Shine

“You must play as if there's no tomorrow”

Existen muchas películas sobre músicos célebres, en las que la celebridad del artista, ha precedido y dado origen a la película; otras en las que aparecen músicos desconocidos, tanto antes como después de la misma.
La familia como seno disociable, traspira confianza y satisfacción.
Así como los consejos, el apoyo de los mayores, resultan más beneplácitos si sólo son eso:
Consejos.
Cuando pasan a ser continuas lecciones morales, inyectadas bajo tejido subcutáneo, florecen esos desmanes característicos de la inestabilidad tan bien ocultada.
Si la familia adquiere carácter homogéneo, todas las inquietudes se ven forzadamente reprimidas, con el fin de mantener la tradición, el espíritu conservador del que, aun hoy, en cuestiones políticas nos negamos.
Y si tu familia actúa sobre ti, con carácter inquisitorio, estarás obligado a hacer todo cuanto te pidan, te tratarán como una bendita mierda, hasta que salgas del núcleo opresor, y mientras que tus padres vivan, y vivirán muchos años, no saldrás de él.
Los modelos del trauma de los trastornos mentales, enfatizan los efectos del trauma psicológico, especialmente en la infancia, o adolescencia, como un factor clave, en el desarrollo de gran parte de las enfermedades mentales.
Los modelos del trauma se basan generalmente, en que las experiencias traumáticas en el hogar, son más comunes y serias de lo que generalmente se cree.
Tales modelos se asocian con los hallazgos de John Bowlby, quien desarrolló La Teoría del Apego.
Además, hay un considerable cuerpo de evidencia, que sustenta la conexión entre las experiencias tempranas de malos tratos, con problemas posteriores.
En los años 1960, los modelos del trauma se asociaron a la psicología humanista, y la anti psiquiatría, especialmente en lo que respecta al entendimiento de la esquizofrenia, y el rol de la familia.
Los trastornos de la personalidad, también han sido considerados bajo esta perspectiva.
En términos generales, los modelos del trauma, se presentan como contraparte a una psiquiatría de la que, se dice, se encuentra demasiado enfocada en la genética, la neuroquímica, y la medicación.
Según investigaciones más recientes, el abuso infantil en el hogar, juega un papel causal en la depresión, trastorno de estrés post-traumático, desórdenes alimenticios, trastornos adictivos, y los trastornos de personalidad múltiple.
Cuanto más grave sea el abuso, más probable será, que aparezcan síntomas en la vida adulta.
En el ámbito psiquiátrico mayoritario, se parte de la hipótesis, que el abuso infantil está poco relacionado con las psicosis más graves, como la esquizofrenia.
Sin embargo, algunos profesionales de la salud mental, mantienen que las psicosis están más íntimamente relacionadas con este tipo de abuso, que las neurosis.
Los críticos del modelo del trauma argumentan, que la lógica por la cual se afirma que un trauma infantil causa enfermedad mental, adolece de un fallo grave.
Si esta afirmación fuese cierta, debaten los críticos, el abuso a millones de niños, debería haber originado muchos casos de enfermedad mental, pero no hay evidencia de esto.
Silvano Arieti, psiquiatra italiano de origen hebreo, considerado en su día, como una de las mayores autoridades mundiales en esquizofrenia, respondió a esta objeción, observando que las únicas personas ante las cuales, los seres humanos son vulnerables de jóvenes, son aquellas a las que están ligados emocionalmente en su infancia.
Sus puntos de vista en interpretación de la esquizofrenia, actualmente se conocen, en psiquiatría, como El Modelo del Trauma de Los Trastornos Mentales, y representan la contra-hipótesis a la teoría etiológica de la esquizofrenia, defendida por la psiquiatría biologicista convencional.
“Antes de nada, debemos repetir aquí, lo que ya hemos mencionado, que en el caso de circunstancias en las que exista un peligro externo obvio, como las guerras, catástrofes, u otras adversidades que afectan a la colectividad, no se genera el tipo de ansiedad que daña al yo interno, por tanto, estos sucesos no favorecen en sí mismos la esquizofrenia.
Incluso la pobreza extrema, la enfermedad física, o las tragedias personales, no conducen necesariamente a la esquizofrenia, a menos que tengan consecuencias psicológicas que dañen el yo interno.
Incluso hogares rotos por defunciones, divorcios, o abandonos pueden ser menos destructivos que hogares donde ambos progenitores están vivos, conviven bajo el mismo techo, y se dedican a socavar el concepto que el niño tiene de sí mismo”, dijo el experto.
La expresión “Modelo del Trauma” fue acuñada por el psiquiatra Colin Ross, para resolver el problema de la morbosidad colateral en el campo de la salud mental.
