Brazil

“It's only a state of mind”

Cuando el cine dejó de ser un mero registro de la realidad, y dio paso a su uso, como medio para relatar ficción, diversos autores, comenzando con Georges Méliès, se han apropiado del lenguaje cinematográfico, y han explotado sus posibilidades, en la creación de mundos posibles, recreación de épocas y personajes, para transmitir significados, más allá de lo que el espectador puede, o quiere observar en una obra cinematográfica.
El cine de ciencia ficción, es un cine que se asienta sobre una base de arquetipos reconocibles y paradigmáticos.
Yendo más allá, y como una parte de aquél, el cine de “ciencia ficción prospectiva” va a invocar, a la perspicacia del espectador, subrayando el ámbito formal en el que el film se desenvuelve.
Para lograr tan inmodesto objetivo, este tipo de cine, trata de enriquecer el hábitat en el que viven los protagonistas, con teorías de evolución social, tecnológica, económica, y políticas.
Hasta tal punto llega el enriquecimiento, que estos films han conseguido traspasar su ámbito, puramente artístico, para servirnos de referente, subconsciente, a la hora de resolver la pregunta:
¿Cómo será nuestro futuro?
Cómo el cine admite dentro de sí, una multitud de caracteres heterogéneos, las especulaciones sobre el futuro de la humanidad, son numerosos y significativos.
Pero si en algo coinciden dichos films, es en la concepción utópica de la sociedad.
Una utopía es el conjunto de imágenes de futuro, que están ligadas a preferencias, o también a deseos.
Dependiendo de que la concepción sea beneficiosa, o perniciosa para el individuo, distinguimos entre Eutopía u Optimismo:
Escenarios de futuros, que son considerados muy deseables, o que plantean situaciones que pueden valorarse como buenas.
Y Distopía o Pesimismo:
Imágenes de futuro, en que se sufre una involución a estadios más primitivos o, más drásticamente, se plantea un colapso.
Ambos caracteres se van a confrontar en el mismo film, en una contienda donde el ganador, coquetea con la desesperanza.
Nietzsche decía en “El Ocaso de Los Ídolos o Cómo Se Filosofa A Martillazos” (1887) que la vida es destrucción y creación, eterna novedad, y que él, personalmente, amaba la incerteza del futuro, que no supone más que amar la creación, pero también, “disfrutar del placer de destruir”
“Ere I am, J.H....
The ghost in the machine”
Brazil es una película tragicómica de ciencia ficción, dirigida en el año 1985, por Terry Gilliam.
Protagonizada por Jonathan Pryce, Kim Greist, Michael Palin, Katherine Helmond, Ian Holm, Bob Hoskins, Ian Richardson, Peter Vaughan, Robert DeNiro, Jim Broadbent, Barbara Hicks, Charles McKeown, Derrick O'Connor, Kathryn Pogson, entre otros.
El guión es de Terry Gilliam, Tom Stoppard y Charles McKeown.
Brazil obtuvo 2 nominaciones al Oscar:
Mejor dirección artística y guión original.
El director, Terry Gilliam, se refirió a Brazil como la 2ª de una Trilogía, formada por “Time Bandits” (1981) y “The Adventures Of Baron Munchausen” (1989)
Las 3 películas, mantienen como tema común, la lucha por la imaginación y la libertad de pensamiento, en un mundo que se opone a dichas ideas.
Todas tienen en común, el uso de la imaginación y los sueños, como una forma de escapismo de los protagonistas, pero las historias no están relacionadas.
Brazil contiene numerosos temas complejos y sutiles, aderezados con una mezcla de humor cruel, e ideas que dificultan un seguimiento lineal de la trama, pero que contribuyen a crear un film rico, que puede ser visto en varias ocasiones.
Brazil posee una importante riqueza visual, presentando una visión inusual del futuro, y con imágenes oníricas, que admiten diferentes interpretaciones.
También, contiene numerosas referencias a la serie de televisión británica de los años 60, “The Prisoner” y a las novelas:
“1984” de George Orwell, y “El Proceso” de Franz Kafka.
En Brazil, Gilliam recurre a temas comunes en su filmografía:
La imaginación y los sueños.
