The Madness of King George

“His Majesty was all powerful and all knowing.
But he wasn't quite all there”

Se designó como “locura” hasta final del siglo XIX, a un determinado comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas; incluso era común que se confundiera con ciertos trastornos, tales como la epilepsia o la bipolaridad.
Sólo en el siglo XVII, se dominará a la locura a través del encierro, con el llamado “hospital de los locos”, donde la razón triunfará por medio de la violencia.
Ya en los siglos XVI y XVII, se empieza a profundizar en la psiquiatría humana desde una perspectiva diferente de las que ya se habían implementado, primero surgieron los “exploradores del cerebro”, precursores de la moderna neurología, comienzan a describir las principales estructuras anatómicas, imprimiendo un nuevo concepto de los orígenes del comportamiento humano y, por tanto, de sus trastornos.
Por esto, la locura es estudiada desde sus variantes:
Manía, melancolía, histeria, hipocondría, las variantes son la expresión de un conjunto de debilidades corporales que se corrigen con métodos del fortalecimiento del sistema nervioso.
La enfermedad del “Rey Loco” de Inglaterra, George III, es uno de los episodios más famosos de la historia de ese país, aunque ella no impidió que durante 60 años de reinado, la nación conociera una increíble expansión territorial, y un inigualado progreso en las artes y las ciencias.
Es necesario explicar, por qué la alemana farda Hanover llegó al trono de Inglaterra, reemplazando a la dinastía Stuart, cuyo último monarca fue el católico James VII, derrocado en 1688, por su yerno, el holandés William de Orange, llamado por los protestantes.
William y Mary, hija de James VII, reinaron conjuntamente aquel hasta 1702; como la pareja no dejó descendiente, ese año fue proclamada Reina de Inglaterra, Anne, hija también de James VII, quien murió en 1714.
El temor de ver reaparecer la guerra civil, y para evitar el eventual ascenso al trono del católico “Viejo Pretendiente”, James Francis Edward, hijo también de James VII, El Parlamento resolvió escoger como sucesores de La Reina Anne, en caso de muerte, a los descendientes protestantes de Sophia, nieta de James I, el primer Rey Stuart de Inglaterra; casada con Ernest Augustus, Elector de Hanover.
El hijo de Sophia y Ernest, fue el primer Rey Hanover, George I, coronado en 1714; recordado porque no hablaba ni una palabra de inglés, y por su voraz apetito sexual.
A su muerte, su hijo mayor, también alemán hasta la medula, ciñó la corona con el nombre de George II; su estupidez no le impidió la inteligente decisión de nombrar a Georg Friedrich Händel como músico de la corte.
George II murió tristemente, sentado en el retrete, víctima de un ataque cardíaco, como lo demostró la autopsia, por ruptura del ventrículo derecho.
Lo sucedió su nieto mayor, George III, a los 22 años.
George III, era hijo del Príncipe de Gales, Frederick Lewis, y Augusta de Saxe-Gotha-Altenburg.
Nacido George William Frederick, fue Rey de Gran Bretaña y de Irlanda, coronado George III desde el 25 de octubre de 1760, hasta el 1 de enero de 1801, y a partir de entonces, Rey del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, hasta su muerte.
Simultáneamente ostentó los títulos de Duque de Brunswick-Lüneburg, Elector de Hannover, y Duque de Bremen y Príncipe de Verden.
El electorado se convirtió en El Reino de Hannover, el 12 de octubre de 1814, que nunca visitó.
A George III, se le conoció con el sobrenombre de “Farmer George”, por sus modales simples y llanos; y fue el 3º monarca británico de La Casa de Hannover, pero el primero en nacer en Gran Bretaña, y usar el inglés como lengua materna.
Durante el reinado de George III, Gran Bretaña se alzó como la primera potencia dominante, extendió su poder por Norteamérica, incluyendo la conquista de Canadá tras La Guerra de Los Siete Años, ganó la supremacía en el océano, y derrotó a Napoleón en Las Guerras Napoleónicas, pero sin duda alguna, El Rey George III, será recordado por la pérdida de las colonias, que formarían el núcleo de los futuros EEUU.
Como Príncipe de Gales, heredó la corona cuando murió su abuelo, George II, el 25 de octubre de 1760.
Entonces, se organizó la búsqueda por toda Europa de una esposa conveniente.
