Compulsion
“The world has been one long slaughterhouse from the beginning until today, and the killing goes on and on and on.
Why not read something?
Why not think... instead of blindly shouting for death?”
El “crimen perfecto” es un crimen hecho con tal planificación y capacidad que no deja sospechas, y el culpable no puede ser encontrado; el término también puede referirse a la delincuencia que no se detecta después de cometerse, o incluso cuando sale de las sospechas para justificar una investigación.
Por otra parte, la compulsión o el impulso criminal, es un término usado en psicoanálisis, que define a un sujeto aparentemente sano, que presenta una conducta adictiva u obsesiva irresistible ante una determinada situación subyugante.
Decía Erich Fromm, psicoanalista, psicólogo social, y filósofo humanista alemán:
“La envidia, los celos, la ambición, todo tipo de avidez, son pasiones.
El amor es una acción, la práctica de un poder humano, que sólo puede realizarse en la libertad, y jamás como resultado de una compulsión”
Pero:
¿Qué justifica, o qué motiva este tipo de comportamientos?
¿El ocio, el ansia de emociones excitantes fuera de lo normal; la lectura de un libro?
La sombra de Caín es alargada, y no conoce de clases sociales o niveles económicos; por eso, nuestra sociedad, acostumbrada a los asesinos de baja estofa, no deja de sorprenderse cuando salta la noticia entre las clases altas, donde también hay desalmados.
Nathan Freudenthal Leopold, Jr., y Richard Albert Loeb, más conocidos como “Leopold y Loeb”, fueron 2 estudiantes adinerados de la Universidad de Chicago, quienes secuestraron y asesinaron a Robert “Bobby” Franks en 1924, en Chicago, en lo que fue descrito por la prensa como “el crimen del siglo”
Según sus declaraciones, ambos asesinaron a Franks, para demostrar su inteligencia superior al resto, cometiendo “el crimen perfecto”
Nathan Leopold, nació en 1904, en Chicago, Illinois, siendo hijo de una muy adinerada familia de inmigrantes judíos procedentes de Alemania.
Leopold fue un niño prodigio, quien pronunció sus primeras palabras a la edad de 4 meses, y que obtuvo un cociente intelectual de 210, aunque los antiguos estudios de inteligencia, no son compatibles con los de la actualidad.
Para la época en la que cometió el crimen, ya había obtenido un diploma menor de la Universidad de Chicago, con honores de Phi Beta Kappa, y planeaba ingresar a la Escuela de Derecho Harvard, luego de unas vacaciones con su familia en Europa.
Según sus boletines de estudio, se había interesado en al menos 15 idiomas extranjeros, de los cuales manejaba 5 con fluidez; además, había alcanzado cierto renombre nacional en ornitología.
Mientras Loeb nació en 1905, en Chicago, siendo hijo de Anna Henrietta y Albert Henry Loeb, un adinerado abogado y ex-vice Presidente de Sears, Roebuck and Company.
Su padre era judío, y su madre católica; y al igual que Leopold, Loeb era extremadamente inteligente; pero aunque salteó varios grados en la escuela, y se convirtió en el graduado más joven de la Universidad de Michigan a los 17 años de edad, era descrito como “holgazán, desmotivado, y obsesionado con el crimen”, pasando la mayor parte de su tiempo, leyendo novelas sobre detectives.
Al igual que Leopold, Richard Loeb había sido un niño físicamente débil, pero nunca tuvo ninguna enfermedad seria.
No fue sexualmente precoz, y no recibió una educación sexual por parte de sus padres, que trataban a sus hijos con excesiva indulgencia y amabilidad, aunque existía poca intimidad entre ellos.
Hay que señalar, que la relación entre los 2 chicos era algo más que una amistad, era una relación homosexual en una época poco apropiada; y además, una relación enfermiza, con lazos de dependencia y dominación, capaces de conducir al infierno a cualquiera.
La inteligencia, no siempre protege de los sentimientos…
Finalmente, Bobby Franks tenía 14 años, y era el 3° hijo del matrimonio judío formado por Jacob y Flora Franks.
A pesar de que sus familiares se asentaron en Chicago en el siglo XIX, Bobby fue educado por sus padres en las creencias del cristianismo.
Aunque vivían entre los ricos líderes de la comunidad judía, la familia Franks nunca fue totalmente aceptada en sociedad.
En la escuela local Harvard, a Bobby se le consideraba un alumno brillante, con una especial habilidad para la oratoria; y 2 semanas antes de su muerte, participó en un debate escolar sobre la pena capital, mostrándose a favor de su abolición.
También le gustaba el béisbol y el tenis; era un joven vivaracho, sonriente, con una gran facilidad de palabra.
Superficialmente, se parecía a Richard Loeb…
Así pues, Leopold y Loeb, crecieron en la zona sur de Chicago conocida como Kenwood, un vecindario de clase social alta.
La familia Loeb era dueña de un local multieventos en Charlevoix, Michigan, además de su mansión en Kenwood, a 2 manzanas de los Leopold.
Aunque Leopold y Loeb se conocían de pequeños, particularmente cuando jugaban por el vecindario, su relación no fue tan cercana, hasta que ambos ingresaron a la Universidad de Chicago, y comenzaron a compartir un mutuo interés en el crimen.
Leopold estaba particularmente fascinado por el concepto de Friedrich Nietzsche sobre los “súperhombres” o “Übermensch”, individuos trascendentales, con extraordinarias e inusuales habilidades, cuyos intelectos superiores les permitían ascender por sobre las leyes y reglas a las que están sometidos los seres humanos “más inferiores”
Leopold admitió creer que era uno de estos individuos, y que por tanto, de acuerdo con los pensamientos de Nietzsche.
No estaba atado ni sometido a las leyes, ni a ninguna regla ética y moral de la sociedad.
Leopold, logró convencer a Loeb, de que él también era alguien superior…
En una carta a Loeb, Leopold escribió, “un súperhombre... está, debido a ciertas cualidades inherentes en él, exento de las leyes ordinarias que gobiernan a los hombres.
No es responsable de nada de lo que haga”
Leopold y Loeb, creían encarnar a esta figura; y es fácil entender, cómo el tímido e introvertido Nathan Leopold, llegó a considerar a Richard Loeb como Nietzsche consideraba a César Borgia...
Estaba enamorado de él, pero aunque no lo hubiera estado, le hubiera temido y admirado de igual modo.
Para el otro chico, esto era de lo más natural, carecía por completo de la timidez que caracterizaba a su amigo; y con esa firma creencia de superioridad, ambos comenzaron a cometer ciertos delitos que les aseguraban que las leyes ordinarias de los hombres, no eran aplicables a ellos.
Entre sus primeros delitos se encontraba el robo y el vandalismo; poco después, ingresaron en una casa de alojamiento para estudiantes varones, y robaron cuchillos, una cámara, y una máquina de escribir, que luego utilizarían para escribir el pedido de rescate.
Entusiasmados por no ser aprehendidos, comenzaron a cometer delitos más serios, como incendios provocados.
Sin embargo, desilusionados de la ausencia de cobertura mediática de sus delitos, comenzaron a planear lo que ellos denominaron sería, “el crimen perfecto”, que atraería interés general, y les confirmaría sus ideas de superioridad.
Leopold, de entonces 19 años; y Loeb de 18, acordaron en el asesinato de un muchacho joven, como su “crimen perfecto”
Pasaron meses planeando los detalles, desde la manera del secuestro, hasta la forma en la que se desharían del cuerpo…
Para hacer su crimen más notable, planearon pedir un rescate a la familia de Franks, mediante un elaborado sistema de comunicaciones que involucraría también a un teléfono.
Utilizando la máquina de escribir que habían robado, anotaron los últimos detalles de lo que sería la petición formal de rescate.
Escogieron un cincel como el arma para asesinar al joven, y compraron uno.
Luego de una exhaustiva búsqueda de una víctima que les pareciera apropiada, los jóvenes recorrieron el campus de la Escuela de Harvard para Niños, donde Leopold y Loeb habían sido educados.
Finalmente, se decidieron por Robert “Bobby” Franks, de 14 años, hijo de un adinerado empresario de Chicago; y que Loeb conocía bien.
En la tarde del 21 de mayo de 1924, conduciendo un automóvil que habían rentado bajo un nombre falso, Leopold y Loeb le ofrecieron un aventón a Franks, quien caminaba a su casa desde la escuela.
En principio, el chico se negó, alegando que sólo estaba a 2 manzanas de su casa, pero Loeb lo persuadió para que subiera y charlar sobre una raqueta de tenis que había comprado…
El chico subió al auto, y se sentó en el asiento delantero del acompañante, mientras que Leopold conducía, y Loeb estaba en el asiento trasero con el cincel.
A poco de subir, Loeb golpeó a Franks repetidamente en la cabeza con el cincel, y lo arrastró a la parte trasera del automóvil donde lo asfixió con un trapo hasta matarlo.
Con el cuerpo en el suelo del coche, ambos condujeron hacia un lago en Hammond, Indiana, unos 40km al sur de Chicago.
Al caer la noche, desnudaron el cuerpo, y se deshicieron de las ropas, para luego colocar el cuerpo en una obra de drenaje, cerca de unas vías ferroviarias.
Para tratar de dificultar las tareas de reconocimiento, Leopold y Loeb, arrojaron ácido clorhídrico sobre el rostro y los genitales del chico.
Para cuando el dúo regresó a Chicago, la ciudad ya sabía de la desaparición de Bobby Franks.
Esa misma noche, Leopold llamó por teléfono a la madre de Franks, identificándose como “George Johnson”, e informándole que su hijo había sido secuestrado, y que los pasos a seguir, entre los que se contaba el pago de un rescate, seguirían luego.
Luego de enviar la nota mecanografiada a la familia de Franks, Leopold y Loeb quemaron sus ropas ensangrentadas, limpiaron lo mejor que pudieron la sangre del tapizado del vehículo rentado, y ambos pasaron el resto de la noche jugando cartas.
A la mañana siguiente, los Franks recibieron la nota de rescate, y Leopold llamó nuevamente a la familia, indicándoles los primeros pasos que debían seguir para pagar el rescate.
El intrincado plan de recolectar el dinero de Leopold y Loeb, se vio frustrado cuando, antes de que los Franks comenzaran el camino a pagar por la liberación de su hijo, un hombre avisara a la policía, de que había encontrado el cuerpo de un chico que coincidía con los rasgos de Bobby Franks...
Al enterarse de esto, Leopold y Loeb destruyeron la máquina de escribir, y quemaron una bata de baño que habían utilizado para mover el cuerpo.
Mientras tanto, la policía de Chicago lanzó una investigación masiva, ofreciendo recompensa a cambio de información.
Mientras que Loeb seguía con su vida normalmente, Leopold hablaba libremente con la policía y la prensa.
Leopold incluso le dijo a un detective que si él “fuera a asesinar a alguien, escogería a alguien como el niñito arrogante que era Bobby Franks”
Al tiempo que se investigaba la zona donde habían hallado a Franks, la policía encontró un par de anteojos…
Aunque en tipo y tamaño eran comunes, los anteojos tenían un tipo de mecanismo de abierto y cerrado único, y que sólo 3 personas habían comprado anteojos de ese tipo en Chicago; uno de ellos, era Nathan Leopold.
Cuando fue confrontado con esa evidencia, Leopold dijo que se le pudieron haber caído mientras estudiaba los pájaros de la zona.
Sin embargo, la máquina de escribir destruida, fue descubierta poco después.
Leopold y Loeb, fueron llamados por la policía a que declararan formalmente.
Los jóvenes le dijeron a la policía, que en la noche del crimen, habían levantado a 2 mujeres de la carretera, y que las habían dejado en un campo de golf cercano a Chicago, pero que nunca habían sabido sus apellidos.
La coartada cayó como falsa poco después, cuando el chófer de la familia Leopold le dijo a la policía, que esa noche, él estaba reparando el automóvil que los jóvenes habían dicho que habían usado.
La esposa del chófer confirmó a la policía, que el automóvil de Leopold estaba en el garaje de la casa.
Loeb, fue el primero en confesar, dijo que todo había sido planeado por Leopold, y que él simplemente se había limitado a conducir el automóvil.
Seguidamente, fue Leopold quien declaró, quien insistió en que él era el conductor del vehículo, y que Loeb era el asesino.
Años después, se conoció más evidencia, sobre todo algunos testigos oculares quienes dijeron que el que estaba conduciendo el vehículo, era Loeb, y que probablemente fuera Leopold quien asesinó al chico Franks.
Finalmente, ambos confesaron que habían cometido el asesinato, simplemente “por la adrenalina que les generaba tal acción”
También hablaron de su ilusión sobre los “superhombres” y sus aspiraciones de cometer “el crimen perfecto”
Leopold, hablando con su abogado, confesó que el crimen había sido un “ejercicio de inteligencia” para él.
“El asesinato fue un experimento”, le dijo a su abogado, agregando que le era tan fácil justificar el matar a un ser humano, como para un entomólogo el matar a una abeja.
El juicio contra Leopold y Loeb, se llevó a cabo en La Corte de Distrito de Chicago.
Enseguida, se convirtió en un espectáculo de la prensa; y fue categorizado como “El Juicio del Siglo”, y los estadounidenses alrededor del país, se preguntaban:
¿Qué podría conducir a los 2 jóvenes, bendecidos con todo lo que su sociedad podría ofrecer, para cometer un acto tan depravado?
Luego de que fueron aprehendidos, los padres de Loeb contrataron al renombrado abogado abolicionista, Clarence Seward Darrow.
El letrado, era conocido por sus opiniones liberales, por apoyar a los marginados, y por su adhesión a ideas científicas más que religiosas.
De hecho, Darrow fue directivo de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, y georgista; y se hizo famoso por defender a John Thomas Scopes en El Juicio Scopes, llamado “El Juicio del Mono” en 1925, un año después de este caso.
Así las cosas, en el verano de 1924, Darrow asumió el caso, del que se rumoreó que los Loeb pagaron $1 millón; tanto que durante el juicio, los periódicos dijeron que Darrow estaba presentando una “defensa de $1 millón” para las 2 familias ricas.
Muchos estadounidenses comunes, se enfadaron por su aparente avaricia… por lo que hizo que las familias emitieran una declaración, en la que insistieran en que no habría grandes honorarios legales, y que sus honorarios serían determinados por un comité compuesto por oficiales de La Asociación de Abogados de Chicago.
Se supo después del juicio, que Darrow sugirió que $200.000 serían razonables.
Después de largas negociaciones con las familias de los acusados, terminó recibiendo unos $70,000 en honorarios brutos, los cuales, después de gastos e impuestos, anotaron $30,000, por valor de $375,000 en 2016.
Clarence Darrow, dejó bien claro que, en primer lugar, la riqueza de los padres de los acusados, no iba a servirles de nada en este caso; y que en segundo lugar, no habían sido motivos económicos los que impulsaron a los 2 jóvenes a cometer el crimen, tal y como sostenía la acusación; al tiempo que era generalmente aceptado, de que la defensa de los 2 jóvenes se basaría en “no culpables por enajenación mental”
Darrow concluyó, que un juicio por jurado terminaría casi con seguridad en condena, y en una sentencia de pena de muerte para ambos.
Por tanto, Darrow escogió que los jóvenes se declaran culpables ante el juez de la Corte de Circuito del Condado de Cook, John R. Caverly, con la esperanza de convencerlo de que les impusiera la pena de cadena perpetua.
Es decir, Darrow sorprendió al fiscal, cuando hizo que los asesinos se declararan culpables, para evitar un jurado de venganza, y presentar el caso ante un solo juez, sin jurado.
