The Captive

“Money for teeth”

Cuando la esperanza es todo lo que tienes…
Todos los crímenes del mundo, tienen un punto execrable; unos más que otros, pero si alguno de ellos se lleva la palma, es el referente a la pederastia, por todo lo que conlleva, y la sensación de repugnancia que llega a producirnos.
El secuestro de niños, es la acción de retener indebidamente, e ilegalmente, a uno o varios menores de edad, y mantenerlos en cautiverio contra su voluntad para diversos propósitos.
Los niños, pueden ser secuestrados, tanto por organizaciones delictivas, como por individuos perturbados, y para distintos objetivos.
Se trata de un crimen de lesa humanidad, y constituye una grave violación de Los Convenios de Ginebra.
Siempre se ha dicho, que el cine es fondo y forma, qué se cuenta, y cómo se cuenta; y muchas veces, basta con que una de las 2 cosas esté bien, para que la película funcione, pero otras veces no, aunque el tema sea tan peliagudo como el secuestro de niños por pederastas.
“The hunt is on”
The Captive es una película de suspense, del año 2014, dirigida por Atom Egoyan.
Protagonizada por Ryan Reynolds, Scott Speedman, Mireille Enos, Rosario Dawson, Bruce Greenwood, Kevin Durand, Alexia Fast, Peyton Kennedy, Brendan Gall, Aaron Poole, Jason Blicker, entre otros.
El guión es de Atom Egoyan y David Fraser; cuyo título inicial fue “Queen Of The Night”, y posteriormente “Captives”
El cine de Egoyan, continúa explorando los rincones más sórdidos del comportamiento humano, con este gélido drama, en el que una niña es secuestrada con fines pedófilos.
Lo de “gélido”, no es en vano, pues la historia acontece en Ontario, a los pies de Las Cataratas del Niágara.
La nieve, siempre presente, trata de reforzar el ambiente de tensión; el sentimiento de culpa del padre, la rabia de la madre, y El Síndrome de Estocolmo de la niña, tras años secuestrada, van a su vez, entretejiendo una densa atmósfera aderezada por las pesquisas policiales.
El frío canadiense, se integra así con el estado de ánimo que proyecta la soledad y la pérdida que Egoyan evoca en la narrativa.
La rodaje tuvo lugar en 2013, en Gran Sudbury, Ontario, Canadá; y posteriormente, tras su realización, fue seleccionada para competir por La Palme d’Or en El Festival Internacional de Cine de Cannes, siendo abucheada y despreciada, casi unánimemente por la crítica.
La acción acontece en Canadá, cerca de Las Cataratas del Niágara.
Matthew Lane (Ryan Reynolds), y Tina (Mireille Enos) forman un matrimonio que lucha por descubrir el paradero de su hija Cassandra (Peyton Kennedy), desaparecida después de 8 años; hecho que ha provocado más de un problema entre ellos, y alguno que otro con la policía, que en todo este tiempo no ha logrado un avance significativo en la investigación.
Mientras que la policía investiga el secuestro, Matthew, frustrado por todo, comienza a tomarse la justicia por su mano.
Desde un primer momento, el padre se va a volcar en tratar de recuperar a la niña por su cuenta, porque desde su primer encontronazo con los policías, su relación con ellos es agresiva, al encontrar que lo consideran sospechoso.
Por otro lado, tenemos a una madre que culpabiliza al marido de la pérdida de la niña, y que colabora con los detectives Nicole Dunlop (Rosario Dawson), que se especializa dentro de La Unidad de Explotación Infantil, y trabajando en el caso junto a ella, se encuentra Jeffrey Cornwall (Scott Speedman), un novato en el área, intrépido al llegar hasta las últimas consecuencias con cualquier sospechoso.
Es a través de la madre, que conocemos que, tras años de cautiverio, la ya adolescente Cassandra está viva; y no sólo eso, sino que es utilizada para capturar a otras niñas, en una red pedófila.
Por si parte, Cassandra es retenida en un lujoso búnker, dentro de la casa de su raptor, Mika (Kevin Durand)
En todo momento, la actitud de la adolescente es dócil, pero melancólica; y desde su habitación, puede ver a su madre trabajar en el hotel, debido a que espían con cámaras las habitaciones donde hace limpieza...