Un cuadernillo informativo, que se da a pacientes ingresados en el Instituto Ross del Trauma Psicológico, describe la base del modelo del trauma con términos de sentido común:
“El problema que muchos pacientes afrontan, es que no crecieron en una familia normal, razonablemente saludable.
Crecieron en una familia incoherente, abusiva, y traumática.
Las mismísimas personas hacia las que se dirigía el apego del niño para sobrevivir, eran también, los perpetradores de malos tratos, que lo lastimaron feamente.
El conflicto básico, el dolor más hondo, y la causa más profunda de los síntomas, es el hecho de que la conducta de mamá y papá duele, no encaja, y no tiene sentido”, concluye.
“In this world only the strong survive.
The weak get crushed like insects”
Todo piano evoca un recuerdo, todo pianista tiene algo que contar en sus melodías, todo genio pierde el juicio, todo brillo desprende un resplandor que se convierte en el fulgor de una llama, que nos ciega por su intensidad descontrolada.
Ciegos son mis oídos, cuando de nuevo se transportan embelesados por el sonido que emite el genio, sin juicio, en un piano que nos cuenta, nos transmite todo lo que una vida ha sido para él.
Sus recuerdos.
Recuerdos compartidos, pues una presencial infancia, se convierte en una dura prueba en busca de ganadores, y una amarga adolescencia, se torna oscura con un padre que ama sus temores, y quiere controlar la gloria, cuando entre las manos de este artista, se esconden notas que no todos pueden alcanzar.
Perdido en su genialidad, sólo comenzaba a encontrar su lugar en el mundo.
David Helfgott es un pianista australiano, también es conocido por su perturbación mental, y por su excelente dominio del piano y del movimiento de las articulaciones menores, muñecas, dedos, etc.
Entre sus otros intereses están los gatos, el ajedrez, la filosofía, el tenis, la natación, y mantenerse en buena condición física.
Helfgott, nacido en 1947, en una familia de judíos emigrados de Polonia, fue un “niño prodigio” que ya a los 14 años, atrajo la atención de Isaac Stern, quien le invitó a estudiar música en los Estados Unidos.
Finalmente, elegiría Londres, donde a los 19 años, se matriculó en el Royal College Of Music.
Sin embargo, en 1970, tras graduarse, le sobrevino una enfermedad nerviosa, que le mantuvo más de una década en tratamiento psiquiátrico, alejándole de toda actividad concertística.
Saldrá del hospital, al ser reconocido por una antigua admiradora, quien lo lleva a vivir con ella, pues el padre de David ha cumplido su promesa, y ha renegado de él.
La convivencia entre los 2 se hace imposible y, finalmente, David se irá a vivir con un conocido que ella le recomienda.
A comienzos de los 80, reaparece en público; primero en un restaurante, donde llama la atención interpretando “Flight Of The Bumblebee” de Rimsky-Korsakov, en el arreglo para piano de Rachmaninoff; poco después, conocerá a la que será su mujer, Gillian, una astróloga divorciada, y mucho mayor que él.
Luego, animado por ella, reaparecerá en las salas de concierto, como intérprete “clásico”
Tras esta reaparición, Helfgott ha seguido interpretando El Tercer Concierto de Rachmaninoff y, dada la fama mediática adquirida con su biografía filmada, en 1997, llegó a publicarse en CD, una interpretación, que no pasaba de lo discreto, donde el pianista era acompañado por la Filarmónica de Copenhague, con dirección de Milan Horvat; fue editada por RCA, sello que posee versiones infinitamente superiores de la obra a cargo de Horowitz, Ashkenazy, o el propio compositor, pero que sin duda, venderán menos al no verse “promocionadas” por una película llena de detalles morbosos…
David Helfgott reside actualmente en Happy Valley, Nueva Gales del Sur, Australia, con su esposa Gillian.
Continúa presentando conciertos en su hogar, Heaven.
En diciembre de 1999, David Helfgott abrió la conferencia Geniuses, Savants and Prodigies, del centro mental de Allan Snyder.
También, apareció en el álbum de la banda de rock Silverchair, Neon Ballroom.
Los críticos han sido implacables con él:
No le perdonan las faltas, los matices, los fraseos heterodoxos.
¿Por qué a Helfgott no, y a otros pianistas sí?
Creo que Helfgott tiene doble mérito, justamente por su alteración mental.
Gould cantaba todo el concierto; Horowitz a veces tocaba sucio; Sviatoslav Richter erraba las octavas de la mano izquierda; Rachmaninoff no respetaba, ni los matices ni las velocidades que escribía en sus propias composiciones; Kissin toca a velocidades irracionales, todo pianísimo o fortísimo.
