Fehér Isten

“A nem kívánt lesz a nap”
(El indeseado tendrá su día)

Es tal la crueldad aliena de la monstruosa “raza humana”, que somos capaz de convertir en implacables “bestias de presa”, al ser vivo más fiel y noble del universo entero:
El perro.
Las razas de perro que hoy conocemos, nacen como fruto de la decisión humana; y en cierta medida, el mantenimiento de las razas del animal, en la actualidad, se debe a una creación nuestra.
Si echamos la vista atrás, concretamente hasta el siglo XIX, podemos documentarnos, y corroborar que, aunque también existían razas, no poseían rasgos tan marcados, eran animales mucho más híbridos que en la actualidad.
Así pues, se denomina “perro mestizo”, al perro sin pedigrí, cuya ascendencia es generalmente desconocida, que tiene características de 2 o más tipos de razas, o es descendiente de poblaciones de perros salvajes, o callejeros.
Por tanto, se llama “raza aleatoria” al término genético para referirse a un animal, población, o raza que se crio, y desarrolló sin la intervención planificada de los seres humanos, y cuyo ancestro y composición, son generalmente desconocidos.
Así pues, un perro mestizo, o de raza mixta, es un perro que no pertenece a ninguna raza reconocida por organizaciones de criadores, y que es resultado de una crianza no selectiva.
El ser humano sentenció al perro, al disponerlo como su fetiche doméstico, y el animal se empezó a utilizar como medidor del nivel de poder adquisitivo del dueño.
Los apareamientos entre las razas, estaban cada vez más controlados, para no manchar su “pureza”
Al mismo tiempo, podíamos controlar las características físicas, de cara a un posterior apareamiento; genética seleccionada.
Una vez más, jugamos a ser Dios, quebrando La Teoría de Darwin, y decidiendo provocar una reproducción, en base a otros criterios selectivos, relegando la naturaleza intrínseca a los animales.
Quizás, por este motivo, los vestigios del perro, hacen de él, un animal muy dependiente del hombre.
Así las cosas, dicen que el único ser, que es capaz de dar la vida por otro, es el perro; y lo hace por el humano, a quien ve como su amo, su “dios”
Y si bien hay millones de humanos, encantados de corresponder a tal amor con protección y cariño, no faltan los desadaptados, que desfogan sus bajos instintos, castigando a los perros, con una crueldad inexplicable.
La naturaleza, ha sido desde siempre, fuente para generar traumas y fobias.
El cine de terror, por su parte, se ha inspirado frecuentemente en el reino animal, y suelen protagonizar historias apocalípticas, de rebelión, y ataque en masa, provocando la desolación a su paso.
Desde luego el perro, en toda su inocencia, y ciega lealtad, es el mejor amigo del hombre pero:
¿Es el hombre el mejor amigo del perro?
“Tannhäusser szerelemről beszélt, nem tudja megérteni, mert te szívtelen”
(Tannhäusser habla de amor, no lo puedes entender porque eres cruel)
Fehér Isten es un drama húngaro, del año 2014, dirigido por Kornél Mundruczó.
Protagonizada por Zsófia Psotta, Sándor Zsótér, Lili Horváth, Szabolcs Thuróczy, Lili Monori, Gergely Bánki, Tamás Polgár, Károly Ascher, Erika Bodnár, Bence Csepeli, János Derzsi, entre otros.
El guión es de Kornél Mundruczó, Viktória Petrányi, y Kata Wéber, y ponen su lupa en los problemas raciales y sociales, en una sociedad con tonos apocalípticos, a través de la alegoría y metáfora de la especia canina.
Todo ello, en un país, el húngaro, donde existe un problema con la raza gitana, y el auge de la extrema derecha.
Así se inspira Fehér Isten, en su traducción “Dios Blanco”, en la indignación del mundo actual, hacia la discriminación animal, en especial la de los perros sin raza.
Apostando por un camino difícil, y pocas veces recorrido en El Séptimo Arte, el director nos inyecta en vena un drama subversivo, mezclado con acción trepidante, que funciona en nuestra mente, como un cóctel molotov de desamparo, pánico, venganza, e instinto de supervivencia.
