What We Do In The Shadows

“So it's 6 PM in the night time...
...which is when I wake up.
This is always really scary part for me”

Desde hace ya un tiempo, el género de la parodia no pasa por su mejor momento...
Con solo ver los estragos generados por el legado de “Scary Movie” y sus sucesoras bajo el común denominador “movie”, podemos decir que la formula se fue gastando en los últimos años.
Por suerte, de vez en cuando, aparecen películas dispuestas a romper con la monotonía de los géneros que se encuentran estancados.
El mito del vampiro, presente en el folclore de pueblos muy diversos, ha evolucionado enormemente desde la antigüedad hasta nuestros días.
Un proceso del que, la literatura y el cine, en tan íntima relación durante el siglo XX, no han sido ajenos.
Tanto el concepto del monstruo, como su trasfondo, se han reinterpretado en innumerables ocasiones, adaptándose a las tendencias narrativas de cada época, y trascendiendo géneros.
Aunque la moda de los vampiros en el cine ya se acabó, pues “todo está mostrado”, alcanzando su punto más alto en términos comerciales, con la saga “Twilight”, esto no significa que se haya perdido todo interés por las películas sobre estas criaturas:
Serás un vampiro pero, ¡hay que vivir contigo!
¿Qué pasaría si Nosferatu, Drácula, un vampiro “dandi”, y uno gitano/punk, compartieran una casa?
“You don't even know who Dracula is!”
What We Do In The Shadows es una comedia neozelandesa, del año 2014, escrita y dirigida por Taika Waititi y Jemaine Clement.
Protagonizada por Jemaine Clement, Taika Waititi, Jonathan Brugh, Cori Gonzalez-Macuer, Stu Rutherford, Ben Fransham, Rhys Darby, Jackie van Beek, Elena Stejko, Jason Hoyte, Chelsie Preston Crayford, Karen O'Leary, Mike Minogue, entre otros.
What We Do In The Shadows, está basada en un cortometraje del mismo nombre, realizado por Waititi y Clement en 2006; y este largometraje fue rodado enteramente en Wellington, Nueva Zelanda, en septiembre de 2012; siendo una película que sabe aprovechar muy bien sus recursos, y que además, hace alarde de un conocimiento del género que parodia realmente envidiable, y todo siendo al mismo tiempo, bastante respetuosa con el material, pues incluyen la idea de la vida eterna, la pérdida de los seres queridos, y la soledad.
La transición que se produce entre la comedia y el drama, es realizada con naturalidad, e incluso, en la escena más emotiva, se incluyen algunos chistes para levantarnos el ánimo:
Observar las inconveniencias de la rutina casera, la incomodidad de compartir vivienda, los avatares del roce rutinario, la aventura de la caza nocturna, la desfachatez de las situaciones, el despropósito de su andadura cotidiana; What We Do In The Shadows está hecha supuestamente, por un grupo de documentalistas, que tuvo acceso al hogar de unos vampiros de Wellington, en Nueva Zelanda:
Viago (Taika Waititi), de 379 años, intenta por todos los medios, mantener una convivencia civilizada con sus compañeros de casa.
Él es refinado y delicado, y busca coordinar el grupo, siendo quien opera como mediador entre los vampiros y los cineastas.
Vladislav (Jemaine Clement), de 862 años, es quien añora La Edad Media, y guarda un profundo rector contra un vampiro apodado “La Bestia”, Pauline Ivanovich.
Él es el más experimentado y romántico, pero es un pervertido, torturador y esclavista, pues arrastra, como refleja su edad, ideas de La Edad Media.
Deacon (Jonathan Brugh), de 183 años, es el vampiro “más joven” e inmaduro del grupo.
Él es el rebelde del grupo, quien rompe las normas.
Ellos son 3 vampiros que comparten piso en Nueva Zelanda; y hacen lo posible por adaptarse a la sociedad moderna:
Pagan el alquiler, se reparten las tareas domésticas, e intentan que “les inviten” a entrar en los clubs.