Sin embargo, las críticas son estupendas.
Pero el público de Helfgott responde siempre con ovaciones de pie.
“Rachmaninoff?
Are you sure?”
Shine es una película dramática, del año 1996, dirigida por Scott Hicks.
Protagonizada por Geoffrey Rush, Armin Mueller-Stahl, John Gielgud, Noah Taylor, Lynn Redgrave, Sonia Todd, Googie Withers, Nicholas Bell, Chris Haywood, entre otros.
El guión lo firma Jan Sardi, y cuenta la verdadera historia del pianista David Helfgott, quien sufrió un quebranto psicótico, a causa de los malos tratos que le infligió su padre, y pasó algunos años en centros especiales.
Shine fue aclamada por la crítica de todo el mundo, y con innumerables premios , incluido el premio Oscar al Mejor Actor para Geoffrey Rush.
También fue nominada al Oscar de 1997, en las categorías de:
Mejor actor de reparto (Armin Mueller-Stahl), dirección, edición, música, fotografía, guion, y mejor película.
Curiosamente, en 1979, Rush vivió durante 4 meses, en un departamento junto a Mel Gibson, quien inició su carrera en Australia, mientras actuaban en una producción teatral de Waiting For Godot.
Cuando Rush ganó el Premio Golden Globes en competencia contra Gibson, éste le dijo:
“Siempre supe que lo tenías dentro de ti”
Resulta interesante destacar, que varias instituciones cinematográficas, reconocieron a múltiples actores secundarios en sus nominaciones.
Está la nominación al Oscar de Mueller-Stahl, quien ganó el Premio AFI en esta categoría; pero los BAFTA y el Screen Actors Guild Awards, nominaron a John Gielgud y Noah Taylor, que interpretó al joven David Helfgott; como mejor actor secundario, respectivamente.
Se discute, hasta qué nivel, la historia real de Helfgott, está representada en Shine; la cual tuvo grandes críticas:
La hermana de David, Margaret Helfgott, publicó el libro autobiográfico “Out Of Tune”, en el que mostró a su padre, desde un punto de vista completamente diferente, como un amado padre y esposo, y no un tirano, como aparece en Shine.
También se criticó la habilidad pianística de Helfgott, diciendo que se exageró demasiado.
Shine plantea otras interesantes reflexiones, sobre la educación represiva, y la obsesión por el éxito y los sueños, en un viaje enternecedor, y lleno de complejidad psicológica, que resulta un regalo para el espectador, en este mundo cinematográfico, tan adocenado en el que vivimos.
Shine trata acerca de la superación de las adversidades.
Un padre superando el suyo, y a las imborrables pérdidas de seres queridos en la guerra.
Un hijo superando una educación severa.
Un joven superando primero el pánico, y después una aparentemente inexorable promesa de incapacitación mental.
Una mujer superando los prejuicios, y atreviéndose a amar a un “diferente”
Shine trata, en este nivel, acerca de la posibilidad de recuperación del ser humano.
Habla de la esperanza y de la salvación por el amor.
Así no más, corriendo en la lluvia, el protagonista se ve como uno de esos caminantes vagabundos.
Su hablar es obsesivamente locuaz, dando vueltas hacia el mismo, saboreando las palabras, y encontrando conexiones sin sentido en las mismas.
Se ríe demasiado, y parece desesperadamente afable.
Cuando se sienta en el piano en un restaurant repleto, pareciera que busca problemas, hasta que comienza a tocar.
Su música fluye como un río de llantos, angustias, y esperanza.
Shine tiene 2 partes, bien diferenciadas:
Antes y después del Concierto de Londres.
Todo inicia en Australia, en la década del 50.
Un niño llamado David (Alex Rafalowicz) es educado por su padre Peter (Armin Mueller-Stahl) en el amor por la música.
Toca el piano con dedicación y pasión, hasta que finalmente gana un premio que le posibilita ir a Londres, a continuar sus estudios.
El padre se opone terminantemente a ello:
Teme la separación de la familia y, probablemente, la pérdida del control sobre su hijo.
Las instrucciones que le da, tienen que ver con la idea de que, hay un mundo muy malo allí afuera, que hay que estar alerta en todo momento, preparado, que hay que ser fuerte para sobrevivir, y que hay que desconfiar de todo, y de todos:
“Nadie te va a querer como yo” repite una y otra vez.
En los intersticios del diálogo aparecen, como sin querer, algunos datos que el guión quiere que tengamos en cuenta.
Sabemos que se trata de una familia judía, porque el niño celebra su Bar Mitzvah.
Son pobres, no sabemos si el padre trabaja, ni cómo obtienen su sustento cotidiano.
