Marguerite

“Couvrez vos oreilles et ouvrez votre cœur”
(Cubre las orejas y abre tu corazón)

La tragedia es para quienes lo pueden tener todo, pero les falta el amor, o al menos el cariño y el respeto de quienes les rodean, eso dicen...
Quienes hayan visto “Citizen Kane” (1941), recordarán sin duda el caso de Susan Alexander, la segunda esposa del magnate de la prensa; obsesionado por hacer de ella una excelsa cantante de ópera, Charles Foster Kane pondrá a su disposición todos los medios imaginables.
Hasta mandará a construir un costoso teatro con tal finalidad.
La joven, sin embargo, carece totalmente de las cualidades necesarias para triunfar, lo cual desespera no tanto al marido, siempre empecinado en salirse con la suya; sino al sufrido profesor de canto, que ve con exasperación, cómo sus lecciones no surgen efecto.
Quizás, el director de esta obra maestra, Orson Welles y su equipo de colaboradores, tuvieron en mente a la hora de inspirarse, en la soprano neoyorkina Florence Foster Jenkins (1868 - 1944), cuyas limitaciones técnicas eran inversamente proporcionales a sus pretensiones artísticas.
Pero algo parecido a la realidad última, sobrevoló el nido de La Divina Maria Callas; y en la literatura, a Don Quijote de La Mancha.
Por otra parte, también lo vemos en “Keiserens nye Klæder” o “El Traje Nuevo del Emperador”, también conocido como “El Rey Desnudo”, el cuento de hadas danés, escrito por Hans Christian Andersen, y publicado en 1837; sobre un Rey que pasea desnudo, y nadie le dice la verdad, pues nadie se atreve, y que posee un mensaje de advertencia:
“No tiene por qué ser verdad lo que todo el mundo piensa que es verdad”
Así como también:
“No hay preguntas estúpidas”
En el cine, sucedió lo propio con “Sunset Boulevard” (1950) de Billy Wilder; y existe en la cultura popular, un parábola de origen indio llamada “Los Ciegos y El Elefante” que ha sido utilizada para ilustrar la incapacidad del hombre para conocer la totalidad de la realidad; así como para expresar la relatividad, la opacidad, o la naturaleza inexpresable de la verdad, el comportamiento de los expertos en campos donde hay un déficit o falta de acceso a la información, la necesidad de comunicación, y el respeto por perspectivas diferentes.
El uso de este cuento, y el reconocimiento de la limitación de la percepción de la realidad, permiten por tanto, poner en marcha procesos de refinamiento de la comunicación interpersonal, y da pie a la generación de consensos respecto a los modos o normas de comunicación que se ven como aceptables dentro de un grupo humano.
“Sauvage authentique au milieu aristocratique”
(Una auténtica salvaje en mitad de aristocráticos)
Marguerite es un drama el año 2015, dirigido por Xavier Giannoli.
Protagonizado por Catherine Frot, André Marcon, Christa Théret, Michel Fau, Denis Mpunga, Sylvain Dieuaide, Aubert Fenoy, Sophia Leboutte, Théo Cholbi, Astrid Whettnall, Vincent Schmitt, Christian Pereira, Martine Pascal, Grégoire Strecker, Jean-Yves Tual, entre otros.
El guión es de Xavier Giannoli y Marcia Romano; basados libremente en la vida de Florence Foster Jenkins, pero trasladaron la historia a la década de 1920, en Francia.
También conocida como “Madame Marguerite”, es una producción de la parisina Fidélité Films, junto con Bélgica y La República Checa; siendo rodada en Praga, entre mediados de septiembre, y principios de diciembre de 2014.
Marguerite, obtuvo 11 muy merecidas nominaciones a los premios César del Cine Francés; ganando en las categorías:
Mejor Actriz (Catherine Frot), Mejor Vestuario, Mejor Sonido, y Mejor Diseño de Producción.
Siendo nominada como:
Mejor película, director, guión original, actores secundarios (Michel Fau y André Marcon), fotografía y montaje.
Marguerite, es la primera película histórica dirigida por Xavier Giannoli; el cual explica su elección:
“Mi película anterior tuvo lugar en el mundo de los medios contemporáneos, y tratando de capturar algo de la modernidad que me fascina y me asusta, yo estaba feliz de cambiar todo, y aventurarme en un mundo radicalmente diferente, pero yo no quería recuperarlo, sino quería hacer una evocación personal de ese tiempo”
El nacimiento del proyecto, se remonta a un día en el que el director escuchó en la radio, la voz de una cantante interpretando el aria “Königin der Nacht” de la ópera “Die Zauberflöte” de Wolfgang Amadeus Mozart.
