Invictus

“His people needed a leader.
He gave them a champion”

El apartheid es el resultado de lo que fue, en el siglo XX, un fenómeno de segregación racial en Sudáfrica.
Estuvo en vigor hasta los años 90, siendo en 1992, la última vez en que sólo votaron plenamente los blancos, antes de la victoria del partido Nacional en 1948, “los colorados”, término que englobaba a las minorías no blancas, mulatos, indios, chinos, japoneses, y otros grupos minoritarios, y los negros podían votar con restricciones, y fue implantado por colonizadores ingleses y holandeses, bóeres, como símbolo de una sucesión de discriminación política, económica, social, y racial.
Fue llamado “apartheid” porque significa “separación” en afrikáans, lengua germánica, criolla del neerlandés, hablada principalmente en Sudáfrica, y Namibia.
Este sistema consistía básicamente, en la división de los diferentes grupos raciales para promover el “desarrollo”
Todo este movimiento estaba dirigido por la raza blanca, que instauró todo tipo de leyes que cubrían, en general, aspectos sociales.
Se hacía una clasificación racial, de acuerdo a la apariencia, a la aceptación social, o a la ascendencia.
Este nuevo sistema produjo revoluciones, y resistencias por parte de los ciudadanos negros del país.
La discriminación racial de los afrikáner, hacia la población negra, no fue formalizada sino hasta 1948, fecha en la cual, empezó a tomar forma jurídica al ser respaldada por leyes promulgadas a tal efecto.
En 1949, otra ley prohibía los matrimonios interraciales, y castigaba como un delito, a las relaciones sexuales entre individuos de razas diferentes.
Una ley promulgada en 1950, reservaba ciertos distritos en las ciudades, donde sólo podían habitar los blancos, forzando a los no blancos, a emigrar a otros lugares, lo cual estaba previsto para mantener la mayor cantidad posible de negros en las zonas rurales, y evitar su transformación en una clase media urbana.
También, se prohibió para todos los efectos, que la población negra pudiera comprar inmuebles, dentro de los centros urbanos.
En 1953, se establecieron zonas segregadas tales como:
Playas, autobuses, hospitales, escuelas, y hasta bancos, en los parques públicos.
Los negros debían, por otra parte, portar documentos de identidad en todo momento, y les estaba prohibido quedarse en algunas ciudades, o incluso entrar en ellas, sin el debido permiso.
Ese mismo año, se estableció también, la segregación completa en la educación para todos sus niveles.
Ante las condenas internaciones ocurridas desde la década de 1950, los defensores del apartheid decían, que la discriminación racial contra los negros, estaba basada legalmente, en que éstos no eran ciudadanos de Sudáfrica, sino ciudadanos de otros estados independientes, llamados “bantustanes”, por lo cual, carecían de ciudadanía sudafricana, y no tenían derechos que reclamar al gobierno de Pretoria.
En efecto, desde 1960, el gobierno de Sudáfrica procedió a crear 10 estados autónomos, para otorgar la ciudadanía de estos a los negros, que constituían el 70% de la población sudafricana.
Así, a una gran parte de la población negra, se le eliminó la ciudadanía sudafricana, para otorgarles la nacionalidad de algún bantustán.
Gracias a este argumento, a dicha población negra se le consideraba como “transeúntes” o “población temporal” que debía circular por el territorio de Sudáfrica, solamente si estaba provista de pasaportes, en lugar de pases.
Durante las décadas de 1960 hasta 1980, el gobierno forzó a un gran porcentaje de la población negra, a reubicarse en dichos estados que habían sido designados para ellos.
Un total de 3 millones y medio de individuos, se vieron obligados a desplazarse hacia estas zonas para vivir allí, o en caso que ello no fuera posible, se les otorgó la nacionalidad de un “Estado” donde jamás habían vivido.
La creación de los bantustánes, fue mal recibida por la ONU, y en el extranjero, se acusó al gobierno de Sudáfrica de “inventar” Estados, solamente para privar de derechos a la población negra.
Ocasionalmente, se daban casos, en los que hermanos descendientes de padres de diferentes razas, eran “racialmente separados” por la variación del color de su piel, lo cual obligaba a que individuos de una misma familia, debieran residir y trabajar en áreas diferentes del país, imposibilitados muchas veces de visitarse, y con derechos personales muy diferentes entre sí.
La intensificación de la discriminación, movió al Congreso Nacional Africano (ANC), formado por sudafricanos “negros” a desarrollar un plan de resistencia que incluía, desobediencia pública, y marchas de protesta.
En julio de 1963, varios dirigentes políticos fueron arrestados, entre ellos Nelson Mandela.
En el juicio de Rivonia, en junio de 1964, Mandela y otros 7 disidentes políticos, fueron condenados por traición, y sentenciados a cadena perpetua.