El juicio, en realidad, fue una larga audiencia de sentencia en la que Darrow sostuvo, con la ayuda de un testimonio de expertos, que Leopold y Loeb estaban mentalmente enfermos.
El Estado por su parte, presentó a más de un centenar de testigos que describieron el crimen.
La defensa, por el contrario, presentó numerosos análisis psiquiátricos, para que pudieran lograr establecer factores mitigantes.
Cuando se le preguntó, por qué cometieron el crimen, Leopold dijo a sus captores:
“Lo que llevó a Richard a querer hacer esto, y me llevó a querer hacer esto era una especie de puro amor a la emoción... el amor imaginario de las emociones, haciendo algo diferente... la satisfacción y el ego de poner algo más”
Aunque generalmente se considera que Richard Loeb, por lo menos aparentemente, era el motor que impulsó el crimen, los psiquiatras de la defensa, descubrieron que la personalidad de Loeb era más compleja y perversa.
Cuando el doctor William Healey testificó que “este crimen es el resultado del impulso de una mente enfermiza… debido a la personalidad anormal de Leopold, cuyos sentimientos e ideas eran propios de un paranoico…
Todo lo que quería hacer estaba bien, incluso raptar y asesinar.
No daba cabida ni a la compasión ni a los sentimientos…
Él está en lo cierto, y es el mundo el que está equivocado”
El doctor Bernard Glueck, describió a Loeb diciendo que mostraba una “ausencia total de sentimientos normales”
Este chico, declaró, podía orientarse sólo intelectualmente.
No demuestra ningún sentimiento por lo que le rodea.
De hecho, Loeb se aburrió durante el examen psiquiátrico, incluso llegó a quedarse dormido durante algunas sesiones.
Por el contrario, Leopold disfrutaba con estas sesiones de análisis.
El alegato de más de 12 horas de Darrow, es tomado como un ejemplo en lo que refiere a crítica y oposición a la pena de muerte, al considerarla “justicia retributiva” y no “rehabilitadora”; y fue categorizado como una pieza exquisita de defensa; tanto que cuando terminó el juicio, se lo nombró como el mejor alegato de su carrera; ya que su principal tema de debate, fueron los “métodos y castigos inhumanos” del sistema judicial estadounidense.
En repetidas ocasiones, Darrow hizo hincapié en las edades de los “muchachos”, antes de La Guerra de Vietnam, la mayoría de edad era de 21 años; llamándoles “chicos” o “Dickie Loeb” y “Babe Leopold”, para subrayar que no habían alcanzado aún la edad de la razón y la madurez; y hablaba de ellos afectuosamente en un esfuerzo por suavizar la imagen que el público tenía de ambos.
Incluso, de vez en cuando les miraba con aire de tristeza y melancolía; y señaló que “nunca hubo un caso en Chicago, donde por culpabilidad de un niño menor de 21 años había sido condenado a muerte”
Su petición fue diseñada para ablandar el corazón del juez John Caverly, pero también para moldear la opinión pública, para que Caverly pudiera seguir precedentes sin un alboroto demasiado grande, y alegó locura momentánea, utilizando la homosexualidad de los muchachos; que para la sociedad del momento, la homosexualidad era poco más o menos considerada una desviación que evidenciaba una enfermedad mental subyacente.
Asimismo, subrayó la influencia en Leopold del filósofo al que se acusa de matar a Dios, pero, y esa observación podría tener plena vigencia en la actualidad, señaló que Nietzsche había influido en una mente ya “enfermiza” o predispuesta:
“Nathan Leopold, no es el único joven que ha leído a Nietzsche, pero quizás sea el único en el cual su influencia se manifestó así…”
Sin embargo, lo que más conmocionó a la sociedad del Chicago de los años 20, fue que los 2 asesinos no eran esta vez 2 desarraigados arrabaleros, hijos de familias desestructuradas...
Eran 2 muchachos de clase alta, que no tenían carencias afectivas, y eran inteligentes y educados; pero que simplemente se aburrían…
Y Darrow tuvo éxito.
El alegato disuadió al juez, quien condenó a ambos a cadena perpetua, más 99 años adicionales por el delito de secuestro.
El caso de Leopold y Loeb planteó, en un juicio bien publicitado, la permanente afirmación de Darrow, de que las influencias psicológicas, físicas y ambientales, no una elección consciente entre el bien y el mal, controlan el comportamiento humano.
Los testigos periciales psiquiátricos de Darrow, testificaron que ambos “eran decididamente deficientes en emoción”
Darrow, más tarde argumentó, que la emoción es necesaria para las decisiones que las personas toman.
Cuando alguien intenta ir en contra de cierta ley o costumbre que está prohibida, escribió, debe sentir una sensación de repulsión.
Como ni Leopold ni Loeb tenían un sistema emocional activo, no se sentían revueltos.
No obstante, Loeb fue asesinado por otro reo en prisión, en el año 1936; mientras que Leopold fue puesto en libertad condicional en 1958, y se mudó a Puerto Rico donde vivió hasta su muerte.
El argumento final de Darrow, se publicó en varias ediciones a finales de los años 20, y principios de los 30, y fue reeditado al momento de su muerte.
Mientras, los 2 jóvenes aprendices de periodista:
James W. Mulroy y Alvin H. Goldstein del Daily News de Chicago, fueron obsequiados con El Premio Pulitzer en 1925, por reportar los incidentes; y por contribuir de manera clara y definitiva a la resolución del caso.
Sus indagaciones, y el retrato que proporcionaron de esos 2 agresores, con una alta capacidad intelectual, provenientes de una clase acomodada y con un brillante futuro universitario, fue suficiente aval para que recibieran el más carismático reconocimiento que se le podía otorgar a un periodista; y muchos libros se han escrito sobre este caso:
En 1956, Meyer Levin, un periodista de Chicago, escribió la novela “Compulsion”
Otros relatos sobre el caso, han sido “The Amazing Crime and Trial of Leopold and Loeb” (1957) de Maureen McKernan; y “The Crime of the Century” (1975) de Hal Hidgon.
En abril de 1990, la obra de teatro, “Never the Sinner” de John Logan, que reexamina el caso, se estrenó en el Play-house Theatre de Londres.
También se han hecho al menos 4 adaptaciones cinematográficas de Hollywood del caso:
El primero fue Alfred Hitchcock con “Rope” (1948); luego “Compulsion” (1959); el tercero fue de Tom Kalin con “Swoon” (1992), y el cuarto de Barbet Schroeder con “Murder by Numbers” (2002)
“The neighborhood is swarming with kidnappers and degenerates!”
Compulsion es un drama del año 1959, dirigido por Richard Fleischer.
Protagonizado por Orson Welles, Diane Varsi, Dean Stockwell, Bradford Dillman, E.G. Marshall, Martin Milner, Richard Anderson, Robert F. Simon, Edward Binns, Robert Burton, Wilton Graff, Louise Lorimer, Gavin MacLeod, entre otros.
El guión es de Richard Murphy, basado en la novela homónima de Meyer Levin; quien se inspiró para escribirla en el caso de Leopold y Loeb.
Compulsion es la primera película producida por Richard D. Zanuck, realizada 35 años después del verdadero asesinato; por lo que los nombres fueron cambiados para evitar problemas legales; aunque la historia era obviamente una recreación disimulada del caso de asesinato de Nathan Leopold y Richard Loeb, el departamento legal de 20th Century Fox, seguía preocupado por una posible demanda por parte de Leopold; que hizo un gran esfuerzo por no mencionar a Leopold o Loeb en la película, comunicados de prensa y entrevistas.
Sin embargo, aparentemente había una mala comunicación con el departamento de publicidad, ya que cuando apareció la película, los anuncios en los periódicos decían:
“Basado en el famoso caso de asesinato de Leopold y Loeb”
Por tanto, Leopold demandó a los cineastas.
No reclamó difamación, calumnia, ni nada falso o difamatorio sobre la película.
En su lugar, reclamó una invasión de la privacidad.
El tribunal rechazó su reclamación, en parte porque Leopold ya había publicado su propia autobiografía, “Life Plus 99 Years”, publicando esencialmente los mismos hechos.
Compulsion estuvo nominada a La Palme d’Or en El Festival Internacional de Cine de Cannes, cosechó los premios en la categoría de Mejor Actor para sus 3 principales intérpretes:
Orson Welles, Bradford Dillman, y Dean Stockwell.
Siendo este, un tremebundo análisis de una patología homicida, tan bien ambientado e interpretado, como fotografiado en un propicio Cinemascope.
Si a eso sumamos el hecho de que ésta es una de esas películas que tienen un alto contenido pedagógico, pues la conclusión a la que llegamos, es que ya no se hacen películas como Compulsion.
La acción tiene lugar en Chicago, en 1924.
Arthur “Artie” Strauss (Bradford Dillman), vanidoso, pérfido y paranoico; y Judd Steiner (Dean Stockwell) frágil, influenciable y ducho en asuntos ornitológicos; son 2 jóvenes estudiantes de familia acomodada.
Conscientes de que poseen una inteligencia superior a lo común, deciden cometer un crimen sin dejar cabos sueltos, un “crimen perfecto”, simplemente por el hecho de creerse superiores al resto de los mortales.
De tal manera que secuestran y asesinan a golpes a un niño llamado Paulie Kessler, y esconden su cadáver.
Pero será un descuido cometido por Judd, al dejar caer sus gafas en la escena del crimen, lo que hará que pronto la policía los tome por sospechosos.
Una vez concluida la investigación, y acusados los 2 jóvenes de asesinato, se abre la segunda fase en la película:
La fase del juicio, donde entra en escena Jonathan Wilk (Orson Welles), el abogado defensor, quien realizará, en un prolongado discurso, una defensa de la vida en contra de la pena capital, que es la solicitada por la fiscalía contra los acusados.
Así pues, Compulsion se divide en 2 partes bien diferenciadas:
Una primera, que juguetea con el “thriller” psicológico; y la segunda, que entra de lleno en el cine de juicios, tan del gusto del público en general.
La historia vale los 120 minutos, llenos de drama, crimen, manipulación, desviaciones macabras, homosexualidad, cuando era considerada enfermedad; esquizofrenia, pena de muerte y justicia…
Las comparaciones entre este caso y el nazismo, quedan pues también bastante en evidencia.
Muy adelantada a su tiempo, mucho antes de “Psycho” (1960) de Alfred Hitchcock, aquí bebe también algo de “Rope” (1948) con las sutilezas y el tema de fondo: ¿Existe el crimen perfecto?
“To the perfect crime!”
El director Richard Fleischer, dirigió la nada desdeñable cifra de 40 películas, la mayoría de las cuales tuvieron una buena acogida en taquilla.
Probó con géneros muy diversos, aunque se movía especialmente bien en historias de aventuras, fantasía o suspense.
No tenía el talento de los grandes directores, pero su forma de trabajar era tremendamente efectiva; y Compulsion es un buen ejemplo de ello.
Firmada con un pulso preciso que permite que en ningún momento decaiga nuestra atención, su factura técnica es envidiable; pues vio inmediatamente, cómo el nuevo formato “scope” podía ser empleado para enriquecer su expresión personal, que ayudará, por ejemplo, a exteriorizar los distintos aspectos de un tejido social particular, al ligar más estrechamente y con más naturalidad a unos y otros en el interior del plano, y al permitir que muchos planos, aparentemente sencillos, tengan de hecho la misma densidad, la misma complejidad que algunos planos secuencia ultrasofisticados rodados en el antiguo formato.
En efecto, la descripción del tejido social en el que evolucionan los personales, es decir, la actualización de un conjunto de secretos, de jerarquías, de luchas de poder más o menos disimuladas, la revelación de las relaciones que cada uno, de un extremo a otro de la escala social, mantiene con el tema omnipresente de la violencia, no es únicamente un marco, un fondo, un decorado, sino el tema mismo de la obra.
Formalmente apuesta por una puesta en escena muy atrevida.
Quizás Fleischer quedara bajo el yugo de la renovación formal que estaba empezando a sentirse en el mundo del cine en aquellos mismos años; y la película recupera de hecho, una distorsión muy parecida a la que encontramos en las primeras película de Orson Welles.
Aquí, Fleischer emplea un gran contraste en la fotografía realizada en blanco y negro, mientras que emplea una gran cantidad de angulaciones y planos realmente atípicos para lo que venía siendo su cine, y se nota ciertamente, una influencia del cine negro más expresionista.
La filmación en blanco y negro, le da cierto tono ceremonioso a la cinta, a la vez que ayuda a lograr la atmósfera de pesadumbres que ronda en la ciudad, luego del descubrimiento de tan macabro crimen.
De la misma forma, el blanco y negro ayuda a enmarcar que se trata de un film situado en la época de los crímenes; por lo que Richard Fleischer se sirve de un guión muy bien estructurado, y por otra parte, sencillo y efectivo:
En primer lugar, intentando describir la psicología de los 2 criminales:
Judd Steiner, inspirado en Nathan Leopold; y Artie Strauss inspirado en Richard Loeb.
En segundo lugar, mostrando fríamente los hechos correspondientes a la investigación criminal, a través de la conducta del fiscal Harold Horn (E.G. Marshall)
En tercer lugar, por medio del funcionamiento de la maquinaria judicial, retomando a los 3 personajes anteriores, y añadiendo un cuarto:
El abogado defensor, Jonathan Wilk.
Y hay también una latente homosexualidad entre los 2 jóvenes, que el cineasta nos lo presenta de forma solapada...
Así pues, tenemos una primera parte que nos presenta a los jóvenes asesinos, su entorno, y la investigación hasta su captura, todo ello en 1 hora y 20 minutos; y una segunda parte de casi 40 minutos, que es el propio juicio, con la aparición de Orson Welles; de un ritmo intenso, y de unos intérpretes que se empapan de sus personajes.
Compulsion en la primera parte, dedica bastante tiempo a escudriñar en las complejas personalidades de este par de jóvenes, y en mostrar cuales fueron sus motivaciones para cometer tal horrendo crimen.
Durante el transcurso de la cinta, se sugiere la homosexualidad de los protagonistas, sin que esta se haga evidente en algún momento.
De la misma forma, se establece una relación de dependencia, en donde Judd, el más frágil e introvertido, busca la constante aprobación de Arthur, que presenta una personalidad más extrovertida y dominante.
Esta búsqueda por aceptación, se ve en numerosos episodios del film, como por ejemplo, en la escena inicial, donde intentan atropellar al borracho.
A pesar de que Judd no tiene intención de arrollar al hombre, pero debido a que Arthur lo amenaza con dejarlo, el joven se ve en la obligación de cometer el acto para no perderlo.
Ya desde esa primera escena, quedan perfectamente definidos, así como establecida su relación tóxica y dependiente.
Judd es el atormentado, y aparentemente el más débil, retraído y manipulable, pero también el más consciente, y el que más posibilidades tiene de llegar algún día a entender que se convirtió en un monstruo, en el que se puede plantar la duda… en sus planteamientos, como se da cuenta el personaje de Orson Welles, aunque por otro lado muestra su frialdad, una inteligencia y sensibilidad especial.
Es un joven herido, rechazado, y que siente la soledad.
Por otro lado, Artie da miedo en su amoralidad y falta de empatía, es extrovertido, escandaloso, y no mide la consecuencia de sus actos, se ríe de todo…
Una relación de claras connotaciones homosexuales, muy bien insinuadas en la trama, claramente tomadas del caso real.
Pero en tiempos de censura, este tipo de cosas no podían mostrarse como eran, así que un modélico guión, una dirección inspirada, y 2 interpretaciones de altura, mostraron lo que no se podía enseñar.