El 8 de septiembre de 1761, en La Capilla Real del Palacio de St. James, George se casó con Charlotte de Mecklemburgo-Strelitz, una Duquesa alemana de La Casa de Mecklemburgo; y 2 semanas después, ambos fueron coronados en La Abadía de Westminster.
Se dice que George estuvo locamente enamorado de Lady Sarah Lennox, hija de Charles Lennox, II Duque de Richmond, y realmente se estremeció cuando vio por primera vez a la poco agraciada Charlotte, que conoció el mismo día de la boda.
Sin embargo, siguió adelante con sus votos matrimoniales y, notablemente, nunca tomó una amante, en contraste con sus 2 antecesores.
Con el tiempo, la pareja real llegó a gozar de una auténtica felicidad doméstica; y de esta unión nacieron 15 hijos:
George IV, su primogénito, llegó a ser sucesor de su padre en el trono; y de los 15 hijos, sólo 2 que murieron en la infancia.
La Reina Charlotte, estuvo particularmente interesada en las artes, y apoyó a Johann Christian Bach, que fue su profesor de música.
Wolfgang Amadeus Mozart, entonces de apenas 8 años de edad, le dedica su Opus 3, conforme a su petición.
También fundó orfanatos y un hospital para las mujeres embarazadas.
Además, fue una instruida botánica aficionada, y ayudó a establecer lo que hoy son Los Jardines de Kew.
Para George III, la elección de William Pitt, apodado “El Joven” fue una gran victoria.
Pitt llegó a ser Primer Ministro del Reino Unido en 2 períodos, por un total de 2 décadas, además de la persona más joven en ocupar dicho cargo, a la edad de 24 años en 1783.
El Rey sentía, que el panorama probaba que él todavía tenía el poder de designar a los Primeros Ministros, sin tener que apoyarse en ningún grupo parlamentario.
A lo largo del ministerio de Pitt, George III apoyó con entusiasmo muchas de sus políticas; y para ayudarlo, creó nuevos títulos nobles en un tiempo récord.
Los nuevos pares, llenaron La Cámara de Los Lores, permitiendo que Pitt conservara una firme mayoría.
No obstante, en 1788, Pitt enfrentó una crisis importante, cuando El Rey cayó víctima de una enfermedad misteriosa, una forma de desorden mental, que lo incapacitó.
Si el soberano era incapaz de cumplir sus deberes constitucionales, El Parlamento necesitaría nombrar a un regente para gobernar en su lugar.
La salud personal de George III, estaba en muy malas condiciones...
Más tarde, en su reinado, George III sufrió de una recurrente y finalmente permanente enfermedad mental.
Se piensa ahora, que padeció de desórdenes mentales y nerviosos, como una consecuencia de la enfermedad sanguínea llamada porfiria, un trastorno genético que ataca la piel, y termina destruyendo el sistema nervioso, que ha afectado a varios monarcas británicos.
La porfiria, podría haber sido provocada por un exceso de vinos ricos, o más probablemente, una exposición excesiva al arsénico relacionado con los elaborados sombreros, comúnmente usados en el período georgiano, aunque este diagnóstico ha sido desafiado, con varias otras causas que se presentan, como el trastorno bipolar.
George III, mostró síntomas de demencia, imposibles de ignorar, y representó una amenaza a su propia vida.
Cuando El Parlamento se reunió de nuevo en noviembre, El Rey no podía, como era costumbre, hacer su discurso inaugural para señalar la agenda para la próxima sesión legislativa.
Según una práctica establecida desde hace mucho tiempo, El Parlamento no podía iniciar sus sesiones, hasta que El Rey hubiera hecho El Discurso del Trono.
El Parlamento, sin embargo, no hizo caso de esta costumbre, y comenzó a discutir las provisiones para establecer una regencia.
Charles James Fox, y William Pitt, discutieron quién tenía el legítimo derecho a asumir el control del gobierno durante la enfermedad mental del soberano.
Aunque ambas partes convinieron que lo más razonable sería que ocupase La Regencia, el hijo mayor de George III, El Príncipe de Gales y heredero del trono británico, discreparon sobre las bases que tendría La Regencia.
Fox sugirió, que El Príncipe de Gales tenía el legítimo derecho de actuar en nombre de su padre enfermo; y Pitt rebatió diciendo, que lo mejor era que El Parlamento nombrara al Regente.
