Street Angel

“Love is like the measles.
When it comes you cannot stop it”

Considero que es una excelente costumbre para alguien que ame el cine, ver regularmente películas de reencuentro, aquellas que nos sintonicen con la extensa y emocionante historia del Séptimo Arte.
Cada pequeña joya, tiene brillos únicos que reflejan el trabajo de excelente directores y de artistas excepcionales, que dieron lo mejor de sí, con los medios a su alcance.
Frank Borzage, era hijo de un padre italiano, nacido en Ronzone, en la provincia de Trento; y de una madre suizo-alemana.
Según los historiadores cinematográficos, Hal Erickson y Bruce Eder, Borzage sólo estudió la enseñanza primaria, hasta los 13 años; después trabajó en una mina de plata, para ayudar a incrementar los ingresos familiares; hasta que se fue de casa; luego a causa de su pasión por el teatro, en 1907 actuó en uno de los principales teatros de Phoenix, Arizona.
Borzage ejerció diversos oficios, y trabajó como tramoyista antes ser actor en Hollywood, donde comenzó como cowboy.
En 1911, Thomas H. Ince lo contrató como actor, y trabajó para Producciones Bison, dirigiendo inicialmente western.
En 1916, Borzage empezó a trabajar como director de cine mudo; hizo películas de las que también escribió el guión, y a lo largo de unos 60 filmes mudos, hasta 1929, fue forjando su estilo, una transfiguración del melodrama habitual por medio de una exaltación del amor loco, próxima al surrealismo.
En los años 30, su obra se volvió todavía más ecléctica, incursionando en comedias románticas, pero siempre llevándolas a su terreno; contando con más o menos libertad creativa, mantuvo siempre su identidad artística, el denominado “toque Borzage”
La singularidad de este cineasta, radica en que aun sabiendo desempeñar excelentemente el papel de simple trabajador al servicio de un complejo engranaje industrial, supo mantener siempre unas constantes de estilo visual, caracterizadas por la poética sensibilidad de sus imágenes, y el romanticismo de su puesta en escena.
Ya en esos primeros trabajos, Borzage comienza a dejar constancia de un perfeccionismo que le acompañaría durante toda su carrera, cuidando todos los detalles, como el tratamiento de la imagen, o la dirección de actores, etc.
Sus amantes protagonistas, generalmente enfrentados a un entorno social adverso, recorren la pantalla como poseídos, entregados de manera incondicional a un sentimiento que se convierte en el motivo excluyente de su existencia, y esa pasión casi alucinada que los devora, los transforma a pesar de ser casi siempre personas comunes, en seres extraordinarios.
La alegría de los encuentros, y el dolor de las separaciones, nunca se transmitieron con tanta intensidad como en las películas de Borzage.
En su cine, hay que destacar varios elementos curiosos:
Su gusto por las escaleras, las metáforas, los recurrentes primeros planos de los rostros de sus intérpretes, la religiosidad, etc.; y 2 virtudes:
Su ausencia de cinismo, y la confianza en el espectador, haciéndolo participe de cada película suya, y no dándole todo masticado, retándole.
Frank Borzage es un director muy emocional, pasional, lírico, poético e intenso, pocos como él supieron plasmar el amor con mayúsculas en la gran pantalla y, de ese modo, elevar sus pasionales historias de amor, en muchas ocasiones a la categoría de mágicas.
En la fase del cine mudo, gozó de una libertad sin precedentes para la época, y a partir de los años 30, tuvo que lidiar con la censura, mientras su obra fue mutando pero, en el fondo, seguía siendo fiel a sí mismo, y a su universo tan personal y único, pese a las limitaciones del Hollywood del sistema de estudios.
El melodrama “Made by Borzage” se caracteriza por una cautivadora calidez, un romanticismo sin concesiones, y un gran pulso narrativo.
Poseedor de un formidable lenguaje cinematográfico, que podría definirse como vibrante, audaz e íntimo, esto unido a una fotografía deudora del expresionismo alemán que crea una atmósfera de irrealidad como de cuento de hadas, especialmente notoria en sus obras silentes; por ejemplo Street Angel está fuertemente influenciada por las películas de Murnau, en lo referente a la iluminación tan especial que contiene.
