Hungry Hearts

“So much of you is soft and warm, but some of you is summer storm.
There’s always something new, a different you for me to know”

El drama psicológico, es un género de cine, que consiguen llevarlo a cabo muy pocos directores de manera eficiente, y para encontrar una época digna de éste, tenemos que trasladarnos a los años donde Alfred Hitchcock nos aterraba con una bandada de pájaros…
En este sentido, gusta que no abunden películas de este género, actualmente, porque cada vez que aparece una de ellas, o crees que has perdido el tiempo, o te quedas boquiabierto…
La figura del “niño índigo”, es utilizado en el contexto de la llamada “Corriente de La Nueva Era” o “New Age”, para referirse a niños que representarían un estado superior de la evolución humana.
Quienes defienden esta hipótesis, señalan dicha evolución, como un avance espiritual, ético, y mental, sin atender a la definición que diera el científico Charles Darwin, sobre variación y selección por supervivencia diferencial.
El adjetivo “índigo”, referido al color, surge de la creencia de que estos niños tendrían un aura de ese tono de azul…
Fuera de “La Nueva Era”, este fenómeno es considerado un mito pseudocientífico, porque carece de evidencia científica aceptable.
La creencia en la existencia de “niños índigo”, se asocia habitualmente a reacciones paternales, que surgen frente a la pedagogía y psiquiatría modernas.
Una de las causas observadas, más frecuentemente, es el pánico moral que surge en los padres, al tener que enfrentar una terapia psiquiátrica medicada para sus niños.
También, el detonante podría derivarse del rechazo a diagnósticos de psicopatologías polémicas, o de nuevo cuño, cuando éstas son adjudicadas a los hijos, especialmente ante casos de hiperactividad, autismo, y síndrome de déficit atencional.
La perfección, es algo que no existe.
“She’s a nut”
Hungry Hearts es un drama del año 2014, dirigido por Saverio Costanzo.
Protagonizado por Adam Driver, Jake Weber, Natalie Gold, Toshiko Onizawa, Victor Williams, Alba Rohrwacher, David Aaron Baker, Roberta Maxwell, Victoria Cartagena, entre otros.
El guión es de Saverio Costanzo, basado en la novela de Marco Franzoso, llamada “Il Bambino Indaco” o “El Niño Índigo”, con la brillante idea de trasladar su acción de Italia a New York, donde juega con los géneros y los nervios del espectador, comenzando su película como una comedia, para pasar a un drama psicológico, con tintes de pesadilla gótica, guiado por una elegancia y habilidad sorprendente, hasta un final que roza el “thriller”
“Es una historia de amor, de un padre, una madre, y una abuela, o más bien, la incomodidad de amor”, afirmó el director
La acción toma lugar en New York, Brooklyn, EEUU.
Mina (Alba Rohrwacher) es italiana, y Jude (Adam Driver) es neoyorkino.
Se encuentran accidentalmente en un baño, y comienzan una profunda y apasionada historia de amor, que los conduce al matrimonio.
Sus vidas, se desarrollan muy tranquilamente, hasta que Mina queda embarazada, y se encuentra con un guía espiritual, que le dice que está esperando un “niño índigo”
Mina, desarrolla una atención morbosa con respecto al bebé, y quiere preservar la pureza de su niño, y protegerlo de la contaminación del mundo externo…
Convencida de que la alimentación ordinaria es un obstáculo para el modo correcto de vivir, y aterrorizada por la contaminación, Mina tiene al recién nacido, lejos de la luz, del contacto con el mundo exterior, y lo alimenta exclusivamente con comida específica, a horarios específicos.
Por amor, Jude la apoya, hasta que se percata de que el niño no tiene un crecimiento normal, y cuando lo lleva al pediatra, le comunican que el niño está desnutrido, y que su vida corre peligro.
Comienza así, un conflicto entre los padres, que llevará a un desenlace dramático.
Los 2 protagonistas, bordan esta historia en la que todo el mundo tiene parte de razón…
“Are you consciously trying to kill our son?!”
El director, Saverio Costanzo, vuelve a conquistar, o enfadar a la crítica con Hungry Hearts; siendo especialista del aislamiento, y de los universos cerrados y claustrofóbicos, toda su filmografía gira alrededor de la soledad, impuesta o voluntaria, y las consecuencias sufridas por sus protagonistas, y las personas que los rodean.
Hungry Hearts despega y vuela alto desde su primera secuencia, el encontronazo en el baño.
Un aseo de restaurante chino, en el que la futura pareja se queda encerrada, acompañada por el insoportable olor, provocado por la descomposición que él padece.