Llevan una “vida normal”, salvo por una pequeña diferencia:
Son inmortales, y tienen que alimentarse de sangre humana.
Cuando su compañero del sótano, una criatura silenciosa y amenazante, similar a Nosferatu, llamado Petyr (Ben Fransham), de 8,000 años, muerde a un humano, todo cambia para el grupo.
A Petyr, por su apariencia de demonio, se le impide salir al mundo exterior, por lo mismo, es el vampiro más solitario y aislado del grupo.
Inmediatamente nos presentan a Jackie (Jackie Van Beek), la sirviente humana de Deacon, y quien asiste a cambio de la promesa de vida eterna…
Es ella quien los surte de todas sus necesidades, en especial, de invitados a su casa, para que formen parte de un “festín”
Precisamente, Jackie invita a 2 personas que odia a la casa de Viago y compañía, una noche:
Una de ellas, fue una compañera de colegio que hizo “bullying”; mientras que el otro, un exnovio del que no guarda buenos recuerdos...
La compañera muere, pero Nick (Cori Gonzalez-Macuer), quien pese a sus intentos, es atacado furtivamente por Petyr, en una de sus esporádicas y ocasionales apariciones.
Un par de meses después, el grupo se entera, que Nick se convirtió en vampiro, y no fue devorado por Petyr, gracias a que bebió sangre de él...
Sólo en Wellington, y luchando con su nueva naturaleza, busca incorporarse al grupo de 4, a través de ideas frescas y nuevas.
Su personalidad, es bienvenida por algunos, pero odiada por otros nuestros, que deberán enseñarle como funciona todo, en su recién estrenada “vida eterna”
Pero si hay una medida que cuenta con el apoyo total, es la inclusión de Stu (Stu Rutherford), su mejor amigo humano, y sinceramente, una muy buena persona.
Stu, es la antítesis del grupo:
Bastante nerd, trabaja con ingeniero de software, y acerca a los vampiros al mundo moderno, en el cual viven, pero del cual no son parte.
¿Se imaginan lo que es explicar “Google” a un vampiro?
Bueno, ese es uno de sus aportes.
Además de mostrarles la belleza de ver salir el sol a través de Youtube, o varias ideas bastante simples, pero increíbles.
Es entonces Stu, quien logra que Nick se incorpore al grupo, pero por poco tiempo…
Nick, quien se presenta ante quien puede como un vampiro, y no uno cualquiera, sino como el que actuó en “Twilight”
Eso es romper con un elemento esencial en la vida de los vampiros actuales:
La clandestinidad.
Y los resultados son evidentes.
Un día, Petyr muere a causa de la intromisión de un cazador de vampiros…
Sí, ellos también existen:
El caza vampiros, llegó a la casa por culpa de Nick, quien le dio ingenuamente su e-mail, en búsqueda de amigos, lo que terminó significando que Nick fuera desterrado y humillado de una forma muy peculiar, pese a que todos los miembros originales, preferirían que Stu no los dejara…
Así las cosas, What We Do In The Shadows retrata los meses previos a un imposible evento anual, llamado “The Unholy Mascarade”, que reúne a toda la comunidad maldita de Nueva Zelanda:
Brujas, zombies, vampiros, hombres lobo, y especímenes de otras calañas mutantes, que se juntan a festejar orgullosamente, su condición subterránea, en un festín que incluye la opción de comer pedazos de un humano, si se paga el precio adecuado.
La sola idea de que un grupo de vampiros, haya viajado desde Europa, el escenario característico del mito, a un lugar tan escondido como Nueva Zelanda, es el punto de partida perfecto, para que nos adentremos al tipo de comedia que utiliza What We Do In The Shadows.
A partir de ahí, vemos cómo Viago y compañía, tratan de solucionar los problemas típicos de vivir junto a otras personas, en la misma casa, y enfrentarse a un mundo que desconocen.
What We Do In The Shadows deconstruye el cine de vampiros desde su planteamiento, riéndose del propio pacto ficcional, que se establece en sus relatos y en los cimientos del género documental, que está utilizando premeditadamente para señalarlo.
