, una bolsa y un zapato de Short, fueron encontrados en un cubo de basura, a corta distancia de Norton Avenue.
Debido a la notoriedad del caso, más de 50 hombres y mujeres, confesaron el asesinato, y la policía se saturó con información, cada vez que un periódico anunciaba el caso, o un lanzamiento de libro, o película.
El sargento St. John, un detective que trabajó en el caso hasta su jubilación, dijo:
“Es asombroso, cómo muchas personas señalan a un pariente como el asesino”
Y la verdad es, que la mayoría de las personas que se vieron implicadas en el caso, llegaron a obsesionarse con salvar, o destrozar la reputación de La Dalia.
Gerry Ramlow, un reportero de Los Angeles Daily News, dijo:
“Si el asesinato nunca se resolvió, se debió a los reporteros...
Estaban en él, pisoteando pruebas, reteniendo información”
A la policía le llevó tiempo, tomar control total de la investigación, y los reporteros recorrían libremente las oficinas de departamentos, se sentaban en sus escritorios, y respondían los teléfonos.
Mucha información del público, no fue pasada a la policía, ya que los periodistas se apresuraban a obtener las “primicias”
Los periódicos de William Randolph Hearst, Los Angeles Herald-Express, y Los Angeles Hearld y Examiner, frivolizaron el caso:
El traje negro a medida, en el que Short se vio por última vez, se transformó en “una falda apretada y una blusa escarpada” y Elizabeth Short, se convirtió en “Black Dahlia” una “aventurera que merodeaba Hollywood Boulevard”
Con el tiempo, la cobertura de los medios de comunicación, se volvió más extravagante, con demandas en su estilo de vida que la “hizo una víctima de su estilo de vida”, cuando de hecho, aquellos que la conocían, informaron que Short no fumaba, bebía, o jugaba.
Short fue enterrada en el Cementerio Mountain View, en Oakland, California.
Después de que sus otras hermanas crecieron, y se casaron, la madre de Short se mudó a Oakland, para estar cerca de la tumba de su hija.
Phoebe Short, finalmente regresó a la Costa Este, en la década de 1970, y vivió hasta la edad de 90 años.
La truculenta historia de “Black Dahlia”, fascinaba a la gente porque parecía algo sacado, directamente de una novela de Raymond Chandler, o Dashiell Hammett.
Según informes de prensa, poco después del asesinato, Short recibió el apodo de “Black Dahlia” en Long Beach en el verano de 1946.
Sin embargo, los investigadores del condado de Los Angeles dijeron, que el apodo fue inventado por los reporteros de periódicos que cubrían el asesinato.
En cualquier caso, a Short no se la conoció como “La Dalia Negra” en vida, por usar una Dalia en su cabello negro, en cada sesión de trabajo a la que iba.
“Please, say that you care, or say that you think that I'm... beautiful”
The Black Dahlia es una película estadounidense, dirigida en el año 2006, por Brian De Palma.
Protagonizada por Josh Hartnett, Scarlett Johansson, Aaron Eckhart, Hilary Swank, Mia Kirshner, Mike Starr, Fiona Shaw, Rose McGowan, entre otros.
El guión es de Josh Friedman, inspirado en la novela “The Black Dahlia” del escritor James Ellroy.
The Black Dahlia se basa en la historia real del asesinato de Elizabeth “Betty” Short, aunque con detalles ficticios; a manera de curiosidad, Betty entró en la mente del novelista James Ellroy, cuando aún era niño.
Tenía solo 11 años, cuando su padre le regaló la antología de crímenes, titulada “The Badge” y le fascinó el resumen de Jack Webb, sobre la malograda Elizabeth Short.
Su madre, Joan Hilliker, había sido estrangulada pocos meses antes en un brutal ataque, aún sin resolver, y la incapacidad de Ellroy de llorar su muerte, se convirtió en una obsesión con La Dalia.