Tratada con mucho humor, pero también envueltos en un profundo hedor, es en realidad, una metáfora de toda Hungry Hearts.
Jude y Mina, son un joven matrimonio neoyorquino, del Upper West Side, obsesionados por el bienestar de su bebé.
Él es estadounidense, e hijo de padres republicanos; en cambio ella es italiana, vegana, y cuestiona los beneficios de la medicina convencional.
Aunque ambos compartan el mismo deseo de criar a un hijo sano, los 2 protagonistas de Hungry Hearts, defienden una postura opuesta, respecto a los métodos de educación, y nutrición del futuro neonato.
Su egoísmo por salvar a la criatura, de la errónea perspectiva del otro, los catapulta hacia un agujero negro, que llenan con mentiras, miradas de reojo, silencios incómodos y, sobre todo, desconfianza.
El miedo a descubrir que comparten el lecho con un completo desconocido, aniquila el vínculo simbólico de su matrimonio y, a la vez, los destruye individualmente.
Lo que viene a continuación, es el devenir de un romance que se siente volcado, ciego y profundo, pero que sin embargo, emana un aura de incisiva congoja y trágica amenaza, desde las antípodas de lo maniqueo, cuyo devenir de acontecimientos, no hacen más que aumentar la sensación de vulnerabilidad y desnudez en el espectador.
Su atmósfera, hermética, opresiva, y de una turbia opacidad, sugiere lo siniestro, aterrador, y perverso, alejándola de sobremanera, de manidas referencias como a las que en primera instancia podría apuntar, para adentrarse en el terreno peligroso, y verdaderamente oscuro.
Las flamantes habilidades artísticas de Driver y Rohrwacher, alcanzan su cúspide, cuando el relato se convierte en una película de terror malsana.
Es decir, 7 meses después del alumbramiento de la criatura, cuando Mina no permite que su hijo salga del apartamento, ni quiere que cualquier huésped que proceda del exterior, lo toque...
A medio metraje, la vivienda de Jude y Mina, se convierte en el único escenario del filme, dado que los protagonistas son obligados a encerrarse en su domicilio, por culpa de las circunstancias paranormales, que condicionan el nacimiento del bebé:
“Niño índigo”, nacido prematuramente, la visión del nacimiento, etc.
Al citado clima de desconcierto espiritual, se le debe añadir un enfrentamiento por causas nutricionales:
La madre vegana, está convencida de que su retoño no necesita ingerir ciertos alimentos de procedencia animal; mientras que el padre se dedica a dar de comer a su pequeño, “con los alimentos prohibidos”, y a llevarlo al pediatra, cuando su mujer se ausenta.
En este sentido, la trágica historia de Hungry Hearts, ya toma muy en serio su título:
“Corazones Hambrientos”, y se construye mediante una sucesiva lista de malentendidos humanos.
Una abrumadora reflexión, pesimista, sobre las consecuencias de la incomunicación en pareja, y las nuevas tendencias cuando son llevadas al extremo en detrimento de los más pequeños que necesitan crecer y desarrollarse.
Llegado ese momento, el director opta por invertir la ejecución formal de sus escenas, lo que es una verdadera maravilla:
Los “travellings”, y los bellos primeros planos de los rostros del feliz matrimonio, se convierten en tomas fijas, que captan grandes ángulos de la casa, siempre situados en los extremos de las habitaciones, como si los próximos temibles actos, debieran ser registrados por cámaras de seguridad ocultas, o tal vez somos nosotros los mirones.
Además, Costanzo utiliza lentes de “ojo de pez”, para que la experiencia visual resulte más confusa, llevando a la mirada esquizofrénica.
Su intención, es deformar el espacio, para generar un claustrofóbico efecto de dilatación temporal; resultado que consigue, gracias a la ejemplar labor de Fabio Cianchetti, el director de fotografía.
Y todo ello sin alardes innecesarios, ni apenas golpes de efecto, aunque eso sí, propulsado por una compleja y perfecta modulación en su brillante y detallado trabajo de dirección.
Quizás, sean estos “Corazones Hambrientos”, los que mejor expresan la inquietud y desasosiego que le produce al director el mundo actual:
Una pareja se enamora, se casan, tienen un hijo, y por desgracia, no “comen perdices”, ni nada que se le parezca.
Ella, angustiada por la contaminación, el ruido, todos los añadidos químicos de los alimentos, y las infinitas porquerías que comemos y respiramos a diario, la protagonista intenta proteger a su recién nacido de estas agresiones, sin darse cuenta que puede caer en otro peligro mayor...
