The Fall Of The Roman Empire

“There is no limit with what can be done with a human spirit, for good or evil”

El Imperio Romano, dominó el mundo occidental durante siglos, llevando progreso, cultura, y bienestar económico y social, a los pueblos bárbaros de Europa, sirviendo de puente entre las culturas de Oriente y Occidente.
El Imperio Romano, ha creado nuestra civilización occidental, y cientos de años después de su desaparición, seguimos siendo “sus hijos”, culturalmente hablando.
Este poderoso Imperio, cayó tras sufrir la invasión de hordas de pueblos germánicos del norte de Europa, los cuales conquistaron las provincias del Imperio, y finalmente, la propia Roma.
Pero esta invasión, solo era el punto final de un largo periodo de decadencia, las verdaderas causas de La Caída del Imperio Romano, fueron más complejas que Las Invasiones Bárbaras.
Hay aclarar que, la históricamente denominada “Caída del Imperio Romano” se refiere únicamente, a la pérdida de su parte occidental, en el año 476 d.C., pero ese no fue El Fin del Imperio Romano, pues El Imperio Romano Oriental, denominado Imperio Bizantino, perduró hasta La Caída de Constantinopla, Bizancio, a manos del Imperio Turco, en el año 1453.
Los historiadores occidentales, desde un punto de vista euro-centrista, han considerado erróneamente, que La Caída de Roma, era en sí, La Caída del Imperio Romano, pero eso es mentira, ya que su parte oriental, perduró hasta el fin de La Edad Media.
El Imperio Romano, alcanzó su mayor extensión, al comienzo del siglo II d.C. y duró 2,000 años.
Estaba dividido en provincias, directamente sometidas al control del Emperador, y del Senado.
Además de eso, los historiadores euro-centristas, inventaron el nombre de “Imperio Bizantino” para referirse al Imperio Romano de Oriente, quitándole su legitimidad, por motivos políticos, y dando el título de “Sacro Imperio Romano” al Reino de Carlomagno y sus herederos.
Resumiendo, podemos decir que, El Imperio Romano como tal, finaliza en 1543 tras la toma de Constantinopla, por parte de los turcos.
En el año 476, sólo finalizó El Imperio Romano de Occidente, y es esta La Caída que a continuación desarrollaré.
El Imperio Romano, fue fundado por El Imperator Caius Iulius Caesar Augustus, sobrino y sucesor, del dictador romano Gaius Iulius Caesar, que tras derrotar a su rival Marcus Antonius en la batalla de Actio, en el 30 a.C., se alzó finalmente con el poder absoluto, en el 27 a.C.
Caius Iulius Caesar Augustus, se convertiría en dictador de Roma y su imperio, haciendo realidad, el sueño de Gaius Iulius Caesar.
El Imperator, tendría un poder absoluto, pero siempre bajo la ficción de servir a Roma y sus instituciones.
Caius Iulius Caesar Augustus creó un próspero Imperio, a partir de la corrupta República Romana, reformando la administración de las provincias, impulsando la economía y el comercio.
Finalmente, tras derrotar a los guerreros Cantabros, Caius Iulius Caesar Augustus cerrará las puertas del templo de Jano, e instaurará la “Pax Romana”, una época de paz y prosperidad económica, que durará 200 años.
Todo el mundo occidental, estaría unido por una moneda, un idioma, y una cultura, siendo una de las épocas más benignas de la historia mundial, tanto que jamás volvió a existir un periodo de paz y prosperidad tan largo.
Pero este Imperio culto, pacífico, y tolerante, con todos los cultos religiosos, entraría en crisis, y se desmoronaría finalmente, por varios motivos de orden político, religioso, social, y económico.
La primera herida mortal para El Imperio, fue la denominada “crisis del siglo III d.C.”, una crisis económica, social, y política, generada por la fuerte inflación, las constantes guerras civiles entre generales, por coronarse Emperadores, y la llegada de los primeros Bárbaros.
La “Pax Romana” había generado una reducción de ingresos en El Imperio, ya que no se emprendieron guerras de conquistas, y los soldados enemigos, no podían pasar a enriquecer el próspero negocio de esclavos.
En el siglo III, se notó esta falta de ingresos de conquista, y la disminución de los esclavos, piezas claves para una economía esclavista, como era la economía romana.
A todo esto, se unió un descenso en la producción minera de metales preciosos, ya que muchas minas se agotaron.
Esta reducción de ingresos, no fue advertida a tiempo por Los Emperadores de La Dinastía de Los Severos, los cuales despilfarraban enormes cantidades de dinero.
Cuando se dieron cuenta de que sus ingresos se reducían, se les ocurrió la idea de emitir moneda, con menor cantidad de metal precioso, lo que les permitiría emitir más moneda, con la misma cantidad de metal.
Pero esta estupidez, generó una terrible crisis monetaria, la moneda se devaluó enormemente, y con ella, se devaluaron los ingresos del Imperio, por concepto de impuestos.
El Estado, para poder resistir la tremenda inflación que creó, tuvo que empezar a cobrar los impuestos en grano.
La crisis económica afectó a todo El Imperio, ya que estaba ocasionada por un problema monetario, y todas las provincias del Imperio, tenían la misma moneda.
Esta crisis, generó que numerosos campesinos, se arruinaran y emigraran a las ciudades, en busca de trabajo, generando superpoblación en muchas de ellas, lo que a su vez, generó epidemias por la falta de higiene, y un considerable aumento de los asesinatos y robos.
Por otro lado, los caminos se fueron volviendo peligrosos, por la conversión de numerosos campesinos pobres, en bandoleros que asaltaban las caravanas comerciales.