La declaración de Mandela en dicho juicio, se hizo memorable:
“He luchado contra la dominación de los blancos, y contra la dominación de los negros.
He deseado una democracia ideal, y una sociedad libre en que todas las personas vivan en armonía, y con iguales oportunidades.
Es un ideal con el cual quiero vivir y lograr.
Pero si fuese necesario, también sería un ideal, por el cual estoy dispuesto a morir”
El juicio fue condenado en las Naciones Unidas, y fue un elemento muy importante para implantar sanciones contra el régimen racista de Sudáfrica.
Con los partidos de los negros proscritos, y sus dirigentes en prisión, Sudáfrica entró en la etapa más turbia con la comunidad internacional de su historia.
La aplicación del apartheid se intensificó.
El primer ministro Verwoerd fue asesinado, pero sus sucesores B.J. Vorster y P.W. Botha mantuvieron sus políticas.
En febrero de 1989, el presidente Botha sufrió un ataque de apoplejía, y fue reemplazado por su ministro Frederik de Klerk, mientras que en el resto del mundo, La Caída del Muro de Berlín, y las Revoluciones de 1989 en Europa Oriental, precipitaban la crisis del comunismo soviético, y privaban al apartheid de su única “justificación” política.
Tras una serie de choques con Botha a lo largo de 1989, de Klerk logró asumir el cargo de presidente de Sudáfrica, el 20 de septiembre de 1989, y de inmediato, inició negociaciones para poner fin al apartheid.
En su discurso de apertura del parlamento, el 02 de febrero de 1990, de Klerk anunció, que empezaría un proceso de eliminación de leyes discriminatorias, y que levantaría la prohibición contra los partidos políticos proscritos, incluyendo el principal, y más relevante partido de oposición negro, el African National Congress (ACN), que había sido declarado ilegal 30 años antes, anunciando también, el fin del estado de emergencia, declarado por el ex presidente Botha, una moratoria de la pena de muerte, y la liberación del encarcelado líder negro, Nelson Mandela, el cual fue efectivamente liberado de la cárcel, 9 días después, el 11 de febrero, junto con otros 120 integrantes del ANC.
Entre 1990 y 1991, fue desmantelado de modo organizado, el sistema legal sobre el que se basaba el apartheid, derogando paulatinamente las leyes que habían dispuesto la segregación racial, desde 1948.
Finalmente, las partes llegaron a un acuerdo, sobre un borrador de constitución, y fijaron una fecha tentativa, para las nuevas elecciones para el presidente y el parlamento:
Éstas se producirían entre el 27 y el 29 de abril de 1994, fecha en las cuales, la población negra, ejerció su derecho al sufragio, y donde resultó amplio vencedor el ANC, poniendo así, fin al apartheid para todos los efectos.
“Forgiveness liberates the soul.
It removes fear.
That is why it is such a powerful weapon”
El deporte, siempre ha sido usado por la política, como instrumento de persuasión, debido a su gran poder de convocatoria.
Desde la antropología, y el psicoanálisis, se ha explicado el fútbol, y otros deportes similares, como una sublimación de las luchas tribales.
Los individuos dejan de lado sus particularidades, y se integran al equipo-tribu, para enfrentarse a otro grupo rival.
El capitán-caudillo, es quien arenga a sus combatientes, y quien debe estar al frente, y sacrificar su bienestar.
Este es el vínculo que permite establecer alianzas entre individuos y grupos adversarios:
La comprensión de que existe un rival más poderoso que los amenaza, y la existencia de un líder que encausa sus inquietudes.
La Selección de rugby de Sudáfrica conocida como los Springboks, es la selección oficial de rugby representativa de Sudáfrica, siendo considerada, uno de los mayores hitos en el mundo de dicho deporte y, por supuesto, también en la propia Sudáfrica, donde el rugby es considerado deporte nacional.
La selección, ha ganado la Copa Mundial de Rugby en 2 ocasiones: 1995 y 2007, y 3 veces el torneo de Las Tres Naciones.
Además de ser Campeones Mundiales, los Springboks actualmente están posicionados en el 2° lugar del ranking internacional del Rugby, por detrás de los All Blacks.
La Copa Mundial de Rugby de 1995, se celebró en Sudáfrica, entre el 25 de mayo y el 24 de junio de 1995.
Este torneo significo el regreso de la selección anfitriona a las competiciones oficiales, tras no participar en las ediciones de 1987 y 1991, por las sanciones impuestas al país, debido a su política de apartheid.
La selección local, terminó consiguiendo el título tras derrotar en Johannesburgo, a Nueva Zelanda por 15-12.
Durante el torneo, los Springboks derrotaron a las selecciones de Australia, Rumanía, Canadá, Samoa, y Francia.