Fehér Isten ganó El Premio “Un Certain Regard” en El Festival Internacional de Cine de Cannes; cuyos perros en la película, fueron también galardonados con El Premio “Palm Dog”; y fue seleccionada por Hungría, para La Mejor Película Extranjera en Los Premios Oscar, pero no fue nominada.
Para el rodaje, se utilizaron 274 perros, que posee el récord mundial, en tal modalidad.
Todos ellos, son mestizos.
La mayoría de los canes que participan, fueron encontrados en perreras de Hungría, y entrenados en pequeños grupos, antes de unirse al rodaje.
Y lo que es mejor, una vez terminada la producción, se estableció un programa de adopciones, para encontrarles a todos ellos un hogar.
Cuenta el director:
“Al trabajar con perros, nos ceñimos a las reglas de La Guía Estadounidense para Rodajes con Animales.
Cada escena, debía ser un juego para los animales.
En cierta medida, los perros se convirtieron en actores, y los actores en perros.
Fue un reto, incluso para los más experimentados adiestradores de perros, y para gran parte del equipo técnico.
Y es que nadie había rodado antes una película con 250 perros”
El trabajo de los especialistas, y adiestradores de los animales, es magnífico, ya que cabe decir, que no hay nada de efectos digitales CGI, ni nada por el estilo, algo que lo dota de un realismo espeluznante.
El rodaje de Fehér Isten, tuvo lugar en Budapest, Hungría; y no es la típica cinta de aventuras caninas, sino una brutal reflexión, que aprovecha las experiencias del animal, para profundizar en conflictos raciales, la intolerancia, y la capacidad de maldad y bondad de la gente.
Así las cosas, una nueva ley, dan preferencia a los perros de raza, e impone un tributo considerable por las razas cruzadas.
Rápidamente, los refugios caninos, se llenan con perros abandonados.
Lili (Zsófia Psotta), de 13 años, lucha por proteger a su perro, Hagen (Body/Luke), pero Dániel (Sándor Zsótér) su padre, lo abandona en la calle.
Hagen y su ama, se buscan por todos los medios, hasta que un día, Lili baja los brazos.
Por su parte, Hagen lucha por sobrevivir, y rápidamente se da cuenta, de que no todo el mundo es el mejor amigo del perro; y se une a un grupo de perros errantes, es capturado, y enviado a la perrera.
Entonces, los perros aprovechan para escapar, y hacer una revolución contra los seres humanos.
Su venganza será despiadada; y la única que podría terminar con la guerra entre el hombre y el perro, sería Lili.
El desenlace es, por otra parte, toda una advertencia, y una invitación a adoptar una postura no discriminatoria, a ponerse a la altura de los otros, de los perros, y tener en cuenta sus necesidades.
Fehér Isten es una película para convencidos; quien no sienta el más mínimo apego emocional hacia los canes, no logrará establecer el menor vínculo con el film, y lo que este desarrolla, no le interesará en absoluto.
Por el contrario, aquel espectador que sí sienta esa ligazón vehemente con los animales, mostrará preocupación por lo que expone, así como cualquier persona con un mínimo de sensibilidad; porque es una historia sobre, cómo el poder trastoca a las personas, sobre lo fácil que es abusar desde nuestra situación de superioridad; a modo de cuento distópico, fantasía, drama y terror, no tan alejado de la realidad, en el que se persigue lo diferente, lo débil, la “impureza” de la raza; y, finalmente, lo animal, la naturaleza que hay en nosotros, la parte sin humanizar, ya que lo humano, en este caso, equivaldría al lado más siniestro.
Lo civilizado y avanzado, sería la parte más brutal, lo animal e infantil, su contario bondadoso, aunque peligroso también, si se corrompe.
“Nehéz elveszíteni valakit, akit szeretsz.
De a dolgok nem fordulnak mindig, amit akar”
(Es difícil perder a alguien que amas.
