La Règle du Jeu

“La chose terrible sur la vie est la suivante:
Tout le monde a ses raisons”
(Lo terrible de la vida es lo siguiente:
Todo el mundo tiene sus razones)

No cabe duda que los hechos políticos, sociales o económicos que se suscitan en el mundo, tienen mucha influencia en las actividades de los medios audiovisuales, particularmente en uno de los grandes medios de comunicación masiva como es el cine.
Indudablemente, el segundo conflicto bélico mundial, afectó negativamente al progreso de la actividad cinematográfica, particularmente en el nivel artístico de la época, reducido a su mínima expresión.
En tanto que en La URSS, la invasión alemana destruyó la actividad cinematográfica dejando inutilizados una gran cantidad de estudios, hasta concluida la guerra, la recuperación fue pausada y dificultosa.
Durante la ocupación alemana de Francia, meses antes del comienzo de La Segunda Guerra Mundial; el gobierno de Léon Blum como Primer Ministro, aumenta los salarios, introduce las vacaciones pagadas, la semana de 40 horas, y extiende los derechos sindicales; pero los ataques racistas contra éste, así como las dificultades económicas, le llevan a dimitir en junio de 1937.
En 1938, Alemania se anexiona Austria.
El 29 de septiembre, se firman los acuerdos de Múnich, que significan la cesión de Francia y el Reino Unido a las pretensiones expansionistas de Hitler, como la invasión de Checoslovaquia.
El 16 de marzo de 1939, Francia decide una movilización parcial.
El 3 de septiembre, tras la invasión de Polonia, Francia declara la guerra a Alemania.
Mucha de la floreciente industria cinematográfica se vio afectada, desde todos los estratos de la producción.
“Une femme qui rit est désarmé, vous pouvez faire ce que vous aimez”
(Una mujer que ríe a carcajadas, puede hacer lo que le gusta)
La Règle du Jeu es una comedia francesa, del año 1939, dirigida por Jean Renoir.
Protagonizada por Marcel Dalio, Nora Gregor, Jean Renoir, Roland Toutain, Mila Parély, Paulette Dubost, Julien Carette, Gaston Modot, Pierre Magnier, Eddie Debray, entre otros.
El guión es de Jean Renoir, Carl Koch, y Camille François.
Hijo del pintor impresionista, Pierre-Auguste Renoir; Jean Renoir entró en el cine en el período mudo; y basó la historia de La Règle du Jeu, muy libremente en la obra de teatro de Alfred de Musset, “Les Caprices de Marianne” (1833)
De hecho, tras una mala elección de los actores, tuvo que reescribir gran parte del guión sobre la marcha, y al final poco quedó del texto de Musset.
Además, se inspiró en obras de Beaumarchais como “La Folle Journée, ou Le Mariage de Figaro” (1778) de la obra de Molière y Marivaux.
Asimismo, en su autobiografía, Renoir reconoce que también contribuyó a la concepción inicial, la música barroca francesa de Couperin y Rameau; y “las intrigas amorosas de mis amigos, para quienes éstas eran su única razón de ser”
Tras el éxito de sus filmes “La Grande Illusion” (1937) y “La Bête Humaine” (1938), Renoir y su sobrino Claude, ayudaron a establecer su propia compañía de producción:
Editions Les Nouvelles Francaises; siendo La Règle du Jeu su primera producción; estrenada en Francia en julio de 1939.
Pero en septiembre de ese mismo año, Hitler iniciaba la invasión de Polonia, dando comienzo La Segunda Guerra Mundial.
El mundo jamás volvería a ser el mismo, algo que Renoir parecía intuir cuando decidió realizar La Règle du Jeu; que llegó a ser la película francesa más cara hasta ese momento, con su presupuesto inicial de 2,5 millones de francos, que aumenta a más de 5 millones; muy probablemente debido al uso de sofisticadas técnicas cinematográficas, y largas toma secuencia en las que la cámara está en constante movimiento.