Los personajes de Gilliam, son siempre víctimas de una conspiración, que acompleja al resto de un mundo, que prefiere vivir en su propia ignorancia.
El aparato “Gran Hermaniano” con cámaras incluidas en forma de ojo, que domina la sociedad en la que se inscribe el personaje principal, tiene un ámbito de actuación omnipotente.
Los valles humeantes, y las montañas plenamente industrializadas, nos dan una pista de que La Gran Conspiración está próxima a ganar la batalla al hombre.
En la cinematografía de Gilliam, el lúcido siempre acaba en el manicomio.
Aquel que se acerca a la verdad, es considerado por sus coetáneos, o asimilados, como un loco.
El mundo en el que viven los personajes de Brazil, es una apariencia donde nada es lo que parece:
Nadie es lo que quiere ser, pero apenas si hay alguien que se atreve a revocar su destino.
El transgresor, aquel que repudia las normas.
Uno de sus guionistas, el célebre dramaturgo Tom Stoppard, definió Brazil como:
“La historia del mito del hombre libre, en un mundo no libre”
En su estreno, Brazil tuvo importantes dificultades en taquilla.
Sin embargo, permanece como una película de culto entre los fans de Gilliam.
La distopía en la que se desarrolla la acción, está situada “en algún lugar del siglo XX” y la imaginería visual, mezcla elementos de muchas décadas de dicho siglo, lo que contribuye a crear una atmósfera irreal.
Por ejemplo:
Los ordenadores están construidos a partir de una máquina de escribir, un pequeño tubo de rayos catódicos, y una lente de Fresnel.
“There you are, your own number on your very own door.
And behind that door, your very own office!
Welcome to the team, DZ-015”
Brazil gira en torno a Sam Lowry (Jonathan Pryce) quien es un tecnócrata eficiente pero soñador, con un puesto de tercera categoría, dentro de la gigantesca máquina burocrática que mueve, o paraliza, a una distopía opresiva, inhumana, hundida por la ineficiencia, y amenazada por el terrorismo.
Un error en un apellido, debido a una mosca caída en la cabeza de un teletipo, provoca la detención errónea de un inocente, con consecuencias fatales para éste.
Como oficialmente no existen errores en el sistema burocrático, nadie quiere hacerse cargo del papeleo, excepto el bienintencionado Lowry.
Durante su visita a la familia del fallecido, tiene un encuentro casual con su vecina, a la que reconoce como la mujer de sus sueños, Jill Layton (Kim Greist)
Sin embargo ésta huye…
Este descubrimiento hace que, para poder obtener información sobre ella, Sam se someta a los deseos de su madre Ida (Katherine Helmond), una narcisista recalcitrante, y muy bien relacionada, obsesionada con darle una carrera a su hijo.
Así, Lowry comienza su escalada a las altas esferas, a pesar de su naturaleza escrupulosa, y poco ambiciosa.
Sin embargo, tanto su implicación en el error burocrático del principio, como su obsesión por la mujer, así como sus contactos con un fontanero clandestino Archibald “Harry” Tuttle (Robert DeNiro), complican la vida a Lowry, hasta el punto de que pasa a ser considerado una amenaza para el sistema.
Mientras, a pesar de muchas dificultades, es capaz de conseguir el amor de su chica soñada.
Finalmente, el sistema, implacable, se hace cargo de Sam Lowry, y le destruye mediante la tortura.
Pero Lowry obtiene refugio en la locura.
El plano final de Brazil, una de las conclusiones más brillantes de la historia del cine, muestra a un Lowry semiinconsciente, asido a la silla que lo acaba de lobotomizar, subvocalizando la canción “Brazil” mientras permanece sumergido en su mundo soñado, entendemos, para siempre.
Una brizna de esperanza que se cuela en el infierno, en el que se ha convertido esa sociedad tan reconocible.
Y es que la realidad y los sueños se mezclan en esta satírica distopía surrealista.
Una suerte de “1984” grotesco, con rasgos esperpénticos y escapistas, un estilo muy ecléctico, y sentido del humor absurdo, herencia de los años de Gilliam con los Monty Pyton.