En febrero de 1789, se envió a La Cámara de Los Comunes, una Ley de Regencia, autorizando al Príncipe de Gales a actuar como regente, que fue aprobada.
Pero antes de que La Cámara de Los Lores la votase, George III se recuperó de su enfermedad, gracias a los cuidados del doctor Francis Willis.
El tratamiento que Willis aplicó al Rey, incluyó muchos de los métodos estándares de la época, incluida la coerción y la reducción en una estrecha chaqueta, y ampollas medicinales, pero también más amabilidad y consideración para el paciente, de lo que era habitual.
La recuperación del Rey, en 1789, dio gran reputación a Willis, y tuvo que abrir un segundo establecimiento para dar cabida a la cantidad de pacientes que buscaban su ayuda.
Ciertamente, El Rey confirmó las acciones de Los Lores Comisionados como válidas, pero reasumió el control total del gobierno.
Después del inicio de su enfermedad, entonces mal entendida como “locura”, George III fue colocado bajo el cuidado de su esposa, la cual no podía visitarlo tan a menudo como hubiera deseado, debido a su comportamiento errático, y ocasionales reacciones violentas.
Sin embargo, Charlotte seguía siendo el apoyo de su marido durante su enfermedad mental, que empeoraría en su vejez.
El análisis histórico de la vida de George III, ha pasado por un caleidoscopio de puntos de vista cambiantes, que han dependido en gran medida de los prejuicios de sus biógrafos, y las fuentes a su disposición.
Hasta que fue reevaluado en la segunda mitad del siglo XX, su reputación en los Estados Unidos, fue de un tirano; y en Gran Bretaña se convirtió en “
el chivo expiatorio del fracaso del Imperialismo”
“Come on, smile and wave.
That's what you get paid for.
Smile and wave”
The Madness of King George es un drama del año 1994, dirigido por Nicholas Hytner.
Protagonizado por Nigel Hawthorne, Helen Mirren, Ian Holm, Rupert Everett, Amanda Donohoe, Rupert Graves, Julian Rhind-Tutt, Julian Wadham, Jim Carter, Geoffrey Palmer, Charlotte Curley, Anthony Calf, Matthew Lloyd Davies, Adrian Scarborough, Paul Corrigan, John Wood, entre otros.
El guión es de Alan Bennett, a partir de su propia obra de teatro “The Madness of George III” (1991); y una adaptación libre, lírica y honesta de la vida de George III, un estudio biográfico ficticio, de la segunda mitad de su reinado, su batalla con la enfermedad mental, y la incapacidad de su Corte para manejar su condición.
Así como el deterioro en la relación con su hijo, El Príncipe de Gales, y concentra su atención en el periodo alrededor de La Crisis de La Regencia de 1788.
De un dinamismo y despliegue de medios sorprendente, el filme de Nicholas Hytner, apuesta por dar una visión diferente, y con cero glamour, de una de las historias más particulares de la realeza británica.
The Madness of King George obtuvo el Premio Oscar a La Mejor Dirección Artística; y fue nominada como:
Mejor actor (Nigel Hawthorne), actriz de reparto (Helen Mirren) y guión adaptado.
Helen Mirren, ganó El Premio de Mejor Actriz del Festival Internacional de Cine de Cannes; y Nicholas Hytner fue nominado para La Palme d’Or.
La película se filmó en los Estudios Shepperton, y también en locaciones en:
El Castillo de Arundel, en Arundel, West Sussex; La Biblioteca Bodleiana, en Oxford; El Castillo de Broughton, en Banbury, Oxfordshire; El Colegio Eton, en Eton, Berkshire; El Colegio Naval Real de Greenwich; La Catedral de Saint Peter de Londres; Syon House, Brentford, Middlesex; El Parque de Thame, en Oxfordshire, y la casa de campo Wilton House, en Wilton, en el condado de Wiltshire.
Durante El Reinado de George III de Hannover (Nigel Hawthorne), El Rey de Inglaterra sufre inesperadamente una fuerte depresión que degenera en una especie de locura, que lo aparta de La Corte.
Mientras tanto, El Príncipe de Gales (Rupert Everett) y algunos sectores de la clase política, planean diversas acciones para incapacitarlo, y arrebatarle el trono.