Pero su estreno fue un completo fracaso de taquilla, y se suprimieron diálogos y escenas del metraje para adaptarla a los gustos de la sociedad francesa, que dieron lugar a una versión más reducida que la que conocemos hoy en día.
Finalmente, La Règle du Jeu fue prohibida por los gobiernos francés y alemán.
Con el comienzo de la guerra, dejó de exhibirse; basándose en que eran “peligrosas para la moral del país”
El gobierno colaboracionista de Vichy, aplicó medidas antijudías que afectaron también a la película, ya que el actor Marcel Dalio era judío, así como su personaje; y varios de los técnicos.
Tras la guerra, se extravió el negativo, y fue a partir de 1960, que se ha podido reconstruir, y se monta cuando fueron descubiertas las latas donde se hallaban los descartes realizados en su momento por su director.
Jean Gaborit y Jacques Durand, realizaron un esfuerzo por restaurar el filme, con el consentimiento de Renoir, y el resultado es la magnífica versión que podemos apreciar hoy; considerada por muchos como una de las mejores películas de la historia del cine.
En La Règle du Jeu, Renoir relata una historia de aparente inocencia:
Un grupo de amigos de la clase alta, pasa un fin de semana en el campo con sus sirvientes.
En clave de humor, nos adentramos en esta sencilla comedia de enredos, y poco a poco nos va contando algo más; por lo que Renoir mezcla muchos géneros como:
Comedia, vaudeville y cabaret, pero también comedia moralista, bufa y sátira social.
Sin embargo, el relato traspira amor al campo, a la naturaleza y al teatro; y consigue un gratificante tono de ligereza.
Se rueda en Aubigny-sur-Nère, Cher, en Francia.
La acción dramática tiene lugar en el aeropuerto de Le Bourget, Paris, y en la finca rústica de La Celinière, en Sologne; a lo largo de unos pocos días, en noviembre de 1938.
Un texto inicial, nos informa que La Règle du Jeu no es un intento de retratar costumbres, y unos versos de Beaumarchais, nos dan la directriz:
La libertad, el amor, y el cambio.
Varias personas de la alta burguesía y sus sirvientes, se reúnen un fin de semana por diversos motivos:
Desde intrigas galantes, hasta un asesinato...
El Marqués Robert de la Chesnaye (Marcel Dalio) y su esposa Christine (Nora Gregor), invitan a un grupo de amigos a su Château, para la celebración de una cacería.
Entre los invitados, se encuentran:
Octave (Jean Renoir), confidente de Christine; André Jurieux (Roland Toutain), afamado aviador enamorado de ésta; y Geneviève de Marras (Mila Parély), amante del señor Marqués.
Entre los servidores están:
El guardabosque Edouard Schumacher (Gaston Modot), su mujer Lisette (Paulette Dubost), el nuevo criado, Marceau (Julien Carette), y otros.
El aviador, enamorado de la mujer de mundo, no respeta “la regla del juego” que consiste en “salvar las apariencias” en una sociedad dividida fundamentalmente en 2 clases:
Los señores y los criados; pero todo se desarrolla siguiendo las más bajas pasiones, sin perder la más estricta cortesía; es decir, respetando “las reglas”
Renoir plantea una división de los 2 mundos en el castillo donde se desarrolla la mayor parte de la acción:
Arriba, los nobles mantienen el decoro y las apariencias, y se dedican a engañar a sus parejas.
Abajo, la servidumbre se deja llevar por la pasión, acabando en una situación sin salida.
La diferencia, tan de moda ahora, entre la clase alta y la clase pobre, entre amos y criados, a través de una farsa llena de una ironía demoledora, y bajo cuya superficie reside un retrato de la condición humana, de las pasiones más bajas, y de las siempre horribles apariencias.
La Règle du Jeu, en tono de farsa dieciochesca, con aires de neoclasicismo e influencias de Beaumarchais, supone una crítica social a las decadentes clases aristocrática y burguesa, y sus fiestas, que permanecieron ajenas al ascenso del nazismo, y cuya moral relajada queda sujeta a las reglas de conveniencia e hipocresía social.