De poco más de 2 horas de duración, Brazil es una película que resulta complicado seguir a ratos, pero esto forma parte del objetivo del director, que busca que el espectador, se rompa la mente, intentando discernir ese mundo, donde la imaginación liga aquello que es verdadero, y lo que no.
“What is this mess?
An empty desk is an efficient desk”
¿Cuándo despiertas de tu más maravillosa fantasía, solo logras regresar a tu pesadilla diaria?
Ese es el punto central de esta maravilla de El Séptimo Arte, un viaje lleno de pruebas y trampas sádicas, que nuestro tímido héroe tratara de evadir, para alcanzar el corazón de su amada, solo debe aferrarse a sus sueños.
Gilliam nos presenta un mundo contemporáneo a Brazil, pero que no se puede situar, ni en una época ni lugar concreto, teniendo rasgos estéticos que mezclan elementos de “Metropolis” (1927), el noir de “Blade Runner” (1982), y un cierto aire “steam punk”
Brazil está plagada de detalles con significado, y forman parte de la crítica de Gilliam, hacia la burocratización e industrialización desmesuradas, constante de la historia.
Se hace uso del humor, para resaltar los horrores de esa sociedad, puesto que la verdad salta a la vista, difuminada tras la superficialidad, y la aparente ridiculez de algunos personajes, como el mundillo de la madre del protagonista, o el resto de funcionarios.
El protagonista, seguirá un camino de liberación, por lo menos en el sentido intelectual, y a través de peripecias patéticas, despertará de su apatía, siendo el amor y la imaginación, el motor y el contrapunto a la cruel y absurda verdad que descubre sobre su entorno.
No hay ningún héroe, ni un villano marcado, todos son culpables y víctimas de la sociedad que han formado.
Brazil es una ácida crítica social, es como dice el propio Gilliam, mitad sueño y mitad pesadilla, es un espejo inquietante, es una parábola terrorífica, una defensa de la locura, o una actualización de los temas de Kafka, una defensa del individuo frente al sistema, una ventana abierta en una habitación, con un aire irrespirable y nauseabundo; una huida hacia las bandas, una fantasía pesimista que sostiene que no existe un mañana, porque el mañana ya pasó, tal y como reflejan las palabras de la canción que da título a Brazil.
“This is your receipt for your husband... and this is my receipt for your receipt”
Basado en una estructura alegórica de conceptos morales, filosóficos, y políticos, Brazil distrae constantemente al espectador, hacia una lectura literal de sus imágenes, donde los medios utilizados, sobrepasan con creces, los efectos buscados.
Así, Brazil puede verse en episodios cerrados y conceptuales:
La realidad, los sueños, la locura, la opresión, la libertad, y juicios similares.
Conceptos que en lugar de surgir de la interacción de los distintos instrumentos de la puesta, son presentados publicitariamente, para que el espectador los adquiera.
Como todo film de contenido, suele agradar a los despistados de turno, simplemente porque se coincide con la doxa proclamada.
En ese sentido, Brazil es tramposo para la crítica, y peligroso para el cinéfilo.
Porque, ponerse en contra del mismo, puede confundirse con oponerse a una visión del mundo, no a la representación de esa visión.
Brazil plasma una ciudad reinada por la tecnología, y el exceso de información.
Con esto, Gilliam realiza una crítica brutal a la modernidad, en específico, al sistema capitalista.
Exalta el gran consumismo presente en toda gran urbe, que nos llena de angustia, y al mismo tiempo, indica status, como también los temores al terrorismo.
Vemos cómo el progreso esta intrínsecamente ligado con lo material.
Los ductos del aire acondicionado son clave, pues aparecen a lo largo de toda el metraje, y que muestran, cómo las personas no pueden vivir sin ellos, y la manera en que se exasperan ante ese hecho.
Los ductos de aire, forman una dependencia que el gobierno mismo les genera.
A lo que se ven atados a un sistema que controla todas sus actividades, y es el que decide, qué está bien o mal.
En resumen, se trata de una regencia totalitarista.
De igual manera, existe una gran contaminación visual.
La urbe se encuentra inundada de enormes y espectaculares grabados, con la frase más vista y mencionada, a lo largo del metraje, que parece ser el lema de la localidad:
“Happiness.
