What's The Matter with Helen?

“Why are they all dying so violently?... even the little rabbits!”

En 1897, Oscar Metenier fundó el denominado Teatro del Grand Guignol, en la Rue Chapetal de París, convirtiendo un antiguo convento del siglo XVIII, en el macabro teatro en el que, siguiendo de manera retorcida y extrema el naturalismo de Emil Zola y doctrinas como Teatro Libre, de André Antoine, se representaban hasta 8 cortas escenas llenas de visceralidad, violencia y sadismo extremo, buscando en palabras de su creador, “sacudir los corazones”, los corazones de quienes allí acudían:
Nobles, caballeros adinerados, damas de desahogada posición social, que cada noche se congregaban allí, como en cualquier otro ritual, buscando emociones que les separasen de su vida cotidiana, entendiendo las escenas enfermizas que en muchas ocasiones en aquel teatro tenían lugar, como la única forma de llegar hasta ellas, y sintiéndose realizados, si la náusea y el vómito tenían lugar.
O sea, una especie de precedente teatral, de lo que en cine es el gore, representado con entusiasmo y exageración.
El Grand Guiñol, también ha sido influencia para directores de cine que no han alcanzado la fama que sin duda merecían.
Y ello se debe a diferentes razones, aunque casi siempre esta sea el escaso presupuesto con el que cuentan, o la poca atención que se muestra a sus obras.
Son realizadores con mucho oficio, y bastante talento, pero que no obstante ello, no encuentran sitio en ninguna enciclopedia de cine ni revista especializada, y sus nombres acaban en el olvido.
Ese es el caso de Curtis Harrington, que formaría parte durante años, de un grupo de cineastas experimentales que recogía a autores como:
Kenneth Anger, James Whale y Bill Condon, y llegaría a adquirir gran reputación como creador de películas de vanguardia durante los años 40 y 50.
Harrington creaba una vanguardista atmósfera de pulsiones, tan turbias como asfixiantes; y todas sus películas, al menos la mayoría tienen en común una elegancia que las hace destacar por encima de producciones del mismo tipo.
Una elegancia decadente, que frecuentemente se ve realzada con nombres de viejas glorias encabezando los repartos.
What's The Matter with Helen? era su gran predilecta; una estruendosa combinación de terror, melodrama y musical.
“Helen just buried another friend!”
What's The Matter with Helen? es una película de suspense, del año 1971, dirigida por Curtis Harrington.
Protagonizada por Debbie Reynolds, Shelley Winters, Dennis Weaver, Agnes Moorehead, Micheál MacLiammóir, Helene Wingston, Timothy Casey, Samee Lee Jones, Roxanne “Rocky” Meyers, Keri Shuttleton, Sian Winship, Peggy Walton-Walker, entre otros.
El guión es de Henry Farrell; y es la historia de 2 mujeres, cuyas vidas toman una decadente espiral en donde ocurren asesinatos, colapsos mentales y rivalidades.
El brillante cineasta californiano, y precursor del New Queer Cinema, Curtis Harrington, fue uno de los pocos directores que dio el salto al “mainstream” tras haber destacado antes como crítico y realizador de algunos cortos experimentales que le habían granjeado cierto reconocimiento.
Aquí, Harrington  muestra el lado oscuro y sombrío de los Estados Unidos de la década de los años 30; y muy en el fondo, también contiene una aguda y certera reflexión sobre la naturaleza humana.
What's The Matter with Helen? estuvo nominada al Oscar en la categoría de Mejor Vestuario, y como era de esperar, Debbie Reynolds se quedó con muchos de los accesorios y disfraces de la película, para su famosa colección personal.
La trama transcurre durante los inicios de la llegada del cine sonoro, con la apertura de una escuela dedicada a la formación de niñas para que se conviertan en artistas.
Helen Hill (Shelley Winters), es la dueña de la escuela; y Adelle Bruckner (Debbie Reynolds) es la encargada de las clases de danza.
Pero ambas están unidas por un oscuro secreto:
Sus hijos Leonard Hill y Wesley Bruckner, respectivamente, fueron declarados culpables de asesinato.