La mujer, era conocida por cantar falso; y en palabras del director:
“Descubrí que era estadounidense, y que vivió durante la primera mitad del siglo XX.
En su único disco, había una foto de ella con unas alas en la espalda, y la sonrisa confiada, de una mujer que parecía totalmente inconsciente de la incorrección cómica de su voz.
Eso me emocionó, así que llevé a cabo una investigación “periodística” para saber lo más posible sobre ella.
No me apetecía hacer un “biopic” sobre Florence Foster Jenkins, porque prefiero que una película dé un punto de vista personal.
Así que mantuve muchos elementos sobre su relación con la música, su medio social, su círculo de contactos en el mundillo… pero tomé distancias con respecto a la historia verdadera.
Es una manera de liberar espacio a favor de lo fabuloso y novelesco.
Ahí es cuando decidí llevar la historia de los años 40, a los años 20; y de Estados Unidos a Francia”
Florence Foster Jenkins, era una dama de la alta sociedad estadounidense de principios del siglo XX, y amateur del teatro lírico que quiso labrarse a toda costa una carrera como cantante, pese a no poseer ningún sentido del ritmo ni del timbre, presentar una dicción altamente discutible y, en términos generales, no haber sido agraciada con lo que comúnmente conoceríamos como “una voz bonita”
Con todo, La Foster Jenkins se labró una cierta fama:
Primero como inconsciente objeto de sorna por aquellos que asistían a sus recitales privados, para devenir personaje de culto después de su muerte, gracias a las grabaciones que dejaron constancia de su peculiar talento, y que han fascinado a algunos, hasta el punto de reivindicarla como un modelo de expresión artística que se oponía a las nociones clásicas de belleza.
Pero Giannoli niega haber hecho una película biográfica:
“Se trata de una evocación libre de un personaje que realmente existió.
Además, Marguerite se encuentra de pronto en mitad de la tendencia dadaísta, un movimiento que constituyó la gran revolución artística de principios del siglo XX; y se aprovecha el contexto histórico, para caricaturizar los movimientos ácratas y vanguardistas que afloraron en aquella época de entreguerras.
Como el personaje, vive una aventura de la libertad, me encantaba la idea de los años 20, con ella escuchando sonidos originales, viendo cuadros que jamás se habían visto, y encontrándose con artistas que proponen nuevas formas de expresión”
Puestos en claro, Giannoli no adapta literalmente la vida de la cantante estadounidense, sino que coge sus rasgos principales, y los traslada a la ficticia Marguerite Dumont (Catherine Frot), dividiendo la historia en 5 capítulos:
1. “La Grande Marguerite Dumont/La Gran Marguerite Dumont”
2. “Un Nouveau Monde/Un Nuevo Mundo”
3. “Vers La Joie/Hacia La Alegría”
4. “La Voix de Son Maître/La Voz de Su Maestro”
5. “Vérité/La Verdad”
Y se resume en una pequeña fábula sobre el poder del dinero, las convenciones sociales, y los sueños
Madame Dumont, es una rica aristócrata francesa, que vive ajena a su poca musicalidad, a la que le gusta cantar ópera, dando pequeños conciertos en su casa, frente a sus amigos.
Y es que es una amante incondicional de la música, llegando a coleccionar miles de partituras originales, y piezas de atrezo de óperas famosas, pero carente de 2 cosas fundamentales:
El oído y la voz.
Sin embargo, no es consciente de que no sabe afinar, y que en realidad canta mal, a pesar de los aplausos y los halagos que le ofrece su círculo más cercano.
Así, tras haber “asesinado” a Mozart y los tímpanos de la audiencia por igual, Marguerite saluda como si acabara de consumar un rito sublime.
Gracias a su mayordomo, Madelbos (Denis Mpunga) que crea escenas, captura instantáneas, estimula luces, produce atmósferas y ambientaciones, prende el gramófono, y se inventa la puesta en escena de un majestuoso teatro, dedicado a su bondadosa empleadora.
Y ella respira del aire y de la veracidad de esas fotografías, tanto que las envía a sus amigos, a sus falsos admiradores, las inserta encima de las páginas originales de los periódicos, imprime álbumes, a fin de probar las luces, aplausos, éxitos y cimas, de esa carrera artística de papel satín, ilusiones, trampas, espejismos, alimentados por una sed desorbitada de ternura, y de recibir adhesiones sentimentales.
