Elvis & Nixon

“On December 21st, 1970, two of America's greatest recording artists met for the first time”

A veces, la realidad supera la ficción, y otras además, nos está vetado acceder a la historia:
Hay pasajes que nos ha escamoteado la fortuna, y sobre los que solo podemos fantasear, ya sea de forma creíble, en un ejercicio de reconstrucción retrospectiva, o por el mero hecho de disfrutar y reír de forma episódica cuando sucede lo inesperado.
Si en el reinado de Carlos V nunca se ponía El Sol, en el del Rey del Rock nunca paraba de sonar su música.
Elvis Presley, último monarca absoluto que creó Imperio, y cuyo ejército estaba, y aún hoy cuenta con gran cantidad de beligerantes, constituido por una descomunal legión de fanáticos, aparece en la gran pantalla para el placer de todo aquel nostálgico de su excéntrica vida.
Y es que no siempre estuvo en la cima…
A fines de los años 60, El Rey seguía recibiendo generosas regalías de las ventas de sus discos, pero había desaparecido de los escenarios por 9 años…
Necesitaba revitalizarse, y para lograrlo, montó un regreso que, como solo los grandes consiguen, le devolvió el brillo.
Grabó un programa de televisión de ratings elevados, y luego, en 1969, agotó boletería en sus primeros shows en Las Vegas.
Tras casi una década de olvido, El Rey había vuelto, y sus fans codiciaban sus boletos y sus discos.
Fortalecido por su renovado éxito, pero también afectado por su creciente adicción a los barbitúricos, a sus 35 años se planteó concretar un particular encuentro.
Su objetivo:
Conocer a Richard Nixon, un hombre que había llegado a La Presidencia de EEUU en 1969, y gozaba de una popularidad creciente, ligada a sus promesas de acabar con La Guerra de Vietnam y la segregación racial... aunque el tiempo se encargaría de cambiar esa perspectiva.
Además, Nixon lidiaba con el descontento ciudadano, protestas violentas, y un grave problema de consumo de drogas en las calles de las grandes ciudades.
Y es que Nixon era la mente conservadora hegemónica, y que cambiaría para siempre a su propio partido, al dar entrada a la derecha religiosa en las bases republicanas.
Y ambos no podían ser más antagónicos:
Un Rey de la música en decadencia, y que ya parecía casi la caricatura de lo que había sido; y un Presidente que todavía no había conocido la amargura y humillación del Watergate, pero que iba encaminado a ser el protagonista de la mayor historia de caída estrepitosa de un político en Occidente.
Eran 2 meteoros humanos en rumbo de colisión, con las consecuencias de sus biografías.
Elvis Presley, por su parte, llevaba unos cuantos años sin un éxito de cartelera, y su imagen de ídolo rebelde había sido rebasada por una juventud atraída por las corrientes del hipismo, el amor libre, el pacifismo, y las drogas estupefacientes.
Este momento de la vida del Rey, no es otro que el empeño del aclamado cantante por conseguir una licencia de mano del mismísimo Nixon, para poder controlar el uso y abuso de las drogas en una sociedad como la de EEUU, y en un período histórico como los años 70, en los que el consumo de estupefacientes era una conducta habitual.
Tal llegó a ser el problema de la droga, que el mencionado Presidente de los Estados Unidos llegó a proclamar como mayor enemigo de la nación, a Timothy Leary, un psiquiatra cuyas terapias consistían en la ingesta de drogas psicodélicas, y por las que se le ha terminado conociendo como el gurú del LSD.
Había, sin embargo, una gran diferencia entre Elvis & Nixon:
Nixon era el más habilidoso de los maquinadores, un animal político, depredador e inmisericorde; Elvis, en cambio, carecía de los sentidos del tacto y la mesura, confiaba en cualquier individuo, y se movía en la dirección que le marcaban sus propios impulsos.
Era, en definitiva, simple y caprichoso.
Un encuentro que entonces fue extremadamente raro, y hoy nos parece poco menos que surrealista.
Sobre todo cuando sabemos que Elvis ya estaba en fase de autodestrucción con las drogas, por cierto; y que aquel encuentro demostraba lo que muchos que le conocieron sospechaban:
Que era un inmaduro chico del Sur, con ciertos toques infantiloides.
Una placa federal… nada menos, era lo que buscaba.
Nixon estaba en la cima, pero oscilaba peligrosamente al ver que estaba a punto de perder La Guerra de Vietnam, una humillación en toda regla, que le iba a pesar mucho; pero bastante menos que lo que se le echaría encima poco después... él sería la cumbre de un modelo social y político, y también el enterrador del mismo.
La historia de este surreal encuentro comenzó en el vuelo en el que Presley viajaba de Los Angeles a Washington D.C., el 20 de diciembre de 1970.
Según se cuenta, en el alocado viaje, cargado de drogas, Elvis quería escapar un rato de sus apoderados.
Aun cuando el Boeing 747 estaba en el aire en la madrugada del 21, utilizó 5 páginas de papelería institucional de American Airlines, para escribir una carta a Nixon.
En una letra ilegible, y en medio de tachones y borrones, expresaba:
“Estimado Sr. Presidente.
Soy Elvis Presley, lo admiro mucho y tengo gran respeto por su administración…
Me gustaría conocerlo para saludarlo si no está muy ocupado…”, ofreciéndole al presidente en 6 folios, “cualquier servicio que yo pueda hacer para ayudar a mi país”
Las mayúsculas a voluntad, evidenciaban el desorden en su cabeza, pero solo eran el comienzo.