Las fotografías del asesinato de una mujer llamada Ellie Banner, están en todos los periódicos; por tanto, Helen y Adelle, madres de los sospechosos, tras recibir la notificación de que sus hijos han sido condenados a muerte, abandonan la ciudad para empezar una nueva vida, y se van a Hollywood; además, porque las 2 mujeres son acosadas por un enmascarado.
En Hollywood, parecen olvidar el pasado, y gozan de un primer momento de éxito.
Una de ellas, Adelle, se relaciona con un millonario, Lincoln Palmer (Dennis Weaver), que es padre de una de las alumnas.
En cambio Helen es acechada por una evangelista radial, La Hermana Alma (Agnes Moorehead)
En este ambiente malsano, pronto surgen sospechas mutuas, hasta que la tragedia no tarda en insinuarse; donde una de ellas, resultará ser más letal que su propio hijo.
What's The Matter with Helen? es un Gran Guiñol pasado por el realismo mágico; donde Curtis Harrington, ferviente admirador del cine de Joseph Von Sternberg, ajusta cuentas con una década a la vez hermosa y horrible, llena de luces y sombras; y la convierte en una película interesante, que muestra la libertad del cine de Hollywood y sus directores para tomar temas extraños y locales, que chocan a otros tipos de sensibilidades.
Esporádicamente, se muestra la crítica social, sin ser esta panfletaria, ni el objeto primordial del filme.
“Men can be quite a bit lower than the angels”
Los fantasmas de 2 profesoras de baile, cuyos hijos han sido ejecutados por asesinato, constituye la base de esta revisitación en tono menor del espíritu que inspiró films como “What Ever Happened to Baby Jane?” (1962)
El director, Curtis Harrington, y el productor, George Edwards, se acercaron al escritor Henry Farrell, poco después del éxito de “What Ever Happened to Baby Jane?” (1962), con la esperanza de conseguir un guión.
Farrell les dijo sobre una historia titulada “The Box Step”, una trama de 2 mujeres contemporáneas, que dirigían un estudio de baile...
La historia fue enviada a otro estudio, antes de que Harrington y Edwards pudieran conseguirla; pero con el tiempo, la historia terminó en manos de Harrington y Edwards; siendo su idea, cambiar el desarrollo a una academia de baile para niñas de los 1930.
Después de que el guión fue desarrollado bajo el título “The Best of Friends”, Universal Studios lo rechazó, porque no podían encontrar una estrella de renombre para el papel protagonista.
Pero resulta que, como parte de su contrato, Debbie Reynolds tenía un acuerdo con NBC, para producir una película; y ella amaba la historias del escritor Henry Farrell, siendo así como llegó al filme.
NBC puso $750.000 para la producción, y Reynolds invirtió $800.000 de su propia cuenta, pero en la producción de la película aparece sin acreditar.
También, Curtis Harrington le ofreció un papel a su amiga Shelley Winters, que aceptó sin tan siquiera leer el guión.
La película comenzó la producción bajo aquel título, pero Otto Preminger protestó ante la Motion Picture Association, porque ya había registrado el título similar, “Such Good Friends” (1971)
Por tanto, el productor George Edwards, respondió rápidamente, cambiando el título a una línea del guión:
“What's The Matter with Helen?”
Así, la historia parte cuando Adelle, una guapa madre soltera, coreógrafa de una escuela de danza para niñas; y Helen, la dueña y socia de la primera, salen de un tribunal, en donde sus hijos fueron condenados a cadena perpetua por el asesinato de una inocente señora.
Huyendo de tan macabro hecho, y de los acosos de la prensa y de ciertas voces que claman venganza, en donde los primeros 15 minutos parecen cine de terror de clase B en toda regla, con esa llamada anónima haciendo amenazas y todo; ambas amigas deciden dejar New York, para ir a California, abriendo una escuela de danza.
El negocio va bien, hasta se les une un ampuloso profesor de dicción y teatro, Hamilton Starr (Micheál MacLiammóir); y también aparece un galante magnate texano, Mr. Palmer; pero aun así, Helen se siente mal, sus fantasmas del pasado, con un trauma de la niñez, empieza a perder la compostura mental.
Eventualmente, sus desvaríos irán afectando a los demás personajes, pero la mayor parte del tiempo, la historia girará en la relación de estas 2 mujeres que intentan comenzar de cero, pero que son agobiadas por multitud de problemas, de miedos, de inseguridades, de delirios de persecución, hasta que una se vuelve paranoica.