En menos de 2 horas, pasamos de reír con una comedia de enredos amorosos, a sospechas más graves; y de paso, Renoir muestra el origen del mal que afligiría a Europa tras 1939, en estos personajes aparentemente anodinos, con su obsesión por el orden y su descreencia en todo, relegan toda responsabilidad a una serie de automatismos, a una regla, cuya razón ya han olvidado.
Renoir sabe cómo nadie, jugar con los géneros, y pasa como si tal cosa de la comedia a la farsa, y de ésta, a la tragedia.
Y de fondo, la sombra de La Segunda Guerra Mundial planea por casi todo el metraje, en ese juego de intrigas.
“Vous devez comprendre, son le sort de tous les héros d'aujourd'hui.
Dans l'air, ils sont formidables.
Mais quand ils reviennent à terre, ils sont faibles, pauvres et sans défense”
(Tienes que entender, es la difícil situación de todos los héroes de hoy.
En el aire, son una maravilla.
Pero cuando regresan a la tierra, son débiles, pobres y desamparados)
La Règle du Jeu, de un director de izquierdas, tuvo lógicamente un rechazo ideológico, pero además, era una película muy avanzada, libre e insolente.
El público no estaba preparado; y los críticos le acusaron de “torpeza de amateur”
Y es que las películas de Renoir, durante décadas incomprendidas en su verdadera dimensión, se ven desde hace tiempo ya como obras clave dentro del desarrollo de la historia del cine francés, entre 1930 y 1950, antes de que se iniciara en Francia “La Nouvelle Vague”
El humanismo, fue siempre una de las constantes temáticas en la obra de Renoir, empeñado en demostrar que los seres humanos comparten problemas emocionales y psicológicos comunes, más allá de sus orígenes o clases sociales, y que necesitamos de la ayuda de los demás para sobrellevarlos.
Su visión idealista del mundo, se basa en la creencia de que renunciar a conocer y compartir el conocimiento de nuestros elementos básicos y comunes, conduce a la desigualdad, a la crueldad y al conflicto que tan a menudo destruye vidas, amistades, e incluso países.
La Règle du Jeu es una película muy compleja, lenta, coral, con mucho diálogo, y muy bulliciosa.
Desde el mismo comienzo, los versos de “Las Bodas de Fígaro” de Beaumarchais, introducen al espectador directamente en el núcleo de la cuestión:
En el universo del juego amoroso, sexual, y aun social; el juego de un mundo ordenado por jerarquías, protocolos y convenciones sobre lo apropiado e inapropiado de los comportamientos humanos.
La ironía está, en que demuestra ampliamente que en realidad, nadie se somete y obedece sus propias reglas, y que tan pronto como la sociedad empieza a organizarse en categorías sociales, o tipos psicológicos, se producen incontrolables tendencias y pulsiones que redefinen nuestras ideas sobre quiénes somos, y quiénes son los demás.
Podemos apreciar la existencia de personajes representativos de las diferentes clases sociales, e incluso la dualidad o paralelismo social existente entre ellas, que se acentúa al mostrarnos el mundo de los burgueses, y el del personal a su servicio, compartiendo escenario, dramas y problemas comunes, esencialmente de índole sentimental/sexual, que son los que junto del poder, mueven al ser humano.
Una sociedad en la que la honestidad y la coherencia, al verse inmersos en un contexto de cinismo e hipocresía, hace que devengan en una lacra, una tara social, un lastre imposible de mantener en el seno de una colectividad enfermiza.
Los personajes íntegros como Jurieux, Schumacher, y en cierta medida, Christine, se rebelan e indignan ante la hipocresía y la doblez moral que les rodea, pero es esa coherencia la que les convierte en unos perdedores, unos inadaptados a un mundo que no puede/permite convivir con la verdad, que se escuda en el juego y la ligereza, para sobrellevar el hastío de la vida, en la que no se consiente una palabra o un gesto de dignidad, más alto, o más duro, que exceda de lo tolerado.
