Timbuktu

“مكة المكرمة في هذا الاتجاه”
(La Meca está en aquella dirección)

El cine africano, arrastra todos los males inherentes a la falta de desarrollo de su propio continente, expoliado y sojuzgado, directa o indirectamente por ese otro mundo, que se auto titula primero, a costa de los otros, a los que considera segundos, o terceros.
Si bien, ya en los años 20, se hicieron películas en el continente, no es hasta bien entrados los 70, donde en algunos países se consolida una cierta industria cinematográfica.
Es un cine básicamente social, educativo, y de denuncia en el mejor de los casos, y propagandístico en el peor, con pocas salas, y peor distribución internacional.
Cuando la gente no tiene que llevarse a la boca, o está inmersa en guerras intestinas, la ficción cinematográfica, es un lujo que no se pueden permitir.
La Ciudad de Tombouctou, apodada “La de Los 333 Santos”, cercana al río Níger, a 7km de distancia del río, en la región del mismo nombre, en La República de Malí, ha gozado durante buena parte de su historia, de una posición de privilegio, como enclave estratégico en las rutas de comercio que atravesaban El Sahara.
Sin embargo, su historia cambió profundamente desde el 16 de enero de 2012, cuando varios grupos insurgentes, lanzaron una campaña contra El Gobierno de Malí, reclamando la independencia, o una mayor autonomía para el norte de Malí, un área conocida como Azawad.
El Movimiento Nacional para La Liberación del Azawad (MNLA), era una organización que lucha para hacer del Azawad, un hogar independiente para los tuareg, que reivindica la independencia de la parte septentrional de Malí, que tomó el control de la zona, en abril de 2012.
Cuando El Presidente, Amadou Toumani Touré fue expulsado del poder, por un Golpe de Estado provocado por su gestión de la crisis, un mes antes de tuvieran lugar elecciones presidenciales; soldados amotinados, agrupados bajo el nombre de “Comité Nacional para La Restauración de La Democracia y El Estado” (CNRDR), tomaron el control, y suspendieron La Constitución de Malí.
Como consecuencia de la inestabilidad que siguió al Golpe de Estado, las 3 principales ciudades del norte de Malí:
Kidal, Gao y Tombouctou, fueron tomadas por los rebeldes, en 3 días consecutivos.
Las organizaciones islamistas de Ansar Dine, llamados “Defensores de La Fe”, El Movimiento por La Unidad, y La Yihad en África Occidental (MUYAO), que era una organización activa, formada a partir de una ramificación de Al-Qaeda en El Magreb Islámico, tenía el objetivo de diseminar la yihad, a través de una amplia porción de África Occidental, aunque sus operaciones se han limitado al sur de Argelia, y el norte de Malí, y Boko Haram, con la presencia interrumpida de Al Qaeda del Magreb Islámico, una organización terrorista internacional, de origen argelino, vinculada desde sus orígenes con la Yihad Islámica, y desde 2006, con Al Qaeda, presentaron su apoyo a la rebelión.
Así gran parte de los monumentos históricos de la ciudad, fueron destruidos por el grupo terrorista islámico, Ansar Dine, al considerarlos “impíos”
El gobierno maliense, debido a su debilidad estructural, no logró acabar con los terroristas; pero La Comunidad Internacional, se movilizó contra estas demoliciones, pero tampoco fue capaz de frenar la tragedia; y se destruyeron mezquitas, bibliotecas, mausoleos, y otros edificios históricos de la ciudad, además de miles de manuscritos preislámicos y medievales, que en ellos se guardaban.
Los textos, considerados tesoros de sabiduría, hablaban del Islam, pero también de astronomía, música, anatomía, o botánica, asuntos que los yihadistas desprecian por “impíos”
Así, El Gobierno de Malí solicitó apoyo militar extranjero, para reconquistar el norte del país; y el 11 de enero de 2013, el Ejército Francés, comenzó operaciones contra los islamistas, en una intervención denominada “Operación Serval”
Adicionalmente, y como parte de esta operación, fuerzas de otros países de La Unión Africana, se desplegaron poco tiempo después de la llegada de las tropas franceses.
Para el 8 de febrero, el territorio tomado por los islamistas, había sido mayoritariamente reconquistado por El Ejército de Malí, con la ayuda de La Coalición Internacional.