Una audacia metanarrativa, que no añade complejidad aparente, y resuelve victoriosamente, en una elaborada propuesta que expresa de manera falsamente realista, un universo de ficción por todos conocido, en el mismo plano de existencia que las obras que se encuentran contenidas en él.
Obras que funcionan como un modelo, en el que se reflejan los logros y fracasos de los personajes, y miden su capacidad para cumplir las imposibles expectativas establecidas en ellas, respecto de sí mismos.
Una relación de reciprocidad imposible, en la ficción, y que sirve de contexto en el que se explota su verdadera premisa cómica:
Las consecuencias de la transgresión de las normas sociales, desde nuestro círculo más íntimo, hasta las instituciones encargadas de salvaguardarlas.
“If you're going to eat a victim on my nice clean couch put down some newspaper on the floor and some towels”
What We Do In The Shadows es una mirada retrospectiva y autoconsciente a la evolución del género vampírico, y sus diferentes aproximaciones, con un ejercicio de estilo, que desde la parodia, no deja de homenajear los elementos típicos de estas historias; pues se plantea desde el recurso tan versátil del “mockumentary” o “falso documental” para retratar la vida cotidiana de un grupo de tradicionales vampiros, en la urbe de Nueva Zelanda.
What We Do In The Shadows está rodado con cámara en mano, con una puesta en escena que, al ser un documental, usa mucho el plano secuencia.
Pero lo que es increíble, es la integración de efectos especiales en las secuencias largas, aunque deliberadamente, hacen alguna escena cutre, en la que los vampiros flotan, y aunque no los ves, te imaginas los cables que les levantan sin proponértelo; todo muy cuidado, para una cinta neozelandesa, que no ha contado con mucho presupuesto.
El aspecto visual es muy atractivo, recurre a la inserción de imágenes fijas, fotografías, y dibujos para describir a cada personaje.
Desde el fondo, los directores mestizos, Waititi es maorí por parte de padre, y Clement por parte de madre, para una película esencialmente mestiza, más allá de la fauna de personajes, desde el punto de vista intrínseco, hay una división esencial entre los humanos y los no humanos, vampiros, licántropos, brujos, y zombis, esencialmente.
Y es una película mestiza en cuanto a género, puesto que se sitúa entre lo legendario de todas las películas sobre El Conde Drácula, y el humor dudoso de las parodias de la saga “Scary Movie”, aderezado todo ello, con una parodia de la saga “Twilight”, sin caer en la broma fácil.
Y lo sobrenatural convive con lo mundano, y la luminosidad de la comedia y la oscuridad del vampiro; juega a echar abajo todo el glamour y la pompa que podría rodear a estas criaturas de la noche, y lo consigue utilizando situaciones entre lo extravagante y lo cotidiano.
No es el planteamiento más revolucionario, pero lo importante es que el humor, funciona tanto por lo tonto, en el buen sentido de las ideas que se suceden como, sobre todo, por el gran trabajo de los actores.
Se nota que Clement y Waititi son grandes fanáticos del género, y en vez de caer en lo más obvio y fácil, como podría ser una sátira de “Twilight”, o cualquier otra película de terror actual, prefirieron homenajear a todos los clichés vampíricos del cine clásico.
Posibilitando un desarrollo de la historia más orgánico, y evitando convertirse en una simple suma de escenas paródicas inconexas, totalmente dependientes del argumento de las películas a parodiar.
Se trata de una variedad de gags, que contentará a todo tipo de público, pues combina, con gran inteligencia, los chistes de la comedia de situación, con los visuales, el humor del absurdo, la parodia de otras cintas y novelas del género, y la comedia “gore”, aunque de esto hay sólo pequeñas pinceladas...
Desarrollando un argumento propio, habitado por personajes bien identificables, y representativos de cada versión de vampiro en la historia del cine.
Y es que para poder hacer buenos chistes sobre vampiros, hay que tener un conocimiento exhaustivo de todas las manifestaciones del mito, de las anteriores adaptaciones al cine.
