Stagecoach

“Danger holds the reins as the devil cracks the whip!
Desperate men!
Frontier women!
Rising above their pasts in a West corrupted by violence and gun-fire!”

Una diligencia, era un carruaje de camino, de 4 ruedas, que hacía un servicio regular entre 2 poblaciones extremas de su ruta, con itinerario fijo.
Cuenta con 3 departamentos:
La berlina en la parte anterior, con asiento transversal para 3 plazas, ventanillas de cristales al frente, y 2 puertas laterales de vidrio.
Va detrás del pescante, y debajo de él, pues se encuentra éste, elevado sobre el techo de la caja.
El interior, colocado detrás de la berlina, y en el centro del carruaje, como su nombre indica.
Tiene 2 asientos transversales, y es por tanto, doble que la berlina.
Tiene puertas laterales con cristales entre los asientos.
Y la rotonda, que ocupa la parte posterior del carruaje, con 2 asientos laterales para 3 o 4 plazas cada uno.
Tiene puerta trasera central entre los asientos, y estribos en todas las puertas.
En algunas diligencias, falta el departamento central, y entonces, a la rotonda se la llama interior.
La cubierta es más resistente que la del ómnibus, que tiene barandilla para contener los equipajes y fardos, y en la que se fija la baca:
Una inmensa piel, formada de cuero cosido y claveteado con anillos en las orillas, para sujetarla con cuerdas a la barandilla.
Detrás del pescante, sobre el techo del carruaje, y delante de la barandilla, hay otro departamento, el cupé, formado por un asiento transversal para 3 plazas abierto por delante, con cubierta de cuero para los pies y las piernas, que se une a una capota como la de los cupés.
La diligencia fue un medio de transporte, exclusivo del western, como género original cinematográfico, que nació oficialmente en los EEUU, en el año 1903, con el corto titulado “The Great Train Robbery” del director estadounidense Edwin S. Porter.
Pero no fue hasta el año 1939, cuando el género, hasta entonces considerado menor, totalmente infravalorado, creció gracias a directores talentosos como Cecil B. DeMille, Allan Dwan, o John Ford.
Hoy en día, es este último quién goza de mayor respeto, puesto que el academicista irlandés, ya despuntaba en 1924, con “The Iron Horse” considerada La Mejor Película Muda de Ford.
Después de unos años, los críticos se pusieron de acuerdo en señalar Stagecoach como punto de inflexión del western.
Y ahí empezó la leyenda de John Ford y de John Wayne.
“A Powerful Story of 9 Strange People!”
Stagecoach es un clásico del cine, filmado dentro del género del western, dirigido por John Ford en 1939.
Protagonizado por John Wayne, Claire Trevor, Thomas Mitchell, Andy Devine, George Bancroft, Donald Meek, Louise Platt, John Carradine, Berton Churchill, Tom Tyler, Tim Holt, entre otros.
Se dice que se contrataron a 300 indios navajos, y buscó a un hombre de ascendencia real apache, para interpretar el papel de Gerónimo, que recayó en el Jefe White Horse.
Stagecoach ganó 2 Oscar:
Mejor Actor de Reparto (Thomas Mitchell) y Mejor Banda Sonora para Gerard Carbonara; y obtuvo otras 5 nominaciones:
Mejor película, director, dirección artística, fotografía, y montaje.
Hacia mediados de la década de los 30, John Ford leyó el relato de Ernest Haycox “Stage To Lordsburg”
El argumento estaba principalmente centrado, en el arriesgado viaje en diligencia, que llevaba a cabo un grupo de personajes muy variado.
El guión, de los especialistas Dudley Nichols y Ben Hetch, no acreditado, se basa en el relato breve “Stage To Lordsburg”, de Ernest Haycox, publicado el 10 de abril de 1937, por Collier’s, que se inspira en el cuento de guerra “Boule De Suif”, del francés, Guy de Maupassant, ambientado en La Guerra Franco-Prusiana de 1870.
Stagecoach se rueda en escenarios naturales de California, Calabazas; Colorado, Arizona, y Utah, específicamente en Monument Valley; en exteriores de Iverson Ranch, y RKO Enciso Ranch, en Los Angeles; y en los platós de Samuel Goldwyn/Warner Studios de Hollywood.
