Bad Girl

“Edna says, nobody knows whether a person's good or bad but the person themselves.
And they won't tell”

Se ha demostrado, que en momentos de grandes crisis o conflictos, surgen expresiones artísticas que marcan un antes y un después.
La Gran Depresión de los años 30, no es una excepción; la crisis alimentó una revolución artística en la que aparecieron nuevas propuestas, convirtiendo esta época en una de las más valiosas y productivas de la historia de Estados Unidos.
Toda una generación de artistas e intelectuales que hicieron parte de una sociedad devastada por los problemas sociales, generaron una original forma de reflexión y creación como respuesta al tiempo que les tocó vivir, donde por primera vez hubo un compromiso político y social, ya que no pudieron ser ajenos a las circunstancias de su momento.
Y claro está, nació el cine de “evasión”
“I gotta go upstairs now.
You see, my mother's dead, and my brother's boss of the house.
He gets sore when I stay out late”
Bad Girl es un drama del año 1931, dirigida por Frank Borzage.
Protagonizado por Sally Eilers, James Dunn, Minna Gombell, Frank Darien, Sarah Padden, William Pawley, entre otros.
El guión es de Edwin J. Burke, basándose en la novela homónima de 1928, posteriormente adaptada al teatro, de Viña Delmar, que relata la vida y los amores de gente normal a través de sus vidas ordinarias.
De acuerdo con un obituario, Delmar era una mujer que escribió una serie de novelas que escandalizaron al país, por lo que no sólo generó éxitos de ventas, sino que trabajó en Hollywood como guionista.
Su primera obra importante, fue una novela titulada “Bad Girl”, una advertencia sobre el sexo y el embarazo prematrimonial, que fue adaptado tanto para teatro como para el cine.
El libro, fue el 5º trabajo de mayor venta ese año; y fue considerado escandaloso en un primer momento, que fue prohibido inicialmente en Boston.
Varios de estudio, además de Fox Films, estaban interesados en los derechos de la novela, incluyendo Pathé, Metro-Goldwyn-Mayer y Universal Pictures, pero por fueron asustados con insistencia por La Oficina de Censura del Código Hays, pues cualquier película hecha a partir de material previamente publicado, tendría dificultades para cumplir con sus normas.
Fox, sin embargo, fue capaz de proporcionar a los censores, un tratamiento que le valió su aprobación; siendo nominada a los premio Oscar como mejor película; ganando el premio al Mejor Director, y Mejor Guión Adaptado.
Estamos en la época de La Gran Depresión, en plenos años 30.
Eddie Collins (James Dunn) es un electricista, y Dorothy Haley (Sally Eilers) una modelo, ambos se casan y esperan su primer hijo, pero las dificultades económicas harán peligrar su matrimonio.
Bad Girl es un buen film, algo inferior a otros trabajos del director, pero muy en su línea, y donde junto a ese particular enfoque romántico se entremezclan rasgos de comedia de enredo, y algunos diálogos ocurrentes y chispeantes, demostrando cómo era la vida en tiempos de necesidad en la ciudad de New York.
“You know, he's careful for me.
But as Edna says, you can't watch a girl hard enough to keep her good if she don't want to be”
Cuando hacemos balance acerca del melodrama, lo más lógico es citar a Douglas Sirk, posiblemente el maestro indiscutible de este sentimental e imprescindible género desde los albores del Séptimo Arte; pero es de justicia, rememorar a otros grandes nombres que también contribuyeron ampliamente a engrandecerlo y hacerlo evolucionar, entre los que se especializaron en él, cabe destacar Frank Borzage; quien era de los directores estrella de aquellos años, y su cine solía estar en la primera línea de los premios y taquilla.
Y es que el cine de aquel momento, tan definitorio de su bullir urbano, se palpitaba esa sensación agridulce de una existencia dominada por la alienación y la lucha por procurar una existencia más o menos cómoda, dentro de una jungla urbana, generalmente representada en la ciudad de New York.
En esta ocasión, además, podríamos avanzarnos a señalar que es la primera ocasión en la que el cine de Frank Borzage, asume en su temática cinematográfica, una mirada hacia el trauma provocado por La Gran Depresión, que le permitiría muestras posteriores.
Por lo que Bad Girl es un film claramente Borzage, con ese romanticismo donde las variaciones respecto a otros films de su autor, hacen que todo siga igual.
Y así la vida es compendiada por el protagonista, como una ascensión “desde el 2º piso donde se nace, al 5º donde se muere”
Visión no tanto catastrofista como depresiva, y propia de una época de carencias, penurias y sueños rotos.
Pero aquí, volvemos a estar en los años difíciles de las secuelas del 29.
Donde el caldo de cultivo no es otro que la supervivencia.
