Florence Foster Jenkins

“Ours is a very happy world”

Para escribir el nombre en la historia, hay que hacer las cosas muy bien.
O hacerlas catastróficamente mal…
Hace 148 años, nacía Florence Foster Jenkins, socialité y excéntrica soprano amateur estadounidense, que se hizo famosa por su completa falta de habilidad musical.
Aun siendo de familia acomodada, su padre rehusó pagarle clases de canto, así que se fugó a Filadelfia con Frank Thornton Jenkins, un médico que más tarde se convertiría en su marido, aunque se divorciaron en 1902.
Después de la muerte de su padre en 1909, Florence con 41 primaveras, heredó una suma de dinero que le permitió comenzar su carrera musical, habiendo sido antes disuadida por sus padres, y su antiguo marido.
La muerte de su madre en 1928, cuando Florence tenía 60 años, le proporcionó libertad y recursos adicionales a la hora de perseguir sus objetivos.
Más tarde, conoció a St. Clair Bayfield, un actor con buenos contactos en el mundo del espectáculo de New York, quien se convirtió en su agente, su amante, compañero, y heredero cuando ella murió en 1944.
Después de décadas en que mantuvo firme su deseo de ser cantante, Florence Foster Jenkins hizo realidad su sueño, pensara lo que pensara la crítica y el público.
“El mundo oyó mi voz por primera vez en 1912, el año en que se hundió el Titanic”, declaraba la cantante; y por los próximos 36 años, de la mano de St. Clair Bayfield; la música de los recitales de Jenkins, era una mezcla del repertorio operístico estándar de compositores como:
Wolfgang Amadeus Mozart, Giuseppe Verdi y Richard Strauss, todos ellos más allá de su habilidad técnica.
También había algo de Lieder, incluyendo obras de Johannes Brahms y “Clavelitos” de Joaquín Valverde, su partitura favorita; así como canciones compuestas por ella misma, o su acompañante, el pianista Cosmé McMoon, nacido Cosmé McMunn, de origen mexicano, de quien consta que ponía caras a Jenkins por la espalda para provocar la risa de los espectadores; y bajaba a la grada a recoger estos artículos, para que La Diva pudiera lanzarlos de nuevo...
En particular, Cosmé nació en Mapimí, municipio de Durango, México.
Su madre era mexicana, y su papá irlandés.
Según su biografía, la familia se mudó de Durango a San Antonio, Texas; después que estallara La Revolución Mexicana; y Cosmé se trasladó a New York en la década de los años 20, y por una mezcla de suerte y destino, su camino se cruzó con el de Florence Foster Jenkins; y aunque no llegó a ser un compositor o pianista destacado, su “gran noche” en el Carnegie Hall quedó como algo memorable.
La paciencia de este pianista, es legendaria, ya que fue capaz de acomodarse en el piano a los errores en tiempo y afinación que cometía Jenkins; pero después de la muerte de la soprano, le intentó robar su herencia, declarando ser su amante, aunque había una amplia evidencia de que era homosexual.
Incluso, cuando ella debía cantar en una lengua extranjera, Jenkins manifestaba frecuentes errores de pronunciación; para colmo de males, su registro de voz era limitado, y no podía sostener por mucho tiempo una nota.
A menudo, ella llevaba elaborados disfraces que diseñaba ella misma, algunas veces aparecía con alas y espumillón; y para “Clavelitos”, arrojaba flores a la audiencia mientras ondeaba un abanico, y lucía más flores en su pelo.
Es que Florence Foster Jenkins, nunca dudó de su talento, ni de sus progresos; siguió trabajando y haciendo lo que le gustaba.
Entre 1930 y 1944, la cantante grabó 5 discos, que rápidamente fueron catalogados como “divertidos”, y se convirtieron en objetos de colección.
La conjunción de todos estos elementos, provocaba la risa del público, que se desternillaba en sus asientos; pero si las carcajadas eran sinceras, los aplausos también; ya que Florence era un personaje querido, una relaciones públicas nata, y una experta en el arte de recaudar fondos para causas nobles.