Cabe señalar que, Stagecoach está localizada, dentro de la evolución del género western, en un momento de transición.
Después de más de 10 años de rodaje de westerns sonoros, el género había conseguido descubrir y experimentar, las ventajas del nuevo procedimiento, rompiendo con todas las previsiones pesimistas que se habían aventurado sobre su futuro cinematográfico, y se abría el campo, para un estudio más profundo del mito, y la realidad, de esa parte de la historia de los Estados Unidos.
El western serial, agoniza con sus esquemas simplistas, y Stagecoach se sitúa, precisamente, en el marco propiciado por esa agonía, y por la apertura a nuevos horizontes “westernianos” a partir de la innovación de la palabra, y el sonido.
Stagecoach retoma la tipología, y determinadas situaciones, y convenciones narrativas, así como otros tantos arquetipos del viejo western primitivo; siendo la película del Oeste, que revolucionó el género del western, encumbró al mítico John Wayne al estrellato, y generó la sociedad Wayne-Ford, que tantas y tan buenas películas reportaría al cine hollywoodiense, y universal.
Con una rica caracterización de los personajes, un ritmo bien acompasado, y la primera aparición del increíble set de Monument Valley, hoy reconocido como Parque Natural Navajo, probablemente pueda decirse que, Stagecoach es el primer western moderno, en donde curiosamente, ninguno de los actores principales estuvieron allí, porque sus partes fueron rodadas en sets.
Ciertamente, John Ford, al igual que muchos directores de entonces, era un maestro en humanidad.
En sus películas, realmente lo que destacan, son las personas, y es en ellas, donde se centra siempre la cuestión.
Sucede que, Stagecoach es la primera gran película de westerns, y con este film, John Ford sentó las bases y tradicionalismos que caracterizarían al género por muchos años, combinando suspenso, acción, drama, y situaciones humorísticas en medio de personajes bien delineados, y con una historia que, para amantes del género, lo tiene todo.
El género del western había plantado su semilla inaugural con “The Great Train Robbery” (1903), considerada la primera película ficcional de Hollywood.
Años más tarde, John Ford haría una suerte de western fundacional, en cuanto a sus códigos de género, más evolucionados, e innovadores.
Aunque parezca extraño, en 1939 el género del western estaba bastante infravalorado, y declarado “pasado de moda”
Gracias a Stagecoach, el maestro Ford consiguió resucitarlo, y ponerlo de nuevo en las más altas cotas de la calidad artística, y la aceptación popular.
Así, en Stagecoach no sólo comienza un épico viaje de un grupo de personas por el Monument Valley, también la más gloriosa etapa de un género que, recién reinventado, avanzará al galope por el valle de El Séptimo Arte, bajo las riendas del mejor director que jamás ha existido, y de un tal John Wayne... ambos directos a la leyenda.
Para desarrollar Stagecoach en una historia sobre un viaje de supervivencia, se nos va empapando, sobre diferentes temas reflexivos:
Sobre la escrupulosa moralidad de mentalidades conservadoras.
Sobre el sufrimiento interno de personas, que se sienten marginadas por los errores cometidos en la vida.
Sobre los efectos nocivos de la discriminación, y el desprecio.
Sobre la pérdida de la reputación por la adicción alcohólica, por una fechoría, por ejercer la prostitución.
Sobre cómo el amor se impone, frente a todas las dificultades, si es verdaderamente legítimo, y recíproco.
Sobre la posibilidad de rescatar lo bueno, aún en personajes con características aparentemente reprochables, de seres que se han convertido, y que a pesar de ser maltratados, siempre piensan en el bien común, por encima de intereses egoístas.
Esto no es más, que una manera que tiene el director, de hacer apología de la Democracia con mayúsculas, y recordemos que hablamos de un film de 1939.
“Well, there are some things a man just can't run away from”
La acción dramática tiene lugar en la población de Tonto, Nuevo México, en el camino de postas, que cruza el territorio apache de Nuevo México, con paradas en Dry Fork, y Apache Wells, y en la población de Lordsburg, de Nuevo México, a lo largo de 2 días y 1 noche, en el otoño de 1886.
La Guerra de Secesión como marco histórico para el cine hollywoodense de aquellos años, nos relata una historia de valores humanos:
El honor, la venganza, las falsedades, la hipocresía, y las apariencias, son temáticas recurrentes.