De hecho, The Madness of King George es un drama como la copa de un pino, en el que junto al dolor, la soledad, y la ternura hacia un enfermo, se dan sablazos a la corrupción en la política.
Dice el líder de la oposición y líder liberal, Charles James Fox (Jim Carter), sobre los diputados, que “están aquí para llenarse los bolsillos”, los tejemanejes y el ansia de poder de un Príncipe, pero sobre todo, de unos representantes del pueblo, a estos los votaban, que sólo miran por sus intereses, cosa que casi siempre pasa.
En ese sentido, The Madness of King George se sigue con interés, ya que refleja con credibilidad, las luchas maquiavélicas y arribistas por ganar un hueco en las esferas del poder, a costa de lo que sea, incluso de lazos paterno-filiales.
Hay algo muy simbólico en la domesticación de la realeza en la persona de George III, que de monarquía, aunque constitucional, con cierto poder, pasó a ser una nulidad bajo el nombre de parlamentaria, cosa que le entristece, tanto como la pérdida de las colonias.
Pero lo que la hace verdaderamente grande, son algunos de sus hermosos y reveladores parlamentos sobre la naturaleza de un alma desesperada.
La historia de la caída en la locura del Rey George III, en la Inglaterra del siglo XVIII, le sirve a Hytner para trazar una visión muy poco idealizada del estamento monárquico, además de denunciar las arcaicas prácticas médicas de la época.
Al ser uno de los monarcas más famosos de la historia, el descenso a la locura del Rey George III, estuvo muy bien documentado; y estudia su declive y la vorágine política que dejó a su paso; es una interesante obra, que refleja perfectamente las tramas políticas y personales de la época.
“You are the Patient”
El mismo equipo artístico que montó sobre los escenarios esta obra satírica de Alan Bennett, se encarga ahora de llevarla a la pantalla; y se nota que conocen como nadie el texto, y ello redunda en una intensidad dramática considerable.
Hay que decir, que los ingleses saben cuidar muy bien la historia, no sólo a nivel de publicaciones históricas, sino que también cultivan magníficamente la imagen.
Cabe destacar especialmente el trabajo del actor Nigel Hawthorne, que interpretando a este Rey supuestamente loco, deja caer con sarcasmo más de una contundente verdad, con claras conexiones con la actualidad política de la monarquía británica.
Ambientada en La Corte Británica durante el reinado de George III, popularmente conocido por sus súbditos como “El Granjero George”, en aquellos turbulentos años que inmediatamente siguieron a la pérdida de las colonias de ultramar, y al nacimiento de los Estados Unidos de América, ante nuestra inquieta mirada, se presenta el fiel retrato de una extraña enfermedad que provocaba en el monarca, súbitos ataques de desenfrenada locura.
Mientras el campechano George III se consume en su delirio, asistimos a las conspiraciones y las luchas intestinas en el intento de colocar en el trono de Gran Bretaña, a George IV, Príncipe de Gales, y primogénito del Rey; también somos testigos de la dura pugna mantenida en el seno de La Cámara de Los Comunes, entre El Primer Ministro, William Pitt (Julian Wadham), a pesar de su famoso y excesivo hábito etílico adalid, y firme defensor de la supremacía monárquica; y Charles James Fox (Jim Carter), líder del partido Wigh, germen del futuro partido liberal británico, más favorable al control parlamentario de los poderes del soberano.
The Madness of King George, aborda las prácticas médicas relativamente primitivas de la época, y las suposiciones que hacían los médicos al tratar de entender el cuerpo humano.
Los médicos del Rey, aplicaban los tratamientos humorales, vesículas y purgas.
Mientras tanto, otro de los médicos del Rey, el doctor Heebs, analiza las heces y la orina del Rey, y concluye que los desechos del cuerpo, pueden dar algún indicio respecto a los males de Su Majestad.
Por último, Lady Pembroke (Amanda Donohoe) recomienda al doctor Francis Willis (Ian Holm), ex ministro religioso que intenta curar al paciente a través de modificación conductual.
Ninguno de los 3 métodos funciona por completo; y con el tiempo, su cuerpo se cura por sí solo…
Parece ser, que su antepasado, James I, fue el primero de los reyes británicos que sufrió esta patología; y en la película, la primera crisis debuta con un dolor abdominal intenso, que el monarca achaca a una indigestión debida a comer peras, acompañado por un pertinaz estreñimiento, y una profusa sudoración.