Sin embargo, Borzage no fue un artesano ocasionalmente inspirado, sino uno de los grandes creadores del cine, con un número impresionante de obras maestras.
Cabe distinguir, tras un periodo de actor y de aprendizaje, 3 etapas básicas en su carrera.
Desde 1925 a la extinción del cine mudo, cuyo lenguaje siguió utilizando hasta 1929, y después solapadamente, tuvo éxito y prestigio en Fox Films, con libertad para elegir historias, actrices y técnicos.
Entre 1930 y 1941, Borzage siguió cosechando éxitos, y pudo desarrollar con independencia, una febril actividad.
Entre multitud de intérpretes magníficos, los más representativos son:
Janet Gaynor, Charles Farrell, Joan Crawford, Loretta Young, Helen Hayes, Jeanette MacDonald, Spencer Tracy, Robert Young, Robert Taylor, Gary Cooper, Charles Boyer, Clark Gable, Errol Flynn y Marlene Dietrich.
En su etapa de supuesta decadencia, desde la entrada en guerra de los EEUU hasta su última película, Borzage se resignó a la marginación, pues sólo la pobreza y el anonimato le permitían seguir dirigiendo, a veces con medios miserables, con actores desconocidos, y con largos periodos de paro, entre una y otra.
Y es que Borzage sentía lo que contaba, sin arredrarse ante el previsible fracaso, ni deponer su fe en la perdurabilidad del amor.
Era de los que piensan que el amor es maravilloso, aunque no todas las historias terminen bien, ni los enamorados sean siempre dignos de la pasión que despiertan.
Lo primero que llama la atención de una película de Borzage, es la luminosidad que parece emanar de los propios seres que las habitan.
Imágenes y cámara, tienen un ritmo peculiar, pues palpitan como corazones, y los planos se suceden por imantación, a despecho de razones espaciales o narrativas.
Su dramaturgia brota del sentimiento; y se empeña en transmitir las sensaciones íntimas de los 2 enamorados.
La anomalía histórica que suponía el cine de Borzage, se hizo evidente con la implantación del sonido, más inclinado al realismo; y no sorprende que en los años 20 y 30, Borzage fuera uno de los ídolos cinematográficos del surrealismo.
Su obra, es un monumento al “amour fou”, y que su radicalismo amoroso fuese posible en el Hollywood de los años 10 a 50, tiene algo de milagroso.
La hoguera duradera y tenaz en que se consumen sus criaturas, era para Borzage la más pura manifestación del deseo; ya que sus personajes eran gente corriente y modesta.
Para Borzage, “almas humanas hechas grandes por la adversidad”, como dice el célebre rótulo inicial de Street Angel.
Y no creo posible mayor romanticismo, ni en los planteamientos ni en la realización; no hay películas donde la pasión sea tan auténtica y poco subrayada, ni ha dado el cine imágenes tan radiantes de dicha, como las de Frank Borzage, ni momentos de tristeza tan punzante.
“Love will find you never fear!
No women escapes”
Street Angel es un drama del año 1928, dirigido por Frank Borzage.
Protagonizado por Janet Gaynor, Charles Farrell, Henry Armetta, Natalie Kingston, Dave Kashner, Cino Conti, Helena Herman, Alberto Rabagliati, Jennie Bruno, Louis Liggett, Milton Dickinson, Guido Trento, entre otros.
El guión es de H.H. Caldwell, Katherine Hilliker, Philip Klein, Marion Orth, y Henry Roberts Symonds, de la obra “Lady Cristilinda” de Monckton Hoffe.
Como dato, Janet Gaynor ganó el premio Oscar a La Mejor Actriz; siendo una de las 3 veces que Gaynor consiguió la estatuilla de La Academia después de “Sunrise” de F.W. Murnau y “7th Heaven” también de Borzage, en el mismo año.
También, Street Angel fue nominado al Oscar a la mejor dirección artística, y la mejor fotografía.