La mirada de Ford sugiere, que el ser humano comete errores que lo marcan para siempre, que lo persiguen durante toda la vida.
Casi como un mandato, solo mirando a su interior, podrá encontrar la nobleza que le permita encontrar la felicidad, en medio de un mundo corrupto.
La historia escenifica un cruce de personas de diferentes estratos sociales, motivaciones, convicciones, y sentimientos encontrados.
Ford va contando la historia entre bandidos, indios, y estadounidenses, exacerbando el choque de culturas, y el peligro de sobrevivir en un lugar tan hostil como inhóspito, como es el oeste.
De atmósferas tan poderosas como atrapantes, Stagecoach encuentra su lugar de “road movie” en una marca registrada del cine de Ford, que el género adoptaría como ambientación propia, con el imponente Monumental Valley como escenario.
La acción dramática se sitúa en el año 1886, cuando Gerónimo, líder apache, se escapa de su reserva, y un grupo de 9 personas, deciden irse en diligencia atravesando Monument Valley, para dirigirse a Lordsburg, una ciudad con más vida.
La diligencia viajará entre Tonto y Lordsburg, 2 pequeñas ciudades cercanas a la frontera con México, y asediadas por la presencia de los apaches, con el temible Gerónimo a la cabeza.
La diligencia lleva 6 ocupantes, a los que se deben sumar, el conductor de la diligencia, un escolta, y un joven prófugo de la justicia, que se une a mitad de camino.
En total 9 personajes, muy bien caracterizados, y que vienen a representar una muestra, reflejo de la sociedad.
El sheriff y el prófugo, el jugador de cartas y el banquero, el médico borrachín y el tímido viajante de whisky, la dama y la chica de mala reputación, y finalmente el conductor de la diligencia, un gordo de buen corazón.
Todos los personajes están desarrollados por parejas, en dualidad y antagonismo.
John Ford, ha sido un autor que en su obra, ha logrado aunar su concepción del arte, y sus convicciones personales, casi como ningún otro colega.
De valores militares y religiosos muy arraigados, Ford ha concebido a lo largo de los años, un cine literal, puro, e inquebrantable.
Dueño de una obra sólida, se ha destacado como un gran narrador de historias, de atrapantes cuentos, de fábulas de aventura.
La cámara de Ford, no busca planos suntuosos, ni efectos angulosos exagerados.
Su cámara se convierte en espectadora de una historia, para que la lente fluya mostrando a sus personajes.
Como si sus dotes de gran generador de climas no bastaran, casi sin quererlo, en Stagecoach, Ford utiliza el tan mentado “mcguffin” de Alfred Hitchcock, para generar tensión.
El ataque de los apaches, y su tensa espera, es una sospecha latente y permanente, que paralela al desarrollo de la trama, argumentalmente la condiciona, sin ser en cuestiones narrativas, un evento indispensable para el desarrollo de la misma.
Allí radica parte de la magia de Stagecoach.
Los personajes, son una pincelada social de aquellos años, son seres de carne y hueso, con luces y sombras.
Stagecoach reúne los principales mitos del Oeste:
La diligencia, la frontera, el vaquero valiente, el duelo, los indios, la Caballería, el sheriff, el “Saloon”, el forajido, etc.
Pero la diligencia ocupa una posición central, tanto físicamente, como desde el punto de vista inmaterial:
Desde ella se contempla el mundo, y en ella tiene lugar gran parte de la acción.
Los personajes presentan una gran finura psicológica, se someten a un juego de interacciones, e interrelaciones de gran penetración, y desarrollan un rico universo de acciones y reacciones.
Pasemos a analizar a los protagonistas.
Ringo Kid (John Wayne)
Es el chico bueno, que está situado temporalmente, fuera de la ley, aun cuando su única aspiración, al margen de su proyectada venganza contra los hermanos Plummer, responsables de la muerte de su padre y su hermano; ha escapado de la cárcel, para conseguir un pacífico retiro casero en su rancho.
Su primera aparición en Stagecoach, se ha convertido por derecho, en un icono del mundo del cine.
Y además, el desenfoque no queda nada mal.
Su actitud hacia el sheriff durante todo el viaje, es un acierto, cuando se le supone una rebeldía y unas ansias de venganza, que nublarían la vista a más de uno.