Tenemos algunos datos de la infancia del padre, que cuenta la anécdota de su propio padre, destrozando el violín que había comprado con sus ahorros; justifica en distintos momentos, su conducta cruel, mencionando cosas terribles que le pasaron en la guerra, pérdidas, sufrimientos, oscuridades.
La madre, por el contrario, aparece deliberadamente desdibujada, como si hubiera la expresa intención de no distraer nuestra atención, con otra cosa que la relación padre-hijo; lo mismo pasa con las hermanas, y otros personajes.
Uno se queda sin saber bien, cómo juegan los distintos miembros que arman la estructura familiar.
Lo que uno tiene, es la parte de la historia que nos están queriendo contar.
El hecho es que, el adolescente David (Noah Taylor) consigue ir a Londres, con lo cual, rompe con su familia, y con su historia, pues esa decisión es castigada por su padre, con el destierro del vínculo familiar.
Queda a merced de sí mismo, solo en el mundo.
Cuando culmina sus estudios, y prueba su talento en un concierto consagratorio, algo parece quebrarse en él.
No sabemos bien de qué se trata, ni qué le pasó.
Lo que sí sabemos, es lo que hizo la medicina por él en ese momento:
Lo internó y comenzó a tratarlo con electroshocks.
Siguió internado varios años en una clínica psiquiátrica, principalmente, como dice una enfermera:
“Porque no tiene otro lugar a dónde ir”
Cuando es “liberado”, ya adulto, David (Geoffrey Rush) deambula sin destino, pero siempre consigue la protección de algunas personas.
Nos encontramos con una persona desordenada, desprolija, impredecible, ocurrente, irreverente, desvergonzada; con toques de humor, y una mirada provocativamente inocente.
Masculla, murmura por lo bajo:
“Es un misterio, es un misterio….”
Vive de su piano, de su música; cumple horarios, hace la rutina que se espera de él, es responsable en su trabajo, y sumamente torpe en sus relaciones con las personas.
Nada de su conducta, indica que se trata de un psicótico, más bien un distraído, un bohemio, un genio, un “Groucho Marx” desaliñado, un soñador, un caminante de los márgenes.
Es cuando aparece la astróloga Gillian (Lynn Redgrave), y se enamoran.
Ese hombre que juega a conducirse como un niño grande y sorprendente, la seduce, la enternece con su desborde de cariño, con su apertura, y su talento; debe haber sido irresistible para ella, la tentación de ser la salvadora de un intérprete genial, con quien la vida había sido tan cruel.
Él a su vez, re-encuentra en ella, un puerto protector y eficiente, algo que le recuerda tal vez, a la escritora rusa Katharine Susannah Prichard (Googie Withers) que le tendió los brazos en su adolescencia, y que le dio la fuerza necesaria para oponerse a los férreos mandatos del padre, alguien que se va a ocupar de él, alguien que cree en él.
Basada en la vida de David Helfgott, un niño prodigio, Shine examina su tortuosa vida, desde su infancia dominada por su estricto padre, hasta llegar a sus crisis nerviosas, cuando es adulto.
Cuando es aceptado en una prestigiosa escuela de música en Londres, la Royal College Of Music, David se siente capaz de huir de su padre, y arriesgarlo todo por su única pasión, la música.
Pero el rechazo de su padre, y las presiones de su trabajo, acaban sumiéndole en una enfermedad mental.
Sólo el amor de una mujer que le comprende de verdad, puede salvarle, y devolverle a la sociedad, para que ésta disfrute con su música.
Shine critica las injusticias familiares y profesionales; y “Shine” significa brillar, deslumbrar.
Es lo que el protagonista hace a los ojos de un público, sorprendido por sus dotes artísticas desde sus primeros años, como niño prodigio.
Pero Shine muestra la historia de un pianista con éxito, que fracasó en lo fundamental, en la tarea de realizarse como persona, en la de ser alguien por sí mismo.
Con ayuda de flashbacks, el director nos muestra, el antes y después del brote psicótico, cristalizándose más tarde, la enfermedad mental, justo en el momento más importante de su carrera profesional.
Durante su actuación en el Albert Royal Hall de Londres, interpretando una de las piezas más difíciles:
“El Concierto para Piano N° 3, en re menor, Opus 30, de Serguei Rachmaninoff”
Su exigencia y dificultad, se palpan a la hora de practicar obsesivamente, presionado primero por el padre, y luego por una figura que sustituye a este, como es su profesor Cyril Smith (John Gielgud), ejerciendo, como ya hizo su padre, un dominio despótico y tiránico sobre su pupilo, al que quiere convertir en su “propia obra”
En la actuación, que le puede confirmar como alguien brillante, como un músico consagrado dentro de los grandes, se desvanece, se derrumba como persona, provocándole una crisis, que le deja fuera de la realidad, dentro de una esquizofrenia.