Parte del dinero ganado en sus conciertos, iba siempre destinado a obras de caridad, y en sus recitales, jamás había asientos vacíos.
Entre las anécdotas de “Lady Florence”, como gustaba ser llamada, después de un accidente de taxi en 1943, descubrió que podía cantar “un fa más alto que nunca”
En lugar de una demanda contra la compañía de taxis, le envió una caja de caros puros al conductor…
Por otra parte, la asistencia a sus recitales, estaba siempre limitada a su leal club de señoras, y otros pocos elegidos, que ella misma se encargaba de distribuir las entradas.
Aunque parezca increíble, algunas figuras eminentes de la música, solían asistir a los conciertos de Jenkins, entre ellas, el tenor italiano Enrico Caruso, considerado hasta hoy, el más famoso en la historia de la ópera.
Y con 76 años, Florence Foster Jenkins, finalmente “cedió a los deseos de sus admiradores”, y actuó en el Carnegie Hall, el 25 de octubre de 1944.
Fue tal la anticipación con la que se anunció la actuación, que las entradas se agotaron con semanas de antelación.
Allí interpretó 19 arias de, entre otros:
Haydn, Bach, Gluck y Chapí; además de sus adorados italianos y rusos, y sus grandes “éxitos”:
“Mein Herr Marquis” de “Die Fledermaus” de Johann Strauss II; “Où va la jeune Hindoue?” de “Lakmé” de Leo Delibes; “Der Hölle Rache” aria de La Reina de La Noche de “Die Zauberflöte” de Wolfgang Amadeus Mozart; y el españolísimo “Clavelitos”, canción de Joaquín Valverde, que cantaba con un mantón y una peineta arrojando flores al público; y dicen que en una ocasión, arrojó también la cesta…
Sin embargo, Jenkins murió 1 mes después del concierto, debido a un paro cardiaco, en la ciudad de New York.
Esa noche en el Carnegie, por primera vez, los críticos profesionales acudieron a un concierto suyo; aunque la masacraron sin piedad.
Hay quien sostiene, que estas críticas le afectaron tanto que causaron su muerte, al mes después, pero lo cierto es que desde que contrajo la sífilis de su primer marido, su salud se resintió, agravada por el tratamiento de arsénico y mercurio que siguió.
Se han hecho varias obras de teatro sobre la vida de Florence Foster Jenkins:
La primera fue representada en 2001 en el Edinburgh Fringe.
En Noviembre de 2005, se estrenó otra en Broadway; y ese mismo año “Glorious” de Peter Quilter en el West End de Londres, Inglaterra, con Maureen Lipman, una de las responsables de la primera resurrección de La Foster Jenkins.
Y por último, “Souvenir”, una obra sobre 2 personajes que interpretan la música de Jenkins y McMoon, protagonizada por Judy Kaye, con un guión escrito por Stephen Temperley.
Recientemente, la mezzosoprano Joyce DiDonato, acaba de anunciar en su página de Facebook, que la interpretará en un documental.
En el cine, hay una célebre filme francés llamado “Marguerite” (2015) de Xavier Giannoli con Catherine Frot, André Marcon, Denis Mpunga, Michel Fau, y Christa Theret, entre otros; que es la versión francesa basada en la vida de Florence Foster Jenkins; que recientemente obtuvo 11 nominaciones a los premios César del Cine Francés; ganando en las categorías de:
Mejor Actriz, Mejor Vestuario, Mejor Sonido, y Mejor Diseño de Producción.
Obviamente, esa será otra nota.
“When I was sixteen years-old my father told me that if I didn’t give up music he’d cut me off, of course he didn’t understand, music is my life”
Florence Foster Jenkins es un drama del año 2016, dirigido por Stephen Frears.
Protagonizada por Meryl Streep, Hugh Grant, Simon Helberg, Nina Arianda, Rebecca Ferguson, Neve Gachev, Dilyana Bouklieva, John Kavanagh, Jorge Leon Martinez, Danny Mahoney, Paola Dionisotti, David Menkin, Tony Paul West, Philip Rosch, Sid Phoenix
El guión es de Nicholas Martin, sobre la vida de Florence Foster Jenkins.