En la misiva, añadía que lo respetaban los líderes de las corrientes de izquierda contra-cultural, los artistas pop, los Black Panthers, y los movimientos hippies, por lo cual podía servir de agente infiltrado:
“Puedo ser y seré útil para ayudar a mi país.
He estudiado profundamente del abuso de drogas y de las técnicas comunistas de lavado de cerebros”, aseguró.
A la carta, sumó una decena de números telefónicos para entrar en contacto con él, y da su nombre secreto, Jon Burrows, para mostrar que no partía de ceros en temas de espionaje.
Apenas aterrizó el avión, Elvis y su asistente, Fred Schilling, se dirigieron a La Casa Blanca, y entregaron su carta a un guardia de seguridad.
A las 9:30am, los agentes del Servicio Secreto asignados a la puerta principal de La Casa Blanca, vieron que se aproximaba a la verja, un grupo de individuos con aspecto voluminoso.
Con su corpulencia, escondían a un sujeto cuya identidad era inmediatamente reconocible:
Elvis quería ver al Presidente de Estados Unidos.
En un derroche de formalidad, Elvis entregó a los agentes, una carta personal dirigida a Richard Nixon.
Los agentes llamaron a la oficina del Presidente para preguntar cuál era el procedimiento adecuado, cuando el artista más famoso del país, pedía que le abrieran la puerta.
“Que ha llegado El Rey”, le dijeron por teléfono a Bud Krogh, consejero presidencial y asesor de Nixon.
Krogh miró la agenda del día, y dijo:
“Pero si hoy no esperamos a ningún monarca...”
“No, no.
El Rey del Rock.
Está aquí en la puerta”, le aclararon.
Krogh decidió reunirse con Elvis primero, porque era su obligación; y segundo porque era un fan incondicional de su música.
Elvis le entregó la carta para Nixon.
Krogh le dijo, que aquella visita les pillaba de sopetón, y que por favor, tuviera a bien, regresar al hotel.
Que ya le llamarían a lo largo del día...
Y Elvis se marchó.
Esa carta y los informes cruzados a lo largo de las 2 horas siguientes, forman parte del último paquete de documentos desclasificados, sobre lo que ocurrió en el edificio presidencial aquella mañana, frenética y absurda.
La carta de Elvis, es un ejercicio de expresión política que se mueve entre lo infantil, lo simple y lo bochornoso.
Redactada con la mejor de las intenciones, y la peor de las formas, las 5 páginas estaban escritas a mano, con renglones torcidos y tachaduras en papel con membrete de American Airlines.
En la nota, que tenía la solemnidad de una tesis doctoral, y el aspecto y la gramática de una chapuza de parvulario, Elvis Presley expone su admiración por Nixon, y su preocupación por el creciente uso de las drogas entre los jóvenes, por el avance de la cultura hippy, la ideología izquierdista de los estudiantes demócratas, el comunismo, y los movimientos de defensa de los derechos para los negros.
Al Presidente le llegó el rumor de la misiva, la recibió, y le impactó la propuesta del músico.
Tras consultarlo con sus consejeros, accedió, pues podía servirle para impulsar una causa antidrogas que usara “Get High on Life” como eslogan.
En las 2 horas siguientes, los asesores de Nixon encontraron en la oferta, un atractivo político indiscutible para un Presidente odiado, especialmente entre los jóvenes.
A pesar de que algún consejero escribió en los informes:
“Esto tiene que ser una broma”, a las 12:30, Elvis Presley entró en El Despacho Oval.
Aunque primero pasó por Krogh, el asistente personal de Nixon, que por suerte era fan del artista.
Finalmente se concertó el encuentro un poco después; y los consejeros del político, vieron un filón en todo ello...
Allí estaba Nixon, con su traje gris oscuro.
Y allí entró Elvis, con pantalones ajustados de terciopelo morado, camisa blanca de seda, con cuello de pico inmenso, por encima de un chaleco corto que dejaba ver el cinturón con su gigantesca hebilla dorada, regalo del propietario del International Hotel de Las Vegas, el multimillonario, y padre de los grandes casinos, Kirk Kerkorian.
Y una capa; sin faltar las gafas que eran de cristal tintado, con una montura de plata tan gruesa, que cabían las letras “EP”, escritas con brillantes.
Atusadas las patillas, y listo en su traje de faena, dicen que Elvis se quedó helado cuando piso El Despacho Oval, como si hubiera entrado en un lugar mitológico.
Allí, ambas personalidades hablaron de los Beatles, de quienes Presley se distanció al denunciar como antiestadounidenses.
El cantante, también aprovechó para mostrarle una serie de insignias policiacas que había coleccionado, y así reveló su verdadera intención.
Quería que Nixon lo nombrara Agente Federal Asociado a La Oficina de Narcóticos y Drogas Peligrosas.
La reunión entre 2 de las figuras públicas más importantes, y dispares entre ellas, de la década de los 70, ha sido desde entonces, una de las mayores anécdotas acontecidas en La Casa Blanca, de la que tan solo se sabía que había una foto, y los temas de los que se había hablado…
Se sabía que Elvis le hizo un regalo simbólico al Presidente Nixon, que expresaba su espíritu pacificador:
Una pistola Colt 45.