El protagonista David Helfgott, sufre de un trastorno esquizofrénico afectivo.
Para comprender mejor la historia del pianista, Shine nos lleva a los primeros años de su infancia y su adolescencia, al igual que ocurre en una terapia, repasando los hechos más significativos, y el ambiente educativo que vive en su desarrollo.
Es en este caso, el padre quien ejerce el dominio de la educación en la familia de David, decidiendo y controlando todo lo que concierne a su hijo.
Ejemplos educativos del padre, como cuando pierde el concurso de piano, y le recrimina esa pérdida.
Como cuando le propina una paliza, porque después de un shock del protagonista, defeca en la bañera, apaleándole igual que un granjero sádico, apalea a su animal de carga…
Inclusive vemos una sutil y terrorífica escena de la bañera, cuando el padre entra en “slow-motion” y que insinúa un abuso sexual.
O como cuando le ofrecen una beca en Inglaterra, para seguir estudiando piano, y el padre le amenaza con dejar de considerarle su hijo si la acepta, volviéndole a agredir física, y psicológicamente.
Comentar que de puertas para fuera, el padre da una imagen modélica de educación, serio, responsable, y preocupado por su hijo…
Se sabe, que la esquizofrenia suele aparecer en la adolescencia y la juventud, en momentos fundamentales, en los que la persona debe comenzar a independizarse, a valerse por sí misma, o en momento de una fuerte presión, como era en la época del servicio militar.
En este caso, es en El Concierto mencionado, el momento en que su “yo” se quiebra, por no poder soportar esa presión.
Cabe decir que el padre de David, sufre de algo llamado, “narcisismo maligno”
Y puede ser la clave del deterioro mental de su hijo:
El egoísmo de no ser otro el tutor, que sea más famoso que él mismo, poder sobre su único hijo varón, pedofilia…
En la juventud del protagonista, cuando éste intenta independizarse, pensar por sí mismo, decidir por sí mismo; su padre, de personalidad autoritaria y despótica, le rechaza y le separa de él, al no soportar ese intento de valerse por sí mismo.
Este padre odia la independencia, odia la libertad del otro, la voluntad del otro, odia que el otro sea algo sin su permiso.
Pero nuestro protagonista, debido a que no tiene establecidos unos fundamentos existenciales propios, desde dónde basar su vida, ni tampoco puede confiar en su padre, que era de quien hasta ese momento dependía, se queda en un abismo, una suspensión existencial.
En ese vacío, está desconectado de la realidad, y padece los síntomas propios de esa imposibilidad de apoyarse psicológicamente en algo.
Cuando no nos han dejado apoyarnos psicológicamente en nosotros mismos, y se retira el apoyo externo totalmente, nos quedamos en el aire, en el vacío, psicológicamente hablando, sin conexión con la realidad, y es cuando empiezan los delirios, los pensamientos irreales.
Primero se produce una desconexión con lo que nos sujeta a la realidad, y luego se producen los pensamientos delirantes.
Es decir, en un brote psicótico, no existe un suelo psicológico en donde poder apoyarnos y “caminar”, sino que flotamos a la deriva, sintiendo que todo es irreal.
De este modo se plantea en Shine, la repercusión que tiene la educación familiar, en el desarrollo evolutivo de la persona.
La familia ejerce un rol fundamental en la supervivencia y desarrollo de las personas, pero en algunas ocasiones, es la causa de la involución y destrucción ontológica de la persona.
Es la causa de los trastornos mentales.
En lo técnico, la dirección de Shine es más que correcta, pues narra en 2 líneas temporales la vida del protagonista, desde su más tierna infancia, hasta la “actualidad”, y en cada tramo, se podría decir que hubo una gran influencia sobre la personalidad de Helfgott.
Desde su nacimiento, la persona más influyente, y la que marco de por vida su personalidad, incluyendo sus brotes psicóticos, es gracias a su padre, interpretado por el magnífico actor Armin Mueller-Stahl.
Shine, que hizo una estrella del mejor actor de exportación de Australia, el indispensable Geoffrey Rush, es un rico y detallado retrato personal, del excéntrico y experto pianista ,David Helfgott, quien toca el piano como si hubiese vendido su alma al diablo...
Pocas biografías llevadas al cine, logran la emotividad de esta obra maestra de Hicks, la que se mantiene hasta hoy, como su mejor película, y un constante tributo a los fabulosos dedos, y la complicada mentalidad del genio de Helfgott.
“The Rach 3.
