Sunrise: A Song Of Two Humans

“This song of the Man and his Wife is of no place and every place; you might hear it anywhere, at any time”

Para el año de 1927, el cine estaba comenzando a decir sus primeras palabras, y era ya inamisible la llegada del sonido pleno a las nuevas producciones.
Curiosamente, grandes directores se ocupaban en aquellos momentos de sacar a la luz una serie de películas que exaltarían, y darían un glorioso adiós a La Era del Cine Mudo, y en las postrimerías, F.W. Murnau, un recién llegado mago europeo, revolucionó y culminó la evolución del arte cinematográfico.
Después vendría la etapa sonora; y una nueva etapa que añadía la palabra hablada a las imágenes.
“Don't be afraid of me!”
Sunrise: A Song of Two Humans es un drama del año 1927, dirigido por F.W. Murnau.
Protagonizado por George O´Brien, Janet Gaynor, Margaret Livingston, Bodil Rosing, J. Farrell MacDonald, Ralph Sipperly, Jane Winton, Arthur Housman, Eddie Boland, entre otros.
El guión es de Carl Mayer basado en “Die Reise nach Tilsit” o “El Viaje a Tilsit” de la compilación de relatos “Litauische Geschichten” o “Historias de Lituania”, una novela de 1917 publicada por Hermann Sudermann; es un retrato realista de su tierra natal, que consta de:
“Die Reise nach Tilsit”, “Miks Bumbullis”, “Jons unds Erdine” y “Die Magd”
Pero Murnau convirtió la historia de una pareja de campesinos que redescubre el amor, en uno de los romances más intensos y emotivos que se han filmado jamás; siendo la primera película realizada en Estados Unidos por ese director alemán; tras haber fichado por el mismísimo William Fox, dueño de la Fox Film Corporation.
Y es que los estadounidenses, ya por aquél entonces ávido de talentos, se fijaron en Murnau por sus filmes alemanes; y claro, para la ocasión no se escatimaron ni medios técnicos ni recursos, en una producción cara, en la mejor de las manos.
Porque nadie como Murnau, maestro de maestros, para sacarles partido, gracias a su inigualable pericia técnica como director, que se vio reflejada al obtener 3 Oscar en la primera edición de la ceremonia de premios en 1928:
Mejor Actriz (Janet Gaynor) que también ganó por sus actuaciones en “7th Heaven” y “Street Angel”; Mejor Fotografía, y Mejor Calidad Artística de Producción; siendo nominada a mejor dirección artística.
Y es que en la primera ceremonia del Oscar, hubo 2 secciones referentes a Mejor Película:
Mejor Producción, y Mejor Calidad Artística.
Y Sunrise: A Song Of Two Humans ganó este 2°, siendo “Wings”, la que se considera la primera película en ganar el Oscar como Mejor Película propiamente dicha en términos actuales; pero si buscamos en las listas de mejores películas de la historia, encontraremos Sunrise: A Song Of Two Humans, porque de hecho, es una de ellas.
Podrá ser “Wings” la que oficialmente ganó el principal Oscar, pero creo que eso nunca ha sido considerado como referente para elegir la mejor película de un año.
Por desgracia, Sunrise: A Song Of Two Humans fue un fracaso comercial, y Murnau murió en un accidente de tráfico unos años después... pero no a consecuencia de ello.
Como dato, el negativo de 35mm original, de la versión original estadounidense de Sunrise: A Song Of Two Humans, fue destruido en el incendio en la bóveda de La Fox en 1937; por lo que se creó un nuevo negativo, a partir de una impresión que logró sobrevivir.
La historia va de un granjero (George O'Brien) que convive felizmente en el campo con su esposa (Janet Gaynor)
Pero la aparición de una seductora mujer citadina (Margaret Livingston), hace que comience a enamorarse de ésta, y a pensar que su mujer es un estorbo que se interpone en la felicidad entre él y su nueva y sofisticada amante.
Una lujosa y preciosa obra maestra del cine mudo, Sunrise: A Song Of Two Humans muestra lo que un artista en los orígenes del cine mudo era capaz de lograr cinematográficamente, respaldado por un cheque en blanco, e inspirado por las aspiraciones más altas; siendo considerada actualmente, una de las mejores películas de la historia del cine.