También, el director agrega una atmósfera de opresión o de incertidumbre, cuyo tono, al mismo tiempo oscila entre la comedia involuntaria, en especial gracias a la actuación de Shelley Winters, de quien no sabemos si compadecernos o reírnos sin compasión, mientras que Debbie Reynolds demuestra con solvencia, la también impostada elegancia y simpatía de su personaje, de ese artificioso encanto que encamina el sendero del éxito, y cubre los pasos de tiempos tormentosos y trágicos; y una feble solemnidad, pero no negaré que uno se mantiene atento a lo que va a pasar, motivado por la incesante duda de qué va a pasar a tal o cual personaje:
¿Uno de ellos tiene malas intenciones, o simplemente están cubiertos por el injusto y caprichoso manto de la paranoia?
Pensándolo bien, el principal problema es su tono, porque los acontecimientos y los personajes, el rumbo que toman, y el trasfondo de sus acciones, son de lo más interesantes y autoconscientes.
En base a ello, el director presenta los hechos del descalabro de las protagonistas, y da a entender las ambivalencias que las confunden, pero no escarba realmente en la psicología de éstas, ni tampoco en el aspecto moral del relato, y su ejecución es entre torpe y sobria, o limitada, descontando un par de momentos de ingenio y lucidez material, sin grandes alardes de estilo o riesgos formales.
Curtis Harrington, también entra a fondo en una cierta visión patética de Hollywood, de su culto a las estrellas, como la estrella infantil, Shirley Temple, y Jean Harlow en este caso concreto, mostrando su cinefilia, al fin y al cabo, Harrington es uno de los cineastas cinéfilos que irrumpen en el cine estadounidense post-clásico, y un relativo sentido del delirio, en el que lo irreal y lo real se mezclan, hasta un desenlace final grotesco, oscuro, pero también lógico y válido.
Del reparto, si el personaje de Reynolds oscila hacia el futuro; y el de Winters oscila hacia el pasado, de igual modo se oponen la razón y la irracionalidad.
Como dato, hubo poca intromisión del estudio durante la producción, aunque los ejecutivos querían que Winters bajara el tono de lesbianismo latente de su personaje.
Ella dijo al respecto:
“No querían que yo fuera muy lesbiana, directamente, pero lo hice.
Creo que se puede interpretar de cualquier manera, pero lo hice muy claramente.
Espero haberlo hecho, de todos modos”
Hubo una escena en el guión, en que Adelle y Helen eliminan el cuerpo de un hombre.
Winters tenía la idea, de que ella debe “dejar salir el tema lésbico”, y besar los labios Reynolds.
Harrington estuvo de acuerdo, y la escena se rodó, pero fue eliminada para evitar una clasificación R.
No obstante, Winters es una mujer paranoica, celosa, fanática religiosa, que escucha a un predicador radial, y se vuelve más psicótica.
De acuerdo con Debbie Reynolds, el psiquiatra de Shelley Winters le aconsejó no representar a una mujer que tiene un ataque de nervios, ya que, en ese momento, ella estaba teniendo un ataque de nervios en la vida real.
“Ella es el tipo de actriz que se convierte en el papel que interpreta...”, dijo Reynolds, “por lo que a lo largo de la película, se volvió loca de verdad”
Un dato curioso, es que la noche antes de escena de la muerte de Adelle, que representó Debbie Reynolds, ésta despertó de una pesadilla en la que la era apuñalada…
Cuando Debbie llegó al set, se comprobó el cuchillo, y descubrió que alguien lo había sustituido por un cuchillo con una hoja verdadera…
“¿Quién lo cambió?
Bueno, esa es la broma”, se rio Reynolds.
Y es que el director Curtis Harrington, había filmado y editado la muerte de Adelle, con la intención de que la escena sería “tan desgarradora y brutal, como la escena de la ducha en “Psycho” (1960)”
Y en contra de sus deseos, la escena fue recortada, debido a que el estudio quería que la película tuviera calificación PG.