Una vez repuesto del episodio inicial, El Rey pensará que ha sufrido un cólico hepático biliar, una colecistitis aguda.
Poco más tarde, comienzan a aparecer síntomas indicativos de afectación del sistema nervioso central, como por ejemplo, el insomnio, la confusión, llegando a no reconocer a sus propios ayudas de cámara; las alucinaciones, una procaz y permanente verborrea, y las alteraciones del comportamiento, que se vuelve completamente extravagante.
Simultáneamente, la orina del soberano adquiere una coloración especial, que en la película se narra como de color azulado.
Bella e impresionante a la vez, resulta la escena en la que el propio George III, creyendo que Londres está a punto de inundarse, despierta a sus hijos pequeños, y huye con ellos hacia los tejados del Palacio de Windsor, ascendiendo precipitadamente por una empinada escalera de caracol.
A la pálida luz de La Luna llena, La Reina Charlotte (Helen Mirren), tratará de hacerle reconsiderar en sus desvaríos.
A medida que la enfermedad avanza, aparecerán las alteraciones del sistema nervioso periférico, en forma de neuropatía sensitiva, que el Rey se queja de un déficit visual constante, con visión borrosa y neblinosa, además de crecientes dificultades auditivas.
Las lesiones cutáneas, en forma de ampollas y ulceraciones, junto a la foto sensibilidad, también están presentes en el cuadro clínico del perturbado monarca.
Y en el medio de tanta encarnizada rivalidad entre los poderosos políticos del reino, los médicos de La Corte, también entablan su particular batalla, destinada a decidir, quién debe ser el responsable de los cuidados reales, y de la ansiada sanación de tan desquiciado monarca.
Por un lado tenemos al severísimo Dr. Willis, al frente de un pintoresco equipo de toscos ayudantes, expertos en el tratamiento de las enfermedades mentales a base de disciplina y de enérgicas contenciones, amordazando y sujetando al paciente con correas en una silla de madera.
Propietario de un sanatorio mental en Lincolnshire, su pequeña figura de campesino puritano, se contrapone a la torpe tripleta formada por los facultativos del Palacio:
El orondo e incapaz, Sir George Baker (Roger Hammond), el médico real que le prescribe al monarca infusiones de hojas de sen; el popular arbusto llamado Cassia, laxante que en la ficción cinematográfica, El Rey ingiere en demasía, hecho que le provocará dolorosos retortijones en sus maltratadas tripas.
A lo largo de la película, Baker constata la taquicardia, como uno de los síntomas de la porfiria.
Hete aquí una de sus ocurrencias más famosas, cuando desdeñando el extraño color que presenta la orina del monarca recogida en un orinal, sostiene que “la medicina es una ciencia que consiste en la observación... que la orina de un hombre, sea azul o no, no tiene nada que ver”
El taimado e intrigante Warren (Geoffrey Palmer), médico personal del Príncipe de Gales, que es destinado por él mismo al servicio de su enfermo padre.
Partidario de la aplicación de ventosas en la espalda, “para liberar los humores del cerebro”, así como en las piernas, “para eliminar los humores de las extremidades inferiores”
El pusilánime y ratonil, Sir Lukas Pepys (Cyril Shaps), que afirmaba haber pasado toda su vida estudiando la mente del ser humano y sus incongruencias, pero manteniéndose absorto en el diagnóstico de las enfermedades, a partir del estudio de las deposiciones de sus pacientes:
“Las defecaciones siempre me han parecido más elocuentes que el pulso”
Una vez más, la figura de los galenos sale malparada por su tratamiento cinematográfico.
El Dr. Willis, personaje que confiesa nunca haber leído a Shakespeare, ni siquiera “King Lear”, someterá a su aristocrático paciente, a infinidad de mortificaciones.
Él es una especie de clérigo torturado y renegado, sádico y autoritario.
La pobre dieta a base de caldos, administrada al Rey, ni siquiera consigue aliviarlo.
Mucho más fácil sería su curación, si la alimentación del monarca hubiera sido rica en hidratos de carbono.
Tampoco los personajes de Warren, Pepys y Baker resultarán en absoluto bien tratados.