A la crisis económica, se unió la crisis política, ya que el eficiente Emperador Marcus Aurelius Severus Alexander Augustus, fue asesinado en Maguncia, en el 235 d.C.
Sus propias tropas, se amotinaron y le dieron muerte, al ver que El Emperador daba valiosos tesoros a los germanos en busca de paz, mientras ellos se morían de hambre, defendiendo a su patria.
Este asesinato, generó una terrible anarquía militar, Los Generales del Imperio, se mataban entre ellos, como perros rabiosos, en busca de ser coronados Emperadores.
Así pues, entre los años 238 y 285 d.C. pasaron por El Trono Imperial, 19 Generales.
Estos Generales, no duraban mucho en él, debido a las constantes rivalidades, y a que no contaban con el apoyo del Senado Romano.
El Senado, era quien controlaba el dinero, y por ende, el poder político, solo con su apoyo, se podía gobernar Roma.
Por otro lado, Los Invasores Bárbaros, no fueron los causantes de La Caída De Roma, ya que nunca podrían haber acabado con un Imperio estable, organizado, y dinámico.
El Imperio Romano, se suicidó con sus crisis internas, Los Bárbaros solo aprovecharon la ocasión, para apoderarse de unas tierras llenas de riqueza.
En otras latitudes, El Cristianismo comenzó en esta época, sangrientas persecuciones religiosas, que culminaron con el asesinato de cientos de seguidores de las antiguas culturas.
A su vez, los científicos y filósofos, fueron perseguidos a muerte, por todo El
Imperio.
Ya antes de los edictos de Dominus Noster Flavius Theodosius Augustus, las hordas de fanáticos cristianos, destruyeron La Biblioteca de Antioquia, quemando los preciados libros en enormes hogueras, y mataron salvajemente, a todos los filósofos de la ciudad.
En Alejandría, fueron quemados La Biblioteca de Alejandría y El Gran Templo de Serapis.
Por todas partes, los templos fueron arrasados, convertidos en establos, e incluso, en burdeles.
Incluso Los Juegos Olímpicos fueron prohibidos.
Finalmente, casi todos los templos y estatuas, fueron destruidos, pocos escaparon a la furia cristiana.
Millones de libros, científicos y filosóficos, fueron quemados.
Miles de filósofos, científicos, astrólogos, y campesinos, murieron salvajemente.
Así pues, cientos de miles de ciudadanos del Imperio, preferían la llegada de las tribus germanas, para escapar de la barbarie desatada por los locos y fanáticos obispos cristianos.
Pocos, querían defender un Imperio, en el que El Emperador se había convertido en un tirano, en el que la lenta y costosa burocracia, mataba de hambre a los campesinos, en el que los obispos, tenían poder absoluto sobre la vida y la muerte, llevando la oscuridad, a la luz cultural del Imperio.
El Imperio Romano, que sucumbió a las invasiones de germanos, era un Imperio Feudal, preso de sus propios errores y debilidades, con una población que odiaba a sus gobernantes, y con Emperadores imbuidos en sus falsos sueños de poder absoluto, riquezas inmensas, despilfarro, e inmoralidad.
Un Imperio que habría hecho revolverse en sus tumbas, al gran Gaius Iulius Caesar, y al primer Emperador, Caius Iulius Caesar Augustus.
Felizmente, El Imperio de Oriente, conservó en gran medida, la cultura y disciplina romana, y por ello sobrevivió.
El Imperio Romano de Occidente, se convirtió en un monstruo, a raíz de la crisis del siglo III, la verdadera causa de su caída, fue que acabó devorándose a sí mismo, acabando con lo más importante del Imperio:
La esperanza y los sueños de la gente que lo habita.
A pesar de que en esta época, alcanzó su máximo esplendor, existían algunos problemas graves, que se fueron ahondando a partir del siglo III d.C.
Éstos fueron:
Enemigos externos:
Aparecen pueblos que amenazan las fronteras romanas, especialmente los persas en la zona de Mesopotamia, y los germanos en el Rin.
Excesivo poder de los soldados:
El peligro inminente de los pueblos germanos, en la frontera noreste, obligó a Roma, a mantener en armas, un ejército de medio millón de legionarios, quienes comenzaron a usar la fuerza, para nombrar a Los Emperadores que les prometían favorecerlos.
Esto provocó una gran inestabilidad política.
Gran crisis social:
Esta crisis, se manifestó principalmente, en las provincias más atrasadas del Imperio, cuyos habitantes, le exigieron al gobierno, la totalidad de los derechos políticos y sociales.
Ruptura del equilibrio económico:
El sector de Oriente del Imperio, se enriqueció más que el sector Occidental, lo cual provocó problemas dentro del Imperio.
Gran crisis económica:
Se elevaron los impuestos y contribuciones.
Se ensayó la planificación central y rigurosa de la producción, pero sólo provocó el estancamiento generalizado.
Aparecen la inflación y el desempleo, el desabastecimiento, el mercado negro y la especulación.
Gran concentración urbana y éxodo rural:
Los habitantes del Imperio, dejan las zonas rurales, y se dirigen hacia las ciudades.
El quiebre definitivo, se produjo cuando Dominus Noster Flavius Theodosius Augustus, Emperador de origen español, legó El Imperio Romano al morir, a sus 2 hijos.
A Flavius Honorius Augustus, le correspondió El Imperio de Occidente, cuya capital era Roma, y a su 2º hijo, Flavius Arcadius Augustus, El Imperio de Oriente, cuya capital era Constantinopla, siguiendo destinos muy diferentes.
En el año 476 d.C., El Imperio Romano de Occidente, sucumbía bajo la presión de los germanos, mientras que El Imperio Romano de Oriente, sobrevivió hasta el año 1453, d.C., año en que cayó en poder de los turcos.