Además, es una curiosa mezcla de géneros:
Terror, suspense, comedia, amor, drama; y se nota que Murnau quería dejar el pabellón del cine mudo bien alto, a apenas 2 semanas de que estrenara en Estados Unidos, la primera película del cine sonoro:
“The Jazz Singer”, pero Murnau firmó con Sunrise: A Song Of Two Humans, un testamento del cine mudo que deslumbró, y que todavía hoy deslumbra por su lirismo, belleza y armonía.
De hecho, Hitchcock siempre decía, que las mejores películas eran aquellas que expresaban tanto con las imágenes, que no necesitaban ninguna explicación o diálogo, y qué razón tenía.
“Protect your wife from evil!”
Sunrise: A Song Of Two Humans es la obra cumbre del expresionismo con la que el alemán Murnau, recién llegado a Estados Unidos, realizó toda una invasión de talento y dominio técnico en Hollywood; con una calidad artística pionera e insuperable, que se pone al servicio de la historia de un triángulo amoroso en el que la infidelidad y la redención, se disputan el corazón de un hombre que debe elegir entre 2 mujeres.
Una historia universal, como sublime melodrama romántico, lo mismo nos sumerge en la intriga de un crimen pasional, que muestra retazos de la comicidad propia de la época.
Puede considerarse entonces a Sunrise: A Song Of Two Humans, la gran primera obra maestra del género romántico de la historia del cine; que existía dicho género anteriormente, pero hasta ese momento, ninguna había alcanzado tal grado de realismo, emotividad, sentido, poder, fuerza; siendo una auténtica joya de la que ya podrían aprender muchos hoy en día.
Así, ante las ya consabidas complicaciones de expresar sentimientos sin diálogos, Murnau va tejiendo una historia amorosa, que va de menos a más; y narra su historia como una leyenda sobre los aspectos esenciales de la existencia humana:
El amor, la tentación, la culpa y el perdón.
Los protagonistas no tienen nombre, son simplemente “el hombre” y “la mujer”, y los demás son meras etiquetas de sus personajes:
La citadina, el barbero, el fotógrafo, la manicurista, etc.
Y los lugares donde transcurre la trama, son tan típicos como los personajes:
La gran ciudad llena de promesas, y con una actividad frenética; y el romántico pueblecito europeo, con su gran lago.
La historia nos narra, cómo la vida de una familia humilde que vive en una granja, y trabaja día a día para subsistir, se rompe por el deseo y la pasión que viene de afuera.
El protagonista, vive junto a su esposa y su hijo de corta edad.
El día a día no es fácil en un ambiente tan rural, pero el matrimonio se siente afortunado; hasta que un día llega al pueblo una hermosa mujer de ciudad, y la rutina de la pareja se disuelve.
El marido queda fascinado por la enigmática “señora de buenos modales”, y descuida a su familia, su trabajo y su casa, llegando a gastarse el dinero que necesitaban para vivir.
Cegado por el amor, la mujer idea un plan macabro para matar a la esposa, y poder huir con su amante a la ciudad.
Para ello, Murnau usa un expresivo juego con la palabra “drown” que significa “ahogarse”, disolviéndose sugerentemente en la pantalla, que da a entender un plan que le provoca al hombre mucha lucha interna:
La mujer eventualmente será ahogada en el lago, y él se salvará gracias a unos juncos que le mantendrán a flote, todo parecerá un accidente…
Todo está preparado; pero en el último momento se arrepiente.
Su mujer queda horrorizada, y huye a la ciudad.
Hasta allí la sigue su esposo, que profundamente arrepentido, le confiesa de nuevo su amor; por tanto, la pareja unida de nuevo, aprovecha el viaje para renovar su matrimonio.