A las miradas de admiración de un inspirado Dean Stockwell, hay que sumar la excelente secuencia, por arriesgada, del intento de violación frustrado, en el que Judd queda completamente al descubierto; y es que suena bastante inverosímil, que a Ruth Evans (Diane Varsi) que Judd ha intentado violar, sienta todavía simpatía y pena por su agresor, a menos que ese “sólo lo intentó”, se refiera a que realmente no era heterosexual, y no lo consumó por ello.
A destacar numerosos aciertos, como no mostrar la secuencia del crimen; y llama la atención, el increíble ritmo con el que Fleischer marca los acontecimientos, sobre todo durante la investigación criminal, en la que incluso Arthur se permitirá el lujo de juguetear con la ley, hasta límites insospechados.
En ese tramo, cobran fuerza además de las 2 interpretaciones, la excelente ambientación del Chicago de los años 20, y los distintos comportamientos de ricos y pobres, algo que será esencial para el juicio del segundo tramo.
Fleischer, planifica las secuencias centradas en el personaje de Judd, siguiendo la estrategia de la tensión, es un joven emocionalmente inestable y dependiente de su amigo Artie, a quien admira, cuya inestabilidad es causa de tensiones y desequilibrios que el cineasta maneja con habilidad en la puesta en escena, sirviéndose del cinemascope, y una estupenda fotografía.
Artie es el líder espiritual de la pareja, y quien proclama con más convicción la necesidad de vivir una vida desprovista de emociones humanas:
“La maldad es bella”, llega a decir sin rubor.
Su frialdad es el eje dramático del film, y su violencia interior subyace permanentemente.
Muy acertadamente, en ese segundo tramo, Arthur y Judd, ceden su protagonismo, sabemos todo lo que hay que saber de ambos, al que será su abogado defensor, Jonathan Wilk, bajo el rostro de un imponente Orson Welles; y con él, aparecen las motivaciones filosóficas, y en un acierto de guión, el abogado Wilk, ateo convencido, se concentra en conseguir, no la inocencia por un crimen de sobra probado gracias a unas fatídicas gafas caídas en el momento del asesinato, sino en conseguir que la condena no sea la pena capital.
Para ello, apelará al sentido común del ser humano en uno de los discursos más estremecedores que se hayan recitado jamás.
Casi 10 minutos de pura y dura verdad, que golpea sin compasión a un espectador que no se lo espera.
Un discurso tan bien expuesto, que debería ser enseñado en todas las escuelas del mundo; y no, no exagero.
Otro aspecto al que se la da bastante importancia, es al polémico tema de la pena de muerte.
Jonathan Wilk, durante su discurso de cierre en el juicio, que es uno de los monólogos más largos de la historia del cine, clarifica su visión acerca de este tipo de castigo, visión que hasta el día de hoy, puede ser compartida o rebatida.
Para él, no existe beneficio alguno de castigar un asesinato quitando otra vida, el solo hecho de pensarlo, o buscar tal opción, nos convertiría en algo parecido a los mismos asesinos.
Se trata de un castigo totalmente inútil, que como él clarifica, no ayuda a disminuir la tasa de crímenes.
Finalmente, afirma lo que puede ser su argumento de más peso moral, que nadie tiene el derecho de quitarle la vida a otra persona, por muy culpable que esta sea.
Es importante mencionar, que el abogado, a pesar de hacer alusiones al estado psicológico de los individuos, en ningún momento niega su culpabilidad, y la frialdad con la que cometieron el crimen, sino que más bien apela a la conciencia de una sociedad mayormente católica, a las cuales, el asesinato sea por la razón que sea, les debiera parecer una acción censurable.
Compulsion expone, cómo la aplicación de la pena de muerte, no soluciona lo que pretende, hacer desaparecer los crímenes brutales, o que sirva de castigo y escarmiento para disuadir o aplicar sin más el ojo por ojo, pero por parte del Estado…
Pero no narra una historia fácil:
Los condenados, no solo son culpables, sino que ni siquiera parece que vayan a arrepentirse por sus acciones.
Son 2 jóvenes de familias ricas, que queriendo mostrar su superioridad sobre los demás, se creen con el derecho de asesinar, como si fuera un juego.
Uno aplica malamente sus clases de filosofía, sobre todo a Nietzsche.
Y el otro es un descerebrado, y un amoral consentido.
Y tal y como los presenta, es difícil sentir cierta empatía con ellos, y ese es el difícil reto que tienen 2 de los personajes clave de esta interesante película.
Además, los 2 están atrapados en una relación tóxica, que no les hace ningún bien, se hacen daño, y crean una dependencia enfermiza.
Por otra parte, están atrapados en otras cárceles, como son sus propias familias, y sufren también la represión sexual, donde no pueden explicitar su homosexualidad, siempre latente.
Del reparto, Orson Welles encarna a Jonathan Wilk, un veterano abogado, ateo, que cree en la justicia, pero no en la pena de muerte instaurada por El Estado.
Sus años de oficio, le hacen ver que la crueldad genera más crueldad; y le hacen dudar más todavía sobre el ser humano; pero tiene claro que la pena de muerte no soluciona sino que enquista, y no cura a sociedades enfermas.
Finalmente cree, que la única manera de conseguir algo… si se consigue, es a través del amor, la compasión y el entendimiento, pero en sus significados más profundos.
Y que el odio, la venganza, fomentar las luchas y los conflictos, en este caso concreto, la lucha de clases, sus 2 clientes son hijos de familias acaudaladas; no solucionan nada.
Además de dejar claro, que poco se puede decir de un país, si se pone a la misma altura, y emplea la misma frialdad que la que han mostrado los jóvenes asesinos…
También, Wilk decide arrebatadamente en el inicio del juicio, declarar a sus clientes culpables, cuando en verdad esa determinación se acordó en una concienzuda discusión entre las familias de los criminales, los analistas, y los abogados, como la única posibilidad para comenzar a humanizar a los considerados socialmente, “pequeños monstruos”
En el argumento original de defensa, se hace hincapié en las siguientes afirmaciones:
Los asesinos son demasiado jóvenes para la pena de muerte, dicha sentencia solo traería mayor violencia a la sociedad, el crimen es resultado de los múltiples trastornos de ambos, pero entendido sólo en conjunto, presentaban una disfunción emocional.
En contrapartida, en la película, la tesis apela a la compasión, despliega parte de la culpa del crimen sobre los padres, pasa por alto el tema de, no nombrar la noción legal de insania, de lo que tanto se cuidaron en el libro, así no les tocaba el jurado; hablando explícitamente de la paranoia en Judd, y de la esquizofrenia en Artie.
Queda un final abierto, en el que Wilk, que en la obra es ateo, piensa en la existencia de Dios…
En un enfrentamiento con Judd, Wilk le responde desafiante, si acaso no fue el todopoderoso, quién dejó caer sus lentes...
Esto nunca sucede en el libro, y contrariamente, más que sostener la existencia de una divinidad, el texto apela a la filosofía materialista, y la fenomenología, y el psicoanálisis.
Como dato, durante su discurso de clausura, Jonathan Wilk menciona, que ha practicado la ley por 45 o 46 años…
Welles, sin embargo, tenía sólo 43 años cuando se hizo la película.
Y habiendo acabado de dirigir el “thriller” policial, “Touch Of Evil” (1958), que aunque se pasaba por alto en el momento en EEUU, Welles había ganado numerosos aplausos en festivales de cine europeos, y le molestó no haber sido contratado para dirigir Compulsion, y en consecuencia, su tiempo en el set, contractualmente limitado a 10 días, estaba lleno de tensión, y con frecuencia lanzaba berrinches contra los miembros del elenco y el equipo.
En su último día de producción, en una fiesta de despedida en su honor, Welles fue informado por el productor Richard Zanuck, que se cheque de pago había sido retenido por El Servicio de Rentas Internas.
Y es que Orson Welles estaba teniendo problemas fiscales durante la producción, y esto lo molestó tanto, que durante la subsiguiente sesión para grabar de nuevo el diálogo improvisadamente grabado; salió súbitamente del estudio, y abandonó el país.
Todo lo que quedaba para arreglar, eran 20 segundos de diálogo poco claro en el discurso climático.
Pero el editor William Reynolds, logró arreglar este problema sin Welles; tomó palabras y fragmentos de palabras que Welles había hablado antes en la película, y las reconstruyó una por una, en esos últimos 20 segundos.
¡Brillante!
Siempre desde un punto de vista humanista, Welles consigue convencer a su público, y al de la película.
Mientras Stockwell y Dillman hacen uno de los mejores papeles de sus carreras, totalmente intrigantes, seguros de su superioridad.
Dean Stockwell, es el asesino intelectual, el que sostiene la charla con su profesor acerca de la superioridad moral de ciertos hombres, entre los que evidentemente se incluye él mismo.
Su narcisismo y egoísmo, se unen a una homosexualidad no revelada, que acaba derivándole problemas psiquiátricos.
Su relación en realidad, es totalmente pasiva respecto al personaje interpretado por Bradford Dillman, que es el dominante.
Pese al gran intelecto que demuestra tener, su aprecio hacía Dillman es casi una manía.
Por otra parte, el personaje de Dillman, es el clásico sádico que disfruta con su violencia; un personaje quizá más simple, pero bien construido, y con alguna secuencia simbólica que nos define bien su esencia, como aquella que tiene lugar en el granero, cuando habla a su compañero acerca de la existencia de la “Cabra Judas”, aquella que lleva a sus compañeras hasta el matadero, sin que las otras se den cuenta...
Una clara alusión al espíritu de este mismo personaje.
Sin olvidar al gran E.G. Marshall, con un papel bastante bueno, sobre todo en los gestos mesurados, y los silencios elocuentes, como el fiscal del caso, que sabe llevar con frialdad e inteligencia la investigación, hasta conseguir la confesión, teniendo claro que es un caso estrella, y cuál tiene que ser la conclusión; sin posibilidad de buscar otros matices y miradas; en confrontación clara con el abogado ateo, pero que piensa y por eso duda, que no se mueve por dinero, y que decide defender a los 2 jóvenes asesinos.
Ahí, Orson presta su voz profunda, y su orondo, desencantado y cansado físico, que tenía solo 43 años, pero parece mucho mayor, a un monólogo de los que se quedan en la memoria.
Y del reparto femenino, en Diane Varsi, encarnando la bondad y la comprensión.
Técnicamente, Compulsion pertenece a un sector del cine Hollywoodense de esa época, que poseía guiones muy herméticos, y no se experimentaba con las tomas.
Sin embargo, Fleischer se anima un poco más, y se aventura con los planos.
Juega con las sombras y las luces geométricamente.
Un ejemplo es cuando Horn deja los lentes encontrados sobre la mesa de luz del hotel, donde interrogan a los muchachos, y van pasando las horas por la luz del sol en los mismos.
Otro plano interesante, es cuando refleja las caras de los chicos en un vidrio de los lentes, y la de Horn en otro.
O los picados/contrapicados para determinar quién manda en la relación de poder entre los 2 muchachos.
Compulsion adopta una postura bastante valiente, acusando en ciertos momentos al propio populacho de las ansías de sangre; y plantea más capas, hablando de manipulación, de los medios de comunicación, de los juicios donde ya está de antemano la sentencia dictada… y convierte unas gafas redondas, en todo un símbolo, en un detonante y en una duda… aunque muy curiosamente, ante la cadena perpetua, ellos mismos se rebelan, diciendo que hubieran preferido que los ahorcaran…
El paso del tiempo, no ha dañado ni un ápice a esta obra de un Fleischer realmente inspirado.
Una magnífica muestra de su hacer, cuya mayor virtud reside en su total ausencia de posicionamiento.
Si bien, el film termina siendo un alegato a favor de la vida, y eso bajo ningún concepto puede ser censurable, los hechos son expuestos con total objetividad, los personajes, algunos de cierta profundidad psicológica, son mostrados sin ningún tipo de maniqueísmo, algo realmente difícil de conseguir en este tipo de películas.
En años posteriores, Richard Fleischer haría 2 películas más sobre homicidios notorios de la vida real:
“The Boston Strangler” (1968) y “10 Rillington Place” (1971)
Como dato, en la obra original de Compulsion, incluía una secuencia en tiempo moderno, es decir, lo que pasó después; pero fue omitido de la película.
Y se mostraba a varios de los personajes, 30 años después de que la historia tuvo lugar.
La excelente banda sonora jazzística, es de Lionel Newman, uno de los miembros de la célebre saga de músicos, hermano del mítico Alfred, compositor de la música del logo de la Fox, que vemos al inicio de sus producciones.
Todo queda en familia…
“In those years to come, you might find yourself asking if it wasn't the hand of god dropped these glasses...
And if he didn't, who did?”
De los personajes, inicialmente, Leopold y Loeb fueron encarcelados en la Correcional Joliet; aunque se los trataba de mantener separados lo más posible, ambos se las ingeniaron para continuar con su relación.
Poco después, Leopold fue transferido al correccional Stateville, y poco después, Loeb también fue transferido allí.
Una vez reunidos, se dedicaron a dar clases en la escuela de la prisión.
Inicialmente, Leopold y Loeb recibían mucho dinero por parte de sus familias, hasta que el correccional decidió restringir el aporte familiar a $5, que utilizaban generalmente para comprar cigarrillos.
Los otros prisioneros, sin embargo, no sabían del recorte monetario de ambos, y tanto Leopold como Loeb, eran vistos como “los chicos ricos” que se convertían en blanco fácil para los otros reos.
Una vez, Leopold fue confrontado y amenazado con un cuchillo en el patio de la prisión, a petición de dinero.
Después de tratar de explicar que no tenía más dinero, Loeb se metió en medio, al igual que otros prisioneros, y el asunto quedó solucionado.
El recorte, también afectó a Loeb, debido a que parte del dinero que recibía, iba a parar a las manos de un reo:
James E. Day, como forma de soborno a cambio de que no lo lastimaran.
Luego de varios reportes de abuso y amenazas, Day fue separado de Loeb.
Y el 28 de enero de 1936, Leopold y Loeb trabajaban en la escuela de la prisión, cuando Day pasó por al lado de Loeb, y le dijo “te veo luego”
Loeb, fue luego atacado en las duchas con una navaja de afeitar... siendo atendido rápidamente.
Leopold llegó a ver a su compañero seriamente herido con cortes por todo el cuerpo, y se ofreció para ayudar, pero se le negó participación.
Luego de un breve intercambio de palabras con Leopold, Loeb murió; y Leopold lavó el cuerpo de Loeb en demostración de afecto.
Tenía 30 años.
Day, luego alegó que Loeb había intentado asaltarlo sexualmente.
Sin embargo, se cree que puede haber sido al revés.
Reportes indican, que Day deseaba favores sexuales de Loeb, quien se había negado.
Muchos dudaron de la teoría de Day, de que haya actuado en defensa propia.
Day, estaba intacto, mientras que Loeb había sufrido más de 50 heridas de cuchillo, incluyendo heridas de defensa propia en los brazos y manos.
La garganta de Loeb, también tenía cortes desde atrás, lo que sugería un ataque sorpresa.
De todos modos, una investigación aceptó la teoría de Day.
Las autoridades de la prisión, tal vez avergonzadas por la publicidad sensacionalista, que indicaba un decadente comportamiento en la prisión, aceptaron la teoría de defensa propia de Day.
En una de las más conocidas reacciones a la muerte de Loeb, está el encabezado por parte del periodista, Ed Lahey para el Chicago Daily News que decía:
“Richard Loeb, a pesar de su erudición, terminó hoy su sentencia con una proposición”
Algunos periódicos fueron más allá, alegando que Loeb merecía ese final, y felicitando a Day por haberlo asesinado.