Hay bastantes razones para concluir, que la ruina de Roma, no radica en sus mercenarios, sino en la codicia de sus clases poderosas.
También, se era consciente de este problema, ya en la época, pero evidentemente, ninguno de Los Emperadores Romanos, tuvo la fuerza necesaria para imponerse sobre los intereses de los grandes latifundistas.
Cierto que algunos mataban a Senadores, confiscaban tierras, y las distribuían entre sus soldados; pero esto sólo se aplicaba a la propia clientela:
No eran reformas profundas.
Así, casi sin hacer ruido, cayó El Imperio Romano de Occidente, devorado por Los Bárbaros.
El de Oriente, sobreviviría durante 1,000 años más, hasta que los turcos, en el año 1453, derrocaron al último Emperador Bizantino.
Con él, terminaba el bimilenario dominio de los descendientes de Rómulo.
La Caída de Constantinopla, en manos de los turcos otomanos, el martes 29 de mayo de 1453, de acuerdo con El Calendario Juliano, fue un hecho histórico que, en la periodización clásica, y según algunos historiadores, marcó el fin de La Edad Media en Europa, y el fin del último vestigio del Imperio Romano de Oriente.
La Caída de Constantinopla, causó una gran conmoción en Occidente, y se pensaba, que era el principio del fin del cristianismo.
Se llegaron a iniciar conversaciones, para formar una nueva cruzada, que liberase a Constantinopla del yugo turco, pero ninguna nación, pudo ceder tropas en aquel tiempo.
Los mismos genoveses, se apresuraron a presentar sus respetos al Sultán, y así pudieron mantener sus negocios en Pera, por algún tiempo.
Con Constantinopla, y por ende El Bósforo, bajo dominio musulmán, el comercio entre Europa y Asia declinó súbitamente.
Por tierra ni por mar, los mercaderes cristianos conseguirían pasaje para las rutas que llevaban a La India y a China, de donde provenían las especias usadas para conservar los alimentos, además de artículos de lujo, y hacia donde se destinaban sus mercancías más valiosas.
De esta manera, las naciones europeas, iniciaron proyectos para el establecimiento de rutas comerciales alternativas.
Portugueses y castellanos, aprovecharon su posición geográfica junto al océano Atlántico, para tratar de llegar a La India por mar.
Los portugueses, trataron de llegar a Asia, circunnavegando África, intento que culminó con el viaje de Vasco da Gama, entre 1497-1498.
En cuanto a Castilla, Los Reyes Católicos financiaron la expedición del navegante Cristóbal Colón, quien veía una posibilidad de llegar a Asia por el oeste, a través del Océano Atlántico, intento que culminó en 1492, con el arribo a América, dando inicio al proceso de ocupación del Nuevo Mundo.
Los 2 países, otrora con escasa influencia en el escenario político europeo, ocupados como habían estado en La Reconquista, se convirtieron en el siglo XVI, en las naciones más poderosas del mundo, estableciendo un nuevo orden mundial, denominado según Immanuel Wallerstein, “El Sistema Moderno Mundial”
“Livius, if you listen very carefully, you can hear the gods laughing!”
The Fall Of The Roman Empire, es una película histórica dramática estadounidense, del año 1964, dirigida por Anthony Mann.
Protagonizada por Sophia Loren, Stephen Boyd, Christopher Plummer, Alec Guinness, James Mason, Mel Ferrer, Anthony Quayle, Eric Porter, John Ireland, Omar Sharif, Douglas Wilmer, Finlay Currie, Andrew Keir, Norman Wooland, Michael Gwynn, George Murcell, Virgilio Teixeira, entre otros.
El guión es de Ben Barzman, Basilio Franchina, y Philip Yordan, quienes adaptan la obra “The History Of The Decline And Fall Of The Roman Empire” de Edward Gibbon.
The Fall Of The Roman Empire suma aventuras, drama, guerra e historia sobre El Imperio Romano.
Concebido por el productor independiente ruso-americano, Samuel Bronston, The Fall Of The Roman Empire es un ejemplo emblemático, de cine espectáculo, y una buena muestra de la visión megalómana del cine, que éste tenía.
Es una lujosa superproducción, que contaba con un deslumbrante plantel de actores, y una elaborada trama histórico-dramática, coescrita por el reconocido guionista Philip Yordan, aderezada con intrigas, batallas, romance, y acción.
A esto, se sumaba la brillantez, y el reconocimiento del que gozaba Anthony Mann, como narrador, y los recursos económicos, en esos años, aparentemente ilimitados, de los que hacía gala el productor Samuel Bronston.
Este ruso de origen judío, y sobrino de Leon Trotski, y con pasaporte estadounidense, obtuvo el beneplácito del dictador Francisco Franco, produciendo en España, películas de gran presupuesto.
Así pues, The Fall Of The Roman Empire, fue filmada en España, en los siguientes lugares:
Provincia de Valencia: en Valencia y Sagunto; Provincia de Madrid: en Madrid y Samuel Bronston Studios; Las Matas, Las Rozas de Madrid; La propiedad del Marqués de Villabrágima en Las Matas; Manzanares el Real; Sierra de Guadarrama; Embalse de Santillana; y en Provincia de Segovia: en Segovia.
The Fall Of The Roman Empire estuvo nominada al Oscar como mejor banda sonora para Dimitri Tiomkin.
Posteriormente, The Fall Of The Roman Empire, motivó al escritor Harry Whittington (1915 – 1990) para escribir la novela homónima, publicada por Fawcett Publications, Inc. & Frederick Muller Ltd., en 1964.