A lo que Nixon replicó:
“Se viste usted de forma extraña, ¿no cree?”
“Usted tiene su show, y yo tengo el mío, señor Presidente”, contestó El Rey.
La reunión se mantuvo en secreto, hasta que el Washington Post destapó el encuentro 1 año después; porque La Casa Blanca no estaba segura de que aquella foto, y esa cita, fuera bien recibida por nadie.
La foto que documenta el encuentro, es la imagen más solicitada en la historia de Los Archivos Nacionales de EEUU, por encima de La Declaración de Independencia de 1776, y las imágenes de Apollo 11 en La Luna.
¿Eran tan diferentes El Presidente de los Estados Unidos, y la figura del entretenimiento más influyente e intimidante del siglo XX?
Casi 2 meses después, el 16 de febrero de 1971, Richard Nixon comenzaría a grabar todas las reuniones y llamadas telefónicas en La Oficina Oval.
“Elvis has entered the White House”
Elvis & Nixon es una comedia del año 2016, dirigida por Liza Johnson.
Protagonizada por Michael Shannon, Kevin Spacey, Alex Pettyfer, Johnny Knoxville, Colin Hanks, Evan Peters, Sky Ferreira, Tracy Letts, Tate Donovan, Ashley Benson, Kamal Angelo Bolden, Ahna O'Reilly, Ian Hoch, Ritchie Montgomery, Nathalie Love, entre otros.
El guión es de Joey Sagal, Hanala Sagal y Cary Elwes; basados en una historia real, en la que Elvis Presley conoció al Presidente Richard Nixon, en diciembre de 1970, donde El Presidente nombró a Presley, Agente Honorario de La DEA.
Por su parte, la directora Liza Johnson, retrata con gran tino la personalidad de este irrepetible icono mundial.
Para ello se apoya en una de las múltiples anécdotas que hicieron de su vida, aún más si cabe, todo un misterio:
“En la historia, Nixon no entiende por qué se debe reunir con Elvis.
Esto fue lo que llamó más mi atención.
La relación entre artistas y políticos, era muy diferente en aquella época”
Esencial para dar cuerpo a la historia, fueron 2 relatos de primera mano de la reunión y los acontecimientos que condujeron a ella.
El libro de memorias “Me and a Guy Named Elvis”, del antiguo confidente de Elvis Presley, Jerry Schilling, se convirtió en un mapa de ruta para los escritores en los primeros borradores.
Las notas escritas a mano, tomadas durante la reunión por el consejero de Richard Nixon, Egil Bud Krogh, que él compiló más adelante en su propia cuenta en “The Day Elvis Met Nixon”, fueron incorporadas en el bosquejo final.
Con Jerry Schilling ofreciendo el lado de Elvis Presley de la historia; y Bud Krogh representando la perspectiva de La Casa Blanca, los productores sabían que tenían los ingredientes de una gran película:
"Cuando leí el guión estaba como:
“Tengo que hacer esta película”, dijo el productor Cassian Elwes.
 Una reunión, una foto atestiguada, y 36 horas previas para la libre imaginación, sin freno ni contemplaciones, de lo que pasó ahí.
Por tanto, Elvis & Nixon narra dicho acontecimiento, de cómo Elvis se empeñó en preparar la reunión, y todos los arreglos preparados entre bambalinas, para intentar que Nixon aceptara el encuentro; uno de los grandes momentos de confusión de la cultura pop estadounidense, y de la historia política.
Con producción de Cary Elwes y Michael Shannon, Elvis & Nixon es una película en la que se satirizan los aspectos más ridículos y grotescos de ambos mitos, rozando la caricatura, al mismo tiempo que se mantiene una imprescindible cuota de credibilidad.
El rodaje empezó el 12 de enero de 2015, en New Orleans; y también tuvo lugar en diferentes localizaciones de Shreveport, Louisiana y Los Angeles.
La acción tiene lugar el 21 de diciembre de 1970, en un lapso de 36 horas, centrada en el encuentro presidencial del Rey del Rock, Elvis Presley (Michael Shannon) con Richard Nixon (Kevin Spacey)
Todo inicia cuando Elvis viaja desde Graceland a Washington, acompañado de su incondicional amigo, Jerry Schilling (Alex Pettyfer) y Sonny West (Johnny Knoxville), para solicitar una cita con El Presidente.
Aquella mañana, Elvis se presentó en la puerta principal de La Casa Blanca con una carta personal de 5 páginas, escrita de su puño y letra, dirigida a Richard Nixon, con quien compartía obsesiones políticas, e igualmente sumido en un declive personal ya evidente.
Y 3 horas después, ambos se reunían de forma improvisada, en una reunión en El Despacho Oval, inmortalizada por un fotógrafo oficial, gracias a los 2 asistentes de Nixon:
Dwight Chapin (Evan Peters) y Egil Krogh (Colin Hanks), que organizaron la reunión entre los 2 hombres.
¿El motivo?
Al parecer, a Elvis se le metió en la cabeza que quería tener una placa de agente federal, para actuar de manera encubierta en La Oficina de Narcóticos y Drogas Peligrosas del país, así como obtener una insignia oficial para probarlo, para poder luchar contra la drogadicción en su país; por lo que los asesores de Nixon pensaron que no había problema en conceder tal deseo, a cambio de unas fotografías que podrían mejorar la imagen pública del Presidente, a quien El Rey del Rock & Roll obsequió con un revólver de coleccionismo.