El rodaje comenzó en mayo de 2015, en Londres, Inglaterra.
La historia de Florence Foster Jenkins es una peculiar, extraña y con corazón demás.
Es por esto, junto a una servicial dirección de Frears, y excelentes actuaciones, que todo termina funcionando.
La música, los vestidos y la producción entera, es de alta calidad, logrando con mucho éxito, situarnos en los años 40 en New York.
Cada vez que la socialité neoyorquina, Florence Foster Jenkins (Meryl Streep), asistía a la ópera, se preguntaba cómo deben sentirse los intérpretes al ser el centro de atención de miles de personas.
Siendo la música su vida, y la ópera su pasión, esta recientemente acaudalada dama heredera, decide tomar lecciones de canto, y cumplir su sueño de estudiar para ser cantante de ópera, a pesar de su escaso talento musical y su evidente avanzada edad.
Ella pensaba que su voz era hermosa, pero para todos los demás era hilarantemente horrible.
Su “marido”, socio y mánager, St. Clair Bayfield (Hugh Grant), un aristocrático actor inglés, la convence de su grandeza, y gracias a la herencia millonaria que recibió tras el fallecimiento de su padre; pronto, las clases tomadas en la intimidad de su hogar, quedarán atrás para dar paso a excéntricas presentaciones para un círculo íntimo de personas que le perdona su pésima voz, y la alaba tomándola como una lección de coraje y esfuerzo.
Así Florence iniciará su carrera musical junto al pianista Cosmé McMoon (Simon Helberg)
Sin embargo, su ambición sobrepasaba su talento.
Mientras que en su mente, Florence jura que su voz es hermosa, para el resto de la gente que la escuchaba, era terrible.
Pese a no tener ningún talento para ello, no era problema para mantener su éxito, y la gente acudía a sus recitales, sólo para comprobar realmente si era tan mala cantante como decían los críticos.
Aun así, Florence logró grabar discos, tener un séquito de fanáticos, o “amigos”, y cuando decide dar un concierto público en el Carnegie Hall, St. Clair tiene que enfrentarse a su mayor desafío.
En términos de asistencia, el concierto fue un auténtico éxito, como todas sus actuaciones a las que la gente acudía llevada por la curiosidad, o por el cachondeo.
En un texto publicado en el blog del Carnegie Hall, con motivo del 68º aniversario de la muerte de la soprano, recordaban que las entradas para su actuación de 1944, se vendieron en solo 2 horas, y que el programa de mano de aquella velada, es uno de los más demandados en la institución.
La muerte, le llegó a Florence Foster Jenkins, 1 mes después de haber visto su sueño cumplido con su gran actuación en el Carnegie Hall.
Por tanto, Florence Foster Jenkins es una hermosa, divertida y conmovedora película, que hace homenaje a los esfuerzos y las pasiones de su heroína, una mujer que vivía por sus sueños a cualquier precio, literalmente.
Es una película con gran estilo, reflexiva y liderada por actores en estado de gracia, con un interesante discurso global sobre la impostura, las máscaras, y el valor de la pureza en el arte, en la vida social, etc.
Aunque herirá tus sensibilidades auditivas de algunos, Florence Foster Jenkins es para amantes de la música, y es que dentro de todo, la música, como “es solo una cuestión de actitud”
“The lady is a lesson in courage and that’s why we love her”
A tenor de las espantosas voces que oímos a menudo en concursos televisivos, radio y TV, que luego consiguen vender CDs, las aventuras de Florence Foster Jenkins no son demasiado sorprendentes.
El director Stephen Frears, se embarca en la comedia clásica hollywoodense, para contar una historia agridulce, en un tono que se ubica en una complicada cornisa, y que el inglés sabe manejar con una destreza impecable, con una particular prestancia; y Florence Foster Jenkins no toma muchos riesgos, pero es una experiencia muy entretenida; un drama basado en un momento en la vida de la famosa cantante de ópera de escaso talento musical, especialmente en torno al último concierto que dio  Florence en 1944, un mes antes de morir, y en un Carnegie Hall al que acudieron unas 3.000 personas.