Por lo que se verá rodeada por un grupo de incondicionales que la arroparán:
El fiel mayordomo Madelbos (Denis Mpunga); Atos Pezzini (Michel Fau), una vieja gloria de la ópera, y paciente maestro de canto de la susodicha; y los jóvenes entusiastas dadaístas:
El crítico Lucien Beaumont (Sylvain Dieuaide), y el excéntrico artista Kyrill von Priest (Aubert Fenoy); junto a la promesa del bel canto, Hazel Klein (Christa Théret)
Hasta una mujer barbuda, Félicité (Sophia Leboutte), se unirá al extraño grupo que tiene como finalidad, mantener la ilusión de que Marguerite es realmente una cantante de éxito.
La verdadera historia comenzará cuando decide dar el salto a un gran escenario, con un público de verdad.
Y está claro que Marguerite ha elegido soñar la vida, aunque su impericia para el canto lírico es más que evidente, ella decide sostener contra viento y marea, una carrera cuyo desarrollo está apoyado en el engaño, la conveniencia o, en el mejor de los casos, la compasión de los que la rodean:
Acartonados aristócratas, impetuosos vanguardistas de la época, y pillos atentos a cualquier oportunidad de hacerse una moneda extra, interactúan con esta mujer que vive en su propio planeta, pero cuya profunda humanidad desacomoda a cínicos e incautos.
Porque en Marguerite conviven la osadía, la ingenuidad y el tesón, un arsenal desplegado sin demasiada conciencia que desarticula tanto como el arte más experimental.
Su vida y su carrera, tienen ribetes cómicos y trágicos; y en este artificio, termina ascendiendo hasta lo más alto, hasta que acaba por darse cuenta de que la vida que ha vivido, es solo humo y apariencia.
Aquí es la felicidad, a través del arte y la música, la que sostiene la trayectoria vital de la protagonista; una burguesa encantadora e inocente, amante de la música, pero con una vida sentimental y amorosa que hace aguas.
Marguerite bien puede ser María Callas, o cualquier mujer desesperada por amor y atención.
El personaje interpretado por Catherine Frot, debe ser una de las figuras femeninas más entrañables en ese sentido:
Jamás se cuestiona las aventuras extramaritales de su marido, y sostiene con la ceguera de quien confía en los resultados de la pasión absoluta, al modo de una Madame Bovary; las cumbres de una carrera falsa y truncada por omisión de talento vocal, y cuyo único objetivo sería capturar el esquivo esmero y la correspondencia afectiva de su esposo.
Así, el director los aprovecha para superar la parodia, y transformar esta historia de tono inverosímil, en una loa a la libertad y la insumisión.
Una historia muy inspiradora, aunque hay que verla sin prejuicios para entender más allá del punto de vista cómico.
“Existir es insistir”
“Sueña a lo grande”
“Sólo pierde quién no lo intenta”
“Te arrepientes de lo que no has hecho”
Todos somos Marguerite, cantando gallos intentando alcanzar algo para lo que no estamos preparados.
Y la moraleja habla tanto de un tipo de hipocresía social muy extendido actualmente, como al mismo tiempo de dignificar las pasiones personales individualmente consideradas, sin depender del refrendo o reprobación de los demás.
“Mais pourquoi vous avez besoin brailler comme ça?
Comment me pisses”
(¿Pero por qué necesita berrear así?
Cómo me cabrea)
El director Xavier Giannoli, a pesar de su apellido italiano, es un director que ha desarrollado toda su carrera dentro del cine francés, cinematografía que sigue manteniendo una potencia, y un nivel artístico notable, entre la vorágine del cine de Hollywood que domina el mercado; y abraza los patrones con virtuosidad.
Este es el hecho de que Marguerite sea un personaje emotivo y ridículo a la vez, y que su película sea tanto una comedia, como una tragedia.
La reconstrucción de Paris de los años 20, la cómica sensibilidad que aporta la protagonista, y la aparente admiración del cineasta por el febril destino de su heroína, supone una curiosa calma que hace que ames este gran drama romántico, un romance pero con el arte, la música, y la ópera en particular.
Quiénes vean en ella, sólo una comedia romántica, que también lo es, evitarán disfrutar de su verdadero pero aterrador mensaje, tal y como los burgueses del drama buñueliano, evitaban salir del elegante salón dónde estaban confinados.