Luego jugó la final con sus clásicos rivales de Nueva Zelanda, en el estadio Ellis Park de Johannesburgo.
Jacobus François Pienaar, se desempeñó en el tiempo extra, y a pesar de la tensión del partido, los 3 puntos del drop de Joel Stransky, garantizaron una victoria de los Springboks.
Tras el partido, Pienaar dejó en claro, en una entrevista a pie de campo, que el equipo había ganado el trofeo, no sólo para los 60 mil aficionados presentes en el Ellis Park, sino para los 43 millones de sudafricanos.
Nelson Mandela, vestido con una camiseta de los Springboks, con el número 6, el número que Pienaar había portado durante el encuentro, hizo entrega a éste, de la Copa Webb Ellis, trofeo oficial del Campeonato.
En el año 2000, Pienaar se retiró como jugador, y en 2002 regresó a Ciudad del Cabo, Sudáfrica, donde vive con su esposa Nerine, y sus 2 hijos, uno de los cuales tiene a Nelson Mandela como padrino.
Jacobus François Pienaar sigue siendo uno de los más exitosos capitanes de los Springboks de todos los tiempos.
“He was a prisoner who became a president.
To unite his country, he asked one man to do the impossible”
Invictus es una película de drama deportivo, del año 2009, dirigida por Clint Eastwood.
Protagonizada por Morgan Freeman, Matt Damon, Tony Kgoroge, Julian Lewis Jones, Adjoa Andoh, Patrick Mofokeng, Matt Stern, Leleti Khumalo, Marguerite Wheatley, Scott Eastwood, entre otros.
Como dato, Scott Eastwood, quien interpreta al jugador Joel Stransky, cuya anotación casi al término del juego, permite la victoria de los Springboks en la final de 1995, es hijo del director Clint Eastwood.
El guión es de Anthony Peckham, basado en el libro de John Carlin, “Playing The Enemy: Nelson Mandela And The Game That Changed A Nation”
De entrada decir que Invictus, no es un biopic de Nelson Mandela/Madiba, sino una descripción de cómo éste, utilizó un evento deportivo, para buscar un punto de encuentro, en una población completamente dividida.
Invictus trata sobre los acontecimientos en Sudáfrica, antes y durante la Copa Mundial de Rugby de 1995, organizada en ese país, tras el desmantelamiento del sistema segregacionista del apartheid.
Para ver Invictus con cierta perspectiva, John Carlin, autor del libro explica:
“Lo que hay que entender es que, a los sudafricanos negros, la camiseta verde de los Springboks, les recordaba intensamente el apartheid.
Odiaban esa camiseta, porque simbolizaba tanto como cualquier otra cosa, las tremendas humillaciones a las que estuvieron sometidos.
La habilidad de Mandela, fue reconocer que ese símbolo de división y odio, se podía transformar en un poderoso instrumento de unidad nacional”
Como dato, Anthony Peckham, nació en Sudáfrica, lo que le da la oportunidad de comprender mejor la época, y el lugar en que se desarrolla la historia.
“Mandela comprendió, que tenía una oportunidad perfecta para dirigirse a la parte del electorado que no le había votado… que, en verdad, le temía.
Los sudafricanos blancos eran fieles seguidores de los Springboks, así que usar el foro de la Copa del Mundo, era perfecto.
No se trataba sólo de un partido, sino del hecho de que Mandela aprovechó un equipo, que los sudafricanos negros odiaban y, con fuerza de voluntad, prácticamente, arrastró a todos a ser seguidores del equipo”, añade Anthony Peckham.
Como país anfitrión de la Copa del Mundo de ese año, Sudáfrica tenía derecho a participar automáticamente.
Sin embargo, los Springboks eran indiscutiblemente los más débiles, en gran parte debido a su falta de experiencia en la escena mundial.
“Debido al apartheid, durante años, se prohibió a Sudáfrica participar en pruebas deportivas internacionales.
Así que, nadie, incluido el equipo, pensaba que los Springboks tuvieran muchas oportunidades de ganar.
Sin embargo, confiaron en esa posibilidad”, explica Eastwood.
Invictus nació, del empeño de Morgan Freeman, por llevar la biografía de Mandela a la gran pantalla.
Tras años de búsqueda, Freeman halló en el libro de Carlin, un marco ideal a través del que retratar el carácter sagaz, perseverante, persuasivo, y optimista de Mandela:
La celebración en Sudáfrica, del mundial de rugby de 1995, que sirvió al entonces presidente sudafricano, para fortalecer un proyecto político, fundamentado en la reconciliación, y la unidad de 2 comunidades, históricamente enfrentadas.
Mucho antes de la producción de Invictus, la persona que más importaba, había elegido a Morgan Freeman para el papel de Nelson Mandela.