Pero las cosas no siempre salen como quieres)
Fehér Isten, lo tiene todo para ser una de las referencias cinéfilas del año:
Tiene alma, pasión, elegancia, dureza, un guión poliédrico, digno de muchas interpretaciones, y todas posibles, y tiene, por encima de todo, momentos visuales de belleza irrepetibles, escenas plagadas de poesía, sin diálogo, con una banda sonora magnética, dignas de cualquier resumen del año, y por qué no, al menos, de la década; pues lo tiene todo.
Mundruczó, reinterpreta la narrativa clásica de los “animal adventure films”, normalmente insertada en cintas de tono alegre, o comedias, para construir un drama descarnado, sobre las desventuras que debe sortear el perro mestizo llamado Hagen, para volver a ver a su pequeña dueña, Lili.
El director, estructura Fehér Isten en 2 líneas argumentales, que parten de un mismo planteamiento, e intenta fusionar el paso a la adolescencia de la niña, su proceso de “madurez”, y las aventuras y desventuras del perro, como 2 historias paralelas, que de alguna manera se complementan.
Desgraciadamente, esto no ocurre, puesto que la parte de la niña, es totalmente banal, y no tiene la intensidad suficiente como para equipararse a la del perro:
Un padre, se deshace del perro de su hija, para evitar el pago de un impuesto especial, aplicado a los ejemplares sin pedigrí.
Así, el director húngaro, propone una realidad, en la que la xenofobia canina, no sólo es una metáfora de nuestro propio racismo, sino también, un reflejo de nuestro comportamiento caprichoso, respecto al resto de seres vivos.
Una vez que Lili y Hagen son separados, el espectador se enfrenta a 2 situaciones, que inicialmente se desarrollan en paralelo, para ir distanciándose poco a poco.
El drama que vive Lili, al separarse de su mascota, es articulado a través de una tormentosa relación paterna filial, que no recibe el tratamiento más acertado, y por tanto, corre el peligro de ser malinterpretada.
No ocurre lo mismo con las desventuras de Hagen, que desprenden autenticidad en cada plano, y resultan admirables en su compleja ejecución.
Mientras el pesar de la adolescente se disipa paulatinamente, las secuencias protagonizadas por el perro, sostienen la intensidad narrativa, y recuerdan los innumerables peligros que acechan a los perros abandonados.
El impuesto, como tantos otros, no es progresivo, no afecta a todos los perros por igual, ya que quedan exentos de cumplir con él, todos aquellos dueños que posean un perro de raza…
El director, no sólo utiliza su propio país, para poner en tela de juicio, lo ridículo que podemos llegar a ser en nuestra relación con la naturaleza.
Es mediante ese hilo narrativo, que prescinde del diálogo humano, para concentrarse en la visceralidad de la experiencia de supervivencia animal, que ensambla un tour por los lugares más renegridos de Budapest, en cuanto a maltrato animal se refiere:
Albergues de perros callejeros, basureros, ciudades perdidas, y antros en los que las peleas ilegal de perros, son el motor económico por excelencia.
Espeluznante recorrido, por el que Hagen debe pasar, para forjarse un nuevo carácter, transformando la innata bondad del perro hogareño, en la desmedida violencia del ser que busca sobrevivir en un mundo completamente hostil.
La falta de amor, la incomprensión, es lo que articula todo aquello sobre lo cual pivota Fehér Isten.
La relación entre Lili y su padre, se modula por medio de la desafección, y de ahí proviene todo lo que acontece; tras el suceso con las drogas, muchacha y adulto se sentirán más unidos; el padre, al fin, se arrodillará ante la hija, para ponerle los zapatos, y será esa unión, la que logre encauzar todo, cuando, al fin, el padre valore en su justa medida a Lili, en el estremecedor final.
Absolutamente alucinante, la interpretación de los 2 perros que interpretan al protagonista canino, para poder interpretar las 2 facetas del animal:
Cariñoso y agresivo.
Impactante ¿interpretación? De ellos, y del extraordinario dominio visual de los perros involucrados, mediante el que se dota a una jauría, con momentos de humanidad, verdaderamente encomiables.