Y en ese caldo, el amor borzaguiano, tan romántico como siempre, aunque en este caso carente de la poesía visual, hablada o escrita que caracteriza otras obras; muestra esa capacidad para traspasar la barrera del drama, para introducirse en el auténtico corazón de sus personajes, siendo algo que ya previamente había logrado en sus últimas obras del Periodo Silente, y que de nuevo lograría trasladar a esta, una de sus primeras películas insertadas dentro de su fecunda trayectoria en la década de los años 30.
No obstante, lo que más nos interesa, lo que puede tener como aportación especial Bad Girl, del gran romántico estadounidense, por la que obtuvo su 2º Oscar al Mejor Director, es el hecho de procurar adaptarse en su cine a los nuevos modos del sonoro.
Es algo que muestra ya su secuencia de apertura, en la que adoptando la apariencia de los preparativos de una boda, la cámara se centra en la protagonista del relato:
Dorothy Haley.
Con una ingeniosa planificación iniciada con el ramo de flores, que en teoría va a portar la nerviosa novia, muy pronto nos daremos cuenta que Dorothy está participando en un desfile de modelos, desarrollado entre un público masculino de dudosa reputación.
De inmediato se mostrará la amistad de esta con la más madura Edna (Minna Gombell), un personaje determinante en el relato, describiéndose un entorno humano dominado por unas relativas estrecheces económicas, y una notable grisura existencial, pero al mismo tiempo, un común deseo de sus protagonistas por sobrellevar una existencia llena de ilusiones y anhelos.
Entre ellas, no se encuentra su deseo por encontrar una pareja estable, ya que ambas muestran cierta acritud hacia los hombres, pensando que lo único que estos desean, es sobrepasarse con las mujeres.
Será un prejuicio, en el que quizás tenga bastante que ver la influencia negativa que pueda mostrar el áspero hermano de Dorothy, que prácticamente de la noche a la mañana, desaparecerá ante el inesperado encuentro que “Dot” tendrá con Eddie Collins.
Un contacto buscado casi de manera burlona, al contemplar como este desprecia cualquier contacto femenino en un barco que surca la bahía neoyorkina, un rasgo recurrente en tantas y tantas películas posteriores, tripulado por multitud de ciudadanos en una jornada festiva.
Pese a ese casi tumultuoso primer contacto, muy pronto estas 2 almas solitarias, comenzarán una relación que muy pronto les llevará al matrimonio, a vivir sus pequeños problemas y anhelos, e incluso, asumir juntos las ilusiones y también los temores que genera la llegada de su primer hijo en tiempos de penurias económicas.
Bad Girl destacará, una vez más, por la inequívoca personalidad que su realizador sabe plantear en cada una de sus secuencias:
Desde el primer momento, Borzage abandona cualquier tremendismo o exceso melodramático, inclinándose por una mirada cercana, intimista, y al mismo tiempo honda y sincera, sobre los avatares de estos 2 jóvenes que se aman, y al mismo tiempo temen expresarse en la plenitud de sus personalidades, con el deseo de no incomodar con ello a la persona a la que quieren, y con la que desean compartir el resto de sus días.
En definitiva, por encima de las posibles dificultades económicas que asume primordialmente Eddie, o del temor de Dorothy a sobrellevar un embarazo de final incierto, pues su madre murió al tenerla a ella, lo cierto es que la intención esencial del realizador, se centra en una mirada en la que entremezcla su sentido del humor, su comprensión de las motivaciones y reacciones de sus personajes, y al mismo tiempo reafirma en su cine, la primacía del amor y, en un alcance secundario, su confianza en la bondad intrínseca del ser humano.
En esta vertiente, son constantes los momentos en los que el apunte humorístico, siempre insertado de manera oportuna y discreta, contribuye a relajar cualquier elemento dramático en la función.
Serán detalles como la presencia de ese hombre de mediana edad por las escaleras del apartamento en que vive Dorothy, mientras los 2 aún entonces amigos conversan después de su primer encuentro; las divertidas situaciones planteadas en la primera conversación de los 2 futuros esposos en ese buque que les permite, como a tantos trabajadores urbanos, disfrutar de un día festivo; la impagable imagen del ya esposo lavando la ropa, ataviado con un ridículo delantal, al conocer que su esposa se encuentra embarazada...
Serían muchos los momentos a destacar en esta vertiente, en la que un rasgo de especial importancia, es la apuesta del realizador por la elipsis, que contribuirá en numerosas ocasiones a soslayar los instantes más dramáticos, o en teoría, más propicios para el énfasis melodramático.
Se trata de una elección muy familiar en su cine, que lleva a insertar a Frank Borzage en los senderos del intimismo de una mirada desprovista de un dramatismo aparente y, en definitiva, por un conocimiento profundo y sincero de los recovecos del sentimiento en el alma humana.
Es un contexto que ya en aquellos años, iniciaba el cine.