“Una vez preguntaron a Madiba, quién le gustaría que le interpretara en una película, y contestó:
Morgan Freeman.
La primera vez que le vi hace años, le dije que para mí, era una honor que me hubiera mencionado para interpretarle”, revela el actor.
Invictus obtuvo 2 nominaciones al Oscar:
Mejor actor (Freeman), y actor secundario (Damon)
El rodaje de Invictus se realizó totalmente en exteriores, en Sudáfrica.
Siempre que se pudo, se utilizaron los mismos lugares en los que se habían desarrollado los hechos.
El nombre “Invictus”, puede ser traducido del latín, como “invicto” o “invencible”, y es el título de un poema del inglés William Ernest Henley (1849-1903), escrito en 1875, fue publicado por primera vez en 1881, en el “Libro de Poemas” del mismo, donde se hallaba el cuarto de una serie titulada “Vida y Muerte”.
De inicio, el poema no tenía título:
Las primeras ediciones, contenían solo la dedicatoria "a R.T.H.B." en referencia a Robert Thomas Hamilton Bruce (1846–1899), un exitoso mercante de harina y panadero, que era mecenas de la literatura.
El título de “Invictus” fue añadido por Arthur Quiller-Couch, cuando lo incluyó en el Oxford Book of English Verse, en 1900.
Según Eastwood:
“El poema “Invictus” no representa ningún elemento característico de la historia.
Según transcurre la película, adquiere un significado más amplio”
En Invictus, Mandela le escribe el poema al capitán de la selección surafricana, François Pienaar, antes del comienzo del campeonato, si bien, en la realidad, Mandela le dio un extracto de un discurso de Theodore Roosevelt, “The Man In The Arena”
La historia tiene lugar, en un momento crítico de la presidencia de Mandela.
“Creo que fue muy inteligente, al valerse del deporte, para reconciliar a su país.
Sabe que debe volver a unir a todos, para encontrar un modo de apelar a su orgullo nacional, algo, quizá lo único, que tenían en común en ese momento.
Sabe que, a la larga, blancos y negros tendrán que trabajar juntos, como un equipo, o el país no prosperará, de manera que muestra mucha creatividad, usando un equipo deportivo, como un medio para lograr un fin”, señala Eastwood.
Un Mandela al que Clint Eastwood rinde un sentido homenaje en Invictus, y al que pone de modelo, para los dirigentes de nuestro tiempo, a los que enseña que, la mejor maniobra política, es una maniobra humana.
La sorpresa, pues, reside en el rechazo al estricto género biográfico, y la entrega a un siempre menos lustroso cine deportivo que, en este caso, emplea la épica, como vía de tránsito para el discurso conciliador, y eminentemente Obamita.
El mensaje de Invictus sobre la necesidad de concordia nacional, tras una situación de conflicto, es claro, y está continuamente manifestado en las acciones y relaciones de sus principales personajes, empleando el deporte con vínculo emocional.
“En términos de categoría y estrellas de cine, Invictus es sin duda, una de las más grandes películas de la historia, que se han hecho en Sudáfrica”, dijo Laurence Mitchell, Jefe de La Comisión de Cine de El Cabo.
“You criticize without understanding.
You seek only to address your own personal feelings.
That is selfish thinking, Zindzi.
It does not serve the nation”
Invictus se basa sobre hechos históricos, como la decisión de Mandela, de utilizar la Copa Mundial de Rugby de 1995, jugada en Sudáfrica, para buscar el apoyo de la minoría blanca, y reducir las tensiones raciales, que hubieran podido llevar el país, a una guerra civil.
Básicamente, Invictus difunde la idea, incluida en el título del libro original, de que Mandela aprovechó el partido de rugby entre Sudáfrica y Nueva Zelanda, para construir una nación.
Las primeras secuencias de Invictus, nos muestran casi sin palabras, un pueblo roto, y enfrentado por la dura experiencia de la segregación, “apartheid”, racial.
Desde la primera escena, hay un despliegue de obvios, esperables, y alegóricos signos del apartheid, y su progresiva abolición:
De un lado, unos niños rubios y limpios, entrenando rugby junto a su caucásico DT, en una linda cancha de césped delimitada por rejas de hierro pintadas; y del otro lado de la calle, cruzando un alambrado viejo, y endeble, un grupo de chicos negros, con la ropa sucia, jugando al fútbol soccer, sobre tierra.
Los chicos se apoyan en el alambrado, y como barrabravas, gritan por Nelson Mandela (Morgan Freeman) cuando pasan autos custodiados; mientras uno de los niños blancos, desaprueba con la cabeza, y desde la otra vereda, el entrenador explica, que Mandela es ese terrorista que liberaron, y que el país se va al caño.