En esta ocasión, los directores/guionistas, han introducido numerosas referencias a otras películas de vampiros, a las diferentes facetas del mito:
La forma de crear vampiros, la relación amo/esclavo con algunos humanos, las preferencias para alimentarse…
Además, cada uno de los personajes, representa algún prototipo de vampiro:
El seductor, el snob, el salvaje, el “Nosferatu”… pero también, el nuevo e imprudente vampiro; y veremos otros personajes, aunque de forma más breve como:
Zombies, brujas, hombres lobo, ¡caza vampiros!...
Así, el rodaje de “un documental en un nido de vampiros”, en la ciudad de Wellington, nos hará partícipes de sus costumbres, de los pros y los contras de su existencia, y de las dificultades que tienen para adaptarse al mundo actual.
La llegada de un vampiro de nueva creación, trastocará su mundo, y seremos testigos de los violentos cambios que amenazarán su existencia.
La trama comienza a tomar forma con la introducción de Nick, un vampiro recién transformado, y su amigo Stu, un humano, quienes se convierten en los gurús contemporáneos, que introducen a los viejos vampiros a la sociedad.
Nada como ver un vampiro de más de 300 años, utilizar Skype, o abrir su cuenta de Facebook...
Encuentros con una jauría de hombres lobo, evadir al caza vampiros local, y recordar las épicas peleas contra “La Bestia”, son sólo algunas de las cosas que graban en el “mockumentary”, y acierta en colocar a un personaje definido y bien conocido, en un entorno que no es “el suyo”, es decir, descontextualiza al vampiro, y lo sitúa en La Era Tecnológica.
Toma elementos de la cultura popular, y juega con ellos en tiempo y espacio, provocando una cinta un tanto experimental, cuya comicidad funciona muy bien.
Es así, que con orígenes tan distintos, y costumbres tan diferentes entre los personajes, como la aparición de problemas en la convivencia dentro de la casa, termina siendo algo inevitable.
Dando como resultado, una serie de situaciones divertidísimas, que mantienen en un estado de risa continuo; y concede el placer de hacer visible, lo que siempre hemos imaginado sobre estas criaturas:
¿Qué pasaría si un vampiro se come una papa a la francesa, o algún alimento que no sea sangre humana?
¿Qué sucedería, si la amada del vampiro ha envejecido?
¿Qué le ocurriría al Nosferatu, si le da la luz del sol?
Por otro lado, presenta también, lo que quizás, a muchos mortales les gustaría hacer si fueran vampiros:
Volar, revelar su identidad, jugar con sus víctimas y, en general, sacar cierta ventaja de sus capacidades.
Los problemas que sufren, son los mismos de cualquier grupo de inmortales amigos chupa sangre, que conviven en una tenebrosa mansión.
Es decir:
Quién lava la ropa, quién limpia la casa, cómo afeitarse sin poder reflejarse en un espejo, quién consigue los humanos para la cena, situaciones muy frecuentes para cualquier vampiro de la actualidad… como la vanidad carcomida, seducción compulsiva, sexualidad desaforada, manías rancias, romanticismo de cartón piedra, candelabros de corta y pega, sótanos devastados y quejumbrosos, policías influenciables y atontolinados, informáticos pavisosos y mudos, una aportación memorable al género, paradigma de la memez inoperante y borrega imperante en el tecnificado mundo actual, en definitiva, una galería que une lo reconocible, con la ocurrencia descarada y cañí, en barroco aquelarre, jocoso y desmitificador.
Y cada uno de los vampiros, nos contará su propia historia, en las clásicas entrevistas de personaje sentado, mirando a cámara, relatando cómo llegó a ser vampiro:
Los 4 tipos de vampiros, son muy distintos entre sí, de personalidades y edades muy variadas, que además, responden a 4 arquetipos cinematográficos que hemos visto en varias ocasiones.
Viago, proveniente de la ilustración del siglo XVIII.
Vladislav, un sanguinario y mujeriego guerrero, del Imperio Otomano.
Deacon, el rebelde seductor del siglo XIX.