Una particular y muy divertida meditación sobre el arte.
Sobre la ópera en este caso, a ratos divertida, por momentos amarga, y casi siempre afinada.
Una historia en la que se empastan con perfecto equilibrio la comicidad y el drama, lo ridículo y lo genial, la armonía y el desconcierto.
Aunque parece una comedia en ciertos aspectos, Marguerite no puede reducirse a su único alivio cómico:
“Hay algo gracioso en verla cantar las melodías clásicas, o arriesgar su franqueza en medio de los cínicos.
Marguerite es sobre todo una historia de amor entre un hombre y una mujer que busca la forma de continuar con el amor.
Así que espero que uno se ría siguiendo las aventuras de Marguerite, pero también espero que evaluemos también toda vida humana, entre el deseo y la muerte”, dice el director.
Dividida en 5 partes, y siguiendo una estructura lineal, sin necesidad de elipsis temporales, el director aborda la historia de esta rica francesa que cantaba durante sus actos benéficos, y que no se daba cuenta de que no lo hacía bien.
Los primeros compases de la función, son sin duda los más sugestivos, pues nos introducen al microcosmos de Marguerite, de la mano de 2 jóvenes que asisten por primera vez a una de sus fiestas, y que quedan intrigados por los comentarios a propósito de la naturaleza de su anfitriona, que no se dejará ver hasta pasado un buen rato.
La aparición retardada de la protagonista, aumenta el efecto de su desastroso intento de rendir tributo al género operístico.
Así, cautivados por lo que acaban de presenciar, los 2 muchachos, miembros de la bohemia parisina, convencen a Marguerite para actuar en un espectáculo diseñado por ellos, plantándola en el escenario como un agente más de una función escandalosa, sin que la mujer se percate de estar siendo utilizada como instrumento de subversión.
Así, Marguerite nos enfrenta a 3 asuntos importantes:
Uno de ellos, tiene que ver con el poder de la representación como una realidad de la vida, con la forma en que las personas pueden jugar roles absolutamente desproporcionados, sin que lleguen a enterarse de los extremos en que se embarcan, ya que interpretan las reacciones y las señales que reciben como justificaciones que validan su actuación.
Acá, Marguerite se deja llevar por su gran capacidad de vestirse con galas y trajes operáticos de gran factura y belleza, resultantes de su propia creación, como evidencia palpable de que era, en verdad, una cantante aficionada notable.
Y como todos se dan cuenta de que ella está experimentando cierto grado de autoengaño, que se acerca a una especie de locura benigna, la dejan hacer, disfrutan, se ríen calladamente a sus espaldas, y nada le dicen.
El espectador observa a Marguerite, y de alguna manera se pregunta sobre sus propios despistes y faltas de proporción, y hasta qué punto es factible enterarse y reaccionar, sin que ello signifique algún grado de autodestrucción.
Un segundo elemento, es el de la búsqueda de la perfección, a través de procesos educativos, cuando se está sujeto a limitaciones severas.
Marguerite decide recibir entrenamiento musical para prepararse, con ilusión y entrega total, a un gran concierto benéfico, ante un público amplio.
Aparece un maestro, cantante ya en decadencia, y aunque sabe que educarla es una tarea imposible, no se atreve a renunciar a la misma, pues siente cierta compasión, y mucho interés por los réditos económicos que va a recibir de la rica aprendiz, con los cuales puede escaparse de una peligrosa falta de ingresos.
El espectador, también siente empatía, y secretamente espera que algo se pueda hacer, y acompaña con ilusión estos empeños.
Tal como ha sido concebida, no es esta una esperanza fallida, pues en medio del inevitable desastre musical, se advierte un fugaz destello de genialidad, desafortunadamente insostenible, que sale de lo más profundo del ser del personaje.
Nos cuestionamos sobre la educación, sus métodos, sus potencialidades, sus límites, y sus intencionalidades.
Al ver a Marguerite, intuimos que la educación no es siempre una panacea, especialmente porque se desprecian oportunidades de contacto, de experimentación y contraste con la realidad que se desea alcanzar.
Y finalmente hay que resaltar los elementos musicales y teatrales.
