Hell In The Pacific

“They hunted each other as enemies...
They tormented each other as savages...
They faced each other as men!”

El Frente del Océano Pacífico durante La Segunda Guerra Mundial, fue un importante teatro de operaciones de La Guerra del Pacífico entre Los Aliados y Japón; y fue definido por El Comando del Área del Pacífico de las potencias aliadas, que incluía la mayor parte del Océano Pacífico y sus islas, mientras que Asia continental fue excluido:
Filipinas, Indias Orientales Neerlandesas, Borneo, Australia, la mayor parte del Territorio de Nueva Guinea, y la parte occidental de Las Islas Salomón.
La mayor parte de las fuerzas japonesas en este frente, formaban parte de La Flota Combinada de La Marina Imperial Japonesa, que era responsable de todos los navíos de guerra japoneses, las aeronaves navales, y las unidades de infantería de marina.
En El Frente del Océano Pacífico, las fuerzas japonesas combatieron principalmente a La Marina y al Cuerpo de Marines de los EEUU.
También contribuyeron con sus fuerzas:
El Reino Unido, Nueva Zelanda, Australia, Canadá, y otras naciones aliadas.
“帝国日本海ネイビーの名で...
私は戦争捕虜として絶対的な服従を要求しています”
(Bajo el nombre de La Marina Imperial Japonesa...
Exijo obediencia absoluta como prisionero de guerra)
Hell In The Pacific es una película bélica, del año 1968, dirigida por John Boorman.
Protagonizada por Lee Marvin y Toshirō Mifune.
El guión es de Alexander Jacobs y Eric Bercovici; basados en un relato de Reuben Bercovitch.
El director, John Boorman, abordó con Hell In The Pacific, un arriesgado proyecto, como el que suponía realizar este largometraje con sólo 2 personajes, y sin apenas diálogos.
Pese a ello, hay que reconocer que la película consigue mantener el tipo, apoyada en las buenas interpretaciones de los grandes actores:
Toshirō Mifune y Lee Marvin, 2 clásicos de las películas bélicas; así como por la plasticidad de la excelente fotografía y los escenarios naturales de la isla.
La película, tenía una de las producciones más costosas en ese entonces.
Esto, combinado con el concepto inusual de la película, la falta de subtítulos y el final impopular, causó que fuera uno de los más grandes fracasos en la taquilla de su tiempo, pues perdió unos $4 millones, que fue uno de los factores que causaron la quiebra de su productora, ABC Films, filial de la compañía ABC.
Sin embargo, los críticos elogiaron muchos aspectos de la película, especialmente la actuación de Toshirō Mifune, como uno de los mejores en su carrera; y se ha determinado que el filme funciona de manera excepcional como metáfora:
Con 2 rivales, hombres que son naciones; perdidos en medio del Océano, El Frente de Asia; que luchan hasta caer exhaustos, como Fin de La Segunda Guerra Mundial, bomba atómica incluida, sólo para descubrir que ambos quieren sobrevivir.
De hecho, Hell In The Pacific estaba tal vez demasiado cerca del final de La Segunda Guerra Mundial, para detener los inevitables sentimientos anti-japoneses del público estadounidense, que presumiblemente es parte del propósito de la película; siendo rodada completamente en las islas Rock de Palau en El Océano Pacífico norte, cerca de las Filipinas, en El Mar de Filipinas.
La acción sigue al Capitán japonés, Tsuruhiko Kuroda (Toshirō Mifune), que ha naufragado en una isla desierta del Pacífico.
Un día contempla, cómo llega a la misma, otro náufrago; esta vez, un oficial de EEUU (Lee Marvin)
La guerra entre 2 naciones, se convierte en una guerra entre 2 individuos que representan a toda su respectiva, sociedad y cultura.
Luchan por el agua, la comida y la propiedad de cada uno.
También luchan por determinar, cuál es la raza superior, o como diría Nietzsche:
“El Übermensch” o “El Superhombre”
Con grandes momentos cuando cada uno trata al otro como un esclavo... de la misma forma que actuaban sus compañeros en otros escenarios.