Por otro lado, la teoría de la conspiración política para provocar su sucesión anticipada, no sería, por tanto, una idea descabellada.
Además de la lucha personal del Rey contra la enfermedad mental, The Madness of King George describe la impotencia relativa de la monarquía británica en una época en la que El Parlamento inglés era todopoderoso.
La escena donde un doctor le dice por vez primera al Rey, qué hacer y rompe, así, el protocolo establecido; y El Rey es colocado en un asiento, muestra que El Rey finalmente acepta la debilidad de su papel, a pesar de sus protestas de que él es El Rey de Inglaterra, y puede hacer lo que se le antoje.
Pero nos mueve a reflexionar, en cuanto al concepto de monarquía, sobre la cantidad de advenedizos, lame-traseros, botarates, maulas, y aprovechados que la rodean, y que las más de las veces, también la conforman.
Gente que, lejos de ser monárquica, hacen del supuesto “derecho divino”, incluso a estas alturas de siglo XXI.
Por otro lado, The Madness of King George nos enseña los entresijos de las relaciones dentro de una familia real, sus sueños, sus frustraciones, sus relaciones buenas y malas.
También es interesante la trama que se crea alrededor del matrimonio entre El Príncipe de Gales y su esposa, Mary, y a la invalidez de éste, al tratarse su mujer de una católica.
Como dato, la vida de George III, no fue registrada por el magistral escritor Shakespeare, entre otro orden de cosas, porque el escritor británico murió 2 siglos antes.
Pero no menciono esto por casualidad, sino porque la película de Hytner, toma al dramaturgo británico como algo más que una referencia.
De hecho, la esencia de la película ya es puramente Shakespeare.
Recordemos, que una de las funciones que cumplía el artista con sus grandes tragedias sobre la historia de Reyes británicos, era divulgar la cultura monárquica entre sus súbditos, el teatro además de una función artística, cumplía una función educacional.
Por este motivo, el conocimiento de la población acerca de la figura del Rey, era cada vez más cercana, y a la vez más distante, por el tono romántico que imprimía Shakespeare a sus obras.
Si el dramaturgo acercaba al pueblo llano las historias de sus Reyes, el cineasta hace lo mismo, escogiendo precisamente uno de los momentos más claves del reinado de George III.
Pero no sólo en esto encontramos referencias a Shakespeare.
Aparte de una de las mejores secuencias en las que El Rey George III recita unos versos en voz alta del King Lear, el director realiza un paralelismo entre la desterrada y maltratada figura del King Lear, con el del monarca que está recitando su historia; el tono de teatro se impone totalmente en la película.
El realismo y el verismo, se abandonan en pos de un tono que busca mezclar lo anecdótico, en este sentido, encontramos las actividades febriles del monarca con lo elegante, la suntuosidad que supuestamente resplandece en El Palacio.
Después de su recuperación, al final, El Rey le explica al Príncipe de Gales, que el papel de la familia real consiste en aparentar felicidad, en saludar a la multitud y en ser, para el pueblo, un modelo de cómo comportarse.
Y es que George III tenía verdadera devoción por las 13 colonias de Norteamérica, pese a no haber estado nunca allí, amor que demostraba machacándolas a impuestos, y con verdaderas limitaciones draconianas.
Curiosa manera de demostrar afecto, pero ya se sabe que amores reñidos…
Cuando se produce La Independencia de los Estados Unidos, una de las mayores estafas de la historia, pues, como si del cristianismo se tratara, el nuevo país se dedicó a traicionar los valores que decía defender al minuto siguiente de la paz de Versalles de 1783, El Rey George entra en depresión, se despierta sonámbulo por las noches, habla en sueños, oye ruidos, ve visiones, la esquizofrenia y la paranoia parecen haber hecho mella en él.
Eso ocasiona que los vampíricos círculos de poder, filibusterismo y adulación que rodean siempre a los monarcas de cualquier país y época, léase entre líneas, se pongan en marcha para apartarlo de en medio, y repartirse las influencias sin el menor escrúpulo, arte que las propias monarquías han perfeccionado durante siglos.
Con todo, estas relaciones internas entre personajes cercanos a La Corona, así como la propia enfermedad del monarca, son tratadas desde el punto de vista de un ácido sentido del humor, en ocasiones aprovechando las excentricidades del Rey, para presentar acertados gags, y en otras, haciendo gala de la típica ironía británica, para retratar comportamientos, contradicciones, o el simple gusto por el ridículo de muchos de los personajes.