We are all in this together”
Que me remite a la célebre frase de la canción de The Beatles, “Happiness Is A Warm Gun” ya que ambas refieren a lo mismo.
Definitivamente, es una frase muy irónica sabiendo que, realmente no existe dicha felicidad, ni mucho menos se encuentran todos unidos para el bien de los demás, es tan solo una apariencia, una máscara como las que se ven en Brazil, pero que pone el gobierno.
Las construcciones colosales, son vistas con frecuencia; los edificios cuentan con más de 80 pisos laberínticos, representando la gran riqueza de la metrópoli, y el poder que habita en ella.
La pérdida de la capacidad de asombro, es algo también muy notable.
Hay una escena centrada en un restaurante, que aparenta ser de lujo, en donde la amiga de la Señora Lowry, Alma Terrain (Barbara Hicks), al presenciar una explosión, le pide a Sam Lowry, el protagonista, que por favor, haga algo, a lo que éste le contesta, que se encuentra en su hora de comida, y continúa sin tener la menor importancia en lo ocurrido.
A Sam, al igual que al gobierno, le importa poco o nada el pueblo.
Y lo sorprendente, es que los ciudadanos tampoco muestran mucha aflicción ante la situación, parece ser, que ese tipo de sucesos, son ya muy usuales, y son tomados como algo cotidianos.
Esto nos lleva al sinsentido del hombre, se encuentran inmersos en una sociedad deshumanizada.
La señora Lowry es otro tema importante, que se debe de discutir.
Ella plasma la clase burocrática, y es una persona sumamente egocéntrica, plástica, que simboliza una sociedad regida por la vanidad y el consumismo.
Sin embargo, ve por su hijo, a quién logra promover a “Information Retrieval”, unos de los departamentos más importantes del gobierno, y todo por llevar una relación más que de amistad, con el Señor Helpmann (Peter Vaughnan), quien parece ser El Gobernador de dicha ciudad.
En un inicio, Sam rechaza la oferta, por no querer caer en la corrupción, a sabiendas de que su madre se lo había conseguido, y no porque en verdad se lo mereciera, pero cuando conoce a la mujer con la que ha estado soñado, cambia de opinión, y decide tomar el puesto.
Al formar parte del equipo de “Information Retrieval” y al disponer de toda la información necesaria, decide buscar en la base de datos, a la chica de sus sueños, pero al realizar dicha acción, descubre una gran falla administrativa, e intenta remediarla con las autoridades, pero es rechazado, por lo que procede en contra del régimen.
Es en este momento, cuando Sam recupera su humanidad.
Enseguida, vemos su lucha contra el gobierno, y su aparente triunfo, sin embargo, lamentablemente, no cuenta con el poder suficiente para derrocarlo.
El gobierno represivo y vigilante de todas las acciones de los ciudadanos, se supone se preocupa por la “transparencia” de la información, y de la lucha contra el “terrorismo”
Al principio de Brazil, un alto funcionario dice en la televisión, que “en una sociedad libre la información es el camino”
Mientras que en “El Departamento de Recuperación de La Información” la recolección de esta, se lleva a cabo de la manera más corrupta y violenta, incluso, lo que desencadena toda la problemática de ese mundo mostrado, es el incidente de una mosca, la cual cae en un teletipo, y altera la información, al darse cuenta que han cometido un error, lo único que interesa es ocultarlo, pues el sistema es tan “perfecto” que nunca comete errores.
Por otra parte, la preocupación principal del gobierno, es la lucha contra el terrorismo, cualquier parecido con actualidad es mera coincidencia, sin embargo, el gobierno mismo, es el ente más bárbaro, cruel, y terrorista de todos.
El Departamento de Recuperación de La Información, es una unidad que se encarga del espionaje, de buscar terroristas donde no los hay, o inculpar a los ciudadanos delitos inventados.
Es a la vez, un centro de tortura.
Los personajes están formados para torturar, hacer sentir dolor, herir, lastimar psicológicamente, y matar en último caso.
Como desafiaron las reglas, y cuestionaron el sistema, son considerados peligrosos, en el caso de Sam, un terrorista, por esa razón es perseguido y torturado.