Otro posible motivo por el asesinato de Loeb, es el dinero, debido a que después del recorte, no pudo seguir sobornando a Day para que no le haga nada.
En el tiempo que pasó en prisión, nunca hubo evidencia de que Loeb fuera un atacante sexual, sin embargo, Day fue, tiempo después, encontrado manteniendo relaciones sexuales con otro prisionero.
En su autobiografía, Leopold categorizó los dichos de Day, de que Loeb había intentado asaltarlo sexualmente como algo ridículo y gracioso.
Leopold, pasó mucho tiempo tratando de limpiar el nombre de Loeb, quien era conocido como “el asesino de un niño y depredador sexual”
Y escribió varios libros, donde en las tapas, puso escritos en latín, en los que se leía:
“Por la razón, sin embargo, somos libres”
Aunque Leopold siguió con su trabajo en la prisión luego de la muerte de Loeb, comenzó a sufrir de depresión.
En una ocasión, gritó por horas en su celda, hasta que fue llevado frente a los psicólogos de la prisión; pero se convirtió en un prisionero modelo.
Según reportes, estudió y manejó 12 idiomas, además de los 15 que ya hablaba en cierto grado, y dedicó gran parte de su tiempo, a mejorar las condiciones de la prisión.
Eso incluyó, la reorganización de la biblioteca de la prisión, y el aporte a la educación, dentro de la prisión.
En 1944, hizo de voluntario para un experimento sobre la malaria...
A comienzos de los años 1950, un antiguo compañero de clase de la Universidad de Chicago, pidió el aporte de Leopold, en la elaboración de una novela sobre el asesinato de Franks.
Leopold le respondió, que no quería que el caso fuera hecho como ficción, pero le ofreció contribución en las memorias que él mismo estaba escribiendo.
Sin embargo, el ex-compañero de Leopold siguió adelante, y escribió el libro sólo.
La novela se publicó en 195, donde Leopold es caracterizado como alguien brillante, que es llevado a cometer el asesinato por ser un adolescente problemático, con trastornos psicológicos, producto de su niñez y su obsesión con Loeb.
Leopold luego escribió, que leer el libro le hizo sentirse mal, y que en más de una ocasión, había tenido que dejar de leer para tranquilizarse.
Además, dijo sentirse como “desnudo frente a una gran audiencia”
Su autobiografía, fue publicada en 1958; y comienza inmediatamente después del asesinato, lo que le ganó numerosas críticas por no contar detalles de su niñez, ni del asesinato cometido.
También, se lo acusó de escribir el libro para limpiar su imagen, ignorando los puntos más negativos de su vida.
En 1959, intentó sin éxito detener el estreno de la película Compulsion, alegando que se había invadido su privacidad, que se lo había difamado, que se habían beneficiado económicamente de su historia, y que habían “intercalado ficción con realidad, a un nivel que era indistinguible”
En un fallo en su contra, La Corte dijo que Leopold, como asesino confeso del “crimen del siglo”, no podía alegar que ningún libro hubiera dañado su reputación.
Después de más de 30 años de frustrados intentos de libertad condicional, Leopold fue liberado en 1958.
Al salir, intentó fundar una asociación de ayuda a chicos problemáticos, pero el estado de Illinois se lo prohibió, porque violaba los términos de su libertad condicional.
Se mudó a Santurce, Puerto Rico, para evitar a la prensa.
Allí, se casó con una viuda, y se dedicó a la medicina y al estudio de las aves, tanto en Puerto Rico como en Las Islas Vírgenes Estadounidenses.
Nathan Freudenthal Leopold Jr., murió en 1971, a la edad de 66 años, debido a un problema de diabetes.
Mientras Clarence Darrow, continuó con su carrera de abogado, aunque dedicando cada vez más tiempo a dar conferencias y a escribir.
Decía que cuando muriera, no le importaría si iba al cielo o al infierno, pues tenía muchos amigos en ambos sitios.
Darrow murió en 1938, a la edad de 80 años.
Sus cenizas, fueron esparcidas en la laguna del parque Jackson, donde Leopold y Loeb, habían arrojado la máquina de escribir.
Adjunto el alegado integral de Clarence Darrow:
“Este terrible crimen, era inherente en sus personalidades... y ciertamente vino de algún antepasado...
¿Acaso hay alguna culpa en que alguien tome las filosofías de Nietzsche tan seriamente que quiera que su vida se refleje en dichos pensamientos?
Creo realmente injusto colgar a un chico de 19 años por la filosofía que se le enseñó en la Universidad.
Ahora, su Señoría, hablaré sobre La Guerra, La Primera Guerra Mundial.
Yo creía en ella.
No sé si estaba loco, o no lo estaba.
A veces pienso que quizá lo estaba.
Yo aprobé la guerra, y me sumé a la locura y demandas generalizadas.
Insté a los hombres jóvenes que conocía, a que pelearan.
Yo estaba a salvo, porque ya era demasiado grande como para servir en el ejército.
Yo estaba como el resto de la sociedad.
¿Qué es lo que ellos hicieron?
Correcto o incorrecto, justificable o no, que no es necesario discutir hoy, pero lo que hicieron, cambió el mundo.
Por 4 largos años, de 1914 a 1918; el mundo civilizado estaba envuelto en una matanza de hombres:
Cristianos contra cristianos, bárbaros uniéndose a cristianos para matar cristianos; lo que fuera para matar.
Era lo que se enseñaba en las escuelas.
Incluso, los niños pequeños jugaban a la guerra.
Los más infantes lo hacían en las mismísimas calles.
¿Creen que el mundo ha sido el mismo desde entonces?
¿Cuánto tiempo más, su Señoría, para que el mundo vuelva a sentir esas emociones humanas que no existieron durante la guerra?
¿Cuánto tiempo tomará para que los hombres puedan desprenderse de los sentimientos de odio y crueldad, y vuelvan a sentir esas emociones humanas?
Leíamos sobre las muertes de centenares de hombres al día.
Leíamos sobre ello, y nos alegraba cuando los muertos eran del enemigo.
Éramos caníbales.
Incluso los más pequeños.
No necesito contarle, cuántos muchachos jóvenes buenos y honorables han venido a esta corte, acusados de asesinato, algunos se salvaron, mientras que otros fueron condenados a muerte.
Muchachos que pelearon en la guerra, que les enseñó a despreciar la vida de otro ser humano.
Usted lo sabe, y yo también.
Estos chicos se criaron en ello.
Los relatos de muerte, estaban en todos lados mientras crecían... en sus casas, en los patios de juego, en sus escuelas, estaban en los periódicos que ellos leían.
Era parte de la sociedad.
Acaso:
¿Qué era la vida?
No significaba nada... y estos chicos fueron entrenados en esa crueldad social.
Tomará años limpiar los corazones de los hombres; si es que algún día sucede.
Sé que incluso después del fin de La Guerra Civil en 1865, crímenes como éste crecieron exponencialmente.
Nadie tiene que decirme, que el crimen no tiene causa.
Sé, que siempre hay una causa, y sé que del odio y amargura de La Guerra Civil, esos crímenes crecieron en Estados Unidos como nunca antes.
Sé que Europa está pasando por el mismo problema ahora.
Sé que es lo que sigue después de toda guerra, y que ha influenciado a los jóvenes como nunca antes.
En este caso, protesto por los crímenes y errores que la sociedad cometió con estos muchachos.
Todos tenemos parte de culpa en ello.
Yo incluso.
Nunca podré saber, cuántas veces mis palabras avalaron la crueldad en lugar de amor, caridad y ternura.
Su Señoría sabe que en esta misma Corte, se han presentado crímenes de esta violencia con mucha frecuencia a causa de la guerra.
No necesariamente por aquellos que pelearon en la guerra, sino por aquellos que aprendieron que la sangre, y la vida humana eran cosas sin valor, y si El Estado así lo creyó:
¿Por qué no un muchacho joven?
Hay causas para este terrible crimen.
Como he dicho, hay causas para todas las cosas que suceden en este mundo.
La guerra es parte de ellos; la educación lo es; el nacimiento lo es; el dinero también lo es, todo lo cual conspiró para la destrucción de estos 2 pobres chicos.
¿No tiene La Corte el derecho a considerar sobre estos 2 chicos?
El Estado dice que, usted, su Señoría, tiene el poder de considerar el bienestar de la comunidad.
Si el bien de la comunidad dependiera en el hecho de matar a estos 2 chicos, bien, pero:
¿Ha usted, su Señoría, considerado el bienestar de las familias de los acusados?
He lamentado, y aún lamento lo que han tenido que pasar el Sr. y la Sra. Franks.
Sólo espero que algo bueno emerja de todo esto.
Pero comparados con las familias de Leopold y Loeb, los Franks pueden ser envidiados, y todos lo sabemos.
No sé cuánto hay de rescatable en estos 2 chicos.
Odio decir esto en su presencia, pero:
¿A qué pueden aspirar?
No lo sé, pero usted, su Señoría, sería piadoso si condena a estos chicos a muerte, pero no lo sería con la civilización.
Incluso si usted mismo pusiera la soga en el cuello de estos chicos, usted sería piadoso sólo hacia ellos, pero no con la civilización, ni con aquellos que quedamos aquí.
A lo máximo que aspiran estos chicos, es al tiempo que pasaran tras las rejas, si es que a eso aspiran siquiera.
Incluso tal vez tengan la esperanza de que si pasan el resto de sus vidas en prisión, tengan la oportunidad de salir en libertad.
Yo no lo sé.
No lo sé.
Seré honesto con esta Corte, como lo he sido desde el principio.
Sé que estos 2 chicos, no están en condiciones de estar en libertad.
Sé que no estarán en condiciones por mucho tiempo.
Lo que sé es que yo no estaré para ver ese día, por lo que para mí es suficiente.
Estaría mintiendo si no digo que espero que con el tiempo y su maduración como seres humanos, alguna vez puedan ser puestos en libertad.
Yo sería la última persona en La Tierra, en cerrarle la puerta de la esperanza a cualquier ser humano; mucho menos si son clientes míos.
Pero:
¿A qué pueden aspirar?
A nada.
No me interesa, su Señoría, cuando comienza la pena para estos chicos, si en la horca, o cuando la puerta de la prisión se cierre tras ellos.
Lo que sé, es que no tienen nada más que la noche en sus perspectivas, lo cual es muy poco para las aspiraciones de cualquier ser humano.
Pero hay otros a quienes tener en consideración.
Aquí están estas 2 familias, que han llevado vidas honestas, que tendrán que llevar el apellido sobre sus espaldas, así como las generaciones venideras.
Aquí está el padre de Leopold, y ese chico era el orgullo de su vida.
Lo observó al nacer, cuidó de él, trabajó por él; el chico era brillante y cometido, lo educó, y creyó que fama y una buena posición social le esperaban.
Es terrible para un padre ver, cómo ese orgullo de su vida, se convertía en no más que polvo.
¿Se debería considerar a ese hombre?
¿Se debería considerar a los hermanos de este chico?
¿Le hará algún bien a la sociedad, o le hará a usted la vida más segura, o la vida de cualquier otro ser humano más segura, si generación tras generación se recuerda a este chico, de su familia, como alguien ejecutado en la horca?
Lo mismo sucede con Loeb.
Aquí están su tío y su hermano.
Sus padres no pueden venir, por lo que les causa todo esto.
¿Acaso contribuirá a algo, si a esos padres se les envía el mensaje de que su hijo será ejecutado?
¿Tienen ellos algún derecho?
¿Hay alguna razón, su Señoría, para que sus buenos apellidos y sus futuras generaciones tengan que sobrellevar esta terrible marca?
¿Cuántos niños y niñas, cuántos niños aún no nacidos, tendrán que sentir eso?
Es lo suficientemente horrible, pero no tan horrible como si ellos fueran ejecutados.
Y le pido, su Señoría, además de todo lo que he dicho para salvar a estas 2 familias de algo terrible como la ejecución de estos chicos, que no haga algo que no ayudará en nada a los que siguen en el mundo.
Debo decir algo más.
No somos desconsiderados en cuanto al público, a la sociedad; Las Cortes no lo son, ni los jurados tampoco.
Depositamos nuestra confianza en las manos de una corte experimentada, considerando que creemos que será más pensante y considerada que un jurado.
No puedo decir qué es lo que siente la gente, he estado aquí como un marino en alta mar.
Espero que los mares se estén calmando, y el viento mitigando, y creo que lo están, pero no quiero hacer ninguna falsa pretensión ante esta Corte.
Lo más fácil y lo más popular, seguramente, sea colgar a mis clientes.
Lo sé.
Los hombres y mujeres que no piensan, aplaudirán.
Los crueles y huecos, lo aprobarán.
Será fácil hoy; pero en Chicago, y más allá también, más y más padres y madres, los humanos, los amables y esperanzados, quienes están ganando conocimiento y haciendo preguntas, no sólo sobre estos 2 pobres chicos, sino incluso sobre los suyos, no se sumarán a un festejo por la muerte de mis clientes.
Ellos pedirán que el derramamiento de sangre se detenga, y que los sentimientos normales del hombre, vuelvan a su lugar.
Con el tiempo lo pedirán más y más.
Pero, su Señoría, lo que ellos pidan, no cuenta.
Sé qué es lo fácil.
Sé que no sólo estoy aquí parado por las desafortunadas vidas de estos 2 chicos, sino también por todos los muchachos y muchachas.
Por todos los jóvenes, y también hasta cierto punto, por todos los viejos.
Estoy aquí, pidiendo por la vida, entendimiento, caridad, amabilidad, y la infinita piedad que nos ocupa a todos.
Estoy pidiendo que sobrepasemos la crueldad con amabilidad, y el odio con el amor.
Su Señoría, usted está parado entre el pasado y el futuro.
Usted puede colgar a estos 2 muchachos.
Pero haciendo eso, usted estará mirando hacia el pasado.
Haciendo eso, hará más difícil para todos los chicos jóvenes el transitar por la infancia con ignorancia, con todos los desafíos y tentaciones que conllevan en secreto.
Haciendo eso, lo hará más difícil para los que aún no han nacido.
Usted puede salvar a estos 2 chicos, y les hará más fácil a otros chicos que pasen por la misma situación, el estar ante una Corte.
Lo hará más fácil para todo ser humano con una aspiración y visión, y una esperanza.
Pido por el futuro; pido por un tiempo en que ni el odio ni la crueldad reinen en los corazones de los hombres.
Para cuando podamos aprender con razón y juicio, y entendimiento y fe, que todas las vidas merecen ser salvadas, y que la piedad es el mayor atributo del hombre.
Siento que debo disculparme por el extenso periodo de tiempo que me he tomado.
Tal vez, este caso no sea tan importante como aparenta, pero estoy seguro que no debo afirmar a La Corte, o decirles a mis amigos que haría todo este mismo esfuerzo, tanto por los pobres como por los ricos.
Si tengo éxito, mi mayor premio y esperanza, será por aquellos incontables desafortunados que tienen que recorrer el mismo camino de infancia ciega que han transitado estos 2 muchachos.
Que he ayudado en algo a que los humanos entiendan, a moderar la justicia con piedad, para sobrepasar al odio con amor”
En el fondo, la reflexión es que “hagas lo que hagas, no puedes escapar a tu destino”
Resulta curioso, que estos 2 seres abyectos, que tanto leyeron a Nietzsche, no encontraran esta cita del filósofo alemán:
“Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos”
A 58 años del film, y 92 años del caso real, este sigue siendo un tema bastante actual, con partidarios a ambos lados de la discusión.
“If there is any way of destroying hatred and all that goes with it, it's not through evil and hatred and cruelty, but through charity, love, understanding”
Why not read something?