Así estamos en los años 40, junto a Florence Foster Jenkins, una madura millonaria neoyorquina, que no desea esperar ni un día más para dar el salto a la ópera.
Solo hay un “pequeño” problema:
Hasta una cabra afónica entona mejor que ella.
A su profesor de canto, no le interesa ese detalle en absoluto, por supuesto, mientras que el cheque compense la tortura.
Y eso lo sabe bien la pareja sentimental de Florence, St. Clair Bayfield, un actor sin mucho prestigio, y devoto acompañante que entiende que al público y a la prensa, hay que comprarlos para este caso.
Florence Foster Jenkins, relata bien su historia, creando un buen balance entre sus magistralmente absurdas interpretaciones, y las peripecias que su esposo hacía por mantenerla en la burbuja del desconocimiento.
De hecho, en ocasiones parecería concentrarse más en St. Clair, pues a él era a quien se le veía batallando con todos los inventos, y tratando de mantenerse a flote en su mar de mentiras.
No hay escenas de retrospectivas para mostrar el pasado de Jenkins, no hay “flashback”, por lo que se agradece; más bien, es ella misma quien habla de su vida en una que otra ocasión cuando alguien se lo pregunta.
Cinematográficamente hablando, lo más interesante de esta “comedia dramática” son los momentos íntimos, el porqué del caso, el motivo de que una mujer así decida lanzarse a perder toda su dignidad.
Confieso que lloré de emoción, y no sé si fue por la comedia o la tragedia, y resulta que eso mismo es el teatro, ergo, la ópera:
¡Vivir emociones!
La dirección de Frears no es cuestionada en ningún momento, demostrando una hermosa puesta en escena, una delicada dirección de arte y precioso vestuario, todo magnífico, y una ENORME dedicación con el reparto, un talento que solo la mejor actriz viva puede lograr alcanzar, al interpretar a la considerada “peor cantante de la historia”
Meryl Streep está soberbia, y su personaje es de esos que resultan más grandes que lo que ellos imaginan; y no sólo cuando canta mal, Streep está bien.
Una vez más, la veterana se transforma de arriba a abajo en el personaje al centro de la historia, en este caso:
Florence Foster Jenkins.
Y Streep está excelente, no tan sólo en el aspecto físico del papel, en donde debe cantar horriblemente, sino que también hace pedazos del lado emocional, el cual tiene más capas de lo que uno piensa.
Sin duda, Streep es señora y maestra de este proyecto, y sin ella, el mismo no funciona.
No me sorprendería, si La Dama de Hollywood recibe su nominación al Oscar #20, en la próxima entrega del premio.
Y es que la oscarizada no llega ni a la parodia, ni a la caricatura, es una lección de cine en toda regla, con gran respeto por la representada, y un gran cariño por el arte, tanto así, que la misma actriz canta las canciones, y la soprano original, solo aparece registrada con 1 sola pieza.
Sin embargo, durante el metraje, no llegamos a averiguar, si se engaña a sí misma aun sabiendo que no tiene talento, o si sus ridículos e inconscientes gorgoritos se deben a la enfermedad que sufre.
Pero Stephen Frears y el guionista Nicholas Martin, debutando en la gran pantalla, aciertan a la hora de enfatizar la pasión de Jenkins por la música, y vemos sus lágrimas cuando escucha cantar a una joven ninfa en un concierto, y asistimos a su nostálgico recuerdo cuando solía tocar el piano, algo que tuvo que abandonar debido a problemas en una mano.
“Nunca había interpretado a un personaje con tanta alegría de vivir.
Jenkins debe hacer frente a serios problemas físicos, además de a los flirteos de su marido.
Pero ella decide luchar, y seguir adelante.
Creo que eso es lo que más me gustó de este personaje”, asegura Streep.
“Ella quiso interpretar las piezas de ópera más difíciles.
Las destrozaba cada vez que se subía a un escenario, pero las conocía muy bien, y sabía según ella, cómo debía hacerlo.
Siempre intentó cantar lo mejor posible.
Descubrí escuchando sus grabaciones, que no era tan mala como se decía, era, digamos, casi… buena.