La complejidad de la trama, la sordidez de los ambientes, y el clima opresivo de un relato repleto de personajes turbulentos, sexuales, y violentos, de cuya unión surge un inquietante tapiz de pasiones humanas desbocadas, pero que se disimulan bajo una aparente capa de “respetabilidad social”, son elementos característicos de Ellroy, un buen conocedor de la novela negra, que en sus libros sabe mezclar su afición por la misma, y por el cine, aprovechando el caudal de información sobre la rutina policial que conoce de primera mano, gracias a su amistad de largos años, con diversos miembros del Departamento de Homicidios, de la Policía de Los Angeles.
De Palma reconoce que, no sólo quería contar la historia de La Dalia, sino también explorar el mundo de Los Angeles de 1947, el mundo de esos personajes, profundamente afectados por el crimen.
The Black Dahlia no es sólo un filme sobre quién lo hizo, sino que trata además, de la obsesión, y el impacto que tuvo en los detectives, y en las mujeres relacionadas con ellos.
The Black Dahlia estuvo nominada al Oscar como mejor fotografía; y fue estrenada en el Festival de Venecia 2006, con reacciones vomitivas, y dejó fríos a los críticos gringos, y hasta el 65% de ellos, se orinaron en The Black Dahlia.
¿Era para tanto?
En realidad, The Black Dahlia es un rutilante ejemplar de cine puro, ése al que sólo le interesan las imágenes.
Su director lo manifestó de manera explícita:
“Quiero una película de imágenes vívidas”
Incluso, en los meses anteriores al rodaje, De Palma mismo, organizó un taller con guionistas, con el fin de que aprendieran a narrar historias sin diálogos.
Un excelente trabajo de recreación formal del ambiente de la época, en que se sitúa la trama, tanto el trabajo de caracterización de los intérpretes, como el vestuario, maquillaje, peinados; como el de ambientación, tanto en interiores como en exteriores, complementados ambos, con una fotografía de tonos sepias, muy apropiada, y un fondo musical a tono con todo lo demás, nos sitúan, de forma plenamente coherente, en el contexto del noir, al que se rinde homenaje.
Nada que reprochar, en este apartado, al equipo técnico de The Black Dahlia, que solventa con nota su desempeño.
The Black Dahlia fue filmada en Sofía, Bulgaria, donde pudo recrearse el paisaje urbano de Los Angeles, durante los años 40.
Basada en hechos reales, la historia de la postulante a actriz, Elizabeth Short, y sobre todo, la de su espeluznante asesinato, es el centro de la trama.
Se la llamaba “La Dalia Negra”, por su inmensa cabellera oscura, que contrastaba con su tez blanca, pero sobre todo, porque solía colocarse una dalia en el cabello.
Un crimen aún hoy sin resolver, y la fascinación de su director por el caso, lo han llevado a plasmar esta obra cinematográfica de excepción.
La Dalia Negra es una extraña muerte, por eso la investigación se ha seguido a fondo, para conocer su verdadero origen de muerte; el cual parece ser un médico cirujano, por el corte limpio que se le ha realizado a la mujer; según se comenta, el hijo de este médico, tiempo después, denuncia que su padre fue el asesino de la actriz; se encuentran evidencias como fotos de ésta en el cuarto del médico, para ese entonces ya fallecido, mas sumado con la profesión de éste, se pueden hacer conjeturas.
The Black Dahlia teje una historia de obsesiones, amor, corrupción, avaricia, y depravación, alrededor de la verdadera historia del brutal asesinato de una actriz novata, que conmovió a todo Estados Unidos en 1947.
En The Black Dahlia, se la retrata, en el apogeo de la Los Angeles de la posguerra.
Políticos corruptos, manipulan a policías, que a su vez ayudan a mafiosos para que financien sórdidas producciones de cine, que se aprovechan de jóvenes deseosas de encontrar su sitio en este mundo de fantasía.