En este sentido, merece reconocer el trabajo que han hecho con el perro, evidente en la mirada, que pasa de ser inocente al principio, y completamente agresivo e intimidante en el desenlace, y que sirven para entender la metamorfosis a la que se ha visto afectado Hagen, tras ser abandonado.
Su mirada profunda, transmite sentimiento, e incluso pensamiento, y la sintonía con Lili, resulta entrañable y verdadera.
También, Zsófia Psotta, inspira pureza y valentía, y su decisión de permanecer fiel a su perro, contrasta con el despego y abuso de cuantos entran en relación con él.
Imágenes cuidadosamente filmadas, planos que diferencian la altura a la que se encuentran los protagonistas, cámaras al ras de suelo, para los amigos de cuatro patas, a media altura para Lili, la joven, y pequeña niña, a medio camino entre la altura de su amigo Hagen, y la de los humanos adultos. La estatura de Lili, la diferencia hasta de sus compañeros de orquesta musical, siempre la veremos con una diferencia de edad, y estatura brutal, como un ser a medio hacer, aferrada a sus convicciones y fidelidades, herida por sus progenitores, que renuncian a ella, como si de un objeto intercambiable se tratara.
Es de agradecer, que Fehér Isten presuma la inteligencia del espectador, prescindiendo de explicaciones didácticas, e invite a reflexionar sobre cuestiones que nuestra hipócrita sociedad de consumo, prefiere obviar.
Se puede leer, a distintos niveles, según el interés personal de cada espectador:
Desde el mero entretenimiento lúdico, aspecto en el que actúa mejor que muchas películas más focalizadas hacia ese ámbito, hasta el cine de compromiso social, y además, sin restregarte el mensaje en la cara con un estropajo, que intenta enviar un toque de atención hacia una colectividad, que de forma paulatina, se va desvinculando de aquello que, en teoría, nos define como humanos:
La empatía.
El título “Fehér Isten” podría ser una alusión a la excelente cinta de Samuel Fuller “White Dog” (1982), con la que guarda ciertos paralelismos; o acaso ese “Dios Blanco” podría ser una alusión al ser humano, como una representación simbólica de un dios terrible, que rige las vidas y existencias de otras criaturas, a las que toma por inferiores.
En palabras del director:
“Quería que el perro simbolizara al eterno paria, cuyo amo es su dios.
Siempre me han interesado las características de Dios.
¿Dios es realmente blanco?
¿Cada persona tiene un dios propio?
El hombre blanco, ha demostrado, una y otra vez, que solo es capaz de gobernar y colonizar.
Las 2 palabras del título, son contradictorias, por eso me parecieron fascinantes”
Una imagen ilustrativa de otra parábola ética que, esta vez, engloba toda la película, sería una suerte de llamada de atención, ante la persecución de la inmigración, del distinto, del que no es puro, de lo que se ha dado en llamar la otredad, imaginando en la ficción, una normativa municipal que proscribe hasta el encierro a los perros que no sean de pura raza.
Fehér Isten, busca de una forma muy representativa, exhibir la cara más despreciable del ser humano; buena muestra de ello, son los diferentes dueños que tiene Hagen, en su nueva función de perro callejero, siempre tratándolo como un producto, una mercancía para el beneficio económico de cada uno de ellos.
Un intercambio de amos, que degradan a Hagen hasta el maltrato, para entrenarlo para las peleas clandestinas de perros, y convertirlo en un animal, capaz de matar, y un generador de odio constante hacia unos seres, que como ocurre en el caso de Lili, le habían ofrecido cariño.
En una escena, una vez se desata el terror en las calles, un hombre denomina como “bestias salvajes” a los perros, a lo que Lili le responde:
“Usted es la bestia”
Esta afirmación, deja claro que somos nosotros, esos falsos dioses terrestres, las verdaderas bestias, y no unos perros que buscan rebelarse del maltrato físico y social al que se ven expuestos.
La violencia explícita, y en muchos pasajes insoportable, impregna por completo una historia donde el salvajismo, la pérdida de la inocencia, y la exploración del mal, trazan una parábola del fascismo, la obsesión por la raza pura, y la venganza de los avasallados.