Con una producción que superaba los $19 millones, que para esa época era muchísimo dinero, The Fall Of The Roman Empire sólo recaudó $4 millones a nivel internacional.
La acción, se desarrolla en el reinado de los últimos Antoninos, momento crucial para la posterior decadencia del Imperio Romano.
La dinastía Antonina, fue la casa reinante en El Imperio Romano, entre los años 96 y 192, siendo 96 años, y por tanto, La Dinastía más longeva.
También, se conoce a este reinado, por sus 5 primeros miembros, por el nombre de “Los 5 Emperadores Buenos”, nombre propuesto por Maquiavelo, y promocionado por el historiador Edward Gibbon, de cuyos principados dijo, fueron “la época más feliz de la historia de la humanidad”
El término “antonino” proviene no del primer Emperador de la familia, sino de Titus Aurelius Fulvius Boionus Arrius Antoninus Pius.
Ha retenido esta forma, porque el reinado de este monarca, es el mejor modelo, y reúne las características de los demás reinados.
La primera característica identitaria de esta Dinastía, la cual garantizó su supervivencia por 84 años, con 5 Emperadores notables, era la elección de un sucesor, por parte del gobernante; ya que por mala suerte, o fortuna, no le proporcionó herederos a:
Marcus Cocceius Nerva Caesar Augustus, Marcus Ulpius Traianus, Imperator Caesar Divi Traiani Filius Traianus Hadrianus Augustus, ni Titus Aurelius Fulvius Boionus Arrius Antoninus Pius, el trono pasó en cada caso, no en sucesión hereditaria, sino a un hombre considerado por El Emperador, como el mejor para el puesto.
Mal considerado tras el restrictivo reinado de Titus Flavius Caesar Domitianus Augustus, al que su padre, Titus Flavius Caesar Vespasianus Augustus, había asociado al trono, el principio de herencia del trono, se mantuvo olvidado en los 5 primeros mandatos.
Sólo Marcus Aurelius, romperá la tradición, al nombrar a su hijo Commodus, que sería, por otra parte, uno de los peores Emperadores de Roma.
Se puede dar explicación al hecho de la elección arbitraria del sucesor, admitiendo que ésta, no fue la norma por defecto, sino que, hecho excepcional, 4 Emperadores, no tenían descendencia masculina en el momento de su muerte.
El acceso al trono de Commodus, que resultó nefasto, confirma esta idea.
Las teorías más recientes, tales como la de François Chausson, descartan la idea de propaganda antonina, de “elección del mejor”:
Los Antoninos, estaban emparentados por sangre, con sus hijos adoptivos, que solían ser su heredero varón más próximo.
El Imperio, seguía constituyendo, como con los Julio-Claudios, los Flavios o posteriormente, los Severos, un bien patrimonial, que sería legado al pariente menos alejado.
Marcus Aurelius no hizo más que obedecer a esta lógica heredada, y no a una “debilidad” paternal, tradicionalmente alegada, al asociar a su hijo Commodus al trono.
Esto no explica, que al parecer, los herederos fueran elegidos, y no nacieran con la púrpura, así como que resultaron ser tan capaces como sus predecesores, resultando Los 5 Emperadores Buenos.
Ni que ellos llevaran al Imperio Romano al apogeo de su poderío, y estabilidad, ante los problemas que observaron durante 100 años, y que apenas tras la muerte de Commodus, se viera finalizado El Principado, y surgiera un Imperio Novel, burocratizado, jerarquizado a ultranza, y militarizado hasta el extremo.
Estos 5 reinados, de:
Marcus Cocceius Nerva Caesar Augustus, Marcus Ulpius Traianus, Imperator Caesar Divi Traiani filius Traianus Hadrianus Augustus, Titus Aurelius Fulvius Boionus Arrius Antoninus Pius, y Marcus Aurelius Antoninus Augustus, dieron nombre a su siglo:
El Siglo II, El Siglo de Los Antoninos, o El Siglo de Oro.
Sobre ese contexto, la acción dramática de The Fall Of The Roman Empire, tiene lugar en Vindobona, actual Viena, Roma, y otras localidades del Imperio Romano, en el año 180 d.C.
Las tropas de Marcus Aurelius Antoninus Augustus (Alec Guinness) filósofo, autor de la obra “Memorias”, último de “Los 5 Emperadores Buenos”, llamado “El Sabio” se aposentan en las inmediaciones del río Danubio.
El Emperador y su consejero Timonides (James Mason) reciben a los reyes y procónsules del Imperio, con el fin de anunciarles que El Emperador, no va a delegar el poder en su hijo, Marcus Aurelius Commodus Antoninus Augustus (Christopher Plummer), sino en El General Gaius Livius (Stephen Boyd)
Pero Marcus Aurelius muere envenenado, y Gaius Livius renuncia al cargo, en favor de su amigo, Commodus, quien le encomienda la defensa del Imperio, ante la mirada disgustada de Augusta Annia Aurelia Galeria Lucilla (Sophia Loren), hija de Marcus Aurelius, que deberá casarse con El Rey de Armenia, Sohamus (Omar Sharif) para controlar a los enemigos de oriente.
Gaius Livius, con ayuda de Timonides, convence al Jefe de Los Bárbaros, Ballomar (John Ireland), de que su pueblo acepte la ciudadanía romana.
Mientras tanto, en El Senado de Roma, se vota a favor de la “Pax Romana”, lo que desata la ira del Emperador Commodus, que acepta obligado, y envía a Gaius Livius a la frontera oriental, y a Lucilla, a Armenia.
Lucilla y Sohamus, se rebelan contra El Imperio, junto con otros países que se han visto sometidos a una fuerte y caprichosa presión fiscal.