Dallas (Claire Trevor)
Es una chica de “Saloon” que es apreciada por los hombres justos como Ringo, Doc, con la misma intensidad con que es despreciada por los hipócritas y los bien pensantes como Lucy, Hatfield, y Gatewood.
Ella encarna a los desfavorecidos del mundo burgués, que tanto gustaba a Ford plasmar en sus obras.
Al final, toda esa hipocresía inicial, se va diluyendo.
Lucy Mallory (Louise Platt)
Es una chica de buena familia, que no ve con agrado la compañía viajera de una mujer como Dallas, expulsada del pueblo, bajo la acusación de inmoralidad.
Ella es la antagonista de Claire Trevor, y la deliciosamente protegida por nuestro jugador de cartas.
La relación entre las 2 mujeres, también tensa el ambiente.
Hatfield (John Carradine)
Es un jugador profesional de cartas, sobre el que pesan las sospechas de ser un tahúr, y un asesino, que ostenta una conducta caballeresca, y será redimido de su conducta pasada.
Es caballeroso, peligroso, atractivo, inteligente, y soñador.
Uno de los personajes más ricos de filmes de género y de los más atormentados.
Siempre piensas, que él y Kid, van a liarse a tiros en cualquier instante, y Ford templa de manera magistral la tensión que se supone puede existir entre ambos.
Buck (Andy Devine)
Es el conductor de la diligencia, un hombre experimentado en su oficio, y típico secundario “fordiano”, portavoz de las pinceladas humorísticas, aparentemente, presenta cierto problema mental, por lo que no representa antagonismo contra ninguno de los viajantes.
Peacock (Donald Meek)
Es un hombre pusilánime, cuya debilidad acentúa el contraste entre los otros personajes masculinos con carácter:
La valentía de Ringo, el ánimo aventurero de Hatfield, la profesionalidad de Buck, y Curly, la decisión para el mal de Gatewood.
El pasante de whiskey, así como el conductor del carromato, son elegidos por Ford, para dar vida a la gente corriente y buena, que abunda en toda su filmografía.
Gente común, con vidas nada peligrosas, y con pequeños sueños y metas, que a menudo, los malosos no les dejan llevar a buen puerto.
El Doctor Boone (Thomas Mitchell)
Es un médico, más aficionado a la bebida, que al ejercicio de su profesión, pero que a pesar de ello, sabrá comportarse con entereza, una vez llegado el momento de hacerlo.
Será el encargado de dotar a Stagecoach, de sentido del humor, y de humanizar el sinsentido de la diferencia de clases.
Gatewood (Berton Churchill)
Se sirve de su fachada de honorabilidad, para perpetrar un robo dentro de su propio Banco.
El banquero miente sin rubor, e invoca en los demás, el sentido del deber cuando él es el primero que no ha cumplido con el suyo.
Cuando se enfada, o cuando se disculpa, asume su rol de mezquino, con una sobriedad asombrosa.
Parece el tipo adecuado para ese papel.
Marshal Curly Wilcox (George Bancroft)
Representante de la ley, un hombre que con su recta conducta, puntúa tanto la bondad del personaje de Ringo, como la legitimidad de su venganza, y la de su huida final.
El sheriff, a pesar de su inicial presentación como un hombre inflexible con sus responsabilidades, suaviza el carácter a medida que Stagecoach avanza.
Por otra parte, Stagecoach retrata a los indios como guerreros valientes, orgullosos, y sangrientos.
En el mundo de esa diligencia asediada, en la que Ford y Nichols deciden encerrar a sus personajes, los “parias de la tierra”, los excluidos, se diría hoy, los mal vistos socialmente, e incluso, los fuera de la ley, se redimen en la lucha, convirtiéndose en héroes; mientras, los ricos como el banquero que roba las nóminas de los obreros, la dama de alta sociedad racista, y llena de prejuicios, arrastran por el fango de la avaricia, la pusilanimidad, y la estulticia, su supuesta superioridad social.