Así, tras descubrirse mutuamente, ambos hombres inician un arduo enfrentamiento personal, tratando de eliminarse el uno al otro, para luego caer prisioneros, de forma sucesiva, del adversario, y sufrir el maltrato de éste.
Sin embargo, la soledad de la isla acaba imponiendo una relación de colaboración entre ambos, con el fin de construir una balsa que les permita volver a la civilización.
A partir de ese momento, el antagonismo de los 2 hombres se irá convirtiendo en camaradería, y finalmente en amistad.
También, resulta acertado, cómo la película va mostrando el proceso del progresivo acercamiento del japonés y el estadounidense, que hace que la historia, pese a su poca viveza narrativa, no aburra, lo cual es un gran logro teniendo en cuenta las limitaciones argumentales de la misma.
Muchas críticas defienden, que no termina de cuadrar en el conjunto del film, el famoso y extraño final, que es algo forzado, y con un punto efectista.
Y es que después de que los productores cambiaron el final original, sin consultarlo, el director John Boorman prometió mantener siempre el control creativo de sus proyectos, a partir de entonces.
No obstante, Hell In The Pacific es una película con una historia digna de verse, por la reflexión implícita sobre la naturaleza humana que contiene.
Como dato, existe una especie de vuelta de tuerca de esta historia, en la que la acción se traslada a una guerra interestelar, y los protagonistas son un humano y un alienígena:
“Enemy Mine”, que fue primero un libro, y posteriormente adaptado a la gran pantalla por Wolfgang Petersen en 1985.
“Two wartime enemies with one chance for survival... each other”
Hell In The Pacific es la 2ª cinta de Boorman, donde introdujo lo que iba a ser una constante en su cine:
Sentido del ritmo, excelente fotografía, escenarios naturales, riesgo con cada nuevo proyecto, y también una tendencia a lo reivindicativo; y aquí guarda una historia de producción difícil.
El rodaje en la isla de Palau, fue complicado, además Boorman tenía problemas con Mifune, quien durante toda la producción tuvo una versión vieja del guión, en donde su personaje era similar al de la película “Seven Samurai” (1954)
Los problemas de comunicación, no sólo fueron actuados, pues los sufrieron también el director, el intérprete, y el protagonista.
En un acalorado debate, incluso Mifune llegó a atacar al director, y a golpearlo.
Boorman, fue herido en un coral, pero Mifune insistió en quedarse, y terminar la película con el director.
El escenario, es una isla desierta del Pacífico.
El contexto es La Segunda Guerra Mundial.
Todo se conjunta para lograr una cinta anti-guerra, con simples, pero memorables escenas que llegan justo al punto.
¿Cómo llevarse bien, a pesar de la enemistad, la cultura, el odio y la desconfianza?
En Hell In The Pacific se muestra que, bajo situaciones y condiciones extremas de odio, desesperación y hostilidad, algo casi como una amistad, es posible y se puede desarrollar.
Desde que empieza la acción, la película tiene un ritmo trepidante que no decae nunca, cada vez se va poniendo más intensa…
Y es una gran moraleja, enseñanza y crítica sobre los límites fronterizos, la convivencia con las distintas etnias, el porqué de las guerras, la amistad, y la soledad.
Y ya parte con clara ventaja, solo por la premisa y el prometedor duelo interpretativo que ofrece, pero es justo reconocer, que Boorman sabe jugar bien las cartas, y aprovechar ese punto de partida sin caer además en los tópicos.
Porque no se trata de la típica historia en que vemos claramente, cómo los 2 personajes pasan de odiarse a respetarse, y cogerse cariño, sino que la evolución de su comportamiento es mucho más progresiva y errática.
De hecho, ni siquiera llegan a enfrentarse en ningún momento, al menos no físicamente, como seguramente esperaría el espectador.
Toda la tensión se centra en el terreno psicológico:
El saber de la presencia del otro, y que es inevitable que acaben chocando en el momento más inesperado; el miedo a que sea el otro el que se adelante, y haga un ataque; el recelo del japonés, por no querer compartir su agua; y la necesidad imperiosa del estadounidense, por conseguirla por las buenas o las malas.