Commodus vuelve a llamar a Gaius Livius, para sofocar la rebelión; y Sohamus fallece en la batalla.
Commodus, propone a Gaius Livius, un gobierno conjunto, a cambio de que crucifique a los sublevados derrotados; a lo que Gaius Livius se niega.
Entonces, El Emperador manda asesinar a Los Bárbaros; y Timonides perece en el asalto; Gaius Livius es encarcelado, y sus amigos lo traicionan a cambio de oro, que es retirado de estatuas.
Commodus ofrece a Gaius Livius, la oportunidad de salvar la vida, en un improvisado cuadrilátero.
Y Gaius Livius lo vence.
El pueblo aclama a Gaius Livius como Emperador, pero él declina la oferta, furioso por la negligencia del Senado, y por una ciudadanía doblegada a los designios de Commodus.
The Fall Of The Roman Empire es una buena muestra de la megalómana concepción del cine, que tenía el productor Samuel Bronston, ya que una vez más, asistimos a un impresionante despliegue de medios, como lo es un reparto estelar, escenas repletas de grandes masas de figurantes, monumentales decorados, etc., para narrar una epopeya histórica; y se esboza la matriz de causas que provocan el declive del Imperio:
La presión de los enemigos externos sobre las fronteras con Germania en Europa, y con Persia en Asia, la corrupción política, la inestabilidad derivada de las luchas intestinas por el poder, la incompetencia, crueldad, y autoritarismo del Commodus, etc.; la pérdida de valores de las clases dirigentes, con todo lo que ello implica,  demagogia, populismo, traición; pérdida de confianza y desafección del pueblo, hacia su clase política, y quiebra del sistema.
Y sobre todo, no dejar hacer a los que saben, lo que origina la toma de decisiones erróneas.
Todo esto, da como resultado, un deterioro cada vez mayor de la civilización, que acaba desembocando en su caída.
Y lo peor es, que todo lo que se plantea en The Fall Of The Roman Empire, es histórico, y se está reproduciendo en nuestros días.
La obra, proyecta una visión nostálgica del Imperio Romano, al que considera como un paraíso de bienestar y prosperidad, en contraste con las condiciones de vida de los pueblos bárbaros.
En el fondo de The Fall Of The Roman Empire, palpita una crítica implícita, a la administración de John F. Kennedy (1961-63) por sus actitudes dialogantes y negociadoras en el exterior, como La Crisis de Los Misiles; y en el interior, con los movimientos pacíficos, a favor de los derechos humanos.
Así pues, The Fall Of The Roman Empire, acorde con la ideología conservadora de Bronston, quiere representar el final de una época gloriosa, marcada por la supremacía de la civilización romana, por eso, adopta en todo momento, un tono sombrío, reforzado por la lúgubre fotografía de Robert Krasker, sobre todo cuando la historia transcurre en tierras germanas, y por la banda sonora compuesta por Dimitri Tiomkin, la cual se asemeja a un tema funerario.
“Gaius Mettelus Livius, the people are asking for you”
La acertada elección del período, representado en The Fall Of The Roman Empire, la cual, los historiadores consideran, la época comprendida entre los años 166 y 180, esboza los peores momentos del siglo III; y el carácter emblemático de las escenas danubianas del comienzo, con Marcus Aurelius quien se había visto obligado a vender una parte de las joyas imperiales, para sufragar las guerras germanas; no eximieron a Mann, de readaptar esa parte de la historia de Roma, que reinterpreta a la historia de ficción, que narra en The Fall Of The Roman Empire, una licencia comprensible, pero todavía reprobable en los años 60.
La desconsideración de la crítica con The Fall Of The Roman Empire, corroborada por un fracaso comercial, que se saldó con la bancarrota de la productora de Samuel Bronston, convirtieron a su director, en blanco de la ira, de quienes ya venían reprochándole su sometimiento al productor, desde que dirigiera “El Cid” (1961), un film cuya influencia en The Fall Of The Roman Empire, fuera tal vez excesiva.
Paralelamente, los detractores de Mann, arremetían contra las carencias de un ambicioso proyecto, cuya complejidad, tampoco llegaron a apreciar, y criticaron duramente la inconsistencia, e indeterminación de los personajes, olvidándose de que los retratos psicológicos, no habían figurado nunca, entre las principales preocupaciones, ni de Mann ni del péplum.
El desinterés generalizado por The Fall Of The Roman Empire, situó en un falso primer plano, la vieja diatriba de la adecuación del texto cinematográfico al pasado, en detrimento de la meta-reflexión histórica y fílmica, de una película a la que tan sólo, las recientes revisiones de la obra de Mann, están haciendo al fin justicia.
Así las cosas, durante los títulos de crédito, suena la música compuesta por Dimitri Tiomkin; el leitmotiv es un tema religioso, de cierto halo funerario:
Una melodía que sintetiza el espíritu de The Fall Of The Roman Empire, un réquiem al final de una época marcada por una determinada civilización.
Conociendo las inclinaciones ideológicas de su productor, Samuel Bronston, se puede interpretar que The Fall Of The Roman Empire, identifica al Imperio Romano, como una especie de “paraíso perdido”, y al que su corrupción interna, lo empuja hacia la destrucción:
De hecho, no faltan escenas llenas de figurantes, que bailan felices, gracias al oro con el que Commodus los ha comprado en Roma, “La Nueva Babilonia”:
Esa Nueva Babilonia podría ser, sugiere Bronston, la misma en que se puede convertir el mundo occidental coetáneo a él, en el que tuvieron lugar, diversas convulsiones sociales.