Allí le dejan, no se sabe cómo, recuerdos de Cassandra, y absurdamente, la única acción de la madre es llorar...
Así pues, asistimos a la desesperación de los progenitores, los inevitables reproches sobre quién tiene la culpa de la desgracia, la investigación abierta por un grupo de agentes especializados en delitos de carácter pedófilo y, curiosamente, el encierro de la chica, en una habitación durante 8 años, a manos de un delincuente sexual.
A pesar de su escabrosidad, el tema de los pederastas, que logran ganarse la confianza de los niños a través de internet, para convertirlos en víctima de sus más bajos instintos, está de plena actualidad.
Nada más lejos de la realidad.
“What is your history with children?”
Si bien, The Captive, aunque no lo pone, está basada en hechos tan reales, que lo vemos día a día en las noticias, y es el secuestro de niños.
Espeluznante, es la palabra que más se repite en la cabeza; el diablo retratado con toda su crueldad y ferocidad, el demonio más repugnante, sirviéndose en bandeja a sus víctimas, con una frialdad, calma, normalidad, y acceso disponible que te pone la piel de gallina, observadores del dolor más horrible, y provocadores del horror más inhumano, un Lucifer con traje y corbata, vecino de sus amigos, que revuelve entrañas, con una manipulación de la existencia, llevada al extremo, para placer y consumo propios, el atroz juego del sufrimiento y el dolor, el gusto, y el sabroso deje de la devastación familiar...
The Captive nos narra la historia del secuestro de una niña, y el proceso de investigación, que combina el secuestro, y su infructuosa búsqueda con el presente, muchos años después, ya que se reactiva el caso, puesto que el equipo de investigación, obtiene nuevas pruebas, que indican que la niña está viva, por lo que reabren el caso.
Y entramos de nuevo en el mundo de la violencia contra niños y jóvenes, en el mundo de la pederastia, de los poderosos impunes, de las organizaciones paralelas, que a nadie responden; y en el juego de las nuevas tecnologías que tanto gustan a Egoyan, el juego, el uso, y el abuso, el control emocional provocado en un insano juego de maldad.
Una niña, es secuestrada a los 10 años de edad, en donde el espectador no tiene dudas de este hecho, pero el padre tiene que soportar la duda policial, y el rencor de la esposa, que le culpa de la desaparición.
Un personaje, controla los movimientos de la familia, y de la policía, a través de sofisticadas aplicaciones informáticas, y es quien tiene en su poder a la niña, que ya se ha convertido en una joven de 18 años.
De la felicidad de Cassandra, la niña secuestrada, depende la felicidad del secuestrador, o de quien disfruta de las ventajas del secuestro.
En un tormento sucesivo, este personaje va dejando objetos de la niña en el lugar de trabajo de la madre, disfrutando de la reacción de dolor que provoca en ella, el reconocimiento de cada objeto.
Como dato curioso, Casandra, es el personaje de la mitología griega, con facultades adivinatorias, según la versión, la propia Casandra tenía que soportar que su don fuera fuente de conflictos, y hasta de controversia, al no ser creídos sus vaticinios, una vez que rechazó a Apolo, pero etimológicamente se la conoce como “la que enreda a los hombres”, en este caso, el enredado no deja de ser el personaje de Mika, el secuestrador.
Feliz por las historias que inventa Cassandra, y que le encanta escuchar por boca de ella, va cayendo en la petición de la chica, para que le permita hablar y ver, de nuevo, aunque sea una única vez, a su padre, y a su pareja de patinaje sobre hielo, y serán esos giros inesperados, y poco consecuentes con el carácter exclusivo y secreto de la organización criminal, que veladamente aparece en la historia, la que provoca un final propio de un “blockbuster” policial, convencional, y anticlimático.
Otro aspecto muy plausible, es su estética, la cual recuerda ineludiblemente, a la obra de culto de los Hermanos Coen “Fargo” (1996)
Esos terrenos nevados, poco poblados, desolación, soledad, y frío a partes iguales.
Su ambientación, también gracias a una fotografía remarcable, a cargo de Paul Sarossy, colaborador acérrimo del cineasta canadiense de origen armenio; la cámara se mueve con elegancia en todo momento, extrayendo algunas imágenes poderosas, del mismo modo que la nieve, tan presente en sus imágenes, funciona como perfecta metáfora de la frialdad con la que actúa el villano de la historia, capaz de moverse en sociedad, como un tipo respetable, sin despertar la mínima sospecha.