La dificultad de mantener la integridad moral y puntos de vista diferentes en un ambiente que rechaza la sinceridad, por considerarlo un signo de mal gusto, es lo que en última instancia desencadena la tragedia.
Al final, en un mundo de lobos curtidos que conocen las reglas de la manada, los conejos están inexorablemente destinados a ser cazados como corresponde, conforme a la cruel e implacable ley de la naturaleza.
La excepción la encontramos en el personaje de Octave, interpretado por el propio Renoir, que actúa a modo de desclasado y, literalmente, maestro de ceremonias que trata de ayudar a la gente a descubrir quiénes son realmente, y qué es lo que quieren; al mismo tiempo que descubre, como cualquier otro, sus propios conflictos y disyuntivas morales.
Esta gran obra de Renoir, se caracteriza principalmente por la ausencia de un papel protagonista definido, ya que aunque la historia gire en torno al romance de André y Christine,  es sobresaliente el detalle de que Renoir mismo actúe en el filme, y que lo haga para encarnar al personaje clave:
Octave, que de paso es un personaje desclasado, no es burgués, pero tampoco es sirviente, no tiene los modales ni el aspecto definido como para pertenecer a una clase, ¬y se mueve entre esos 2 mundos, siendo el nexo; hasta vemos al genial Renoir hilarantemente atrapado en una piel de oso, el director imprime al filme una soberbia actuación, sorprendentemente diestro también para las artes histriónicas, es como si supervisara desde adentro su obra, como omnipresente maestro.
Renoir manifiesta en su autobiografía al respecto de la película:
“Desde las primeras proyecciones, me veía asaltado por la duda.
La Règle du Jeu es una película de guerra y, sin embargo, no aparece una sola alusión a la guerra.
Bajo su apariencia benigna, la historia atacaba a la estructura misma de nuestra sociedad.
Y no obstante, al principio no había querido presentar al público una obra de vanguardia, sino una peliculita normal.
La gente entraba al cine, con la idea de distraerse de sus preocupaciones, pero nada de eso, yo los sumergía en sus propios problemas; y describía a unos personajes agradables y simpáticos, pero representaba a una sociedad en descomposición.
Se reconocían a sí mismos.
A la gente que se suicida, no le gusta hacerlo ante testigos”
Podemos resaltar de La Règle du Jeu, las constantes estilísticas del cine de Renoir:
Sus largos planos secuencia, el uso de la profundidad de campo, la fluidez de la acción, que constantemente parece desbordar los límites de la pantalla, el reencuadre en el interior de las secuencias, la ruptura de las convenciones cinematográficas de identificación, el juego entre realidad y representación teatral, la libertad y frescura de sus intérpretes, fue quizás el más improvisado de sus films, así como las magníficas y metafóricas escenas de la cacería, y la fiesta en el castillo, premonitorias y anticipadoras de la tragedia que aguarda a aquel que no se amolda a “la regla del juego”, y que unos meses más tarde, se cerniría sobre la propia Europa.
Su brillante retrato de las frivolidades y juegos de apariencias de la alta sociedad francesa, completamente despreocupada frente a la imparable ascensión del ogro nazi, sigue siendo una parada obligatoria en el recorrido vital de cualquier cinéfilo.
No obstante, Renoir no sólo carga contra la aristocracia; su crítica se hace igualmente extensible al pueblo llano, representado aquí por unos criados que comparten los mismos vicios y manías que sus señores.
Quizás, el personaje que representa a la madurez, incluso a la vejez, es Octave.
A una generación que aun sintiéndose joven y capaz, ya está excluida del futuro, al que no puede aspirar más que en reprimidos y cortos sueños.
Una generación que debe asumir la gris realidad si desea salvarse; y también debe cumplir “la regla del juego”
Otra que se luce es la dulce e insípida Christine, en Nora Gregor, indecisa y culpable de su propia confusión; personaje protagonista en un juego amatorio a 3 bandas encerrada en su castillo, bastión de la superficialidad.
Pero ninguno de los personajes es sincero, o presenta valores nobles, quizás con excepción de Octave, testigo y centro de todas las tramas; y de Jurieux, aislado de la tierra, ya que vive en las nubes.