Lo que iba a ser un crimen, se convierte en una luna de miel en la que los 2 se divierten, van a la peluquería, al fotógrafo, y a un precioso parque de atracciones; hay secuencias de mucho humor, desmintiendo Murnau y el guionista Carl Mayer las críticas de pesimismo pertinaz que se le atribuye al expresionismo alemán, tanto que bailan, beben vino, y son felices; pero han de volver a casa; y montan en el mismo tranvía, y luego navegan en la misma embarcación a vela en medio del lago, con ellos recostados en la proa, a la luz de La Luna, nuevamente enamorados.
Pero la tragedia se pone de su parte:
Una horrible tormenta hunde la barca en la que viajaban y, pese a los intentos del marido por salvar a su esposa, ésta se pierde…
El hombre está desesperado; porque la mujer de ciudad cree que por fin se ha decido a llevar a cabo su plan, pero nunca más lejos de la realidad.
Él realmente está enamorado de su esposa, y ahora cree que la ha perdido.
Así vemos como el amor que había entre ellos, no había desaparecido, simplemente estaba dormido o apagado, como suele suceder en todos los noviazgos o matrimonios.
La rutina adormece ese sentimiento que se traduce en apatía, y algo nuevo, algo fuera de lo normal puede despertarlo.
En este caso, el hombre siente apatía por su estilo de vida, su mujer, su pueblo; mientras la chica de ciudad despierta en él lo poco de vida que le quedaba, pero con esa chispa encendida, es capaz de comprender que realmente ama su mujer, que la quiere por encima de todo.
Por lo que la veraneante escucha las voces, y creyendo que su plan ha salido bien, se acerca a la casa del que cree aún su amante…
Enloquecido por el dolor, el hombre está a punto de estrangularla, cuando desde la casa lo llaman a voces:
Ha aparecido su mujer… y está viva.
La noche de ese intenso día se va difuminando, y la mujer y el hombre juntos, miran un nuevo amanecer del título.
La primera parte del metraje, que de apenas 1 hora y media, y algo más, es apoteósica.
En solo unos minutos, sabemos que el hombre ha sido seducido por una arpía procedente de la ciudad, la cual quiere convencerle de que venda su granja, ahogue a su mujer en el lago, y se fugue con ella.
La metáfora vampírica es evidente:
La citadina se despierta de noche, deja entrever su ropa interior, se viste de negro, se maquilla, y atrae al Hombre con un silbido; lo conduce hasta la ribera, bajo La Luna llena, y él se acerca encorvado, arrastrando los pies, como un zombi a su merced.
Paralelamente, Murnau define a la esposa como un ser angelical, en el que se refleja la pureza y la inocencia del mundo rural, ajeno a la depravación de las ciudades:
Rubia, de rostro blanco inmaculado, espera resignada a que su marido encuentre el camino de vuelta a su corazón, y se ocupa del bebé que tuvieron hace unos meses.
Al verla, el hombre nota el aumento del sentimiento de culpa.
No puede creer que esté a punto de ahogarla en el lago y, sin embargo, lo intenta...
La esposa pide clemencia; junta las manos en actitud de súplica mientras, de lejos, tañen las campanas.
El conjuro se evapora, el hombre despierta, y descubre que sigue enamorado de ella; pero aún le queda un duro trabajo para recuperar su confianza, porque al llegar a la orilla, su esposa huye despavorida en dirección a la ciudad…
El trabajo de Murnau a la hora de dirigir a los actores, fue excelente, con gran expresividad, sin resultar demasiado exagerados, que era lo habitual en las películas mudas y, a pesar de no ser una película cómica, me parece muy acertado lo de incluir algunos puntos graciosos en su ecuador, para proporcionar un escape a la intensidad dramática.
Sobre la “antagonista”, cuando ella besa a su amante, se nota que disfruta; cuando lo hace su mujer, parece una postal.
Cuando una baila frenéticamente delante de él, se nota que pierde el control; cuando la otra lo hace con su marido, parece sacada de una novela pastoril.
Es verdad que es una déspota, pues interrumpe con un gesto de desprecio la comida de la dueña de la pensión donde se aloja, para que le limpie los zapatos antes de salir.
Y es verdad que es una asesina, ya que instiga y planifica el asesinato de la mujer de su amante; amén que, cual ave de rapiña, acecha al marido cuando vuelve, desesperado, de intentar encontrar el cuerpo de su mujer en el agua.