La Gaynor fue una de esas estrellas que brilló brevemente, pero con gran intensidad, porque en ella se aunaron talento y excelente calidad en sus trabajos, contando con los prominentes directores de la época que supieron encumbrarla; y uno de ellos, nada menos que el legendario Murnau, recién llegado a América; y el otro:
Frank Borzage, en la única película estadounidense en ser nominada a los premios Oscar en 2 años diferentes; aunque algunas películas en lengua extranjera han recibido nominaciones en diferentes años.
Street Angel está reconocida como la primera película “hablada” que se mostró en Nueva Zelanda, el 8 de marzo de 1929; ya que no hubo diálogo grabado, pero se añadió una partitura musical grabada especialmente para la película; incluso, en un momento los protagonistas usan una canción silbada para comunicarse, siendo este un elemento de sonido usado de forma dramática magistralmente, pensada como una herramienta reciente con la que trabajar en aquella época.
Una curiosidad de Street Angel, es que se creía perdida durante años, pero ahora es parte de una colección de 12 películas de Fox Films, que fue publicada en 2008; y nos narra una historia que transcurre en Nápoles, Italia.
Ciudad porteña, famosamente habitada por personajes variopintos, que se ha prestado para grandes clásicos del cine y de la literatura.
Esta ciudad y su ambiente, son importantes protagonistas de Street Angel, un clásico de los tiempos finales del cine mudo, como se advierte en el intertítulo que aparece muy al comienzo, donde nos describen las brumas que se asientan entre El Vesubio y el mar, y su misterioso impacto sobre sus habitantes y sus vidas.
Angela (Janet Gaynor) es una humilde muchacha que está a punto de ser detenida por la policía, pero logra esconderse en un circo ambulante.
En este ambiente conoce todo tipo de personajes bohemios y extravagantes.
Entre ellos está Gino (Charles Farrell), un joven pintor que la toma como modelo.
La historia sorprende por su crudeza, sobre todo en la sociedad que retrata, el tema de la prostitución abordado claramente, de manera frontal, y por su puesta en escena llena de poesía, capaz de aislar totalmente a los personajes en su pequeño mundo.
Un melodrama, cuya esencia es la comunicación a base de imágenes que sean fácilmente recibidas por el espectador, capturando sus miradas emocionales, su pasión por la belleza, por la justicia, y por situaciones humanas emocionales, como aquellas caracterizadas por la pobreza, el sufrimiento, la soledad, el amor, el abandono, la injusticia, y el dolor.
Lo interesante es que en Street Angel, el director nunca renunció al empleo de la belleza en los encuadres, empleando siempre un diseño, y un montaje exquisitos.
Es por ello que se trata de una obra maestra, que trasciende lo emocional, para penetrar en los espacios del arte y de la belleza visual.
“Love makes people unhappy”
La filmografía de Frank Borzage, es un canto al amor y sus poderes, tan cercanos a los de la imaginación liberada en los sueños, y a los del propio cine; como poeta de un amor precario, siempre amenazado por un mundo sórdido y brutal, Frank Borzage, con una sensibilidad especial, y elevando el cine a la misma categoría de Murnau, y con los ojos de Janet como portada de Street Angel.
En el imprescindible libro sobre el director, publicado por Hervé Dumont, llamado “Frank Borzage. Sarastro en Hollywood”, se dice que “sabemos que Borzage ha estudiado el rodaje de “Sunrise” y que, en reciprocidad, Murnau ha expresado su admiración por “7th Heaven”, y ha asistido algunas veces al rodaje de “The River” (1929)
También señala, que a Murnau le impresionó tanto la fotografía de Street Angel, que contrató al equipo de Palmer e Ivano para su siguiente trabajo en Hollywood.
Tanto “Sunrise” como “7th Heaven”, se rodaron ambas en 1927; pero el cine también es industria, y cuando se dan cuenta del potencial de Janet Gaynor y Charles Farrell en “7th Heaven”, la maquinaria de Hollywood quiere otra película donde ambos se enamorasen; y se la encargan a Borzage, por lo que él vuelve a crear pura emoción cinematográfica.
Así, tanto Street Angel como “7th Heaven” recrean una Europa especial:
Los bajos fondos de principios del siglo XX.