Además de la opulencia del vestuario, del cuidadoso maquillaje y de la peluquería arquitectónica mostrados, hay que destacar el trabajo general del cuadro de actores al completo, la mayoría de ellos, con una dilatada experiencia teatral a sus espaldas, incluyendo al galán Rupert Graves, en el papel de Greville, el joven militar ayudante del Rey, y a Amanda Donohoe, la sensual Lady Pembroke, personajes capitales en el engranaje de las complejas relaciones internas de la corte.
Se cuestionó sobre, si Nigel Hawthorne debía interpretar al Rey en la película, ya que él tenía 65 años en el momento de la filmación, y El Rey George III tenía sólo 50 años, en el momento de su primer ataque de locura.
Como dato, Nigel Hawthorne se convirtió en el primer actor abiertamente gay, nominado para un Premio de La Academia; pues otros actores que más tarde admitieron, o que más tarde se confirmaron que habían sido homosexuales, habían sido nominados previamente, pero él era el primer actor que ya estaba “fuera del closet” en ese momento.
Luego, el actor se frustró, de que esto era todo lo que los entrevistadores estadounidenses querían discutir, en lugar de la película o la nominación en sí.
Es más, la figura del Rey, es tratada con mucha benevolencia, y sólo se puede acusar a algo a sus descendientes que pretenden hacerse con La Corona antes de tiempo; sino de un film que aparte de tratar condescendientemente a todos sus personajes, también impera un fino gusto del humor.
A su lado, Helen Mirren no desentona, y complementa perfectamente la figura del Rey, con un personaje fuerte, frente a la debilidad que muestra el otro.
Como dato, Helen Mirren ganó su Oscar de Mejor Actriz, por interpretar a La Reina Elizabeth II, en “The Queen” (2006), quien es descendiente del Rey George III.
La espléndida Helen Mirren, como La Reina Charlotte, es una pareja aún enamorada que parece haber encontrado el secreto definitivo de la felicidad conyugal.
Mientras otros actores:
Rupert Everett, como el díscolo y socarrón Príncipe de Gales; la bella Amanda Donohoe, Rupert Graves, y el fabuloso y nunca lo suficientemente bien ponderado, Ian Holm, completan la nómina de protagonistas.
Como errores, vemos un globo terráqueo que muestra las fronteras de Estados Unidos, posteriores a 1846, pero antes de 1848, incluyendo la compra de Louisiana y el territorio de Oregon, pero con California y Nevada, entre otros territorios, siguen siendo mexicanos.
La caja roja de envíos, en la cual, El Primer Ministro lleva los papeles para que el monarca firme las fechas en épocas victorianas, El Primer Ministro en utilizarlo, fue William Gladstone, alrededor de 1860.
Como dato, cuando Willis primero restringe a George III en la silla atada, la música que suena es “Zadok The Priest” (HWV 258), 1 de los 4 himnos compuestos por Händel, en 1727, quien fuera encargado para La Coronación de George II, y realizado durante cada coronación subsecuente.
A medida que la música alcanza su clímax, El Rey es completamente restringido en “ese trono” con una correa de cuero alrededor de su frente, que se asemeja a una corona.
La música establece la escena de la restricción, como una coronación simulada.
Al final de la película, La Familia Real va a La Catedral de Saint Paul.
Una vista del frente de La Catedral, muestra que falta el reloj en la torre izquierda, pero esto fue como resultado de los bombardeos alemanes a principios de 1940.
Por último, la banda sonora es una adaptación de la música de Händel, dirigida por George Fenton.
“To be kind does not commend you to kings.
They see it, as they see any flow of feeling, as a liberty.
A blind eye will serve you better”
El Rey George III de Inglaterra, ha pasado a la historia por 2 motivos:
Por haber sido el soberano que perdió las colonias americanas, y por su locura.
Cuando el 26 de febrero de 1789, el boletín de Willis describió “el cese total de la enfermedad de Su Majestad”, el doctor se convirtió en una celebridad británica, y pronto fue reconocido a través de 5 retratos de John Russell, uno de los más renombrados pintores de retratos de la época.