Creo que por eso el público quería ayudarla, a pesar de sentirse decepcionado con sus interpretaciones”, añade la actriz.
En Florence Foster Jenkins el poder de conmover reside en las desafinaciones, que son graciosas al principio, luego llegan a ser algo irritantes, y dejan de dar gracia por 2 razones:
Las primeras 2 o 3 veces, resulta gracioso, luego cae en lo repetitivo.
Y segundo, desarrollan empatía hacia el personaje, y ya no te quieres burlar más de ella.
Por otra parte, también vemos cómo el humor es máximo alrededor de ella; y surge gracias al comportamiento servicial de los acólitos, no solo al de la ricachona cantante.
Allí vemos a Hugh Grant, un secundario cálido y astuto, en la que quizás sea la mejor interpretación de su carrera, para sorpresa de muchos.
Grant es sensacional aquí, ofreciéndonos su lado encantador, pero al mismo tiempo, haciendo del personaje uno complejo, con un lado oscuro y profundo.
La narración, nos deja claro el importantísimo papel de St. Clair Bayfield, el único al que le da igual el dinero que tenga, al menos con el paso del tiempo, ya que ella le sirvió de escape cuando la carrera artística de Bayfield no cuajó.
El amor que él le dedica, es de agradecimiento, un amor caritativo más que un amor erótico y romántico, inferimos que nunca lo fue, la quiere por su gran corazón, por la sífilis que ella intenta superar desde hace muchos años, y por su loco arrebato utópico.
Él siempre está a su lado para satisfacer los sueños de su amada, y Hugh Grant lo hace de maravilla, para que nos emocionemos en varios instantes.
Y como actor, existe la posibilidad que Grant pueda y deba estar ante una ocasión única de lograr su primera nominación al Oscar, un “crowd-pleaser” que podría conectar muy bien con los votantes más veteranos de La Academia de Hollywood, y que pese a su tempranero estreno, tiene asegurada la presencia en la temporada de galardones, gracias sobre todo a la fuerza impulsora de Meryl Streep.
Geniales los 2, al igual que el 3º en concordia, no discordia:
El encantador de serpientes, Simon Helberg, que se mete en la piel de Cosmé McMoon, siendo una revelación aquí, interpretando el fiel pianista de Florence.
Helberg, mayormente es utilizado para provocar la mayoría de las risas, gracias en parte a sus expresiones faciales; y él mismo logra un tremendo trabajo como personaje secundario.
Sin embargo, el actor dijo de La Streep:
“Ella es como la gran fuerza de la naturaleza.
Es como dejarte arrastrar por un huracán con su talento y su habilidad de estar presente en el momento.
Sólo me la pasaba observándola y escuchándola.
Estuvimos tocando música por una semana, la locura de grabar un álbum de ópera fue una experiencia de unión; estuvimos juntos vulnerables y asustados.
Y cuando grabamos la escena del concierto, fue estresante.
Estábamos ahí, cantando y tocando delante de la cámara, del público”, compartió el actor.
Esos nervios, y esos lazos que los actores y los personajes, crearon, lograron la química perfecta que traspasa la pantalla.
La interpretación de Helberg, es simplemente hilarante y fantástica.
Si Meryl da la nota dando sus peores notas de canto, y su maravillosa interpretación; Simon con sus gestos y expresiones, que van de la sorpresa, la incredulidad, la angustia, la pena ajena, es quien le arranca las risas al público.
“La conexión de Florence y Cosmé, fue como una versión bizarra de The Beatles.
“Florence era como un sol que iluminaba todo, y a todos a su alrededor”
El escritor Nicholas Martin, usó esa analogía.
Lo que vivieron estos personajes fue breve, pero tuvo un impacto”, aseguró Helberg.
Si bien es cierto que Florence Foster Jenkins no tenía ni la voz ni el talento, sí tenía una gran percepción y confianza en sí misma, lo que Helberg señala, es una lección de superación, y de cómo ella, a pesar de todo y todos, logró cumplir su pasión.
Aparte de contar con un buen ritmo, y tratar el tema con delicadeza, Florence Foster Jenkins no cae en la brocha gorda
La obra, también es una crítica dura contra los medios de comunicación, los sueños rotos, pero no inalcanzables; el valor del dinero, pero jamás es una oda a la mediocridad, pues esa cualidad reside al considerarse como tal.