La primera transcurre en París, y la segunda en Nápoles, y para contar ambas una historia de amor “fou”, que llega al éxtasis y a la trascendencia entre 2 seres al margen de la sociedad; de hecho, las 2 películas gustaron muchísimo al público de la época.
De esa manera, Frank Borzage vuelve a crear formalmente una película prodigiosa, impecable, y no es ninguna tontería decir que logra algo cercano a la poesía visual, pues supo reformular el éxito de “7th Heaven”, haciendo de las 2, un dúo de películas sobre el amor y la trascendencia.
Como melodrama clásico, Street Angel versa sobre cómo un ángel puede ser corrompido por la miseria, y la indolencia de la sociedad representada por el médico, el juez, y los acreedores, ante unos males de los que ella misma es responsable.
Es la historia de Angela y Gino.
Ella es una muchacha pobre, que ante la necesidad de comprar una cara medicina a su madre moribunda, se ve abocada a la calle.
Primero intenta mendigar, después prostituirse… sin éxito.
Cuando ve a un hombre en la barra de un bar soltar el dinero que necesita, se precipita hacia los billetes con tan mala suerte, de que en ese momento pasa una pareja de policías que la detiene.
En un juicio rápido e injusto, la condenan a un año de cárcel por robo y prostitución.
Y es que ella es un ángel de la calle; por lo que huye y vuelve al cuarto de su madre, donde ésta ha fallecido.
La policía la ha seguido, y la joven sale por la ventana hasta que consigue esconderse en el interior de un tambor de una compañía circense.
Posteriormente, ella se ha convertido en una de sus estrellas, es una joven que no cree en el amor, desencantada, vivaracha, con carácter, que huye de su pasado.
Y se cruza en su camino un joven pintor bohemio e idealista, Gino, que se une a la compañía.
El joven desea pintarla… y realiza un hermoso retrato donde capta toda su pureza; y quita su máscara de chica dura, pero el pasado siempre regresa; y las adversidades ponen a prueba el amor puro de los 2 jóvenes, tan puro que cuando regresan a Nápoles, los 2 viven en habitaciones separadas, pues todavía no están casados.
También se producirá un milagro trascendental:
Los 2 han caído en una espiral de desolación y desgarro; y parece que el amor entre ambos está destruido.
Durante sus penurias como joven pareja enamorada, él decidió vender el hermoso retrato de Angela a un estafador que falsifica la imagen, convirtiéndola en una Madonna antigua, y vendiéndola como si fuera una obra de un gran maestro de la antigüedad…
En su último encuentro, los 2 están rotos:
Él, desencajado por el odio y el desencanto, ya no cree en ese amor puro e ideal que había creado con la amada, pues una prostituta le contó que ella está en la cárcel por “prestar servicios”, y ya no puede pintar; está alcoholizado, y él mismo ha perdido su encanto e inocencia…
Mientras ella, recién salida de la cárcel, desvalida, hambrienta, y triste porque su amor no ha logrado los triunfos y sueños que ella pensaba.
Se da cuenta que no sirvió de nada ocultarle su pasado; y se encuentran en el puerto, donde ella no puede creerse el odio que siente en los ojos de Gino.
Éste casi convertido en un monstruo, huye despavorida; Gino la sigue, y terminan los 2 en una capilla.
Cuando la pareja está en un momento especialmente dramático, Gino alza la vista, y se encuentra con el retrato de La Madonna, con la mirada de Angela.
Y ella, suplicándole que la mire de nuevo a los ojos, que sigue siendo la misma de siempre; el milagro se hace realidad.
Gino y Angela, vuelven a recuperar su amor perdido, y salen juntos de la iglesia.
Frank Borzage, un especialista en el melodrama que sabía cómo tocar la fibra sensible del espectador, con Street Angel no sólo muestra un total dominio del lenguaje cinematográfico, sino también las influencias del cine europeo, sobre todo el cine alemán.
El sorprendente uso del sonido en una película del final de la época muda de Hollywood, sorprende a propios y a extraños; en el que el diálogo es algo fundamental, apoyado en distintos ambientes sonoros y musicales, matizado por entonaciones y tonalidades.
Pero en el cine mudo, el principal recurso del director y de los artistas, es el aspecto visual.