Si nos detenemos un momento, a analizar la cotidianidad de esa sociedad, encontraremos costumbres y personas terribles.
Primeramente, el gobierno influye violentamente en la ideología de las personas, y esto se ve reforzado por la publicidad pegada en las paredes de las calles, transmitida por los medios de comunicación, y por los conductos.
Es una sociedad industrial, reprimida, triste, violenta, en donde los niños, siempre juegan con armas a la tortura, a la guerra, y a matar.
“Mistakes?
We don't make mistakes”
La colorida fotografía de Roger Pratt, y la brillante imaginaria visual y lúdica de Terry Gilliam, nos brindan una tragicomedia con elementos de enorme potencial, que encajan también en la ciencia ficción, y el surrealismo, todo alimentado desde el inolvidable tema de Ary Barroso “Aquarela do Brasil”, orquestado a la perfección por Michael Kamen, sinfonía que realza los pasajes oníricos de Brazil.
Y es que Brazil es una película sumamente surrealista, un claro ejemplo es, la vestimenta de los personajes, en especial de la Señora Lowry, que usaba un zapato de tacón como sombrero, y llevaba el cabello chino, y muy anaranjado, completamente artificial.
Frente a sus ojos, desfilan personajes a cuál más grotesco, que van desnudando algunas de las obsesiones de la vida moderna:
El confort, la estética, el status social, el orden... y que al final, nos dejan la sensación de que todo es una inmensa banalidad.
Lo mejor sin duda, son las encarnaciones de Pryce, Ian Holm como el inútil Jefe de sección Kurtzmann de homosexualidad sutil; Michael Palin como el torturador Jack Lint; y las cortas pero agradables secuencias junto a Robert DeNiro como Archibald “Harry” Tuttle.
Sam, funcionario del ministerio, forma parte de la maquinaria, no busca el progreso social, y es por eso, que su madre en parte lo rechaza, una madre obsesionada con volver a los 15 años, es por tanto, a su manera, un “outsider” que vive con la ilusión de sus sueños de caballero andante, no parece ahora muy extraño, los intentos de Gilliam por adaptar una y otra vez, la obra magna de Cervantes, “Don Quijote de La Mancha” al cine.
Presionado por su familia, accederá a formar parte del castillo kafkiano, pero la puesta patas arriba, que supone la entrada de Jill en su mundo, y el contratar a un fontanero ilegal, que le soluciona sus problemas con el aire acondicionado, le hacen colocarse al borde del abismo, aún teniendo los pies inmersos en esa misma maquinaria de la que forma parte, y de la que finalmente, será víctima.
Es más, acabará en las manos de su propio compañero de pupitre, eterno objeto de comparación del éxito social, que debe su progreso a sus dotes como torturador, con máscara de niño glotón, hambriento por torturar; de hecho, ya en su entorno familiar, se da una situación sutil de pedofilia con una niña, aparentemente su hija, cuando ella con naturalidad le dice:
“Put it on, big boy.
I won't look at your willy”
Por otro lado, Sam sueña con un mundo totalmente diferente, donde vuela libre, donde conquista a una hermosa mujer, y en algún momento de la terrible vida cotidiana que tiene, se encuentra a la que él cree que es, su mujer de los sueños, que no es más, que una mujer que es parte de un grupo terrorista, y por alcanzarla, traiciona a su país.
Y lo que ya era una especie de conspiración natural opresora, se convierte en toda una persecución, donde el protagonista que no es muy inteligente, no es ambicioso, y es una especie de fracasado, que solo es un soñador, y nunca podrá escapar.
Jill en cambio, es una ciudadana con conciencia, dispuesta a no tolerar las injusticias, que por ejemplo, se hayan llevado a un vecino suyo por un error administrativo.
Su espíritu combativo, espolea y complementa el de Sam, ella es el catalizador que le abre los ojos, y por ello, será condenada por el Estado.