Sin embargo, el equipo de “marketing” creó lo que es sin duda una de las peores campañas publicitarias en la historia del cine de terror, que avisó a los espectadores del final, donde los carteles y los anuncios de What's The Matter with Helen?, presentaban fotos del cuerpo del personaje de Debbie Reynolds, asesinado y colgado en una escalera; que se robó totalmente el clímax y el impacto de la película.
Al final, lo más destacable de What's The Matter with Helen?, es el evidente lesbianismo que emana del personaje de Winters hacía Reynolds; la aparición de Agnes Moorehead como una radio predicadora más interesada en ver cómo se llena el cesto de las donaciones, que por salvar el alma de su congregación; y una absolutamente estupenda Debbie Reynolds, en un personaje caricaturesco, una patética imitadora de Jean Harlow, que se cree todavía joven, que podría habérsele ido de las manos, y del que sale victoriosa al dotarlo de un gran empaque dramático, que hace que al final se luzca en la que es una de las mejores interpretaciones.
Y quizás sí haya una moraleja en What's The Matter with Helen?, algún atisbo de reflexión moral, que no podría indicarlo con exactitud, pero de seguro tiene que ver con el fanatismo religioso de Shelley Winters, aunque son tantas las variables que entran en juego, como producto de su lesbianismo, que se hace difícil quedarse con una.
Un mejor director, o en su defecto, un director que sepa potenciar los elementos del papel, dándoles forma y entidad, tendríamos una película verdaderamente memorable y magnífica.
Eso sí, el final es excepcional.
Lo único absolutamente genial e inolvidable, tan escabroso como inocente.
Es raro, estén seguros de ello…
“All she wants is a friend... to the end!”
Es normal verse al espejo, y reconocer rasgos heredados de parientes directos.
El color de los ojos, la forma de la nariz u orejas, el tono de la voz… las características físicas que se pueden recibir por vía genética son muchas.
¿Pero es posible reflejar aspectos menos palpables?
La frialdad de un abuelo, la violencia de un tío, o incluso el hambre de sangre de un padre:
¿Se puede heredar la maldad?
¿Que puede llevar a alguien, a realizar conductas tan horribles?
La mayoría de asesinos en serie, son psicópatas o víctimas de traumas horribles durante la infancia, o sufren algún tipo de trastorno neurológico o mental grave.
Con trastorno mental grave, me refiero a esquizofrenia que puede llevar a creer a la persona que tiene que matar a alguien o cometer un crimen porque “es el elegido”, o porque se lo indican las voces que oye.
Estos casos son muy poco frecuentes y demasiado mediatizados, pues los esquizofrénicos no suelen ser violentos de por sí.
También, algún tipo de retraso mental que impida comprender los sentimientos de los demás, o lo que se está haciendo podría llevar a hacer cosas llevados por impulsos, que debido a su baja capacidad mental, no pueden comprender o evitar.
Estos casos son también muy escasos.
Estos no serían psicópatas; de hecho, presentar un trastorno mental grave como la esquizofrenia o el retraso mental, son criterios de exclusión para el diagnóstico de la psicopatía.
Con los traumas infantiles, me refiero a personas que han vivido malos tratos, y los repiten de mayores, o que han aprendido a utilizar la violencia como medio para obtener cosas.
Personas que intentan vengar traumas infantiles.
Aquí tampoco hablaríamos de psicópatas, pues la psicopatía no aparece de repente, sino que debe haber antecedentes desde la infancia/adolescencia, y ser algo más generalizado, por lo que un comportamiento reactivo hacía un estímulo en concreto en un adulto, no sería psicopatía.
Por último tenemos la psicopatía.
La psicopatía no sería algo que el entorno provoca en la persona, sino más bien una alteración de base con la que seguramente, al menos en parte, la persona nace, y es lo que constituye al asesino “verdadero”:
Es un trastorno en el que la persona que lo sufre, es completamente incapaz de sentir empatía o remordimientos.
Ven a las personas como medios a utilizar para obtener fines, ven a las personas como objetos.
Solo sienten culpa, si infringen sus propios “códigos”
Suelen camuflar sus verdaderos sentimientos, pues conocen las convenciones sociales, y las utilizan para adaptarse y pasar desadvertidos, y manipular a los demás, empatía utilitaria; y poseen un marcado egocentrismo.