Marguerite tiene esencias de musical divertido y trágico a la vez, y filmarla tiene que haber sido todo un proceso de transformación para los actores, por el rico ambiente que se construye, en el cual nadie pudo desentonar, ni siquiera la protagonista, cuando representaba esas arias salidas de tono y estridentes cantos desafinados que se combinan con trozos musicales de calidad, para dar un sentido de equilibrio, de armonía, y de belleza.
Por otro lado, Marguerite es evidentemente un drama basado en la vida de Florence Foster Jenkins, con un guión lleno de licencias, tantas que en ningún momento se hace referencia a la excéntrica soprano neoyorkina, y la obra queda como una muy completa adaptación, una película de referencia, y completamente nueva; diría hasta ajena a la historia de La Foster Jenkins.
Al mismo tiempo, el hecho de ubicar la historia en los locos años 20, permite introducir la crítica social y la irrupción acelerada de la modernidad en un mundo rígido en las convenciones y el clasismo.
Todo es posible, en una época llena de ambigüedad, donde incluso la misma película juega con el espectador, dejando un amplio margen para la interpretación personal, dentro de este teatro de la vida.
La dirección es magnífica, con una ambientación muy lograda.
Giannoli y su director de fotografía, Glynn Speeckaert, querían dar una imagen sin mucho color, de aspecto refinado, y jugando con los tonos rojos en determinados momentos.
Buscaban una textura única, con matices a veces inesperados, que dotaron al filme de una vitalidad extra; y se rodó también con los objetivos de la década de 1950, que dispersan luz de manera significativa, dando a la película una textura única, a veces con matices inesperados, tales como chips y disonancias en la imagen, pues el director quería mantener lo “vivo” en pantalla.
Y reúne, en efecto, los mejores ingredientes de su sensibilidad y su gusto por los personajes apasionados y obsesionados hasta el extremo, para trazar el retrato de una mujer fuera de lo común, a la que la actriz Catherine Frot, que encarna con un genio dramático cómico estupefaciente.
Así  como los actores, todos ENORMES, desde la ENORME actriz que hace de Marguerite, que rostro más bello; La Frot consigue refleja en sus ojos, la alienación de un personaje que vive una realidad paralela.
El director, prefiere retratarla como una figura compleja, tan pomposa como secretamente afligida, tan patética como digna de ternura, y consigue serpentear hábilmente entre la farsa ruidosa y el drama intimista.
En ningún momento pierde su compostura, y su acercamiento al personaje, de tal manera que los espectadores sienten pena, y hacen fuerza cuando la oyen cantar, con la esperanza de que lo haga bien, de que no quede en ridículo.
Por su parte, Catherine Frot estuvo preparándose intensamente para el papel.
De hecho, la actriz tuvo que cantar fuera de tono con éxito, aunque lo más complejo estaba en cantar fuera del tono, encontrando algo hermoso en lo malo.
Además de clases de canto, Frot también leyó un libro sobre estrellas de la ópera:
“Les tragédiennes de l'opéra: de Rose Caron à Fanny Heldy, le feu sacré des déesses du Palais Garnier 1875-1939”, con el asesoramiento del director para familiarizarse con las figuras de los cantantes famosos que existían en el momento de la película se lleva a cabo.
Para evocar el trabajo del equipo de apoyo, en torno a Catherine Frot, Giannoli utiliza la metáfora de la orquesta:
“Hemos trabajado un poco como una orquesta en torno a Catherine.
Creo que es un elenco de primera, actores ricos, y poco visto en otras películas.
Los papeles secundarios, son los primeros que dan una sensación de verdad a la película, y quería que todos tuvieran una inesperada fuerza”
Desde su avergonzado marido, hasta el radical de izquierdas que la utiliza para sus mítines, todos y cada uno de ellos se aprovechan repulsivamente del impulso de Marguerite para beneficio propio:
Georges Dumont, simula averías en su coche para evitar asistir a las interpretaciones vocales caritativas y privadas de su mujer.
Los personajes nunca le dicen la verdad, sobre su incapacidad para cantar, y son los burgueses los que no podían salir del salón como sucedió en “El Ángel Exterminador” (1962) de Luis Buñuel.
En cuanto a referencias cinematográficas, tanto la figura del mayordomo, en este caso negro, como la de La Diva, extravagante y no muy centrada, me remiten a los protagonistas de la obra maestra de Billy Wilder, titulada “Sunset Boulevard” (1950), en la que el actor Eric Von Stroheim y la actriz Gloria Swanson, daban vida respectivamente al protector ayuda de cámara, y a la diva en decadencia.