Él, paciente y amoroso, pese a que hizo de forma unilateral, rayando casi la violación, para retener a Mina en EEUU, y ponerle un bebé como motivo, es comprensivo con ella, pero quiere lo mejor para su hijo.
Y es que se podría argumentar, que Jude viola a Mina cuando ella anuncia su eventual regreso a Italia...
Básicamente, Jude está enamorado, y no quiere perderla, así que simbólicamente la atrapa, embarazándola.
Lo mejor de Hungry Hearts, además de la técnica usada para filmarla, está en los protagónicos:
Adam Driver y Alba Rohrwacher; inclusive la madre, una enorme aparición de Roberta Maxwell.
Absolutamente maravillosos, porque nos brindan un visceral y sobrecogedor “tour de forcé” con sus apabullantes interpretaciones.
La presencia de esta Rohrwacher, está presente en todos, y cada uno de los planos, incluidos aquellos donde no se encuentra presente...
Y consigue dar la tenebrosidad exigida por su personaje y, de un momento a otro, se refleja un cambio de registro, digno de cualquier actor salido del New York Film Academy; y es que su evolución es fenomenal, pasa de una mujer tímida, a una controladora rayando la psicopatía.
Y en el fondo, o las lecturas, probablemente, Hungry Hearts suscitará las iras de animalistas y vegetarianos, por haber puesto ante su cámara, un caso al borde de la patología, pero que parece más bien, una condena al radicalismo al que puede llevar el exceso.
Fruto del conflicto, en definitiva, es la ruina de una pareja que se ama, pero no ha sabido nunca comprenderse, ni hacerse cargo responsablemente de las cosas, más si se trata de un ser humano en formación, el bebé.
El “leitmotiv” de todo el fundamento de su relación, y su bebé, tiene sus raíces en temas de higiene, alimentación, y atrapamiento con Mina, al no tener voz ni voto real en la materia.
La historia, se convierte en el desenlace de una relación, una vez prometedor, así como la desintegración de una mujer, una vez aparentemente normal.
Con el alboroto actual de las vacunas, sin duda, hay un vínculo de hoy en día a la línea de la historia de los instintos de la madre, frente a las órdenes del médico…
Pero que un “abogado” recomiende el secuestro, y un triunvirato de personajes desesperados:
Padre, madre, y abuela, no parece haber muchos datos fácticos aquí... y no se trata de una táctica de miedo eficaz.
El papel de la abuela es bueno y malo, y no por villana, sino porque es puntual, no se sabe más de ella, solo cuando interviene; y eso le resta peso al final, muy bueno, pero sin antecedentes, más allá de ser la abuela republicana…
“We are going to spend the rest of our lives here”
La realidad supera la ficción…
Un tribunal italiano, país donde Marco Franzoso se inspiró para crear su novela “Il Bambino Indaco”, decidió la dieta de un hijo de una madre vegetariana, y un padre carnívoro.
De lunes a viernes, con la madre vegetariana, el plato principal era arroz cocido y verduras…
En los fines de semana, con el padre, el adolescente de 12 años, se resarcía con grandes atracones de hamburguesas en McDonald’s, o de salchichas en casa de la abuela paterna…
Sobre la alimentación del hijo, sus padres divorciados, estaban en completo desacuerdo, hasta el punto de que sus broncas acabaron en un tribunal de justicia, según informa el diario el “Eco di Bergamo”, ciudad de 120.000 habitantes, en la provincia de Lombardía, en Italia.
La madre del menor, es vegetariana, no come carne desde hace 9 años, y ha impuesto su sistema de alimentación al hijo...
El padre, furioso con la decisión unilateral de su exmujer, la ha acusado de poner en riesgo la salud del menor.
Inicialmente, él intentó resolver el problema, preparando una alimentación basada en carne, productos lácteos, y dulces, durante los fines de semana, cuando el hijo vive con él…
Pero la mujer, se lamentaba de que el hijo, después de pasar el fin de semana con el padre, volvía el lunes a casa con dolores de estómago…
Ante el creciente malestar, y aumento de las discusiones entre la pareja, el exmarido decidió plantear el caso en un Tribunal, para pedir al juez que “adoptara una decisión sobre la alimentación del hijo, ante la falta de acuerdo entre los padres”
El magistrado, ha dictado una sentencia salomónica:
La madre debe comprometerse a cocinar la carne para el hijo, al menos una vez por semana, mientras el padre no la debe suministrar más de 2 veces cada fin de semana.
La vida es como el cine, o al revés…

“I hope not”



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