Curiosamente, me da la impresión, divago probablemente, sobre el complejo de Edipo, y esto lo traigo a colación, hacia el final, cuando en el funeral de la Sra. Terrain, vemos que Sam ve a su madre transformada en Jill, lo que la impresión del complejo de enamoramiento del hijo hacia la madre, o de la idea de la madre de complacer al hijo, recordemos que la madre es la que “arreglaba” la vida y el entorno de Sam, etc.
Con el personaje de Robert DeNiro, en Brazil, la máquina de consumo, es la máquina del estado, porque el consumo está instrumentalizado, y es utilizado y controlado por el gobierno, para tener poder sobre las personas.
Es por ello, que el primer gran error de Sam, es no esperar a que los técnicos oficiales gubernamentales, como Spoor (Bob Hoskins), y confiar en un ilegal reparador de máquinas, que encarna más bien a la resistencia contra el sistema, como héroe incognito, que siempre entra y sale de escena como en los comic, para solucionar su problema.
Es duro, pero es así, salirse de la burocracia y de lo establecido, supone colocarse contra el sistema, algo que nos suena de todas las dictaduras que han poblado este ancho mundo, pero no de las democracias…
¿O sí?
Archibald “Harry” Tuttle es considerado como un terrorista; los saboteadores que ponen las bombas, son poco más que fantasmas, a los que nadie parece hacerles caso; los carteles publicitarios ocultan, tras su seno, una sociedad industrial eterna, viciada, y subyugante; la comida que se sirve en los restaurantes, es una papilla amorfa, que se acompaña de la foto del filete que debería ser; la cirugía plástica hace estragos, y nunca mejor dicho, entre el Jet Set; el sueño vence a la realidad, al final.
Como curiosidad, todos los nombres de los lugares, son irónicamente idílicos.
Así, el protagonista vive en unos enormes bloques grises, pertenecientes en realidad, a una ciudad francesa, llamados “bloque Flor de Azahar, avenida Verdes Pastos”, mientras que Buttle, vive en las torres “Shangri-la”
La omnipresente burocracia, consume el 26% del PIB, según se asegura en el noticiario, que podemos ver al principio de Brazil.
O la manera más eficaz de alejar a un fontanero estatal, es solicitarle un impreso 27B/6, es decir, el papeleo.
¿Y vale la pena pertenecer a un mundo basura, donde los reactores de las centrales nucleares, se pintan de azul con nubes, para ocultar lo que son, y se nos vende una felicidad de plástico, que sustituye a nuestros esfuerzos por realizarnos?
De una forma un poco tópica, Gilliam muestra siempre, exteriores en descomposición, entornos marginales, que son la imagen de una sociedad que empieza a descomponerse por abajo, lugares donde niños sin futuro, ejercen la violencia, y donde no existe esperanza, puesto que son los directos objetos de represión de la maquinaria estatal.
De esta manera, surgen fenómenos como el terrorismo, las bombas que estallan en restaurantes de lujo, y diezman a los siervos pasivos de esa maquinaria…
¿Tampoco les suena?
Otro ejemplo, la pantalla, como elemento instrumentalizado de la imagen, el gran yugo del pasado siglo XX, y del presente, se muestra en Brazil de 2 formas:
Las pantallas de ordenador que ofrecen una panorámica distorsionada del individuo que las utilizan en su reverso, que sirven para trabajar y controlar a los semejantes, en ese trabajo ministerial que Sam desarrolla.
Y las televisiones, en las que a veces se transforman, y donde los empleados siguen atentamente, la evolución de vaqueros e indios.
Trabajo y televisión, ocio y deber, las 2 caras de una misma maquinaria alienante.
O dicho de otra manera, una metáfora de esos, nuestros trabajos anodinos y masificados, anverso, y esos centros comerciales, donde todos vamos en masa, a comprar en masa, anodinos y masificados, y que se suponen que son nuestro ocio, reverso.
“There's been a little complication with my complication”
Brazil está salpicada de detalles en 2° y 3r plano:
Un ejemplo:
Cuando a Sam Lowry le comentan en una fiesta, que determinada chica las tiene “más grandes y puntudas”, le aclaran posteriormente, que la observación se refiere a sus orejas.