El único enfrentamiento directo que hay, lo provoca el estadounidense, haciendo ruidos insoportables hasta volver loco al nipón, pero en ningún momento llegan a enfrentarse directamente, pese a estar a punto.
Cuando uno pasa a ser esclavo del otro, lejos de ser la solución a sus problemas, la tensión persiste:
El japonés, no soporta la continua mirada del estadounidense, mientras que cuando se cambian las tornas, éste último acaba estallando y liberando a su prisionero, harto de ser él quien haga todo:
Darle de comer, lavarle, etc.
Resulta un acierto también, que no se entiendan entre ellos, y que la barrera idiomática jamás sea superada.
No hay ninguna escena típica, en que uno le explique al otro, el significado de una palabra en su idioma, de hecho, jamás se dirigen el uno al otro por sus nombres, más que nada, porque nunca llegan a presentarse.
Y sin embargo, no cesan de hablarse.
Se hablan aun sabiendo que el otro no comprenderá las palabras y que, si consiguen entenderse en algo, es más por los gestos, o el tono de voz.
Pero los 2 personajes necesitan imperiosamente hablar y comunicarse, aun cuando sus diálogos en realidad sean soliloquios.
Cabe decir que, en la versión original, las frases de Toshirō Mifune no estaban subtituladas, y por tanto no se daba al espectador la oportunidad de entender nada de lo que decía, cosa que cambia en algunas de las versiones que circulan ahora, en que ambos están subtitulados, y eso nos da la ventaja de ser los únicos que entendemos a los 2 contendientes.
En todo el film, sigue habiendo momentos ambiguos, aun cuando se supone que ya no son enemigos, y han decidido colaborar juntos, como la mirada desconfiada del estadounidense, mientras el japonés utiliza el cuchillo para fabricarse una flauta, o el encuentro en alta mar, con un helicóptero, en que el japonés lanza al mar el silbato de su compañero, porque no quiere que les localicen…
¿Por qué motivo?
¿Miedo a ser rescatado por los estadounidenses, aunque eso implicara salvar su vida?
¿Temor a que eso implique volver a ser enemigos?
Cuando, después de una odisea en una balsa, llegan a una isla, se encuentran con un campamento japonés destruido y abandonado tras un ataque estadounidense...
O será al revés, nunca se explica…
Por entonces, ya son casi amigos, tras haber sobrevivido juntos a la aventura marítima, pero el primer contacto con el mundo civilizado, destruirá inevitablemente ese vínculo.
Cuando se afeitan, se visten con ropa nueva y se emborrachan juntos, resurgen los antiguos rencores.
En mitad de una isla del Pacífico, no eran soldados de bandos contrarios, sino 2 náufragos desesperados.
En esas ruinas, recuerdan el papel que jugaba cada uno, el horror de la guerra de la que provenían.
Minutos antes, sin embargo, les veíamos preocupados a cada uno, porque su compañero no fuera tiroteado por soldados... porque se desconoce a quién pertenecían las ruinas.
Hell In The Pacific es un relato sobre la supervivencia en un entorno hostil, además de tener un toque humanista, al resaltar la absurdez de la guerra en 2 personajes que, imbuidos en su ideal histórico y político, estarán condenados a aunar sus fuerzas cuando aún desconocen que hay más cosas que les unen, de las que les separa.
Para ello, Boorman recurre al problema de la incomunicación, aquí a través de la lengua, uno es estadounidense, el otro, japonés.
Recordemos que la comunicación humana, es un fenómeno intrínsecamente social, por lo que la importancia del lenguaje, es vital para el ser humano, ya que el mismo le permite vivir en comunidad.
Ambos, son hombres de Hobbes, cuando afirmaba que “el hombre es el lobo del hombre”, que el hombre librado a su propia voluntad, es peligroso incluso para sus semejantes.
Así, en conflictos o pasiones, detenta un deseo de poder insaciable del ser humano; una naturaleza tan compleja, que de no ser controlada y canalizada, provocaría que el hombre desborde sus límites, por lo cual surge la necesidad de buscar a “alguien o algo” que pueda encauzar dicha naturaleza.