Willis, encargó una medalla especial para conmemorar sus propios logros; y fue recompensado por El Rey con 1.000 libras al año, durante 21 años; y su hijo John Willis, con 650 libras al año, por el resto de su vida.
El Rey, siguió siendo un visitante frecuente de Francis Willis en Shillingthorpe Hall, durante varios años después de que su tratamiento fue concluido.
En 1810, George III se puso peligrosamente enfermo, siendo la causa posible de esta brusca recaída, la muerte de su adorada hija menor, La Princesa Amelia, víctima de erisipela o de porfiria.
El envenenamiento por arsénico, es también una causa verosímil de su muerte...
Para 1811, George III había quedado permanentemente loco, y se decidió confinarlo en El Castillo de Windsor hasta su muerte.
Algunas veces hablaba sin pausa durante horas, decía que conversaba con los ángeles, y saludó una vez a un roble que según él era El Rey Friedrich Wilhelm III de Prusia.
Sus doctores le administraron el “Polvo de James”, una combinación de calomel y emético tártaro; y lo sangraron regularmente.
También aconsejaron que se bañara en el mar, lo cual llegó a hacer delante de su pueblo.
Después de una recaída final en 1811, el primogénito de George III, y Príncipe de Gales, sucedió a su padre en el trono con el nombre de George IV.
La Reina Charlotte, murió en Dutch House, en Surrey, luego Palacio de Kew, el 17 de noviembre de 1818, a los 74 años de edad, siendo sepultada en La Capilla de Saint George, en El Castillo de Windsor.
Al momento de su fallecimiento, estaba a su lado su hijo mayor, El Príncipe de Gales, futuro George IV, el cual estaba sosteniendo su mano mientras ella estaba sentada en una silla, posando para el retrato de familia que se estaba pintado en ese momento...
El 29 de enero de 1820, murió George III, ciego, sordo y loco, en El Castillo de Windsor, a los 81 años de edad.
Fue sepultado el 16 de febrero, en La Capilla de Saint George, en Windsor.
El Rey George III, fue sucedido por el primero de sus hijos, George IV, sin ningún cambio real en sus poderes.
Para aquel entonces, George IV estaba exageradamente obeso, y era posiblemente adicto al láudano; también mostraba alguno de los síntomas de la enfermedad que afectó a su padre; siendo descrito como un monarca terco, que interfirió en numerosas ocasiones en la política, especialmente en el asunto de La Emancipación Católica, aunque no tanto como su padre.
Durante la mayor parte de su regencia y reinado, Lord Liverpool controló el gobierno como Primer Ministro.
George IV, también es recordado como un príncipe y monarca extravagante.
Fue, sin embargo, un patrono de las artes; durante su regencia y su reinado, destacaron figuras literarias como Lord Byron y Jane Austen.
George IV, murió en El Castillo de Windsor, el 26 de junio de 1830, a los 67 años de edad, siendo sepultado en La Capilla de Saint George en Windsor.
Posteriormente, le sucedió otro hijo de George III, William IV, quien tampoco dejó hijos legítimos tras su muerte, y le dejó el trono a su sobrina, Victoria, última monarca de La Casa de Hannover.
George III, vivió durante 81 años y 239 días, y reinó durante 59 años y 96 días, tanto su vida como su reinado, fueron más largos que los de cualquiera de sus predecesores.
Sólo Las Reinas, Victoria y Elizabeth II, han vivido y reinado desde hace más tiempo.
Recientemente, los científicos han descubierto altos niveles de arsénico en el cabello del Rey George III, por lo que se podría suponer que ésta fue una posible causa de la locura, y los problemas de salud.
En 2017, un ordenador ha encontrado nuevos indicios de la inestabilidad mental del Rey George III.
Neurólogos del St. George's University de Londres, usaron un programa informático, al que suministraron miles de cartas escritas por personas con trastornos mentales, y también por otras sanas.
Posteriormente, el mismo sistema estudió las cartas que el soberano escribió en sus últimos años, para compararlas con las anteriores.
Así, analizando el vocabulario empleado, y la construcción de las frases, los resultados proporcionados por la máquina, revelan que en las misivas reales se aprecian, al menos, síntomas de esquizofrenia, y de trastorno bipolar.

“I've always been myself, even when I was ill.
Only now I seem myself.
And that's the important thing.
I have remembered how to seem”



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