Si bien el encuentro no trascendió, a petición del artista, hasta que el Washington Post lo destapó 1 año después.
La comedia cuenta igualmente con actores secundarios de lujo, que interpretan a los sufridos asistentes que deben organizar la rarísima cita entre 2 de los hombres más famosos del mundo occidental en 1970.
Elvis & Nixon se siente extrañamente satisfactoria:
Un recordatorio no sólo de los tiempos más simples, sino también de todas las salvajes historias no contadas, que puede que nunca sepamos, sólo porque no había una cámara allí para capturarlo.
Aún más divertida de lo que parece, aunque la película no muestra las cosas de la manera en la que realmente ocurrieron, las muestra de la manera en la que deberían haber ocurrido; una divertida fabulación con 2 interpretaciones fascinantes, donde lo mejor es la audacia del guión, y el medido tono esperpéntico de Shannon y Spacey, para divertir sin caer en la caricatura.
En definitiva, el espectador que acuda a ver Elvis & Nixon, es importante que no tenga la intención de ver un documental, ni un reflejo fiel de la reunión.
Elvis & Nixon, no es una película que quiera retratar al dedillo una parte de la vida de Elvis Presley, sino que más bien, se aprovecha de los misterios acerca de la misma, y acude a un acontecimiento del que poco se sabe, para configurar a partir de allí, un homenaje si no a la verdadera vida de Elvis Presley, sí a la mítica historia que nos gustaría que hubiese sido.
“An undercover rock and roller, sounds ludicrous!”
Para aceptar la premisa propuesta por el guión de Joey y Hanala Sagal sobre este verídico encuentro, es necesario dejar de lado cualquier viso real.
Lo que se presencia aquí, es una sátira aceptablemente entretenida, que no indaga en la vida del ícono cantor, ni en la carrera política del ex mandatario.
La idea de hacer un largometraje sobre el encuentro entre Elvis Presley y Richard Nixon, fue inspirada originalmente en un retrato de un Elvis sin sonreír, frente a la cámara, y de perfil, que cuelga en la casa del productor Cassian Elwes.
En una fiesta navideña, Joey Sagal, un amigo de Cassian Elwes, un actor que interpretó a Elvis Presley en el cine, la televisión y el teatro; explicó la historia detrás de las obras de arte de Russell Young:
“Me dijo que la foto fue tomada cuando Elvis secretamente fue a Washington, y se convirtió en un agente secreto de narcóticos.
Él dijo:
“Esta es la fotografía oficial de Elvis cunado consigue la insignia”
Y yo voy:
“¿De qué estás hablando?”
Joey dijo, que esta es la película que debemos hacer:
“Animado por Elwes, Sagal, que apareció como Elvis en la producción de Steppenwolf de la obra de Steve Martin, “Picasso at the Lapin Agile” en el Geffen Playhouse, y su entonces esposa, Hanala, escribió el guión para Elvis & Nixon.
El hermano de Cassian, el actor y guionista, Cary Elwes, más tarde amplió el guión.
Inspirado en esa conversación, Hanala Sagal, escribió un guión de 90 páginas, con su ahora ex marido, Joey Sagal.
Después de que su guión fue escrito, Cary Elwes pidió colaborar en el guión, y dirigir la película.
Elwes, no terminó dirigiendo, pero coescribió la película, y se acredita como guionista.
Como no puede ser de otro modo, el equipo creativo decide narrar el hecho desde un punto de vista cómico, resaltando tanto los puntos más excéntricos del cantante, como la incredulidad e incomodidad del Presidente, ante la inesperada solicitud del primero; siendo sin duda, la mejor decisión tomada en la producción, sus casi 90 minutos la película.
Elvis Presley y Richard Nixon, no aparecen en la pantalla juntos, hasta la marca de 1 hora y 6 minutos de metraje; dejando la secuencia entre ellos, sólo funcionando unos 16 minutos de duración, donde todo la trama anterior, serán secuencias de suspenso ante sí El Rey será recibido o no.
Elvis, está superado por su poder, su dinero y su encanto, así que tras ver las noticias, cree que su país ha entrado en una espiral autodestructiva.
Su solución es intentar ponerse al servicio de su gobierno, para actuar como agente infiltrado.
En base a lo que precede, el relato comienza con la llegada de Elvis a la entrada de La Casa Blanca, portando una carta escrita a mano por él, explicándole su situación; después de algunas dificultades interpuestas por los guardias de seguridad, consigue que ellos la hagan llegar al destinatario, a través de los canales pertinentes.
Lo que sigue posteriormente, es la ansiosa espera en el hotel, donde El Rey se aloja junto con su confidente y asistente, Jerry Schilling, para recibir la confirmación de la entrevista.
En tal sentido, es importante la gestión realizada por parte de los miembros del equipo del presidente:
Egil Krogh y Dwight Chaplin, para persuadir a Nixon a que la reunión se lleve a cabo, dada su renuencia inicial.
Nixon, finalmente, accede, en una reunión que ocupa menos en la película de lo que sería deseable, ya que es ese momento, el encuentro de los 2 actores, lo que realmente impacta, te hace reír y te sorprende.
Presley, está muy preocupado por la dirección que está tomando la sociedad de los EEUU, con la gente joven drogándose y quemando banderas.
“Eso es antiestadounidense”, dice Presley.