Para que entremos de lleno en el juego, el autor diferencia claramente, entre 2 fuerzas contrastadas:
La autoridad imperante, representada por el director de la orquesta, la figura paterna, los funcionarios municipales de la perrera, o los agentes de la policía; y la facción oprimida, acorralada, y perseguida, personalizada en esa jauría de cientos de perros abandonados y maltrechos, que le ven cada día, los ojos a la muerte.
Allí, el director ya usa el propio título de la obra, como un hábil palíndromo de 3 letras, pues es fácil confundir “Dog” con “God”:
Hagen, es el perro blanco y flaco, que inicia una revolución contra ese “dios blanco”, que representa a “los amos del mundo”, los déspotas adueñados de la superioridad en términos de género, identidad, dinero, o ideología.
Los mismos que han inventado el pedigrí, que diferencia a la autoridad, frente a la escoria, a los poderosos de los que no tienen donde caerse muertos.
¿Cuál es la violencia justificada y legítima entonces?
El director reflexiona, entre grumos sanguinolentos, y dientes afilados, sobre la construcción de la identidad humana, la necesidad de darle la vuelta a la tortilla, y encumbra la belleza que emanan los individuos sin corromper, como la desesperada Lili, en busca de su amigo.
De hecho, Fehér Isten puede verse sin esfuerzo alguno, como una alegoría sobre el trato que otorga el ser humano, “dios blanco”, el anglosajón del mundo occidental, hacia los que ve distintos e inferiores, hacia los inmigrantes, hacia los que son de una “raza inferior”:
Véase que todos los animales rebeldes son mestizos y, por ello, considerados indeseables; en ese sentido, es significativo el momento en el semáforo, cuando Hagen se sitúa al lado de un dálmata, y se emplaza al mismo nivel, y actúa de igual modo.
Por otro lado, el camino de Hagen, es el camino del “Espartaco” cinematográfico, el mítico esclavo del Imperio, siendo un sumiso siervo, acostumbrado a obedecer y entregar cariño por cuidado, pues ha perdido su instinto animal salvaje, cuando es separado de Lili, y no es capaz de encontrarla, e irá cayendo, y pasando de mano en mano, de una serie de seres humanos que han perdido, precisamente su humanidad.
Cada una de estas personas, irán enseñando a Hagen, que la presencia del hombre, es una amenaza, a fuerza de golpes, aprenderá a luchar y a matar, concluyendo que es el hombre, quien transforma en bestia al animal.
Cuando Hagen acaba con un contrincante, en una cruenta lucha de perros, su instinto, como el del Gladiador, le lleva a compadecerse del compañero, y a buscar y aniquilar al culpable, o los culpables, en un plan digno de una película de cine negro.
El camino de Lili, es el del cuento del “Flautista de Hamelín”, el de la inocencia que ha de perderse como fruto del paso del tiempo, dejando de ser niña, y pasando a ser mujer, que todavía tiene esperanzas en que el amor resuelva los problemas.
Cuando Hagen parezca que va a atacarla, le dirá:
“¿Por qué me miras así?”
Perros y personas, pasan a ser intérpretes con igual importancia, a lo largo del metraje:
Lili, es dueña del lenguaje de la música, calmante universal para todos los males, hasta en la antesala de la muerte, los animales contemplan extasiados, a un Tom de dibujos animados, tocando una pieza clásica en un piano, calmados instantes antes de ser aniquilados.
Viendo Fehér Isten, no puedo dejar de pensar, en episodios de la historia de Europa, que todavía permanecen latentes, siendo una metáfora o alegoría del Holocausto judío.
Los perros sin raza de esta Budapest fantasmagórica, no dejan de parecerme a los judíos que, entre 1943 y 1944, fueron salvajemente deportados y gaseados desde la Hungría fascista, hacia los campos nazis repartidos por la Europa Oriental.