Florence Foster Jenkins, no es una obra maestra, pero si quedará en el recuerdo de una mujer que quiso ser cantante y lo fue.
Por tanto, predigo nominaciones al Oscar en las categorías de:
Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actriz (Meryl Streep), Actores de Reparto (Hugh Grant/Simon Helberg), Mejor Dirección Artística, Mejor Cinematografía, Mejor Vestuario, e irónicamente:
Mejor Banda Sonora para Alexander Desplat.
No obstante, se le puede achacar a Florence Foster Jenkins, la forma en que balancea la comedia y el drama; pues parece no encontrar la manera de exitosamente mantener el tono ajustado.
Es decir, por un momento entra una ola de risas, y de repente caemos en una escena triste y dolorosa.
Y el visionado en la versión doblada al español, puede llegar a ser una suplantación “camp” de la versión que hizo la actriz de Julia Child en el filme “Julie & Julia” (2009)
Además, tiene algunos anacronismos importantes que no se tomaron en cuenta, como:
La NBC Radio, se identifica a sí misma como “NBC, The National Broadcasting Company”, y no como “NBC Radio Network”; el cambio ocurrió momentos después de La Segunda Guerra Mundial.
En varias escenas, vemos un Packard 1949 aparcado en la calle; pero cabe señalar que se paró la producción de autos en tiempos de guerra, por tanto, los vehículos de última generación en 1944, eran modelos de 1942.
En el quiosco a las afueras del edificio de Florence, el día después de la presentación en el Carnegie Hall, el 25 de octubre de 1944, se muestra una edición de la revista Life, con La Torre Eiffel en la portada, pero realmente esa edición estaba fechada, marzo 18 de 1946.
El piano de cola usado durante el concierto en el Carnegie Hall, es un piano Steinway Modelo D.; y aquí se presenta uno con el logotipo moderno, Steinway & Sons, de las cuales, la primera versión, no se introdujo hasta finales de 1950.
También en el concierto del Carnegie Hall, incluye una audiencia de raza mixta entre los militares.
Resulta que Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, tenían escasa integración racial en Europa después de La Batalla de Las Ardenas, en donde oficiales blancos enlistaron reclutas negros, se mantuvo segregada hasta los años 1950.
Si las tropas blancas y negras fueran permitidas en una institución como el Carnegie al mismo tiempo, no se les hubiera permitido sentarse juntos.
Los marineros de la audiencia en el Carnegie Hall, nunca se hubieran llevado el sombrero durante la presentación; pues los hombres se lo quitan en interiores.
Por su parte, el famoso compositor Cole Porter, entra en el Carnegie Hall sin ayuda, cuando él quedó paralizado en un accidente de equitación desde 1937.
El célebre conductor de orquesta, Arturo Toscanini acepta $1,000 de Florence Foster Jenkins…
En la vida real, Toscanini nunca tuvo problemas de dinero; de hecho, en la década de 1940, vivió en Wave Hill, una mansión donde habían vivido El Presidente de EEUU, Theodore Roosevelt; y el escritor Mark Twain.
Arturo Toscanini, le regala a Florence Foster Jenkins su grabación de “L'Air des Clochettes/Où va la jeune Hindoue?” conocida como “The Bell Song” de la ópera Lakmé de Leo Delibes, con la soprano Lily Pons, donde se ve una etiqueta de Columbia.
Toscanini, nunca grabó con La Pons; su conductor habitual era su marido, André Kostelanetz.
Todas las grabaciones comerciales de Toscanini, fueron para Victor, y más tarde RCA Victor y sus filiales en el extranjero, o para HMV, aparte de los discos 78 RPM para Brunswick en 1926.
En definitiva, aunque Florence Foster Jenkins podría haberse quedado en un mero vehículo para el lucimiento de la actriz, lo cierto es que ha cosechado unas críticas muy positivas, mucho mejores de lo que suele ser habitual para una película con La Streep.