Y es que después del apartheid, Sudáfrica vive una transición difícil, marcada por la polarización étnica.
Esta división se expresa en todo, incluido el deporte:
Los blancos apoyan a los Springboks; y los negros a los adversarios.
Los blancos detentando el poder, están encerrados en la autosuficiencia, los negros ilusionados con el cambio, también están cerrados, pero en la venganza.
Y en medio, un hombre que en su voluntad firme, a pesar de su debilidad, cansancio, y soledad, les unirá, recordándoles que el perdón, es un arma poderosa que libera el alma.
Nelson Mandela es elegido Presidente en 1994; y desde esta función, impulsa una política de reconciliación nacional, manteniendo a Frederik De Klerk, el último Presidente de Sudáfrica durante el sistema de apartheid, como Vicepresidente.
En 1995, Sudáfrica organiza el Campeonato Mundial de Rugby.
Mandela decide apoyar al equipo nacional, los Springboks, viejo símbolo del apartheid, como un símbolo del viraje hacia la reconciliación.
Pide al Comité de Deportes, integrado en su mayoría por negros, que le acompañen en este apoyo.
Invictus cuenta entonces, esa verídica e inspiradora historia, de cómo Nelson Mandela, unió sus esfuerzos con el capitán del equipo de rugby de Sudáfrica, François Pienaar (Matt Damon), para ayudar a unir el país.
Habla con el capitán, Pienaar, y le dice que un triunfo del equipo, ayudaría a la reconciliación:
“Necesitamos una inspiración, Pienaar”
Y le entrega el poema “Invictus” que le acompañó en la cárcel:
“Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”
Creyendo que puede unir a su pueblo a través del lenguaje universal del deporte, Mandela apoya al desamparado equipo de rugby de Sudáfrica cuando, con pocas probabilidades, participa en el Campeonato Mundial de 1995.
Mandela tiene que luchar en 2 frentes:
Convencer a los suyos que el tiempo ha cambiado, por tanto ellos también deben cambiar.
El debate salta:
“Es una maniobra política”
Mandela responde:
“No, es una maniobra humana”
Le dice al Comité:
“Nuestro enemigo ya no son los afrikáners.
Les ganamos.
Ahora tenemos que sorprenderles.
No es el momento de venganzas absurdas.
Es el momento de construir la nación.
Ustedes me eligieron como dirigente, déjenme que les dirija.
¿Quién está conmigo?”
Tiene que luchar incluso, con un equipo débil.
Y le preguntan:
“¿No teme poner en riesgo su liderazgo?”
Y Mandela responde:
“El día que tema eso, dejaré de estar preparado para dirigir”
Una de las escenas claves, es la visita de Pienaar y el equipo, a la prisión donde Mandela pasó 27 años, el preso 466/64.
Allí “oye” el poema “Invictus”, y “ve” a Mandela rebasando los muros.
Así, Invictus sigue la trama real.
El equipo nacional empieza a entrenar, y difunde el rugby en los barrios.
Llega el campeonato, y los Springboks ganan los partidos, hasta llegar a la final, en que se enfrenta al equipo de Nueva Zelanda.
Con el apoyo de la población, sin distingo de razas, el equipo sudafricano triunfa con un tanto de último minuto.
Se junta, Mandela y Pienaar en el campo para celebrar la victoria.
Mandela ve a su nación unida para festejar el triunfo.
Invictus muestra precisamente ese objetivo:
Cómo Mandela utilizó el juego con Nueva Zelanda, para avanzar en la construcción de la nación.
La escena final es poderosa:
El festejo en la cancha y afuera, en las calles.
Caen los muros étnicos.
Pienaar responde al entrevistador:
“No hemos tenido el apoyo de 60 mil sudafricanos reunidos en el Estadio, sino el apoyo de 40 millones de africanos”
La fe de Mandela, y la confianza de Pienaar, han triunfado.
Ese fin, es el sueño de Mandela, de una “nación multicolor”, empezando con los colores verde y oro de los Springboks.
Por supuesto, el plan del Presidente, comporta ciertos riesgos.
En medio de una desalentadora crisis socioeconómica, incluso sus asesores más cercanos, se cuestionan, por qué se centra en algo tan aparentemente insignificante, como el rugby.
Muchos se preguntan, cómo puede apoyar a los Springboks, especialmente, en un momento en el que los sudafricanos negros, quieren erradicar permanentemente el nombre y el emblema que han despreciado durante mucho tiempo, como símbolo del apartheid.
Sin embargo, Mandela tiene la precaución, de reconocer que, eliminar el querido equipo de rugby de los sudafricanos blancos, sólo aumentará las diferencias entre las razas, hasta tal punto que dichas diferencias, nunca se podrán salvar.