Es en este marco, donde cabría destacar la capacidad de observación que se manifiesta en momentos, como la secuencia desarrollada en el hospital, donde los maridos comentan los “sufrimientos” que viven cuando sus esposas van a tener un hijo, o ese detalle casi de conclusión, en el que Eddie increpa al conductor del taxi que tripula junto a su esposa y el bebé, cuando este efectúa una brusca maniobra, diciéndole que puede estar portando al futuro Presidente de los Estados Unidos.
Del reparto cabe decir que el director Frank Borzage quería Spencer Tracy para el papel principal, pero Fox no estaría de acuerdo con esto; y se contrató a James Dunn, quien hizo su debut en esta película.
Sobre Sally Eilers, correcta, llama la atención el enfoque que le da el director, al presentarla como una mujer muy independiente, y hacia el espectador, como una mujer de dudosa reputación inclusive, donde el director vuelve a tomar la idea de la mujer libertina que al final se redime, aquí a través del matrimonio y la maternidad.
Sin embargo, se le podría achacar que no cuenta nada, además de la continua falta de léxico de Eddie y sus enervantes  “O.K.” que llegan a chirriar un poco o la “bad girl” que no lo es del todo, pues es íntimamente buena o desagradecida por la falta de información en lo que hace Eddie por ella, cuyas maldades son hoy cuentos infantiles; así como las “bronquitis” juguetonas de Edna, y hasta las “turcas” del vecino aficionado a los quesos olorosos, hacen que la película discurra por cauces menos almibarados que en otras ocasiones, pero eso sí igual o más de enamorados.
Resulta curioso que, en apariencia, ninguno de los 2 futuros progenitores, esté contento con el  “porvenir”, es decir, el hijo.
Ambos lo desean, pero no se comunican bien entre ellos, y esa falta de comunicación, llega incluso a despistarnos a nosotros.
Sin embargo, quedan las secuencias como aquella que muestra el encuentro de Eddie con el prestigioso pediatra que desea atienda a su esposa en su primer parto, llorando ante él, y suplicándole que acepte atender a Dorothy, son unos planos que siempre son encuadrados desde detrás del médico, mostrando un enorme pudor ante la situación; la secuencia posterior, en la que Eddie resiste el embate de la pelea pugilística que ha aceptado con el único fin de lograr un ingreso económico que le sirva para sufragar los gastos del prestigioso doctor, que culminará con una inesperada reacción de simpatía de su oponente, al suplicarle Eddie que no lo noquee, y comentarle los motivos de combatir contra él; o el conmovedor instante en que Dorothy recibe al recién nacido en sus brazos, una secuencia teñida de una original plasmación dramática; que también provocaría el asesinato de la enfermera bromista...
Unamos a ello, el posterior encuentro de Eddie con el doctor que ha atendido a su esposa, y al que desea efectuar un pago de sus emolumentos, un giro que sin duda nos podría recordar el posterior cine de Frank Capra; o la situación final, en la que una inesperada enfermedad de un bebé, servirá para posibilitar la reconciliación en las diferencias mantenidas entre un joven matrimonio, debidas sobre todo a su pudorosa falta de sinceridad y comunicación, pese a la absoluta honestidad y lealtad en la razón última de sus comportamientos.
En definitiva, ese “amor por encima de todas las cosas”, que quizá induce al equívoco en la sordidez de la vida urbana de los inicios de La Gran Depresión, en una película notable, aunque no totalmente lograda, en la medida que en ella se perciban ciertos resabios teatrales, o determinados personajes no adquieran la debida consistencia dramática, como la escasa presencia del hermano de Dorothy, etc.
“I'd like to be nice to women.
You know, say nice things to them, like fellas can.
I can't though”
La reacción del cine ante La Depresión económica, fue lo que en términos generales se ha llamado de “evasión”
El cine, junto a los demás medios de comunicación, potenció el consumo de masas y el gran mercado del entretenimiento.
Los productores promovieron un medio en el que los ciudadanos buscaban una distracción de sus problemas, así mismo sucedieron cambios relacionados con la industria, ya que no pudo permanecer ajena al clima de preocupación e incertidumbre creado por la crisis y el desempleo, era necesario asegurar su supervivencia con películas que fueran éxitos comerciales.
Así había comenzado el gran mercado del entretenimiento de masas.
El cine además, tuvo otra perspectiva que lo mantuvo ligado a las realidades de La Depresión, pues algunas películas expresaron la crisis moral de un país que vivía el fin de la prosperidad de los años 20; erigiéndose como una vía de escape a los problemas del momento.
En conclusión, la oferta de películas no hizo más que contribuir para que el cine se convirtiera en un verdadero pasatiempo:
Más de 75 millones de espectadores, acudían al cine todas las semanas en Estados Unidos en la década de los 30.

“I think of nice things to say, but when it comes to puttin' them into words, I only say something sarcastic and mean”



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