En el cuerpo de la policía de la ciudad californiana, 2 de sus hombres más jóvenes y apuestos, el oficial Dwight “Bucky” Bleichert (Josh Hartnett) y el sargento Leland “Lee” Blanchard (Aaron Eckhart) ejercen asimismo de púgiles.
Bautizados con los sobrenombres de “Ice” y “Fire”, ambos miden sus fuerzas sobre un cuadrilátero, saliendo victorioso Lee, al noquear a su eventual adversario.
Una vez reparada su dentadura, Bucky es invitado a la casa de Lee, donde conoce a la esposa de este último, la bella Katherine “Kay” Lake (Scarlett Johansson)
Pronto, nace una atracción entre Kay y Bucky, que se convierte en el mejor amigo de Lee.
Sin embargo, la atención de los 2 miembros de la policía federal angelina, se debe centrar en el caso del espeluznante asesinato de una mujer, llamada Elizabeth Ann Short (Mia Kirshner), cuyo cuerpo aparece partido en mitades.
Lee y Bucky, cada uno por su cuenta y riesgo, investigan el posible móvil del crimen, que al parecer, guarda relación con el mundo de Hollywood, ya que Elizabeth, había frecuentado diversos estudios, con la intención de hacerse un nombre como actriz.
A través de una serie de indicios, Bucky centra sus pesquisas, en un local nocturno, donde se dan cita lesbianas.
Entre éstas, figura una mujer de larga cabellera morena, Madeleine Linscott (Hilary Swank), hija de una familia de origen escocés, que manifiestan un extraño comportamiento...
Blanchard y Bleichert, al igual que el resto de la población de la ciudad, se ven arrastrados al escabroso mundo de La Dalia Negra.
Mientras la creciente preocupación de Blanchard por la investigación, pone en peligro su relación con su novia Kay Lake, su compañero Bleichert se siente atraído por la enigmática Madeleine Linscott, perteneciente a una de las familias más destacadas de la ciudad, y que por casualidad, tiene un vínculo, y parecido  sospechoso con la víctima.
Blanchard se obsesiona con el caso, viendo en Betty, la oportunidad de redimirse ante las otras mujeres, a las que ha fallado en su vida.
Bleichert, también empieza a poner en duda sus sentimientos hacia 2 mujeres muy distintas:
La aparentemente inocente Kay, y la seductora Madeleine, cuya trastornada madre, Ramona Linscott (Fiona Shaw), resulta poseer más de una pista sobre el misterioso caso.
De forma paralela, nos encontramos con la historia de una amistad traicionada, la del protagonista con su amigo Lee, también detective, e inicialmente contrincante en un combate de boxeo, la introducción del clásico triángulo, cuyo vértice femenino lo proporcionará la prometida de Lee, Kay, secretamente enamorada de Bucky, o la visión de una sociedad urbana corrupta y sucia, que finalmente nos llevará a la resolución de una trama retorcida, y a la que no será ajena la propia corrupción del estrato policial.
“She looks like that dead girl!
How sick are you?”
La ambientación en The Black Dahlia es correcta, incluyendo referencias del Hollywood clásico, que apreciarán los cinéfilos, desde:
Mack Sennett a David O. Selznick, pasando por “The Man Who Laughs” (1928) de Paul Muni, “The Shopworn Angel” (1938), con Dan Duryea, o “The Blue Dahlia” (1946), una de las varias películas que rodó Alan Ladd, con Veronica Lake, en la Paramount de la época.
A pesar de ser una superproducción fechada en 2006, The Black Dahlia es una imponente muestra del Cine Negro de los años 40; un género cinematográfico por excelencia, que debe su nombre, a una invención de los críticos de “Cahiers du Cinema”
En The Black Dahlia, se dan cita algunos de los mejores elementos del cine de Brian De Palma, aunque también, se incurre en el peor error del cineasta:
Partir de una idea brillante, para conseguir un desarrollo sobresaliente, y rematar la faena, con un final que no convence, muy alejado de la maestría del genio inglés del suspense, tantas veces perseguida, por quien firma The Black Dahlia.