El universo social de La Règle du Jeu, no tiene más que una sola regla:
El egoísmo del deseo y de la posesión, impulsos que sustentan la sociedad capitalista burguesa, con su ley del beneficio y de la propiedad.
Los principios morales, no son más que ilusiones indispensables que reclama la alta burguesía, para el mantenimiento de su poder.
Todos viven un caos de relaciones y sentimientos; y todos los personajes presentan algún desgarro:
El marqués es judío, su esposa es extranjera, Octavio es un inútil, Geneviève es colérica, el aviador está mal considerado por ser sincero, Lisette es coqueta y casquivana, el guardabosque carece de habilidades personales, etc.
Mientras los criados adoptan los valores de los señores:
Son felices con sus pequeños placeres bajo la protección de sus amos.
Lisette, sacrifica su matrimonio a estar con su señora Christine; Marceau cumple su sueño de vestir uniforme cuando Robert le contrata, tras perdonarle su oficio de cazador furtivo en su finca…
Estos criados, clase obrera, carente de conciencia social, alienada; tienen el sueño de la integración social en el mundo de sus señores, por lo que los sirvientes no hacen más que repetir y aspirar al modo de vida de ellos.
Otro aspecto importante, es que remarca cómo hasta la servidumbre se impregna de esa frivolidad, de esa absurda y ridícula trivialidad, desinterés y promiscuidad, y ellos también siguen la regla:
Silencio total de sus acciones, claman que debe haber libertad en su conducta, pero siempre respetando el decoro, pues Renoir nos retrata cómo los problemas no respetan status sociales, esos problemas, como las reglas, se aplican indistintamente a todos; ambas clases sociales, comparten dificultades y defectos.
Los personajes, que empiezan expresando cada uno sus sentimientos y sus razones, poco a poco acaban todos perdiendo el dominio de sus acciones, hasta que por error, se comete un homicidio.
Sin embargo, esa muerte pasará fácilmente como un “error”…
Sin hacer ninguna referencia a la situación política de la época, Renoir realiza una comedia trágica y coral, en que la abstracción y la perdición de la sociedad contemporánea, desvelando sus dramáticas consecuencias, a través de simbolismos, empezando con la advertencia inicial, muy cierta.
Y lo logra, pero en su grandeza, Renoir ridiculiza y humilla a la clase burguesa francesa, sin pretender mostrar arte vanguardista, sino una película en formato de comedia, donde satiriza a la Francia aristócrata, los representa como un manojo de snobs frívolos y superficiales, torpes, donde la regla más importante es el silencio, esa es “la regla del juego”, mantener la imagen; pues se perdona el pecado, pero no el escándalo, y la burguesía vive de mantener su fría y ridícula imagen artificial.
Con la teatralidad, el espectáculo dentro del espectáculo, las piezas teatrales y musicales que interpretan en la mansión de La Colinière; la confusión entre el espectáculo y la vida.
Destaca la escena en la que los personajes vestidos de tiroleses, interpretan una obra de teatro, y cantan el himno a la gloria del ejército francés.
La elección de la canción y los trajes en pleno 1939, no puede ser ni de lejos casual.
Los personajes se burlan de los ideales que sus padres confirmaron durante La Tercera República; y su burla lo deja claro:
No tienen miedo al nazismo, ni al fascismo, es más, simpatizan como ellos con el orden, y comparten también los mismos miedos.
Sobre el amor, se insiste en la visión idílica de la fraternidad posible entre personas de distintas clases sociales; así lo refleja la relación de La Marquesa y Lisette, y la simpatía del Marqués por el furtivo Marceau; pero en esa fraternidad soñada, no hay lugar para el amor entre señores y criados; a diferencia de lo que ocurre en las obras de Marivaux y Beaumarchais, y con la salvedad de la relación de la que se habla, pero que apenas se vislumbra en imágenes, de Octave con Lisette; aquí el amor revolotea sólo entre personas de la misma clase.