Si bien, se pueden utilizar intertítulos para comunicar ciertas cosas, y para unas mínimas orientaciones, un buen director del cine silencioso, va a utilizar todo lo que pueda para causar impactos visuales a base de imágenes.
Por ello, Street Angel posee una factura técnica casi impecable, una minuciosa puesta en escena realista y naturalista, que sigue muy levemente o ignora los cánones del expresionismo alemán, el cual solía presentar escenarios oníricos, distorsionados, que no pretendían ser un calco de la realidad, sino una visión rotundamente subjetiva, una introspección psicológica visual plasmada en el entorno; y en contra de lo que era habitual en el cine mudo, tiene un desarrollo bastante sencillo, alejado de argumentos rocambolescos y enrevesados, y los actores no realizan tantos aspavientos ni gesticulaciones exageradas.
Podríamos señalar, que Street Angel es un paso de transición hacia la nueva forma de filmar que se impondría con el sonido.
Además, tiene rasgos de neorrealismo muy precoz, pues en esos ambientes de extrema pobreza, Borzage utiliza elementos más cercanos al expresionismo alemán para potenciar la visualidad de la película, tales como el uso intenso de la luz en la escena de Angela con su madre, o la puesta en escena de las escenas en el cuartel y la cárcel.
Y esas amargas vicisitudes de la chica en el Nápoles del “O sole mio”, recuerdan a la corriente que se empezó a desarrollar algo más tarde, sobre todo en Europa y mayormente en Italia con Luchino Visconti y Vittorio De Sica; sin olvidarnos de España, con Juan Antonio Bardem y José Antonio Nieves Conde; o de Suecia con Ingmar Bergman en sus comienzos; y que en Estados Unidos conocería su mayor exponente en “The Grapes Of Wrath” (1940) de John Ford, con el latigazo de La Gran Depresión seguida por La Segunda Guerra Mundial.
El melodrama y la pobreza como argumentos de Street Angel, sí es algo que nos acerca a Italia, y a lo que desembocaría en el neorrealismo italiano.
Y desde Rossellini hasta De Sica, se pueden sentir identificados en esos gestos juntando las puntas de los dedos de Janet Gaynor.
Lo más cercano a un “acento italiano”, en una película muda.
Por otro lado, la puesta en escena y el decorado, es a veces teatral.
Para causar estos impactos, Borzage juega con varios motivos que vale la pena describir:
Uno de ellos es el manejo de la niebla, como elemento protagonista.
No se trata de la clásica niebla de los filmes de ambiente londinense, terrorífico y misterioso.
Es una niebla difuminada, entre triste y romántica, que deja ver a los personajes y a las escenas, rodeándolos, a modo de aura pálida, con tintes luminosos, que crea en el espectador una sensación de ensoñación y expectativa, de ansias de descubrimiento.
En ningún momento sentimos que nos hallemos en Nápoles, con sus calles estrechas y sus gentes deambulando cada plaza.
Se trata, más bien, de una abstracción de la ciudad en la mente del director.
Una abstracción del mundo, a veces hostil, que se verá superado al final, por el amor de los personajes.
El romance transciende la realidad y, sin embargo, no son los actores quienes pecan de sentimentalismo, sino el público.
Será inevitable gritar mentalmente “¡Que se besen!”, cuando Gino pinta el cuadro, o cuando se reencuentran en la iglesia, y sin embargo no se muestra.
Pero finalmente, Street Angel es un melodrama romántico, porque se centra en la historia de amor de Angela y Gino, un Charles Farrell que parece un gigante al lado de su diminuta compañera; y lo hace de una manera muy conmovedora, tanto que los más de 90 años de la película, a veces se esfuman como por ensalmo.
Los actores, excelentes en sus respectivos roles, nos regalan una historia de amor eterno, que puede con todos los obstáculos que se les aparece en el camino.
Angela está protagonizada por Janet Gaynor, una actriz diminuta, de cara y mirada expresiva, soñadora y preciosa; que en el filme experimenta sufrimientos y transformaciones personales, con los cuales se identifica fácilmente el público, sin importar que parezcan imposibles o absurdos, por su carácter decididamente emocional y empático.