Es obvio, que Brian De Palma es un extraordinario Director, de los mejores en el manejo del suspenso, su género preferido, y de los que mejor filman escenas con sus planos inconfundibles.
Por ello, The Black Dahlia tiene una muy buena dirección, una excepcional dirección de fotografía, una reconstrucción de época impresionante, y un reparto de lujo.
A De Palma le pareció irónico, colocar el crimen mayor detrás de un delito menor:
“Quería mezclar el descubrimiento de La Dalia, con el resto de las cosas que ocurren a la vez.
Tuvimos que comprimir varias tramas, y lo redujimos a 4 pistas falsas.
Como gran parte de la historia se cuenta de forma indirecta, hacemos pensar que una cosa es lo importante, cuando en realidad, sólo sirve para despistar”, explicó.
Aunque para el guionista y el director, era esencial trasladar las palabras y complejas subtramas de Ellroy a la versión cinematográfica, sabían que el medio visual del cine, les permitiría ciertos trucos imposibles para el escritor.
Por ejemplo:
En la novela, Ellroy sugiere, que el asesino de Betty se inspiró en “Gwynplaine” el trágico personaje de Víctor Hugo, a la hora de cortar una grotesca sonrisa, en la cara de la mujer.
En su novela de 1869, “L’Homme Qui Rit”, Hugo escribe sobre un hombre que lleva una sonrisa permanente en la cara, una venganza del rey, por la traición del padre de Gwynplaine.
Este inquietante personaje, ha inspirado muchas interpretaciones cinematográficas, desde principios del siglo XX, además de ser la fuente del antagonista de Batman, The Joker.
Como esencia, The Black Dahlia no es más que una historia “pulp” de cierto interés, con triángulo amoroso desperdiciado, en los posibles matices emocionales a abordar, y obsesiones necrófilo-sexuales.
En The Black Dahlia vemos muchas dualidades:
El personaje de Scarlett Johansson, es la antítesis del de Hillary Swank, una rica heredera, liberada, y ama de su vida, y por tanto, de dudosa afiliación moral.
No se sabe, si es mala o buena.
Mientras Key, siempre viste de blanco, y apenas sale de su casa; Madeleine abusa de los tonos oscuros, sus apariciones siempre son en lugares tenebrosos, y de dudosa reputación.
De este tipo de evidencias y dualismos visuales, se sirve The Black Dahlia, que desde el principio se declara:
Los 2 policías protagonistas, son conocidos como “Ice” y “Fire” por sus estilos a la hora de boxear, de vivir, y de actuar.
Mientras Aaron Eckhart llena de vida y expresividad su personaje, Josh Harnett parece que efectivamente, sumerge su cara en hielo, antes de salir a escena.
Todos estos personajes se enredan de una manera u otra, en uno de los asesinatos más populares del oeste americano: Elizabeth Short.
Cuya actriz es lo mejor del metraje, y que salga poco, aumenta su valía actoral, en ese enigmático blanco y negro.
“This killer will be caught!”
¿Cuál es el problema de The Black Dahlia entonces?
Los principales problemas son:
La larga duración del metraje, su intrincado guión, y por sobre todo, los actores, a excepción de Mia Kirshner, termina siendo el error más grave de The Black Dahlia.
Durante la segunda hora la trama, se desarrolla con mucho mas interés, y poder narrativo, pero indudablemente, The Black Dahlia podría, y debería haber sido, un largometraje mucho mejor del que terminó siendo.
Obsesionante y obsesivo, The Black Dahlia tendrá como esencia la infamia, en cada una de sus formas.
Formas plasmadas en una inolvidable colección de imágenes indelebles, dentro de una película infame.