Algo semejante al egoísmo psicológico, la teoría de la naturaleza humana que afirma que, la conducta está impulsada por motivaciones auto interesadas.
La continua lucha psicológica, que no física, entre los hombres, cuales Robinson Crusoe, alejados de la civilización y en territorio hostil, les servirá a ambos como una especie de rito de aprendizaje.
Así, la desconfianza, recelo, temor y hostilidad inicial, ejecutada con la invasión y deseo de destrucción hacía el otro, dará lugar irremediablemente al florecimiento de la virtud de la paciencia, a esperar a que el otro cometa un error.
Sentirán hambre, sed y calor, y soportarán lluvias torrenciales y, aflorará en los hombres, sentimientos de frustración, odio y de resignación, mejor llevada por el japonés por su cultura y tradición, más que por el dinámico estadounidense, un tanto vago, abusivo y aprovechado.
Para llegar a un estado de aceptación y respeto hacia el otro.
Toda esta evolución personal mostrada por el director, mediante un desarrollo psíquico muy interesante, no exento de desconfianza, pero esperanzador de la condición humana.
Un concepto interesante, y que se mancilla durante toda la historia, es el espacial, con límites y barreras:
Límites, como la posesión de ciertas partes de la isla; y barreras, como la incomunicación propia de lenguajes ajenos que no se entienden.
Límites que provocan conflicto.
Conflictos que se traducen en  hurtos y persecuciones.
Barreras que impiden conocerse.
Límites que contienen soledad y desesperación.
De alguna manera, tanto el gringo como el japonés, lo único que verdaderamente anhelan, es combatir la soledad con un poco de humanidad.
Por más guerra que se curse en el mundo, ambos se necesitan.
Se buscan para evitar la demencia.
Y lo hacen más que como militares, como niños que juegan a ser militares.
Cada uno con su refugio, con sus trampas y armamento hecho con una que otra ramita del lugar.
Cada combatiente, con su respectiva “casa club”; con tácticas llenas de astucia y precariedad.
Del reparto, Hell In The Pacific es la persecución e interacción física de estos 2 actores:
Mifune, con la expresión teatral tradicional japonesa con la que interpreta al demente defensor de “su isla”; y Lee Marvin, con su típico modo despreocupado, que logra explotar en el momento adecuado.
La atención de las imágenes, se centran en los gestos, la postura y las expresiones faciales.
Como 2 animales salvajes, ellos husmean y raptan alrededor del otro, para hacerse la vida miserable.
Obviamente que su maquillaje, el cuál es excelente, ayuda mucho a lucir más su actuación, están siempre como sucios, con la ropa rota, desmejorados, y cansados.
La temporalidad, también es tratada con genialidad.
¿Qué tanto avanza el tiempo en situaciones como esa?
La noción se pierde, sin duda.
Ya no se trata de segundos, minutos y horas.
Tienes todo el tiempo del mundo, pero retrocediendo en una mortal cuenta regresiva:
El agua escasea, los alimentos también.
¿Y qué hace John Boorman para reflejar esa idea, y a la vez darnos temporalidad a nosotros, los espectadores?
¿Cómo sabremos, cuánto tiempo llevan?
Simple, por sus barbas.
Así, con este elemento tan natural, no solo nos indica el paso de los meses, sino además refleja la fatiga, y en definitiva, los estragos de encontrarse en una situación así.
Más claro imposible, los personajes van madurando con la historia.
De hecho, ambos actores fueron muy respetados en sus propios países en ese momento:
Marvin había ganado recientemente un Oscar por “Cat Ballou” (1965), y Mifune era probablemente el actor más famoso de Japón en ese momento.
Ambos actores, sirvieron para sus respectivos países durante La Guerra del Pacífico:
Marvin, que estaba en los infantes de marina de los EEUU, fue herido y recibió El Corazón Púrpura durante La Batalla de Saipan, en 1944.
Mifune sirvió en el servicio aéreo imperial japonés del ejército.