Invictus se divide entonces, en 3 bloques:
Madiba, François y el Rugby.
Es decir, los iniciales contactos de Mandela, durante sus primeros meses de presidente, las tiranteces del país por aquel entonces, y la personalidad de Madiba, sus ideas, y sus reflexiones.
Luego tenemos, por otro lado, las vivencias del capitán de Rugby, François, su primer contacto con Mandela, su cambio en sus visiones humanas, y la potente relación que se forja entre él y Mandela, en el silencio, fruto de una mutua admiración.
Y por último, tenemos Rugby hiperrealista, con porrazos y travelling, cuando llega el Mundial, y su final, esto último quizá, sea punto más flojo, una cosa videoclipera que ya hemos visto en multitud de películas deportivas... y que parece que no es precisamente, el punto fuerte de Eastwood.
El uso de las voces ralentizadas, en la cámara lenta, acaban siendo hasta irrisorias.
Es increíble, como Invictus consigue situarnos en el contexto del final del apartheid, y los roces entre las comunidades blancas y negras, justo en el momento en el que Mandela comienza su mandato en el país.
Todos los estamentos de la sociedad, se verán afectados.
Lo vemos con continuas referencias, y se ve claramente, con el cuerpo de seguridad del presidente, los miembros de seguridad del antiguo presidente, los blancos, con los del nuevo, los negros, provocarán unos momentos de gran tensión y roce.
Poco a poco, Invictus muestra cómo va evolucionando la sociedad, gracias a la unión conseguida a través de los progresos del equipo de rugby y sus victorias en el mundial.
Al final, el júbilo impregna a todo el país, dando la sensación de que se ha llegado a la paz completa.
El liderazgo de Mandela no es un hecho coyuntural, es el resultado de toda una vida, de la coherencia con un ideal.
Era alguien que exigía a sus escoltas, que hicieran su trabajo con una sonrisa permanente en sus labios, que transmitía su mensaje de una manera directa, cercana...
El carisma es la fe en un ideal.
Es capaz de ver el cambio de los tiempos, y de ponerse a la cabeza del viraje.
Para ello, debe ir contra la corriente, tanto en el campo propio, como en el del “enemigo”
Está dispuesto a poner en riesgo su propio liderazgo por el ideal.
No puede luchar solo:
Busca un aliado en el campo diferente.
Los signos del cambio, pueden estar en hechos aparentemente secundarios, como un partido de rugby.
El símbolo lo construye la gente.
Invictus consigue entonces, que veamos el punto de vista de otra sociedad, y las dificultades que tuvieron que soportar para conseguir la cohesión del país, mediante constantes frases motivadoras, inspiradoras, y pidiendo que nos esforcemos al máximo, para convertirnos en mejores de lo que podamos llegar a ser.
El perdón mutuo, el olvido del pasado, superar los sentimientos propios, y pensar en el futuro del país con la cabeza, mientras se buscan puntos de unión, son algunas de las bases que el Mandela fílmico pone en marcha.
En el rugby, encuentra una metáfora hecha vida, de lo que puede conseguir con Sudáfrica.
A través de eso, el guión bienintencionado, y amable en la mayor parte de su metraje, intenta conectar con un público amplio.
Un público que descubrirá quizá, que Invictus es simple, también en el planteamiento de los personajes, pero que el hecho histórico, moral, y político que transmite, tiene tanta fuerza, que justifica la existencia del proyecto, bendecido por Mandela, y algunos de sus allegados.
De hecho, no oculta el director, su admiración por quien supo unir a un pueblo dividido, y conscientemente, construye una hagiografía del carismático mandatario, a quien dibuja con una elegancia humana, en el trato que le lleva a preocuparse por cada persona de manera individual, que sabe ser manso y fuerte a la vez en su apuesta por olvidar el pasado, una lección necesaria, que vislumbra la importancia de elementos, y signos que den cohesión y patriotismo al pueblo.
Y aquí entra el rugby y la Copa del Mundo de 1995, organizada en Sudáfrica, como catalizadora de unos sentimientos nacionales, y de un sentido de superación.
La figura de François Pienaar, el capitán de la selección, será el reflejo del espíritu de Mandela en el terreno de juego, mientras que el equipo se convierte en metáfora de un país, que necesitaba creer en alguien.
“You elected me your leader.
Let me lead you now”
Invictus se ajusta en lo principal, a los hechos históricos.
Eastwood esta vez, opta por retratar un idealismo, y simbolismo por medio de sus actores, sus obras, y sus significados.
Tanto Mandela como Pienaar, son personajes históricos, que actuaron sustancialmente como se los muestra en Invictus.
Los resultados e incidencias deportivas son reales, levemente editadas para preservar la tensión cinematográfica, pero sin ninguna alteración sustancial.