Tanto Gaynor como Farrell, conformaron una pareja sencillamente perfecta para estas pequeñas “delicatesen” de Borzage, obras de un romanticismo tan acaramelado como delicioso, de una candidez irresistible, tratando las miserias y la vida de los suburbios de la época, con una mirada optimista, donde el final feliz, en tantas ocasiones incómodo, es tan natural como necesario.
Todo ello engalanado con unos decorados fastuosos que lo zambullen a uno de lleno en esos barrios de miseria, pero sin excesivas espinas, con una escenografía cuidadísima, lírica, y bucólica.
Y la religión, que metía su embarazosa pezuña más de la cuenta en “7th Heaven”, apenas asoma aquí por debajo de la puerta.
Otro detalle interesante es la reproducción de los puertos de Nápoles con una fotografía perfecta para cada momento, con neblina para mostrar el elemento sagrado de Angela; o dura cuando tiene que mostrar la rabia de Gino, la planificación de varios planos secuencia, como cuando Gino acaba de vender el cuadro, y todo contento va comprando regalos para Angela, mientras vuelve a casa; o la persecución rabiosa del prometido engañado por las falsas historias que le han llegado.
Desde la presentación, al principio, del barrio de Nápoles donde reside Angela… con un paseo que realiza la cámara mientras nos narra la historia.
Hasta las gigantescas sombras de los reclusos en las paredes.
Y también muestra el cuidado en los decorados, así se vuelve a construir un precioso universo aparte para los 2 amantes, pero igual de humilde que en “7th Heaven”, con escenas llenas de sensibilidad.
También son impresionantes las escenas circenses, sobre todo una en la que Angela está subida en unos altos zancos mirando al amado que está junto al mar…
O toda la escena final en el puerto… el paseo de ambos perdidos, la persecución, la escena de la iglesia, y la reconciliación final.
La secuencia cuando la policía encuentra a Angela, que previamente había escapado de la cárcel, y ésta pide una última cena con Gino…
La separación de los 2, con la canción silbada por ambos, y la reacción de Gino al levantarse, silbar, y no obtener respuesta, te deja sin habla.
Y es que Frank Borzage irradia del interior de cada imagen, en la emoción de sus ceremonias nupciales improvisadas, por lo general al margen de la iglesia, entre 2 que se juraban amor en la dicha, como en la desgracia.
Reunir la imagen del cuadro con la de Angela, es también el motor de Street Angel, como una Magdalena virgen:
La primera parte es Angela quien no se cree reflejada por esa imagen, y la segunda es Gino, quién ha perdido la fe en su modelo.
El cuadro representa su amor, que se inicia cuando Gino lo pinta, y comienza a perderse cuando lo venden; y se redime cuando vuelven a abrazarse bajo un altar.
Esa pintura, es otro de los motivos esenciales que utiliza Borzage para crear emociones, y nos identificamos con el romance que va naciendo con cada trazo, con la cara dulce e inmaculada de Angela, que Gino idealiza, haciendo de ella una Madona, imagen tan afín al gusto y al ambiente italianos, y nos identificamos también con el desenlace de la historia, magistralmente pintado por el director, quien juega con 2 imágenes:
La de un cuadro de Angela, pintado por Gino, que adorna el altar de una iglesia; y la de misma muchacha, que ante los ojos de Gino y los de los espectadores, se convierte, ella misma, en Madonna, acrisolada en el sufrimiento.
No solo el cuadro, también las ventanas y las puertas son un motivo recurrente a lo largo del metraje que Borzage las utiliza como símbolos, y como medios para contar la historia de forma empática.
Ello lo logra trabajando con las cámaras, para que el espectador vea y sienta lo que ven y sienten los personajes, de forma lenta y deliberada; por ejemplo:
Desde la ventana de su casa, Angela ve a las prostitutas, y decide intentar ganar dinero para la enfermedad de su madre; y desde la misma ventana indiscreta, es uno de estos “ángeles de la calle” quien visita a Gino en su soledad, y precipita su caída.
En otra escena, Angela está en la cárcel, y todo lo que esto significa lo advertimos por una imagen de una puerta enrejada.