La caza de los perros por estos nuevos agentes de orden canino, no dejan de ser las nuevas hordas, que llevan a cabo las “razzias” y los progromos del siglo XXI, la llegada al centro de acogida canina, no deja de recordar lo que debió ser la llegada a los campos de concentración y de exterminio, la selección, los hábiles para sobrevivir a un lado, los desechos a otro, los susceptibles de ser acogidos por los arios, a cambio de un dinero a unas jaulas, la masa destinada al gas, y al crematorio a otras; los más afortunados, destinados a una inyección letal, fuera del campo, aislado por un foso de agua, que se antoja desinfectante, reina la ignorancia, la tranquilidad del ciudadano que no sufre, porque no ve o no quiere ver, tal cual es ahora y ha sido siempre.
Por eso, uno hasta se alegra de que Hagen haya aprendido lo peor de los humanos, a luchar y matar, porque será ese aprendizaje brutal, bestial, lleno de violencia, drogas, sufrimiento… lo que conduzca a Hagen al liderazgo.
Sumergir a un pueblo en la brutalidad, en el pisoteo del más mínimo derecho, puede conducir a la revolución, por exigua y temporal que ésta sea, olvidar que se ha de gobernar para la totalidad, y no sólo para las élites, puede producir que las élites terminen siendo tan escasas, que las “hordas” sean capaces de acabar con los verdugos, y apoderarse de la cúspide.
La inteligencia de los perros, se opondrá a la violencia de los hombres, aquellos pagarán con la misma moneda, a quienes les han condenado al exterminio.
La primera pregunta desde lo social, es la más obvia:
¿Qué demonios ocurre en Hungría?
¿Por qué tanta crueldad con estos animales, y obsesión sobre su pedigrí?
El director señala:
“Fehér Isten, no solo es una crítica de la Hungría actual, sino de la Hungría futura, donde una clase dirigente, compuesta por muy pocas personas, domina a la mayoría; pero ocurre lo mismo en toda Europa.
Un pequeño grupo, formado por la élite, se reserva el poder y, como si se tratara de un “reality show”, los políticos se convierten en auténticas estrellas, a las que apoyamos o no.
Me parecen tendencias muy peligrosas.
Si no nos preocupamos, las masas se alzarán algún día”
Respecto a la producción, Mundruczó asegura, que la distinción entre razas, y la postura gubernamental, está inspirada en una propuesta de ley que no prosperó en su país.
La lógica que narra esta historia, es extraña desde el primer momento:
¿Obedece a diferencias culturales desconocidas?
La respuesta llega bien pronto:
Este drama sobre una adolescente y su perro, es una fábula.
Tiene que serlo, el tratamiento es tan dramático y cercano al esperpento, que no hay otra opción.
Todos los personajes implicados, carecen de una personalidad vertebrada, más allá por sus acciones, y no por sus pensamientos e ideas:
Tenemos a la joven perdida; el padre estricto y confuso, pero no carente de amor; la criatura inocente, convertida en monstruo cruento e inteligente por la barbarie e ignorancia, etc.
La inverosimilitud, campa a sus anchas por todo el metraje, y el espectador lo tiene difícil, para no salirse de la ficción que se plantea.
Ya desde el inicio, se engaña al espectador.
¿Cómo es posible, que la madre esté tan bien posicionada, como para ir a Australia a dar unas conferencias, y no pueda pagar una tasa por el perro?
En caso de que el padre no tuviera suficiente dinero:
¿No podría éste, pagar la tasa, y luego pedir el dinero a la madre?
Los diálogos, a veces se vuelven absurdos, como los llevados al inicio con el padre, o Lili, y el maestro de orquesta…
Un perro noble, no se convierte en una bestia sedienta de sangre, de la noche a la mañana, pues se desconoce aquí, el paso del tiempo.
Entre otras inverosimilitudes, destaca la personificación de los animales, la idea de que los perros forman un ejército, que lidera el perro de la protagonista, y poco a poco, se van vengando de los humanos que le trataron mal…
Es imposible, que un perro se tome esa venganza de forma tan fría.
Si Fehér Isten hubiera transmitido desde el principio un ambiente fantástico, o surrealista, podríamos aceptar que esto sucediera, pero no es así, es más, Fehér Isten pretende ser realista, por lo que la conducta de los perros, al estar tan cerca de lo humano, resulta demasiado falsa.