Why not think... instead of blindly shouting for death?”
El “crimen perfecto” es un crimen hecho con tal planificación y capacidad que no deja sospechas, y el culpable no puede ser encontrado; el término también puede referirse a la delincuencia que no se detecta después de cometerse, o incluso cuando sale de las sospechas para justificar una investigación.
Por otra parte, la compulsión o el impulso criminal, es un término usado en psicoanálisis, que define a un sujeto aparentemente sano, que presenta una conducta adictiva u obsesiva irresistible ante una determinada situación subyugante.
Decía Erich Fromm, psicoanalista, psicólogo social, y filósofo humanista alemán:
“La envidia, los celos, la ambición, todo tipo de avidez, son pasiones.
El amor es una acción, la práctica de un poder humano, que sólo puede realizarse en la libertad, y jamás como resultado de una compulsión”
Pero:
¿Qué justifica, o qué motiva este tipo de comportamientos?
¿El ocio, el ansia de emociones excitantes fuera de lo normal; la lectura de un libro?
La sombra de Caín es alargada, y no conoce de clases sociales o niveles económicos; por eso, nuestra sociedad, acostumbrada a los asesinos de baja estofa, no deja de sorprenderse cuando salta la noticia entre las clases altas, donde también hay desalmados.
Nathan Freudenthal Leopold, Jr., y Richard Albert Loeb, más conocidos como “Leopold y Loeb”, fueron 2 estudiantes adinerados de la Universidad de Chicago, quienes secuestraron y asesinaron a Robert “Bobby” Franks en 1924, en Chicago, en lo que fue descrito por la prensa como “el crimen del siglo”
Según sus declaraciones, ambos asesinaron a Franks, para demostrar su inteligencia superior al resto, cometiendo “el crimen perfecto”
Nathan Leopold, nació en 1904, en Chicago, Illinois, siendo hijo de una muy adinerada familia de inmigrantes judíos procedentes de Alemania.
Leopold fue un niño prodigio, quien pronunció sus primeras palabras a la edad de 4 meses, y que obtuvo un cociente intelectual de 210, aunque los antiguos estudios de inteligencia, no son compatibles con los de la actualidad.
Para la época en la que cometió el crimen, ya había obtenido un diploma menor de la Universidad de Chicago, con honores de Phi Beta Kappa, y planeaba ingresar a la Escuela de Derecho Harvard, luego de unas vacaciones con su familia en Europa.
Según sus boletines de estudio, se había interesado en al menos 15 idiomas extranjeros, de los cuales manejaba 5 con fluidez; además, había alcanzado cierto renombre nacional en ornitología.
Mientras Loeb nació en 1905, en Chicago, siendo hijo de Anna Henrietta y Albert Henry Loeb, un adinerado abogado y ex-vice Presidente de Sears, Roebuck and Company.
Su padre era judío, y su madre católica; y al igual que Leopold, Loeb era extremadamente inteligente; pero aunque salteó varios grados en la escuela, y se convirtió en el graduado más joven de la Universidad de Michigan a los 17 años de edad, era descrito como “holgazán, desmotivado, y obsesionado con el crimen”, pasando la mayor parte de su tiempo, leyendo novelas sobre detectives.
Al igual que Leopold, Richard Loeb había sido un niño físicamente débil, pero nunca tuvo ninguna enfermedad seria.
No fue sexualmente precoz, y no recibió una educación sexual por parte de sus padres, que trataban a sus hijos con excesiva indulgencia y amabilidad, aunque existía poca intimidad entre ellos.
Hay que señalar, que la relación entre los 2 chicos era algo más que una amistad, era una relación homosexual en una época poco apropiada; y además, una relación enfermiza, con lazos de dependencia y dominación, capaces de conducir al infierno a cualquiera.
La inteligencia, no siempre protege de los sentimientos…
Finalmente, Bobby Franks tenía 14 años, y era el 3° hijo del matrimonio judío formado por Jacob y Flora Franks.
A pesar de que sus familiares se asentaron en Chicago en el siglo XIX, Bobby fue educado por sus padres en las creencias del cristianismo.
Aunque vivían entre los ricos líderes de la comunidad judía, la familia Franks nunca fue totalmente aceptada en sociedad.
En la escuela local Harvard, a Bobby se le consideraba un alumno brillante, con una especial habilidad para la oratoria; y 2 semanas antes de su muerte, participó en un debate escolar sobre la pena capital, mostrándose a favor de su abolición.
También le gustaba el béisbol y el tenis; era un joven vivaracho, sonriente, con una gran facilidad de palabra.
Superficialmente, se parecía a Richard Loeb…
Así pues, Leopold y Loeb, crecieron en la zona sur de Chicago conocida como Kenwood, un vecindario de clase social alta.
La familia Loeb era dueña de un local multieventos en Charlevoix, Michigan, además de su mansión en Kenwood, a 2 manzanas de los Leopold.
Aunque Leopold y Loeb se conocían de pequeños, particularmente cuando jugaban por el vecindario, su relación no fue tan cercana, hasta que ambos ingresaron a la Universidad de Chicago, y comenzaron a compartir un mutuo interés en el crimen.
Leopold estaba particularmente fascinado por el concepto de Friedrich Nietzsche sobre los “súperhombres” o “Übermensch”, individuos trascendentales, con extraordinarias e inusuales habilidades, cuyos intelectos superiores les permitían ascender por sobre las leyes y reglas a las que están sometidos los seres humanos “más inferiores”
Leopold admitió creer que era uno de estos individuos, y que por tanto, de acuerdo con los pensamientos de Nietzsche.
No estaba atado ni sometido a las leyes, ni a ninguna regla ética y moral de la sociedad.
Leopold, logró convencer a Loeb, de que él también era alguien superior…
En una carta a Loeb, Leopold escribió, “un súperhombre... está, debido a ciertas cualidades inherentes en él, exento de las leyes ordinarias que gobiernan a los hombres.
No es responsable de nada de lo que haga”
Leopold y Loeb, creían encarnar a esta figura; y es fácil entender, cómo el tímido e introvertido Nathan Leopold, llegó a considerar a Richard Loeb como Nietzsche consideraba a César Borgia...
Estaba enamorado de él, pero aunque no lo hubiera estado, le hubiera temido y admirado de igual modo.
Para el otro chico, esto era de lo más natural, carecía por completo de la timidez que caracterizaba a su amigo; y con esa firma creencia de superioridad, ambos comenzaron a cometer ciertos delitos que les aseguraban que las leyes ordinarias de los hombres, no eran aplicables a ellos.
Entre sus primeros delitos se encontraba el robo y el vandalismo; poco después, ingresaron en una casa de alojamiento para estudiantes varones, y robaron cuchillos, una cámara, y una máquina de escribir, que luego utilizarían para escribir el pedido de rescate.
Entusiasmados por no ser aprehendidos, comenzaron a cometer delitos más serios, como incendios provocados.
Sin embargo, desilusionados de la ausencia de cobertura mediática de sus delitos, comenzaron a planear lo que ellos denominaron sería, “el crimen perfecto”, que atraería interés general, y les confirmaría sus ideas de superioridad.
Leopold, de entonces 19 años; y Loeb de 18, acordaron en el asesinato de un muchacho joven, como su “crimen perfecto”
Pasaron meses planeando los detalles, desde la manera del secuestro, hasta la forma en la que se desharían del cuerpo…
Para hacer su crimen más notable, planearon pedir un rescate a la familia de Franks, mediante un elaborado sistema de comunicaciones que involucraría también a un teléfono.
Utilizando la máquina de escribir que habían robado, anotaron los últimos detalles de lo que sería la petición formal de rescate.
Escogieron un cincel como el arma para asesinar al joven, y compraron uno.
Luego de una exhaustiva búsqueda de una víctima que les pareciera apropiada, los jóvenes recorrieron el campus de la Escuela de Harvard para Niños, donde Leopold y Loeb habían sido educados.
Finalmente, se decidieron por Robert “Bobby” Franks, de 14 años, hijo de un adinerado empresario de Chicago; y que Loeb conocía bien.
En la tarde del 21 de mayo de 1924, conduciendo un automóvil que habían rentado bajo un nombre falso, Leopold y Loeb le ofrecieron un aventón a Franks, quien caminaba a su casa desde la escuela.
En principio, el chico se negó, alegando que sólo estaba a 2 manzanas de su casa, pero Loeb lo persuadió para que subiera y charlar sobre una raqueta de tenis que había comprado…
El chico subió al auto, y se sentó en el asiento delantero del acompañante, mientras que Leopold conducía, y Loeb estaba en el asiento trasero con el cincel.
A poco de subir, Loeb golpeó a Franks repetidamente en la cabeza con el cincel, y lo arrastró a la parte trasera del automóvil donde lo asfixió con un trapo hasta matarlo.
Con el cuerpo en el suelo del coche, ambos condujeron hacia un lago en Hammond, Indiana, unos 40km al sur de Chicago.
Al caer la noche, desnudaron el cuerpo, y se deshicieron de las ropas, para luego colocar el cuerpo en una obra de drenaje, cerca de unas vías ferroviarias.
Para tratar de dificultar las tareas de reconocimiento, Leopold y Loeb, arrojaron ácido clorhídrico sobre el rostro y los genitales del chico.
Para cuando el dúo regresó a Chicago, la ciudad ya sabía de la desaparición de Bobby Franks.
Esa misma noche, Leopold llamó por teléfono a la madre de Franks, identificándose como “George Johnson”, e informándole que su hijo había sido secuestrado, y que los pasos a seguir, entre los que se contaba el pago de un rescate, seguirían luego.
Luego de enviar la nota mecanografiada a la familia de Franks, Leopold y Loeb quemaron sus ropas ensangrentadas, limpiaron lo mejor que pudieron la sangre del tapizado del vehículo rentado, y ambos pasaron el resto de la noche jugando cartas.
A la mañana siguiente, los Franks recibieron la nota de rescate, y Leopold llamó nuevamente a la familia, indicándoles los primeros pasos que debían seguir para pagar el rescate.
El intrincado plan de recolectar el dinero de Leopold y Loeb, se vio frustrado cuando, antes de que los Franks comenzaran el camino a pagar por la liberación de su hijo, un hombre avisara a la policía, de que había encontrado el cuerpo de un chico que coincidía con los rasgos de Bobby Franks...
Al enterarse de esto, Leopold y Loeb destruyeron la máquina de escribir, y quemaron una bata de baño que habían utilizado para mover el cuerpo.
Mientras tanto, la policía de Chicago lanzó una investigación masiva, ofreciendo recompensa a cambio de información.
Mientras que Loeb seguía con su vida normalmente, Leopold hablaba libremente con la policía y la prensa.
Leopold incluso le dijo a un detective que si él “fuera a asesinar a alguien, escogería a alguien como el niñito arrogante que era Bobby Franks”
Al tiempo que se investigaba la zona donde habían hallado a Franks, la policía encontró un par de anteojos…
Aunque en tipo y tamaño eran comunes, los anteojos tenían un tipo de mecanismo de abierto y cerrado único, y que sólo 3 personas habían comprado anteojos de ese tipo en Chicago; uno de ellos, era Nathan Leopold.
Cuando fue confrontado con esa evidencia, Leopold dijo que se le pudieron haber caído mientras estudiaba los pájaros de la zona.
Sin embargo, la máquina de escribir destruida, fue descubierta poco después.
Leopold y Loeb, fueron llamados por la policía a que declararan formalmente.
Los jóvenes le dijeron a la policía, que en la noche del crimen, habían levantado a 2 mujeres de la carretera, y que las habían dejado en un campo de golf cercano a Chicago, pero que nunca habían sabido sus apellidos.
La coartada cayó como falsa poco después, cuando el chófer de la familia Leopold le dijo a la policía, que esa noche, él estaba reparando el automóvil que los jóvenes habían dicho que habían usado.
La esposa del chófer confirmó a la policía, que el automóvil de Leopold estaba en el garaje de la casa.
Loeb, fue el primero en confesar, dijo que todo había sido planeado por Leopold, y que él simplemente se había limitado a conducir el automóvil.
Seguidamente, fue Leopold quien declaró, quien insistió en que él era el conductor del vehículo, y que Loeb era el asesino.
Años después, se conoció más evidencia, sobre todo algunos testigos oculares quienes dijeron que el que estaba conduciendo el vehículo, era Loeb, y que probablemente fuera Leopold quien asesinó al chico Franks.
Finalmente, ambos confesaron que habían cometido el asesinato, simplemente “por la adrenalina que les generaba tal acción”
También hablaron de su ilusión sobre los “superhombres” y sus aspiraciones de cometer “el crimen perfecto”
Leopold, hablando con su abogado, confesó que el crimen había sido un “ejercicio de inteligencia” para él.
“El asesinato fue un experimento”, le dijo a su abogado, agregando que le era tan fácil justificar el matar a un ser humano, como para un entomólogo el matar a una abeja.
El juicio contra Leopold y Loeb, se llevó a cabo en La Corte de Distrito de Chicago.
Enseguida, se convirtió en un espectáculo de la prensa; y fue categorizado como “El Juicio del Siglo”, y los estadounidenses alrededor del país, se preguntaban:
¿Qué podría conducir a los 2 jóvenes, bendecidos con todo lo que su sociedad podría ofrecer, para cometer un acto tan depravado?
Luego de que fueron aprehendidos, los padres de Loeb contrataron al renombrado abogado abolicionista, Clarence Seward Darrow.
El letrado, era conocido por sus opiniones liberales, por apoyar a los marginados, y por su adhesión a ideas científicas más que religiosas.
De hecho, Darrow fue directivo de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, y georgista; y se hizo famoso por defender a John Thomas Scopes en El Juicio Scopes, llamado “El Juicio del Mono” en 1925, un año después de este caso.
Así las cosas, en el verano de 1924, Darrow asumió el caso, del que se rumoreó que los Loeb pagaron $1 millón; tanto que durante el juicio, los periódicos dijeron que Darrow estaba presentando una “defensa de $1 millón” para las 2 familias ricas.
Muchos estadounidenses comunes, se enfadaron por su aparente avaricia… por lo que hizo que las familias emitieran una declaración, en la que insistieran en que no habría grandes honorarios legales, y que sus honorarios serían determinados por un comité compuesto por oficiales de La Asociación de Abogados de Chicago.
Se supo después del juicio, que Darrow sugirió que $200.000 serían razonables.
Después de largas negociaciones con las familias de los acusados, terminó recibiendo unos $70,000 en honorarios brutos, los cuales, después de gastos e impuestos, anotaron $30,000, por valor de $375,000 en 2016.
Clarence Darrow, dejó bien claro que, en primer lugar, la riqueza de los padres de los acusados, no iba a servirles de nada en este caso; y que en segundo lugar, no habían sido motivos económicos los que impulsaron a los 2 jóvenes a cometer el crimen, tal y como sostenía la acusación; al tiempo que era generalmente aceptado, de que la defensa de los 2 jóvenes se basaría en “no culpables por enajenación mental”
Darrow concluyó, que un juicio por jurado terminaría casi con seguridad en condena, y en una sentencia de pena de muerte para ambos.
Por tanto, Darrow escogió que los jóvenes se declaran culpables ante el juez de la Corte de Circuito del Condado de Cook, John R. Caverly, con la esperanza de convencerlo de que les impusiera la pena de cadena perpetua.
Es decir, Darrow sorprendió al fiscal, cuando hizo que los asesinos se declararan culpables, para evitar un jurado de venganza, y presentar el caso ante un solo juez, sin jurado.