El simbolismo de los autómatas, como símbolo erótico y de poder, los personajes como autómatas movidos por la regla del juego/mecanismo social, la radio como nuevo autómata.
El marqués, anfitrión de este fin de semana burlesco, es el ideal.
Con su exagerado maquillaje, cual actor teatral, él “reina” en una sociedad de autómatas.
Quizás de ahí le venga su afición por coleccionar juguetes mecánicos.
Todos quieren ser como el marqués, por sus buenas maneras e impecable paladar, por ese tacto delicado capaz de llamar accidente a un asesinato, y tener la elegancia de fingir que su fortuna y sus propiedades, no tienen ninguna importancia.
En las antípodas, nos encontramos con Jurieux, casi un caballero andante recién salido de un cuento de hadas; que para conquistar a su enamorada, Christine, ha cruzado el mar en su avioneta, toda una hazaña.
Pero Christine no es una damisela medieval, sino una gran señora austriaca que busca pasar el rato sin sobresaltos, y no el amor de un personaje anacrónico.
Jurieux es inocente, desconoce “la regla del juego”, es sincero, y dice siempre lo que piensa.
El personaje de Jurieux tenía que morir, prácticamente estaba predestinado…
¿Judío?
Ahora todo el mundo miente...
Los folletos de las farmacias, los gobiernos, la radio, el cine mismo, y claro está, los periódicos y telenoticieros.
¿Cómo pretendes que los particulares no mintamos?
Y es que la casa se convierte en una suerte de “ángel exterminador” buñuelesco que impide salir a sus personajes de la mentira.
Por último, el advenimiento del nazismo:
Esta afiliación fascista, como base de la alta burguesía de la época, queda confirmada en una segunda escena, en la que se nos muestra, casi de manera documental, el ritual de la caza burguesa:
Los criados en primera línea, golpean los árboles para sacar a los conejos de sus madrigueras, y así dejárselos listos a los señores.
Descubrimos que los señores cazan por cazar, por diversión, costumbre o depredación.
A Christine ni siquiera le gusta...
Durante toda la escena, contrastan las pequeñas conversaciones ligeras con la huida de los conejos, los tiros, y cómo de un golpe, los criados rematan cada pieza.
La escena es clara, y funciona bien como alegoría.
Así las cosas, La Règle du Jeu supone mucho antes de aparecer la denominada modernidad cinematográfica, etiqueta que los necesitados de las mismas implantan en la época 1955 a 1965, el inicio precisamente de la misma, en un año realmente crucial para muchas de las cinematografías, sobre todo la estadounidense.
Desde una perspectiva puramente formal, la obra que nos ocupa se caracteriza por una elegante y depurada puesta en escena, que hace un magistral uso de la profundidad de campo.
De hecho, debe ser considerada como una de los principales artífices de este recurso que Orson Welles extremaría 2 años después en “Citizen Kane”
Y es que Renoir utilizó antes que Orson Welles, lentes que mantenían en foco los objetos en profundidad, y utilizó la puesta en escena para seguir a los personajes con tomas largas, cambiando el cuadro, consiguiendo una unidad de espacio y de acción, y también una ambigüedad rica en significados.
Narrada linealmente, sin saltos en el tiempo, “flashbacks”, aunque de una manera muy original y desconcertante; no sigue a un personaje a lo largo del tiempo, por lo que ese detalle puede descolocar; y el film parece dispersarse:
Los personajes se alternan, creando un efecto de inestabilidad.
Ésta es una de las virtudes/defectos más notables, su movimiento; pero este movimiento oculta un equilibrio sensible, que reposa más sobre la unidad de la mirada, que la de la acción.
Y claro está, el destacado vestuario suministrado por la misma Coco Chanel, como muchas secuencias a recordar.
No podía ser de otra manera, la cacería con los animales despedazados, simbolismo obvio de la crueldad humana que alcanzará su cenit en la “carnicería” de la guerra que ya está comenzando.