De ahí que en el último plano de The Fall Of The Roman Empire, un plano general, en el que la mitad del encuadre queda cubierta por el humo de un fuego que consume a los amigos de Lucilla y Gaius Livius, mientras que en la 2ª, estos descienden por una escalinata, declinando la oferta de reinar como Emperadores, horrorizados por la barbarie; se preste a lecturas conservadoras de The Fall Of The Roman Empire.
Dejando al lado esas disquisiciones, lo cierto es que de todas las producciones de Samuel Broston, filmadas en España, The Fall Of The Roman Empire es la única que conserva cierto prestigio.
El crítico Quim Casas, notó en su análisis de The Fall Of The Roman Empire, que “se nota en la película, la pugna entre los conceptos del productor, y las ideas del director:
Esta colisión de intereses, da a veces estimables frutos, como en la secuencia del desfile de príncipes, embajadores, y procónsules:
Es un momento muy propio de Bronston, pero Mann le usurpa premeditadamente algo de solemnidad, con las divertidas confusiones de Marcus Aurelius, y su consejero griego, Timonides, incapaces de saber la identidad de la mitad de los personajes que lo saludan”; o en una escena con carreras de cuadrigas, entre Commodus y Gaius Livius, concebida como “expresión de una relación, la de rivalidad/aprecio entre 2 personajes”
De esta manera, en The Fall Of The Roman Empire se pueden ver 2 películas:
Una espectacular, llena de figurantes que obedece a los deseos megalómanos de Bronston, y Mann filma los decorados para mostrar su lujosa construcción, no como escenarios de un drama colectivo que se le escabulle entre las manos.
La 2ª es un filme casi abstracto, cuya acción avanza lentamente durante la época invernal, en el claustrofóbico decorado de fortificación en la frontera, y con atisbos de tragedia shakesperiana, como el diálogo de Marcus Aurelius consigo mismo, sobre la proximidad de la muerte.
De esta manera, para Casas, conviven de manera descompensada, 2 películas en la que se detecta en ciertos encuadres y temas el sello del director:
Las conflictivas relaciones familiares; el duelo entre Gaius Livius y Sohamus; el encuadre en el que Gaius Livius proclama, a espaldas de la cámara, a Commodus nuevo Emperador mientras Lucilla, papel que originalmente debía interpretar Sara Montiel, a la izquierda del fotograma, se tapa el rostro, y desaparece del hogar, preocupada por el futuro de Roma, y dolida por la aparente traición de Gaius Livius; y otra, plagada de intrigas palaciegas, con un sentido del espectáculo pomposo.
En todo caso, The Fall Of The Roman Empire, queda como la producción más tétrica, ya no de Bronston, sino de Hollywood, sobre el mundo romano.
Vale que todo ello, evidencia poca contrastación histórica, pero no estamos ante un documental educativo, sino frente a un relato de ficción, inspirado por la historia.
Eso sí:
¿Les suena algo?
Años más tarde, David Franzoni, emplearía la misma línea argumental para el film “Gladiator” (2000), aunque en este caso, salpicada por retazos de “Ben-Hur” (1959), con la historia de un viaje motivado por la venganza, y “Spartacus” (1961), en referencia al gladiador en busca de libertad.
Ese fue el cóctel, la mezcla de los 3 films de mayor referencia en “el cine de romanos” con la única finalidad de despertar un subgénero olvidado.
Y se incluyó The Fall Of The Roman Empire, incluyendo elementos estéticos, por varias razones, que en su momento, debieron pasar inadvertidas al público.
Y ese es el problema, que al lado opuesto, queda el sello Bronston.
Mientras el autor lucha por desarrollar un relato íntimo de profundo tenebrismo, el mecenas, Anthony Mann, persigue la espectacularidad y clichés del género.
Con sus inevitables movimientos de masa, al ritmo de la excelente música de Dimitri Tiomkin, el elenco de interminables estrellas de carácter internacional, agradecidos por la inclusión de Alec Guinness, James Mason, o Christopher Plummer, con la mentalidad algo conservadora, y fastuosidad de medios, en excelentes decorados y vestuario.
Pero me pregunto, si esto estropeó el resultado final, y teniendo en cuenta que no son más que meras convenciones del género, y que éstas respaldaron un éxito como el que “Gladiator” (2000) cosechó 36 años después, entiendo que el único defecto fue, el de no incluir elementos con los que jugó Ridley Scott, más cercanos al cine de acción, y los estudios de mercado que a los aspectos más básicos del drama.
Y este fue el problema, que su director se tomó demasiado en serio, un género que muy pocos tomaban en serio.
The Fall Of The Roman Empire se estrenó en su visión más tétrica y teatral, pero a pesar de su empaque y grandiosidad, no interesó a muchos espectadores.
Por otro lado, también podríamos elucubrar sobre la más que, probable confusión que sintieron los espectadores, aún fieles a este tipo de películas, que acudieron a los cines, esperando encontrarse con un film de corte más populista, en el que los enormes decorados, los miles de extras, las batallas grandiosas, y una bonita historia romántica, les llevasen en volandas, durante las más de 3 horas que dura el metraje.
Estos pobres incautos, de sopetón, se encontraron con un Anthony Mann, que aun no renunciando a estos golpes de efecto, construye una película con un marcado tono crepuscular e intimista, centrándose en unos planteamientos dramáticos y estéticos, cercanos a la tragedia clásica, y al drama shakesperiano.
Hoy en día, y tratando de poner las cosas en su sitio, creo que la labor del realizador, merece muchas más loas que reproches.
Ya que nos brinda su particular lectura del género, maximizando sus habituales reflexiones, sobre la psicología de los personajes; ocupándose con detalle de estas, en todos sus protagonistas; y haciéndolas extensibles a las masas representadas por el pueblo romano, los bárbaros, y los habitantes de las provincias orientales del Imperio; entrando ya en terrenos que sobrepasan el historicismo cinematográfico, y coqueteando abiertamente con la antropología.