Stagecoach es entonces, una peculiar visión “fordiana” de la lucha de clases, que dinamita las claves y temas “fordianos”:
El grupo humano, llámese clan, tribu, ejército, familia… como refugio, en peligro de extinción, del ser humano, frente a un entorno social cada vez más hostil; la amistad como gasolina y salvavidas; el individuo que se realiza plenamente luchando con y para el grupo; esa unidad y lucha de contrarios, que anida en cada uno de nosotros, la fortaleza impresionante, y como implícita, de la mujer “fordiana” una vez más; bailes, canciones, bromas jocosas, que estallan cuando uno menos se lo espera, en un, a veces imposible, y casi siempre genial, triple salto mortal narrativo; y el más difícil todavía, de un lenguaje cinematográfico tan complejo, que siempre debe parecer sencillo:
El plano medio se hace verbo, y relega el subrayado del primer plano al banquillo de los adjetivos, y eso si es absolutamente imprescindible; los personajes eternos de Ford:
El alcohólico, el pendenciero, el desarraigado, los perdedores que, por esta ocasión, y sin que sirva de precedente, ganan su derecho a seguir libres.
Y vivos.
Stagecoach construye un paisaje clásico, poblado de personajes igualmente clásicos, que no representan una idea, sino que son fruto de una situación.
Un grupo de personas empeñadas en una tarea común:
Llegar a Lordsburg; unos personajes emprenden un viaje, a cuyo término ya no serán los mismos:
A lo largo del camino, les suceden varios incidentes, que tienen como consecuencia, algunas transformaciones personales.
La chica de buena familia, mira por fin, a la chica de “Saloon” como a un ser humano; el sheriff, incumpliendo su deber, decide dejar libre a Ringo; Ringo Kid descubre que quiere casarse con Dallas, y volver al pacífico refugio de su rancho...
Aunque inicialmente, la estrella indiscutible de Stagecoach era Claire Trevor, con su papel de la chica de dudosa reputación “Dallas”, John Wayne comienza a brillar con luz propia en la historia del cine, desde esa misma secuencia de su aparición, con el rostro inicialmente desenfocado.
Efecto éste, producto de un error que Ford decidió que quedaba bien, y se montó finalmente en Stagecoach.
Todos los demás actores, están igualmente geniales en sus papeles, aunque cabe destacar al Doctor ocasional de profesión, y casi siempre borrachín por vocación, interpretado por Thomas Mitchell, quien no en vano, se vio recompensado por un Oscar a Mejor Actor Secundario, y que curiosamente, ese año, otra película suya, optaba para los Oscar:
“Gone With The Wind” como Gerard O’Hara, el padre de Scarlett.
Pero, por encima de todo, en Stagecoach encontramos como núcleo de la historia, 2 de los temas más importantes en el cine de John Ford:
La familia y la patria EEUU.
A través de algunos personajes, movidos por deseos familiares, como el cochero que busca pagar a medio Chihuahua, como él llama a la familia de su mexicanita, Ringo que busca venganza por la muerte de su familia, y la señora Mallory, en busca de su marido, Ford construye dentro de esa pequeña carroza, una especie de familia, llena de contrastes de la que, como dice Doc Boone, poco antes del ataque de los indios, será difícil que se vuelvan a encontrar, y a pesar de todas las rencillas, eso le supone una tristeza, algo que a veces ocurre con nuestras familias, a las que estamos tan unidos a pesar de todo.
Pero, dentro de dicha diligencia, también tenemos una imagen alegórica, de lo que es el país norteamericano.
Ford cumple ese dicho, de que “el currante siempre ayudará al currante”, y enfrente a los honrados, aunque despreciados socialmente contra aquellos cuyos prejuicios y maldad crecen al ritmo de su cuenta corriente, como demuestra la soberbia secuencia, en la primera estancia, donde Dallas es ignorada por todos, salvo el joven Ringo.
Es por ello, que Stagecoach brilla especialmente, como un crudo retrato de las tensiones, entre diferentes personas y, al mismo tiempo, la interrelación que surge entre unas y otras, como pasa actualmente en los Estados Unidos, donde el sur y el norte siguen llevándose mal, con ideas distintas, pero obligados a colaborar en pos de un ideal común, y donde únicamente aquellos que busquen el bien propio acabarán mal.
Además Stagecoach es trasgresora, aunque alguno la tilde de racista, por que los indios sean los “malos”, primero recomiendo que se informen de las costumbres y usos de los Apaches, y tras conocer su catalogo de atrocidades, contra no solo el hombre blanco, si no todas las demás tribus indias, juzgue; Stagecoach nos muestra, como los auténticos malos, a ganaderos avariciosos, que matan por ampliar sus terrenos, a ancianas bien pensantes, que creen que son las únicas con poder de juzgar al prójimos, y decir que está bien o que está mal.