It's monumental”
Como cité en su momento, se cree que existen en el guión de Shine, ciertas libertades con respecto a la historia real de David Helfgott, que en parte, responden a tópicos que han hecho fortuna en el cine, y que el espectador posiblemente espere encontrar.
La crueldad de su padre, posiblemente esté exagerada, pero resulta más “cinematográfico” como recordarnos a tantas figuras de padres despóticos de la pantalla.
También, el derrumbe tras interpretar el famoso Tercer Concierto de Rachmaninoff en el Royal Albert Hall, es algo que “sólo pasa en las películas”, en realidad la enfermedad le sobrevino mucho después, según se dice.
En realidad, aparte de ser ficticio, un desmayo tan “cinematográfico”, no fue en el Albert Hall donde tocó El Tercero de “Rach”, sino en el propio conservatorio londinense en 1969; en la famosa Sala de Conciertos, y lo que llegó a interpretar, fue El Concierto Nº 1 de Franz Liszt, ya en 1970, poco antes de enfermar ese mismo año.
Sobre el personaje, David Helfgott, su emocionalidad es muy alta, ya que es una persona sensible, y muy influenciada por el medio.
Un ejemplo de esto, es su forma de tocar el piano, liberando a través de la música todos sus sentimientos.
Tal es la intensidad de ellos, que en un momento dado, colapsa y cae inconsciente en pleno concierto.
Se caracteriza también, por ser muy activo.
Habla constantemente, y a gran velocidad.
Necesita estar moviéndose, para liberar su energía, como se aprecia claramente, al verlo saltar por horas, en una cama elástica, o salir corriendo bajo la lluvia, sin pausa hasta perderse.
En cuanto a la sociabilidad, creemos que David tenía interés por ser sociable, por lo que buscaba estar y compartir con la gente.
Tenía una ansiedad social excesiva, que lo llevaba a relacionarse de manera muy diferente al resto; excéntrica, e impulsivamente.
A pesar de su interés, sus relaciones tienden a ser superficiales, porque no se comunica convencionalmente.
Las pocas relaciones estrechas que establece, son más bien de carácter filial, presentándose dependiente, e indefenso.
Depende mucho de los demás, para definir sus propias opiniones y decisiones.
Por último, se ve que es altamente impulsivo y espontáneo, sin importar las consecuencias o convenciones sociales.
Por ejemplo, cuando se encuentra en un concierto, después de un gran triunfo, para demostrar su felicidad, le toca el busto a su señora.
Lamentablemente, no podemos saber, cómo sería David, si se hubiera desarrollado en otro medio, por lo que encontramos difícil determinar, que características son heredadas genéticamente.
Por ejemplo, David comparte con su madre, ciertos rasgos como la sumisión y temor.
No sabemos, cuánto de esto se debe a los genes, cuánto lo ha aprendido de sus conductas por vivir juntos, o cuánto han sido conductas necesariamente adquiridas, para poder convivir con un padre arrogante, egocéntrico, autoritario, explosivo, egoísta, amargado, frustrado, y violento.
Lo que sí se puede constatar, es que la debilidad física de David lo hacía más vulnerable frente a su padre.
Durante toda su infancia y adolescencia, este le pegaba, teniendo la certeza de que David no le pegaría de vuelta, tanto por miedo como por su inferioridad física.
El hecho de que David siempre tuviera que mirarlo hacia arriba, confirma lo anterior.
Es así, como el señor Peter Helfgott se comunicaba con su hijo, imponiéndole lo que debía hacer, cómo lo debía hacer, e incluso, lo que iba a sentir; pero al mismo tiempo, se lo dice de forma cariñosa, mientras le acaricia el pelo…
Lo siguiente lo confirma, y ocurre luego que el padre le ha pegado...
Peter le dice:
“No es bueno que odies a tu padre.
La música siempre será tu amiga.
Todo lo demás te va a decepcionar.
Al final todo.
Créeme.
Nadie te va a querer como yo.
No puedes confiar en nadie.
Yo siempre estaré contigo”
Este patrón de comunicación, estaría presente durante toda la infancia de David, y son numerosos los diálogos, en los cuales, ello queda ilustrado.
El actor Geoffrey Rush, retomó sus lecciones de piano, las que había suspendido a sus 14 años de edad, para no tener que utilizar un doble de mano en Shine.
Pero es que, además de construir una difícil interpretación llena de sutilezas, el camaleónico Rush, toca el piano de forma increíble.
A Noah Taylor se le ve claramente doblado, durante el concierto de Rachmaninoff, cosa por otra parte, natural.
Sin embargo, las manos que vuelan sobre el teclado, durante la escena de “Flight Of The Bumblebee” están claramente unidas a la cara de Rush.