Visto desde nuestra perspectiva democrática, de hoy en día, esto no está tan mal, pero podría estar mejor, ya que a los extranjeros, les ofrece la paz y la igualdad, pero dentro del Imperio Romano, como ciudadanos libres romanos, no como ciudadanos de otro estado independiente y libre.
En muchos aspectos, hay en ello, una superioridad de lo romano, comparándolo con lo extranjero, con lo bárbaro, la superioridad del más fuerte, que acepta los cambios, y le da derechos al bárbaro, pero no quiere ver la diversidad de otros pueblos, y lo que realmente quieren… pero estamos en una época, donde la democracia se entendía de otra forma, claro está, y el problema nacional, no existía, aunque hubiese ese sentimiento.
Así pues, Marcus Aurelius es un imperialista, como no podía ser de otro modo, pero suaviza ese imperialismo, con igualdad y paz auténticas, hacia los pueblos conquistados.
El Emperador, más que guerrero, es humanista; y prefiere conservar su Imperio con la diplomacia y la paz, que con la fuerza del sometimiento y la crueldad…
Y ahí empiezan las diferencias con su hijo Commodus, las que harán que piense en Gaius Livius como sucesor, en contra de su propio hijo.
Marcus Aurelius es un pacifista, pero pertenece a una cultura marcial y conquistadora, la romana, y eso crea un conflicto permanente en su vida, llena de cultura y humanidad.
Dentro de este último componente, es de destacar el interesante paralelismo que se nos plantea, entre la evolución de uno y otro pueblo; mientras que los bárbaros, siguiendo las ideas promulgadas por el difunto Marcus Aurelius, se desarrollarán hacia una sociedad pacífica y en armonía, los romanos, bajo el mandato del presunto hijo de éste, Commodus, involucionarán a un estado de corrupción total, idea que es plasmada en la antológica escena que cierra The Fall Of The Roman Empire, en la que, mientras en primer término, Gaius Livius y Lucilla abandonan el foro, perplejos ante la degradación moral y política en la que ha caído Roma, en 2º plano, se nos muestra la puja que se está produciendo por ceñirse los laureles del César.
En lo que respecta al trabajo interpretativo, si bien este, en líneas generales sea más que reseñable, en él, también se deja notar la alargada mano ostentosa de Bronston, con la acumulación de hasta 9 actores de primer nivel en su reparto, tal y como se anunciaba en su día, en la propaganda de The Fall Of The Roman Empire, lo que provoca que el papel de alguno de estos nombres, a pesar de su importancia para con la trama, caso de Mel Ferrer, Omar Sharif, John Ireland, o Anthony Quayle, no deje de ser de lo más secundario, e incluso, anecdótico, siendo de esta forma, su presencia, totalmente desaprovechada.
A esto, hay que añadirle el error de casting, que supuso el unir en los papeles protagonistas, a los británicos Alec Guinness y James Mason, y el canadiense Christopher Plummer, sustituyendo a un Richard Harris que abandonó el proyecto, a causa de sus diferencias con Mann, soberbios en todo momento, en contraste con los menos brillantes, Stephen Boyd y Sophia Loren, lo que hace que cada vez que los anteriores salgan de escena, The Fall Of The Roman Empire pierda en intensidad, si bien, nobleza obliga, haya que reconocer que, tanto el irlandés como la italiana, tuvieron que lidiar con unos roles que, aunque protagonistas, resultan los más estereotipados, y menos desarrollados de todo el conjunto.
Marcus Aurelius; sobre la actitud imperialista, pero magnánima del Emperador, hay una crítica implícita a la política de la administración Kennedy, con su actitud dialogante en el exterior, y en el interior de su país, una actitud amable/amenazante, ya que estaba respaldada por el peso de su poder militar, y por una clara voluntad imperialista.
Timonides; no se dice explícitamente, pero Timonides es cristiano.
Maneja el mensaje de Marcus Aurelius, de paz, hermandad, y ayuda mutua con fervor y calidez paleo-cristianas.
Y al final cuando muere, lleva un colgante con una especie de cruz.
A ello se junta la actitud proto-mártir en la cueva, durante la tortura de los germanos, y también en su muerte, pidiendo a las huestes de Commodus, que no ataquen a sus “hermanos” germanos.
Livius y Lucilla; al final, hacen lo que de verdad les pide el cuerpo, que es renunciar a todo menos a su amor; conducidos por la repugnancia que les produce la corrupción generalizada, que ha institucionalizado Commodus, y que todo romano está bien dispuesto a abrazar.
En cierta manera ellos, que son los últimos vestigios de la rectitud del espíritu romano, se unen al “carpe diem” al que se han entregado ya, Senadores, Legión, y pueblo.
Con su renuncia a guiar Roma, La Caída del Imperio, es inevitable.
Commodus, es un compendio de psiquiatría clínica.
Claramente psicótico, pues tiene alucinaciones auditivas, con las voces y risas de los dioses, y con ideas delirantes, megalomaníacas y místicas, que se acaba proclamando dios, y además, se cree inmortal, pues piensa que Livius no lo va a poder matar, y por eso le ofrece la posibilidad de batirse en duelo...
Además, también le añaden unas oportunas pinceladas edípicas, etc.
así las cosas, en el apartado interpretativo, destacan las poderosas interpretaciones de Alec Guinness, James Mason, y Mel Ferrer, en donde, cada minuto en pantalla de éstos, es intenso, emocionante, y está dotado de gran calidad interpretativa.