Sin embargo, aunque The Captive se desarrolla en 8 años, todas las escenas tienen lugar durante el invierno, supongo para incrementar el efecto dramático, la frialdad narrativa, y la perturbación en torno a la idea del abuso sexual, que son las mayores bazas.
Lamentablemente, Egoyan no logra llevar a buen puerto, casi nada de lo que propone:
La premisa, potente y prometedora, deja paso a un desarrollo flojo, carente de garra, e incluso de credibilidad en la narración, y con una preocupante falta de enfoque, que resta intensidad a todo lo que ocurre.
La siniestra temática, está desarrollada de forma tan torpe, como poco creíble, con un sinfín de situaciones inconexas, como el romance entre los detectives, algunos personajes, aparecen y desaparecen caprichosamente, sin dejar en claro su funcionalidad para el relato, como la ayudante en los secuestros, y el capturado; además de que nunca quedan claro, las motivaciones de los villanos, o la organización de pedófilos.
Y es que The Captive, no define del todo, el funcionamiento de la oscura trama, detrás de la desaparición de Cassandra, y aporta detalles de suficiente turbiedad, para resultar inquietante, pero se queda en el limbo.
El cineasta, no profundiza sobre aspectos tan fundamentales, como la transformación de Cassandra, y lo ocurrido en 8 años en los 3 frentes:
Los padres, los detectives, y la víctima que se convierte en instrumento de sus captores; delincuentes de doble moralidad, con un aspecto externo impoluto, pero con un interior turbio y terrorífico, que se podría creer que tiene conexiones con la policía.
Uno de los principales motivos, por los que The Captive no funciona, tiene que ver con una estructura fragmentada, de manera arbitraria, que no tiene razón de ser, y entorpece el seguimiento de la historia.
Está muy mal montada, y con grandes problemas de edición y continuidad; pues va saltando entre 4 ejes temporales:
2005, cuando la niña es secuestrada; 2011, 2012, y 2013; que el director trata de solucionar, poniendo un subtítulo, pero que aun así, no consigue solventar.
Ese tipo de narración, salta constantemente a distintos puntos, sin seguir una línea temporal, como si su director se dedicase a jugar con el guión, desordenando sus piezas, con el objetivo de dificultar la interacción del espectador con ella, sin un motivo de peso detrás, que justifique ese hándicap, pues las situaciones no ganan en interés ni intensidad, y el escenario narrativo, no deja de ser previsible y lineal a pesar de ello.
Al inicio, crea confusión y extrañeza, por la breve duración de sus tiempos alternos, lo cual implica una esmerada atención de parte del espectador, para descubrir cada pieza, y reubicarla en el puzle.
Pésimo aquello de recurrir constantemente al “flashback” y al “flashforward”, pues brindan confusión en el seguimiento de los hechos; quizás éste sea su mayor pecado, y le resta muchos puntos, de cara a la opinión post visionado.
Egoyan, tenía un filón para explotar, su capacidad única para describir la sinuosidad enfermiza del cerebro, lo que apunta sutilmente con esos secuestradores pervertidos, convertidos en vampiros del dolor ajeno, en esa joven con Síndrome de Estocolmo, o en el trauma sufrido por la policía.
Que nuevamente no es suficiente, y deambula en exceso, por la indefinición del tono, en un difícil equilibrio entre la acción y lo psicológico, quedando finalmente demasiados cabos sueltos, que dejarán insatisfechos a la mayoría de espectadores.
Por ejemplo:
El secuestrador es desvelado inmediatamente, junto con el estado de la niña, ya adolescente, sobrecargando el inicio, de una información que podría haber sido diluida, fomentando la intriga.
El motivo del secuestro, tampoco importa demasiado, y se desconoce inclusive, si padeció algún tipo de abuso, es más:
¿Qué pasó en esos 8 años, en los 3 frentes?
Nunca lo sabremos; y la trama se pierde entre tantos saltos de espacio y tiempo que, si no es por el natural crecimiento físico de Cassandra, es casi imperceptible.
Y es que los años pasan para la historia y la protagonista, pero no para sus compañeros, siguen tal cual, con lo que la credibilidad va perdiendo fuelle.