El juicio, en realidad, fue una larga audiencia de sentencia en la que Darrow sostuvo, con la ayuda de un testimonio de expertos, que Leopold y Loeb estaban mentalmente enfermos.
El Estado por su parte, presentó a más de un centenar de testigos que describieron el crimen.
La defensa, por el contrario, presentó numerosos análisis psiquiátricos, para que pudieran lograr establecer factores mitigantes.
Cuando se le preguntó, por qué cometieron el crimen, Leopold dijo a sus captores:
“Lo que llevó a Richard a querer hacer esto, y me llevó a querer hacer esto era una especie de puro amor a la emoción... el amor imaginario de las emociones, haciendo algo diferente... la satisfacción y el ego de poner algo más”
Aunque generalmente se considera que Richard Loeb, por lo menos aparentemente, era el motor que impulsó el crimen, los psiquiatras de la defensa, descubrieron que la personalidad de Loeb era más compleja y perversa.
Cuando el doctor William Healey testificó que “este crimen es el resultado del impulso de una mente enfermiza… debido a la personalidad anormal de Leopold, cuyos sentimientos e ideas eran propios de un paranoico…
Todo lo que quería hacer estaba bien, incluso raptar y asesinar.
No daba cabida ni a la compasión ni a los sentimientos…
Él está en lo cierto, y es el mundo el que está equivocado”
El doctor Bernard Glueck, describió a Loeb diciendo que mostraba una “ausencia total de sentimientos normales”
Este chico, declaró, podía orientarse sólo intelectualmente.
No demuestra ningún sentimiento por lo que le rodea.
De hecho, Loeb se aburrió durante el examen psiquiátrico, incluso llegó a quedarse dormido durante algunas sesiones.
Por el contrario, Leopold disfrutaba con estas sesiones de análisis.
El alegato de más de 12 horas de Darrow, es tomado como un ejemplo en lo que refiere a crítica y oposición a la pena de muerte, al considerarla “justicia retributiva” y no “rehabilitadora”; y fue categorizado como una pieza exquisita de defensa; tanto que cuando terminó el juicio, se lo nombró como el mejor alegato de su carrera; ya que su principal tema de debate, fueron los “métodos y castigos inhumanos” del sistema judicial estadounidense.
En repetidas ocasiones, Darrow hizo hincapié en las edades de los “muchachos”, antes de La Guerra de Vietnam, la mayoría de edad era de 21 años; llamándoles “chicos” o “Dickie Loeb” y “Babe Leopold”, para subrayar que no habían alcanzado aún la edad de la razón y la madurez; y hablaba de ellos afectuosamente en un esfuerzo por suavizar la imagen que el público tenía de ambos.
Incluso, de vez en cuando les miraba con aire de tristeza y melancolía; y señaló que “nunca hubo un caso en Chicago, donde por culpabilidad de un niño menor de 21 años había sido condenado a muerte”
Su petición fue diseñada para ablandar el corazón del juez John Caverly, pero también para moldear la opinión pública, para que Caverly pudiera seguir precedentes sin un alboroto demasiado grande, y alegó locura momentánea, utilizando la homosexualidad de los muchachos; que para la sociedad del momento, la homosexualidad era poco más o menos considerada una desviación que evidenciaba una enfermedad mental subyacente.
Asimismo, subrayó la influencia en Leopold del filósofo al que se acusa de matar a Dios, pero, y esa observación podría tener plena vigencia en la actualidad, señaló que Nietzsche había influido en una mente ya “enfermiza” o predispuesta:
“Nathan Leopold, no es el único joven que ha leído a Nietzsche, pero quizás sea el único en el cual su influencia se manifestó así…”
Sin embargo, lo que más conmocionó a la sociedad del Chicago de los años 20, fue que los 2 asesinos no eran esta vez 2 desarraigados arrabaleros, hijos de familias desestructuradas...
Eran 2 muchachos de clase alta, que no tenían carencias afectivas, y eran inteligentes y educados; pero que simplemente se aburrían…
Y Darrow tuvo éxito.
El alegato disuadió al juez, quien condenó a ambos a cadena perpetua, más 99 años adicionales por el delito de secuestro.
El caso de Leopold y Loeb planteó, en un juicio bien publicitado, la permanente afirmación de Darrow, de que las influencias psicológicas, físicas y ambientales, no una elección consciente entre el bien y el mal, controlan el comportamiento humano.
Los testigos periciales psiquiátricos de Darrow, testificaron que ambos “eran decididamente deficientes en emoción”
Darrow, más tarde argumentó, que la emoción es necesaria para las decisiones que las personas toman.
Cuando alguien intenta ir en contra de cierta ley o costumbre que está prohibida, escribió, debe sentir una sensación de repulsión.
Como ni Leopold ni Loeb tenían un sistema emocional activo, no se sentían revueltos.
No obstante, Loeb fue asesinado por otro reo en prisión, en el año 1936; mientras que Leopold fue puesto en libertad condicional en 1958, y se mudó a Puerto Rico donde vivió hasta su muerte.
El argumento final de Darrow, se publicó en varias ediciones a finales de los años 20, y principios de los 30, y fue reeditado al momento de su muerte.
Mientras, los 2 jóvenes aprendices de periodista:
James W. Mulroy y Alvin H. Goldstein del Daily News de Chicago, fueron obsequiados con El Premio Pulitzer en 1925, por reportar los incidentes; y por contribuir de manera clara y definitiva a la resolución del caso.
Sus indagaciones, y el retrato que proporcionaron de esos 2 agresores, con una alta capacidad intelectual, provenientes de una clase acomodada y con un brillante futuro universitario, fue suficiente aval para que recibieran el más carismático reconocimiento que se le podía otorgar a un periodista; y muchos libros se han escrito sobre este caso:
En 1956, Meyer Levin, un periodista de Chicago, escribió la novela “Compulsion”
Otros relatos sobre el caso, han sido “The Amazing Crime and Trial of Leopold and Loeb” (1957) de Maureen McKernan; y “The Crime of the Century” (1975) de Hal Hidgon.
En abril de 1990, la obra de teatro, “Never the Sinner” de John Logan, que reexamina el caso, se estrenó en el Play-house Theatre de Londres.
También se han hecho al menos 4 adaptaciones cinematográficas de Hollywood del caso:
El primero fue Alfred Hitchcock con “Rope” (1948); luego “Compulsion” (1959); el tercero fue de Tom Kalin con “Swoon” (1992), y el cuarto de Barbet Schroeder con “Murder by Numbers” (2002)
“The neighborhood is swarming with kidnappers and degenerates!”
Compulsion es un drama del año 1959, dirigido por Richard Fleischer.
Protagonizado por Orson Welles, Diane Varsi, Dean Stockwell, Bradford Dillman, E.G. Marshall, Martin Milner, Richard Anderson, Robert F. Simon, Edward Binns, Robert Burton, Wilton Graff, Louise Lorimer, Gavin MacLeod, entre otros.
El guión es de Richard Murphy, basado en la novela homónima de Meyer Levin; quien se inspiró para escribirla en el caso de Leopold y Loeb.
Compulsion es la primera película producida por Richard D. Zanuck, realizada 35 años después del verdadero asesinato; por lo que los nombres fueron cambiados para evitar problemas legales; aunque la historia era obviamente una recreación disimulada del caso de asesinato de Nathan Leopold y Richard Loeb, el departamento legal de 20th Century Fox, seguía preocupado por una posible demanda por parte de Leopold; que hizo un gran esfuerzo por no mencionar a Leopold o Loeb en la película, comunicados de prensa y entrevistas.
Sin embargo, aparentemente había una mala comunicación con el departamento de publicidad, ya que cuando apareció la película, los anuncios en los periódicos decían:
“Basado en el famoso caso de asesinato de Leopold y Loeb”
Por tanto, Leopold demandó a los cineastas.
No reclamó difamación, calumnia, ni nada falso o difamatorio sobre la película.
En su lugar, reclamó una invasión de la privacidad.
El tribunal rechazó su reclamación, en parte porque Leopold ya había publicado su propia autobiografía, “Life Plus 99 Years”, publicando esencialmente los mismos hechos.
Compulsion estuvo nominada a La Palme d’Or en El Festival Internacional de Cine de Cannes, cosechó los premios en la categoría de Mejor Actor para sus 3 principales intérpretes:
Orson Welles, Bradford Dillman, y Dean Stockwell.
Siendo este, un tremebundo análisis de una patología homicida, tan bien ambientado e interpretado, como fotografiado en un propicio Cinemascope.
Si a eso sumamos el hecho de que ésta es una de esas películas que tienen un alto contenido pedagógico, pues la conclusión a la que llegamos, es que ya no se hacen películas como Compulsion.
La acción tiene lugar en Chicago, en 1924.
Arthur “Artie” Strauss (Bradford Dillman), vanidoso, pérfido y paranoico; y Judd Steiner (Dean Stockwell) frágil, influenciable y ducho en asuntos ornitológicos; son 2 jóvenes estudiantes de familia acomodada.
Conscientes de que poseen una inteligencia superior a lo común, deciden cometer un crimen sin dejar cabos sueltos, un “crimen perfecto”, simplemente por el hecho de creerse superiores al resto de los mortales.
De tal manera que secuestran y asesinan a golpes a un niño llamado Paulie Kessler, y esconden su cadáver.
Pero será un descuido cometido por Judd, al dejar caer sus gafas en la escena del crimen, lo que hará que pronto la policía los tome por sospechosos.
Una vez concluida la investigación, y acusados los 2 jóvenes de asesinato, se abre la segunda fase en la película:
La fase del juicio, donde entra en escena Jonathan Wilk (Orson Welles), el abogado defensor, quien realizará, en un prolongado discurso, una defensa de la vida en contra de la pena capital, que es la solicitada por la fiscalía contra los acusados.
Así pues, Compulsion se divide en 2 partes bien diferenciadas:
Una primera, que juguetea con el “thriller” psicológico; y la segunda, que entra de lleno en el cine de juicios, tan del gusto del público en general.
La historia vale los 120 minutos, llenos de drama, crimen, manipulación, desviaciones macabras, homosexualidad, cuando era considerada enfermedad; esquizofrenia, pena de muerte y justicia…
Las comparaciones entre este caso y el nazismo, quedan pues también bastante en evidencia.
Muy adelantada a su tiempo, mucho antes de “Psycho” (1960) de Alfred Hitchcock, aquí bebe también algo de “Rope” (1948) con las sutilezas y el tema de fondo: ¿Existe el crimen perfecto?
“To the perfect crime!”
El director Richard Fleischer, dirigió la nada desdeñable cifra de 40 películas, la mayoría de las cuales tuvieron una buena acogida en taquilla.
Probó con géneros muy diversos, aunque se movía especialmente bien en historias de aventuras, fantasía o suspense.
No tenía el talento de los grandes directores, pero su forma de trabajar era tremendamente efectiva; y Compulsion es un buen ejemplo de ello.
Firmada con un pulso preciso que permite que en ningún momento decaiga nuestra atención, su factura técnica es envidiable; pues vio inmediatamente, cómo el nuevo formato “scope” podía ser empleado para enriquecer su expresión personal, que ayudará, por ejemplo, a exteriorizar los distintos aspectos de un tejido social particular, al ligar más estrechamente y con más naturalidad a unos y otros en el interior del plano, y al permitir que muchos planos, aparentemente sencillos, tengan de hecho la misma densidad, la misma complejidad que algunos planos secuencia ultrasofisticados rodados en el antiguo formato.
En efecto, la descripción del tejido social en el que evolucionan los personales, es decir, la actualización de un conjunto de secretos, de jerarquías, de luchas de poder más o menos disimuladas, la revelación de las relaciones que cada uno, de un extremo a otro de la escala social, mantiene con el tema omnipresente de la violencia, no es únicamente un marco, un fondo, un decorado, sino el tema mismo de la obra.
Formalmente apuesta por una puesta en escena muy atrevida.
Quizás Fleischer quedara bajo el yugo de la renovación formal que estaba empezando a sentirse en el mundo del cine en aquellos mismos años; y la película recupera de hecho, una distorsión muy parecida a la que encontramos en las primeras película de Orson Welles.
Aquí, Fleischer emplea un gran contraste en la fotografía realizada en blanco y negro, mientras que emplea una gran cantidad de angulaciones y planos realmente atípicos para lo que venía siendo su cine, y se nota ciertamente, una influencia del cine negro más expresionista.
La filmación en blanco y negro, le da cierto tono ceremonioso a la cinta, a la vez que ayuda a lograr la atmósfera de pesadumbres que ronda en la ciudad, luego del descubrimiento de tan macabro crimen.
De la misma forma, el blanco y negro ayuda a enmarcar que se trata de un film situado en la época de los crímenes; por lo que Richard Fleischer se sirve de un guión muy bien estructurado, y por otra parte, sencillo y efectivo:
En primer lugar, intentando describir la psicología de los 2 criminales:
Judd Steiner, inspirado en Nathan Leopold; y Artie Strauss inspirado en Richard Loeb.
En segundo lugar, mostrando fríamente los hechos correspondientes a la investigación criminal, a través de la conducta del fiscal Harold Horn (E.G. Marshall)
En tercer lugar, por medio del funcionamiento de la maquinaria judicial, retomando a los 3 personajes anteriores, y añadiendo un cuarto:
El abogado defensor, Jonathan Wilk.
Y hay también una latente homosexualidad entre los 2 jóvenes, que el cineasta nos lo presenta de forma solapada...
Así pues, tenemos una primera parte que nos presenta a los jóvenes asesinos, su entorno, y la investigación hasta su captura, todo ello en 1 hora y 20 minutos; y una segunda parte de casi 40 minutos, que es el propio juicio, con la aparición de Orson Welles; de un ritmo intenso, y de unos intérpretes que se empapan de sus personajes.
Compulsion en la primera parte, dedica bastante tiempo a escudriñar en las complejas personalidades de este par de jóvenes, y en mostrar cuales fueron sus motivaciones para cometer tal horrendo crimen.
Durante el transcurso de la cinta, se sugiere la homosexualidad de los protagonistas, sin que esta se haga evidente en algún momento.
De la misma forma, se establece una relación de dependencia, en donde Judd, el más frágil e introvertido, busca la constante aprobación de Arthur, que presenta una personalidad más extrovertida y dominante.
Esta búsqueda por aceptación, se ve en numerosos episodios del film, como por ejemplo, en la escena inicial, donde intentan atropellar al borracho.
A pesar de que Judd no tiene intención de arrollar al hombre, pero debido a que Arthur lo amenaza con dejarlo, el joven se ve en la obligación de cometer el acto para no perderlo.
Ya desde esa primera escena, quedan perfectamente definidos, así como establecida su relación tóxica y dependiente.
Judd es el atormentado, y aparentemente el más débil, retraído y manipulable, pero también el más consciente, y el que más posibilidades tiene de llegar algún día a entender que se convirtió en un monstruo, en el que se puede plantar la duda… en sus planteamientos, como se da cuenta el personaje de Orson Welles, aunque por otro lado muestra su frialdad, una inteligencia y sensibilidad especial.
Es un joven herido, rechazado, y que siente la soledad.
Por otro lado, Artie da miedo en su amoralidad y falta de empatía, es extrovertido, escandaloso, y no mide la consecuencia de sus actos, se ríe de todo…
Una relación de claras connotaciones homosexuales, muy bien insinuadas en la trama, claramente tomadas del caso real.
Pero en tiempos de censura, este tipo de cosas no podían mostrarse como eran, así que un modélico guión, una dirección inspirada, y 2 interpretaciones de altura, mostraron lo que no se podía enseñar.