Pocos Oscar han sido tan merecidos, aunque debió ser compartido por Geoffrey Rush, con Alex Rafalowicz y Noah Taylor, el respectivo David Helfgott niño y adolescente.
Según se cuenta, Rush fue a ver a Helfgott tocar en Londres, después de haber ganado el Premio de la Academia, y explica:
“Era el momento esencial, para cerrar ese capítulo de mi vida.
Y fue una forma fantástica de hacerlo, verlo triunfar en tantos niveles”
En una entrevista para el periódico inglés The Independent, del 10 de noviembre de 1997, Rush habla sobre Shine:
“Shine fue la 2ª película que he hecho.
Como lo veo, sabía que no podía llegar con los monólogos de David Helfgott, como algo comprendido a medias por mi cabeza.
Necesitaban un montón de exploración, básicamente, un montón de conocimientos.
Todo ello hace que me siente muy alagado, cuando la audiencia americana me congratula por mi improvisación.
Sabes, los taxistas tienen el conocimiento, los actores se aprenden el guión”
La importante escena de piano:
La interpretación del Concierto N°3 para Piano de Rachmaninoff, es un ejemplo exacto del estilo melodramático que abraza Shine, convergiendo el colapso psicológico del protagonista, el prodigioso, y excéntrico David Helfgott, en esta ocasión, interpretado por un ENORME Noah Taylor.
Siguiendo las detalladas instrucciones del guión de Jan Sardi, el director Scott Hicks, emplea acercamientos, movimientos lentos, y vistas desde el punto de vista del protagonista, junto con sonidos “desde el punto de audición”, para poner a la audiencia “dentro” de la cabeza de David.
Esta escena es emblemática, en cuanto al deseo de Shine de crear una relación empática, entre el protagonista enfermo mental, y la audiencia.
A través de técnicas de melodrama y cinematográficas subjetivas, Shine nos invita a ponernos “en los zapatos de David”
En torno a este concierto gira Shine.
El Concierto para Piano N° 3, en re menor, Opus 30, de Sergei Rachmaninoff (1873-1943) es famoso, por su exigencia musical y técnica para el intérprete.
Tiene la reputación de ser, uno de los conciertos para piano, más difíciles del repertorio pianístico.
El concierto está orquestado para:
2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagotes, 4 trompas, 2 trompetas, 3 trombones, timbales, bombo, caja, y cuerdas.
Siguiendo la forma estándar de un concierto, la obra consta de 3 movimientos:
Allegro ma non tanto (re menor)
Intermezzo: Adagio (fa♯ menor / re♭ mayor)
Finale: Alla breve (re menor → re mayor)
El tercer movimiento, sigue al segundo sin pausa, lo que se denomina “attacca súbito”
Una interpretación normal del concierto, suele tener una duración de unos 40 minutos aproximadamente.
Compuesto en la quietud de su hacienda familiar, Ivanovka, Rachmaninoff lo completó, el 23 de septiembre de 1909, y se estrenó el 28 de noviembre del mismo año, por la antigua Sociedad de la Orquesta Sinfónica de Nueva York, bajo la batuta de Walter Damrosch, y el propio compositor al piano.
El compositor, se proponía utilizarlo como una pieza para exhibir su talento como intérprete.
De la misma época son La Sonata para Piano N° 1, el conocido Poema Sinfónico “La Isla de Los Muertos” y “La Liturgia de San Juan Crisóstomo”
La siguiente representación del concierto, la dirigió Gustav Mahler, pocas semanas después, siendo “una excelente experiencia para el compositor”
El manuscrito, fue publicado por primera vez, en 1910 por Gutheil.
La primera interpretación en Inglaterra, fue ofrecida por G.T. Ball, más adelante Sir George Thalben-Ball, en el Royal College Of Music de Londres.
Este concierto para piano, es muy respetado, e incluso, temido por muchos pianistas.
Jozef Hofmann, a quien Rachmaninoff había dedicado la obra, nunca lo interpretó públicamente, argumentando que “no era para él”
Y Gary Graffman se lamentaba, de no haber aprendido este concierto, cuando fue estudiante, cuando “todavía era lo suficientemente joven, para enfrentarse al miedo”
Por las restricciones de tiempo, Rachmaninoff no pudo practicar la obra, mientras estaba en Rusia, y lo hizo en un piano mudo, que embarcó con él en su viaje a los Estados Unidos.
La primera grabación del concierto, fue realizada por Vladimir Horowitz acompañado por La Orquesta Sinfónica de Londres, dirigida por Albert Coates, para la casa His Master's Voice en 1930.
Esta grabación está considerada, por el crítico musical inglés Norman Lebrecht, como una de Las 100 Mejores Grabaciones Jamás Realizadas.