Y Hell In The Pacific, sitúa la relación entre estos 2 soldados, en un nivel más, si quieren llamarlo así, instintivo.
Por un lado tenemos a Lee Marvin, quien encarna a un gringo de lo más canalla, poco habilidoso, bastante inútil, pero muy astuto.
Y por el otro, a Toshirō Mifune, que es la perfecta caricatura del virtuosismo japonés:
Meticulosidad, perfeccionismo, ingenio y técnica.
Tanto el gringo como el japonés, encuentran en una isla completamente desierta, si no fuera por el otro, en las entrañas mismas del Océano Pacífico.
Si bien, no se explica cómo terminaron allí, poco importa.
Allí están, e inmediatamente surge la pregunta:
¿Podrán convivir, o estarán destinados a continuar la guerra que los dejó en esa situación?
Lee Marvin lo hace genial; no hay mucho que decir; respecto a Mifune, debo destacar que estamos frente a un actor de calidad y alta categoría.
Aquí no estamos en lo absoluto frente a un Mifune diferente del que estamos acostumbrados a ver en las películas de Kurosawa.
Sigue siendo el mismo engreído, taciturno y posero de siempre, pero esta vez no luciendo katanas ni personificando samurais.
Se trata de una nueva faceta de Mifune, como actor de Hollywood, en concreto, su 2ª película en la industria, que no flaquea precisamente, porque se le abordó con tacto.
El acierto aquí, está en que no se le impone hablar en inglés, por lo que no pierde su impronta.
Así que Mifune sigue siendo el mismo gritón descompensado de siempre, y eso se agradece.
Muy curiosa la escena donde ya afeitados y vestidos, y en buena camaradería, el volver a sacar a la luz el tema de la guerra, retrocedan, y vuelvan a verse como soldados, y no como 2 supervivientes.
Resulta fundamental en la película, hasta el punto de ser casi otro personaje, el papel que juega la naturaleza misma.
Boorman se recrea continuamente en los paisajes salvajes, hasta el punto de que los personajes se funden en ellos.
La naturaleza remarca la condición salvaje a la que han vuelto, pero también el hecho de que en ese entorno, no son necesariamente enemigos, puesto que no se encuentran en un ejército o en mitad de una guerra.
Cabe hacer justicia en ese sentido, y alabar el excelente trabajo del director de fotografía, Conrad L. Hall, quien en combinación con la puesta en escena de Boorman, recrean a la perfección el territorio en que se encuentran.
Esa fotografía que no sólo refleja la belleza de la isla, sino que también sabe enfocar con perfectos planos, lo peligroso que son los personajes.
Atención al plano del ojo observador…
También, cabe remarcar el cuidadísimo papel que juega el sonido, sobre todo en la primera parte:
La rama que el estadounidense rompe accidentalmente delatando por primera vez su presencia, las primeras gotas de lluvia cayendo después del conflicto provocado por el agua, etc.
Sobre el final, el desenlace original de Boorman, mostraba a los 2 contendientes rompiendo la tregua que habían iniciado.
Volvía a resurgir la tensión inicial y, antes de que les viéramos en el enfrentamiento definitivo, el film terminaba con un fundido a negro.
Por desgracia, aquí entró en juego el productor, quien temía que ese final dejaría muy insatisfecho al público, y además, como no se había rodado ninguna pelea, no podía insertar esa lucha tan esperada.
Así pues, en una muy “inteligente” maniobra, pensó que una explosión al último momento, sin venir a cuento, contentaría al público, dándoles las dosis de violencia que esperaban, y que no se les había dado hasta entonces.
Así que la versión que se estrenó, acaba con un plano extra, absolutamente descontextualizado, en que vemos una explosión supuestamente provocada por un bombardeo que mataría a los 2 protagonistas y que, en opinión del sabio productor, haría que el desenlace fuera más satisfactorio y delirante.
El posterior lanzamiento de DVD, tiene un final alternativo, que al dejar el destino final de los 2 ambiguos, estaba mucho más en línea con la dirección general de la película.