Los personajes de Stephen Boyd y Sophia Loren no brillan tanto, especialmente la bella italiana, ya que sus roles se encuentran a veces, excesivamente encorsetados dentro de un estereotipo.
Todo lo contrario que el Commodus, compuesto por Christopher Plummer, más brillante y rico en matices, aunque en algunos momentos, ligeramente sobreactuado.
No sin cierta ironía, al igual que ocurre en la historia narrada, por la que se convertiría en su última producción, El Final del Imperio de Bronston, estaría provocado por la confluencia de muchos, y muy variados factores, pero con un común y principal desencadenante:
La desigual relación entre el increíble esfuerzo financiero efectuado, para dar forma a The Fall Of The Roman Empire, y la tibia acogida con la que fue dispensado por el público y la crítica, sobresaturados para aquel entonces, de este tipo de espectáculos cinematográficos grandilocuentes, ambientados en el mundo antiguo, cuya mejor prueba, es el sonoro fracaso, cosechado un año antes, por la no menos colosal “Cleopatra” (1963) de Joseph L. Mankiewicz.
En lo que respecta a decorados, El Foro Romano, en The Fall Of The Roman Empire, establece el récord de construcción más grande, realizada hasta entonces, para el rodaje de una película.
Algunas de las escenas más espectaculares, son realmente memorables, como:
La impresionante entrada de Commodus en Roma, recién proclamado Emperador; en las que intervinieron unidades del ejército español de la época, siendo digno de mención en este apartado, el alucinante y angosto enfrentamiento en una cueva entre bárbaros y romanos, todo un prodigio de planificación.
Grandes batallas, se entremezclan con escenas más intimistas, que siguen el esquema de melodrama clásico, y que resaltan unas interpretaciones magníficas en todos los casos.
El final es genial… el puesto de César, está totalmente desprestigiado, y ya no tiene el valor que tenía antes.
¿Quién da más dinero por el trono?
Va uno, y le ofrece a un militar no sé cuánto, y va el militar y le dice todo mosqueado:
“Eso es muy poco”
Y es que llegó un momento, en el que el trono del César no valía casi nada, y es allí que comenzaba el declive del Imperio Romano.
“Men of Roman blood will pay for this.
You will make nations to kill us all.
Let us live in peace!
Peace!”
La Decadencia y Caída del Imperio Romano, es una de las cuestiones más debatidas y estudiadas de la historia.
Es considerada por algunos, como “el mayor enigma de todos”, y ha sido uno de los ejes del discurso histórico clásico, desde San Agustín de Hipona.
La ruina de la “Roma Eterna” ha perdurado como el paradigma por excelencia del agotamiento y muerte de las civilizaciones, una caducidad mundana, interpretada como el precedente, y anuncio del fin del mundo o, al menos, de la civilización occidental.
Los siglos XX y XXI, han visto multiplicarse el interés por este problema histórico, debido probablemente, al hecho de que la civilización contemporánea, tiene muchos rasgos comunes con La Antigüedad Tardía, y a que la cultura occidental está en un período de transición, como la Roma de los siglos III y IV.
En lo que respecta a The Fall Of The Roman Empire, el sello personal del productor, se caracterizaba por apostar en sus películas, por una espectacularidad de corte populista, dotándolas de un elenco artístico, con estrellas internacionales, fastuosos decorados, y grandes movimientos de masas.
Bronston quiso construir, una alternativa al poder de Hollywood en España, aprovechándose de los bajos salarios, la situación favorable para el empresario en materia de derechos laborales, y del bloqueo de la salida de divisas, a las estaban sometidas las empresas extranjeras, que operaban en España.
El gobierno franquista, al no permitir la salida de estas divisas, propició que varias multinacionales, ajenas a la industria cinematográfica, decidiesen invertir ese dinero, en películas rodadas en España.
Y ahí estaba Bronston, recogiendo el suculento flujo de dólares, aportado por estos inversionistas, que de esta manera, conseguían un producto exportable, en forma de producción cinematográfica, con todos los ingredientes, para funcionar excelentemente en las taquillas, sacando beneficios a lo largo y ancho del mundo.
Nada más lejos de lo que acabaría ocurriendo; pues han corrido ríos de tinta, tratando de explicar, las razones de este fracaso, y prácticamente, todos los análisis que hemos leído, coinciden en que mala respuesta de las taquillas, fue a causa del hastío de los espectadores, saturados por la excesiva proliferación de este tipo de producciones.
Ya desde los primeros años en los 50s, llovían títulos monolíticos del género péplum, que tras más de 10 años, reincidiendo en planteamientos similares, consiguieron saturar los paladares de espectadores y críticos; y la puntilla llegaría con “Cleopatra” (1963) de Joseph L. Mankiewicz, otro sonado fracaso, que a punto estuvo de arruinar a la Fox, y que significó el definitivo adiós al género.
Decíamos que, The Fall Of The Roman Empire constituyó el final, en sentido figurativo, se entiende, de Samuel Bronston, pero no menos cierto, es que también supuso, salvo casos muy puntuales, el final en términos colosalistas del cine, ambientado en el mundo antiguo, durante largo tiempo.
Tendrían que pasar varias décadas, para que se produjeran nuevos títulos de estas características, lo que no ocurriría hasta principios del siglo XXI, momento en el que el subgénero, experimentaría un tímido renacer, provocado por el éxito de “Gladiator” (2000) de Ridley Scott, film que no era sino, que una especie de puesta al día de esta clase de películas, y en cuyo argumento, dicho sea de paso, se reutilizaron no pocos elementos, tanto argumentales, como de puesta en escena, provenientes de The Fall Of The Roman Empire.

“This was the beginning of the fall of the Roman Empire.
A great civilization is not conquered from without, until it has destroyed itself from within”



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