Y es que desde la inhumanidad del comando policial especializado, que no actúa, o no se ve actuar, lo primero es hacer creer que el padre está implicado, cuando el espectador ya sabe que no es así, y captura a un presunto pedófilo, que en las dependencias policiales, recibe una visita, sin embargo, nadie toma nota del visitante, ni más ni menos que el secuestrador, y que tiene cara de serlo, y no logra bajar sus ademanes para dejar de serlo...
Que posteriormente se vea en un evento social con los altos dirigentes policiales, aquí hay algo que no está bien.
La niña secuestrada, no muestra en ningún momento desesperación, tristeza, o cualquier emoción que delate su situación real, tan sólo algo de melancolía por ver a sus padres… pero nada más…
¿Pero dónde se ha visto, que un secuestrador saque a la secuestrada a la calle, para ver a su padre un rato?
Esto no hay por dónde cogerlo de ninguna forma, y tras de eso, le dispara y no se sabe más de la ocasión, del mismo modo, de todas las pistas que recibe la madre en los cuartos del hotel donde trabaja, todo eso no tiene ni pies ni cabeza.
¿Cómo localiza la policía, el lugar en donde se encuentra Rosario Dawson?
La única pista, es una imagen de una cámara, grabándola en el interior de una furgoneta…
¿Será que Cassandra lo sabía?
Pero si no salía del cuarto…
Hay que considerar también, una descripción de personajes pobre, y hecha totalmente a desgana, con quienes resulta difícil empatizar.
Desde el principio, aparecen todos los personajes sin careta, cada uno en su posición de agresor/agredido, sino de la observación más provocadora, desagradable, e inquietante del dolor, la humillación, el abuso, el regocijo, la satisfacción del sufrimiento provocado en los demás, con una gélida mirada, helada presencia que impresiona y atrapa la petrificada percepción del espectador.
Pero por encima de todo, el problema es de fondo, de un guión que trata a sus personajes, con un enfoque superficial y descuidado, sumamente torpe, para una historia que pide a gritos ahondar en su psique, y en vez de eso, pierde el tiempo en subtramas innecesarias, y sugiriendo buenas ideas, pero que surgen con una intermitencia tal, que pierden todo su potencial.
Se salva de la quema, el padre de la niña, una buena actuación de Ryan Reynolds, que parece ser el único que aporta algo de vida.
La frustración de sus emociones, particularmente por la manera en que es tratado por la policía, es creíble, si bien, por momentos parece totalmente fuera de lugar dentro de la desidia imperante que provoca el resto, incluida una desaprovechadísima Rosario Dawson, que se esfuerza por sacar adelante un rol que se pierde, intentando llegar a algo concreto; cómo no, al “showstopper” del film:
Kevin Durand, vilmente perturbador en el rol de antagonista de la función, pero demasiado evidente que parece ridículo.
Dicen las lenguas entendidas, que lleva repitiendo el mismo papel, en piloto automático, desde hace muchos años; y aquí es un secuestrador, que además de ser bastante imbécil, cosa que no cuadra con la inteligencia de su plan, no da ningún miedo; y su relación con la secuestrada, es muy extraña, tanto que no hay quien se lo crea.
Con todo, la mayor medida de estos problemas de enfoque y caracterización, presentes a lo largo del metraje, se encuentra en los minutos finales, que ofrecen una resolución precipitada, y carente de sentido al conflicto planteado, en la que de repente, todo atisbo de coherencia narrativa en el personaje de Matthew, desaparece.
El protagonismo en The Captive, es demasiado coral, y no ayuda al lucimiento de ninguno de sus actores.
Así, los aparentemente importantes temas que aborda The Captive, quedan de lado, ante un relato tramposo y tedioso, que nunca consigue el tono adecuado para conectar con el espectador.
Una película con un gran tema, muy mal realizada.
“That must be the hardest part for mom, now.
Not knowing what I'm dreaming about.
Or that I'm even alive to be dreaming”
The Captive me recordó la historia de Natascha Kampusch, que bien pudo ser la base a seguir para el desarrollo lineal de la obra, y sí, aunque sea mil veces contada, puedo dar un aire diferente al ser inspirada en su experiencia.
Natascha es una joven austríaca, que fue secuestrada por Wolfgang Přiklopil, cuando tenía 10 años de edad, el 2 de marzo de 1998; y permaneció en cautividad por su secuestrador, durante más de 8 años, hasta el momento de su fuga, el 23 de agosto de 2006.