La mujer de ciudad, llega a poseer al hombre de un modo anti-natural, haciendo que este descuide sus propias tareas, y se convierta en un extraño para sus más allegados.
Murnau lo reflejo de un modo excelente, en una secuencia onírica con el marido que experimenta abrazos imaginarios o fantasmagóricos, pensando en la otra mientras ésta lo abraza y acaricia en imágenes superpuestas perfectamente mezcladas, que me parece un adelanto técnico impensable en una película de esos años.
Así las cosas, la chica mala es mala, re-mala; y la buena es re-buena.
La mujer de ciudad, representa la sofisticación, el progreso y la malicia que a todo esto acompaña; mientras que su mujer, es un claro reflejo de la vida rural, aunque con obvias muestra de pureza y bondad.
La ternura que desprende la pareja protagonista es muy poderosa, empatizas rápidamente con los personajes; en especial con Janet Gaynor, una mujer no especialmente hermosa, pero sí con un toque de inocencia que la hace adorable, un aspecto frágil que todo galán querría cuidar.
El Oscar se lo llevó la actriz protagonista, pero a mi parecer, el actor George O'Brien es quien sobresale haciendo una grandísima actuación.
En cambio, en el caso de ella, su interpretación está sobreactuada en exceso.
En cuanto al asunto del machismo, yo no lo veo tan claro.
Me parece que el mensaje que transmite Sunrise: A Song Of Two Humans, es más bien una lucha alegórica entre el bien y el mal, ambos representados por mujeres.
El protagonista se ve tentado por el mal en la oscura noche.
Sin embargo, con el amanecer, vuelve al lado del bien.
Me gusta cómo se encorva en la barca, dando la impresión, expresionismo puro, de alguien que está a punto de cometer un asesinato, y más tarde, como se derrumba como un niño, implorando perdón a su mujer en la iglesia, mostrándose como un ser humano sensible y cariñoso.
¿Resulta un poco anticuado eso de que el mal esté representado por la ciudad, mientras que el bien esté en el campo?
Desde luego, ingenuo diría incluso, pero hay que recordar que estamos en 1927.
También, me gustaría resaltar las continuas dualidades que podemos observar, como es el que haya una mujer, y una amante.
El campo y la ciudad, la tristeza y la alegría, el día y la noche.
Todo para resaltar la dualidad principal, que es el bien y el mal.
Pero la verdadera estrella, es el magistral trabajo de fotografía, directamente responsable de la narrativa y poética, a cargo de los grandes Charles Rosher y Karl Struss, este venido de Alemania con Murnau, cuando William Fox le puso en bandeja los medios que quisiera para hacer Sunrise: A Song Of Two Humans en Hollywood; recibiendo el Oscar a La Mejor Calidad Artística, atribuible en gran parte al trabajo de Struss y Rosher.
Técnicamente, sus impresionantes movimientos de cámara, encuadres distorsionados, esos decorados, todo eso ya es parte de la historia:
Fundidos, “travellings”, primerísimos planos para dotar de mayor emotividad a los rostros, planos de trucaje, etc., hacen de Sunrise: A Song Of Two Humans, un bonito espectáculo visual.
Es obvio que el director aprovechó la tecnología más avanzada del cine; y con todo, nunca rebasa el límite hacia la fantasía:
Las imágenes de Murnau, siempre aluden a la realidad exterior, incluyendo las vivencias interiores de los personajes; por ejemplo:
Cuando, en una cita nocturna, la mujer fatal le describe al hombre con entusiasmo, las cosas sensacionales de la metrópoli.
El cielo se transforma en un escenario urbano agitado, como si los anhelos del campesino se proyectaran en él.
Luego, cuando él se zambulle con su esposa en la vida nocturna, y ambos quedan fascinados por el espectáculo, un rosetón enorme de luces brilla en el parque de atracciones, como si fuera un grandioso iris humano.
Son 2 imágenes que remiten simbólicamente al cine, como lugar de espectáculo y sueños, en el que los milagros se hacen realidad.