O a un capitalista salvaje y desatado, que evade impuestos para hacerse más rico, mostrando un completo egoísmo, y falta de solidaridad.
Por otro lado, tenemos al honrado caballero sureño, dispuesto a proteger a una dama, el bueno del Marshall, haciendo cumplir la ley, y la vista gorda cuando hay que hacerlo.
Al justiciero Ringo Kid, encarnado en el gran John Wayne.
También tenemos al entrañable Doc Boone, borracho pero todo bondad, sin olvidar a la prostituta Dallas con un corazón de oro.
Ford no juzga, se limita a mostrarnos sus defectos, y sus virtudes, sus diferencias insoslayables, y como el valor, o la caballerosidad, pueden provenir tanto de una refinada educación sureña, como de los toscos modales de un bandido evadido.
La narración se apoya, en gran medida, en el juego de gestos, miradas, ademanes, semblantes, expresiones del rostro, y silencios de los actores.
Se comunican visualmente muchas cosas, en el marco de una sólida economía de medios.
Los personajes van mostrando su fragilidad, inseguridad, temores, y desamparo, que en el caso de Dallas y Ringo, se ven ampliados por la situación de exclusión social que padecen.
La fragilidad del grupo, se subraya mediante los planos que muestran al vehículo, desde lejos, enmarcado en un paisaje inmenso.
Lástima que haya lugar para que aflore el lado machista y vengativo de la sociedad de siempre.
Muchos lo llaman “la venganza justiciera”, y como tal, la aplauden.
Algunos lo llamamos “rebajarse al nivel de los victimarios”… y siempre quedamos desconcertados.
“We're the victims of a foul disease called social prejudice, my child.
These dear ladies of the Law and Order League are scouring out the dregs of the town.
Come on.
Be proud, glorified dreg like me”
Stagecoach, sin ser de denuncia social, como si lo seria la futura “Grapes Of Wrath” (1940), se permite dotar a sus personajes, de una carga social muy tendenciosa.
No es casualidad, que todos los personajes tengan un conflicto moral consigo mismos.
En estos arquetipos sociales, Ford deja ver su vertiente ideológica:
En los marginados de la sociedad:
La prostituta, el borracho, el apostador, ve la generosidad y la bondad, como justicia social frente a la mezquindad, y el egoísmo, de los más poderosos.
Y existe una visión relativista, donde este análisis de personajes y caracteres, se encuentra revestido por un marcado acento heroico, que cae sobre este heterogéneo grupo, en donde el bien y el mal, condicionan al hombre, según las circunstancias que afronta.
Ford difunde los valores del respeto y la valentía, como creencia de un mundo mejor.
Casi como un dogma, el realizador incluso cree en la entrega de la propia vida, si hiciese falta.
Si bien, se cuela en el relato, un mensaje acerca de la justicia por mano propia, es cierto que Stagecoach reflexiona de forma más filosófica sobre la violencia, que hoy día, el género de acción o el bélico, conciben de la forma más explícita y visceral.
El autor combina a la perfección, el estándar de acción de su impronta con el espíritu y calidad que exigían los “majors” estudios por aquellos años, conformando un micro mundo del oeste, que alberga la confrontación entre civilización y barbarie, despuntándose la supremacía.
En Stagecoach, el supuesto final feliz no lo es tanto.
Más bien es una historia de fracasos:
La redención de Doc tras asistir al parto, y quitarse la borrachera, no es completa:
Sigue siendo un alcohólico.
El sheriff no cumple su misión, no encierra a Ringo, no evita las muertes.
El banquero no consigue escaparse con el dinero.
El jugador no consigue completar su redención.
Inicia la frase:
“Si ven al juez… díganle que su hijo…” pero no la termina.
La embarazada no encuentra a su marido, y además, intenta pero no consigue aceptar a Dallas.
Está claro que se impondrán en ellas, las costumbres y censuras de las damas “decentes”
El tratante de licores, no consigue que Doc respete sus muestras, y además, no consigue su objetivo de salvaguardar su físico del peligro:
Acaba herido.