A las miradas de admiración de un inspirado Dean Stockwell, hay que sumar la excelente secuencia, por arriesgada, del intento de violación frustrado, en el que Judd queda completamente al descubierto; y es que suena bastante inverosímil, que a Ruth Evans (Diane Varsi) que Judd ha intentado violar, sienta todavía simpatía y pena por su agresor, a menos que ese “sólo lo intentó”, se refiera a que realmente no era heterosexual, y no lo consumó por ello.
A destacar numerosos aciertos, como no mostrar la secuencia del crimen; y llama la atención, el increíble ritmo con el que Fleischer marca los acontecimientos, sobre todo durante la investigación criminal, en la que incluso Arthur se permitirá el lujo de juguetear con la ley, hasta límites insospechados.
En ese tramo, cobran fuerza además de las 2 interpretaciones, la excelente ambientación del Chicago de los años 20, y los distintos comportamientos de ricos y pobres, algo que será esencial para el juicio del segundo tramo.
Fleischer, planifica las secuencias centradas en el personaje de Judd, siguiendo la estrategia de la tensión, es un joven emocionalmente inestable y dependiente de su amigo Artie, a quien admira, cuya inestabilidad es causa de tensiones y desequilibrios que el cineasta maneja con habilidad en la puesta en escena, sirviéndose del cinemascope, y una estupenda fotografía.
Artie es el líder espiritual de la pareja, y quien proclama con más convicción la necesidad de vivir una vida desprovista de emociones humanas:
“La maldad es bella”, llega a decir sin rubor.
Su frialdad es el eje dramático del film, y su violencia interior subyace permanentemente.
Muy acertadamente, en ese segundo tramo, Arthur y Judd, ceden su protagonismo, sabemos todo lo que hay que saber de ambos, al que será su abogado defensor, Jonathan Wilk, bajo el rostro de un imponente Orson Welles; y con él, aparecen las motivaciones filosóficas, y en un acierto de guión, el abogado Wilk, ateo convencido, se concentra en conseguir, no la inocencia por un crimen de sobra probado gracias a unas fatídicas gafas caídas en el momento del asesinato, sino en conseguir que la condena no sea la pena capital.
Para ello, apelará al sentido común del ser humano en uno de los discursos más estremecedores que se hayan recitado jamás.
Casi 10 minutos de pura y dura verdad, que golpea sin compasión a un espectador que no se lo espera.
Un discurso tan bien expuesto, que debería ser enseñado en todas las escuelas del mundo; y no, no exagero.
Otro aspecto al que se la da bastante importancia, es al polémico tema de la pena de muerte.
Jonathan Wilk, durante su discurso de cierre en el juicio, que es uno de los monólogos más largos de la historia del cine, clarifica su visión acerca de este tipo de castigo, visión que hasta el día de hoy, puede ser compartida o rebatida.
Para él, no existe beneficio alguno de castigar un asesinato quitando otra vida, el solo hecho de pensarlo, o buscar tal opción, nos convertiría en algo parecido a los mismos asesinos.
Se trata de un castigo totalmente inútil, que como él clarifica, no ayuda a disminuir la tasa de crímenes.
Finalmente, afirma lo que puede ser su argumento de más peso moral, que nadie tiene el derecho de quitarle la vida a otra persona, por muy culpable que esta sea.
Es importante mencionar, que el abogado, a pesar de hacer alusiones al estado psicológico de los individuos, en ningún momento niega su culpabilidad, y la frialdad con la que cometieron el crimen, sino que más bien apela a la conciencia de una sociedad mayormente católica, a las cuales, el asesinato sea por la razón que sea, les debiera parecer una acción censurable.
Compulsion expone, cómo la aplicación de la pena de muerte, no soluciona lo que pretende, hacer desaparecer los crímenes brutales, o que sirva de castigo y escarmiento para disuadir o aplicar sin más el ojo por ojo, pero por parte del Estado…
Pero no narra una historia fácil:
Los condenados, no solo son culpables, sino que ni siquiera parece que vayan a arrepentirse por sus acciones.
Son 2 jóvenes de familias ricas, que queriendo mostrar su superioridad sobre los demás, se creen con el derecho de asesinar, como si fuera un juego.
Uno aplica malamente sus clases de filosofía, sobre todo a Nietzsche.
Y el otro es un descerebrado, y un amoral consentido.
Y tal y como los presenta, es difícil sentir cierta empatía con ellos, y ese es el difícil reto que tienen 2 de los personajes clave de esta interesante película.
Además, los 2 están atrapados en una relación tóxica, que no les hace ningún bien, se hacen daño, y crean una dependencia enfermiza.
Por otra parte, están atrapados en otras cárceles, como son sus propias familias, y sufren también la represión sexual, donde no pueden explicitar su homosexualidad, siempre latente.
Del reparto, Orson Welles encarna a Jonathan Wilk, un veterano abogado, ateo, que cree en la justicia, pero no en la pena de muerte instaurada por El Estado.
Sus años de oficio, le hacen ver que la crueldad genera más crueldad; y le hacen dudar más todavía sobre el ser humano; pero tiene claro que la pena de muerte no soluciona sino que enquista, y no cura a sociedades enfermas.
Finalmente cree, que la única manera de conseguir algo… si se consigue, es a través del amor, la compasión y el entendimiento, pero en sus significados más profundos.
Y que el odio, la venganza, fomentar las luchas y los conflictos, en este caso concreto, la lucha de clases, sus 2 clientes son hijos de familias acaudaladas; no solucionan nada.
Además de dejar claro, que poco se puede decir de un país, si se pone a la misma altura, y emplea la misma frialdad que la que han mostrado los jóvenes asesinos…
También, Wilk decide arrebatadamente en el inicio del juicio, declarar a sus clientes culpables, cuando en verdad esa determinación se acordó en una concienzuda discusión entre las familias de los criminales, los analistas, y los abogados, como la única posibilidad para comenzar a humanizar a los considerados socialmente, “pequeños monstruos”
En el argumento original de defensa, se hace hincapié en las siguientes afirmaciones:
Los asesinos son demasiado jóvenes para la pena de muerte, dicha sentencia solo traería mayor violencia a la sociedad, el crimen es resultado de los múltiples trastornos de ambos, pero entendido sólo en conjunto, presentaban una disfunción emocional.
En contrapartida, en la película, la tesis apela a la compasión, despliega parte de la culpa del crimen sobre los padres, pasa por alto el tema de, no nombrar la noción legal de insania, de lo que tanto se cuidaron en el libro, así no les tocaba el jurado; hablando explícitamente de la paranoia en Judd, y de la esquizofrenia en Artie.
Queda un final abierto, en el que Wilk, que en la obra es ateo, piensa en la existencia de Dios…
En un enfrentamiento con Judd, Wilk le responde desafiante, si acaso no fue el todopoderoso, quién dejó caer sus lentes...
Esto nunca sucede en el libro, y contrariamente, más que sostener la existencia de una divinidad, el texto apela a la filosofía materialista, y la fenomenología, y el psicoanálisis.
Como dato, durante su discurso de clausura, Jonathan Wilk menciona, que ha practicado la ley por 45 o 46 años…
Welles, sin embargo, tenía sólo 43 años cuando se hizo la película.
Y habiendo acabado de dirigir el “thriller” policial, “Touch Of Evil” (1958), que aunque se pasaba por alto en el momento en EEUU, Welles había ganado numerosos aplausos en festivales de cine europeos, y le molestó no haber sido contratado para dirigir Compulsion, y en consecuencia, su tiempo en el set, contractualmente limitado a 10 días, estaba lleno de tensión, y con frecuencia lanzaba berrinches contra los miembros del elenco y el equipo.
En su último día de producción, en una fiesta de despedida en su honor, Welles fue informado por el productor Richard Zanuck, que se cheque de pago había sido retenido por El Servicio de Rentas Internas.
Y es que Orson Welles estaba teniendo problemas fiscales durante la producción, y esto lo molestó tanto, que durante la subsiguiente sesión para grabar de nuevo el diálogo improvisadamente grabado; salió súbitamente del estudio, y abandonó el país.
Todo lo que quedaba para arreglar, eran 20 segundos de diálogo poco claro en el discurso climático.
Pero el editor William Reynolds, logró arreglar este problema sin Welles; tomó palabras y fragmentos de palabras que Welles había hablado antes en la película, y las reconstruyó una por una, en esos últimos 20 segundos.
¡Brillante!
Siempre desde un punto de vista humanista, Welles consigue convencer a su público, y al de la película.
Mientras Stockwell y Dillman hacen uno de los mejores papeles de sus carreras, totalmente intrigantes, seguros de su superioridad.
Dean Stockwell, es el asesino intelectual, el que sostiene la charla con su profesor acerca de la superioridad moral de ciertos hombres, entre los que evidentemente se incluye él mismo.
Su narcisismo y egoísmo, se unen a una homosexualidad no revelada, que acaba derivándole problemas psiquiátricos.
Su relación en realidad, es totalmente pasiva respecto al personaje interpretado por Bradford Dillman, que es el dominante.
Pese al gran intelecto que demuestra tener, su aprecio hacía Dillman es casi una manía.
Por otra parte, el personaje de Dillman, es el clásico sádico que disfruta con su violencia; un personaje quizá más simple, pero bien construido, y con alguna secuencia simbólica que nos define bien su esencia, como aquella que tiene lugar en el granero, cuando habla a su compañero acerca de la existencia de la “Cabra Judas”, aquella que lleva a sus compañeras hasta el matadero, sin que las otras se den cuenta...
Una clara alusión al espíritu de este mismo personaje.
Sin olvidar al gran E.G. Marshall, con un papel bastante bueno, sobre todo en los gestos mesurados, y los silencios elocuentes, como el fiscal del caso, que sabe llevar con frialdad e inteligencia la investigación, hasta conseguir la confesión, teniendo claro que es un caso estrella, y cuál tiene que ser la conclusión; sin posibilidad de buscar otros matices y miradas; en confrontación clara con el abogado ateo, pero que piensa y por eso duda, que no se mueve por dinero, y que decide defender a los 2 jóvenes asesinos.
Ahí, Orson presta su voz profunda, y su orondo, desencantado y cansado físico, que tenía solo 43 años, pero parece mucho mayor, a un monólogo de los que se quedan en la memoria.
Y del reparto femenino, en Diane Varsi, encarnando la bondad y la comprensión.
Técnicamente, Compulsion pertenece a un sector del cine Hollywoodense de esa época, que poseía guiones muy herméticos, y no se experimentaba con las tomas.
Sin embargo, Fleischer se anima un poco más, y se aventura con los planos.
Juega con las sombras y las luces geométricamente.
Un ejemplo es cuando Horn deja los lentes encontrados sobre la mesa de luz del hotel, donde interrogan a los muchachos, y van pasando las horas por la luz del sol en los mismos.
Otro plano interesante, es cuando refleja las caras de los chicos en un vidrio de los lentes, y la de Horn en otro.
O los picados/contrapicados para determinar quién manda en la relación de poder entre los 2 muchachos.
Compulsion adopta una postura bastante valiente, acusando en ciertos momentos al propio populacho de las ansías de sangre; y plantea más capas, hablando de manipulación, de los medios de comunicación, de los juicios donde ya está de antemano la sentencia dictada… y convierte unas gafas redondas, en todo un símbolo, en un detonante y en una duda… aunque muy curiosamente, ante la cadena perpetua, ellos mismos se rebelan, diciendo que hubieran preferido que los ahorcaran…
El paso del tiempo, no ha dañado ni un ápice a esta obra de un Fleischer realmente inspirado.
Una magnífica muestra de su hacer, cuya mayor virtud reside en su total ausencia de posicionamiento.
Si bien, el film termina siendo un alegato a favor de la vida, y eso bajo ningún concepto puede ser censurable, los hechos son expuestos con total objetividad, los personajes, algunos de cierta profundidad psicológica, son mostrados sin ningún tipo de maniqueísmo, algo realmente difícil de conseguir en este tipo de películas.
En años posteriores, Richard Fleischer haría 2 películas más sobre homicidios notorios de la vida real:
“The Boston Strangler” (1968) y “10 Rillington Place” (1971)
Como dato, en la obra original de Compulsion, incluía una secuencia en tiempo moderno, es decir, lo que pasó después; pero fue omitido de la película.
Y se mostraba a varios de los personajes, 30 años después de que la historia tuvo lugar.
La excelente banda sonora jazzística, es de Lionel Newman, uno de los miembros de la célebre saga de músicos, hermano del mítico Alfred, compositor de la música del logo de la Fox, que vemos al inicio de sus producciones.
Todo queda en familia…
“In those years to come, you might find yourself asking if it wasn't the hand of god dropped these glasses...
And if he didn't, who did?”
De los personajes, inicialmente, Leopold y Loeb fueron encarcelados en la Correcional Joliet; aunque se los trataba de mantener separados lo más posible, ambos se las ingeniaron para continuar con su relación.
Poco después, Leopold fue transferido al correccional Stateville, y poco después, Loeb también fue transferido allí.
Una vez reunidos, se dedicaron a dar clases en la escuela de la prisión.
Inicialmente, Leopold y Loeb recibían mucho dinero por parte de sus familias, hasta que el correccional decidió restringir el aporte familiar a $5, que utilizaban generalmente para comprar cigarrillos.
Los otros prisioneros, sin embargo, no sabían del recorte monetario de ambos, y tanto Leopold como Loeb, eran vistos como “los chicos ricos” que se convertían en blanco fácil para los otros reos.
Una vez, Leopold fue confrontado y amenazado con un cuchillo en el patio de la prisión, a petición de dinero.
Después de tratar de explicar que no tenía más dinero, Loeb se metió en medio, al igual que otros prisioneros, y el asunto quedó solucionado.
El recorte, también afectó a Loeb, debido a que parte del dinero que recibía, iba a parar a las manos de un reo:
James E. Day, como forma de soborno a cambio de que no lo lastimaran.
Luego de varios reportes de abuso y amenazas, Day fue separado de Loeb.
Y el 28 de enero de 1936, Leopold y Loeb trabajaban en la escuela de la prisión, cuando Day pasó por al lado de Loeb, y le dijo “te veo luego”
Loeb, fue luego atacado en las duchas con una navaja de afeitar... siendo atendido rápidamente.
Leopold llegó a ver a su compañero seriamente herido con cortes por todo el cuerpo, y se ofreció para ayudar, pero se le negó participación.
Luego de un breve intercambio de palabras con Leopold, Loeb murió; y Leopold lavó el cuerpo de Loeb en demostración de afecto.
Tenía 30 años.
Day, luego alegó que Loeb había intentado asaltarlo sexualmente.
Sin embargo, se cree que puede haber sido al revés.
Reportes indican, que Day deseaba favores sexuales de Loeb, quien se había negado.
Muchos dudaron de la teoría de Day, de que haya actuado en defensa propia.
Day, estaba intacto, mientras que Loeb había sufrido más de 50 heridas de cuchillo, incluyendo heridas de defensa propia en los brazos y manos.
La garganta de Loeb, también tenía cortes desde atrás, lo que sugería un ataque sorpresa.
De todos modos, una investigación aceptó la teoría de Day.
Las autoridades de la prisión, tal vez avergonzadas por la publicidad sensacionalista, que indicaba un decadente comportamiento en la prisión, aceptaron la teoría de defensa propia de Day.
En una de las más conocidas reacciones a la muerte de Loeb, está el encabezado por parte del periodista, Ed Lahey para el Chicago Daily News que decía:
“Richard Loeb, a pesar de su erudición, terminó hoy su sentencia con una proposición”
Algunos periódicos fueron más allá, alegando que Loeb merecía ese final, y felicitando a Day por haberlo asesinado.