“El concierto de Woodstock fue una excusa y cortina de humo para emborracharse, drogarse, desnudarse y arrastrarse por el barro”
Todo esto se lo dice a Nixon, satisfecho de cómo una figura tan conocida, se ajusta a su ideología e ideario que le conviene tener como aliado.
Además le dice, que “The Beatles son comunistas y antiestadounidenses.
Que Lennon actúa como una especie de profeta, que sin ser comunista, alienta y permite la revolución.
Que lava el cerebro, y adhiere a su causa a manifestantes izquierdistas”
Y para evitar el caos del país, Presley le pide a Nixon, una insignia, motivo de la visita, para ayudar al gobierno federal, y pelear como agente independiente infiltrado en las cloacas comunistas:
Panteras Negras y resto de grupos subversivos, para erradicar la anarquía que se les viene encima.
En su tramo final, con posible parodia de la paranoia política en plena Guerra Fría, y con un simpático Kevin Spacey como Nixon, dándole réplica a Shannon, crea situaciones anecdóticas sobre la fama o la mitomanía en una aventura de “pez fuera del agua”
Elvis, es mostrado como un patriota que, ante el caos juvenil del período y el empuje comunista, decide convertirse en agente encubierto para detener tal descontrol.
Y consigue varios puntos de humor, provocados por el aura mediática que levanta Elvis allá donde va, y las consecuentes reacciones incrédulas y nerviosas de los demás, independientemente de que se trate de simples peatones, o altos cargos de La Casa Blanca.
Tampoco resultan sorprendentes los atisbos a un aspecto dramático y turbio de Elvis, cuya figura pública se ha comido a la persona real, porque dadas las características de toda la producción, es fácil imaginarse que se tocará algún elemento negativo del personaje.
Al menos la cosa se queda en simples vistazos, sin ahondar demasiado en ello, de otro modo, se hubiera desvirtuado demasiado el tono paródico.
Se supone que Elvis & Nixon es una comedia, pero el retrato de Elvis roza el drama:
La destrucción de su personalidad, que es superada por la figura pública, algo que nos confiesa él mismo:
“Cuando entro en una habitación, todos recuerdan su primer beso viendo una de mis películas, pero nunca me ven a mí”
Y la directora le arranca 2 breves soliloquios a Shannon, en el que podemos ver a la persona que hay tras el mito; son 2 secuencias frente a un espejo:
Una en la que le habla con el corazón en la mano a su mejor amigo sobre su necesidad de reivindicarse como individuo, por encima de la fama; y otro en el que ensaya lo que le dirá al Presidente cuando le vea, y le habla de su hermano gemelo, muerto al nacer.
Son los 2 puntos álgidos de una película que el resto del tiempo se limita a ser solvente en el plano narrativo, jugando con la pequeña trampa de hacernos dudar, si el encuentro se dará finalmente o no, a pesar que es ampliamente popular entre la gente; y es entretenida incluso divertida por momentos.
Hay política en Elvis & Nixon, e ideas acerca de La Guerra de Vietnam, el consumo de drogas, el apartheid, y Las Panteras Negras, y otros muchos conflictos sociales sobre los que uno y otro tienen una visión más frívola o más profunda, pero el caso es que no hay una voluntad de ahondar en ellos, ni siquiera de establecer paralelismos con la actualidad.
Quizás en ese impase es en el que pierde más puntos, en el hecho de que, al final, nos quedamos con la mascarada, la disfrutamos, reímos y... no hay segundas lecturas, ni más capas en el guión más allá del peso de la fama.
También es uno de los encuentros más surrealistas e hipócritas nunca pensados:
Un ídolo musical en caída libre personal, que quería luchar contra las drogas mientras las consumía; y el político más retorcido y mentiroso que jamás gobernó, y al que hayan pillado.
La trama es escasa, anecdótica, explotando sin incisión singularidades de sus protagonistas y aportando, en un añadido sobrante, naderías dramáticas con Alex Pettyfer y la novia con la que está a punto de casarse; pero el conjunto es suficientemente entretenido, careciendo de pretensiones más allá de crear un producto ligero, con un tratamiento amable a sus personajes.
Si su encuentro no fue más que un intercambio de intereses, “alimenticio”, placa federal por simpatía de los votantes; o algo más profundo, nunca lo sabremos.
Nos quedamos con la anécdota alargada, y si inspira curiosidad histórica, ya es bastante, que siempre es buena.
Y vaya por delante, que la documentación es muy correcta:
Vestuario, maquillaje y puesta en escena, decorados, atrezzo, diseño de producción... están al servicio de hacer creíble la época retratada.
Magistral los 20 minutos finales, con la entrevista en El Despacho Oval.
Ambos se saltan el protocolo, empiezan, lo que vulgarmente se dice, a medir quien la tiene más larga, para acabar descubriendo que ambos tienen mucho en común.
Hilarantes momentos, mostrando el empecinamiento de Elvis por las armas, primero queriendo montar al avión con ellas, y luego pretendiendo entrar con ellas a La Casa Blanca.
O cuando se topa con sus imitadores en el aeropuerto...
Pero sobretodo, el impagable momento en que Elvis hace una exhibición de kárate a Nixon en El Despacho Oval.
Otro elemento clave para el buen funcionamiento de todo, es la elección de 2 actores competentes para cumplir en la personificación de 2 personajes tan conocidos.