Los separatistas tuareg, continuaron su lucha contra los islamistas, si bien, el MNLA, ha sido acusado de llevar a cabo, ataques también contra El Ejército de Malí.
El 28 de enero de 2013, fuerzas francesas y malienses, logran recuperar la ciudad de Tombouctou, luego de que los rebeldes islamistas que la habían ocupado, huyeran del antiguo centro comercial del Sahara, e incendiaran varios edificios, entre ellos, una biblioteca con invalorables manuscritos.
Dicha recuperación de tal ciudad, se produce luego de la toma de la ciudad de Gao, ciudad que había sido ocupada en el año 2012.
No se produjeron enfrentamientos entre ambas fuerzas, y lograron entrar sin problemas a la ciudad.
Fuero 1,000 soldados y paracaidistas franceses, y 200 soldados malienses, quienes tomando el aeropuerto de Tombouctou, y rodeando la antigua localidad, buscaron bloquear la huida de los insurgentes, vinculados con Al Qaeda.
Los rebeldes del movimiento independentista tuareg, MNLA, dijeron que lograron recuperar la ciudad de Kidal también, luego de que los islamistas huyeran del lugar; y el 18 de junio de 2013, se firmó un acuerdo de paz, entre el gobierno y los rebeldes tuareg.
Aunque durara solo 1 año, el periodo en el que Ansar Dine, gobernó los destinos de Tombouctou, no será olvidado fácilmente por los habitantes que no huyeron de la ciudad.
“أنا أستمع”
(Estoy escuchando)
Timbuktu es un drama franco-mauritano, del año 2014, dirigido por Abderrahmane Sissako.
Protagonizado por Abel Jafri, Hichem Yacoubi, Kettly Noël, Pino Desperado, Toulou Kiki, Ibrahim Ahmed, Layla Walet Mohamed, Mehdi A.G. Mohamed, Fatoumata Diawara, Adel Mahmoud Cherif, Salem Dendou, Mamby Kamissoko, Yoro Diakité, Cheik A.G. Emakni, Zikra Oualet Moussa, Weli Cleib, entre otros.
El guión es de Abderrahmane Sissako y Kessen Tall; y es muy importante, que el autor de Timbuktu sea musulmán, mauritano de nacimiento, y maliense de adopción.
Estas particularidades, le confieren plena autoridad para ilustrarnos sobre lo que está ocurriendo en los países del Magreb, y El Sahara Occidental.
La decisión de rodar Timbuktu, la tomó el director, después de ver en Internet, la imagen de la lapidación de una pareja, por cometer el “terrible crimen”, estar viviendo juntos, sin estar casados, y por haber tenido un hijo fuera del matrimonio, en Aguelhok, una comuna rural, y localidad de la región de Kidal, en el este de Malí, que forma parte del Círculo de Tessalit.
“¿Qué puede hacer un artista, en el momento en que la humanidad está siendo acosada por hordas filisteas y destructivas?”
Reflexiona Sissako, que ya ha visto como Timbuktu ha sido retirada de varias salas comerciales en Bélgica, después de los terribles asesinatos de los trabajadores de la revista satírica francesa, Charlie Hebdo.
Los exhibidores cinematográficos, han tenido miedo que Timbuktu pudiera desencadenar la ira de radicales islamistas...
Y es que Timbuktu, está ambientado durante La Guerra de Malí, en el que el grupo terrorista, Ansar Dine, ocupó el territorio norte maliense; por lo que fue necesario rodarlo en árabe, inglés, francés, tamasheq y bambara, para darle ese toque de realidad documental; ya que también tiene 2 vertientes:
La violación moral de un pueblo africano, bajo el yugo de armados islamistas inquisidores; y por otro, una familia Tuareg, y el devenir de su futuro inmediato.
Ambos bajo las palabras del profeta Ala, bajo La Ley de Dios, donde lo insignificante es capaz de ser incluso, peor que la locura.
Timbuktu es un drama social puro, que fue nominado a La Palme d’Or del Festival Internacional de Cine de Cannes, y ganó El Premio del Jurado Ecuménico, y el François Chalais; siendo también nominada al Premio Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
El rodaje, tuvo lugar en Oualata, Hodh el Charqui, sureste de Mauritania; y Timbuktu toma su nombre, de una ciudad de Malí, que temporalmente cayó en manos de extremistas islámicos; de ahí que se inspira libremente, en este capítulo de la historia.