O el oficial de seguridad, que deja entrar a la niña en la discoteca, y ésta se mete unos lingotazos de vodka, mientras le guarda la droga a un amigo, acabando ella en la comisaría por esto, resulta increíble, etc.
Finalmente, Fehér Isten, no pretende centrarse exclusivamente, ni mucho menos, en elaborar una metáfora agresiva, nunca antes vista sobre la sociedad patriarcal de las apariencias, y los abusos, sino que acaba por dibujar una alegoría de la revolución misma, de esa vuelta de tuerca, de los oprimidos sin pedigrí, pisoteados por el rodillo de sus tiranos; y cuenta además, con una excelente banda sonora, desarrollada a golpe de trompeta.
Podría decirse, que la música es el nexo de unión, el canal de comunicación más efectivo, entre humanos y perros.
Un lenguaje que no entiende de fronteras.
Y una exquisita sensibilidad mostrada por el director, que solo puede provenir de una sincera pasión hacia esta; con los acordes de “La Rapsodia Húngara Nº 2, S. 244/2, de Franz Liszt, la armonía puede volver a nuestras vidas.
La música, amansa a las fieras, pero en Fehér Isten:
¿Quiénes son las fieras?
La respuesta es evidente, aunque también sabemos que, a la mañana siguiente, el orden se habrá impuesto.
Hay que elegir entre Tannhäusser o La Rapsodia Húngara, busquen las metáforas y hallarán las respuestas.
“Soha nem fogom ezt tenni, ne aggódj”
(Yo nunca voy a hacer eso con usted, no te preocupes)
El “especismo”, es la discriminación contra quienes no están clasificados como pertenecientes a una, o más especies determinadas.
Dicho término, suele emplearse habitualmente, para aludir a la desconsideración moral que sufren los animales, no humanos, en comparación con los humanos, si bien el “especismo” no se agota en esta discriminación en concreto.
Así pues, también sería “especista”, tener en mayor consideración moral a los perros y gatos, en comparación con animales de otras especies, o considerar que solamente deben ser tenidos en consideración moral, los individuos con determinado nivel intelectual, como simios, delfines...
Es un hecho, que el ser humano es culpable de todo tipo de delitos contra la flora y la fauna sobre la faz de La Tierra, pero todavía no hemos encontrado la forma de adueñarnos del espacio aéreo.
Sin embargo, con los canes tienen bastantes atrocidades que echarnos en cara, y en cierto modo, Fehér Isten parece ser un reconocimiento del “mea culpa” en nombre del ser humano; pues contempla con una mirada aterrorizada, el desmoronamiento de una sociedad que percibe, cómo los valores más elementales se van perdiendo, y las víctimas de esas actitudes, son los seres que más dan a cambio de menos, esto es, los perros que comparten su vida con nosotros, que nos proporcionan compañía y amor en casa, a cambio solo de alimento y cariño.
Aquí hay humanos y perros, cierto, pero en el fondo:
¿Cómo nos tratan los gobiernos últimamente?
Como los perros.
Aquí, un director húngaro nos indica el camino de nuestra liberación.
El psicólogo experimental, científico cognitivo, lingüista, y escritor canadiense, Steven Arthur Pinker, dijo en su momento:
“Quien se oponga a los derechos de los animales, y sostenga que el hecho de ser persona, se basa en ser miembro de la especie “Homo Sapiens”, no es más que un fanático de la especie, no más sensato que los fanáticos de la raza, que otorgan mayor valor a la vida de los blancos, que a la de los negros.
Después de todo, los demás mamíferos luchan por seguir vivos, experimentan el placer, y sufren el dolor, el miedo, y el estrés, cuando su bienestar peligra.
Los grandes simios, también comparten nuestros placeres más elevados de la curiosidad y el amor a los parientes, y nuestros dolores más profundos, el aburrimiento, la soledad, y la pena.
¿Por qué se iban a respetar esos intereses en nuestra especie, y no en las demás?”

“Van két éhes kutyák, te és én”
(Hay dos perros hambrientos, tú y yo)



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