Resta decir que tanto Michael Shannon como Kevin Spacey, son 2 actores que ya han demostrado su talento durante mucho tiempo, por lo que no es extraño que ambos salgan bien parados ante este nuevo desafío.
Viendo el trabajo de ambos actores, se puede decir que ha habido detrás de la caracterización, un gran trabajo de documentación sobre cómo se movían y hablaban las personas reales en su día, para imitar ahora sus particularidades personales.
En cuanto a la caracterización de los 2 personajes, es necesario remarcar que de ningún modo, el de Presley responde a la realidad; si bien Shannon es un consumado actor, lo cierto es que no responde al físico pero sí a la personalidad y al espíritu del gran ídolo musical de la posguerra; en contra, el actor representa unos 10 años más de los 35 que tenía Presley en el momento en que transcurre la acción.
A las alturas del encuentro presidencial, corría el año 1970, lo que significa que Elvis ya se encontraba en pleno declive, así que debería parecer mucho más grueso y desaliñado.
Por el contrario, el intérprete se lleva al personaje al terreno de la caricatura…
¿Acaso no se llevó a sí mismo el propio Elvis a la caricatura?
Incluso se plantean situaciones tan surrealistas, como que el propio Rey sea interpelado por uno de sus imitadores que le elogia por su parecido con la estrella...
Un divertido ejercicio de máscaras donde vemos que, a pesar de la intención de presentar a un Elvis excéntrico y extravagante, de pronto parece como si fuera más bien un niño pequeño, que requiere un cuidador permanente, o con poca capacidad intelectual; asimismo, sus movimientos se aprecian lentos y acartonados; quizás lo que buscaba Shannon, no era imitar a Elvis, sino retratar a un personaje derrotado, que encara el ocaso de su carrera, buscando dar sentido a su vida…
En algunas escenas, como cuando se mira al espejo y recuerda a su hermano gemelo muerto al nacer, es donde podemos alcanzar a comprender la triste soledad de un hombre que, a pesar de ser famoso en todo el mundo, llegó a perder contacto con su yo más interior.
Es en esos momentos efímeros, cuando Elvis Aaron Presley, hace acto de presencia.
Mucho más convincente, aunque menos importante en el relato, es el retrato que Spacey logra de Nixon; sus ras-gos físicos se aproximan más a los del ex presidente, juzgando su postura un tanto encorvada, su manera de hablar y moverse, a pesar de cierto comportamiento caricaturesco, que el guión le obliga representar; y dota de un carácter distinto al Presidente:
Le asigna una serie de manías y formas estrafalarias de manejar a su “staff”, que aportan hilaridad a la cinta.
Para el actor:
“El encuentro entre Elvis y Nixon, fue en 1970, años antes de que se comenzaran a hacer las famosas grabaciones secretas en La Casa Blanca, y muchos años antes del escándalo de Watergate.
Disfruté mucho hacer el papel del Presidente.
Su encuentro con Elvis, fue algo privado, a pesar de ser una reunión con 2 personajes tan conocidos.
Ellos hicieron lo posible, porque fuera un encuentro íntimo”
En este aspecto se puede decir que hay un mayor trabajo de mímica que de interpretación en el sentido más estricto de la palabra, hay un trabajo casi auto paródico, consciente o no, aunque es probable que sea así dado el tono desenfadado de toda la producción.
El resto del reparto, está redondeado por:
Colin Hanks y Evan Peters como Egil Krogh y Dwight Chapin, oficial y asistente durante la administración de Nixon; y finalmente por Alex Pettyfer y Johnny Knoxville, como personas próximas a Elvis.
De nuevo, se limitan a cumplir sus papeles tan bien como les permite sus personajes.
Sin embargo, cuenta la leyenda, que Elvis estaba “colocado” por su adicción a las pastillas durante aquella reunión en la que arremetió contra las drogas.
El Colt 45. se lo entregó a un asistente, porque las armas están prohibidas en El Despacho Oval.
Los trajes, los documentos, las cartas y la pistola, forman parte de la exposición abierta en La Biblioteca Presidencial Richard Nixon, en California.
En la realidad, Elvis Presley y Jerry Schilling eran amigos de la infancia, y solían practicar karate, incluso teniendo nombres de karate, siendo “Mr. Tiger” y “Mr. Cougar” respectivamente.
Jerry Schilling, conoció a Elvis Presley cuando tenían 12 años, en un partido de fútbol en North Memphis, Tennessee; Schilling fue un soporte para Elvis Presley para 8 de sus películas; y realmente revisó la famosa carta de Elvis Presley a Richard Nixon.
En la escena en la que Elvis Presley está viendo varios televisores en Graceland, en Memphis, Tennessee; la directora Liza Johnson, quería reflejar las fuerzas culturales que trabajan en Elvis, como la cultura juvenil de izquierda, y la cultura anti-guerra.
Un extracto de la obra de Kubrick, “Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb” (1964), es mostrada en la televisión, siendo una de las películas favoritas de Elvis Presley.
Cuando Jerry Schilling y Sonny se encuentran con Bud Krogh y Chapin en el estacionamiento, la directora Liza Johnson lo interpretó como una referencia a Watergate, que aún no había sucedido.
Según Jerry Schilling, él, Cary Elwes, Bud Krogh, Alex Pettyfer, y Johnny Knoxville, todos fueron a un bar después del rodaje, donde Bud hizo escenas para Cary, y Johnny encendió el pie de Alex, con el tequila...