Basta ver al inicio, con la bandera del Estado Islámico, para percatarnos de la autenticidad del relato; y es que pocas veces, la ocupación de un ejército invasor, ha sido descrita con tanto rigor y dolor contenido.
Sissako detiene su mirada, en todas las formas de la opresión, desde las más sutiles, como la vigilancia sobre los ciudadanos; hasta las más explícitas como los castigos a quienes quiebran la ley.
Afortunadamente, la sensibilidad visual del realizador, es comparable con su formación humanista, y nos deja imágenes de arrebatador lirismo.
Cine de denuncia, en manos de un maestro acuarelista.
Estamos en el año 2012, cuando la ciudad maliense de Tombouctou, ha caído en manos de extremistas religiosos.
Kidane (Ibrahim Ahmed dit Pinto) vive tranquilamente en las dunas con su esposa Satima (Toulou Kiki), su hija Toya (Layla Walet Mohamed), e Issam (Mehdi Ag Mohamed), un niño pastor de 12 años.
Pero en la ciudad, los habitantes padecen el régimen de terror, impuesto por los yihadistas:
Prohibido escuchar música, reír, fumar, e incluso jugar al fútbol.
Las mujeres, se han convertido en sombras que intentan resistir con dignidad.
Cada día, unos tribunales islamistas improvisados, lanzan sentencias tan absurdas como trágicas.
El caos que reina en Tombouctou, no parece afectar a Kidane, hasta el día en que accidentalmente mata a Amadou (Omar Haidara), un pescador que ha acabado con la vida de “GPS” su vaca favorita.
Ahora, debe enfrentarse a las leyes impuestas por los ocupantes extranjeros...
Quienes componen estos personajes, son hombres de diferentes antecedentes, con diferentes lenguas y culturas, que se unen por una causa personal y religiosa, que afecta la convivencia normal de los habitantes de este pueblo.
Muchas veces, con una incoherencia de por medio, se intentan convencer a sí mismos, que lo que hacen es lo que deben hacer…
Ante la humillación y los actos de esos personajes multifacéticos, Timbuktu cuenta el combate silencioso y digno, de hombres y mujeres, y el futuro incierto de los niños.
“لدي رسالة منه”
(Tengo un mensaje de él)
¿Qué es lo que pasa, cuando la religión es sometida, y no adoptada?
En muchos pueblos de África, donde el Islam, como lucha yihadista, y no como religión de fe, se apoderan de aldeas indefensas, por la fuerza, cambiando su esencia y espíritu; donde sus derechos, libertades, e incluso tradiciones, son violados constantemente, y todo siempre bajo una propia interpretación de esa fe, y las disparatadas leyes cambiantes, e impuestas sin razón aparente.
Obras como la de Abderrahmane Sissako, necesitan ser vistas, para ayudarnos a comprender una realidad que, a menudo se nos muestra distorsionada en los medios de comunicación.
Además, Timbuktu se sostiene, más allá de la crítica, o la denuncia social, gracias a un guión construido a base de intriga, y pequeñas dosis de humor, si me permiten el sarcasmo, y una dirección técnica y actoral excelente.
Timbuktu es una amenaza real, capaz de cambiar perspectivas sobre el Islam, y el continente africano, a cuya gente humaniza, y a cuyos dictadores, políticos o religiosos, ridiculiza abiertamente.
Abderrahmane Sissako, examina todas estas formas de oprimir y ejecutar a un pueblo, en el nombre de Alá, más con la inteligencia, que mostrando sangre.
En el momento que una creencia, o forma de ver la política o la cultura, no se abre, se convierte en algo sectario, como:
No concibo tu forma de pensar, no te tolero, por tanto te elimino.
En la mayoría de los casos, por falta de inteligencia o adaptación, se convierte en una forma rápida de exterminio silencioso.
La definición de “yihad” es “guerra santa de los musulmanes”
Tombouctou, capital de Malí, cae ante los yihadistas, ellos imponen sus leyes retrógradas, y que atentan las libertades personales y culturales.