La prensa, ha destacado la sensibilidad con la que Frears acomete el retrato de Lady Florence, y la ternura que desprenden sus protagonistas.
Y se nota muy bien en la música de Alexandre Desplat.
Como dato curioso musical, tanto Meryl Streep y Simon Helberg interpretan la música en el metraje.
Ella canta mal a propósito, mientras él toca el piano.
“Is her instrument quite what it was, perhaps not, but as Beethoven said:
“A few wrong notes may be forgive, but singing without feeling cannot”
Dicen que la ignorancia es la felicidad… y puede que sea cierto.
¿Cuántas veces por miedo no nos atrevemos a hacer lo que queremos?
Quizás, si tuviésemos a gente alrededor que nos inflara el ego con mentiras, nada nos podría detener, nada.
Excepto la verdad.
Para algunos, Florence Foster Jenkins representaba un sacrilegio contra la buena música.
Para otros, ella era un ejemplo de alguien que cumplió sus sueños, más allá de lo que pensaran los demás.
Basándose en sus grabaciones, es evidente que Jenkins tenía muy poco sentido del oído y el ritmo, y era a duras penas capaz de mantener una nota.
Era normal que su acompañante al piano hiciera ajustes para compensar sus variaciones de tempo, y fallos rítmicos.
Aun así, se hizo tremendamente famosa, pues al parecer, el público la adoraba por la diversión que proveía en lugar de su habilidad musical, más tratándose de “música culta”
Los críticos a menudo eran tan crueles, que bien pudieron servir para picar la curiosidad del público, y aumentar su celebridad.
Y es que realmente ella no pensaba que cantaba mal; más bien se inclinaba por la teoría que sostenía que tenía “un estilo diferente”
A pesar de su patente falta de habilidad, Jenkins estaba firmemente convencida de su grandeza; y se ponía a sí misma, a la altura de sopranos de renombre como:
Frieda Hempel y Luisa Tetrazzini; y disculpaba las risas que a menudo provenían de la audiencia durante sus actuaciones, como “procedentes de rivales consumidos por envidia profesional”
También se dijo, que los 32 años de carrera musical de Jenkins, fueron una elaborada broma sobre el público, lo cual parece contradecirse con la afirmación de que su muerte, después de su actuación en el Carnegie Hall, fue resultado del rechazo de los críticos.
Sin embargo, hay muy pocas evidencias que constaten dichas afirmaciones.
Su historia deja de ser divertida, cuando descubrimos que Florence había contraído la sífilis muy joven, al ser contagiada por su primer esposo, y que el descontrol de su glotis, y su tímpano, eran seguramente debidos a la degradación neuronal causada por la enfermedad.
Todo parece indicar, que Florence Foster Jenkins murió feliz y convencida del sentido de plenitud que prevaleció durante toda su vida artística; pues se dedicó en el empeño de toda una vida, y una pasión incombustible, a ser “la peor en su campo”; y eso es infinitamente más meritorio que ser mediocre.
La historia de esta soprano, podría recetarse como vacuna contra el perfeccionismo, prescripción para practicar el sano ejercicio de reírse de sí mismo, o metodología para hacer oídos sordos a las voces y críticas que nos previenen de atrevernos a hacer aquello que nos entusiasma, y da sentido a nuestras vidas.
Florence Foster Jenkins, era consciente de sus críticas, a las que una vez respondió:
“La gente puede decir que no sé cantar, pero nadie podrá decir nunca que no canté”
Hoy, su obra puede ser escuchada en 3 CDs, testigos de su paso por el mundo de la música:
“The Glory Of The Human Voice”, “Murder On The High” y “The Muse Surmonted: Florence Foster Jenkins and Eleven or Her Rivals”
La película Florence Foster Jenkins, puede servir de inspiración para los que anteponen la vergüenza o el miedo al fracaso a sus verdaderas pasiones.
¿Es difícil cantar mal tan bien?
Indudablemente, Florence Foster Jenkins es un filme que solo lo puede interpretar “la mejor actriz del mundo”, un honor que solo lo pueden hacer los verdaderos dioses de la actuación.

“People may say I couldn't sing, but no one can ever say I didn't sing.



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