Naturalmente que todo trabajo con puertas y ventanas exige un manejo exquisito de las luces y de las sombras, poderosas claves para transmitir ideas y emociones, y en ello es excelso Borzage.
Otro de leitmotiv, es curiosamente el sonido.
En un año en el que la transición al cine sonoro se palpaba en los grandes estudios, los personajes declaran su amor a través de silbidos, aunque la sincronización del audio de la época, aún dejaba mucho que desear; y personajes como el jefe de policía, cuentan con su propio leitmotiv, algo que mimetizaría luego Prokófiev en su famoso cuento sinfónico “Pedro y El Lobo”
Por último, la banda sonora, no era de esperar, utiliza el sonido desarrollado por La Fox, el Movietone, y está a cargo de Erno Rapee, donde destaca la canción “Angela Mia” sin acreditar, con música de Erno Rapee, y letra de Lew Pollack.
“Never Such Soul-Stirring Love Scenes!
Never Such Nerve-Tingling Drama!
Never Such Eye-Feasting Beauty!
Never Such Magnificent Screen Entertainment as This One Offers!”
Frank Borzage fue, sin duda, uno de los grandes cineastas del mejor melodrama clásico, aunque su obra no ha sido lo suficientemente aplaudida por público y crítica con el paso del tiempo; pues la crítica lo acusaba de ser un director demasiado blando y sentimental, un caso similar a Frank Capra, con el cual su obra guarda algunas similitudes evidentes, y ambos lanzan una mirada tierna, se podría decir que un tanto ingenua, sobre el mundo que les rodea, aunque los 2 poseían un espíritu y una vertiente crítica en lo referente a lo social y político, pero es cierto que en sus filmes predominaba una visión romántica y algo idealizada acerca de la vida y el amor; siendo por tanto Borzage, un gran desconocido que merece una pasional reivindicación por su sensibilidad, maestría técnica, y versatilidad.
Poseedor de un estatuto relativamente privilegiado, Borzage fue a menudo su propio productor, y se convirtió a lo largo de la década de 1930, en uno de los cineastas más prestigiosos de Hollywood; dando acaso al cine más que King Vidor, de modo que sin ninguna pretensión de genio, este antiguo creador de los primeros westerns, no se contentó con narrar amores, sino que se situó además en su tiempo, y abordó la trama social terrible que vivió.
Borzage además se situaba, como Epstein o L'Herbier, en el lirismo y el sentido paisajista de los suecos Sjöström y Stiller; y a lo largo de su carrera, se especializó en el género del melodrama, del que fue considerado uno de los más consumados especialistas, y en el cual conjugaba realismo y lirismo, con especial sensibilidad al abordar las relaciones amorosas con particular intimidad.
Fue de hecho, uno de los realizadores más atentos a seguir y denunciar el ascenso del nazismo, especialmente en “The Mortal Storm” (1940)
Frank Borzage, desarrolló una filmografía impresionante, que incluye varios cientos de películas, y que alcanza su máxima intensidad con el cine mudo.
Por desgracia, la mayor parte de estos filmes han desaparecido, o no se pueden visionar, pero lo que se conoce de ellos, demuestra hasta qué punto el cineasta quedará marcado por esta época, la magia visual que perdura incluso en su última película:
“L’Atlantide” (1961)
Sus problemas personales, como el abandono de su esposa, el alcoholismo, unido a cierto fervor religioso, lo apartarán progresivamente de los grandes estudios, por lo que terminó realizando películas de serie B.
En 1962, este famoso director ganador del Oscar en la primera ceremonia de La Academia, falleció en Hollywood debido a un cáncer, a los 68 años; siendo probablemente uno de los directores menos recordados de su generación, una generación que irónicamente hizo grande al cine estadounidense.
La revisión de la obra de Frank Borzage, permite encontrarnos con un director extraordinario, dueño de un universo absolutamente intransferible y personal:
Lírico, poético, intenso y apasionado, en el que, como nunca en la historia del cine, el amor con mayúscula, así como los sentimientos y las emociones que este provoca, se convierten en el eje esencial de las relaciones humanas.

“Angela Mia!”



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