Pero se le podría achacar que haya muchos personajes con situaciones que se van desencadenando rápidamente, y sin que el espectador tenga un mínimo de tiempo para reflexionar sobre lo que está pasando; así como el exceso de diálogos que se hace imposible seguir las tramas y relacionarlas.
Eso sí, el mensaje es contundente:
Todos somos unos mentirosos, y la única regla es precisamente fingir a través de falsa educación.
Sobre la banda sonora, la música combina fragmentos clásicos de Mozart, Saint-Saëns, Chopin, y Monsigny; y de aires populares.
Destacan las composiciones “Danza Macabra”, “Coros de Caza” y “Minuto vals”
“Excusez-moi, vous savez que vous n'êtes pas un imbécile, vous êtes un poète, un poète dangereux”
(Perdóneme, usted es no un tonto, eres un poeta, un poeta peligroso)
La Règle du Jeu se sitúa cronológicamente, además, al final de un período clave, tal vez el más brillante, el más importante, por su contribución a la marcha general de La Historia del Cine; como es la década de los años 30, la década del “naturalismo poético” francés, y poco antes de la etapa estadounidense de Renoir.
Aquello que llevó a Renoir a plantear un film como este, no es más que la propia desilusión ante una sociedad que había pasado de la esperanza transformadora que lleva a la victoria del frente popular a mediados de los 30, a una actitud conformista y mediocre, que culminará pocos meses después, con la ocupación nazi de Francia, y la implantación del gobierno colaboracionista de Vichy.
Renoir, que participó entusiastamente en la renovación social de los 30, e incorporó algunos de sus grandes films a esta corriente política, reconoce derrotado y defraudado, a una sociedad estéril y caduca, que ha permitido el triunfo del nazismo mirando para otro lado, con unas clases sociales proletarias sumidas en el egoísmo oportunista, para que palabras como solidaridad o fraternidad, se hallan ya en el cajón del olvido; y unas élites inermes y decadentes, incapaces siquiera de reconocer a los héroes de la patria con una presencia explícita del militarismo nazi emergente.
La obra que cierra, de hecho, la primera etapa francesa en la filmografía de Renoir, en la que abundan los textos que han estudiado, con mayor o menor profundidad, los fuertes canales subterráneos que comunican sus imágenes con la tragedia que se cierne sobre Europa en 1939; tiene la virtud de colocar en primer término, la noción de práctica, de trabajo productivo sobre los materiales humanos, técnicos y dramáticos.
En definitiva, de dejar al descubierto, con plena conciencia, las huellas del procedimiento, esas mismas que el cine clásico tiende a borrar sobre la superficie de los films.
Más aún, nunca como hasta entonces, la reflexión sobre el sentido de las máscaras y de las apariencias, se había instalado con tal grado de resonancia multiplicadora, en la diégesis del relato hasta el punto de convertir a la representación, simultáneamente, en la forma y en el motor del relato, al mismo tiempo en su estética, y en su dinámica narrativa.
El registro visual de la acción física, despojado de todo formalismo, y el carácter auto reflexivo de la puesta en escena, colocan en primer término la articulación entre reproducción y metalenguaje:
Un signo inequívoco, y definitivo, del impulso vanguardista que aflora, con naturalidad, pero también con asombrosa pujanza, bajo y sobre las imágenes de una obra que anuncia, simultáneamente, el final de una época histórica, y los albores de la modernidad cinematográfica.
Como la notable influencia del cine mudo en secuencias de persecuciones y peleas; pero a su vez vemos un lenguaje técnico y narrativo propio de películas posteriores.
Con La Règle du Jeu se sentaron algunas de las bases, y fue prototipo del consiguiente Neorrealismo Italiano, inclusive.
Su influjo se extendió hasta los años 60 en obras de Fellini, o de Buñuel, hasta llegar a Hollywood con Robert Altman como ejemplo más concreto.

“L'amour, tel qu'il existe dans la société, est simplement le mélange des deux caprices et le contact de deux peaux”
(El amor, tal como existe en la sociedad, no es más que la mezcla de 2 caprichos y el contacto de 2 pieles)



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