Todos los jugadores sudafricanos son reales.
No sucede lo mismo, en cambio, con los jugadores de los demás equipos, que nunca se mencionan, a excepción del neozelandés Jonah Lomu.
Sin embargo, Invictus también ha recibido críticas, relacionadas con el tratamiento de la realidad histórica, tanto política, como deportiva, ya sea por simplificar la cuestión racial sudafricana, silenciar algunos hechos importantes, o magnificar el papel de Mandela.
Es decir, en lugar de hacer una película intimista, de personajes, como se merece alguien como Mandela, Clint Eastwood acaba realizando un filme deportivo, para pasar el rato.
Y no lo hace mal, las escenas del juego están bastante logradas, pero es que cuando vemos un partido en el cine, lo que nos interesa son sus protagonistas, no lo que señala el marcador final, y en Invictus se pasa de soslayo por todos los jugadores de la selección de rugby, salvo el capitán.
El propósito de Eastwood es, significar las dotes de buen gobierno de Mandela, quien como óptimo mandatario, realiza sus políticas en base al interés general, el bien común, y a la búsqueda de la unión de sus gobernados, no moviéndose por el interés particular, el revanchismo pueril, y el fomento sectario de brechas y conflictos entre sus ciudadanos.
Eastwood no persigue detallarnos la vida personal y política del mandatario, le basta con esbozarla, para así poder centrarse en aquello, que en realidad le interesa narrar.
Bajo mi punto de vista, el realizador es consciente, de que el público ya conoce todos los terribles aspectos relacionados con el apartheid, por lo que aquí se fija más en la esperanza, la humanidad, la indulgencia, y la reconciliación que, aun así, son capaces de aparecer, tras una etapa histórica repleta de ignominias.
Y es que el guión es previsible, no porque se conozca la historia, y carente de tensión dramática, de verdaderos conflictos raciales, o personales, con una puesta en escena convencional, y personajes planos en su evolución y caracterización psicológica:
Por ejemplo, el padre de François, el jefe del servicio de escoltas, o el propio corresponsal deportivo, no pasan de ser arquetipos simples y elementales.
La sensación se debe, a que la problemática del apartheid, no es tratada fuera del cuerpo de seguridad que cuida al presidente, y que jamás se comprende el porqué de su existencia.
Tanto campo de trabajo, concentrado en sólo unas cuantas personas, deja el problema claro y digerible, pero a la misma vez, una superficialidad que no convence.
Hecho esto, Freeman interpreta a un presidente, que cada vez que habla, suelta una frase digna de ser recordada, esto sólo vuelve distante a su personaje, y termina por jugarle en contra, a pesar de su buena actuación.
Una característica recurrente en los filmes de Clint Eastwood, es la emotividad de las historias narradas.
Las tramas que desarrolla son conmovedoras, dramáticas, y muy humanas.
Los personajes que Eastwood coloca en escena, sufren porque se enfrentan a dilemas vitales, que no siempre resuelven con éxito, pero que, de todas formas, capturan al espectador por la intensidad, con la cual se entregan para concretar sus ideales, lo cual deja la sensación que vencieron, a pesar de perder.
Es la lucha y no el resultado, lo que define el éxito de su empresa.
Así, lo único que de verdad nos impresiona, es Nelson Mandela, un papel que Morgan Freeman interpreta a la perfección.
Sus gestos, su manera de caminar, su acento al hablar inglés, imprescindible verla en versión original, no hacen más que reflejar la ilusión, con que el actor le ha dado vida.
Una actuación impecable, de principio a fin.
Por otro lado, un hormonado Matt Damon, también le pone ganas al papel del capitán, destinado a llevar a su equipo a la gloria por la que nadie, salvo Mandela, apuesta, pero no me parece de sobresaliente.
Quizás es, porque tengo la sensación de que Damon actúa siempre en los mismos registros, y sus personajes me resultan aburridos.
Por eso ni me sorprenden ni, sinceramente, me fijo ya en ellos.
Pero, resalta la actuación del actor sudafricano, Tony Kgoroge, en el papel del Jefe de Seguridad de Mandela, Jason Tshabalala.
Su reticencia a olvidar los vejámenes sufridos por la población negra, lo lleva a aceptar a regañadientes, la orden de trabajar con los agentes de seguridad del ex presidente de Klerk, quienes posiblemente, asesinaron a sus compañeros en la lucha contra la discriminación.
Su preocupación por la seguridad el presidente Mandela, se convierte en una constante obsesión, la cual lo tensiona, e impide que se dé un tiempo para relajarse.
Su expresión es dura, sufrida, pero, a la vez, revanchista, y transita en medio de la fidelidad a su labor, la búsqueda de una razón que justifique su trabajo, o un pretexto que amerite castigar a los oficiales blancos, con quienes se rehusó a trabajar en un principio.