El personaje, también guarda conexiones con Margaret Dumont, de Los Marx Brothers.
De hecho, Groucho Marx dijo de ella, que prácticamente era el 5º Hermano Marx, que en realidad sí hubo 5 hermanos Marx, pero en el cine nunca actuaron juntos más de 4; por su porte ridículo y su ignorancia del mundo que le rodeaba, al menos, sin darse cuenta de la realidad donde se encuentra.
Y es que Margaret Dumont, será recordada por generaciones, como la adorable y digna mujer de alta aristocracia, con encantadora sonrisa y sencilla elegancia.
En las entrevistas que concedió, tanto en prensa como en televisión, conservó siempre el aire añejo del antiguo estilo teatral, con su cuidada dicción, y una voz potente que se podía proyectar para alcanzar la última fila del teatro.
También era una correcta cantante de melodías clásicas, faceta esta que aprovechó en algunas de sus películas.
O bien, el mayordomo negro, Madelbos, que tiene las mejores líneas de la película; y el profesor de música, Atos Pezzini; ni hablar de “los españoles” buenos para aplaudir.
Pero destaca el mayordomo, que se convierte en el titiritero-guionista que mueve los hilos de un proyecto artístico y personal intrigante, perverso e inteligente.
Como dato, la voz de Atos Pezzini, es la del famoso tenor Mario del Monaco, usada en las partes en que oímos la ópera “I Pagliacci” en el aria “Recitar... Vesti la giubba”
Cada uno de los personajes tiene su momento, y en sus conversaciones descubrimos los motivos de su engaño y ocultación de la verdad:
El aristocrático marido aprovechado, el joven crítico caza fortunas, el poeta snob, el mayordomo negro, enamorado secreto y ángel guardián de la señora; el tenor en decadencia, la soprano joven…
Pero llama poderosamente la atención, la gran sensibilidad que recorre todo el metraje, toda la obra está hecha con cariño, con gran amor al arte, en donde las risas son al final ese mismo megáfono con nuestra propia voz; porque no hay nada mejor que soñar y realizar lo soñado, aunque sea una pesadilla, también son sueños.
Aunque sea una mentira, como lo es soñar…
Así, en la parte final, la historia se vuelve más melodramática, y es en este último acto, donde no funciona tan bien, pese a que sigue manteniendo algunos detalles de humor, y la protagonista tiene un cambio de registro que es probable haya sido el motivo definitivo por el que los académicos franceses la han dado el premio César.
Al respecto el director comentó:
“Es un lugar común, pero la vida puede ser cómica, burlesca y ridícula y, al mismo tiempo, trágica, profundamente emocionante, y a veces dolorosa.
Marguerite es una mujer inocente, y completamente excéntrica, en la que la diversión es la expresión de una libertad, de una insumisión; y es capaz de lo que sea:
Se rebela contra su medio, rompe con todos los códigos, conoce artistas y gente que le infunden el ánimo y la necesidad de liberarse, de hacerse cargo de sí misma.
Todo eso la proyecta en situaciones muy divertidas, pero también es un personaje que aprende de las mentiras; ella se arriesga a descubrir la verdad de que todo el mundo le ha mentido siempre, y que nadie nunca se atrevió a decirle que cantaba mal.
Había una tensión dramática muy fuerte, como un suspense:
Hay miedo de que sepa un día esa verdad”
Por tanto, interesan las situaciones en donde algunos de los personajes planean aprovecharse de la baronesa para sacar partido económico, en el caso del periodista para hacerla una entrevista; y en el del pintor, para pintarla en un retrato que posteriormente ella misma comprará.
Ella está muy contenta, y no le importa gastar parte de la fortuna en promocionarse, y en su ego personal.
Pero todo se viene abajo en el acto final, cuando sangra por la boca al hacerse daño en la garganta al forzar la voz, y es cuando descubre la cruda realidad.
La escena en donde se da cuenta, se produce en el hospital, cuando le ponen una grabación para que escuche su propia voz, en el momento en el que canta ópera.
Para el director:
“Todos necesitamos ilusión para vivir, y el mundo actual resuena también en la historia de Marguerite con la mentira, la hipocresía, la ilusión que uno tiene, y de la que es víctima; porque al mismo tiempo nos da seguridad.