Dentro de estas decisiones “particulares”, se encuentran:
Apedrear la cabeza de 2 personas enterradas, por hacer música…
Por eso, lo primero que hacen los militantes de Ansar Dine, a su llegada, es recorrer las calles con un megáfono, proclamando que ellos son guerreros del yihad, y dando a conocer las rigurosas leyes que van a ser de aplicación, a partir de ahora, como la obligación por parte de las mujeres, de llevar guantes, o la prohibición de jugar al fútbol, o de tocar música.
Lo que nos muestra Sissako, desde los primeros minutos, es la llegada de esos extraños, a un lugar que si bien no resulta ser “El Paraíso en La Tierra”, sigue manteniendo las alegrías primordiales, que dan sabor a la existencia humana.
Un ejemplo, es la familia de Kidane, que vive a las afueras de la ciudad, viviendo un tanto al margen de la nueva realidad, aunque al final, no puedan evitar un encontronazo con los que se acaban de proclamar “dueños de Tombouctou.
La mirada de Sissako, se extiende con ternura hacia ese núcleo familiar, que quiere mantener su modo tradicional de vida, cuando todos los que han podido, han huido:
Los amantes de la música, los jugadores de fútbol, etc.
Por eso, las debilidades integristas, a unos les gusta el fútbol, a otro la danza, otro fuma a escondidas, con el kalashnikov ad hoc, no se muestran como ejemplos de hipocresía, sino como flecos propios de la vida humana.
En la capital de Malí, se enfrentan entonces, el ganadero y el pescador, con fatales consecuencias para los 2.
Ni más ni menos, lo que hace rica a Timbuktu, son los factores exógenos, un país africano, bajo yihadistas, y con influencia francesa, por haber tenido colonias.
En una secuencia, realmente buena, tenemos a los 2 protagonistas, en la orilla del río, pero el destino será el mismo para los ambos, la muerte.
En este caso, el maravilloso final abierto, da un magnífico resultado.
Lo mejor, es su sensación de veracidad, ya que muestra a los islamistas extremistas, como “gente normal” más allá de su ideología.
Es decir, personas con emociones, que ven partidos del Madrid y del Barça, que no tienen problemas, a la hora de escuchar lo que les dicen los demás, aunque eso no sirva para hacerles cambiar de idea, etc.
La primera escena, es harto elocuente:
Un grupo de yihadistas, dispara para hacer sus prácticas de tiro con sus temibles AK-47, contra antiguas máscaras, y figuras de madera, productos de la tradición tribal de la región, destruyéndolas, o desfigurándolas por completo.
La fuerza y la intención de estas imágenes, son muy reveladoras sobre el trasfondo de la historia…
Un rehén occidental, es llevado por una partida, hacia otro lugar desconocido… frente a este nuevo mundo impuesto por los grupos radicales, se encuentra una sociedad tradicional, que se enfrenta a la perversa mirada, con la que los yihadistas interpretan El Corán para sus propios fines, brutales, desconsiderados, e inhumanos.
El Islam, lo justifica todo, según ellos, a pesar de que el imán local, pretende convencer al jefe de los radicales, de que hay que ser generosos, y que la dignidad de la fe, no estriba en la fuerza, sino en la reflexión; en otras palabras, en asumir las propias debilidades humanas; reconocer nuestras imperfecciones, nos llevan al perdón, a la piedad, y al respeto.
Sin embargo, los yihadistas utilizan arteramente la filosofía resignada del Islam, es decisión de Alá, hay que cumplir el destino.
La policía religiosa, con sus petos negros, vigila y controla desde los tejados y las calles, con permanentes retenes armados, para que se cumplan las reglas, apaleando, o ya apedreando a quien incumpla la Sharia, y las prohibiciones.
Sin embargo, es un mundo contradictorio:
Apelan a la tradición pero, por otro lado, se comunican por móviles, y se desplazan en automóviles Toyota, por las arenas del desierto, incluso, uno de ellos, fuma en secreto, contraviniendo las mismas normas que han impuesto.
Con ello, Sissako no nos trae una narración de “thriller”, ni nos presenta una película de buenos y malos, o un melodrama, su mirada es mucho más inteligente, y menos manipuladora, sin que por ello, su voz de protesta pierda fuerza.