Infamia de una arrebatada y desbordada imaginación visual, febril y cachonda.
Infamia, que literalmente abandona a su suerte narrativa, para mejor centrarse en las anécdotas de los seres grises, amorfos, que pululan en Los Angeles de los 40.
Infamia de un delirio erótico, posterior, o anterior a toda necrofilia, con más Eros que Tanatos, que se regodea principalmente, en ese insostenible triángulo sexo romántico, entre Kay Lake, “Ice” y “Fire”
Infamia de actuaciones, deliberadamente pésimas o nulas, o híper actuadas a lo bestia, como las del Eckhart, la Swank con acento de “Bela Lugosi”, o la infame Fiona Shaw, para la galería de los Horrores, o la Hilaridad, según se vea, que conviven hombro a hombro, y verso a verso, con el histriónico sublime de una Mia Kirshner, un Patrick Fischler (Ellis Loew), o un Josh Hartnett hermético hasta lo malsano, para demostrar anti convencionalmente, que las actuaciones de un filme, nunca son fin en sí mismos, sino meros accesorios.
Infamia del absurdo, de reducir la génesis del infame crimen, a mera ocurrencia, o payasada literal, o “la broma más cruel”, aunque también, a un arrebato estético para encarnar al “Hombre Que Se Ríe” que encarrila a Víctor Hugo, con Paul Leni, con una pintura de “Gwynplaine”, o a un crimen de odio clasista.
Infamia de una autoconsciente estructura audiovisual, netamente De Palma:
Con maniáticos planos secuencias, cambio de la pantalla dividida por ahora, “frontgrounds” y “backgrounds” enfocados en el mismo instante, paneos a 360°, ralentí para mejor apreciar las acciones violentas, escenas planeadas, y realizadas con cálculos milimétricos, y una enfermiza secuencia perfecta, en las asesinas escalinatas del edificio Olympic, todo en las fronteras del fraude autoindulgente, y autocomplaciente.
A destacar, el combate de boxeo entre Blanchard y Bleichert con el que, prácticamente, se abre The Black Dahlia; teniendo en cuenta, la escasa fidelidad con que el cine suele recoger este tipo de eventos deportivos, cabe destacar que, en este caso, De Palma consigue un resultado bastante aceptable, gracias a una planificación ágil y medida, y cierta contención, salvo en algún exceso final, en la violencia de los impactos.
La genial escena genial, cuando el personaje que encarna Josh Hartnett “Bucky”, se encuentra cenando en casa de Hilary Swank.
La chica que hace de la Dalia, Mia Kirshner, está más que acertada, la manera en que la caracterizan con esa melena, la fotografía, los tonos oscuros, y luego tan blanca de piel, le da ese toque inocente, pero misterioso.
Hay otros momentos curiosos, como cuando al final, el personaje de Hartnett descubre dónde torturaron y mataron a La Dalia.
O la madre del personaje de Hilary Swank, por ejemplo, tiene sus momentos de revelaciones increíbles, con una exageración que ni las divas de Hollywood más híper dramáticas llegaban a rozar jamás.
A destacar los sobrenombres de los personajes, y cómo el sexo, pululaba en todo lado, en una época antes de la gran liberación sexual de los años 60 y 70.
La banda sonora de The Black Dahlia, supone una nueva introspección de Mark Isham, en los terrenos del jazz, muy buena música que logra crear los ambientes donde sea necesario, y que hace destacar las escenas.
“Hollywood will fuck you when no-one else will”
La muerte de Elizabeth Short, constituye uno de los asesinatos más enigmáticos de la historia criminal de los Estados Unidos.
Más de 60 años después del mismo, una nueva hipótesis, llegó a señalar al mismísimo Orson Welles, como posible culpable, ya que en Hollywood, corrió el rumor, de que el actor y director, pudo haber secuestrado a Elizabeth Short, para rodar con ella una “snuff movie”
Una amiga de la víctima, incluso señaló a Orson Welles, como posible asesino.