Y Petyr, un ser milenario, con gran parecido a Nosferatu, se le suma como nuevo integrante:
Nick, un vampiro principiante, pero con bastantes conocimientos de la diversión nocturna neozelandesa.
Con códigos reconocibles del cine de vampiros, y en la forma en que estos se presentan en pantalla, para ser puestos en evidencia, y no sólo en su vertiente clásica de:
Los seres elegantes de capa y mirada siniestra de “Interview With The Vampire” (1994); sino también en su vertiente monstruosa, con “Nosferatu” (1922); en su faceta de rebelde modernidad, con “The Lost Boys” (1987); o en su faceta medieval “Dracula” (1992); e incluso, en su vertiente romántica actual, la saga “Twilight”
Sus diferentes perspectivas ante la vida, definen su capacidad para integrarse en el mundo moderno, y se muestra cómo esto les afecta en su necesidad de alimentarse, salir de fiesta, o asumir sus responsabilidades con las tareas domésticas.
La presencia de otros seres sobrenaturales, como sus archienemigos, los hombres lobo, añade además, una capa satírica adicional, que aporta una necesaria visión cómica introspectiva hacia sus protagonistas.
Para rematar el acierto, nos encontramos con unos actores sensacionales, a la hora de explorar su vis cómica, entre los que destacan:
Jemaine Clement como Vladislav, y Taika Waititi como Viago, que sorprenden por su gestualidad y diversidad de registros.
Las reacciones gestuales del propio Waititi, ya que la ingenuidad que transmite a Viago, le sienta de maravilla al personaje, y lo hace hasta cariñoso.
Eso sí, destacar únicamente a Waititi sería un error, ya que todos los personajes están muy bien diferenciados, y se complementan de forma intachable entre sí, gran química, y además, cada uno de los actores, consigue darle su toque personal.
Stu, interpretado por Stuart Rutherford, es amigo de los directores, y fue invitado casi a última hora al proyecto y, sin saber mucho de lo que se trataba, terminó convirtiéndose en uno de sus personajes principales.
Su personaje, es un humano ingenuo, que se hace amigo de estos vampiros, pese al constante peligro de que beban su sangre…
Las situaciones en las que participa, son un buen ejemplo de la forma en que What We Do In The Shadows combina lo absurdo con lo mundano, creando un resultado muy efectivo.
Así, la vida cotidiana de los vampiros, se alterna con sus testimonios, que ayudan a su caracterización, y permiten jugar a distintos niveles con la dinámica que mantienen entre ellos, y hacia los demás.
Los directores, han querido desligarse por completo del halo terrorífico del vampiro condicional, y para ello, muestra las facetas más humanas, que aún conservan, y por eso siguen después de siglos, discutiendo por, a quién le toca lavar los platos, o quién se ha saltado el turno de limpieza del piso...
Son vampiros sin elegancia ni misterio, ni sofisticación alguna.
La ruptura de la cuarta pared, es otro recurso que se aprovecha al mismo tiempo para contrastar sus acciones, con sus verdaderas motivaciones y opiniones.
También, se muestra el lado más humano de estos personajes no vivos, como la envidia, pereza, y tristeza, tan cómicos, que se te olvida que siguen siendo unas criaturas de las tinieblas sanguinarias, crueles, con clase, y un poco altivas, que aunque sean “no muertos”, sí que sienten y padecen.
El resultado, es una combinación desbordante de humor observacional y referencial, y comedia de situación, con altas dosis de ironía y humor negro.
Un constante fluir de diálogos mordaces, y escenas que coquetean con la vergüenza ajena, la complicidad con el espectador, y los guiños hacia la cultura popular, explotando tanto los anacronismos de sus costumbres, apariencias, y principios morales, como sus formas pretenciosas, y los elementos universales de su mitología, presentes en el imaginario colectivo, siempre en relación a las convenciones sociales vigentes en la actualidad.