Poco después, en otra escena, podemos ver como la chica, en segundo plano, se deja examinar las orejas por el cirujano plástico de la madre de Lowry, el Dr. Louis Jaffe (Jim Broadbent)
Otro ejemplo:
Cuando el protagonista va a visitar a la familia del señor Buttle (Brian Miller), podemos ver un cartel, con una oferta de vacaciones que reza:
“Luxury without Fear.
Fun without suspiction.
Relax in a Panic-Free Environment”
El “regalo para ejecutivos” que aparece varias veces a lo largo del metraje, no existe en los comercios, y fue creado especialmente para Brazil.
La escena del tiroteo en el vestíbulo del Departamento de Recuperación de La Información, es un homenaje a “Battleship Potemkin” (1925)
Lowry es también, el apellido de Lois Lowry, autora de la novela “El Dador”, que muestra un distópico mundo futuro, extremadamente burocratizado, y rígido.
Creo que tenemos una gran cantidad de escenas geniales en Brazil, cada una merecedora de un análisis completo, pues no sólo nos ilustran, y nos hacen creíble el mundo, si no que, poco a poco, nos va dando pinceladas secundarias, que añaden verosimilitud al conjunto.
Por lo que destacaría, que hay montones de detalles, algunos más típicos, y otros maravillosamente originales, que tejen el bizarro tapiz sobre el que se asienta la ambientación de este mundo:
Los ordenadores con lupa; las cámaras guiadas; las cartas iluminadas; la comida que no es verdadera comida, pero que suponemos que tiene su sabor; regalar vales médicos; la mesa compartida por 2 despachos adyacentes; el dispensador de oxígeno en plena calle; el perro con el trasero sellado con cinta aislante; cuando Lowry habla con Jack Lint (Michael Palin), y este se coloca una placa antibalas bajo el traje; el propio personaje de Tuttle…
También, muy agradables esas evocaciones al cine clásico:
Los Hermanos Marx, y “Casablanca” (1942), entre otros films.
Y ni hablar de paradojas:
El amor y los sueños, frente a la conveniencia y las promesas.
El sueño de ser el caballero alado, que libera al amor, cuando se es un miserable burócrata preso de sus propios papeles, y su propio trabajo.
La ausencia absoluta de ambiciones, cuando la única ambición aceptable, no tiene nada que ver con tus sueños:
La única ambición válida para el corazón.
Y más preguntas:
¿Existe el reo?
¿El terrorista?
¿Quién es?
¿Soy yo?
¿Podría serlo?
¿Qué traiciono cuando traiciono?
¿Por qué traiciono?
¿Es traición?
¿O soy yo el traicionado?
¿Estoy despierto o soñando?
¿Qué y cuál es la realidad?
“Brazil...
Where hearts were entertaining June,
We stood beneath an amber moon
And softly whispered someday soon...
We kissed...
And clung together.
Then...
Tomorrow was another day.
The morning found me miles away, with still a million things to say
Now...
When twilight dims the skies above, recalling thrills of our love
There's one thing
I'm certain of Return...
I will... to old... Brazil”
La banda sonora de Kamen, en perfecta sincronía con Brazil, con el tono general, con un humor negro, es muy agradable y fácil de digerir.
El hecho de utilizar una banda sonora tan poco apropiada, a priori, puede resultar un hecho un tanto diferente, al resto de la estructura de Brazil, pero cabe destacar, que se utilizó dicha banda sonora, para dotar de más sátira, si cabe, a la obra.
La música sugiere carnaval, fiesta, mulatas, y mulatos, bailando en las calles de Río de Janeiro…
Un universo totalmente contradictorio, a lo que la obra misma ofrece.
Inicia con el tema de “Brazil” de Ary Barroso, que cual es el leitmotiv de Brazil, y de donde obtiene su nombre.
Este tema, personifica el paraíso que tanto añora Lowry, esa utopía que lo mantiene fuerte, en su convicción de encontrar el amor de su vida, e irse lejos de esa ciudad disipada.
¿Qué es Brazil?
Brazil, según Gilliam, es un hombre tumbado sobre una playa de arena completamente negra, debido a los vertidos industriales, con la radio encendida, en bañador, sobre su toalla, escuchando precisamente esa canción, que da título al film.
¿Y qué es Brazil?