Fabulosa la banda sonora de la película, cargada de música diegética con los ritmos que fueron gran inspiración para el propio Elvis, y los títulos de crédito, de los mejores que he visto en los últimos tiempos, gracias a su textura y su montaje.
“Elvis Presley?
You swear this isn't a joke cause this penmanship is horrible”
Elvis & Nixon es la 3ª producción filmada sobre la reunión real, entre Elvis Presley y el ex presidente estadounidense, Richard Nixon.
Las 2 primeras fueron:
“Elvis Meets Nixon” (1997) bajo la dirección de Allan Arkush; con Rick Peters como Elvis, y con Bob Gunton como Richard M. Nixon.
Fue más osada en mostrar un lado desconocido del Rey del Rock and Roll, presentándolo en situaciones extremas, sacando una pistola en una tienda de donas, consumiendo drogas cuando va a pedir ser un agente de La DEA, entre otras situaciones que hacen que el filme se convierta en una comedia disparatada, claro que con un presupuesto menor, y pensada tan solo para la televisión.
Y “Elvis Met Nixon” (2009)
Cada uno fue hecho en una década posterior:
Los años 90, los años 2000, y en los 2010s.
El escaso número de copias en exhibición y la distribución en versión original subtitulada de Elvis & Nixon, indica que estamos ante un título de limitada proyección comercial, lo que no quita para señalar que es más digno de atención que otros que pueblan las carteleras.
Elvis & Nixon, pretende configurar un homenaje, si no a la verdadera vida de Elvis Presley, sí a la mítica historia que nos gustaría que hubiese sido.
La reunión entre El Presidente y El Rey, marcó un antes y un después en una era en la que el entretenimiento y el gobierno, no estaban ligados como ahora.
El asistente, Bud Krogh, contó en sus notas:
“Cuando recibí la carta escrita a mano por Elvis en un avión con destino a Washington D.C., sonaba muy sincera, pero tenía que verificar esa sinceridad, reuniéndome con 2 de los acompañantes de Elvis, para confirmar que se trataba de una solicitud seria”
La solicitud resultó ser en serio, y la reunión se llevó a cabo.
Y como Elvis dijo que “pensaba que los Beatles habían sido un apoyo real para el espíritu antiestadounidense”
El Presidente, según recoge, le dio su opinión:
“Aquellos que toman drogas están también en la vanguardia de la protesta antiestadounidense”, y abuso de drogas en la cultura popular.
De hecho, Presley había tenido un encuentro de 4 horas, hacía 5 años antes con la banda…
Al enterarse de dichas declaraciones, Paul McCartney dijo luego que él se sentía un poco confundido al respecto:
“Lo más irónico era que nosotros tomábamos drogas ilegales, y mira lo que le pasó a él”, a manera de referencia a la muerte de Presley, provocada por el abuso de medicamentos recetados.
Según Jerry Schilling, uno de los amigos más cercanos del cantante, a Elvis Presley le encantaba la ley y el orden.
Estaba fascinado con la policía, y tenía una gran colección de armas e insignias de policía.
Pero quería una más, una insignia auténtica, que le permitiera ser un agente encubierto de La Oficina Antinarcóticos para combatir las drogas que, según él, estaban acabando con Estados Unidos.
Presley convocó a Schilling y a otro de su círculo, Sonny West, para ir en un viaje secreto a Washington D.C., y solicitar la reunión con Nixon.
“Él quería usar su talla como figura del entretenimiento, para exhortar a los jóvenes a no consumir drogas”, explico Bud Krogh.
Algo un tanto irónico pues, como se supo posteriormente, Elvis mismo abusaba de fármacos de receta médica, que fue lo que finalmente le costó la vida.
Pero Schilling dice que Elvis no consideraba ese consumo igual al abuso de drogas estupefacientes…
“A Elvis no le gustaba la música que promovía las drogas.
Sintió responsabilidad, cuando la música de rock se volvió en un vehículo de las drogas.
Pero no se daba cuenta, que los fármacos de receta, también son igualmente peligrosos”, expresó Schilling.
Nixon, también consideraba el flagelo de las drogas como uno de los más graves problemas de la juventud estadounidense, y su gobierno formuló una iniciativa para combatirlas.
Bud Krogh, recomendó al Presidente, que sería importante que el público lo viera con una figura tan popular, que podría tener una conexión con los jóvenes.
Le reunión fue aprobada, y la estrella del rock and roll, llegó a La Casa Blanca escoltado por sus 2 amigos.
Sin embargo, Elvis Presley le llevaba de regalo a Nixon, una pistola automática Colt 45, en un estuche de presentación de colección, incluyendo las balas.
“Tuve que decirle a Elvis, que no podía llevar consigo a La Oficina Oval, la pistola que llevaba”, explicó Krogh.
“Y al principio, Nixon no estaba muy deslumbrado por la estrella del rock…
Le tomó algún tiempo tratando de descifrar, por qué el individuo que tenía en frente era tan popular”, contó Krogh.
Después de hablar un poco con él, se dio cuenta de que Elvis había llegado donde estaba, por un duro camino, y reconoció su determinación y ambición para llegar a la cima de su profesión, lo mismo que Nixon por llegar a la cima política.
También entendieron mutuamente la soledad de esa cima y que, a pesar de su poder y popularidad, los 2 ya no estaban en la cúspide.