El final filmado original, supuestamente sugerido por el propio Lee Marvin, en el que los 2 personajes principales, que siguen discutiendo, simplemente van por caminos separados…
Sin embargo, hay un tercer final, nunca filmado, que fue el final original en el guión, pero a al equipo no le gustó, y el director decidió desecharlo.
En este final, un par de soldados japoneses, finalmente llegan a la isla, y arrestan a Marvin.
Mifune se opone a ellos, pero en vano.
Cuando más tarde descubre el cuerpo decapitado de Marvin, Mifune ataca a los 2 soldados japoneses que lo mataron, y los decapita a ambos.
Sea cual sea el final que uno prefiera, estamos ante una visión pesimista/realista del ser humano, que es capaz de hacer grandes cosas y de superarse, pero finalmente también es muy destructivo, y por tanto, el final del bombardeo no es tan descabellado/inesperado como parece.
Simplemente es inevitable.
El impacto final de la bomba que explota, es una alegoría del esfuerzo vacuo que supone la guerra en sí misma; más porque nunca sabemos de qué bando provino, lo que hace del final, muy desgarrador.
Como curiosidad, se descubrieron en los años 60, varios soldados japoneses perdidos en Islas del Pacífico, que aún pensaban que estaban en guerra...
Por último, la banda sonora es obra del genial Lalo Schifrin, un gran ejemplo de cómo una música hábilmente usada, logra construir una película emocionante.
“Some guys never learn”
Pensar que vivimos en un mundo donde las personas solo nos preocupamos por los intereses personales, y que los demás no nos importan, realmente es muy triste.
Desde la teoría evolutiva, y en concreto, la evolución humana, nuestra especie, el hombre, “Homo sapiens”, comprendida dentro del reino Animalia:
Orden, Primates; familia, Hominidae; género, Homo; especie, Homo sapiens; subespecie, Homo sapiens sapiens… es un animal más de los que habita en el planeta Tierra, que ha estado sujeto a la selección natural.
La evolución humana, con numerosos hitos como la bipedestación y el lenguaje, habría permitido al homo sapiens, la colonización de prácticamente todo el planeta, consiguiendo los recursos para su supervivencia de la naturaleza, y de otras muchas especies.
Sin embargo, y a pesar del éxito poblacional, seríamos, para algunos autores, el mayor peligro, la mayor amenaza para la vida en La Tierra, y para nuestra vida como individuos, y nuestra supervivencia como especie.
“Homo homini lupus” es una locución latina, de uso actual, que significa:
“El hombre es un lobo para el hombre”
Y se cita con frecuencia, cuando se hace referencia a los horrores de los que es capaz la humanidad para consigo misma; siendo popularizada por Thomas Hobbes, filósofo inglés del siglo XVII, quién la adaptó en su obra “De Cive”, y se puede interpretar que, en su escrito, Hobbes da por básico el egoísmo en el comportamiento humano, aunque la sociedad intenta corregir tal comportamiento, favoreciendo la convivencia.
Por otra parte, decía el antropólogo, Marvin Harris:
“La especie humana es única en el reino animal, ya que no hay correspondencia entre su dotación anatómica hereditaria, y sus medios de subsistencia y defensa.
Somos la especie más peligrosa del mundo, no porque tengamos los dientes más grandes, las garras más afiladas, los aguijones más venenosos, o la piel más gruesa; sino porque sabemos cómo proveernos de instrumentos y armas mortíferas, que cumplen la función de dientes, garras, aguijones y piel con más eficacia que cualquier simple mecanismo anatómico.
Nuestra forma principal de adaptación biológica, es la cultura, no la anatomía”
Muchas actividades humanas, constituyen un peligro y un horror para sus propios congéneres, y se han llevado a cabo a lo largo de la historia.
Algunas de las que pueden considerarse como tales, son:
Las guerras y las invasiones, los genocidios, el terrorismo, el terrorismo de Estado, la esclavitud, la violencia y el racismo.
¿Acaso nuestro planeta no es a la vez una isla en el inmenso mar que es El Universo?

“How come you guys don't believe in God?”



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