Los efectos especiales, tanto de estudio como la maravillosa y realista tormenta; como visuales en la transición del paseo entre los coches a estar en el campo y viceversa, o los angelitos del momento beso; y el tren miniatura con el que arranca la película, desde una transición dibujada… son muy conseguidos.
Podría hablar mucho de ella, de la cantidad de simbolismos que encuentro, y de cómo me parece éste un expresionismo mucho más logrado, que el de las películas que proyectaban todo su peso en escenarios artificiales y rocambolescos como las cruces, cuando el hombre está arrodillado en la cama ante la inminente muerte de su esposa ahogada en el lago; como consecuencia del protagonista de esta historia, quien parece buscar la felicidad fuera de su familia, sin saber que la tiene en su propia casa.
Y es que Sunrise: A Song Of Two Humans, es una portentosa película que presenta un idílico núcleo familiar, una suerte de “Sagrada Familia” con padre, madre e hijo; roto por una mujer a modo de serpiente en El Edén, que urde un plan diabólico para liquidar a la auténtica mujer del marido, una virginal, cándida y sensible Janet Gaynor.
En medio de ellos, la expiación, el perdón, la redención, el sacrificio, y la resurrección.
Hay muchas escenas entre las tantas, con motivo religioso, pero especialmente sobresalen 2:
La primera cuando, tras el intento fallido de asesinato del marido a su mujer, entran los 2 en una iglesia, y presencian cómo el sacerdote adoctrina, en medio de una boda, a los contrayentes.
Marido y mujer, emocionados hasta las lágrimas, ven la luz de la redención…
Como dato, los rayos de luz que penetran en la iglesia, son pintados, una técnica que ya utilizaba en Alemania, y para dar la impresión de mayor profundidad de campo en la iglesia, puso a extras muy altos en primer plano, y a niños y a enanos al fondo de la imagen.
Las transparencias y efectos, eran muy novedosos para la época.
La ceremonia nupcial, por supuesto, no era otra que la suya.
Ambos parten ahora de cero, y una nueva película da comienzo en ese instante.
La segunda escena, al final, ella abre por fin, los ojos después de ser rescatada de las aguas.
Yace en la cama con la melena desplegada, cual Madonna de feria, el niño de ambos a su lado, mientras el marido, enajenado, la mira embelesado.
Y es que también resulta controvertida; pues nace de los infiernos, de la mezquindad y de la crueldad, pasa por el crimen más atroz y ruin, para llevarnos por la senda del perdón y el amor.
Para la época, Sunrise: A Song Of Two Humans es difícil y arriesgada, pero supera sus metas con creces.
También, religiosamente acaba con un milagro:
Éste no puede ser más irónico, que la mujer se salve gracias a los juncos que hizo la chica de la ciudad para que se salve él.
Cuando el hombre ha perdido todas las esperanzas de volver a ver a su esposa con vida, le llega la noticia de su salvación.
Poco después comienza un nuevo día, y el sol se levanta radiante sobre el pueblecito.
Lo mejor es cuando Murnau se olvida de su rigidez; y da la impresión de que lo más íntimo y divertido de él, aparece cuando se aleja de la historia del trío, y deja asomar su socarrona lubricidad.
Inolvidable la lujuriosa dependienta de la peluquería, que agarra la mano del marido para hacerle manicura, como si le cogiera otra cosa...
Inolvidable los primeros planos del barbero, por cierto, se demuestra que los peluqueros mariquitas ya existían, no son un cliché de nuestros tiempos; e inolvidable también, la escena de ese tirante que se desliza una y otra vez hasta que alguien, cansado de subirlo, lo baja de un tirón, como si bajara otra cosa…
O bien, cuando se permite deja volar su audaz imaginación.
Y si no:
¿Qué pinta ese cerdito dando vueltas por el restaurante, y emborrachándose con el vino derramado en el suelo?