Según dice, había violado a varias chicas que trabajaron para él, o aspiraban a hacerlo, eran legendarios sus arrebatos de violencia, y padecía personalidad difásica, la cual canalizaba la frustración creativa en agresión.
Además, los decorados de su película “The Lady From Shanghai” (1947), anterior al crimen, presentan similitudes espeluznantes con el cadáver de La Dalia Negra:
Figuras femeninas mutiladas del mismo modo, ligaduras, un maniquí al que habían desgarrado la boca, de oreja a oreja...
La policía siguió varias líneas de investigación, de las cuáles, ninguna prosperó.
Con el tiempo, el mito creció.
Los rumores decían muchas cosas:
Que era amiga de Marilyn Monroe; que tuvo un romance con George Knowlton, el padre de la escritora Janice Knowlton, quien escribiría décadas después, el libro “Mi Papá Fue El Asesino de La Dalia Negra”
Los principales sospechosos de la muerte de Elizabeth Short, fueron 2 de sus antiguos novios:
El ex convicto Arnold Smith, y el violento Robert Manly, que superó la prueba del detector de mentiras.
Así como otros nombres como Mark Hansen; propietario de un club nocturno de Los Angeles, que conocía a Betty, e incluso, la hospedó en su casa en varias ocasiones.
Sin historial criminal o de violencia.
La agenda encontrada en un sobre, era suya, aunque dijo que nunca la había utilizado, era Betty quien lo hacía.
Fue una de las últimas personas en hablar con ella, aunque sus informes sobre el contenido de la conversación, eran contradictorios.
Al parecer, intentó acostarse con Betty infructuosamente.
Entre sus amigos, se contaban varios médicos y, según algunos rumores, la mafia.
Nunca se le descartó del todo, aunque nunca se encontraron suficientes pruebas en su contra.
Dr. Patrick S. O'Reilly fue otro sospechoso, y era amigo de Mark Hansen, que conoció a Betty a través de él.
Habitual en fiestas y orgías de las playas de Malibú, poseía un amplio historial de violencia ligada al sexo, ingresado en prisión, por secuestrar a su secretaria y golpearla hasta dejarla medio muerta, para acostarse con ella.
Su pecho derecho, había sido extirpado quirúrgicamente, de modo similar a las heridas de Betty.
No se encontraron pruebas concluyentes en su contra.
Habría que añadir, que estuvo casado con la hija de un capitán de policía.
Estos son sólo algunos de los sospechosos, pero hay de todo:
Desde camareros hasta recepcionistas, desde bisexuales hasta criminales conocidos.
Varios llegaron a ser encarcelados, pero a ninguno se pudo procesar, por la falta de pruebas.
Los presuntos culpables, varían desde gente que ya estuvo en la lista de los 22 sospechosos, hasta nombres tan alocados, como los del mafioso Bugsy Siegel, o el director de cine Orson Welles.
Por supuesto, pocas de estas teorías se pueden demostrar, y casi todas, son meras especulaciones peregrinas, con ansias de explotar un filón tan arraigado en el subconsciente estadounidense, que se ha transformado en un auténtico mito.
A finales del siglo XX, un policía de Los Angeles, acusó al médico George Hodel, de ser el asesino de Betty Short.
Se basaba en el hallazgo de un álbum, que contenía fotografías que mostraban a Short desnuda; en la experiencia médica de Hodel, quien sabía perfectamente cómo dividir un cuerpo a la mitad; y en la fascinación de Hodel, por el surrealismo y la fotografía.
Hodel era amigo del artista Man Ray, y el cadáver de La Dalia Negra, guardaba similitudes con la obra “El Minotauro”
Para el hijo de Hodel, su padre había convertido el asesinato, en una retorcida expresión artística.