Y es uno de los conciertos más populares y grabados del repertorio, incluso por el propio compositor, que lo grabó entre 1939 y 1940, con La Orquesta de Filadelfia y bajo la batuta de Eugene Ormandy.
Cualquier intérprete reconocido, debe pasar por esta “prueba de fuego” y son muchos los que la han interpretado.
Los críticos suelen destacar, las versiones de Vladimir Horowitz, en particular la que realizó con Sir John Barbirolli en 1941; Earl Wild, Arkadi Volodos, Lazar Berman, Van Cliburn, y Evgeny Kissin.
Una de las grabaciones más famosas, conocida por su rapidez, es la de Martha Argerich, tocando en directo, con La Orquesta Sinfónica Alemana de Berlín, dirigida por Riccardo Chailly.
Otra interpretación, muy valorada por la crítica, es la del pianista Vladimir Ashkenazy, con Bernard Haitink, dirigiendo La Orquesta Real del Concertgebouw.
Además de este concierto, y de varias piezas para piano, solo muy conocidas entre la música “clásica” utilizada en Shine, no podemos dejar de recordar, 2 obras vocales de Vivaldi, el “Gloria” y la cantata “Nulla in mundo pax sincera”; esta última cumple las funciones de “Tema de Amor” de David y Gillian.
Y es con su boda, y la posterior reaparición de David en público como intérprete “clásico” como termina Shine:
Una actuación en la que vemos en la sala a su madre, su antiguo profesor de música en la infancia, su antiguo rival Roger Woodward... sólo falta el padre, que ha muerto poco antes, y que en el último momento, intentó una reconciliación con su hijo.
Además de este disco, o banda sonora, completado con obras para piano solo de Rachmaninoff, Helfgott ha llegado a grabar tras el éxito de Shine, que sepamos, otros 2, también editados por RCA:
Uno es “Brilliantissimo”, donde interpreta algunas de las piezas románticas que suenan en Shine, como:
“La Rapsodia Húngara N°2” o “La Campanella” de Liszt, o “El Preludio N° 15 - La Gota de Agua” de Chopin, y que concluye con “Flight Of The Bumblebee” una oportunidad para oírle en estas obras, en su redacción original, pues en el disco de la banda sonora se escuchan, excepto el “Flight Of The Bumblebee”, en "arreglos de David Hirschfelder, autor también de la música original escrita para Shine.
El otro disco, lleva por título “Brave New World”, como la novela de Aldous Huxley, e incluye obras de Granados, Debussy, Schubert, Grieg, Gershwin, y Grainger, terminando con la transcripción de “La Danza del Sable” de Khachaturian.
“It's a mountain.
The hardest piece you could everest play”
Así pues “siempre nos quedará el cine” en donde poder ver ejemplos de cómo los progenitores ejercen una educación que daña un normal desarrollo del “yo”
Porque Shine se trata de una historia verdadera.
Tanto es así, que el protagonista aún vive.
Merced al éxito de Shine, se agotaban las entradas para sus conciertos, en las salas más importantes de los Estados Unidos, aunque no se trate, según dicen los expertos, de un gran concertista.
¿A qué va la gente, entonces?
¿A ver al que volvió de la “locura” y tiene el tupé de subirse a un escenario, como si fuera una persona común?
¿Al que masculla y gesticula incesantemente, mientras interpreta su eterno concierto de Rachmaninoff, sin importarle quién y cuántos lo están mirando?
¿Al símbolo de la capacidad de resurrección del ser humano?
¿A quién van a ver las personas, que llenan los teatros?
Tal vez sea “un misterio… refugio y salvación”
“Ha sido la música, la que me ha ayudado a superar todos los años difíciles.
Es mi gran compañera en la vida, y llena mi vida.
Cuando fui por primera vez al hospital, los médicos no me dejaban tocar el piano, ya que creían que había contribuido a mi enfermedad.
¿Cómo puede la música herir a alguien?
Ha sido realmente mi salvación durante los años difíciles, y no tengo duda de que sin ella, no habría sobrevivido.
Todos deberíamos incluir la música en nuestras vidas, ya que nos nutre de belleza” concluye el pianista David Helfgott.
Todo piano suena una vez más.
Todo pianista recuerda la melodía que tocar con los ojos cerrados, sin necesidad de partitura, ni tan siquiera de un piano, todo brillo atrae nuestra atención, sin importar el motivo que nos lleva de nuevo, a descubrir que la hermosura se esconde en ese fulgor de estrella, que todo genio descuidado esconde, donde sólo nosotros sabemos buscar.
Dime cuantos pianos te quedan por descubrirme... si la emoción enloquece, en esa locura me quiero perder.

“No-one will love you like me, no-one like me”



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