Actualmente, las clasificaciones diagnósticas lo clasifican como “trastorno antisocial de la personalidad” pudiendo especificar qué tipo de síntomas presentan, y ubicarlos como trastorno antisocial psicópata.
Es importante saber, que un psicópata no tiene porqué ser un asesino.
Pero un asesino en serie, muy probablemente será un psicópata.
La mayor parte de los psicópatas, no cometen delitos, pero sí mienten, manipulan y hacen daño para conseguir sus objetivos.
Aunque se diagnostica la psicopatía como alteración de la personalidad, esto no supone impunidad jurídica, pues se entiende que estas personas son plenamente conscientes de sus actos, y se les atribuye la capacidad de controlar sus conductas, y la probabilidad de repetirlas.
La psicopatía es permanente, no es algo que se pueda “curar”
Algunos autores mencionan signos tempranos que pueden indicar tendencias psicopáticas.
Estos son la tríada psicopática:
Enuresis, o mojar la cama; maltrato animal y piromanía, o necesidad de provocar incendios o quemar cosas.
El DSM-IV menciona que hay rasgos que pueden desaparecer con la edad (hay que tener en cuenta que para el diagnóstico no tienen por qué cumplirse todos las características, basta con un mínimo.
Uniendo y resumiendo las características que definen la psicopatía:
Es una persona inteligente y con encanto superficial, que no presenta alteraciones psicóticas, alucinaciones o delirios; ni alteraciones neuróticas o ansiosas.
Son personas de naturaleza, no apariencia; antisocial, carecen de empatía y remordimientos.
Presentan un juicio deficiente, y una incapacidad de amar.
Sufren de baja intuición y pobreza en las relaciones personales.
Pueden presentar dificultades en seguir un plan de vida, falta de metas realistas a largo plazo; y presentar alteraciones sexuales, como vida sexual frívola, promiscua, impersonal e inestable.
Tienen una autoestima exagerada, rasgos narcisistas, y se aburren fácilmente.
Son crueles y manipuladores.
Aunque calculadores hacia sus objetivos, pueden también resultar impulsivos, con una falta de control sobre la conducta.
Suelen tener antecedentes de conductas criminales o penales.
Siguen un estilo de vida parasitario.
Hay historial de problemas de conducta ya desde la infancia, que suelen presentar en la adolescencia trastorno disocial de la personalidad, que escalará hacia la psicopatía, o trastorno antisocial de la personalidad.
¿Qué sucede con Helen, entonces?
Actualmente no se puede afirmar que la existencia de una tara hereditaria es explicativa de la génesis del delito, dado que no es la enfermedad, o la criminalidad lo que se hereda, sino la predisposición.
El estilo de vida de una familia, define de manera decisiva los patrones que siguen una persona para su estilo de vivir, vestir, hablar, beber y otras variadas formas de actuar diario de una persona.
Cabe señalar, que la familia es la primera y más importante escuela que los seres humanos recibimos, y no hay algo más fuerte que pueda cambiar la educación que nos han dado en casa.
S pesar de la educación escolar, es la familiar la que predomina de manera tal vez permanente.
Lo anterior queda resumido en la frase de Raffaele Garofalo, jurista y criminólogo italiano, representante del positivismo criminológico:
“La educación familiar, no es más que la continuación de la herencia”
Sus teorías gravitaban en torno al concepto de “delito natural”, que definió como “la lesión de aquella parte de los sentimientos altruistas fundamentales de piedad o probidad, en la medida media en que son poseídos por una comunidad, y que es indispensable para la adaptación del individuo a la sociedad”
Y fundamentaba la responsabilidad penal, en la peligrosidad innata del delincuente, al que consideraba una “variedad” involucionada de la especie humana, incapaz de asimilar los valores de la sociedad.
Por tanto, Garofalo defendía de este modo, que la única forma de evitar el delito, era eliminando los factores externos que dan pie a delinquir, estableciendo una relación causa/efecto entre circunstancias y criminalidad, y dejando al margen el libre albedrío.
De ideales políticos conservadores, en su madurez abrazó el fascismo; el jurista defendía la pena de muerte y la eugenesia de los enfermos mentales.
¡Pobre Helen!

“So you met someone and now you know how it feels.
Goody, Goody!”



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