Lo que ocurre en el poblado, se ve “con normalidad”, sin grandes eventos, como un simple avanzar de los días, en los que asistimos a lo que de verdad, y esto es lo importante, es vivir bajo la sombra del yihad.
La trama, también, nos habla de una familia destruida:
Kidane, es un próspero ganadero, que ama con sentido afecto a su mujer, Satima, y a su hija, Toya.
Vive en su haima, a las afueras de Tombouctou, recordándonos ese pasado nómada.
Sin embargo, un buen día, una de sus vacas favoritas, a las que guía el joven Issam, acaba enganchada en la red de un pescador vecino…
Y este la mata.
Kidane, furioso, se enfrenta al pescador, con tal mala suerte, que se le dispara la pistola que lleva con él.
Su suerte, se fía a los nuevos Tribunales de Justicia; y ha de pagar “sangre por sangre” con su vida, por tanto, queda arruinada, al igual que la de su familia.
Todo, son detalles, como el burro que deambula por la ciudad, y que parece ser el único libre, en una sociedad sometida a los dictados de la sinrazón, en la que se obliga a las jóvenes hijas casaderas, a ser entregadas por la fuerza a los yihadistas…
No les importan las costumbres, ni las emociones.
Utilizan El Corán torticeramente, sin importarles el sufrimiento humano, imponiendo una doctrina de hierro.
Sin embargo, tras cada fotograma, tras cada emoción sustraída, y cada imagen dispuesta, hay un elemento que explica, en buena medida, por qué estas poblaciones no se rebelan ante tamaña represión, y es ese fatalismo propiciado por la propia religión islámica:
“Alá lo dispone así”
La única persona que vive feliz, es la loca del pueblo, la única que parece vivir ajena a los dictados de los hombres.
Otro detalle curioso, es que las diferentes lenguas de la zona, complican sobremanera la comunicación entre las personas, siendo necesarios, uno o más intérpretes, para mantener una conversación entre varias personas.
Lo bueno es que siempre hay alguna persona que habla varios idiomas, para poner en comunicación, a unos y otros.
Otro de los puntos fuertes, es su exótica belleza natural, con una fotografía cuidada, y siempre a gran altura, sin necesidad de recurrir a composiciones de postal, que edulcoren equivocadamente el relato.
Las escenas bastante duras, como lapidaciones y discusiones entre radicales y mujeres, que quieren ser libres, y no estar sometidas a esa gente, son sutiles, nada gráficas.
De las escenas, la primera que nos muestra a una gacela corriendo por el desierto, tiene similitud con la final, en donde vemos a los 2 niños corriendo al igual que unas gacelas, sin rumbo fijo; y el partido de fútbol sin balón, capaz de erizar todos los pelos del cuerpo, emociona hasta casi las lágrimas, ver el ansia de libertad de los jóvenes, de cómo se refugian en la imaginación y la creatividad, para escaparse de esa cárcel sin sentido, de cómo se amparan en la espontaneidad de lo fabulado, para encontrar una rendija de luz y aire fresco, que les permita seguir adelante.
O el caso de una mujer vendedora de pescado, que es obligada a usar guantes; ella no sólo se queja, aduciendo que le resulta imposible hacer su trabajo con guantes, sino que hasta los desafía, a que le corten las manos, porque no usará la prenda.
En otro momento, la misma mujer comenta, que quiere irse del lugar, pero no puede…
Y resaltar, la fuerza y valentía de los personajes femeninos, tan alejados del estereotipo de sumisa mujer musulmana, a la que estamos acostumbrados en occidente.
Timbuktu, evidencia otro poder que reposa en el valor de la contraposición, la cual no sólo otorga una suerte de voz de protesta, sino también de exhibición.
Como aquellos resquicios, donde una mujer desafía lo dominante, o un joven carece del convencimiento del fanatismo para grabar un video con sus virtudes; allí, en esos ínfimos espacios, Timbuktu se vuelve inmensa; y si algo nos deja claro, es que las principales víctimas del terror islámico, son los habitantes de aquellos países, que deben dotarse de unos niveles de paciencia y aguante para sobrevivir, difícilmente concebibles por nosotros.
Lo más grave es que esta gente, cree estar practicando la más perfecta de las virtudes, amargando la vida a los demás.