El conductor de la diligencia, no quiere meterse en líos, y acaba herido.
Finalmente, Ringo y Dallas vuelven, precedidos por una frase ambigua de Doc:
“Ya se han librado de la civilización”, al lugar salvaje, el exterior de la ciudad, el lugar en el que esperan los indios, aunque ellos vayan camino de México…
Quizás, lo que no me gustó de Stagecoach, es la manipulación histórica, al dejar ver a unos indios nativos “malos” que matan sin motivo, cuando fueron otros los invasores…
Otro fallo, pues se ve de fondo a Monument Valley, y cuando llegan después de recorrer muchas millas, se ven las mismas montañas de Monument Valley…
Sin embargo, todavía hoy, resulta antológica la escena del ataque de los apaches, de una planificación y ritmo impresionantes; eso sí que era arte y talento, sin tener ordenadores.
Hay travelling impactantes, un plano subjetivo desde encima de la carreta, cuando van a cruzar el río, o retratando los hermosos parajes por los que pasa la diligencia, sabiendo reflejar la pequeñez humana, ante la infinidad de la naturaleza, o cuando la diligencia pasa por encima de la cámara, en la escena del tiroteo con los apaches.
Esta es probablemente, la secuencia estrella de Stagecoach, grabada en el desierto de Mojave, es de un vigor soberbio, es filmada de modo antológico, con una coreografía maravillosa, es una fuente, donde han bebido los cineastas de acción, la tensión, el drama, el miedo, la valentía, el instinto de supervivencia, son efectos que traspasan la pantalla, las flechas, disparos, gritos apaches, colosal lo del indio que salta entre los caballos de la diligencia, Ringo le dispara, y cae entre los caballos, y por debajo de la carroza, luego va Ringo, y ante los caballos desbocados, salta para coger las riendas, de una espectacularidad tremenda, pues bien, el apache y Ringo son en realidad, el mismo especialista y doble, Enos Yakima Canutt, campeón de rodeos y acróbata, que diseñó la híper famosa carrera de cuadrigas del “Ben-Hur” (1959) de William Wyler, además, este fue director de segunda unidad de la cinta.
Por otra parte, cuando preguntaron a John Ford, por qué a los guerreros indios que persiguen incansablemente esa diligencia, a lo largo de toda su película, nunca se les ocurre disparar a los caballos, respondió con ironía:
“En ese caso no habría habido película”
La respuesta resume, en mi opinión, Stagecoach y buena parte del cine de Ford.
La música hace lo propio, y adapta composiciones tradicionales, populares y folclóricas estadounidenses, que enmarcan la acción, en un ambiente de intenso y auténtico sabor vaquero.
El tema principal, pegadizo, y optimista, es “The Stagecoach”
Añade un fragmento de la canción mejicana “En Mi Soledad”
“No, my horse.
I can find another wife easy, yes, but not a horse like that!”
Como cité, Stagecoach no es tan sólo una gran película de acción, sino que es una clara crítica a las diferencias sociales.
Ford, gracias a la colaboración inestimable de Dudley Nichols, consigue acompasar la aventura con el mensaje, la forma con el contenido.
En muchas ocasiones, pone en boca del simpático Doc Boone, palabras que atentan contra lo políticamente correcto.
Y acaba consiguiendo al fin, que las personas socialmente marginadas, demuestren un valor y un coraje superior, al de las supuestas personas de bien, descubriendo que tienen tantos derechos como estas...
Han pasado muchos años, 74 concretamente, y pesan mucho, es cierto, y se han hecho innumerables westerns, y muy buenos, pero a pesar de todo, a pesar de que Wayne era un joven, lejos aún de ser el gran actor de westerns, por excelencia, a pesar de ser un film en blanco y negro, Stagecoach es la película que hemos visto repetida, una y mil veces después.
Cuantas veces hemos visto Monument Valley en los westerns, pues aquí fue la primera vez.
Cuantas veces hemos visto el personaje del médico borrachín, el amigo bonachón del protagonista.
Y el sheriff de buen corazón, y el contable, típico hombre gris, ladrón, y la prostituta que tiene más dignidad que la mayoría del gente que la desprecia; pues todos ellos están aquí, primeramente puestos en la pantalla, en Stagecoach.

“Well, I guess you can't break out of prison and into society in the same week”



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