La explosión que supuso industrializarse el mundo a finales del siglo XIX, y principios de XX, contrasta enormemente con la vida rural, y el granjero busca lo novedoso:
Implicarse en ese mundo, de la mano de la mujer sofisticada, pero lo que le sucede es que debido a esto, casi mata a su mujer, y después casi muere ella después del día en la ciudad, pero él nunca quiso que pasara, ni lo uno ni lo otro, con lo que la conclusión es que la ciudad no es recomendable, el granjero quiere a su mujer, y a su modo de vida rural y sencillo, en comparación con la vida de la ciudad, recargada y ligera.
La idea que subyace, es que la industrialización, idealizada en la gran ciudad, es el comunismo que viene de Rusia, y que comenzaba a base de derramar sangre, a empujar a las masas a darlo todo por el pueblo, y a tener restricciones sociales; mientras que el granjero en su granja, ostenta la bandera de la libertad social y la tranquilidad.
Es decir, el ciudadano medio estadounidense, es tentado por el comunismo y el progreso de la época, pero él lo rechaza, y se queda con su libertad y su modo de vida.
Lo sabemos; pero:
¿Y el guión y la historia están a la altura?
Yo creo que no.
El salto del charco, no le benefició; y Murnau dejó lo mejor detrás de él.
Sunrise: A Song Of Two Humans es su puesta de largo en La Meca mundial del cine, y su legado es un aplastante poderío técnico, al servicio de una historia con olor a naftalina, ajada por el paso del tiempo; y creo inclusive, que en algunos momentos la tipa de la ciudad podía haber metido más comba en la historia, a pesar de que la trama avance al compás de 2 personas que ya se conocen.
Puestos en claro, hay decenas de películas con una fama enorme, que al verlas uno se siente muy decepcionado.
No sabe si es que no tiene capacidad para encontrar lo que otros vieron en ella, o si por el contrario, el cine no es sino un arte sobrevalorado, y que vive de encumbrar obras que en realidad no son tanto; esto puede pasar con Sunrise: A Song Of Two Humans, que para mí “Wings” sigue siendo superior.
Por último, la banda sonora original, también es una joya.
Murnau optó por utilizar el nuevo sistema Fox Movietone para el sonido en la película, por lo que Sunrise: A Song Of Two Humans posee una de las primeras partituras musicales sincronizadas, y efectos de sonido como banda sonora.
De hecho, posee una composición de Charles Gounod del año 1872, llamada “Marche Funèbre d'une Marionnette”, la cual fue utilizada más tarde como el tema de la serie de televisión “Alfred Hitchcock presents”
“...they used to be so happy...”
Hoy, Sunrise: A Song Of Two Humans es la historia de redención más sincera jamás filmada; porque Murnau consigue lo impensable, que la imagen aquí sea pura, no por estar liberada de los corsés narrativos tradicionales, sino por haber traspasado el límite de la potencialidad expresiva inherente al medio.
Cada fotograma del film, podría contar sin palabras su propia historia.
La de cualquiera y con el corazón, ese gran perjuro que nos lleva y nos trae a merced de los céfiros de la pasión.
El sendero de la vida, la mella de Cronos, y la tentación de lo prohibido, nos pueden llevar a tomar las más equivocadas e irreversibles decisiones, y en nombre de algo que creemos llamar “felicidad”, hacernos cometer los más atroces crímenes.
O no…
Por ello, el mensaje es claro:
Si amar es hermoso, más lo debe de ser el reencontrarse con ese amor perdido, y más aún, cuando el perdón y la redención están de por medio.
Al final, la esperanza, el amor y la felicidad prevalecen sobre la aparente tragedia que parecía repetirse de nuevo.
Quizás, esa locura aún tenga remedio, y surja el perdón, el reencuentro, la esperanza, por fin el amanecer.
Debería considerarse a Sunrise: A Song Of Two Humans, como es el más hermoso canto de cisne que haya dado arte alguno, ya que pocos después se estrenaría el primer film sonoro, aunque no significara una retirada para el cine mudo que aún daría varias obras maestras más.
Dicho lo cual, Sunrise: A Song Of Two Humans ha sido y es uno de los más claros ejemplos de lo bello que puede llegar a ser el cine, que lo elevan a la categoría de arte.

“For wherever the sun rises and sets, in the city's turmoil or under the open sky on the farm, life is much the same; sometimes bitter, sometimes sweet”



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