El caso fue descrito, como uno de los más dramáticos de la historia criminal de Austria.
De inicio, Kampusch había vuelto de unas vacaciones con su padre, un día antes de su secuestro; y el 2 de marzo de 1998, dejó su residencia en el distrito vienés de Donaustadt, para ir a la escuela, pero no volvió a casa...
Se llevaron a cabo intensas búsquedas, pero sin éxito.
Sin embargo, un testigo declaró, haber visto a Natascha, subir a una furgoneta blanca; por lo que se examinaron unos 700 automóviles, incluido el del secuestrador Přiklopil, quien vivía en Strasshof an der Nordbahn, en La Baja Austria, cerca de Gänserndorf, a tan sólo unos 30 minutos de Viena en coche, como parte de un esfuerzo masivo, por entrevistar a dueños de furgonetas blancas.
La conmoción del hecho fue tal, que duró muchos años, tanto que en 2001, un político de la región de Estiria, Martin Wabl, acusó a la familia de la niña, de complicidad en el caso.
La policía federal austriaca, sin embargo, no encontró ninguna prueba para tal afirmación.
Durante su confinamiento, Natascha vivió en un cuarto, a 2,5 metros de profundidad, y sólo 2,78 m de largo, por 1,81 m de ancho, y 2,37 m de alto; en el sótano de la casa de su captor.
Era cerrado, sin ventanas, ni luz del día, y poseía una puerta de acero.
A Kampusch, no se le permitió salir durante sus primeros años de cautiverio... y estuvo 6 meses encerrada en la celda.
Luego, pudo subir a la casa para lavarse; a los 2 años del secuestro, tuvo acceso a una radio para escuchar noticias; y desde junio de 2005, tenía permitido salir al jardín de la casa.
Solamente después de febrero de 2006, se le permitió salir de la casa en una ocasión.
Durante su cautiverio, Přiklopil le suministró libros, y la educó.
Kampusch dice “estar orgullosa de haber escapado de las tentaciones del mundo exterior, como las drogas, las malas compañías, y el alcohol”
Přiklopil, amenazaba a Kampusch, con matar a quien ella le pidiera ayuda, y también amenazaba con suicidarse, si ella escapaba.
Ella, en una ocasión dijo, haber imaginado y hasta soñado, que si hubiese tenido un hacha, le habría cortado la cabeza a su captor, aunque ella desechó rápidamente dicha idea.
Přiklopil, solía festejarle sus cumpleaños, la pascua y la navidad; como también le hacía regalos.
Fue hasta el 23 de agosto de 2006, que Natascha, mientras limpiaba el automóvil de su secuestrador, aprovechó un momento de distracción de Přiklopil para escapar.
Sabine Freudenberger, la primera oficial de policía que habló con ella, dijo estar impresionada por “su inteligencia, su vocabulario”; y ella afirmó, que fue objeto de abusos sexuales, por parte de su secuestrador, aunque “ella dijo que todo fue voluntario”
Wolfgang Přiklopil, fue buscado intensamente, y antes que lo encontraran, se suicidó, saltando a las vías de un tren, en las afueras de Viena.
Tenía 44 años.
Según sus compañeros de trabajo, Wolfgang era misógino, y no había tenido muchas relaciones directas con mujeres.
De pequeño, había padecido acoso escolar, y según estudios psicológicos, puede haber sido causa de una perturbación en el cerebro.
Hubo especulaciones, de que Natascha Kampusch, sufría del Síndrome de Estocolmo; pero ella lo negó, y calificó a su captor, como un “criminal”
Tanto en el momento del secuestro, como en el de la reaparición de Natascha, 8 años después, se desató una oleada de especulaciones, que ligaban el caso con redes de pederastia en Viena.
En octubre de 2006, la prensa habló de la supuesta existencia de vídeos, y grabaciones sadomasoquistas, realizadas por Priklopil con la niña como protagonista.
De alguna manera, el caso de Josef Fritzl, de similares patrones, volvió a sacudir los cimientos de la sociedad austriaca.
The Captive tuvo la oportunidad de desarrollar un buen tema, pero su pretensión le jugó una mala pasada.

“The difference between a youth at risk and a young person with their whole life ahead of them, is care and concern”



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