Décadas después, el novelista James Ellroy, escribiría una notable obra sobre el caso; Brian de Palma adaptaría el crimen para rodar una The Black Dahlia deficiente; y el rockero Marilyn Manson, pintaría un par de retratos de Betty Short.
En lo cinematográfico, debo confesar, que The Black Dahlia NO ES un film que de honor a La Dalia Negra, por tanto, el título de referencia, aún no ha sido producido, y a pesar del logro técnico, The Black Dahlia es un macguffin de una película “noir” de suspenso e intriga policial.
Así las cosas, el espeluznante asesinato de Short, cautivaron a Hollywood, y al país entero en 1947.
La capital del entretenimiento, estaba llena de mafiosos, corruptos ejecutivos de del mundo del cine, policías comprados, y gente muy dispuesta a aprovecharse de una joven... y de los jugosos detalles de su muerte.
Durante meses, tanto el L.A. Examiner, el Los Angeles Times, como cualquier periodicucho, llenaron sus portadas de titulares, acerca de Betty, desde:
“¿Quién mató a Betty Short?” a “Bolso y zapatos negros: La Dalia arrasa”
La vida de Betty, fue la de una chica cualquiera, que sólo desea cumplir sus sueños.
De una chica que a pesar de ser abandonada, o maltratada por todos aquellos a los que intentaba amar, como su padre y su prometido, siempre intentó ser querida.
Buscaba constantemente compañía, sin querer involucrarse emocionalmente con ellos, ni sacrificar su cuerpo por temor a una nueva decepción, que fuese incapaz de superar, pero intentando encontrar ese amor que le faltaba.
Un amor que intentó conseguir mediante el cine, esa fábrica de sueños enlatados, que proporciona la seguridad del cariño distante, pero incombustible de los admiradores.
El cine, que crea mundos ficticios, en los que no hay que pensar para desenvolverse, sólo dejarse llevar con la confianza, de que las películas siempre acaban bien.
Una chica cuyo único anclaje con el mundo real, era el cariño de su madre, a la que se sentía incapaz de contar, la trágica verdad de su situación, por temor a herir a la única persona a la que le importaba.
Por temor a que ella, también la abandonase.
Pero su mito no sería tal, si no hubiese sido por su asesinato.
Una muerte que acabó trágicamente, con sus sueños y sus ilusiones, de forma tan repentina, cruel, y aleatoria, que no podemos, menos que sentirnos horrorizados, ante la perspectiva de que cualquiera de nosotros, podría sufrir un destino igual.
¿Qué sentido tiene su muerte?
¿Qué sentido tiene el ensañamiento brutal, que el asesino ejerció sobre una chica tan indefensa, e inofensiva?
¿Cómo es posible, que haya alguien capaz de realizar actos tan salvajes, y despiadados, alguien que sin embargo, vive entre nosotros como una persona, aparentemente normal?
Puede que sea sólo el destino o el azar, que hizo que Elizabeth Short, pasase por la calle equivocada, en el momento equivocado.
Puede que fuese la vida que había llevado, que le condujo a conocer a una persona que nunca debió haber conocido.
En cualquier caso, el crimen de La Dalia, nos recuerda lo frágiles que son nuestras vidas, cómo dependen sobremanera, de factores que nunca podremos controlar, y que pueden arrebatarnos de un plumazo, o quizá de forma más lenta y agónica, como si necesitásemos sentir el infierno en nuestras carnes, antes de entrar en él, nuestros objetos más preciados, nuestros seres más queridos, nuestros sueños, o simplemente, nuestra propia vida.
La Dalia Negra era una figura envidiable.
La sensual presencia de la víctima, la sordidez de sus relaciones, el color de sus bragas, la grisura de su realidad, y el sadismo de su ejecución, provocaron una fascinación que aún persiste.

“The basic rule of homicide applied:
Nothing stays buried forever.
Corpses.
Ghosts.
Nothing stays buried forever.
Nothing”



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