El personaje tiene una humanidad que comunica con nosotros, y su drama no aparece ligado a una época ni a un medio en particular, sino que constituye un reto universal de la vida:
La fuerza que podemos reunir para aceptar la realidad tal y como es, y para ver qué hacemos con eso”
Pero Giannoli clava su elegante bisturí narrativo en el corazón del ser humano respecto a su condición de soñador para sobrevivir.
No nos engañemos, Madame Marguerite viene disfrazada de cuento sobre una aristócrata que aspira a ser cantante de ópera, pero cuyas condiciones son nulas para ello, aunque realmente nos está hablando de nuestra contemporaneidad, de nuestra esencia; de nuestra incapacidad para aceptar la realidad y cambiarla sin reparos por disparatadas ambiciones, que en muchas ocasiones nos sobrepasan.
Emprendedores de Internet, gurús de la tecnología, jóvenes que emulan a supermodelos, adolescentes peinados como estrellas de fútbol, funcionarios que quieren ser novelistas, camareras aspirantes a actriz… esa Marguerite millonaria que se empeña en un objetivo para el que no está capacitada, y suplir con ello otras carencias, somos todos y cada uno de nosotros en nuestro afán cotidiano.
Así, Giannoli filma con gran virtud, una historia sutil y llena de simbolismos, aprovechando inclusive el atrezo que la ópera proporciona a la historia.
Sin embargo, no siempre estos objetos, como el enorme ojo ardiendo, las alas quemadas, el telón negro de los ensayos, el ojo del mayordomo en la cámara… son los únicos que el realizador utiliza para su fin.
Breves imágenes, dan fe de su intención e inteligencia para tener al espectador en el punto justo de suspensión de credibilidad, entre la farsa y el ensayo fílmico.
Así vemos una mano ensangrentada cortada por el telón sobre el escenario, o la imagen distorsionada de la cara de Marguerite justo antes de escuchar su propia voz en el gramófono, dan prueba de ello.
Por un momento, Giannoli nos va a hacer mirar alrededor, y averiguar quién se está aprovechando de nosotros.
Otro dato interesante, es que a pesar de que nos encontramos en 1920, lo hacemos en el seno de una familia tradicional, de la alta sociedad, tan conservadora que le cuesta adoptar los avances de la modernidad.
De alguna forma, mientras en el mundo cultural del París de posguerra, los “ismos” surgen como setas en otoño, tras las puertas de la mansión de los Dumont, se han quedado un poquito en el siglo XIX.
Y de la misma forma que Marguerite sueña con ser una soprano operística, como sus ídolos del pasado, su fiel Madelbos contribuye a su delirio fotografiando a su señora caracterizada como los caracteres más famosos de las óperas italianas, alemanas o francesas de los siglos XVIII y XIX.
Y es que fue una costumbre relativamente frecuente en los primeros tiempos de la fotografía, que la alta sociedad se retratase disfrazada de sus héroes favoritos, procedieran de la mitología, de la literatura, de la historia sagrada, o como en este caso, de la ópera.
Así, los fotógrafos profesionales o aficionados, con las pesadas cámaras de banco y el destello de la magnesia para acortar las exposiciones necesarias para impresionar las emulsiones sobre placas de cristal más antiguas, de escasa sensibilidad; las fotografías de esa época, ya arcaicas en los años 20 del siglo XX, estaban muy influenciadas por la pintura, y por las tendencias en la misma, especialmente por los prerrafaelitas, con temas antiguos, mitológicos, nuevas formas de representar la figura humana, echando la vista atrás a los siglo XIII y XIV, anteriores a Rafael; y motivos románticos.
De hecho, la transposición al negativo de los “tableaux vivants”, era otro de los motivos habituales en estas fotografías.
Pero estamos en los años 20… momento de “ismos”; y hay detalles fotográficos que denotan las tendencias del momento.
Desde luego, los collages que surgen entre dadaístas, surrealistas y otros movimientos, en los que la fotografía tiene siempre un papel importante.
Y por qué no también las colecciones de fotografías clandestinas, pícaras, de carácter erótico o pornográfico, para él, para ella o para los 2, que circulaban entre los ambientes de conocedores…
Por ello se exalta tanto al final, cuando vemos por fin, la gran colección de fotografías temáticas.
Como dato curioso, Giannoli supo que una película biográfica de Hollywood, se está preparando sobre Florence Foster Jenkins mientras rodaba Marguerite.
Y en comparación con “Florence Foster Jenkins” (2016), bien podría decirse que Marguerite es una OBRA MAESTRA, por su originalidad al contar la historia; y la versión hollywoodense, es una parodia de esta.