Nixon, tenía unos temas de conversación preparados por sus asistentes, pero Elvis fue directo en decirle que había realizado un estudio profundo sobre técnicas comunistas para el lavado del cerebro.
“Ese fue uno de los temas que me tomó por sorpresa”, reveló Krogh.
“El Presidente le dijo algo así como:
“Continúa con eso, no podemos permitir mucha gente cayendo en el lavado del cerebro comunista”
Pero lo que Elvis realmente quería, era la insignia de La Oficina Antinarcóticos, y se la pidió directamente.
Nixon le preguntó a Krogh, si le podían dar una.
“Señor Presidente, si usted quiere le podemos conseguir una”, dijo el asistente.
“Quiero que tenga una”, fue la respuesta de Nixon.
Elvis quedó tan sobrecogido por la insignia, que rompió el protocolo, y le dio un abrazo al Presidente.
Elvis Presley estaba feliz.
Tenía su insignia que, en su mente, le permitía fungir como un agente federal antidrogas.
La tuvo consigno el resto de su vida, y ahora está expuesta con todos sus trofeos en su mansión Graceland, que está convertida en un museo.
Porque es la historia del joven que surgió de la pobreza para convertirse en un ídolo mundial, un millonario al que le faltaba una cosa que no podía comprar, y su sueño se acababa de realizar.
Nixon, se sintió tan satisfecho e identificado, que hasta permitió que los 2 acompañantes de Elvis, Jerry Schilling y Sonny West, también entraran a La Oficina Oval a saludarlo.
“Mi momento preferido de ese día, fue cuando Elvis me abrió la puerta de La Oficina Oval”, relató Schilling.
“Me empujó adentro con una risa y me dijo:
“No tengas miedo, Jerry, no es más que El Presidente”
De los personajes reales:
Dwight Lee Chapin, de 76 años, es un organizador político, hombre de negocios, y un funcionario público jubilado.
Fue Asistente Adjunto del Presidente Richard M. Nixon, durante el escándalo Watergate.
En 1974, Chapin fue condenado por mentir a un gran jurado, perjurio, durante el escándalo, y cumplió 9 meses en la Institución Correccional Federal, Lompoc.
Ahora es consultor de negocios y mentor/entrenador en East Hampton, New York.
Egil “Bud” Krogh, Jr., de 77 años, es un abogado que se hizo infame como funcionario de la administración de Nixon.
Fue encarcelado por su parte en el caso de Watergate; y actualmente es Senior Fellow en Ética y Liderazgo en el Centro para El Estudio de La Presidencia y El Congreso, y Consejero del Director de La Escuela de Ética y Liderazgo Global.
Krogh, escribió un libro sobre estos eventos:
“The Day Elvis Met Nixon”; y actualmente actúa como orador en eventos donde habla de sus experiencias.
Ambos son 2 casos irónicos…
Jerry Schilling, de 75 años, es un veterano profesional de la industria de la música, más conocido por su asociación con Elvis Presley desde 1954.
Él manejó a los Beach Boys por más de 10 años, a Jerry Lee Lewis, y a la hija de Presley, Lisa Marie.
A medida que crecía su amistad, Presley compró una casa a Schilling, en la que todavía vive hoy.
Él ha coeditado “Elvis on Tour” con Martin Scorsese.
Richard Milhous Nixon, el 37° Presidente de los Estados Unidos, ocupando el cargo entre 1969 y 1974, año en el que se convirtió en el único Presidente estadounidense en dimitir del cargo; terminó con la intervención estadounidense en La Guerra de Vietnam en 1973, y trajo a los prisioneros de guerra a suelo estadounidense; además de acabar con el servicio militar obligatorio.
La visita de Nixon a China, en 1972, estableció relaciones diplomáticas entre las 2 naciones; e inició el détente entre Estados Unidos y la Unión Soviética, impulsando El Tratado sobre Misiles Antibalísticos.
Creó la Agencia de Protección Ambiental; y presidió el alunizaje del Apolo 11, que marcó el final de La Carrera Espacial.
Sin embargo, el año 1973, trajo la crisis del petróleo, el racionamiento de la gasolina, y continuas revelaciones públicas sobre el escándalo Watergate.
Este último suceso en particular, hizo que Nixon perdiese gran parte de su apoyo político, y dimitió como Presidente, el 9 de agosto de 1974 ante un “impeachment” inevitable.
Tras su renuncia, fue formalmente indultado por su sucesor, Gerald Ford, y fue rehabilitando su imagen tras publicar varios libros, y haber viajado múltiples veces al extranjero.
El 18 de abril de 1994, sufrió un derrame cerebral, y murió 4 días más tarde, a los 81 años.
Nixon sigue siendo un personaje de gran interés para los historiadores.
Por último, Priscilla Presley se divorció de Elvis en 1973, pero en su libro reveló la intención poco patriótica del músico:
“La placa de agente le significaba poder.
Creía que con ella podría ingresar a cualquier país con las drogas que quisiera y armas”
El Presidente le consiguió una que Elvis mantuvo cerca hasta el día de su muerte, a la edad de 42 años, en 1977, a causa de un infarto agudo de miocardio.
Tras su muerte, El Presidente de EEUU, Jimmy Carter, ofreció una declaración en la que dijo que Presley había “cambiado para siempre el rostro de la cultura popular estadounidense”
Hoy día, como el resto de su legado, se puede ver en Graceland.

“The true story you won't quite believe”



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