La muy certera parodia que hace de los lugares comunes y convenciones del género de vampiros, al que desmenuza por completo, puede causar el rechazo de aquellos que busquen una película de terror, pero en el apartado de comedia, es una obra muy inteligente, que destaca no sólo por su guión, sino por el trabajo que hacen todos sus protagonistas, motivo por el cual, es recomendable verla en versión original.
Cuando llega el final, te das cuenta de que esa hora y media se te ha pasado volando, y en ella, has desarrollado un cariño enorme hacia estos entrañables seres de colmillos largos, que te han mantenido con la mirada fija, en una cinta que domina su material cómico a la perfección, y que consigue disfrazar su aspecto de documental de forma muy eficiente, hasta el punto de que no pocas veces, olvidarán por completo que estaban viendo un trabajo con este formato.
Inspirados por la comedia británica, los directores recurren a un humor de carácter seco, donde las situaciones absurdas son abordadas de manera seria, como si se tratase de algo absolutamente natural.
Ya sea una escena donde Viago está poniendo toallas cerca de su víctima, para que su sangre no manche un sillón, o los personajes recorriendo las calles de Wellington, con atuendos de una época completamente diferente, What We Do In The Shadows está llena de estos momentos.
Son precisamente, este tipo de escenas, las que terminan dándole un tono característico, el que dicho sea de paso, termina siendo muy gracioso.
Lo interesante de la propuesta, es que trata a los vampiros como si no lo fuesen, e intenta reflejar su cotidianeidad, estrellándose una y otra vez, en el hecho de que los personajes no son, ni nunca serán humanos, una paradoja que explota hasta el extremo, juntando a hombres lobo con zombies, brujas, y siervos humanos.
De partirse la caja, cuando, al no reflejarse en los espejos, se tienen que dar consejos de moda, cuando toca ver el amanecer a través de Youtube, o el sweater del sol…
Para poner al malo, es que se hace algo repetitiva en los gags, y que Petyr muere, y no lo volvemos a ver…
“The trouble with being a vampire is you”
El mito del vampiro, ha sido tratado desde muchos ángulos en el cine, desde el terror a la comedia, pasando por la desmitificación, ridiculización, o “renovación” de su imagen, a veces muy manida, o previsible.
Sin duda, el vampiro sigue siendo una figura interesante para el cine, y aún puede dar de sí, como otros muchos mitos o géneros, aparentemente en dique seco, lo que viene a demostrar, una vez más, que depende del ingenio que se le eche, y de la “seriedad” invertida en el proyecto, aunque se trate de comedia, para que al final sea un film cuanto menos respetable.
What We Do In The Shadows, ofrece además, una mirada conmovedora, explorando los viejos valores, las creencias del pasado, las pérdidas, y los prejuicios que sirve de metáfora reflexiva, del momento crucial en el que nos encontramos, mostrando que con el paso de los años, es más fácil ir quedándose atascado en nuestros caminos, aún más para nuestros protagonistas, que cuentan su edad no en años, sino en centurias.
También, sirve como reflejo de cómo nos enfrentamos a nuestras relaciones.
Cada uno de ellos, tiene un desafío, una preocupación:
Viago se enfrenta al clásico dilema del vampiro inmortal, de no envejecer, mientras su amada lo hace.
Vladislav, tiene “una bestia” del pasado, que podría revivir sus heridas…
Y Deacon se enfrenta básicamente al reto de satisfacer una nueva generación, mientras se da cuenta de que su propia juventud se le está escapando por momentos...
Con todo, What We Do In The Shadows, nos habla de la problemática de repartirse las tareas domésticas cuando compartes piso, que esto es un problema común a todos, muertos y mortales.
Así mismo, plantea los conflictos generacionales dentro del colectivo vampírico, porque no es lo mismo haberte convertido en el siglo XV, que antes de ayer…
No afrontas las cosas con el mismo talante, pero no por la novedad, sino por la mentalidad, pues los jóvenes de hoy en día, andan en las nubes.
What We Do In The Shadows es como la vida misma, pues:.
¿Quién dijo que la vida del no-muerto es distinta?

“Dead But Delicious”



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