Otro posible motivo por el asesinato de Loeb, es el dinero, debido a que después del recorte, no pudo seguir sobornando a Day para que no le haga nada.
En el tiempo que pasó en prisión, nunca hubo evidencia de que Loeb fuera un atacante sexual, sin embargo, Day fue, tiempo después, encontrado manteniendo relaciones sexuales con otro prisionero.
En su autobiografía, Leopold categorizó los dichos de Day, de que Loeb había intentado asaltarlo sexualmente como algo ridículo y gracioso.
Leopold, pasó mucho tiempo tratando de limpiar el nombre de Loeb, quien era conocido como “el asesino de un niño y depredador sexual”
Y escribió varios libros, donde en las tapas, puso escritos en latín, en los que se leía:
“Por la razón, sin embargo, somos libres”
Aunque Leopold siguió con su trabajo en la prisión luego de la muerte de Loeb, comenzó a sufrir de depresión.
En una ocasión, gritó por horas en su celda, hasta que fue llevado frente a los psicólogos de la prisión; pero se convirtió en un prisionero modelo.
Según reportes, estudió y manejó 12 idiomas, además de los 15 que ya hablaba en cierto grado, y dedicó gran parte de su tiempo, a mejorar las condiciones de la prisión.
Eso incluyó, la reorganización de la biblioteca de la prisión, y el aporte a la educación, dentro de la prisión.
En 1944, hizo de voluntario para un experimento sobre la malaria...
A comienzos de los años 1950, un antiguo compañero de clase de la Universidad de Chicago, pidió el aporte de Leopold, en la elaboración de una novela sobre el asesinato de Franks.
Leopold le respondió, que no quería que el caso fuera hecho como ficción, pero le ofreció contribución en las memorias que él mismo estaba escribiendo.
Sin embargo, el ex-compañero de Leopold siguió adelante, y escribió el libro sólo.
La novela se publicó en 195, donde Leopold es caracterizado como alguien brillante, que es llevado a cometer el asesinato por ser un adolescente problemático, con trastornos psicológicos, producto de su niñez y su obsesión con Loeb.
Leopold luego escribió, que leer el libro le hizo sentirse mal, y que en más de una ocasión, había tenido que dejar de leer para tranquilizarse.
Además, dijo sentirse como “desnudo frente a una gran audiencia”
Su autobiografía, fue publicada en 1958; y comienza inmediatamente después del asesinato, lo que le ganó numerosas críticas por no contar detalles de su niñez, ni del asesinato cometido.
También, se lo acusó de escribir el libro para limpiar su imagen, ignorando los puntos más negativos de su vida.
En 1959, intentó sin éxito detener el estreno de la película Compulsion, alegando que se había invadido su privacidad, que se lo había difamado, que se habían beneficiado económicamente de su historia, y que habían “intercalado ficción con realidad, a un nivel que era indistinguible”
En un fallo en su contra, La Corte dijo que Leopold, como asesino confeso del “crimen del siglo”, no podía alegar que ningún libro hubiera dañado su reputación.
Después de más de 30 años de frustrados intentos de libertad condicional, Leopold fue liberado en 1958.
Al salir, intentó fundar una asociación de ayuda a chicos problemáticos, pero el estado de Illinois se lo prohibió, porque violaba los términos de su libertad condicional.
Se mudó a Santurce, Puerto Rico, para evitar a la prensa.
Allí, se casó con una viuda, y se dedicó a la medicina y al estudio de las aves, tanto en Puerto Rico como en Las Islas Vírgenes Estadounidenses.
Nathan Freudenthal Leopold Jr., murió en 1971, a la edad de 66 años, debido a un problema de diabetes.
Mientras Clarence Darrow, continuó con su carrera de abogado, aunque dedicando cada vez más tiempo a dar conferencias y a escribir.
Decía que cuando muriera, no le importaría si iba al cielo o al infierno, pues tenía muchos amigos en ambos sitios.
Darrow murió en 1938, a la edad de 80 años.
Sus cenizas, fueron esparcidas en la laguna del parque Jackson, donde Leopold y Loeb, habían arrojado la máquina de escribir.
Adjunto el alegado integral de Clarence Darrow:
“Este terrible crimen, era inherente en sus personalidades... y ciertamente vino de algún antepasado...
¿Acaso hay alguna culpa en que alguien tome las filosofías de Nietzsche tan seriamente que quiera que su vida se refleje en dichos pensamientos?
Creo realmente injusto colgar a un chico de 19 años por la filosofía que se le enseñó en la Universidad.
Ahora, su Señoría, hablaré sobre La Guerra, La Primera Guerra Mundial.
Yo creía en ella.
No sé si estaba loco, o no lo estaba.
A veces pienso que quizá lo estaba.
Yo aprobé la guerra, y me sumé a la locura y demandas generalizadas.
Insté a los hombres jóvenes que conocía, a que pelearan.
Yo estaba a salvo, porque ya era demasiado grande como para servir en el ejército.
Yo estaba como el resto de la sociedad.
¿Qué es lo que ellos hicieron?
Correcto o incorrecto, justificable o no, que no es necesario discutir hoy, pero lo que hicieron, cambió el mundo.
Por 4 largos años, de 1914 a 1918; el mundo civilizado estaba envuelto en una matanza de hombres:
Cristianos contra cristianos, bárbaros uniéndose a cristianos para matar cristianos; lo que fuera para matar.
Era lo que se enseñaba en las escuelas.
Incluso, los niños pequeños jugaban a la guerra.
Los más infantes lo hacían en las mismísimas calles.
¿Creen que el mundo ha sido el mismo desde entonces?
¿Cuánto tiempo más, su Señoría, para que el mundo vuelva a sentir esas emociones humanas que no existieron durante la guerra?
¿Cuánto tiempo tomará para que los hombres puedan desprenderse de los sentimientos de odio y crueldad, y vuelvan a sentir esas emociones humanas?
Leíamos sobre las muertes de centenares de hombres al día.
Leíamos sobre ello, y nos alegraba cuando los muertos eran del enemigo.
Éramos caníbales.
Incluso los más pequeños.
No necesito contarle, cuántos muchachos jóvenes buenos y honorables han venido a esta corte, acusados de asesinato, algunos se salvaron, mientras que otros fueron condenados a muerte.
Muchachos que pelearon en la guerra, que les enseñó a despreciar la vida de otro ser humano.
Usted lo sabe, y yo también.
Estos chicos se criaron en ello.
Los relatos de muerte, estaban en todos lados mientras crecían... en sus casas, en los patios de juego, en sus escuelas, estaban en los periódicos que ellos leían.
Era parte de la sociedad.
Acaso:
¿Qué era la vida?
No significaba nada... y estos chicos fueron entrenados en esa crueldad social.
Tomará años limpiar los corazones de los hombres; si es que algún día sucede.
Sé que incluso después del fin de La Guerra Civil en 1865, crímenes como éste crecieron exponencialmente.
Nadie tiene que decirme, que el crimen no tiene causa.
Sé, que siempre hay una causa, y sé que del odio y amargura de La Guerra Civil, esos crímenes crecieron en Estados Unidos como nunca antes.
Sé que Europa está pasando por el mismo problema ahora.
Sé que es lo que sigue después de toda guerra, y que ha influenciado a los jóvenes como nunca antes.
En este caso, protesto por los crímenes y errores que la sociedad cometió con estos muchachos.
Todos tenemos parte de culpa en ello.
Yo incluso.
Nunca podré saber, cuántas veces mis palabras avalaron la crueldad en lugar de amor, caridad y ternura.
Su Señoría sabe que en esta misma Corte, se han presentado crímenes de esta violencia con mucha frecuencia a causa de la guerra.
No necesariamente por aquellos que pelearon en la guerra, sino por aquellos que aprendieron que la sangre, y la vida humana eran cosas sin valor, y si El Estado así lo creyó:
¿Por qué no un muchacho joven?
Hay causas para este terrible crimen.
Como he dicho, hay causas para todas las cosas que suceden en este mundo.
La guerra es parte de ellos; la educación lo es; el nacimiento lo es; el dinero también lo es, todo lo cual conspiró para la destrucción de estos 2 pobres chicos.
¿No tiene La Corte el derecho a considerar sobre estos 2 chicos?
El Estado dice que, usted, su Señoría, tiene el poder de considerar el bienestar de la comunidad.
Si el bien de la comunidad dependiera en el hecho de matar a estos 2 chicos, bien, pero:
¿Ha usted, su Señoría, considerado el bienestar de las familias de los acusados?
He lamentado, y aún lamento lo que han tenido que pasar el Sr. y la Sra. Franks.
Sólo espero que algo bueno emerja de todo esto.
Pero comparados con las familias de Leopold y Loeb, los Franks pueden ser envidiados, y todos lo sabemos.
No sé cuánto hay de rescatable en estos 2 chicos.
Odio decir esto en su presencia, pero:
¿A qué pueden aspirar?
No lo sé, pero usted, su Señoría, sería piadoso si condena a estos chicos a muerte, pero no lo sería con la civilización.
Incluso si usted mismo pusiera la soga en el cuello de estos chicos, usted sería piadoso sólo hacia ellos, pero no con la civilización, ni con aquellos que quedamos aquí.
A lo máximo que aspiran estos chicos, es al tiempo que pasaran tras las rejas, si es que a eso aspiran siquiera.
Incluso tal vez tengan la esperanza de que si pasan el resto de sus vidas en prisión, tengan la oportunidad de salir en libertad.
Yo no lo sé.
No lo sé.
Seré honesto con esta Corte, como lo he sido desde el principio.
Sé que estos 2 chicos, no están en condiciones de estar en libertad.
Sé que no estarán en condiciones por mucho tiempo.
Lo que sé es que yo no estaré para ver ese día, por lo que para mí es suficiente.
Estaría mintiendo si no digo que espero que con el tiempo y su maduración como seres humanos, alguna vez puedan ser puestos en libertad.
Yo sería la última persona en La Tierra, en cerrarle la puerta de la esperanza a cualquier ser humano; mucho menos si son clientes míos.
Pero:
¿A qué pueden aspirar?
A nada.
No me interesa, su Señoría, cuando comienza la pena para estos chicos, si en la horca, o cuando la puerta de la prisión se cierre tras ellos.
Lo que sé, es que no tienen nada más que la noche en sus perspectivas, lo cual es muy poco para las aspiraciones de cualquier ser humano.
Pero hay otros a quienes tener en consideración.
Aquí están estas 2 familias, que han llevado vidas honestas, que tendrán que llevar el apellido sobre sus espaldas, así como las generaciones venideras.
Aquí está el padre de Leopold, y ese chico era el orgullo de su vida.
Lo observó al nacer, cuidó de él, trabajó por él; el chico era brillante y cometido, lo educó, y creyó que fama y una buena posición social le esperaban.
Es terrible para un padre ver, cómo ese orgullo de su vida, se convertía en no más que polvo.
¿Se debería considerar a ese hombre?
¿Se debería considerar a los hermanos de este chico?
¿Le hará algún bien a la sociedad, o le hará a usted la vida más segura, o la vida de cualquier otro ser humano más segura, si generación tras generación se recuerda a este chico, de su familia, como alguien ejecutado en la horca?
Lo mismo sucede con Loeb.
Aquí están su tío y su hermano.
Sus padres no pueden venir, por lo que les causa todo esto.
¿Acaso contribuirá a algo, si a esos padres se les envía el mensaje de que su hijo será ejecutado?
¿Tienen ellos algún derecho?
¿Hay alguna razón, su Señoría, para que sus buenos apellidos y sus futuras generaciones tengan que sobrellevar esta terrible marca?
¿Cuántos niños y niñas, cuántos niños aún no nacidos, tendrán que sentir eso?
Es lo suficientemente horrible, pero no tan horrible como si ellos fueran ejecutados.
Y le pido, su Señoría, además de todo lo que he dicho para salvar a estas 2 familias de algo terrible como la ejecución de estos chicos, que no haga algo que no ayudará en nada a los que siguen en el mundo.
Debo decir algo más.
No somos desconsiderados en cuanto al público, a la sociedad; Las Cortes no lo son, ni los jurados tampoco.
Depositamos nuestra confianza en las manos de una corte experimentada, considerando que creemos que será más pensante y considerada que un jurado.
No puedo decir qué es lo que siente la gente, he estado aquí como un marino en alta mar.
Espero que los mares se estén calmando, y el viento mitigando, y creo que lo están, pero no quiero hacer ninguna falsa pretensión ante esta Corte.
Lo más fácil y lo más popular, seguramente, sea colgar a mis clientes.
Lo sé.
Los hombres y mujeres que no piensan, aplaudirán.
Los crueles y huecos, lo aprobarán.
Será fácil hoy; pero en Chicago, y más allá también, más y más padres y madres, los humanos, los amables y esperanzados, quienes están ganando conocimiento y haciendo preguntas, no sólo sobre estos 2 pobres chicos, sino incluso sobre los suyos, no se sumarán a un festejo por la muerte de mis clientes.
Ellos pedirán que el derramamiento de sangre se detenga, y que los sentimientos normales del hombre, vuelvan a su lugar.
Con el tiempo lo pedirán más y más.
Pero, su Señoría, lo que ellos pidan, no cuenta.
Sé qué es lo fácil.
Sé que no sólo estoy aquí parado por las desafortunadas vidas de estos 2 chicos, sino también por todos los muchachos y muchachas.
Por todos los jóvenes, y también hasta cierto punto, por todos los viejos.
Estoy aquí, pidiendo por la vida, entendimiento, caridad, amabilidad, y la infinita piedad que nos ocupa a todos.
Estoy pidiendo que sobrepasemos la crueldad con amabilidad, y el odio con el amor.
Su Señoría, usted está parado entre el pasado y el futuro.
Usted puede colgar a estos 2 muchachos.
Pero haciendo eso, usted estará mirando hacia el pasado.
Haciendo eso, hará más difícil para todos los chicos jóvenes el transitar por la infancia con ignorancia, con todos los desafíos y tentaciones que conllevan en secreto.
Haciendo eso, lo hará más difícil para los que aún no han nacido.
Usted puede salvar a estos 2 chicos, y les hará más fácil a otros chicos que pasen por la misma situación, el estar ante una Corte.
Lo hará más fácil para todo ser humano con una aspiración y visión, y una esperanza.
Pido por el futuro; pido por un tiempo en que ni el odio ni la crueldad reinen en los corazones de los hombres.
Para cuando podamos aprender con razón y juicio, y entendimiento y fe, que todas las vidas merecen ser salvadas, y que la piedad es el mayor atributo del hombre.
Siento que debo disculparme por el extenso periodo de tiempo que me he tomado.
Tal vez, este caso no sea tan importante como aparenta, pero estoy seguro que no debo afirmar a La Corte, o decirles a mis amigos que haría todo este mismo esfuerzo, tanto por los pobres como por los ricos.
Si tengo éxito, mi mayor premio y esperanza, será por aquellos incontables desafortunados que tienen que recorrer el mismo camino de infancia ciega que han transitado estos 2 muchachos.
Que he ayudado en algo a que los humanos entiendan, a moderar la justicia con piedad, para sobrepasar al odio con amor”
En el fondo, la reflexión es que “hagas lo que hagas, no puedes escapar a tu destino”
Resulta curioso, que estos 2 seres abyectos, que tanto leyeron a Nietzsche, no encontraran esta cita del filósofo alemán:
“Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos”
A 58 años del film, y 92 años del caso real, este sigue siendo un tema bastante actual, con partidarios a ambos lados de la discusión.
“If there is any way of destroying hatred and all that goes with it, it's not through evil and hatred and cruelty, but through charity, love, understanding”
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