En otras circunstancias, serían considerados unos payasos, y nadie les haría el menor caso, pero por desgracia, tienen la costumbre de sustentar sus razones con la exhibición permanente de sus fusiles.
La única resistencia posible, muy tibia eso sí, es tratar de vencerles en su terreno, en el de la discusión teológica.
Y eso solo puede hacerlo el imán de Tombouctou, un hombre que practica una versión mucho más tolerante y flexible del islam.
Aun así, es muy difícil hacer que un iluminado siga otro camino que el marcado por su secta.
Enseñorearse de una ciudad, sentirse importante, y provocar miedo en los demás, son sensaciones a las que difícilmente se puede renunciar.
Es la droga del poder, otorgada a unos muchachos que, seguramente hasta hace poco eran unos parias en su tierra.
Es prioridad de Timbuktu, el diferenciar claramente, yihadista de musulmán, que tanta gente, y lo que es peor, tantos medios confunden y tratan, manipuladora y falsamente, como un mismo ser.
Hay pocas dudas, en torno a que Timbuktu sea un filme valiente, lleno de coraje, y consagrado a levantar la voz, allí donde reina la sinrazón.
Pero esas formas, en apariencia, sencillas e inocentes, la convierten también, en un peligroso instrumento, con el que poder lavar conciencias, en lugar de removerlas.
No cuesta demasiado escuchar, en estos tiempos, que el mundo necesita películas que denuncien toda tiranía existente, pero sería igual de necesario, preguntarse si, para ello, el filme tiene carta blanca, con la que imponer en lugar de enseñar.
En definitiva, para terminar, convirtiéndose en aquello que odiaba, una propaganda.
“وقال انه لا يمكن فعل أي شيء للمساعدة.
انتهى”
(Él no puede hacer nada para ayudar.
Se acabó)
Si bien, explícitamente, El Presidente Francés, François Hollande, justificó la participación francesa en Tombouctou, por motivos de pacificación, y rechazó la existencia de intereses políticos, o económicos con estas palabras:
“Francia es un país libre, tiene valores... no estamos defendiendo ningún tipo de interés político, o económico en Malí, defendemos simplemente la paz”
Especialistas como G. Labarthe, fundador de la agencia de noticias suiza, DATAS, y especialista en África, asegura que parece claro, que Francia y el resto de los países implicados en Malí, también se están moviendo por el interés de asegurar los yacimientos mineros de la región, como ya sucediera hace 2 años con Libia.
Durante los meses anteriores a la intervención, Le Monde publicó diversos artículos, sobre la importancia de los depósitos de uranio, y cuestionó una posible intervención militar...
Igualmente, la organización Global Research, señaló que en los alrededores de Faléa, en la región de Kayes, al sur del país, existen importantes yacimientos de uranio, cuyo acceso podría ser potencialmente importante para la industria nuclear francesa.
En esa misma región, la corporación canadiense, Rockgate, lleva años realizando prospecciones.
También, existen depósitos importantes de uranio, en la región de Gao.
Por otra parte, el Al Qaeda del Magreb Islámico, (AQMI) tiene retenidos a 7 rehenes franceses, y los islamistas suponen una amenaza de seguridad para toda la región de Sahel, donde viven miles de ciudadanos franceses.
Los intereses están…
Así las cosas, con su Timbuktu, Sissako pone de manifiesto, una de las características más peligrosas de las religiones:
Cuando las palabras de cualquier libro “considerado sagrado”, pueden utilizarse para justificar cualquier barbaridad:
Latigazos, lapidaciones, destrucción del patrimonio cultural, y prohibiciones absurdas.
Todavía, existen muchos lugares en este planeta, en los que se puede ser rebelde, tocando una melodía, o jugando un partido de fútbol sin balón.
Y Timbuktu ayuda, a que los occidentales seamos conscientes de la inmensa suerte que tenemos al haber nacido en países libres y democráticos, y a concienciarnos de lo frágiles que resultan estas libertades, que damos por hechas todos los días.

“أين هو المغفرة والرحمة أين، أين الله في ما تفعله”
(¿Dónde está el perdón?, ¿Dónde la piedad?, ¿Dónde está Alá en lo que hacéis?)



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