Por último, en la banda sonora hay muchísimos universos sonoros:
Desde el didyeridú, el jazz, la ópera, la música experimental de la época... por lo que el director quería que la película sea una experiencia “total musical”
Por tanto, Marguerite lleno de música rica y variada a la imagen, así como piezas clásicas “Casta Diva” de Bellini, piedra de toque para muchas sopranos famosas, como la música barroca de Vivaldi y Purcell, jazz; y melodías más contemporáneos como Poulenc y Honegger.
En particular, se usó el didyeridú o diyeridú, un instrumento de viento, o aerófono ancestral utilizado por los aborígenes de Australia; y música de La India.
Y como ruido de fondo, el fantasma de la soprano griega-estadounidense, María Callas.
En su diván, la señora Dumont, al igual que La Divina antes del colapso postrero, se recuesta a escuchar discos de títulos de ópera, a soñar con los vítores de las galerías, y de las plateas extasiadas, conmovidas, agradecidas.
Y en el descubrimiento del argumento, cuando caiga el telón, quizás llega Aristóteles Onassis, o el ingrato Georges, para implantar en un fotograma, el abrazo sincero, partido, emocionado, inseparables de cualquier fábula audiovisual y dramática, en su final:
La humanidad necesaria de las mentiras, míticas y poéticas, que nos contamos para poder seguir viviendo.
En ese aspecto, la evolución del personaje recuerda a la de Don Quijote, en un primer momento es Marguerite quien en su delirio de grandeza transforma la realidad, mientras que después, ya ingresada en el hospital, serán los demás quienes la transformen para ella.
Inevitable comparación.
“Ne pas laisser la porte ouverte; Il est insupportable”
(No dejen la puerta abierta; es insoportable)
¿Quién no se ha encontrado con el dilema entre ser sincero aunque duela, o mentir por compasión?
¿Quién no ha maquillado la realidad para hacerla más digerible?
¿Quién no se ha dejado llevar alguna vez, por una idea placentera a pesar de ser consciente de su falsedad?
Las verdades duelen, es cierto, pero las mentiras pueden matar.
La mentira es una poderosa enfermedad, que se apodera del ser, distorsionando su visión de la realidad, convirtiéndolo en un ser ficticio originario del engaño.
Y las mentiras, cuando son repetidas muchas veces, terminan por convertirse en verdades.
¿Hasta qué punto podemos estar seguros de no ser víctimas continuas de una mentira?
Es un hecho que el poder del grupo, arrastra a las personas a aceptar falsas verdades; así nos han vendido que, si tenemos un sueño y trabajamos duro y apasionadamente para alcanzarlo, al final todo saldrá bien, triunfaremos, viviremos felices y comeremos perdices.
Lo que pocos se atreven a decir, es que a veces, el hecho de que algo nos entusiasme, no significa que vayamos a ser buenos en ello.
El trabajo duro es importante, pero no hay que olvidar aquello llamado talento, o don, esa cosa tan rara, le viene dada a uno al nacer.
Como muchas veces eso que queremos tanto, no es lo apropiado para nosotros.
Al menos que tengamos un circulo de personas que miran por nuestros ojos, y no son reales ni sinceros con nosotros, y no hacen pensar, como cuando somos niños, que todo lo que nos proponemos, lo hacemos de manera excelente.
Creo que una de las enfermedades actuales más graves y contagiosas, es el exceso de ego, vivimos en una sociedad en la que hay personas que convierten su vida en una cruzada para destacar sea como sea, y que no reconoce sus errores.
No tienen perspectiva, son personas egoístas, y totalmente insolidarias.
¿Cuántas veces hemos tenido la sensación, de que cierto famoso se dedica a lo que se dedican, gracias, única y exclusivamente a su dinero, a su familia, a sus amistades... o a su capacidad para ponerse de rodillas?
¿Pero qué es mejor, ser feliz dentro del engaño, o ser consciente de la triste realidad?
“Nuestra única verdad radica en el amor que uno puede dar, y en el amor que uno recibe.
Todo lo demás es engaño”, escribió, sin ir más lejos, el narrador y dramaturgo chileno, Luis Alberto Heiremans.
Y es ahí cuando Marguerite es actual, muy actual.

“Il n'y a que deux façons de faire face à la vie:
Rêve ou le vivre”
(Sólo hay 2 maneras de lidiar con la vida:
Soñarla o vivirla)



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