Una de las canciones más emblemáticas del siglo XX, siempre asociada al país carioca, a la alegría de sus gentes, a su samba, pero no en realidad, es una canción americana, que no habla de nada de eso, sino, de un lugar ensoñado, de un paraíso mental imaginado, para escapar de la monotonía y crudeza de la realidad gris, la realidad de esa playa negra, por ejemplo.
La mente libera al cuerpo, a través de la fantasía, cuando el cuerpo se encuentra condenado, al tormento de la existencia diaria.
Por tanto, Brazil tiene por título el de una canción, que simboliza el mensaje, y la historia de una película, y que habla de los sueños, como la única arma posible, contra las pesadillas reales.
La canción, de hecho, o sus versiones instrumentales orquestadas por el magnífico Michael Kamen, se reproducen continuamente a lo largo del metraje, por ejemplo:
La versión de Geoff Muldaur, que suena cuando Sam Lowry va a trabajar cada mañana, y que empieza como un suave silbido, como el de esa pequeña ilusión, que escondida en nuestro subconsciente, nos da fuerzas para levantarnos, y seguir adelante cada mañana.
Esa versión de Muldaur, actúa como recordatorio, de la primera vez que suena la canción, es en los sueños de Sam, donde cual caballero andante alado, vive un amor de novela con su dama, caracterización de Jill, a la que Sam acabará conociendo en la vida real.
En el sueño, la versión de “Brasil” que escuchamos, es la de Kate Bush, mucho más etérea y dulce, acorde a la escena a la que sirve.
En la oficina, sólo escuchamos los compases iniciales, que nunca permiten iniciar la sintonía principal, y que producen cierta frustración en el espectador, comparable a la de Sam, en ese trabajo que no le llena.
“Listen, kid, we're all in it together”
Vista con perspectiva, Brazil que es una auténtica bomba incendiaria contra lo establecido, responde sin duda, a un cabreo monumental, y a la frustración de una mente sensible, como es la de Gilliam, frente a lo que la sociedad que le rodea, le ofrece; y es por ello, que Brazil deja esa sensación en el espectador, la sensación de haber asistido a una autopsia en directo, de un cadáver en completa descomposición.
Brazil tiene por ello, ese carácter de film premonitorio, pero no tanto como de crítica social realista y actual.
Y todo ello, tratado con una estética años 30 y 50, que de alguna forma, amortigua el impacto, con sensación de algo pasado, que no puede reproducirse.
¿Y qué salida tiene todo esto?
Gilliam es claro y valiente en su apuesta:
“Pueden poseer mi cuerpo, pero no mi mente”
Cuando no existe ninguna esperanza, cuando el Estado te controla completamente, y sabes que sólo el dolor y el sufrimiento, son lo que te espera hasta la muerte más terrible, la única salida posible, es la locura.
Cuando la playa de tu pueblo, se ha convertido en un lugar infecto, repleto de excrementos industriales, y tu pequeño paraíso se ha venido abajo, sólo queda ponerse el bañador, y escuchar música de samba, para darle a la mente alas, y que vuele lejos de ese lugar.
Así hace Sam, cuando lo ha perdido todo, y ya no es dueño de su cuerpo, sólo le queda soñar con “Brasil”, con su mundo imaginario, donde por siempre, en un mundo verde y libre, puede estar junto a su amada.
Viendo Brazil, a uno no se le ocurre otra salida posible, para huir de lo que cada día le toca, y en esto, algunos prefieren el cine, a la locura.
Es interesante, que las acciones que pasan en Brazil, como corrupción, conspiración, espionaje, violencia, tortura, guerra, y terrorismo de estado, se parece mucho al mundo que vivimos en la actualidad, y que ha sido así, especialmente después de La Segunda Guerra Mundial.
En realidad, muchos de los descubrimientos, ideas, conceptos, prácticas, y procedencias acuñados por los nazis, se practican, y aplican en la realidad.
Las potencias que ayudaron en la reconstrucción de Europa, especialmente los Estados Unidos, se han apropiado de estas ideas y prácticas.
En realidad, en muchas maneras, Brazil es un espejo de lo que estamos viviendo.

“We do the work, you do the pleasure”



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