Escalofriante momento el del avión, que pone en tensión a los de seguridad, y al final, es sólo un fanático más.
“Well, you know what they say about soccer.
It's a gentleman's game played by hooligans.
On the other hand, rugby is a hooligans game played by gentlemen”
En Invictus, el gran Eastwood, tropieza con todos los tópicos de cualquier película de deportes al uso:
Ascensión meteórica de un equipo al que nadie daba un duro por él, charlas extra motivacionales, o secuencias en “slow-motion” destacando las jugadas heroicas de turno.
En cuanto a todo este tema del rugby, pronto me di cuenta, que el interés era prácticamente nulo.
Aparte de ya saber el desenlace de las contiendas, éstas se recrean demasiado, alargándose peligrosamente.
Por tanto, he de afirmar, sin ambages, que si Invictus será recordada, será por su “vertiente deportiva”
Bebiendo de la tradición de ese cine clásico estadounidense, imbuido de un sentido épico del deporte, que lo convierte en vehículo especialmente adecuado para la transmisión de emociones, de la máxima intensidad; sin embargo, el rugby tan sólo es uno de los importantes elementos comunicantes en esta historia, ya que el verdadero trasfondo principal de Invictus, es la figura de Nelson Mandela, y su esfuerzo permanente, por levantar al país en sus primeros pasos en la democracia.
Como ya apunté, Invictus más que superficial, es incompleto, y aunque Morgan Freeman haga una actuación bastante digna, gracias en parte a su impresionante parecido físico, nunca llega a cautivar.
Una de las bazas, con las que Eastwood podría haber jugado la partida, era con la de los 27 años que estuvo Mandela encarcelado.
Prueba de ello es que, cuando entra en juego el recordatorio de aquel cautiverio, es cuando más fuerza y espíritu de superación alcanza Invictus, más incluso que la de levantar un equipo, y ser campeón del mundo.
La impresión más importante que me deja Invictus, está en la actitud ejemplar de los líderes, que cargan con la responsabilidad de conducir cambios sociales impostergables, pero que sopesan la presión social con razón, y no con pasión.
A esta, la dejan para que libremente anime a la población, y sirva como instrumento para diluir las diferencias y, por consiguiente, entregarse a un sentimiento universal, presente en todos los seres humanos:
El compartir la alegría por la victoria.
“The day I am afraid to do that is the day I am no longer fit to lead”
Los proyectos históricos son interesantes.
Sobre todo, porque se tiene la oportunidad de entender lo que hizo grande a estos hombres, más allá del mito, y ver cómo fueron en realidad, como lucharon contra la adversidad, y cómo lograron ese triunfo, que todo el mundo conoce.
Eastwood sigue apostando a la fórmula, que mejores resultados le ha dado en los últimos años:
El desarrollo de una historia dramática, que coloca a los protagonistas en situaciones extremas.
Es en este punto, donde Invictus destaca notablemente, ya que conmueve e invita a la reflexión:
¿Es posible lograr, que las personas cambien su perspectiva acerca del otro?
¿Qué debe suceder, para que el otro no sea percibido, necesariamente como una amenaza?
¿Es realista, aspirar a la reconciliación, prescindiendo del perdón y la venganza?
Estas interrogantes asaltan al espectador, desde las primeras escenas donde se aprecia, que las secuelas del apartheid, han dejado heridas abiertas, en una sociedad en la que la minoría blanca se resiste al cambio inminente, y la mayoría negra, demanda un giro más agresivo.
Invictus es un ejemplo de cómo lo político, influye de manera determinante, sobre lo sociocultural.
Un Estado que no es capaz de reconocer las libertades políticas de sus ciudadanos, y que además, se encuentre dividido por las diferencias culturales, es un Estado inviable, y condenado a la fragmentación, o a la tensa convivencia.
Casi siempre, deriva en un Estado represor, en el que las desigualdades sociales, se acrecientan dentro de una espiral de violencia, en la que las partes enfrentadas, obstaculizan la solución del problema.
La virtud de Mandela, estuvo en su capacidad para moderar las comprensibles demandas de la población negra, frente al poder fáctico que, en algunos sectores, todavía era controlado por la minoría blanca.
Mandela era consciente, de que necesitaba de ellos, para iniciar la transición hacia la consecución de las libertades políticas, y entre ellas, la progresiva reducción del racismo en Sudáfrica.
Sabemos por la historia, que el paso durante la administración de Mandela luego se debilitó; sobre todo, por las presiones de los poderes internacionales.
Quizás falta una nueva inspiración, y un liderazgo que esté dispuesto a saltar los muros nuevamente.

“Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul”
William Ernest Henley



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